Actualmente, en nuestro acervo lingüístico, disponemos del término “suicidio” para etiquetar toda la multiplicidad de muertes autoprovocadas que, consideradas con detenimiento, no se dejan aprehender de manera unívoca.2 Émile Durkheim, de hecho, había realizado ya la advertencia de que no existe “el” suicidio, sino los suicidios. Y es que resulta evidente, por ejemplo, que “no se puede incluir en la misma categoría, ni tratar de la misma forma, la muerte de un enajenado que se precipita desde una ventana alta porque cree que está a ras de suelo, y la del hombre sano de espíritu que se mata sabiendo lo que hace” (Durkheim 2012, p. 12).3 Sin embargo, esta distinción moderna debe considerarse con matices cuando nos referimos al mundo antiguo, tanto más en el caso de una obra como Erecteo (ca. 423 a. C.), no solo porque corresponde a un género y a un período que recién comenzaba a explorar la noción de voluntariedad (Vernant y Vidal-Naquet 2002, pp. 45-77), sino porque, además, a ello se suma la singularidad de tratarse de un drama que nos ha llegado únicamente de manera fragmentaria.4 Por tales motivos, de cara al corpus que abordaremos, pretendemos enfocarnos en los interrogantes y matices significativos de los tipos de muerte voluntaria, y no tanto en las aserciones que unifican esos tipos. En este sentido, nuestro trabajo partirá de un enfoque exploratorio de las categorías generales de autosacrificio y “suicidio”, y de las valoraciones éticas problemáticas que encontramos acerca de ambas en lo que se ha conservado de la tragedia euripidea.
En la tragedia ática, en efecto, partir de la distinción general entre autosacrificio y “suicidio” resulta usual y en gran medida pertinente, en especial, al abordar a un autor como Eurípides; porque el motivo del suicidio propiamente dicho es característico de la tragedia de Sófocles, quien lo empleó en todas sus piezas hoy conservadas de manera completa (Katsouris 1976, pp. 5-6). Mientras que Eurípides, además de usar el motivo del suicidio (con variaciones respecto del teatro sofocleo), compuso obras de autosacrificio, que responden a un patrón distinto, el cual explicitaremos en el desarrollo de nuestro trabajo. Por otro lado, el corpus fragmentario euripideo, como también veremos, tiene elementos muy interesantes que aportar al estudio y la conceptualización de estas problemáticas.
En Erecteo, en particular, partiendo del hecho de que el patrón trágico (si es que en verdad hay uno) del sacrificio de una joven virgen se entremezcla con los suicidios de sus dos hermanas, analizaremos, en el desarrollo de nuestro escrito (apartado 2), diversos aspectos vinculados a la problemática de la muerte voluntaria en favor de la salvación de la pólis y asociada al elogio de la autoctonía, tópicos centrales en la construcción de la identidad ateniense. Para este análisis, en primer lugar, nos focalizaremos en ciertos argumentos de los discursos fúnebres atenienses que el dramaturgo retoma para representarlos de modo crítico, o, más bien, problemático; pues, según veremos al confrontar la rhêsis de Praxitea (F 360 Kann. = F 12 Sonnino5) con la de Atenea en el éxodo de la obra (F 370.55-117 Kann. = F 17.55-117), no parece posible extraer conclusiones seguras sobre el empleo dramático de argumentos de los discursos fúnebres ni sobre la valoración del autosacrificio y de los suicidios. En segundo lugar (apartado 2.1), nos aproximaremos a uno de los más notables desafíos que presenta la reconstrucción de nuestra tragedia fragmentaria: las hipótesis de los especialistas en torno al problema de la voluntariedad del sacrificio de la joven hija de los reyes de Atenas se reducen, como demostraremos, a conjeturas irreconciliables.
Previo a este desarrollo, hemos incluido traducciones de nuestra autoría (apartados 1.1 y 1.2) de las rhêseis de Praxitea (F 360 Kann. = F 12) y, hasta donde pueden leerse los versos completos, de Atenea (F 370.55-101 Kann. = F 17.55-101), en la medida en que resultan centrales para nuestra argumentación. Esperamos que dichas traducciones y, en general, el apartado que sigue a la presente introducción (apartado 1) puedan ser un aporte para quienes deseen aproximarse al estudio de un corpus que resulta valioso a la par que complejo.
1. Algunos problemas fundamentales en torno a la reconstrucción de Erecteo
En este apartado, presentaremos algunas cuestiones relativas a la reconstrucción del drama perdido Erecteo, su datación y probable argumento.
