En la noche del inicio de la primavera de este año, entre el 20 y el 21 de marzo, en Nemours (Seine-et-Marne), se dio la funesta noticia de la muerte de quien es considerado como uno de los más grandes helenistas del siglo XX, el “incomparable” filólogo, historiador y antropólogo belga, el mayor “desacralizador” de la religión del mundo antiguo, Marcel Detienne. En México la tristeza es profunda: ¡los grandes Maestros de apertura inusual dejan desierto este mundo!
Es difícil presentar en un breve escrito la eminente figura de Detienne, manifestada en sus interpretaciones histórico-antropológicas de gran rigurosidad filológica; en su luminosidad intelectual creativa con sorprendentes provocaciones innovadoras. Por ello, estas líneas no serán sino una pálida letra de un adiós académico y fraternal.
Hace quince años conocimos a Marcel Detienne en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y en algunos coloquios antropológicos en la famosa Casa Chata de Tlalpan. Paola Vianello, quien vivía en ese antiguo pueblo, nos invitó a escucharlo y tratarlo en persona; pasamos inolvidables horas con su amena conversación. Pero la mayoría de los filólogos del Centro de Estudios Clásicos lo conocieron directamente cuando el ex rector de la UNAM, Dr. Juan Ramón de la Fuente, y la ex directora del Instituto de Investigaciones Filológicas, Mercedes de la Garza, inauguraron el I Congreso Internacional de Estudios Clásicos en México. Cultura Clásica y su Tradición. Balance y Perspectivas Actuales (del 5 al 9 de septiembre de 2005). Fue el primer evento internacional de gran envergadura para nuestro Centro, donde el Instituto y la Facultad de Filosofía y Letras dieron muestra de una excelente organización sin precedente para los amantes y profesionistas del mundo clásico. La siempre admirable Paola Vianello convocó, entre otros grandes filólogos, a Marcel Detienne.1
Es necesario señalar que el “mayo del 68” en Francia fue un momento de ruptura para muchos de los intelectuales europeos, americanos y latinoamericanos, y el mismo Detienne, en alguna ocasión, nos habló de su participación en el movimiento, no sólo como antropólogo, sino también como ciudadano de izquierda radical. Durante el movimiento se inconformó contra los feroces capitales de esa época cuando la sociedad política organizada no era considerada importante y los “yanquis” impulsaban, como lo siguen haciendo hasta la fecha, guerras inmorales (Vietnam, mínimo paradigma de esa época), con su odiosa fórmula: “life is money”. Después del 68, existían tres distinguidos grupos académicos en Francia: los marxistas en Besançon (con Pierre Léveque a la cabeza), los filólogos de Lille (con Jean Bollack al frente) y los antropólogos en la École Pratique des Autes Études con Jean-Pierre Vernant y sus amigos, en París.
Pues bien, la famosa tríade francesa conformada por Jean-Pierre Vernant (1914-2007), Pierre Vidal-Naquet (1930-2006) y Marcel Detienne (1935-2019), a quienes se unió después Nicole Loraux (1943-2003), incorporando ella los estudios de la mujer en la Antigüedad, trabajó en un fructífero Seminario durante la década de 1970 a 1980.
A partir de esos momentos, el famoso “milagro griego” se tambalea a través de la deconstrucción analítica del mundo antiguo.2 Un solo ejemplo es el análisis de la figura del siempre joven Apolo, la deidad “semejante a la noche”, que dice Homero,3 el Apollon le couteau à la main de 1998: reina sobre lo puro y lo impuro; es pestífero, funesto y fatal; es dios de la muerte; de allí su exigencia de hecatombes, pues “su arte extremo no es purificar, sino construir lo puro con lo impuro, mostrando audazmente cómo, desde lo más informe, darse un camino sin memoria, crear el puro nuevo comienzo de una fundación que desea considerarse duradera”.4
En el excelente libro citado, Detienne revela que su perspectiva no es lo “habitual”, pues en el panteón politeísta se encuentran potencias divinas de gran complejidad y múltiples por los lazos diversos con el mundo: fundador y creador, pero violento y asesino, como Dioniso. Apolo es el hermoso homicida de Delfos que tiene la manía de la suciedad, del cuchillo; de allí su obsesión por las purificaciones, purgas y numerosas súplicas. En los restos de sus altares se percibe la sensualidad del dios entre matarifes, adivinos y todos los que gozan de la compañía del dios ‘chisporroteante’, es decir, el que ama las entrañas abrasadas. Apolo es el dios de la Ceniza, también la que surge de la sangre reseca. Con la lectura de este libro se comprenden los versos 83-84 del Himno a Apolo de Calímaco: “para ti siempre brilla el fuego eterno, y la ceniza nunca se alimenta en torno al carbón de ayer”.5 Detienne analiza puntualmente cada una de las palabras empleadas en los textos griegos, los gestos, las prácticas y los instrumentos usados por esta deidad; basta con leer los adjetivos de Apolo en el índice analítico del libro, entre otros: Agraîos, Aigletés, Alexíkakos, Alsenós, Deiradiótes. ¡La prosa filológica de Marcel Detienne realmente trastorna y azora!
