Desde una perspectiva general los estudios sobre Hecyra se han centrado en el carácter moral de los personajes. En este sentido, Taladoire 1972, p. 43, sostiene: “L’Hecyre est un drame bourgeois, dans lequel le rire perd ses droits”. A ello podría deberse el fracaso que parte de los críticos le atribuyen a esta pieza, según manifiesta el mismo prólogo.1 En los últimos años la crítica ha puesto el énfasis en otros aspectos de la comedia2 tales como la ironía y la inversión,3 la apariencia y la realidad,4 la oposición scio/nescio como eje dramático,5 la codificación y la variación cómica.6 De hecho, la innovación dramática y la inversión de las convenciones propias del género se muestran como los rasgos más atractivos de esta obra para un receptor moderno.
Basándose en una comedia griega de Apolodoro de Caristo,7 Terencio plantea una obra rica en roles femeninos -dos matronas y tres prostitutas-8 “a woman’s play […] with women as the chief suffers”, en palabras de Norwood 1923, p. 91. Y pese a que es la única comedia que cuenta con un simplex argumentum y sus cuatro elementos tradicionales (nox, vinum, amor, adulescentia), Hecyra es una obra en donde la sorpresa sigue a la sorpresa.9
Si bien la relación entre los sexos es un asunto central en la trama de muchas comedias,10 en la que nos ocupa el tema gira en torno a la problemática de la convivencia familiar,11 que tiene en la mira a la suegra, un personaje marcado por el prejuicio y la opinión desfavorable. En este sentido, nos interesa centrarnos en la (re)presentación del conflicto suegra-nuera en términos de odium-ira con el objetivo de intentar definir la verdadera innovación terenciana.
La obra comienza donde el resto de las comedias concluye, es decir, con el gamós legal, el matrimonio de los jóvenes. Por el relato del esclavo Parmenón12 a la joven prostituta Filotis, en el acto 1. 2, se sabe que el joven Pánfilo, a pesar de estar enamorado de Báquide, una joven y bella cortesana, se ha casado con Filomena.13 Fiel a su primer amor, él se abstiene de consumar su matrimonio, con la esperanza de que su esposa, cansada de su desprecio, tome la iniciativa de deshacer la unión. Sin embargo, con el tiempo Pánfilo se aparta de la cortesana y se enamora de su mujer en razón de la paciencia y tolerancia que ella le ha demostrado. A causa de la muerte de un pariente lejano, el joven tiene que emprender un largo viaje para recoger la herencia y, al regresar, se encuentra con que su esposa ha vuelto a la casa de sus padres. Sóstrata, su madre, es acusada de ser la culpable de la partida de la muchacha.
El esclavo es, pues, quien menciona por primera vez el conflicto entre Sóstrata y Filomena, expresado en términos de una emoción, el odium:
Primo dies complusculos
bene convenibat sane inter eas. Interim
miris modis odisse coepit Sostratam:
(vv. 177-179)14
Al principio, durante unos poquitos días, las cosas iban bien entre ellas. Entretanto, [Filomena] empezó a odiar a Sóstrata de forma llamativa.15
Como señalé en otro artículo:
Aristóteles, en la Retórica, desarrolla la teoría clásica más completa acerca de las emociones, entendidas como afecciones del alma que están acompañadas de placer o dolor, reacciones inmediatas de los seres vivos frente a situaciones favorables o desfavorables, placenteras o desagradables.16 En el libro 2, define con precisión una a una con el fin de reconocer sus elementos constitutivos.17
Si bien el Estagirita no proporciona una definición de odium, señala algunos rasgos esenciales que permiten hablar de una respuesta a algo malo o perjudicial, una emoción que despierta el deseo de causar daño18 y mucho más duradera en el tiempo que cualquier otra. De ahí que se considere incurable.19 La teoría aristotélica plantea, además, una explicación causal, pues todas las emociones están motivadas por acciones o estímulos externos y dependen fundamentalmente de la manera en que se interpreta el comportamiento y los motivos de los otros.20
¿Cuál es, entonces, el motivo que empuja a Filomena a sentir odio por su suegra? Ninguno, es un odio inmotivado, según la interpretación del esclavo, vv. 180-181: neque lites ullae inter eas, postulatio / numquam21 (“No había entre ellas pelea alguna, nunca una queja”).