Para reconstruir el Erecteo contamos con 25 fragmentos, tres de ellos de capital importancia debido a su extensión: la rhêsis de Praxitea que nos transmite Licurgo en ContraLeócrates (98-101,6 ed. 1970); la rhêsis de Erecteo (F 362 Kann. = F 16), conservada en el florilegio de Estobeo;7 y los 119 versos del éxodo que conocemos gracias al papiro de la Sorbona (inv. 2328 = F 370 Kann. = F 17) descubierto en 1967.8
Eurípides es el poeta trágico más citado por los oradores áticos y, aunque la extensión de las citas es muy desigual (para las distintas obras, y aún dentro de una misma obra), la más larga, en el caso de Erecteo, cuenta con cincuenta y cinco versos.9 Por otra parte, el F 362 Kann. (= F 16) -citado por Estobeo en la extensa compilación que probablemente realizó en el s. V d. C. para uso de su hijo Septimio- consiste en una serie de gnómai políticas sobre la forma de gestionar los asuntos públicos que Erecteo, antes de partir a la batalla, dirige a su “hijo”, su heredero designado, en previsión de una posible muerte enfrentando a los tracios.
Del P. Sorb. inv. 2328 se han recuperado cuatro fragmentos de cartonaje, datados en el s. III a. C. y hallados en el Nomo Arsinoita, en Ghôran. El rollo, un palimpsesto de mala calidad, presenta una escritura libraria, muy rápida y descuidada.10 Hasta aquí lo que puede decirse con relación a los fragmentos supérstites y la forma en que han llegado a nosotros.
Acerca de la puesta en escena del drama, si bien no hay consenso entre los especialistas, el intervalo de tiempo en el cual debería ubicarse Erecteo resulta muy acotado. De modo seguro el año 412 a. C. es el umbral o terminus ante quem, porque Aristófanes parodió algunos pasajes de este drama en 411, en Lisístrata y Tesmoforiantes. Respecto del terminus post quem, Webster (1967, p. 127), Clairmont (1971, pp. 490-493), Aélion (1986, pp. 198-199), Lacore (1995-1996, p. 91), Jouan & van Looy (2002, pp. 98-99) y Sonnino (2010, pp. 32-33) sostienen que no hay razones para dudar de que la puesta en escena de Erecteo fue en 423/422, esto es, al término de la guerra arquidámica y antes de la conclusión de la Paz de Nicias (en 421 a. C.), de acuerdo con lo que sostiene Plutarco en Nic. 9. En Vida de Nicias, Plutarco vincula el deseo de paz entre atenienses y espartanos con nuestro drama: afirmando que ambos cantaban con placer canciones como las que escuchaban del Coro de Erecteo, cita el F 369.1 Kann. (= F 10.1). Sin embargo, Cropp (Collard, Cropp & Lee 1995, p. 154) se había mostrado cauteloso respecto de una interpretación literal de este último pasaje mencionado, afirmando que las implicaciones cronológicas de Plutarco (o su fuente) no deben ser forzadas o considerarse exactas. De hecho, Cropp & Fick (1985, pp. 79-80) habían presentado serios argumentos, basados en análisis métricos, para retrasar varios años la fecha que surge del pasaje del historiador de Queronea, y situar la representación de Erecteo alrededor del año 416.
La discusión en torno a la datación de nuestra pieza ha gravitado sobre otros temas de peculiar interés.11 En todo caso, correspondería, sin dudas, al último cuarto del s. V a. C., y se ajustaría temáticamente a otras tragedias de autosacrificio o sacrificio voluntario de nuestro poeta.
Ahora bien, reconstruir el argumento de una tragedia perdida es una labor arqueológica de dudoso éxito y limitadas conclusiones. Aun así, la contextualización del discurso nos obliga a no desestimar el intento, especialmente cuando una de las rhêseis que nos ocupará de modo central se relaciona con el conflicto y la resolución de la pieza, y contribuye a la configuración y entendimiento de los personajes. Aunque no es posible establecer la estructura completa y detallada de Erecteo, sí podemos reconstruir la arquitectura general de la obra y lo esencial de su trama, que aparece en el discurso de Licurgo del s. IV a. C. Contra Leócrates (98-101, ed. 1970). Este orador cita la rhêsis completa de Praxitea (F 360 Kann. = F 12) en un discurso donde explica que Eumolpo atacó el Ática con un ejército tracio durante el reinado de Erecteo, quien, luego de consultar el oráculo de Delfos, sacrificó a su hija para asegurar la victoria. Por otro lado, tenemos el testimonio de Plutarco (Mor. 310d, ed. 1962), que también menciona el pronunciamiento del oráculo y el posterior sacrificio de la joven.
