En la Presentación (pp. 11-13), Jesús Paniagua Pérez señala que, con este volumen, finaliza la edición de las obras completas de Valencia,1 figura señera de la España de finales del s. XVI y primeras décadas del XVII, tanto por sus escritos bíblicos como por su visión de la España de entonces. Para muchos está entre los primeros helenistas de su época.
En el Prólogo (pp. 13-18), Antonio Dávila Pérez recuerda cómo en 1995 descubrió numerosas cartas inéditas de Arias Montano en el Museo Plantin-Moretus de Amberes, así como tres borradores de Juan Moreto dirigidos a V., y, en la Bibliothèque Royal de Belgique, una carta de V. a Moreto. Alude a los grandes tratados de Erasmo y Vives, aparecidos en el primer tercio del XVI y dedicados al arte de escribir cartas, y, además, a la importancia de la misiva y del género epistolar entre los humanistas desde los comienzos de la Edad Moderna; compara la modesta cantidad de cartas de V. (44) con las de su maestro, Arias Montano (124) y las del impresor Cristóbal Plantino (más de 1500). Dávila precisa los sucesivos pasos en la carta de los humanistas: escritura, envío, recepción y preservación. Asimismo, apunta los diferentes estados en que la misiva nos ha llegado: borrador autógrafo o no, original del autor, original del amanuense firmado por el autor, copia de la escrita por el amanuense o por el autor, copia realizada tras la muerte del autor, etc. A la hora de la clasificación, nos recuerda la función y el propósito de la carta (amatoria, comendatoria, consolatoria, exhortatoria, monitoria, petitoria, suasoria), la materia tratada (pública y privada), el estilo (simple, medio y grave), etc.
La Introducción (pp. 19-22), a cargo de los editores, se extiende en la conveniencia de sacar a la luz esta obra, pues, a pesar de meritorias publicaciones recientes, alguna carta se había editado incompleta [la 23]2 y otra [37] permanecía inédita. El epistolario de V., aquí reseñado, comprende 44 cartas: 41 en castellano (incluyendo un Discurso sobre materias del Consejo de Estado), y tres latinas. Cronológicamente abarca desde 1590 [1] hasta 1613 [40]. Las misivas están ordenadas de acuerdo con los doce destinatarios; cada grupo tiene una introducción particular, en que se subrayan las conexiones entre el emisor y los receptores y se explica la elección de la fuente seguida para el texto, en caso de haber más de un manuscrito que lo contuviera. La publicación recoge algunas cartas que habían aparecido ya en volúmenes anteriores dedicados a V., poniendo al día el comentario de las mismas. Son las siguientes: [1, 22-25, 27-30, 35 y 37]. Otras sólo han merecido algunas modificaciones: [20, 36, 39 y 40].
Los criterios de edición (pp. 23-25) puntualizan que se han normalizado y modernizado los aspectos gráficos según las normas de la Real Academia de la Lengua, regularizando, por ejemplo, el uso de la y/i copulativa, las dobles consonantes, los grupos cultos latinizantes (ph, th, ch, ll, ff, cc, tt, pp, etc.), la puntuación, la acentuación y el empleo de las mayúsculas. Con todo se han mantenido las variaciones fonéticas y los arcaísmos del texto original. Asimismo, en los nombres propios, se ha conservado el criterio fonológico y se ha actualizado la grafía.
Las Cartas castellanas (pp. 27-518) están distribuidas según los doce destinatarios.
1. [1]. “A Ramírez de Prado”,3 pp. 29-62. Estudio introductorio y edición de Viforcos y Campos Sánchez-Bordona, pp. 31-38. Se ocupa de diversos avatares de Alonso Ramírez de Prado, primo hermano de V. Fue fiscal de Hacienda, presidió el Consejo de Hacienda y llegó a ocupar la presidencia del Consejo de Castilla; íntimo del Duque de Lerma, se vio luego envuelto en un asunto oscuro, acusado de cohechos y fraudes diversos; fue encarcelado y murió en julio de 1608, poco antes de que se publicara la sentencia condenatoria. La epístola, realmente un borrador, es anterior a buena parte de lo dicho, exhorta a anteponer lo público sobre lo privado, a rechazar sobornos y a ser prudente en las reformas socioeconómicas. V., aparte de numerosas citas bíblicas, recurre, entre otros, a Hesíodo, Eurípides, Hipócrates, Hiperides, Andócides, Platón, Zenón el estoico, Dión Casio, Amiano Marcelino, etc., además de alguna mención suelta de Séneca.