Terencio “juega” con los prejuicios y los preconceptos de la audiencia y los plasma en la caracterización de la figura de la suegra que presenta el senex.
Sóstrata hace su entrada en el acto 2. 1 junto con Laques, senex difficilis et iratus, quien, al enterarse de lo sucedido, regresa del campo. Esta escena, que en opinión de Cabrillana 2002, p. 131, “tiene reflejos de la vida real”, está construida según las convenciones de la palliata, es decir, se trata de un diálogo ácido y virulento entre marido y mujer. El senex comienza la accusatio socrus al poner de manifiesto la típica actitud de conflicto hacia las mujeres:
pro deum atque hominum fidem, quod hoc genus est! Quae haec est coniuratio!
Utin omnes mulieres eadem aeque studeant nolintque omnia,
neque declinatam quicquam ab aliarum ingenio ullam reperias!
(vv. 198-200)
¡En nombre de los dioses y los hombres! ¡Qué clase de gente es esta! ¡Qué significa esta conspiración! ¡Será posible que todas las mujeres quieran y no quieran lo mismo del mismo modo y que no pueda encontrarse una sola que se aleje de la manera de ser de las otras!
En la palliata las mujeres son el blanco de críticas y múltiples descalificaciones. Se predica de ellas la charlatanería, el autoritarismo, la osadía, la lentitud, el malhumor, la coquetería y el derroche, entre otras características.22 Es un locus communis, pues, el tema del odium mulierum,23 o sea, la misoginia.24 Al respecto, afirma Cavallero 1996, p. 197: “La comedia refleja la opinión de una parte de la sociedad recurriendo a la hipérbole como un medio para el γελοῖον”.25 En Hecyra, a partir del estereotipo negativo de mujer, Laques desarrolla el módulo misógino26 a expensas de Sóstrata, al descargar su indignación sobre las suegras, retoma el tópico del odium dirigido a las nueras e instala en la escena el prejuicio general en torno a este peculiar vínculo familiar, v. 201: Itaque adeo uno animo omnes socrus oderunt nurus (“Y así de manera unánime todas las suegras odian a las nueras”).
Conforme a la teoría aristotélica, el objeto del odio nunca es un individuo particular sino un grupo o una clase. Aunque luego se hable específicamente de un personaje concreto, esto es, de Sóstrata, nótese que el blanco son las socrus (“suegras”) y las nurus (“nueras”). De ahí que la duplicación del verbo oderunt (v. 201: Itaque adeo uno animo omnes socrus oderunt, oderunt nurus) pueda sugerir claramente que el odio entre estos tipos sociales es mutuo. De hecho, es Filomena la que, según el relato de Parmenón, odia a Sóstrata.
Laques les atribuye a las suegras características que, al mismo tiempo, definen la naturaleza femenina. Se refiere a ellas como viris advorsas, semejantes a los maridos en pertinacia y doctae ad malitiam. La maldad es un rasgo distintivo de las mujeres y el senex presenta una descripción de Sóstrata que obedece a la codificación tradicional del rol de matrona,27 pero avanza un paso más cuando la considera una experta en esta materia (v. 204: ei ludo,28si ullus est, magistram hanc esse sati’ certo scio),29 volviendo aún más grave su acusación.
En los vv. 219-220, Terencio retoma el tema del odium pero ya no para referirse a los tipos -suegras y nueras, en general-, sino apuntando específicamente a las partes en cuestión: iampridem equidem audivi30cepisse odium tui Philumenam, / minimeque adeo [est] mirum, et ni id fecisset mage mirum foret; (“Ya hace tiempo oí que Filomena te tomó odio, no es raro para nada, sería más raro que no lo hubiese hecho”).