Con respecto a los integrantes del grupo de París, destaca el nombre de Louis Gernet (1882-1962), no sólo filólogo sino también sociólogo, quien en su disertación doctoral de 1917 expuso los aspectos del pensamiento jurídico griego y quien, después de la Segunda Guerra Mundial, ya enseñaba antropología de la Grecia antigua. Esto, al lado de la antropología estructural de Claude Lévi-Strauss, constituye la nueva era de la interpretación sobre los griegos; porque ya no se describen los mensajes de los mitos antiguos, sino que se descodifican. Así, en el capítulo “Raisons du mythe” aparece clara la propuesta metodológica de Vernant en Mythe et Société en Grèce ancienne, es decir, el mito está comprendido como un hecho social. El mismo Vernant en el capítulo arriba señalado, entusiasmado, hablaba de Detienne como su “interlocutor de excepción” en lo relativo a los nuevos estudios que estaban realizando en equipo: la historia y la prehistoria en la ciencia de los mitos. ¡Claro! Detienne había llegado a París como doctor en Filosofía y Letras por la Universidad de Lieja (Bélgica) y publicó pronto su Homère, Hésiode et Pythagore: poésie et philosophie dans le pythagorisme ancien(1962) y, después, dos obras en 1963: Crise agraire et attitude religieuse chez Hésiode y De la pensée religieuse à la pensée philosophique.
Marcel Detienne estaba convencido del método estructuralista al analizar el pensamiento antiguo. Desde 1967 hasta 1996 fue Directeur d’École Pratique des Hautes Études, habiendo fundado con Vernant el Centre de Recherches Comparées sur les Sociétés Anciennes (1964). Ambos editaron la célebre obra Les ruses de l’intelligence: la métis des Grecs(1974) y, luego, La cuisine du sacrifice en pays grec (1979, y al inglés en Chicago, 1989), libro donde la comida humana es considerada un acto político y analiza el significado de ἐλπίς, palabra ambigua que llevaba a lo bueno pero también a lo malo.
En Las artimañas de la inteligencia(1988), se estudió la categoría mental llamada μῆτις, una forma de inteligencia o astucia, que a partir del siglo V a. C. va desapareciendo en favor de la categoría de σoφία. La métis, múltiple y polimorfa (técnica artesanal, prudencia política, habilidad sofística, etcétera), se aplicaba a “realidades fugaces, inestables, desconcertantes y ambiguas, nada apropiadas para la medida precisa, el cálculo exacto, ni el razonamiento riguroso”.6 Era contraria al pensamiento “racional” griego que buscaba la Verdad y la Belleza con letras mayúsculas. Para comprender mejor esta categoría es muy claro el capítulo de Detienne “Mythes grecs et analyse structurale: controverses et problèmes”, en el libro Il mito greco.7
Es interesante mencionar una de las obras más célebres de Detienne y mayormente reputada, Les Maîtres de vérité dans la Grèce archaïque(1967).8 En ella discute el paso de una lógica de la ambigüedad a una lógica de la contradicción (ἀλήθεια y λήθη), aspecto que transformará las instituciones sociales y políticas de Grecia. La “verdad” fue un privilegio de poetas o adivinos cuya “memoria” o “musa” les permitía explicar el pasado, el presente y el futuro; elogiar o desaprobar; decir la verdad o la mentira, pero en el libro se explica que estos maestros de la verdad fracasaron -véase la aventura pitagórica- al tratar de imponerla en la ciudad entera. Viene entonces la sofística, con la hipótesis de que todo es relativo; así, esta obra gira esencialmente en torno al proceso de la secularización griega.