Si bien el trasfondo mítico del conflicto dramatizado se remonta a la disputa entre Atenea y Poseidón por la soberanía sobre el Ática, que tuvo lugar en tiempos del rey Cécrope en la Acrópolis de la futura Atenas, el drama euripideo se sitúa unas generaciones después, cuando Eumolpo,12 rey de los tracios e hijo de Poseidón y Quíone, decide librar la guerra contra Atenas para reclamar el territorio en nombre de su padre.13 Erecteo,14 el entonces rey de Atenas, y su esposa Praxitea, hija del río Cefiso, defienden el Ática y la causa de Atenea, asistidos por un Coro de viejos atenienses.15
La tragedia iniciaba seguramente con un prólogo pronunciado por Poseidón.16 Así, el texto del F 349 Kann. (= F 1), que generalmente se asigna al prólogo, remitiría a Eumolpo, cuya historia sería contada por su padre divino. Probablemente, también en esta parte del drama se anunciaba la guerra que se estaba gestando y se justificaba la expedición contra Atenas, es decir, se retrotraía el conflicto a los tiempos míticos.17 El desarrollo de la acción estaba ambientado en el palacio de la Acrópolis (Collard, Cropp & Lee 1995, p. 155; Jouan & van Looy 2002, p. 99), precisamente donde in illo tempore se enfrentaron Atenea y Poseidón y donde Erecteo (volviendo de Delfos18) anunciaría ante la audiencia la respuesta oracular que predice la victoria de Atenas en el enfrentamiento contra Eumolpo a condición de que el soberano ateniense consienta en sacrificar a una de sus tres hijas, probablemente la mayor.19
Supuestamente reacio, al principio, a cumplir el oráculo, el rey ateniense al final sería convencido en un agón por su resuelta esposa, quien pronuncia para tal efecto una rhêsis (F 360 Kann. = F 12) en la cual antepone la salvación de la patria por encima de todo.20
Antes de partir a la batalla contra Eumolpo, Erecteo pronuncia un discurso (F 362 Kann. = F 16) que presagia su propia muerte y en el cual brinda una serie de consejos a un “hijo” (F 362.1 Kann. = F 16.1: τεκνόν), el sucesor del trono.21 Los versos 1-4 y 32 del F 362 Kann. muestran que Erecteo está hablando como padre a su hijo y heredero.22
El comienzo del fragmento papiráceo correspondiente al final de la pieza (F 370.12-54 Kann. = F 17.12-54) testimonia que un mensajero le anuncia a Praxitea no solo la celebrada noticia de la derrota de Eumolpo, sino también la muerte de su esposo, ocasionada por un golpe del tridente de Poseidón, y los suicidios de sus otras dos hijas, quienes de este modo (quizás arrojándose desde la Acrópolis) han dado cumplimiento a un pacto de solidaridad con su hermana sacrificada.23
En medio de los lamentos de la hija del Cefiso por las muertes de los phíloi de su oîkos, un terremoto provocado por Poseidón sacude la tierra y amenaza con derribar el palacio de la Acrópolis sobre el Coro y la reina. Pero aparece Atenea ex machina y, conminando a Poseidón, hace que este se retire y evita la destrucción de la ciudad (vv. 55-62).24 Luego, Atenea dirige su discurso a Praxitea (vv. 63 y ss.), para consolarla e indicarle que las tres jóvenes muertas deberán ser enterradas juntas, en el mismo lugar donde han perecido. Asimismo, la diosa pronuncia las disposiciones rituales y las del santuario en honor de Erecteo (vv. 90-94), ordenando la construcción de un recinto sagrado en el medio de la Acrópolis; anuncia el catasterismo (la transformación en la constelación de las Híades) de las tres muchachas muertas y la institución de su culto como diosas Jacíntidas.25
A continuación, para facilitar el acceso al texto y la confrontación de las citas y referencias del desarrollo de nuestro trabajo, proporcionaremos una traducción de los dos discursos más extensos conservados de Erecteo. Podrá observarse, en el primero (1.1), la clara estructura retórica que abona a favor de las conexiones con el lógos epitáphios.26 Por otra parte, el parlamento de Atenea (1.2) presenta las características usuales de los discursos epifánicos o de divinidades ex machina de las tragedias euripideas; en particular, como ya dijimos, tiene un carácter etiológico, pues la diosa explica el origen de un ritual conmemorativo.
1.1 La rhêsis de Praxitea (F 360 Kann. = F 12)
360.1 τὰς χάριτας ὅστις εὐγενῶς χαρίζεται,
ἥδιον ἐν βροτοῖσιν· οἳ δὲ δρῶσι μέν,
χρόνῳ δὲ δρῶσι, †δυσγενέστερον†.
ἐγὼ δὲ δώσω τὴν ἐμὴν παῖδα κτανεῖν.
360.5 λογίζομαι δὲ πολλὰ· πρῶτα μὲν πόλιν
οὐκ ἄν τιν’ ἄλλην τῆσδε βελτίω λαβεῖν·
ᾗ πρῶτα μὲν λεὼς οὐκ ἐπακτὸς ἄλλοθεν,
αὐτόχθονες δ’ ἔφυμεν· αἱ δ’ ἄλλαι πόλεις
πεσσῶν ὁμοίως διαφοραῖς ἐκτισμέναι
360.10 ἄλλαι παρ’ ἄλλων εἰσὶν εἰσαγώγιμοι.