Resulta interesante subrayar que el senex, al igual que el esclavo Parmenón, pone el acento en el odium que se apodera de Filomena.31 En opinión de Laques, este sentimiento se origina por la conducta de Sóstrata, que él mismo se encarga de describir en los vv. 210-213,32 donde la acusa de haber acarreado la desgracia a la familia y dañar su reputación. En la comedia, las matronas son caracterizadas a partir de las ideas que otros personajes expresan sobre ellas. Sus virtudes y defectos lo son desde el punto de vista de los otros, de quien las juzga.33 En este sentido, hay una evaluación moral, pues las personas objeto de odio están marcadas por vicios en lugar de virtudes.34 Esto quiere decir que se odia a los que no son virtuosos, y, desde la óptica de Laques, Sóstrata está lejos de ser una mujer virtuosa. Por tal razón, no resulta extraño que su nuera la odie. Pero más extraño sería que no la odiara ya que, más allá de su condición de socrus, Sóstrata siempre es objeto de odium, pues, ante todo, es una matrona.
Según el planteo aristotélico, el odio inflige daño.35 De hecho, en el caso de Sóstrata y Filomena ambas padecen el daño. En cuanto a ésta, algunos personajes piensan que, a causa del odio de su suegra, ha tenido que abandonar la casa de su esposo y volver a la suya; Sóstrata, a su vez, se considera una damnificada porque la acusan de una emoción que no siente y de un conflicto del cual no es responsable.
En la interpretación de Laques, el daño que produce el odium de la muchacha tiene un alcance mucho mayor que el esperado, va más allá de la figura de la suegra y alcanza a toda la domus, que se reduce sólo a él dado que Pánfilo está ausente y Sóstrata queda excluida, v. 221:36sed non credidi adeo ut etiam totam hanc odisset domum (“Pero no creí que fuera hasta tal punto que, incluso, odiara a toda la casa”).
A la suegra le resulta tan injustificado el odium de Filomena que se inclina a pensar que la muchacha lo ha fingido para estar con su madre, vv. 235-236: qui scis an ea causa, mi vir, me odisse adsimulaverit / ut cum matre plus una esset? (“¿Qué sabés, esposo mío, si no simuló que me odiaba para quedarse con su madre?”).
En estos versos no puede pasar inadvertida la ocurrencia del lexema verbal adsimulo, de marcado valor incoativo, que señala el inicio del proceso de simulación, es decir, el cambio fingido de identidad o situación.37 Comienza a vislumbrarse entonces que el enfrentamiento interpretado en términos de odium no es tal.38
Si bien el conflicto suegra-nuera está planteado desde el principio de la comedia en términos de odium, en otro pasaje es interpretado a partir de otra emoción. En el acto 3. 1 asistimos al diálogo entre Parmenón y Pánfilo. El joven, quien acaba de regresar de Atenas, se lamenta por las amarguras que acarrea el amor y por haberse enterado del enfrentamiento entre su madre y su esposa durante su ausencia. Ante esta situación, su esclavo lo consuela:
ac sic citiu’ qui te expedias his aerumnis reperias:
si non rediisses, haec irae factae essent multo ampliores.
sed nunc adventum tuom ambas, Pamphile, scio reverituras:
rem cognosces, iram expedies, rursum in gratiam restitues.
(vv. 288-291)
Pero así encontrarás antes el modo de librarte de estas molestias: si no hubieses vuelto, las manifestaciones de ira hubiesen sido mucho peores. Ahora, Pánfilo, sé que ambas respetarán tu llegada; conocerás la situación, pondrás fin a la ira y nuevamente restablecerás las buenas relaciones.
Parmenón, que al comienzo de la comedia maneja el tópico del odium, en estos versos plantea el conflicto en términos de ira. Correspondiente al término griego ὀργή, ira apunta al estado de cólera.39 Aristóteles define ira como “un deseo, acompañado de dolor, de una venganza percibida por un percibido menosprecio por parte de quien no es digno de menospreciarlo a uno o a uno de los suyos”,40 es decir, una respuesta al insulto, a la ofensa o al menosprecio.41 Por su parte, Cicerón, en Tusc., 4, 21, al abordar las perturbaciones que se hallan sometidas al deseo, la define como libido poeniendi eius qui videatur laesisse iniuria. En esta definición se encuentra contenida la noción de castigar como respuesta a la acción de dañar injustamente.
