Introducción
La cacería programada de animales salvajes, en particular grandes felinos, en la arena del anfiteatro —es decir, las venationes— es uno de los espectáculos públicos más populares en el mundo romano.1 Su práctica está testimoniada en Roma desde época republicana y hasta el siglo vi.2 Desde el inicio, su puesta en práctica está ligada a los objetivos de representación del poder que quien la organizaba (un magistrado de importancia, particularmente los cónsules, más adelante, sobre todo el emperador mismo)3 ponía en muestra ante un amplísimo público. En el presente artículo quisiera concentrarme en el papel que la representación de dichos espectáculos juega en la poesía de corte panegírico de los últimos siglos de la Antigüedad, en particular en la obra épico panegírica4 de Claudio Claudiano y de Flavio Cresconio Goripo. A manera de contraste —sobre todo con respecto a Claudiano— se analizará brevemente también el uso de esta temática en la poesía cristiana tardoantigua, resaltando dos pasajes de sendas obras de Prudencio.
Así pues, se expone a continuación un breve análisis de diversos fragmentos. Este ocurre tanto a nivel de contenido —qué elementos tratan—, como de función —qué papel juega el tema venatorio dentro de la obra— y, finalmente, de forma —con qué recursos se presenta—. A su vez, se tendrá en consideración el marco histórico de cada obra. Finalmente, se constatará hasta qué momento el tema venatorio aparece con fines panegíricos en la poesía latina de la Antigüedad.
Claudio Claudiano
Claudiano floreció en los años de cambio entre los siglos IV y V (395-404),5 un momento crucial en la historia de Roma, que vio de ahí a pocas décadas su derrumbe administrativo. En este contexto de precario equilibrio, Estilicón, el poderoso magister utriusque militiae a cargo del joven emperador Honorio entre los años 395 y 408, encontró en Claudiano el medio ideal para transmitir a la élite política de Roma (la corte y, más que nada, el senado) un mensaje de seguridad.6 El éxito del poeta fue rotundo, como lo evidencia el hecho —sin precedentes en Roma— de que inmediatamente después del año 400 le fue dedicada una escultura de bronce en el centro absoluto de la representación imperial, el Foro de Trajano.7
El género de sus composiciones políticas, los carmina maiora, suele definirse como “épico panegírico” o “épico epidíctico”, por unir indisolublemente elementos formales de la épica clásica (hexámetro y elementos constitutivos tales como comparaciones, aparato divino, escenas épicas, etc.) con aquellos de la retórica epidíctica, es decir la panegírica y la invectiva (estructura o topoi retóricos: origen del alabado, acciones en paz, en guerra, resalte de las virtudes, etc.).8 Como es conocido, Claudiano retoma modelos épicos clásicos (sobre todo a Virgilio, Lucano, Silio Itálico y Estacio), y los reelabora de manera que logra un diálogo literario particular con su público, la élite de Roma. Esta ha gozado rigurosamente de una formación en la παιδεία retórica y literaria tradicional.9 Sin embargo, además de los modelos literarios con que juega de manera magistral, Claudiano retoma elementos que provienen de los estímulos visuales cotidianos de la élite romana: en particular del arte (se piense en los mosaicos) y de la representación de la pompa y los espectáculos como acontecimientos en sí.10 El papel de las venationes en este aspecto es, como se verá a continuación, de particular importancia.
De entre las doce composiciones que conforman grosso modo los carmina maiora,11 destacan tres donde las venationes juegan un papel importante en el discurso panegírico como parte de las celebraciones consulares: el Panegyricus dictus Mallio Theodoro consuli (Theod.), el tercer libro del De consulatu Stilichonis (Stil., 3) y el Panegyricus dictus Honorio Augusto sextum consuli (VI Hon.). Por otro lado, destaca una composición invectiva que, aunque es cronológicamente anterior a dichas tres obras, analizaré por último: el segundo libro del In Rufinum (Ruf., 2).
Escenas de caza en el Panegyricus dictus Mallio Theodoro consuli (Theod.) y en De consulatu Stilichonis III (Stil., 3): Aparato divino en acción
Tanto en Theod. como en Stil., 3, una impresionante escena épica concluye el panegírico celebrativo de los consulados tanto de Malio Teodoro como de Estilicón (de los años 399 y 400 respectivamente). En dichas escenas, Claudiano presenta el desarrollo de los ludi consulares con enfoques diferentes, pero de una manera análoga: los organizan divinidades. En el caso de Theod. (270-332), la musa Urania con sus hermanas; en el caso de Stil., 3 (237-369), Diana con sus ninfas cazadoras. Naturalmente, a causa del destinatario de las poesías, Theod. es más breve y menos complejo que Stil.12 En consecuencia, la escena épica en Theod. (62 versos) es más breve que en Stil., 3 (132 versos).
Panegyricus dictus Mallio Theodoro consuli (Theod.)
En Theod., la escena épica (272-332) consiste en la musa Urania13 que, en el Helicón, da un discurso ante (algunas de) sus hermanas para organizar las diferentes actividades de los ludi consulares de Malio Teodoro. Un epílogo autónomo a esta narración concluye el poema (333-340).
Sobre la escena con Urania, la situación es la siguiente:
272-276a: Júbilo en el Helicón y discurso de Urania.
276b-282: Urania exhorta a sus hermanas a preparar las celebraciones (miracula, claris nomen celebrate theatris).
282-287: Erato se encarga de las carreras de caballos (quadrigae).
288-290: Calíope se encarga de las competiciones de atletismo o lucha (palaestrae).
291-310: Clío se encarga de conseguir las fieras para las venationes (amphitheatralis pompa).
311-332: Urania misma se encargará de organizar juegos teatrales, musicales y de canto (dulcedo, 311-319), así como de acrobacia (320-324); finalmente, un espectáculo de fuegos artificiales (flammae, Mulciber, incendia) y lo que parece ser una naumaquia (325-332).
Como se puede observar, las actividades que organiza Urania (la protagonista de esta escena a fin de cuentas), culminan el discurso y ocupan el mayor número de versos. Combinan, además, varios tipos de espectáculos: teatro, música, acrobacia, fuegos, naumaquia.15 No obstante, las cacerías de animales tienen la posición central, y como actividad individual, ocupan el mayor número de versos.