2. [2-19]. “A fray José de Sigüenza”, pp. 63-170. Estudio introductorio de Delgado Jara, pp. 65-92. Sigüenza (1544-1606) fue predicador, teólogo, poeta, matemático, músico, humanista e historiador de la Orden de los Jerónimos. Nombrado bibliotecario de El Escorial, consolidó una excelente relación con Arias Montano -el bibliófilo y experto en lenguas orientales y clásicas- y disfrutó del aprecio de los reyes Felipe II y III. Delgado, con acierto, distingue 8 grupos según el contenido de las cartas (algunas pertenecen a más de un grupo): 1) En las que V. habla de sus hijos, su penuria económica y la necesidad de recurrir a sus amigos [3, 5, 14, 17]; 2) Donde se preocupa por la salud y situación de su amigo [3, 15]; 3) Las que le dirige al amigo de Arias Montano y de Juan Ramírez (primo y cuñado de V.) [7, 8, 9, 10, 12, 14, 15, 16]; 4) Las mandadas al amanuense de Arias Montano [2, 3, 4, 7, 12]; 5) Las enviadas al escritor [9, 11, 13, 14, 15]; 6) Las dirigidas al intérprete de la Sagrada Escritura [4]; 7) Las que tocan noticias útiles y variadas sobre la mensajería y sus problemas, retrasos y pérdidas [3, 4, 5, 8, 11, 19]; 8) La que explica la grave crisis económica de la España de entonces [18]. En casi todas ellas se advierte el amplio conocimiento de V. sobre las Escrituras y el recurso al comentario de las mismas siguiendo los métodos exegéticos en boga. De la edición de las cartas de esta sección se han ocupado: la propia Delgado [2-5]; Pilar Pena Búa [6-9]; Ángel Ruiz Pérez [10-12]; Raúl López López [13-15]; Manuel Seoane Rodríguez [16-19]. En el terreno de las lenguas clásicas, V. acude a autores griegos (Hesíodo [5], Epicarmo [5], Platón [11, 12], Teócrito [4], Polibio [5], Filón de Alejandría [11], Plutarco [5], Galeno [11], Diógenes Laercio [5, 16], Macario de Egipto [11], Tertuliano [11], Isidoro Pelusiota [14], Heliodoro [11], Focio [11], Juan Filópono [11]) y latinos (Cicerón [3], Séneca [6], Censorino [7], Agustín [12]).
3. [20]. “A un desconocido”, pp. 171-188. El estudio introductorio y la edición son de López López y Nieto Ibáñez. La temática es la exegesis bíblica respecto a ciertas dudas que le habrían sido planteadas en una misiva anterior. Aparte de las numerosas referencias bíblicas, V. recurre a Macario de Egipto y Gregorio de Nisa.
4. [21]. “A Luciano de Negrón”, pp. 189-202. El estudio introductorio y la edición son de Viforcos y Campos. El destinatario (1540-1606), doctor en Teología, ocupó varios cargos de alta responsabilidad como canónigo de la Catedral de Sevilla. Se relacionó con un grupo de humanistas hispalenses y, epistolarmente, con algunos flamencos. Tanto Negrón como V. habían sido condiscípulos de Montano. V. le escribe esta breve carta para que a cierto clérigo de Fregenal de la Sierra (Badajoz) le eximiera de la obligación de atender la capellanía que tenía en un pueblo de Huelva, correspondiente a la diócesis sevillana.