Pánfilo hace referencia a las ofensas de su madre que, en nombre de la pietas,42 él debe soportar (v. 301: nam matri’ ferre iniurias me, Parmeno, pietas iubet) y las que tuvo que padecer su esposa, quien nunca las reveló (v. 303: tot meas iniurias quae numquam in ullo patefecit loco).
El lexema iniuria,43 presente en este pasaje, es definido por los escritores de los últimos siglos de la República como lo opuesto al ius, esto es, como injusticia.44 Según el ThLL (s. v. 2b), Terencio se vale de este lexema para designar un daño en sentido general. Técnicamente se da a dicha voz un significado más restringido, pues se aplica a las ofensas causadas a un tercero en su cuerpo o en sus cosas45 y, aun teniendo un contenido variable según cada momento histórico, puede designar, en general, a todo acto que envuelve un desprecio intencionado y manifiesto hacia otra persona.46
Si bien no menciona ofensa alguna, Pánfilo supone que algo grave tiene que haber sucedido entre suegra y nuera, en palabras de Donato, Ad. Hec., 307, ed. 1902, aestimet iniuriae quantitatem: sed magnum nescio quid necessest evenisse, Parmeno, / unde ira inter eas intercessit quae tam permansit diu (vv. 304-305) (“Pero tuvo que ocurrir algo muy grave, Parmenón, para que se interpusiera entre ellas una ira que ha durado tanto tiempo”).
Llama la atención en este pasaje el hecho de que la ira entre ellas se haya prolongado (permansit diu). Esta característica es propia del odium, emoción mucho más duradera en el tiempo que Cicerón, en Tusc., 4, 21,47 define como ira inveterata. Esto quiere decir que Pánfilo también interpreta el conflicto surgido entre su madre y su esposa en términos de odio.
El esclavo intenta tranquilizar a Pánfilo explicándole la causa de la ira y retoma el motivo de la iniuria:
haud quidem hercle: parvom; si vis vero veram rationem exsequi,
non maxumas quae maxumae sunt interdum irae iniurias
faciunt;48nam saepe est quibus in rebus aliu’ ne iratus quidem est,
quom de eadem causast iracundu’ factus inimicissimus.
(vv. 306-309)
Por Hércules, claro que no, poca cosa ha sido. Si querés de verdad saber la verdadera razón, no son las mayores iras las que provocan las mayores ofensas, porque hay circunstancias en que uno ni siquiera se deja llevar por la ira, cuando por la misma causa el que es propenso a la ira se vuelve el peor de los enemigos.
Siguiendo el error de Pánfilo que relaciona la cantidad de la ofensa (iniuriae quantitatem) con la magnitud de la ira (de irae magnitudine),49 el esclavo desestima la proporcionalidad entre la ira y la ofensa, vv. 307-308: non maxumas quae maxumae sunt interdum irae iniurias / faciunt. De acuerdo con el comentario de Donato, Ad. Hec., 308, este pasaje debe interpretarse a partir de la equivalencia facere = ostendere. En efecto, no son las grandes iras las que provocan grandes ofensas, sino las grandes ofensas las que desatan grandes iras. Si bien es cierto que, como se ha señalado, todas las emociones están motivadas por acciones o estímulos externos, no lo es menos el hecho de que dependen fundamentalmente de la manera en que se interpreta el comportamiento y los motivos de los otros. Esta cuestión queda claramente expuesta en los vv. 308-309, donde se concentra el campo semántico de la ira con la ocurrencia de los derivados iratus e iracundus,50 que se refieren a aquel que, herido por un hecho o situación particulares, se deja llevar por la ira y a quien, por una causa insignificante o sin ella, la manifiesta de todos modos.
En su intento por apaciguar el ánimo de su joven amo, el esclavo minimiza el conflicto al apelar al exemplum de los pueri que se enojan por tonterías en virtud de que tienen una mente débil y compara a las mujeres con los niños:
pueri inter sese quam pro levibu’ noxiis iras gerunt
quapropter? quia enim qui eos gubernat animus eum infirmum gerunt.
itidem illae mulieres sunt ferme ut pueri levi sententia:51
fortasse unum aliquod verbum inter eas iram hanc concivisse.