ὅστις δ’ ἀπ’ ἄλλης πόλεος οἰκίζει πόλιν,
ἁρμὸς πονηρὸς ὥσπερ ἐν ξύλῳ παγείς,
λόγῳ πολίτης ἐστί, τοῖς δ’ ἔργοισιν οὔ.
ἔπειτα τέκνα τοῦδ’ ἕκατι τίκτομεν,
360.15 ὡς θεῶν τε βωμοὺς πατρίδα τε ῥυώμεθα.
πόλεως δ’ ἁπάσης τοὔνομ’ ἕν, πολλοὶ δέ νιν
ναίουσι· τούτους πῶς διαφθεῖραί με χρή,
ἐξὸν προπάντων μίαν ὑπὲρ δοῦναι θανεῖν;
εἴπερ γὰρ ἀριθμὸν οἶδα καὶ τοὐλάσσονος
360.20 τὸ μεῖζον, οὑνὸς οἶκος οὐ πλέον σθένει
πταίσας ἁπάσης πόλεος οὐδ’ ἴσον φέρει.
εἰ δ’ ἦν ἐν οἴκοις ἀντὶ θηλειῶν στάχυς
ἄρσην, πόλιν τε πολεμία κατεῖχε φλόξ,
οὐκ ἄν νιν ἐξέπεμπον εἰς μάχην δορός,
360.25 θάνατον προταρβοῦσ’; ἀλλ’ ἔμοιγ’ εἴη τέκνα
<ἃ> καὶ μάχοιτο καὶ μετ’ ἀνδράσιν πρέποι,
μὴ σχήματ’ ἄλλως ἐν πόλει πεφυκότα.
τὰ μητέρων δὲ δάκρυ’ ὅταν πέμπῃ τέκνα,
πολλοὺς ἐθήλυν’ εἰς μάχην ὁρμωμένους.
360.30 μισῶ γυναῖκας αἵτινες πρὸ τοῦ καλοῦ
ζῆν παῖδας †εἵλοντο καὶ† παρῄνεσαν κακά.
καὶ μὴν θανόντες γ’ ἐν μάχῃ πολλῶν μέτα
τύμβον τε κοινὸν ἔλαχον εὔκλειάν τ’ ἴσην·
τἠμῇ δὲ παιδὶ στέφανος εἷς μιᾷ μόνῃ
360.35 πόλεως θανούσῃ τῆσδ’ ὑπὲρ δοθήσεται
καὶ τὴν τεκοῦσαν καὶ σὲ δύο θ’ ὁμοσπόρω
σώσει· τί τούτων οὐχὶ δέξασθαι καλόν;
τὴν οὐκ ἐμὴν †πλὴν† φύσει δώσω κόρην
θῦσαι πρὸ γαίας. εἰ γὰρ αἱρεθήσεται
360.40 πόλις, τί παίδων τῶν ἐμῶν μέτεστί μοι;
οὔκουν ἅπαντα τοὐν ἐμοὶ σωθήσεται;
ἄρξουσί τ’ ἄλλοι τῇ σεσωσμένῃ πόλει;
ἐκεῖνο δ’ οὗ <τὸ> πλεῖστον ἐν κοινῷ μέρος,
οὐκ ἔσθ’ ἑκούσης τῆς ἐμῆς ψυχῆς ἄτερ
360.45 προγόνων παλαιὰ θέσμι’ ὅστις ἐκβαλεῖ·
οὐδ’ ἀντ’ ἐλαίας χρυσέας τε Γοργόνος
τρίαιναν ὀρθὴν στᾶσαν ἐν πόλεως βάθροις
Εὔμολπος οὐδὲ Θρῇξ ἀναστέψει λεὼς
στεφάνοισι, Παλλὰς δ’ οὐδαμοῦ τιμήσεται.
360.50 χρῆσθ’, ὦ πολῖται, τοῖς ἐμοῖς λοχεύμασιν,
σῴζεσθε, νικᾶτ’· ἀντὶ γὰρ ψυχῆς μιᾶς
οὐκ ἔσθ’ ὅπως οὐ τήνδ’ ἐγὼ σώσω πόλιν.
ὦ πατρίς, εἴθε πάντες οἳ ναίουσί σε
οὕτω φιλοῖεν ὡς ἐγώ· καὶ ῥᾳδίως
1 Quien concede los dones de una manera generosa27
es más agradable entre los mortales. Pero quien así los concede,
obrando con demora, no es tan noble.
Yo misma, pues, daré a mi hija para que muera.
5 Además, tengo en cuenta28 muchas otras cosas. En primer lugar, ciudad
otra mejor que esta no podría encontrar.
Antes que nada, porque el pueblo que la habita no es importado de tierra extraña,
ya que nosotros nacimos autóctonos. Mientras que las otras ciudades,
fundadas por desplazamientos semejantes a los de las piezas sobre su tablero de juego,
10 son [asentamientos de] gente extranjera que se mueve de acá para allá.