5. [22, 23]. “Al Duque de Feria”, pp. 203-276. Estudio introductorio y edición de Viforcos y Campos. Lorenzo Suárez de Figueroa, II Duque de Feria (1564-1607), prestó servicios relevantes a los reyes Felipe II y III. Después de haber sido virrey de Cataluña, lo fue de Sicilia, donde aplicó un programa de gobierno semejante al que le recomendara V. en la epístola [22]. El ducado tenía a Zafra (Badajoz), localidad natalicia de V., como asiento principal, tanto por su situación geográfica como a causa de su importancia mercantil. En dicha carta, V. da prioridad a la agricultura y al trabajo productivo, subrayando la obligación de los nobles para atender el bien público. Entre sus recomendaciones al duque, V. le insta a convertir Zafra en un centro universitario, lo que supondría un enriquecimiento social y económico: propone la creación de más de veinte cátedras. V. recurre en su apoyo al legado clásico, con lo que cita a numerosos poetas y prosistas griegos y romanos, especialmente los primeros: Demócrito, Eurípides, Tucídides, Jenofonte, Platón, Teócrito, Diodoro de Sicilia, Plutarco, Proclo de Bizancio, Focio. Y, entre los segundos, Horacio y Suetonio. En la epístola [23] V. se dirige al duque para pedirle una copia de las cartas que éste había remitido al Papa a fin de que retirara de la circulación la obra del cardenal Cesare Baronio por ser lesiva para los intereses de España y de Felipe III. Baronio, en sus Anales, quería demostrar el origen divino del papado y, a la vez, que la Iglesia católica era la depositaria exclusiva de los dogmas divinos. Con ello ponía en duda los derechos de los reyes de España sobre Sicilia, pues aquéllos se basaban en privilegios concedidos en el s. XI a los reyes normandos, asumidos y heredados por los reyes españoles. Además Baronio le había pedido al Papa que modificara el Breviario de los Apóstoles (texto latino del s. VI), donde figuraba como histórica la venida del apóstol Santiago a Hispania, pues aquella venida sería sólo una tradición piadosa. En su misiva, V., sin censurar a Baronio, se manifiesta en sintonía con las tesis defendidas por el duque y la Corona española. Aparte del recurso a las menciones bíblicas, contamos con la presencia de algunos términos clásicos, griegos y latinos, y referencias a autores relevantes de dicha cultura: Homero, Horacio, Virgilio, Juvenal, Luciano, entre otros.
6. [24-30]. “A los confesores reales”, pp. 277-344. Introducción y edición de Viforcos y Campos. Si en otros lugares europeos la confesión regia estaba controlada a la sazón por los jesuitas, durante el XVII fueron los dominicos los que la dominaron en España. El confesor regio informaba al rey sobre la provisión de obispados y otras dignidades y beneficios eclesiásticos; asimismo, velaba por la catolicidad de la monarquía, dictaminando, por ejemplo, acerca de los peligros de las comedias para el público general. Las cartas [24-26] están dirigidas a fray Gaspar de Córdoba, confesor de Felipe III. El citado, entre los encargos recibidos, tuvo que ocuparse de numerosos asuntos de Hacienda. V. le escribe acerca del impuesto llamado la ‘octava’ sobre el vino y el aceite, la necesidad de frenar la carestía del trigo, la iniquidad con que se repartían las cargas fiscales y la condena de los llamados libros de pronósticos, basados en la astrología judiciaria. Las epístolas [27-30] las envía V. a fray Diego Mardones, confesor del rey a la muerte del anterior. En el nombramiento del mencionado influyó el Duque de Lerma. Mardones hubo de ocuparse también de numerosas tareas pertinentes a Hacienda. V. le escribe una misiva [27] sobre la carestía del pan; otra [28] con referencia al asunto de los moriscos; la [29] respecto a la decisión de duplicar el valor de las monedas de plata, y sobre la tasa del pan y la avaricia de los revendedores; finalmente, en la [30] toca el cultivo de la tierra y el precio del trigo. En las cartas de este epígrafe, sin faltar las citas bíblicas, contamos con la exegesis de pocos términos latinos y algunas referencias a autores clásicos: Homero [25], Hesíodo [25], Platón [29], Gregorio Nacianceno [24] y Tácito [24, 28].