(vv. 310-313)
¡Por qué inconsistentes faltas se encolerizan los niños entre sí! ¿Por qué? Porque la mente que los gobierna es débil todavía. Del mismo modo aquellas mujeres son casi como niños, de opinión inconsistente; quizá una simple palabra haya disparado esta ira entre ellas.
De esta forma, el servus actualiza la communis opinio sobre la incapacidad propia de la naturaleza femenina52 -es decir, la debilidad mental y la inmadurez en sus juicios,53 entre otras características- y, en su esfuerzo por confortar al joven atenuando la gravedad del conflicto, refiere que la ira entre Sóstrata y Filomena ha sido motivada como toda emoción por una causa, por ejemplo, una simple palabra.
Quienes no creen en el motivo del odium como la causa que lleva a Filomena a alejarse de la casa marital, esgrimen el tema de la enfermedad (morbus)54 y, si bien dicho tema está totalmente establecido en el acto 3, “the odium notion is not totally abandoned by others”, afirma Gilula 2001, p. 226. Así, pues, en el acto 3. 2 Parmenón, en diálogo con Sóstrata, vuelve a insistir en los motivos odium-ira:
PAR. heus Sostrata. SO. hem. PAR. iterum istinc excludere.
SO. ehem Parmeno, tun hic eras? perii, quid faciam misera?
non visam uxorem Pamphili, quom in proxumo hic sit aegra?
PAR. non visas? ne mittas quidem visendi causa quemquam.
nam qui amat quoi odio ipsus est, bis facere stulte duco:
laborem inanem ipsus capiat et illi molestiam adfert.
(vv. 339-344)
Parmenón. ¡Eh, Sóstrata! Sóstrata. ¿Qué? Parmenón. ¡Te dejarán afuera otra vez! Sóstrata. Ah, Parmenón, ¿eras vos? ¡Estoy perdida, qué voy a hacer, desdichada de mí! ¿No iré a visitar a la esposa de Pánfilo, cuando está enferma acá al lado? Parmenón. ¿No irás a visitarla? Tampoco envíes a nadie a visitarla. Porque considero que quien ama a quien lo odia, actúa como un estúpido dos veces: él mismo se toma un trabajo inútil y al otro le molesta.
Ante la indecisión de Sóstrata quien no sabe si debe visitar o no a su nuera, el esclavo le recomienda no ir y no mandar a nadie a recabar información sobre la salud de la muchacha, pues considera que, aunque Filomena esté enferma, esto no libera a Sóstrata de ser culpable por el simple hecho de ser socrus y tener un comportamiento acorde con su tipo.55 Queda claro entonces que el odium está en relación con el tipo y la codificación tradicional, lo cual garantiza la existencia del conflicto.
En los vv. 348-351, Parmenón retoma el asunto de la ira entre suegra y nuera, más en concreto el del origen de la ira, como argumento para convencer a Sóstrata de que no le conviene entrar, dado que la joven le contará a su esposo omnem rem:
PAR. iam ea te causa maxume nunc hoc intro ire nolo;
nam si remittent quidpiam Philumenae dolores,
omnem rem narrabit, scio, continuo sola soli
quae inter vos intervenerit, unde ortumst initium irae.56
(vv. 348-351)
Parmenón. Por esta razón no quiero que entres ahora, porque si a Filomena se le calman un poco los dolores, de inmediato le contará a solas, lo sé, toda la situación, qué ha sucedido entre ustedes, cuál fue el origen de la ira.
