I. Exordio
La creación de NOVA TELLVS en 1983, entonces Anuario del Centro de Estudios Clásicos y hoy Revista semestral del mismo Centro, venía gestándose desde 1979. Una vez fundado el Instituto de Investigaciones Filológicas, el incipiente Centro de Traductores-Investigadores de Lenguas Clásicas se convirtió en el Centro de Estudios Clásicos. Mucho sirvieron a su primer director, el doctor Germán Viveros, en lo referente a la planeación, formato y contenido de tan necesaria revista, dos ciclos de conferencias organizados por él y auspiciados en su desarrollo por el Departamento de Difusión Cultural de nuestra Universidad Nacional Autónoma de México, titulados: Aproximaciones al mundo clásico y Cultura clásica y Cultura mexicana, publicados respectivamente en 1979 y 1983.
El título NOVA TELLVS fue sugerido por Roberto Heredia e Ignacio Osorio, tomado del poema neolatino Proteus ecloga. Vaticinium de progressu in litteris Mexicanae iuventutis, que se halla en el folio 114v del manuscrito 1631 de la Biblioteca Nacional de México, el cual di a conocer y del que extraje dos diálogos y demás composiciones de Bernardino de Llanos (1975 y 1982). Los versos 6-7 de la Égloga Proteo dicen así: O nova pars mundi, nova tellus et novus orbis, / perge […] . “Oh nueva parte del mundo, nueva tierra y nueva comarca / prosigue […]”.
II. Desarrollo
En esta nota quiero referirme solamente a la presencia, por supuesto parcial, de obras de los autores clásicos latinos en los primeros libros impresos en los inicios de la imprenta en México (1577-1605), lo cual no me hace olvidar que muchos de los autores a quienes menciono llegaron antes de que estuviera aquí la imprenta, bien en libros europeos pertenecientes a los conquistadores civiles o religiosos que arribaron a nuestro territorio, bien en el recuerdo de sus mentes, ya que nombres, frases o pensamientos de aquéllos quedaron citados después en sus escritos. Pienso en fray Juan de Zumárraga, fray Bartolomé de las Casas, fray Julián Garcés, fray Alonso de la Vera Cruz y aun en Cristóbal Cabrera, Francisco Cervantes de Salazar y muchos más, quienes, aunque tratan principalmente asuntos religiosos y jurídicos de ayuda y defensa humanitaria de los indígenas, introducen en sus obras alusiones a personajes míticos o históricos del mundo clásico y citan autores y obras clásicas latinas. Por ejemplo, fray Juan de Zumárraga en su Regla cristiana (México, Juan Pablos, 1547) tiene citas de las Quaestiones Tusculanae y del De senectute de Cicerón; de la Conjuración de Catilina de Salustio; también de Plutarco, Tito Livio y Valerio Máximo.1 Fray Julián Garcés en su Carta al papa Paulo III alude a Aulo Gelio, Lucano, Trogo y Silio Itálico;2 fray Bartolomé de las Casas en sus Tratados3 menciona, aparte de autores griegos, a Cicerón, Julio César, Juvenal, Plinio el Viejo, Plutarco, Pompeyo Trogo y Tito Livio; fray Alonso de la Vera Cruz, sin duda alguna, tiene en sus obras citas de autores latinos y alusiones a temas clásicos. El Cuisdam ad lectorem distichon, inserto en los preliminares de su Speculum coniugiorum lleva en el verso 6 el hemistiquio omne patebit iter (Ex Ponto epistulae de Ovidio, I, I, 35).4 Cristóbal Cabrera, además de usar el hexámetro, estructurado por Virgilio