Clío debe rogar a Diana que obtenga para ella los animales más peligrosos de África, la zona alpina16 y de Galia para llevarlos a la arena como amphitheatralis pompa (293). Hay que notar que Claudiano presenta en su descripción vívidas escenas de caza y lucha contra animales, como si estuviera evocando con sus versos la imagen de una venatio real. A continuación, el texto (Claud., Theod., 291-310):17
tu iuga Taygeti frondosaque Maenala, Clio,
i Triuiae supplex; non aspernata rogantem
amphitheatrali faueat Latonia pompae.
audaces legat ipsa uiros, qui colla ferarum
arte ligent certoque premant uenabula nisu.
ipsa truces fetus captiuaque ducat ab antris
prodigia et caedis sitientem differat arcum.
conueniant ursi, magna quos mole ruentes
torua Lycaoniis Helice miretur ab astris,
perfossique rudant populo pallente leones,
quales Mygdonio curru frenare Cybele
optet et Herculei mallent fregisse lacerti.
obuia fulminei properent ad uulnera pardi
semine permixto geniti, cum forte leaenae
nobiliorem uterum uiridis corrupit adulter:
hi maculis patres referunt et robore matres.
quidquid monstriferis nutrit Gaetulia campis,
Alpina quidquid tegitur niue, Gallica si quid
silua timet, iaceat; largo ditescat harena
sanguine; consumant totos spectacula montes.
Tú ve a la cadena del Taigeto y a los bosques del Ménalo, Clío,
a suplicar a Diana; sin que rechace tus ruegos,
que ayude en la gran pompa del anfiteatro:
que elija ella misma valientes hombres que aten los cuellos
de las fieras con su arte y arrojen sus lanzas con tiro certero.
Que conduzca la feroz progenie, los monstruos capturados,
de sus cuevas, mas que postergue [el uso de] su arco sediento de sangre.
Que vengan osos que, cuando se lancen con su enorme mole,
incluso la feroz Hélice18 los admire desde las estrellas licaonias.19
Que heridos [por la lanza] rujan los leones, mientras el pueblo palidece,
cuales los quisiera Cibeles para llevar su carro migdonio20
y contra los cuales quisieran luchar los brazos de Hércules.
Que los leopardos se apresuren, como rayos, a ser heridos,
[ellos,] nacidos de una semilla mezclada, cuando de pronto
el vientre más noble de una leona, lo corrompe un joven adúltero:21
delatan a sus padres por las machas y a sus madres por la fuerza.
Que todo lo que nutre la Getulia en sus campos llenos de monstruos,
todo lo que cubre la nieve alpina, si hay algo que tema
el bosque gálico… que todo yazga [a nuestros pies], que enriquezca la arena
con su abundante sangre; que agoten los espectáculos todos los montes.
Las descripciones del pasaje son muy visuales y objetivamente violentas, si bien al mismo tiempo se recalca la finalidad pacificadora e incluso benéfica para la población que la captura y la eliminación de las fieras de su entorno natural tiene.
En particular, este pasaje muestra cómo Diana y sus (mortales) valientes cazadores (audaces viri, cf. 294) deben llevar con vida los animales a las Musas (297), para que ellas puedan llevarlos a su vez a la arena de Milán. Las pequeñas escenas venatorias que conforman el pasaje se presentan al público de forma concatenada, a la manera de los mosaicos tardoantiguos con tema venatorio:22 al menos tres especies de animales con madrigueras en cuevas son la presa de los cazadores (296-297); estos los hieren y los capturan. En especial: enormes y feroces osos (298-299), leones aterradores y dignos de los dioses y los héroes de la mitología (300-302), así como leopardos veloces y peligrosos (303-306). Las últimas dos especies son felinos que comparten el mismo espacio geográfico, el norte de África (cf. Gaetulia, 307); este detalle sirve de contraste con la zona alpina y gálica que se menciona a continuación (308-309) y que representa, evidentemente, la región habitada por los osos de los versos 298-299. La última imagen del fragmento devuelve al público al plano de los ludi en sí (es decir, al espectáculo en el anfiteatro), al mismo tiempo que resalta el carácter panegírico “positivo” de tales juegos, la pacificación: la arena está casi inundada (“enriquecida”, cf. ditescat, 309) de la abundante sangre (largo … | sanguine, 309 s.); en consecuencia, la zona alpina (es decir, la Italia Anonaria) y el norte de África se encuentran completamente desolados, sin ninguna fiera más; es decir: pacificadas. Para el público actual, una justificación así es sin duda absurda; no obstante, es una idea común en la Antigüedad, y particularmente popular en el discurso panegírico tardoantiguo. Claudiano volverá a ella en la siguiente obra, que muestra, además, una serie de aumentos considerables.
De consulatu Stilichonis III (Stil., 3)
A manera de coda, una escena épica concluye el poema Stil., 3 (237-369). El núcleo de este pasaje es la aristía de Diana y sus ninfas cazadoras en Europa (295-332), África (333-346a) e India (346b-355) para conseguir los animales más peligrosos del mundo y transportarlos a Roma para las venationes que Estilicón dará en la urbe. El epílogo aquí es la parte culminante de la trama: un triunfo báquico a manera de gran finale (356-369).
Intertextualmente, para dicho ‘núcleo’, es decir, la escena de caza y transporte de las fieras en sí (295-355), juegan un papel fundamental sobre todo Virgilio, Estacio, Ovidio e incluso Calímaco (los nombres de las ninfas de Diana, por ejemplo, son casi todos derivados de estos dos últimos autores).23 Iconográficamente, la plasticidad de las imágenes es una clara evocación de temas frecuentes en los mosaicos que adornaban las villas de la aristocracia romana.24
Al ser el destinatario de la obra Estilicón mismo, y celebrar esta, además, un adventus casi imperial en Roma, es natural que Claudiano presente amplificaciones notables respecto a la escena épica en Theod. Esto es constatable a simple vista: la extensión (más del doble que en Theod.), la complejidad narrativa, la riqueza en alusiones textuales, así como iconográficas, e incluso sensitivas, son las características más sobresalientes del pasaje en Stil., 3. Ejemplos concretos de la ‘amplificación’ en la trama épica que pueden verse son los siguientes:
Aumento masivo de protagonistas: con Diana aparecen siete ninfas cazadoras y un triple ejército de trescientas ninfas divididas posteriormente en cinco cohortes (248-260).
Rol de la divinidad: Diana y sus ninfas sagradas se encargan personalmente de la recolección de las fieras, dejando a hombres mortales únicamente el transporte (262-271).
Aumento del escenario geográfico: el escenario de la caza son todas las provincias de la región occidental romana (a cargo de cinco ninfas generales sobre las cinco diferentes cohortes), así como el norte de África hasta llegar a una India casi mítica (a cargo de Diana y sus dos ninfas ayudantes) (280-282).
Mayor detalle en las descripciones de las tácticas de caza, incluso los canes divinos para la cacería juegan un papel importante (cf. 293 s.; 297-301).