Sin embargo, quien se instala en una ciudad habiendo emigrado de otra,
resulta análogo a una juntura mal ensamblada a una viga,
pues es un ciudadano de palabra, pero no de hecho.
En segundo lugar, producimos descendencia por esta causa:
15 para preservar la patria y los altares de los dioses.
El nombre de la ciudad en su conjunto es uno solo, pero muchos la
habitan: ¿cómo me puede resultar necesario que estos sean aniquilados
siendo posible dar una sola [muchacha] para que muera en lugar de todos?
Si realmente comprendo la aritmética y discierno entre lo pequeño
20 y lo grande, la casa de uno solo no vale más
que la ciudad entera, ni su caída conduce a una derrota igual a la de esta.
Y si tuviera en mi casa vástagos masculinos29 en vez de femeninos,
y el fuego enemigo se apoderara de la ciudad,
¿acaso me negaría a enviarlos a la batalla
25 por temer que mueran? No, pues yo quisiera hijos
que lucharan y sean sobresalientes entre los hombres
y no que sean criados para la mera apariencia dentro de la ciudad.
Cuando las lágrimas de las madres despiden a los hijos
feminizan a muchos de los que se dirigen a la batalla.
30 Odio a las mujeres que, en lugar de lo bello,
eligen la vida de sus hijos e incitan la cobardía.
Por otro lado, cuando los hijos mueren en batalla, entre la multitud,
obtienen un túmulo compartido y una gloria igual;
pero una sola corona de manera exclusiva a mi hija
35 se le concederá por haber muerto por la ciudad,30
y a su madre, a ti31 y a sus dos hermanas
[ella] salvará: ¿cuál de estas cosas no se aceptan como bellas?
Ofreceré en sacrificio a esta muchacha, que no es mía excepto por nacimiento,
para que sea sacrificada en defensa de esta tierra. Pues si es tomada
40 la ciudad, ¿qué participación tengo en mis hijas?
Por consiguiente, en lo que a mí respecta, ¿no será salvada la totalidad?
¿Y no gobernarán otros en la ciudad que ha sido salvada?
Y, en cuanto a aquellos asuntos que más importan en la comunidad,
no existe nadie que, sin mi voluntad y contra mi deseo,
45 destierre las antiguas leyes de nuestros antepasados;
y no sucederá que, en el lugar del olivo32 y de la Gorgona dorada,
el erguido tridente33 en los cimientos de la Acrópolis
Eumolpo y la muchedumbre de los tracios con guirnaldas
coronen, ni Palas dejará de ser honrada en absoluto.
50 ¡Hagan uso, oh, ciudadanos, del fruto de mi vientre!
¡Sálvense, triunfen!34 Pues por una sola vida,
de todas maneras, yo salvaré esta ciudad.35
¡Oh, patria! ¡Si todos los que habitan en ti te
amaran del mismo modo en que yo lo hago! Fácilmente
55 viviríamos y no estarías afectada de ningún mal.36
1.2. La rhêsis de Atenea (F 370. 55-101 Kann. = F 17.55-101)
370.55 αὐδῶ τρία<ι>ναν τῆσδ’ ἀπο<σ>τρέφειν χθονός,
πόντιε Πόσειδον, μηδὲ γῆν ἀναστατοῦν
πόλιν τ’ ἐρείπειν τὴν ἐμὴν ἐπήρατον·
μὴ δ[ε]ύτερον σοι δοῖεν........θεοί·
οὐχ εἷς ἄδην σ’ ἔπλησεν; οὐ κατὰ χθονὸς
370.60 κρύψας Ἐρεχθέα τῆς ἐμῆς ἥψω φρενός;
τί δ]ῆτα μέλλεις; ταῦτα σωφρονέστερα
[ ]ερτεροι[ ]..σεν θεά.
σύ δ’,] ὦ χθονὸς [σώτειρα Κηφισοῦ] κόρη,
Col. VI ἄκου’ Ἀθάνας τῆς ἀμήτορο[ς λό]γους·
370.65 καὶ πρῶτα μέν σοι σημανῶ παι[δὸς] πέρι
ἣν τῆσδε χώρας σὸς προθύεται [πόσι]ς·
θάψον νιν οὗπερ ἐξέπνευσ’ ο[ἰκτ]ρὸν βίον,
καὶ τάσδ’ ἀδελφὰς ἐν τάφωι τ[αὐτ]ῶι χθονὸς
γενναιότητος οὕνεχ’, αἵτιν[ες φί]λης
370.70 ὅρκους ἀδελφῆς οὐκ ἐτόλμησα[ν λι]πεῖν.