y Horacio, y el dístico elegíaco perfeccionado por Ovidio, rememora frases o versos de ellos tanto en el Dícolo icástico como en la Epístola a Manuel Flores y el Poema a Jerónimo fraile franciscano.5 También Francisco Cervantes de Salazar nombra a varios autores clásicos latinos en sus Diálogos y en el Túmulo imperial de la gran ciudad de México. Para apreciar un poco el bagaje léxico del mundo clásico usado en los primeros poemas neolatinos compuestos en México, puede verse Poesía neolatina en México en el siglo XVI, dentro de su “Primer periodo”, el encabezado “Su influencia clásica”.6
La imprenta llegó a México en 1539. Pasaron treinta y ocho años más para encontrar impresiones parciales de obras de autores clásicos latinos en este territorio. Fueron los jesuitas, llegados en 1572, los primeros que publicaron para uso de sus colegios el libro P[ublii] Ovidii Nasonis Tam de Tristibvs qvam de Ponto. Vna cvm elegantissimis quibusdam carminibus diui Gregorij Nazianzeni. Mexici, in Collegio Sanctorum Petri et Pauli, apud Antonium Ricardum, 1577, el cual contiene de Tristes, libro I, las elegías I, III, V y XI; todo el libro II, que es una sola elegía, y del libro III la elegía III (hojas 5r-25r). De Epístolas desde el Ponto, libro I, las elegías I, II, IV y V. La elegía II está dividida en dos partes: la primera incluye los versos 1-66; la segunda, los versos 67-150, y del libro II las elegías I, III y IX (hojas 25r-37v).
Con Bernardino de Llanos, llegado a México en 1584, después de Vicente Lanuchi, tenemos al segundo organizador de los estudios en los colegios mexicanos fundados por la Compañía de Jesús. En ellos estuvo siempre pendiente de promover el culto a la Virgen María y de administrar las cuotas de los alumnos pertenecientes a la Congregación de la Anunciata, cuotas que servían para pagar los impresos utilizados en la enseñanza de la gramática y la retórica latina. A veinte años de que Llanos llegara, bajo su cuidado y preparación, se vuelven a imprimir textos fragmentarios de los clásicos latinos en la compilación que hizo, titulada Solutae orationis fragmenta […] Mexici, apud Henricum Martinez, 1604, ejemplar que tiene la Biblioteca Nacional de México. La obra incluye, aparte de Fábulas de Esopo, traducidas al latín por Lorenzo de Valla, a Cicerón, pp. 1-94 y 113-290; a César, pp. 290-307; a Salustio, pp. 308-348; a Quinto Curcio, pp. 349-364, y a Valerio Máximo con sus Dictorum factorumque memorabilium exempla, pp. 363-384. Por su reimpresión de 1613, la cual varía en el título, pues pone lectiones por fragmenta, y quizá en las páginas y en los contenidos, que también pudieron variar en las reimpresiones de 1632 y 1641, ejemplares que también posee dicha biblioteca, sabemos que tales lecciones llevaban: de Cicerón unas Breviores quaedam ac faciliores epistulae, Quaedam selectiora ex libro primo De Oficiis, la Oratio pro Marco Marcello, la Philipica nona in Marcum Antonium, y la Oratio prima in Senatu in Lucium Catilinam. La Ratio studiorum señalaba que, para las lecciones de retórica, se leyera “a César, Salustio, Livio, Curcio, aunque, éstos sean semejantes”.7 El doctor Osorio no pudo consultar la reimpresión de 1613, por ello no sabemos qué partes había de tales historiadores.