Otra gran diferencia radica en el peso del tema venatorio dentro de la escena épica: en Theod., la cacería de las fieras conforma la parte central de los juegos, pero tanto las carreras de caballos, como los concursos de atletismo y los espectáculos teatrales variados juegan también un papel importante y Claudiano les dedica diversos versos y la atención de musas específicas. En Stil., 3, el centro absoluto de la atención lo tiene la cacería de Diana y sus ninfas: Diana menciona solo de pasada las carreras de caballos que Neptuno regala al cónsul (265 s.) y los espectáculos musicales y de canto que su hermano Apolo organiza en persona (266 s.); estos solo sirven como motivación a que Diana los quiera superar dando un dono acorde a tan importante cónsul (264-268).
En cuanto a la escena de cacería en sí, hay otra diferencia en Stil., 3, respecto a Theod.: en Stil., 3, el tema central es, más que la captura de las fieras, su transporte a Roma.25 Este motivo ocupará dos partes importantes de la descripción: primero el transporte de las peligrosas fieras europeas hacia Roma (317b-332); finalmente, el transporte de las fieras africanas igualmente hacia Roma (356-369), una descripción que termina convirtiéndose en el triunfo báquico final (362-369).
Común a ambas escenas épicas es, no obstante, el énfasis que hace Claudiano en la labor pacificadora que tal recolección masiva de fieras tiene para el orbe, aunque, nuevamente, en Stil., 3, el énfasis será mayor que en Theod.: lo encontramos mencionado (y desarrollado) en tres ocasiones: Stil., 3, 268-274, 282-284 y 343-344.
Para el presente trabajo quisiera detenerme en tres escenas. A mi parecer, estas muestran de mejor manera el manejo que Claudiano hace de las imágenes venatorias en su poesía con fines panegíricos.
Las Ninfas en Europa
Las cinco ninfas26 encargadas de recolectar las fieras en Europa (Europae vos interea perquirite saltus | et scopulos, 281 s.) se dividen según las regiones (Dalmacia/Epiro, Galia/Germania, Alpes/Italia,27 Hispania, Córcega/Sicilia). En cada región se enfrentarán a un escenario natural y a fieras diversas. A continuación, el pasaje en cuestión (Claud., Stil., 3, 302-317a):
Dalmatiae lucos abruptaque bracchia Pindi
sparsa comam Britomartis agit. tu Gallica cingis
lustra, Leontodame, Germanorumque paludes
eruis et si quis defensus harundine Rheni
vastus aper nimio dentes curvaverit aevo.
nubiferas Alpes Appenninique recessus
Garganique nives Hecaerge prompta fatigat.
speluncas canibus Thero rimatur Hiberas
informesque cavis ursos detrudit ab antris,
quorum saepe Tagus manantes sanguine rictus
non satiavit aquis et quos iam frigore segnes
Pyrenaea tegit latebrosis frondibus ilex.
Cyrneis Siculisque iugis venata virago
Nebrophone cervos aliasque in vincula cogit
non saevas pecudes sed luxuriantis harenae
delicias, pompam nemorum.
Los bosques sagrados de Dalmacia y los abruptos acantilados del Pindo,
los recorre Britomartis con suelta cabellera. Tú rodeas los cenagales
de Galia, Leontodame, y peinas los pantanos de los germanos
por si, protegido por las cañas del Rin,
algún gran jabalí ha dejado crecer curvos sus colmillos por demasiado tiempo.
Los Alpes cubiertos de nubes, los refugios de los Apeninos
y las nieves del Gargano, ágil los atormenta Hecaerge.
Las cavernas de los híberos, Tero las examina rigurosamente con sus canes
y saca por la fuerza horribles osos de sus cuevas:
sus hocicos chorreantes de sangre, ni siquiera el Tajo
los sacia con sus aguas; e inactivos por el frío,
los protege con sus frondas el encino de los Pirineos, aptas para esconderse.
Cazando en las cimas de Córcega y Sicilia, la guerrera
Nebrófone aprisiona ciervos y otros
animales que no son peligrosos, sino más bien las delicias
de la lujosa arena, la pompa de los bosques.
Las principales fieras cazadas serán grandes jabalíes (306), sanguinarios osos (310) y bellos ciervos (315). De los primeros dos se resalta su peligrosidad a través de los atributos: los colmillos retorcidos de los jabalíes28 y los hocicos de los osos que aún chorrean la sangre de sus víctimas. De los últimos animales, se recalca su inocuidad (non saevas, 316), pero también su importancia estética (delicias): los ciervos son populares por su belleza (y por ser las víctimas ideales de las fieras carnívoras a las que serán expuestos en la arena), de ahí que se les llame luxuriantis harenae / delicias, pompam nemorum (316 s.). Es decir, se destaca el esplendor de los juegos en la harena con la solemnidad (cf. pompa) que los bosques le proporcionan a través de sus ‘habitantes’ animales. El juego que Claudiano hace con la expresión amphitheatralis pompa (Theod., 293) es evidente; un motivo que retomará también más adelante.
A diferencia de, por ejemplo, los animales exóticos que el campesino de la égloga séptima de Calpurnio Sículo (Calp., Ecl., 7,57-68) describe durante el espectáculo de Nerón (más bien un paradeisos),29 los animales que aquí presenta Claudiano destacan por ser (a primera vista) ordinarios. Sin embargo, al subrayar Claudiano la peligrosidad de estas fieras (sobre todo en la escena del transporte: 317-320, 330-332) y el hecho de que el aparato divino haya entrado en acción (quien obtiene estas fieras son las ninfas de Diana en persona), deja en claro al público que se trata de los animales más valiosos y peligrosos que pudieran existir y superan por lo tanto cualquier exoticidad. Además, recalca el plano local: son los animales que Europa misma (y sobre todo la región occidental del Imperio, sobre la que gobierna Honorio y —de facto— Estilicón) ofrece al cónsul.
Aristía de Diana en África
Para crear un contraste con el plano local, y hacerlo aún más claro al público, Claudiano presenta la aristía de Diana, junto con Opis y Licaste, en el desierto africano (333-344) y más adelante, incluso en India (345-355); esto resalta el discurso de exotismo y sumisión de los territorios en un plano político (cf. tributum, 279).30
Volviendo al tema venatorio, el pasaje en cuestión muestra la captura de peligrosos felinos por parte de Diana. Por praeteritio, este pasaje presenta una interesante escena de venatio. A continuación, el texto (Claud., Stil., 3, 333-344):
iamque pererratis Libyae flagrantibus oris
legerat eximios Phoebi germana leones,
Hesperidas qui saepe fugant ventoque citatis
terrificant Atlanta iubis armentaque longe
vastant Aethiopum quorumque inpune fragosa
murmura pastores numquam excepere per auras.
non illos taedae ardentes, non strata superne
lapsuro virgulta solo, non vocibus haedi
pendentis stimulata fames, non fossa fefellit;
ultro se voluere capi gaudentque videri
tantae praeda deae. respirant pascua tandem;
agricolae reserant iam tuta mapalia Mauri.