ψυχαὶ μὲν οὖν τῶνδ’ οὐ βεβᾶσ’ [Ἅιδ]ην πάρα,
εἰς δ’ αἰθέρ’ αὐτῶν πνεῦμ’ ἐγὼ [κ]ατώικισα·
ὄνομα δὲ κλεινὸν θήσομαι κα[θ’ Ἑλλ]άδα
῾Υακινθίδας βροτοῖσι κικλή[σκε]ιν θεάς,
370.75 ἐπεὶ συ - ca. 6/8 ll. - καὶ οἴχετ’ η.[….]μένη
ψευσ. - ca. 12 ll. - ὑακίν[θου γ]άνος
καὶ γῆν ἔσωισε. τοῖς ἐμοῖς ἀστο[ῖς λέγ]ω
ἐνιαυσίωι σφας μὴ λελησμ[ένους] χρόνωι
θυσίαισι τιμᾶν καὶ σφαγαῖσι [βουκ]τόνοις
370.80 κοσμοῦ[ντας ἱ]εροῖς παρθένων [χορεύ]μασιν·
γνον[.....ἐ]χθρ. εἰς μάχη[ν
κιν.[.......]ας ἀσπίδα στρατ[
Col. VII πρώταισι θύειν πρότομα πολεμίου δορὸς
τῆς οἰνοποιοῦ μὴ θιγόντας ἀμπέλου
370.85 μηδ’ εἰς πυρὰν σπένδοντας ἀλλὰ πολυπόνου
καρπὸν μελίσσης ποταμίαις πηγαῖς ὁμοῦ·
ἄβατον δὲ τέμενος παισί ταῖσδ’ εἶναι χρεών
εἴργειν τε μή τις πολεμίων θύσηι λαθὼν
νίκην μὲν αὐτοῖς, γῆι δὲ τῆιδε πημονήν.
370.90 πόσει δὲ τῶι σῶι σηκὸν ἐν μέσηι πόλει
τεῦξαι κελεύω περιβόλοισι λαΐνοις,
κεκλήσεται δὲ τοῦ κτανόντος οὕνεκα
σεμνὸς Ποσειδῶν ὄνομ’ ἐπωνομασμένος
ἀστοῖς Ἐρεχθεὺς ἐν φοναῖσι βουθύτοις.
370.95 σοὶ δ’, ἣ πόλεως τῆσδ’ ἐξανώρθωσας βάθρα,
δίδωμι βωμοῖς τοῖς ἐμοῖσιν ἔμπυρα
πόλει προθύειν ἱερέαν κεκλημένην.
ἃ μὲν κατ’ αἶαν τοῖσδε <δεῖ> ‘κπονεῖν κλύεις,
ἃ δ’ αὖ δικάζει Ζεὺς πατὴρ ἐν οὐρανῶι
55 Te ordeno37 que retires el tridente de esta región,
Poseidón del mar, y no devastes la tierra
ni destruyas mi amada ciudad.
Los dioses no te concederán [el vencer38] otra vez.
¿Una sola víctima39 no te ha saciado suficientemente?
60 ¿Acaso no ocultaste a Erecteo bajo tierra y tocaste mi corazón?
¿Acaso dudas? Algo más prudente [que tu comportamiento
la diosa resolvió para los infiernos y mandó a pedir por medio de un oráculo].40
Y tú, oh salvadora de la tierra, hija del río Cefiso,
escucha las palabras de Atenea sin madre y no madre.41
65 Te daré indicaciones, en primer lugar, acerca de tu hija,
la que tu esposo hizo sacrificar por esta tierra:
entiérrala precisamente donde exhaló el último aliento de su vida digna de compasión
y también entierra a estas42 hermanas suyas en la misma tumba43
por causa de su nobleza, porque
70 no osaron abandonar los juramentos hechos a su amada hermana.
Ciertamente, las almas de estas [jóvenes] no descenderán al Hades,
sino que yo misma envié a sus espíritus a habitar en el cielo;
y les asignaré un nombre ilustre
con el que los mortales las llamarán por toda Grecia: diosas Jacíntidas.44
75 Ya que […]
[…] del brillo del jacinto45
y salvó la tierra. A mis conciudadanos les ordeno46
que no las descuiden47
y que las honren mediante sacrificios de frecuencia anual, matando bueyes
80 y adornando [estos festivales] con danzas sagradas de doncellas.
[Cuando se sepa que el enemigo se dirige hacia la batalla,
escudo en mano…]48
que les ofrezcan primero a ellas el sacrificio, antes de librar la guerra contra el enemigo,
sin tocar la vid productora de vino49
85 y sin ofrecer una libación de vino sobre la pira, sino más bien libando
el fruto de la laboriosa abeja mezclado con agua dulce.50
Y habrá un santuario inviolable51 para estas doncellas, en el que es necesario
impedir que alguno de los enemigos, pasando inadvertido, realice sacrificios
a fin de conseguir la victoria para los suyos y el daño para esta tierra.
90 Y, para tu marido, un recinto sagrado en el medio de la Acrópolis52
con cerramiento de piedra ordeno que se construya,
y Erecteo será llamado, por causa de quien lo mató,
con el nombre de venerable Poseidón53
por parte de los ciudadanos durante las festividades de sacrificios de bueyes.