En la década de 1980 se estudia con rigor la antropología del antiguo mundo griego partiendo de las nuevas aportaciones de la lingüística, la psicología, el psicoanálisis, la sociología y la etnología. Sin embargo, después de 1981, con L’invention de la mythologie, Detienne prosigue sus estudios en los Estados Unidos. Antes de entrar brevemente a esta nueva etapa y sin mencionar los 30 libros y los densos artículos que publicó en revistas especializadas, es necesario nombrar, por lo menos, los siguientes títulos: Les Jardins d’Adonis (1972 y 1996 en español); Dionysos mis à mort (1977 y 1986) y Dionysos à ciel ouvert (1986, ese mismo año apareció en español).
Pronto aparecerá La vie quotidienne des dieux grecs (1989 en francés y 1991 en español), donde Dioniso muestra sus áreas de competencia, privilegios, saber, poder y división de trabajo en relación con otras divinidades, tales como Afrodita, Hermes itifálico, Príapo y Pan, que conllevan diversos aspectos de la sexualidad humana. Su interpretación de Dioniso está vinculada al hecho central de su culto y de sus fiestas más importantes sobre la energía sexual exuberante, por ejemplo en las faloforias de las grandes dionisiacas, precisamente al inicio de la primavera. A partir de un escolio de Los Acarnienses de Aristófanes (v. 243), será necesario hablar del falo de Dioniso, o bien de Dioniso como miembro viril: el texto se refiere a una estatuilla fálica que este dios quería imponer en la ciudad de Eleuteras, y al no ser venerada dicha figura por los ciudadanos, Dioniso los castiga con una enfermedad fulminante que afecta el órgano sexual masculino. Para aplacar a la deidad, todos fabrican falos.
Ante la crítica que se le ha hecho a Marcel Detienne respecto a que el análisis comparativo de civilizaciones distintas es peligroso, si no se enfoca desde la historia y no se tiene en la mente el concepto de “nación”, el autor responde en su magnífico Comparar lo incomparable, donde dice:
Para el análisis comparativo, existen pues unas prácticas de reunirse en asamblea que habrían podido no producirse o generar otras formas de igualdad. Unas prácticas que pueden desaparecer: junto a los esbozos furtivos y a los trazados fulminantes, algunas conquistas, a lo largo de varios siglos, sólo parecen definitivas porque se benefician del olvido y de la evanescencia de otras experiencias, inauditas y desaparecidas para siempre. Allí donde la historia, la de los institutos y universidades, nos propone el recorrido apasionante de nuestros griegos, o inversamente, sin ni siquiera los accesorios necesarios, la de nuestros modernos y sus facetas, la antropología, que cada mañana se despierta siendo comparativa, que es totalmente libre de ir de cultura en cultura, de sacar provecho de todas partes donde reunirse en asamblea ha crecido y florecido, nos invita, a causa de su interés por la disonancia, a comparar sociedades con contrastes, exagerados o secretos, sin límites de tiempo o de espacio. ¿Por qué? Esta pregunta se repite desde que el Saber siente inquietud por las disciplinas y su futuro. En primer lugar, porque la comparación de varias experiencias en general produce espacios de inteligibilidad, de lo que los historiadores de la política, incluso los filósofos, saben cuál es el precio y el tono en su ámbito de reflexión. Y también porque varios inicios, observados en su trayectoria concreta, autorizan a analizar, de forma microscópica, los componentes de las configuraciones próximas, cada una de las cuales, según sus rasgos diferenciales, quizás permite vislumbrar al comparatista ante el clinamen que permite la fórmula de una microconfiguración de la política entre una serie de otras posibles.9
La experiencia de Marcel Detienne con la nueva sociedad europea, en particular la francesa, mezclada no sólo con árabes argelinos, y la civilización norteamericana creada por inmigrantes -cuyas mezclas de culturas se asemejan a las de la época helenística-, lo llevó a escribir Comment être autochtone. Du pur Athénien au Français raciné,10 un libro importante para llegar a ser, como lo pensaba Detienne, orgullosamente “foráneo en todas partes”.
¡No existe más entre nosotros Marcel Detienne, pero sí su obra! ¡A explorarla con rigor filológico!