Un año después de la primera edición de los Solutae orationis fragmenta, la Compañía de Jesús a través de la Congregación de la Anunciata publicó el Poeticarum institutionum liber, variis ethnicorum christianorum exemplis illustratus […], Mexici, apud Henricum Martinez, 1605, ejemplar en la Biblioteca Nacional de México, cuyo título, en su primera parte, es el mismo del que publicó Jacobus Pontanus: Poeticarum institutionum libri tres, Ingolstadii, Ex Typographia Davidis Sartorii, 1594. La edición que se cita en la Brill’s Encyclopaedia of Neo-Latin World es una reedición de la obra de Pontanus, puesta bajo el nombre de Gerardus Johannes Vossius. El texto de Pontanus fue copiado por Llanos, once años después, en el susodicho libro de 1605, el cual tiene dos partes; pero no se sabe si la primera es idéntica a la obra de Pontanus. La parte primera, sin perder su carácter didáctico, al ir exponiendo los géneros y subgéneros poéticos, se convierte en una verdadera antología de autores clásicos latinos. La segunda, igual que se hizo en el Tam de Tristibvs qvam de Ponto de Ovidio, añadió una Poesis Christiana, que incluía autores del Renacimiento, principalmente jesuitas, también algunas composiciones neolatinas mexicanas, hechas por miembros de la misma Compañía de Jesús.
Como sería largo enumerar de cada autor incluido las partes de sus obras y las páginas que ocupan,8 sólo mencionaré, en los géneros y subgéneros poéticos, los autores que se incluyeron, aunque haré excepción de esto con las obras de Ovidio que he traducido (Tristes, Epístolas desde el Ponto y Amores). En ejemplos para la epopeya están Virgilio con varias partes de la Eneida, Ovidio con las Metamorfosis, Claudiano con In Rufinum, Silio Itálico con Bellum Punicum y Catulo con Argonauta. Para la tragedia, se encuentra Séneca con la Tebaida; para la comedia, Terencio con Heautontimorumenos; para la poesía bucólica, Virgilio con algunas de sus Églogas; para la poesía satírica, Horacio; para la elegía, Ovidio, Tibulo y Propercio. Ovidio con Amores tiene el epigrama inicial; del libro I, las elegías I, III y XII; del libro II, la VI, XI y XVI; del libro III, la I, VI, VIII, IX, XII y XV.9
Justo es decir que la amplitud de criterio de Llanos no le impidió incluir 13 piezas de Ovidio, que en los tres siglos novohispanos nunca volverían a imprimirse, esto lleva a pensar que ya en los inicios del siglo XVII los alumnos de los jesuitas podían tener en sus manos poemas que para esas fechas se consideraban perjudiciales y deshonestos, aunque fueran expurgados o incompletos en parte por su editor. Valga el ejemplo de la elegía III del libro I que lleva supresos los cuatro primeros versos, que en mi traducción expresan: “Pido lo justo: que la amante que ayer de mí se ha adueñado, / me ame o así actúe que yo por siempre la ame. / ¡Ay, pedí demasiado!, que tan sólo en que la ame consienta: / quiera el cielo que Venus oiga mis tantos ruegos”.10 De Tristes, libro I, están las elegías II y IV; del libro III la I y del libro IV la VI. De Epístolas desde el Ponto, libro IV, están la II, III, IV y V, y de las Heroidas, la epístola I. Para la poesía lírica, viene Horacio con varias odas y épodos. Para el epigrama están Marcial, César y Catulo; para el epitafio, también Marcial, y para el epicedio, Virgilio.
III. Conclusión
En el exordio recuerdo la fundación de NOVA TELLVS, de dónde provino y quiénes sugirieron su título. En el desarrollo señalo que en 1577, a tres años de inaugurados los colegios de la Compañía de Jesús, apareció impreso el primer autor latino, el insospechado Ovidio, antes que Virgilio y Horacio. Se imprimieron después, en 1604, fragmentos de Cicerón, César, Salustio, Quinto Curcio y Valerio Máximo; pero, un año después, los mayores poetas latinos tuvieron impresas partes de sus obras en Poeticarum institutionum liber, variis ethnicorum christianorum exemplis illustratus […] para su estudio en las aulas. Hay en este libro ejemplos para géneros y subgéneros poéticos de Catulo, Virgilio, Horacio, Ovidio, Tibulo, Propercio, Claudiano, Silio Itálico, Séneca, Terencio y varios jesuitas del Renacimiento. Insospechadamente aparecen elegías de Amores, obra que, entonces juzgada inmoral, nunca recomendó la Compañía.