95 Y a ti, que has restaurado los cimientos de esta ciudad,54
te otorgo el [privilegio de] quemar en mis altares
los sacrificios para la ciudad ostentando el título de sacerdotisa.
Has escuchado lo que debe llevarse a cabo en esta tierra.
Ahora el juicio de Zeus, padre celestial,
2. Los problemas de la muerte voluntaria en Erecteo
Podría sorprender que Erecteo no fuera la reelaboración de un mito panhelénico de larga difusión, sino de un episodio de la saga local ateniense que debía tener escasa resonancia fuera de los confines del Ática (Sonnino 2010, p. 36).56 Sin embargo, existía en los años de la Guerra del Peloponeso una ocasión particular en la cual se evocaba la gesta de Erecteo en la guerra contra Eumolpo: se trata del lógos epitáphios, el discurso fúnebre público con el cual en Atenas, y solo en Atenas, se conmemoraba a los caídos en guerra.57 De hecho, en el circunscripto período de la guerra arquidámica (431-421 a. C.), Eurípides se empeñó en trasponer en forma dramática los mitos nacionales del lógos epitáphios: la guerra en defensa de los hijos de Heracles en Heraclidas, c. 430; la guerra a favor de las madres tebanas en Suplicantes, c. 423/422; y la librada contra Eumolpo y los tracios invasores en Erecteo, c. 423/422 (Sonnino 2010, p. 41).
Además, durante el período de la Guerra del Peloponeso, Eurípides escribió al menos seis obras sobre el autosacrificio voluntario, en las cuales representa a una persona joven que decide morir por un grupo numeroso, una ciudad o un ejército, del cual quien muere puede o no ser miembro (Wilkins 1990, p. 177).58 Estos dramas deben ser justamente singularizados respecto de aquellos en los que se presenta el problema del “suicidio” propiamente dicho.59 Y es que los griegos tenían términos especiales para referirse al acto de sacrificar la propia vida por otro, algo que en general ellos no consideraban suicidio (Belfiore 2000, p. 104); distinción que resulta significativa en el lógos epitáphios, porque, caracterizando el valor militar, la expresión anér agathós genómenos designa en los discursos fúnebres la muerte en el combate.60
Ahora bien, en los dramas euripideos de autosacrificio, como ya lo mencionamos respecto de Erecteo, la necesidad de la matanza surge de una situación crítica, de origen divino.61 Ciertamente, el sacrificio de jóvenes vírgenes por la salvación de la patria es un motivo ampliamente documentado en la mitología griega, no solo cuando el peligro que amenaza es una catástrofe derivada de la guerra, sino en todas las emergencias posibles, tales como pestes o plagas, sequías, períodos de escasez, etcétera (Martínez Díez 1975, p. 231; Wilkins 1990, p. 187; Rehm 2020, p. 830).62 No obstante ello, ningún otro dramaturgo, por lo que sabemos, compuso obras de autosacrificio de este tipo.63
Erecteo, en particular la rhêsis de Praxitea (F 360 Kann. = F 12), retoma considerables tópicos del discurso fúnebre.64 El empleo del argumento sobre la autoctonía en la primera parte (vv. 5-13), por ejemplo, concluye con la remisión a otro tópico de los lógoi epitáphioi, esto es, la contraposición entre palabra y hecho o acción (v. 14), que le permite a Praxitea especificar a continuación lo que ella ha hecho y hará por su patria: producir descendencia y sacrificarla, si así resulta conveniente para la mayoría.65 En efecto, uno de los tópoi del lógos epitáphios consistía en recordar que la muerte en defensa de la patria era la justa compensación que debía tributarse a la tierra madre, a cambio de la vida otorgada a su pueblo autóctono (Sonnino 2010, p. 266).66
Licurgo, en Contra Leócrates, hace una lectura de Erecteo en clave patriótica, condicionada por los intereses de su discurso.67 Sin embargo, como ha sido señalado por los especialistas (Loraux 2012, p. 127; Sonnino 2010, pp. 112-113), Eurípides no utiliza nunca de manera simple o acrítica la estructura y los tópoi del lógos epitáphios, sino de modo deliberadamente crítico, e incluso ambiguo, para delinear la distancia existente entre el nacionalismo oficial y el más bien problemático de los personajes de sus obras. El dramaturgo se revela en toda su complejidad al mostrar una yuxtaposición de diversos puntos de vista.68 Es así que los principios del nacionalismo ateniense que Praxitea exalta con tanto entusiasmo en F 360 Kann. (= F 12) entrarán en crisis al final de la tragedia (F 370 Kann. = F 17 = P. Sorb. inv. 2328), cuando el mensajero le informe a la reina que ha muerto su marido y se han suicidado sus otras dos hijas. De hecho, el mensajero, a la vez que le comunica a Praxitea la muerte de Erecteo, intenta consolarla recurriendo a los mismos tópoi del lógos epitáphios de los que Praxitea se había servido en su rhêsis para demostrar la justa necesidad de sacrificar a su hija, pero que ahora, irónicamente, no tienen eficacia alguna para calmar la desesperación de la reina (Sonnino 2010, pp. 115-116, 342-343).