Es de notar que el tópico de la ira, recurrente en estos pasajes, se encuentra en la base de la secuencia tradicional57 del senex iratus como una de las que permiten establecer su identidad dramatúrgica. Ahora bien, esta secuencia que corresponde a una persona puede ser asumida por otro personaje, otra persona. Cuando la secuencia es ejecutada por una matrona, el blanco de la ira es su propio marido. La uxor irata constituye, entonces, una variación del código puesto que, en palabras de Faure-Ribreau 2012, p. 138, “emprunte un trait propre a la persona du senex, l’ira”. En Hecyra, aunque la interpretación de Parmenón apunta a plantear el conflicto suegra-nuera desde la ira, estos pasajes pueden aludir a ese modelo dominante de la persona matrona -la uxor irata- que Terencio abandona.58
A lo largo de todas sus intervenciones Sóstrata ignora por qué se le acusa y así se irá de la escena,59 manteniendo su actitud de inocencia e intentando poner de manifiesto que no hay razones para culparla. Frente a las acusaciones de su esposo en el acto 2. 1, reacciona desplegando los rasgos espectaculares que definen a la matrona, cuando ésta no es una uxor irata, a través de una expresión que ad misericordiam spectat:
SO. me miseram, quae nunc quam ob rem accuser nescio. LA. Hem
tu nescis? SO. non, ita me di bene ament, mi Lache,
itaque una inter nos agere aetatem liceat. LA. di mala prohibeant.
SO. meque abs te inmerito esse accusatam post modo rescisces.
(vv. 205-208)
Sóstrata. ¡Pobre de mí, que aún no sé por qué se me acusa! Laques. Ah, ¿no lo sabés? Sóstrata. No, lo juro por los dioses, Laques mío, y así nos permitan pasar la vida juntos. Laques. ¡Ojalá los dioses impidan esta desgracia! Sóstrata. Pronto sabrás que me has acusado sin merecerlo.
En el discurso femenino de la comedia, la ocurrencia del lexema miser, que describe a la persona sufriente y denota la emoción que siente quien contempla el dolor de otro, y el acusativo exclamativo como índice de emotividad60 son formas de despertar o excitar la compasión61 (en latín, misericordia).62
De acuerdo con la teoría aristotélica, la compasión o piedad (ἔλεος) es “una clase de dolor en el caso de un daño obvio, destructivo o doloroso en una persona que no lo merece”.63 En función de esta definición, Konstan 2001, pp. 58 ss., al analizar la compasión en el mundo antiguo, plantea tres principios que permiten establecer quiénes pueden o no sentir piedad:
el principio de vulnerabilidad establece que quienes lo han perdido todo o se sienten afortunados no pueden sentir piedad, pues lo que hace funcional esta emoción es la expectativa de sufrimiento;
el principio de distancia indica que se siente piedad hacia los desconocidos o hacia los que no integran el círculo íntimo;
el principio de injusticia determina que siente piedad aquel que sabe que el que padece un dolor no lo merece.64
Si bien Konstan (2001) se centra en los textos griegos, podemos aplicar a nuestro pasaje dos de las conclusiones a las que llega el autor. Por un lado, Sóstrata se autocompadece, tal como se desprende del sintagma me miseram65 y, en este sentido, puede tomar distancia y ubicarse fuera de la situación, dado que la autocompasión implica una suerte de desdoblamiento; y, por otro, sabe que el dolor que padece es inmerecido (inmerito). Por eso se dirige a su esposo de este modo, v. 208: meque abs te inmerito esse accusatam post modo rescisces.
En el acto 2. 3 Sóstrata pronuncia su alocución sobre la base del rechazo del módulo misógino y se rehúsa a aceptar la caracterización de las mujeres-suegras presentada por su marido:
Edepol ne nos sumus inique aeque omnes invisae viris
propter paucas, quae omnes faciunt dignae ut videamur malo.
nam ita me di ament, quod me accusat nunc vir, sum extra noxiam.
sed non facile est expurgatu: ita animum induxerunt socrus
omnis esse iniquas: haud pol mequidem; nam numquam secus
habui illam ac si ex me esset gnata, nec qui hoc mi eveniat scio;
(vv. 274-279)
¡Por Pólux! ¡Cuán injustamente todas por igual somos aborrecidas por nuestros maridos a causa de unas pocas que hacen que todas parezcamos merecedoras de castigo! Pues juro por los dioses que no soy culpable de lo que me acusa mi marido. Pero no es fácil justificarse: ¡tan convencidos están de que todas las suegras son hostiles! Yo, por Pólux, no lo soy porque nunca la traté de un modo diferente, sino como si hubiese sido mi hija; y no sé por qué me ocurre todo esto.