Y una vez recorridas por completo las ardientes costas de Libia,31
había recolectado la hermana de Febo extraordinarios leones:
los que con frecuencia echan en fuga a las Hespérides; con sus melenas agitadas
por el viento aterrorizan el Atlas; enormemente
devastan los rebaños de los etíopes; nunca han escuchado sus fragorosos
rugidos, a través del viento, los pastores sin sufrir algun daño.
No los engañaron antorchas ardientes, ni ramas puestas sobre
un suelo que habría de caer, ni el hambre estimulada
por lo balidos de un cabrillo, ni una fosa:
voluntariamente quisieron ser capturados y se alegran de ser considerados
la presa de una diosa tan grande. Por fin respiran los pastizales;
los campesinos mauros vuelven a abrir sus cabañas, que ya son seguras.
Este pasaje se puede dividir a su vez en tres secciones. A) Una introducción: los eximi leones son la presa que busca Diana (333-334). B) Un marco que toca el tema de la pacificación: por qué estas fieras son nocivas para la población y la justificación de su captura. B.1) Se recalca la ferocidad de los leones en una escala casi épica al aludir a los nombres de las Hespérides, el Atlas y los etíopes,32 mezclando elementos mitológicos con denominaciones geográficas concretas. B.2) se presenta el alivio de los campesinos al tener sus campos libres de peligro: B.1) 335-338; B.2) 343b-344). C) La escena de venatio meramente dicha (339-343a), puesta entre B.1 y B.2. Esta escena (C) —a manera de sorpresa— es presentada solo e negativo con motivos panegíricos que el lector reconoce de inmediato de Estacio, Marcial y Juvenal.
Estacio, en la Silva, II, 5, en un contexto panegírico hacia Domiciano, se dirige a un feroz león muerto por accidente en la arena durante un espectáculo.33 Por praeteritio contrasta la muerte accidental del león con las tácticas de caza habituales (Stat., Silv., 2, 5, 7-11):34
occidis, altarum vastator docte ferarum,
non grege Massylo curvaque indagine clausus,
non formidato supra venabula saltu
incitus aut caeco foveae deceptus hiatu,
sed victus fugiente fera.
Te matan, experimentado destructor de grandes fieras:
No fuiste encerrado por una hueste de masilos (= africanos) en la curva red,
no fuiste incitado en aterrador salto sobre
las lanzas o engañado por la ciega apertura de una fosa;
sino que fuiste vencido por una fiera que huía.
El contexto panegírico es distinto al de Claudiano en Stil., 3, donde no se tematiza la muerte de los leones, ni se les rinde un homenaje en honor del emperador, como en Estacio. Sin embargo, poéticamente este pasaje sirve de modelo a Claudiano,35 y presenta de manera similar al menos dos de las técnicas de caza: las taedae ardentes claudianeas, se emplean (como lo muestra un paso en Opiano y algunos mosaicos tardoantiguos)36 al rodear a los animales con escudos y antorchas (la curva indago estaciana); la fossa que ‘engaña’ en Claudiano (sea cubierta con ramas o abierta), es paralela al caecus foveae hiatus de Estacio. La escena de los balidos del cabrillo como carnada en Claudiano, encuentran un paralelo en el salto sobre las lanzas en Estacio (en ambos casos incitaciones: cf. los términos stimulata fame en Claudiano y formidato saltu en Estacio). Sin embargo, la conclusión estaciana es distinta: lamenta la muerte ‘banal’ del león en la arena, debida, al parecer, a la patada de un animal que huía (¿un ciervo?).
En cambio, el motivo panegírico que presenta Claudiano es enteramente de Marcial y —e negativo— de Juvenal (en ambos autores, como en Estacio, relacionado con Domiciano): las fieras perciben la presencia divina y muestran su sumisión hacia ella. En el caso de Marcial, un motivo panegírico frecuente en los epigramas dedicados a temas venatorios, como Mart., Spect., 17; 30; 1, 6; 14; 104, también en Mart., 4, 30; en ellos se resalta la clementia y la magnanimitas del emperador a través del comportamiento de los animales del anfiteatro, en especial leones y elefantes.37 En tono crítico o satírico, en cambio, lo encontramos en Juvenal (Juv., 4, 70). Ahí, se ataca a Domiciano como un personaje inflado de crueldad y vanagloria (lo contrario a la clementia y la magnanimitas del buen gobernante), que gusta de ser alabado descaradamente: un pescador se ve obligado a llevarle su presa, un enorme rodaballo (Juv., 4, 54 s.). En un torpe discurso, lo ofrece a Domiciano asegurando incluso, sobre el pez, que “él mismo quiso ser atrapado” (ipse capi voluit).38 De manera análoga —pero en clave absolutamente positiva, es decir, con una inversión del modelo39 juvenaliano— en Claudiano, son los leones quienes desean, de manera voluntaria, ser capturados (ultro se voluere capi, 342). Esto pone en muestra, como anota Jean-Louis Charlet,40 el valor de Diana, pero, sobre todo, el prestigio de Estilicón. Más si se considera que los últimos dos versos vuelven a subrayar el efecto pacificador de la expedición de captura de los feroces leones (343 s.).41
Además, vale la pena observar cómo, en comparación con las escenas de caza analizadas anteriormente (particularmente en la anterior de Stil., 3, y en Theod.), destacan aquí el uso elevado de estímulos visuales e incluso auditivos en la descripción (cf. murmurma, 338 o vocibus, 340). Esto contribuye evidentemente a un aumento del grado de persuasión en el lector.
Aristía de Diana en la India
El segundo pasaje de la aristía de Diana (345-355), sintácticamente entretejido a la acción en África (cf. tum… / simul… 345 s.) y de casi el mismo número de versos, presenta un efecto similar, aunque en imágenes más violentas. Se trata de una cacería de elefantes en una fantástica India (cf. stupor omnibus Indis, 349) por parte de Diana en persona. Al parecer, una creación claudianea, pues, como nota Ursula Keudel, no hay antecedentes literarios de algo similar.42 Los paquidermos son animales populares en las venationes desde época republicana, por un lado por su exotismo y presencia física; por otro (y sobre todo) por las asociaciones con diversos valores morales, más bien característicos de los seres humanos, que se han querido ver en ellos (a decir de Cicerón o Séneca) como la magnus animus y la clementia.43 Eso explica que, junto con los leones, el elefante valga en la Antigüedad como “rey” de los animales. En esa posición, Marcial lo presenta en varios de sus epigramas venatorios con objetivo panegírico: destacan, por ejemplo, el pius et supplex elephas que muestra su adoración al emperador (Mart., Spect., 17) o el elefante descrito simplemente como belua a la que se ordena realizar ‘dulces bailes’ al son de su domador (Mart., 1, 104, 9-10) para el deleite del emperador (o más bien, como reflejo del poder de este).44
Pero si en Marcial el elefante demuestra la clementia y magnanimitas del emperador a través de su comportamiento, en Claudiano es símbolo del poder y la fuerza de Estilicón. Esto se logra por medio de dos vías: primero, se alude a lo nocivo y a la peligrosidad del paquidermo (supuesta, más bien resultado de la tradición literaria,45 pero que es una justificación de la necesidad de su neutralización); segundo, se pone en acción el aparato divino para presentar al lector una vívida escena de lucha entre animales mayestáticos y dioses.