7. [31-33]. “A Pablo de Céspedes”, pp. 345-382. Introducción y edición de García Nistal. El destinatario, Céspedes (1538-1608), fue pintor, escultor, arquitecto, poeta, estudioso de temas arqueológicos, históricos y etimológicos y racionero de la Catedral de Córdoba. En la [31] V. le pide opinión sobre el texto que había preparado como inscripción para el sepulcro de Arias Montano en Sevilla; la [32] contiene el agradecimiento por la aprobación recibida en torno a dicho texto al tiempo que contesta a una pregunta de su corresponsal: si los griegos y latinos llamaban arameos a los “sirios”, lo que le permite al humanista revisar textos clásicos relevantes y curiosos; la [33] muestra la preocupación por la enfermedad, el asma, sufrida por Céspedes, al que recomienda cierto médico y le ofrece opiniones de sabios; asimismo explica cómo los egipcios hacían las columnas y otros detalles de alta precisión. En esas cartas, ricas en reflexiones y datos acerca del panorama cultural de la época, encontramos, junto a unas pocas citas bíblicas, abundantes términos en griego o latín, así como referencias a autores griegos (Homero [31-33], Estrabón [32], Rufo de Éfeso [33], Areteo [33], Pólux [33], Ateneo [33], Eustacio [32]) y latinos (Virgilio [31, 32] y Aulo Gelio [31]).
8. [34] “Al licenciado Ontiveros”, pp. 383-391. Introducción y edición de Álvarez del Palacio y Nieto Ibáñez. Ontiveros era prior de Santiago de la Espada, Sevilla, y le encargó a V. componer el epitafio para el sepulcro de Arias Montano. En una misiva anterior el mencionado le había consultado a V. el significado de la frase atque etiam morbus est aliquis per sapientiam mori (Plinio, NH, 7.50.169), sobre la que se había generado en Sevilla una intensa polémica entre médicos. V., en busca de una explicación satisfactoria, recurre a pasajes de Píndaro, Eurípides, Plauto, Cicerón, Plinio y Alciato, y, nombra en su apoyo, a Hipócrates, Celso, Galeno y Alejandro de Trales. V. se inclina por aceptar una enmienda de Alciato al texto pliniano, que permitiría entender el sentido como “faltarle al hombre el entendimiento algunas veces por breve tiempo”.
9. [35] “A García de Figueroa”, pp. 393-401. Introducción de Nieto Ibáñez, y edición de Viforcos y Campos. El destinatario fue ayuda de cámara de Felipe III, y, posteriormente, ocupó otros altos cargos en el reino. La breve epístola alude al envío al citado de un discurso relativo a temática bélica compuesto sobre textos de Demóstenes; señala la importancia del orador ateniense en la formación de ejércitos permanentes, preparados para defender a la patria en cualquier momento. V. quiere convencer a España de la conveniencia de sustentar ejércitos y armadas estables, conforme a su poder y a la grandeza de su imperio y reputación.
10. [36]. “A Bernardo de Rojas y Sandoval”, pp. 493-409. Introducción y edición de Prado Ortiz Sánchez. Rojas era arzobispo de Toledo, y V. le envía esta epístola introductoria que acompañaba a su tratado Para la declaración de una gran parte de la Estoria Apostólica… (1608), donde subraya la necesidad de expandir el evangelio entre los gentiles, e insiste, frente a las tesis de Baronio, en la posible venida de Santiago a Hispania y su predicación en la misma.
11. [37-38]. “Al Consejo de Estado”, pp. 415-475. Introducción y edición de Viforcos y Campos. Los dos escritos aquí recogidos no son propiamente cartas, sino, respectivamente, [37] un discurso enviado a una persona anónima que le había pedido a V. un dictamen sobre materias tratadas en el Consejo de Estado, y [38] una interpretación de dos cartas en griego e italiano, llegadas desde Chipre, cuya traducción le había encargado el citado Consejo. El [37] resulta inconcluso y estaba inédito hasta esta edición: V., aceptando la existencia de una monarquía justificada por Dios, postula la idea de la buena razón de estado, marcada por el paradigma moral del buen gobierno. Además de numerosas citas bíblicas, el humanista recurre a fuentes griegas (Homero, Heráclito, Epicarmo, Píndaro, Eurípides, Epicteto, Clemente de Alejandría [al que llama erróneamente ‘santo’], Sinesio. Sin nombrarlos expresamente, Platón, Aristóteles, Plutarco, Zenobio) y latinas (Séneca; y, sin mención expresa, Plinio). En la [38] V. prepara más bien una paráfrasis de las cartas, por las dificultades que le planteaban al estar en griego moderno.