Sóstrata se lamenta por las injustas recriminaciones que algunas, incluida ella misma, reciben de sus maridos por culpa de otras y deja claro que no es responsable de aquello por lo que la acusa Laques; pero sobre todo enfatiza el hecho de que el odium de Filomena es injustificado, pues ella la ha tratado como una hija.66 Si aplicamos a este pasaje el principio de vulnerabilidad, comprobamos que la matrona puede sentir compasión por sí misma dado que su expectativa de sufrimiento funciona: su diferencia, el ser una bona socrus, la salva de perderlo todo.
Ante la sospecha de que su presencia representa un obstáculo para que su hijo pueda ser feliz con su esposa,67 Sóstrata decide abandonar la ciudad. Con la intención de lograr la aprobación de Pánfilo, se dirige a él en estos términos:
SO. Non clam me est, gnate mi, tibi me esse suspectam, uxorem tuam
propter meos mores hinc abisse, etsi ea dissimulas sedulo.
verum ita me di ament itaque optingant ex te quae exoptem mihi ut
numquam sciens commerui merito ut caperet odium illam mei.
(vv. 577-580)
Sóstrata. No se me oculta, hijo mío, que sospechás que tu esposa se marchó a causa de mi comportamiento, aunque lo disimulás cuidadosamente. Pero juro por los dioses y así me concedan lo que deseo de vos, que nunca a sabiendas cometí nada para que me odiara por motivos justos.
En diálogo con su hijo, la matrona retoma el consabido motivo del odium y, aunque no niega haber sido la causa del odio de Filomena, afirma que, si cometió algún daño, éste fue involuntario, numquam sciens. Por lo tanto, insiste en no aceptar su responsabilidad y lo reitera en el v. 597: hic video me esse invitam inmerito, donde el término inmerito esconde un reproche para su nuera.68
De acuerdo con los pasajes analizados, Terencio (re)presenta la relación suegra-nuera en términos de odio y de ira. En Hecyra ambas emociones, definidas por antiguos escritores y registradas en textos dramáticos y narrativos,69 se encuentran en la base del módulo misógino y de la secuencia de la uxor irata, Laques y Parmenón se valen de ambos para caracterizar a Sóstrata que es el foco del conflicto. Ésta, en su condición de socrus, responde a la caracterización hecha por su marido y el esclavo, pero lleva a la escena otra emoción -la autocompasión- que va de la mano de su voluntad de ser buena.70
Según Donato, Ad. Hec. Argumentum, Terencio se desvía de una práctica dramática usual al presentar una socrus bona.71 Cabe preguntarnos si en la comedia antigua el personaje de la suegra estaría retratado con rasgos negativos. En opinión de Duckworth 1952, p. 258, “there is no evidence for this in any of the extant plays”.72 Es probable entonces que todo lo que hoy sabemos de esta figura se lo debamos a Terencio, cuya originalidad no se relaciona exclusivamente con el alejamiento de las convenciones teatrales, sino con el distanciamiento de los prejuicios y preconceptos sociales representados en Hecyra por el senex y el servus. Posiblemente entonces Sóstrata, en su condición de benevola socrus, se aparta de la realidad que experimenta la propia audiencia.73
Asimismo, conviene recordar que nuestro comediógrafo, en Eun.,74 se propone transformar a las matronas en buenas matronas (bonas matronas facere), de modo que es factible pensar que, en el marco de la (re)presentación del conflicto familiar planteado en Hecyra, Sóstrata necesariamente se construye como una benevola socrus porque, ante todo, es una bona matrona. Queda claro, pues, que el africano sigue su propia convención teatral y da cuenta de una verdadera innovación que implica enfrentarse a un doble desafío -la experiencia real y la codificación tradicional de roles- desplegando así la otra cara de sus versos Denique / nullumst iam dictum quod non dictum sit prius(Eun., vv. 40-41, en prensa).