Enmarcada entre un aition circunstancial (346-349a; 354-355) —la evidente falta real de elefantes en los espectáculos de Estilicón y la distribución de dípticos consulares46 hechos en marfil—, se encuentra la sangrienta descripción de una venatio divina con elefantes (349b-353). El lugar de acción cambia del Norte de África a una fantástica India. A continuación, el texto (Claud., Stil., 3, 345-355):
tum virides pardos et cetera colligit Austri
prodigia inmanesque simul Latonia dentes,
qui secti ferro in tabulas auroque micantes
inscripti rutilum caelato consule nomen
per proceres et vulgus eant. stupor omnibus Indis
plurimus ereptis elephans inglorius errat
dentibus: insedit nigra cervice gementum
et fixum dea quassat ebur penitusque cruentis
stirpibus avulsis patulos exarmat hiatus.
ipsos quin etiam nobis miracula vellet
ducere, sed pigra cunctari mole veretur.
Entonces recolecta la hija de Latona fuertes leopardos y demás
prodigios del sur; al mismo tiempo, inmensos colmillos
que, esculpidos en forma de tabla por una cuchilla y resplandecientes con oro
(inscrito llevan el nombre radiante y tienen al cónsul cincelado),
han de ir por entre los senadores y el pueblo. Asombro para todos los indos,
una enorme manada de elefantes erra deshonrada, pues fueron arrancados
sus colmillos: la diosa se había sentado sobre la negra nuca de las [bestias]
que gemían, golpea el marfil bien fijado y, arrancados de raíz los colmillos
(manchados así de sangre), desarma las bocas que quedan completamente abiertas.
Nos habría querido, incluso, traer estos prodigios
pero temía retrasarse por su entorpecedor volumen.
Se podría aducir, recordando el comentario de Cicerón respecto a la espeluznante venatio con elefantes ofrecida por Pompeyo en los festejos de su segundo consulado en 55 a. C. (un fracaso, precisamente por su excesiva crueldad) que un espectáculo así causa “una gran impresión, pero nada de deleite”.47 Sin embargo, no hay elementos que nos hagan dudar del gran entusiasmo que la escena claudianea causó en el aristocrático público tardoantiguo.48 Quizás el entusiasmo que genera el pasaje es, precisamente, el resultado de no ser una venatio real, sino solo la ficción en la mente del público a través del ingenio del poeta capaz de crear imágenes vívidas gracias, nuevamente, a la fuerza descriptiva (estímulos visuales y auditivos).49 Por otro lado, al asegurar, además, que los paquidermos quedan “desarmados” sin sus colmillos (353), se recalca —una vez más— el resultado pacificador del consulado de Estilicón, a quien los dioses mismos rinden homenaje doblegando a la naturaleza,50 y que justifica toda acción.
Por último, se podría destacar cómo a través del verbo ducere (355), Claudiano evoca una vez más, una procesión (pompa) sin describirla, de una manera similar a la que se encuentra en el primer pasaje analizado de Stil., 3: ahí eran los ciervos la pompa nemorum (317) que el lector ve vivamente como luxuriantis harenae / delicias (316 s.; pasaje que a su vez, como se dijo, retoma la amphitheatralis pompa de Theod., 293). Ahora es la procesión de elefantes —e negativo— la que es presentada al lector.
Panegyricus dictus Honorio Augusto sextum consuli (VI Hon.)
La última composición con una escena épica a manera de conclusión, es Stil., 3. Ni en Bellum Geticum (Get.), ni en VI Hon. se encuentra algo análogo.51 No obstante, al celebrar VI Hon., igual que Stil. y Theod., un consulado (el de Honorio en 404), además de un momento histórico crucial tras la derrota de Alarico en Polencia y Verona en 402 así como el adventus de Honorio a Roma en 403,52 encontramos en su parte final una impresionante escena celebrativa. Ahí se describe la llegada del emperador a Roma (su primera visita desde que era un infante en el año 389) y los grandes ludi consulares que organiza (494-639), además de un epílogo con la escena del processus consularis (640-660). En los ludi de Honorio (611-639) las venationes juegan un papel importante junto con las carreras de caballo (611-620), aunque la atención de la narración la dedica Claudiano a una peculiar coreografía bélica o gladiatoria (621-639).53
El pasaje podría entrar dentro de aquello que Michael Roberts llama “pompatic poetics”.54 Esto hace referencia a una característica típicamente tardoantigua, y en particular de Claudiano, que pone en muestra vívidamente momentos de la pompa oficial imperial, destacando sonidos, imágenes, brillos, movimientos y sobre todo elegancia, que crean una imagen vivaz e indican el prestigio del alabado (en este caso Honorio).
La escena en particular presenta (en un lenguaje caracterizado por el hipérbaton) un abarrotado Circo Máximo del que resuenan fuertes vítores al emperador mientras éste saluda al pueblo (611-617), se pasa a las obligadas carreras de caballo (a las que se les dedica medio hexámetro: 618a) y a las venationes (618b-620) —cabe resaltar cómo estas se llevan a cabo en el Circo y no en el Anfiteatro—; por último, Claudiano describe la mencionada coreografía militar, un elemento novedoso hasta ahora y al que dedica (muchos) más versos (621-639).55 Por como Claudiano describe tanto la carrera de caballos, como la venatio es evidente que esta vez no quiere profundizar en tal temática: ya ha sido suficientemente explotada en Theod. y Stil., 3. A continuación los versos en cuestión (Claud., VI Hon., 618-620):
Nec solis hic cursus equis: adsueta quadrigis
cingunt arua trabes, subitaeque aspectus harenae
diffundit Libycos aliena ualle cruores.
Y no fue solo para los caballos esta pista: acostumbrado a las cuadrigas,
[ahora] precintan el campo unas trabes, y la forma de esta improvisada arena
vierte sangre africana en un valle extranjero.