12. [39-41]. “A Luis de Góngora”, pp. 477-518. Introducción de Matas Caballero; edición de Pérez López y Matas Caballero. [39-40] recogen sendas versiones, con redacciones distintas, en que V. contesta a Góngora, el cual le había pedido su opinión sobre las Soledades y el Polifemo. V. señala que el abuso de hipérbatos violentos, cultismos y repetición de tropos desemboca en oscuridad censurable. No obstante, el humanista no rechazaba dichas obras gongorinas, sino que daba consejos y pautas a su autor para una posible mejoría de las mismas. Cuando la crítica arreció contra Góngora, V. no dudó en salir en su defensa. Abundan las alusiones a las literaturas clásicas, griega (Homero, Arquíloco, Estesícoro, Simónides, Baquílides, Sófocles, Heródoto, Eurípides, Jenofonte, Platón, Demetrio de Falero, Calístenes, Clitarco, Calímaco, Timeo, Dionisio de Halicarnaso, Anfícrates, Longino. Sin referencia expresa: Antípatro de Tesalónica) y latina (Terencio, Virgilio, Horacio, Ovidio); algunas de ellas aparecen en notas marginales. No son pocas las precisiones de V. sobre personajes históricos o míticos. Por su lado, [41] es un fragmento de una misiva enviada a Góngora por V., un año después de las dos anteriores. Estaba inédito hasta la presente edición. Muy breve, contiene referencias a Homero, Arquíloco, Píndaro (“el más grandíloco de los poetas y casi inimitable”, p. 518), Heródoto, Tucídides, Platón y Jenofonte.
Las Cartas latinas (pp. 519-569) son tres; editadas ahora bilingües, latín-español, acompañadas de buenas notas y distribuidas según los dos destinatarios.
13. [42-43]. “A Juan Moreto”, pp. 521-549. De la primera, la introducción y edición son de Carrera de la Red; de la segunda se encarga Manchón Gómez. Juan Moreto era yerno y sucesor de Cristóbal Plantino, que había sido editor, librero y responsable de la imprenta de Amberes donde se compusiera la Biblia Políglota Regia, a la que tanto contribuyó Benito Arias Montano. Muertos éste (1598) y Plantino (1589), V. le escribió dos cartas a Moreto para la edición de las obras póstumas de Arias Montano, pero las dificultades de impresión fueron numerosas, especialmente por falta de financiación.
14. [44]. “A Paulo V”, pp. 551-569. La introducción y edición son de Manchón Gómez. V. envió al Papa dicha carta petitoria a fin de que el pontífice eligiera un día sagrado dedicado al apóstol Pablo, proponiéndole el 25 de enero, fecha de la conversión del mencionado. Epístola muy conforme a las pautas retóricas (exordio, exposición, confirmación y conclusión) tiene un estilo ciceroniano exquisitamente cuidado, con predominio de oraciones subordinadas estructuradas en largos periodos. No se conoce respuesta papal alguna a dicha misiva.
La Bibliografía (pp. 571-614), tanto la referente a las ediciones de las Cartas, como la que recoge las obras citadas en las distintas aportaciones, es amplia, actualizada y útil. Parecidos calificativos merece el Índice de nombres propios (pp. 615-633), que, con los antropónimos en versalitas y, en redonda, los hidrónimos, orónimos y topónimos, cierra el libro.
En resumen, el volumen es la culminación de las Obras completasdel eminente humanista español Pedro de Valencia (Zafra, 1555-Madrid, 1620), disponibles en la excelente Colección de Humanistas españoles.4 Tanto el contenido de las Cartas del citado como los estudios introductorios de investigadores procedentes de diversas disciplinas (historia, literatura española, griego y latín) así como las muchas y acertadas notas a la edición, serán útiles para el hispanista, el filólogo clásico, el historiador, y, en suma, para todo estudioso del Humanismo español.