El peso de la descripción está en los vítores que da el pueblo a Honorio, agradecido por los saludos de éste (611-617), así como en la coreografía bélica (621-639). Es decir, en el espectáculo que se disfruta y cuya organización (de)muestra la grandeza de Honorio. La descripción de la venatio es —como se puede apreciar en los versos citados— más bien poco específica: leones (las fieras africanas por excelencia)56 que son cruentamente asesinados por los venatores en la arena. Sin embargo, al leer con atención, se encuentra un detalle que indica algo particular de estos juegos venatorios: no se llevan a cabo en el Anfiteatro Flavio, como es de esperarse en Roma, sino que se realizan en el Circo Máximo mismo: una palizada (trabes, 619) sirve para delimitar el espacio de manera más eficaz y crear la conocida elipse que forma la harena. Es decir, el aspecto del circo ha sido cambiado de manera ‘súbita’ en un anfiteatro. Esta es una referencia que sin duda responde a una realidad histórica; sin embargo, en un nivel literario, se reconoce de inmediato en este motivo una estrategia panegírica como la que Calpurnio emplea en la ya citada Égloga VII, al describir la gran sorpresa en el público al haber visto repentinamente transformada la escena del anfiteatro de madera de Nerón (Calp., Ecl., 7, 69-72). Tal elemento de sorpresa en el público, por un lado, es recalcado por Claudiano en el pasaje citado; por el otro, es incluso superado al presentar a continuación el inusual espectáculo coreográfico (e incruento) de soldados que recuerdan gladiadores.
Prudencio y Claudiano: gladiadores y venaciones
Llama la atención que aproximadamente en los mismos años, Prudencio publicaba buena parte de su obra poética de contenido exclusivo cristiano. En dos obras en particular, los Contra Symmachum libri (c. Symm.) y la Hamartigenia (Ham.),57 polemiza contra los espectáculos romanos en general; en particular, en contra de las carreras de cuadrigas, los sangrientos juegos gladiatorios, y, en menor medida, contra los juegos venatorios: no por los animales en sí, o los hombres que participan activamente en la arena, sino por la actitud frenética del público y por las víctimas humanas (en el caso de las damnationes ad bestias). En Ham., 369-374, lamenta lo que parecen ser espectáculos acrobáticos con animales, así como espectáculos en que personas pierden la vida ante el ataque de animales (sanguinis humani spectacula donde animales salvajes desmiembran a sus víctimas humanas: vaga referencia tanto a las venationes con bestiarii, como a las condenas a muerte). En c. Symm., 1, 385, retoma, por ejemplo, casi literalmente Claud., Theod., 293, pero invirtiendo la imagen en negativo, y habla de los amphiteatralis spectacula tristia pompae. Claro, aquí parece referirse más bien a los juegos gladiatorios (y no a las venationes como claramente en Claudiano), que presenta como ofrendas de facto al infernal dios del Averno (c. Symm., 1, 382-394). El final del libro segundo, lo dedica a las —para él— execrables visitas de las vestales a la arena (c. Symm., 2, 1090-1113) y lo concluye con una exhortación a Honorio, en calidad de eximio emperador de Italia (Ausonii dux augustissime regni, 1115), a prohibir en adelante los espectáculos gladiatorios (1114-1132).
Evidentemente, Prudencio retoma posiciones de los apologetas cristianos, como las de Tertuliano unos dos siglos antes,58 sin embargo salta a la vista el papel violento que se reconoce en los espectáculos del circo y del anfiteatro. En la tradición historiográfica, es Honorio quien prohíbe definitivamente los juegos gladiatorios en Roma.59 Más allá de esta discusión, es interesante notar cómo el espectáculo coreográfico que presenta Claudiano en los ludi consulares de Honorio de 404 sea tan enfáticamente “no sangriento” (cf. expresiones como laeta pugna60 o innocui honores en VI Hon., 638, 369); incluso la brevísima y poco específica mención de las carreras de cuadrigas y de las venationes en los vv. 618-620, parecería apuntar hacia este sentido. Al mismo tiempo, es también interesante notar cómo el papel abiertamente hostil de un Prudencio hacia los juegos gladiadores, se mantiene vago hacia las venaciones stricto sensu. Por un lado, esto deja en claro que la popularidad de tal tipo de spectacula se mantendría elevada todavía por más de un siglo en Occidente. Sin embargo, por el otro, coincide con las últimas apariciones de este tema de manera tan protagónica en Claudiano, y, en buena parte, en la poesía panegírica de los siguientes siglos.
In Rufinum II (Ruf., 2)
En el lado completamente opuesto a la descripción panegírica de performance “pompática” de VI Hon. —pero jugando de igual manera con el plano de la sorpresa— se encuentra una escena del segundo libro del poema épico invectivo In Rufinum (Ruf., 2). Como se sabe, esta composición, es anterior de casi diez años a VI Hon.: fue presentada en Milán ya muerto Rufino a finales de 395.61
El tema son las circunstancias que llevaron a la caída del praefectus Praetorio per Orientem, quien es contrastado con un virtuoso Estilicón: el descontento de las tropas por el hecho de que Rufino hubiera requerido a Estilicón que las devolviera a Constantinopla (interrumpiendo así la campaña de éste contra Alarico en Grecia) fue tal que éstas deciden asesinar y descuartizar a su superior durante el desfile de ingreso a la ciudad (Ruf., 2, 336-404; 405-453). La escena es de una gran teatralidad.62 El pasaje que se cita a continuación sirve, en este contexto, de preámbulo al asesinato y posterior descuartizamiento de Rufino (400-406; 407-453), así como al juicio contra su espíritu en los infiernos ante Minos y, luego, Radamantis (454-527). En particular, quisiera concentrarme en la comparación que Claudiano hace al inicio de la narración: Rufino se ve sorpresivamente rodeado y está a punto de ser asesinado (y desmembrado), como una fiera en la harena.63 Los versos en cuestión son los siguientes (Claud., Ruf., 2, 391-399):
Deriguit. spes nulla fugae; seges undique ferri
circumfusa micat; dextra laeuaque reuinctus
haesit et ensiferae stupuit mucrone coronae:
ut fera, quae nuper montes amisit auitos
altorumque exul nemorum damnatur harenae
muneribus, commota ruit; uir murmure contra
hortatur nixusque genu uenabula tendit;
illa pauet strepitus cuneosque erecta theatri
respicit et tanti miratur sibila uulgi.
Se quedó tieso. No había esperanza de fuga. Por todos lados destellan las espigas
de hierro a su alrededor; acorralado a la derecha y a la izquierda,
se quedó detenido y quedó estupefacto por la punta de la espadas en corona [en torno a él].
Como la fiera que acaba de perder los montes donde vivía
y, exiliada de los altos bosques, es condenada a los juegos
de la arena, corre confundida; un hombre la azuza con un grito
y, puesto de rodillas, tiende la lanza;
aquella tiene pavor por el ruido, observa, derecha, las gradas del [anfi]teatro
y se impresiona por los silbidos de tan grande público.
El lector experimenta el terror de Rufino, quien se ve rodeado sin escapatoria, y percibe la humillación del antes poderoso prefecto del pretorio, parecido ahora a una vil fiera en la arena. La intención invectiva es evidente; no obstante, el pasaje es ambivalente: por un lado, con el objetivo panegírico (hacia Estilicón), el entusiasmo de la voz del poeta y del público está con quien organiza las venationes, de modo que quien lucha contra las fieras simboliza, de alguna manera, el dominio sobre las fuerzas del mal. Por el otro, en clave invectiva (contra Rufino), el poeta recalca la desgracia de la fiera que ha sido condenada a morir de una forma cruel, casi a manera de castigo. Para esta última valencia, Claudiano destaca aquí elementos como el miedo o incluso el pánico o pavor (cf. deriguit, 391; stupuit, 393; commota, 394; pavet, 398; miratur 399) que son causados a Rufino/la fiera por el entorno hostil (nótense, de nuevo, los estímulos visuales y auditivos que persuaden al lector de manera decisiva): la imponente harena, el venator que azuza a gritos y dispone la lanza, el ruido general del vulgus que abuchea, el eco que causa el curvo (anfi)teatro. Resulta evidente que el poeta (y el público con él) más que lástima, disfruta del sufrimiento de la víctima: el que la situación sea descrita desde la perspectiva de la fiera, resalta este elemento. Además, la comparación de Rufino con una no especificada fera (quizás un jabalí64) resulta denigrante: se observe, por ejemplo, la comparación de su terrible situación actual en la arena con el pasado en su idealizado entorno natural: los montes, los bosques (394 s.).
Al mismo tiempo, los versos inmediatamente siguientes a los citados, explicitan la valencia panegírica hacia Estilicón: al revelar al venator que azuza a gritos a la fiera como uno de los soldados que, con palabras fuertes, se lanza con la espada desenvainada y, a nombre de Estilicón, acierta el tan esperado golpe fatal a Rufino (400-404), se devuelve al lector al plano narrativo del desfile militar.65 Así, este pasaje muestra claramente la potencialidad doble del tema venatorio en el discurso épico epidíctico (panegírico e invectiva).
Flavio Cresconio Goripo
Poco más de 160 años después de las poesías políticas de Claudiano, el que se podría considerar el último poeta épico latino de la Antigüedad, o por lo menos el último en tematizar las venationes en un contexto panegírico, el entonces anciano Goripo,66 compuso un largo panegírico épico-histórico en honor del emperador Justino II. Las circunstancias históricas y políticas de Roma han cambiado considerablemente, siendo ahora Nueva Roma (Constantinopla) el centro indiscutible del poder imperial. La obra In laudem Iustini Augusti Minoris fue compuesta entre el 566 y el 567; es decir, poco antes de la invasión de los longobardos a Italia, y poco después de la muerte del poderoso Justiniano. Su tema es, como lo dice el título, una alabanza a Justino II, sobrino del emperador fallecido en noviembre de 565 y recién entronizado como su sucesor. La obra se compone de cuatro libros (el último, incompleto).67
In laudem Iustini Augusti Minoris III (Laud. Iust. Min., 3)
Un pasaje del tercer libro retoma el motivo de la venatio (o al menos de los espectáculos con animales en la arena de manera general) en un contexto panegírico, reelaborando elementos vistos hasta ahora. Si bien son notables los cambios en el gusto estético entre Goripo y Claudiano, así como sus respectivos públicos (en el primero se privilegian, p.e. las descripciones del ceremonial imperial y el rol sagrado del emperador68), el pasaje en cuestión se presta bien para observar comparativamente el desarrollo de este motivo incluso en el periodo final de la Antigüedad tardía.69
En concreto se trata de la embajada ávara70 que Justino II recibió a finales de 565, siete días después de los funerales de Justiniano (los funerales son el tema de los primeros 150 versos del libro III). La escena es larga y compleja (151-401): destaca el elemento ceremonial de la corte, y, con ello, el poder y la divina majestad del emperador. Este convoca a la corte, junto con el senado, sus importantes eunucos y generales (entre ellos incluso Narsés, vv. 220-230), al consistorio, dentro del complejo del Sacrum Palatium (es decir, el Gran Palacio de Constantinopla). Ahí, hierático, recibe a los ávaros, impresionados e intimidados ante la opulencia y esplendor de la sala, de los miembros de la corte y del emperador mismo, a quien terminan adorando (166-268). El objetivo de Goripo es mostrar la nueva política de Justino II: los ávaros piden los tributos acordados en pasado (269-307), mismos que el emperador rechaza (308-398). De este modo, se retiran impresionados (399-401).
Para el presente artículo destaca la comparación con tigres de Hircania que entran a la arena para un espectáculo en honor del emperador que Goripo hace de los ávaros al entrar al consistorio. A continuación, los versos en cuestión (Laud. Iust. Min., 3, 242-254):
Horrescunt lanceas saeuasque instare secures,
ceteraque egregiae spectant miracula pompae,
et credunt aliud Romana palatia caelum.
spectari gaudent, hilaresque intrare videri.
non secus Hyrcanae quotiens spectacula tigres
dat populis noua Roma suis. ductore magistro
non solita feritate fremunt, sed margine toto
intrantes plenum populorum milia circum
suspiciunt, magnoque metu mitescere discunt:
deponunt rabiem, gaudent fera vincla subire,
per medios intrare locos, ipsumque superbae
quod spectantur amant, caueam turbasque fauentes
lustrant, et pronae solium regnantis adorant.
Observan con miedo las lanzas, ven que amenazan las hachas y
demás maravillas de la ilustre pompa,
y creen que el palacio de Roma [= Constantinopla] es un segundo cielo.
Se alegran de que los observen y parecen entrar sonrientes.
No de manera distinta cuando da un espectáculo de tigres hircanos
Nueva Roma a su pueblo. Con el domador como guía
ya no rugen con su habitual ferocidad, sino que entrando
a lo largo de la orilla miran hacia arriba el circo lleno de
miles de personas, y aprenden a apaciguar su gran miedo:
deponen la rabia, se alegran de padecer crueles cadenas,
de entrar al centro [de la harena], y aman el hecho mismo
de ser ellos el espectáculo, recorren con la mirada las gradas y
la ferviente muchedumbre, y, prostrados, adoran el trono del emperador.
Los tigres de Hircania, territorio al sur del mar Caspio, en lo que hoy es Irán y Turkmenistán, son célebres en la tradición poética por su ferocidad.71 Que su uso en venationes sea significativo es evidente, máxime si las fieras han sido domadas y, retomando el topos de Marcial,72 muestran incluso su respeto, sumisión y adoración al emperador. En el pasaje de Goripo, los fieros ávaros son comparados con estas bestias: los miembros de la embajada ávara admiran (spectant, 243) el consistorio y avanzan bajo la mirada de los ahí presentes hasta estar a los pies de Justino II, como los tigres admiran con alegre impresión, ante la mirada del público, el majestuoso y abarrotado circo (quod spectantur amant, 252) —en el caso de Constantinopla, el Hipódromo— para finalmente postrarse bajo el palco imperial ante el soberano.
El juego de palabras con el verbo specto (243; 245; 253) indica que tanto los tigres hircanos como los embajadores ávaros, son el ‘espectáculo’ que el emperador ha organizado para el pueblo y la corte, socavando discretamente la autoridad de los ávaros.73 Averil Cameron ve en esto el contraste entre la fiereza de los bárbaros y la serenidad de la corte; para Claudia Schindler es claro que Goripo muestra de manera denigrante su consideración hacia los ávaros: estos se encuentran al mismo nivel civilizatorio que los peligrosos animales salvajes.74 Considero importante destacar cómo de manera análoga a Rufino en el pasaje comentado anteriormente, los ávaros son presentados aquí como bestias atemorizadas en la arena:75 la perspectiva del público en ambas poesías es, por un momento, la de las fieras mismas. Esto, aunado a los estímulos visuales y auditivos, redunda en la fuerza persuasiva de ambos pasajes.
Como dato histórico habría que precisar que en 499 el emperador Anastasio había prohibido las venationes en el imperio, al parecer debido a la crueldad hacia las vidas humanas que se perdían (condenados a muerte, bestiarii): en la segunda parte de su panegírico a él, dedicado a los hechos en paz del emperador, Prisciano, celebra la abolición de los ludi nefandi y de las fieras que desgarran con sus dientes los miembros humanos (Prisc., Anast., 223-227).76 Evidentemente tal prohibición no fue de gran duración, como prueba el presente pasaje de Goripo:77 sus protagonistas, los feroces tigres de Hircania, participan en algún tipo de espectáculo que implica domadores (como los que Marcial presenta en varias ocasiones como parte general de los juegos venatorios en honor del emperador, incluso subrayando lo peligroso de las fieras78) en la arena del Hipódromo ante el público de Constantinopla y el emperador de (Nueva) Roma.
A este respecto, llama también la atención que en un periodo en el cual en (la vieja) Roma tanto el Anfiteatro Flavio como Circo Máximo están ya fuera de servicio,79 Constantinopla se presenta enfáticamente como la nueva Roma a través de la referencia a la arena.
Recapitulación y conclusiones
A través del análisis del contenido, la función y la forma de diferentes pasajes de escenas épicas con tema venatorio, se ha mostrado cómo dicho tema juega un papel panegírico significativo en Claudiano y Goripo: en Claud., Theod., es la parte central de la escena épica; en Stil., 3, su importancia es casi absoluta, pues la escena en sí está dedicada exclusivamente a la caza o captura de fieras. En ambas obras, el aumento de la fuerza descriptiva es el recurso principal que el poeta emplea para la persuasión del público. De manera sumamente amplificada, esto es aun más evidente en VI Hon. con la ‘pomposa’ escena de los ludi de Honorio en el Circo Máximo, entre los ecos de vítores, carreras de caballos, venaciones y coreografías militares. Aunque ahí las venationes juegan solamente un papel secundario. Por otro lado, ya en Ruf., 2, la fuerza descriptiva contribuía de manera clave a ridiculizar al primer antagonista de Estilicón a través del tema venatorio: como un cerdo salvaje en la arena, Rufino se encuentra acorralado entre venatores armados y bajo los abucheos y silbidos del numeroso público. El lector observa a través del cambio de perspectiva la desesperante situación de Rufino y experimenta la satisfacción de ser testigo de su asesinato. Por otro lado, Goripo presenta a los ávaros (ambivalentemente entre reconocimiento de su fuerza y burla de su salvajismo) de manera un tanto ridícula o denigrante, exaltando al mismo tiempo la grandeza de la pompa y la ceremonia romana bajo un emperador divino. Para lograr tal objetivo, el poeta se sirve del tema venatorio, en particular de la comparación con un espectáculo de tigres hircanos domados en la harena de Nueva Roma, el Hipódromo: la fuerza descriptiva es, de nuevo, el medio que logra la persuasión del lector.
El aparato divino de las poesías épico panegíricas de Claudiano, que había sido el responsable de los grandes ludi de los cónsules Malio Teodoro y Estilicón, ya no era afín a los panegíricos de Goripo, enteramente cristianos de forma y contenido. Sin embargo, el discurso panegírico de las venationes es evidente en ambos autores. El papel que juega en ellos este motivo se puede rastrear convincentemente en la literatura imperial: desde la égloga VII de Calpurnio Sículo, pasando por la Silva II, de Estacio, varios epigramas del liber spectaculorum y del primer libro de epigramas de Marcial, hasta la Sátira IV de Juvenal. Aunque tanto Claudiano como Goripo parecen superar las expectativas poéticas del público al ofrecer una concatenación de escenas que van aumentando en impresiones. Al mismo tiempo, la aparición del tema en estos dos autores, parece alcanzar un punto álgido en Claud. Stil., 3, para perder protagonismo de manera notable a continuación.
No obstante, resulta evidente que a pesar de que autores como Prudencio (siguiendo claramente un discurso anterior, como el de Tertuliano), o que incluso algunas leyes, criticaran o limitaran el desarrollo de las venationes y otros spectacula de la arena a lo largo del siglo V,80 estos juegos no solo gozaron de una gran popularidad, sino que fueron considerados como tema poético adecuado para transmitir un mensaje panegírico de gran prestigio por parte de la élite política e intelectual de (Nueva) Roma hasta bien entrado el siglo VI. Claro está, con la disolución gradual, pero constante y notoria, de las dinámicas sociopolíticas del mundo antiguo y de su realidad material (es decir, las construcciones mismas donde se llevaban a cabo los espectáculos, así como las rutas de comercio entre el norte de África, el Mediterráneo oriental y Europa), los juegos perdieron importancia y cayeron en desuso, particularmente en la zona occidental del antiguo Imperio romano. Esto se refleja también en su aparición poética.
En la poesía hagiográfica tardoantigua o del medievo temprano, algunos motivos de la tradición panegírica continuaron gozando de popularidad, como el de los animales que doman su fiereza ante una presencia superior o que se entregan voluntariamente a quien los caza (por intercesión divina, naturalmente): se piense en la escena donde san Martín salva a una liebre perseguida por un feroz perro, al que logra contener con su palabra, o los peces que se dejan capturar con gusto gracias, de nuevo, a las palabras del santo en Venancio Fortunato.81 No obstante, en poesía panegírica, el tema del espectáculo romano de la venatio no vuelve a ocupar más el lugar que tuvo en Claudiano y, en menor grado, en Goripo.