Por otra parte, la hija del Cefiso, luego de reprobar la conducta “feminizante” de las madres que, llorando, se despiden de sus hijos cuando estos se dirigen a la batalla en defensa de la ciudad, manifiesta conclusivamente que odia a las mujeres que, en lugar de lo bello, eligen la vida de sus hijos e incitan la cobardía (F 360.30-31 Kann. = F 12.30-31).69 Y a continuación afirma de modo rotundo que ofrecer a su hija en sacrificio por la patria es una muerte bella (F 360.32-35 Kann. = F 12.32-35) que tiene una consecuencia bella (καλόν, F 360.37 Kann. = F 12.37). Todo lo cual, por supuesto, está en consonancia con la valoración encomiástica de la muerte por la patria que transmiten los discursos fúnebres de Atenas; los cuales, recordemos, desaprueban a la vez el “simple” suicidio.
En efecto, Praxitea y Atenea distinguen entre el sacrificio y los suicidios, y especifican solo el sacrificio como una acción realizada por el bien de Atenas (Coo 2020, p. 86). No obstante, la valoración sobre cada tipo de muerte parece ser trastocada en la rhêsis final de Atenea; pues la diosa le dice a Praxitea que la joven sacrificada debe ser enterrada en aquel sitio donde exhaló el último aliento de su “vida digna de compasión” (ο[ἰκτ]ρὸν βίον, F 370.67 Kann. = F 17.67). Además, la diosa ordena enterrar a las hermanas de la joven inmolada en el mismo sepulcro de tierra, a causa de la “nobleza” (γενναιότητος, F 370.69 Kann. = F 17.69) de estas muchachas que, suicidándose, dieron cumplimiento al juramento hecho a su hermana.70 Por supuesto, no podemos interpretar que para Atenea, de modo invariable, el suicidio es “noble” y el sacrificio por la patria implica un “final lamentable”, ya que estaríamos haciendo una generalización apresurada (y sin duda errónea, porque las tres jóvenes son deificadas).71 En Erecteo, la contradicción valorativa que encontramos acerca de estas dos formas de morir plantea más cuestionamientos que afianzamientos ideológicos.72 Sobre todo, claro está, porque a partir del descubrimiento (relativamente reciente) del fragmento papiráceo correspondiente al final de la pieza, podemos conocer la perspectiva divina, y poner en cuestión lecturas parciales y “patrióticas” como la que nos transmite Licurgo.
2.1. ¿Sacrificio voluntario o involuntario en Erecteo?
Según anticipamos al tratar el argumento de nuestro drama, Erecteo anunciaría, al volver de Delfos, un oráculo que exige el sacrificio de una de sus hijas para obtener la victoria en la lucha contra Eumolpo. A partir de ello, Cropp (Collard, Cropp & Lee 1995, p. 149) ha señalado que el ritmo típico de las dramatizaciones de Eurípides sobre la muerte voluntaria por sacrificio (Heraclidas, Hécuba, Fenicias, Ifigenia en Áulide) sugiere que dicho sacrificio fue en principio rechazado por el rey ateniense, pero luego aceptado, después de un discurso decisivo de renuncia. El F 360 Kann. (= F 12) habría sido la culminación de este proceso, con Praxitea anulando a un Erecteo reacio (F 360.1-3, 36-37 Kann. = F 12.1-3, 36-37) y, quizás, la propia repulsión inicial que pudo haber tenido ella misma.
En el caso de Erecteo, sobre todo, la renuencia original hacia el sacrificio de su hija se ha supuesto sobre la base de los términos generales en que aparece el autosacrificio en las obras de Eurípides. Pues, de acuerdo con un patrón establecido, aunque con ciertas variaciones, suele haber elementos retóricos y rituales comunes en estas obras, todos ellos sistematizados por Wilkins (1990). Entre los elementos retóricos, el más fuerte (presente prácticamente en toda escena de autosacrificio) consiste en la expresión del gran deseo de morir por parte de la víctima, en contra de los deseos de los propios phíloi(Wilkins 1990, p. 183). En el caso de Erecteo, no obstante, sorprende la inversión del patrón que se opera en el pronunciamiento de Praxitea, incluso más allá del hecho de que no podamos conocer con certeza, a partir de los fragmentos supérstites de la pieza, cuál sería la actitud de la joven sacrificada.73 Lejos de lamentar la muerte de su hija, la reina la favorece con ahínco.74 En verdad, esto pone en duda no solo el cumplimiento mismo del patrón que se supone que tendrían los dramas euripideos del autosacrificio, sino también si estamos, en Erecteo, ante un caso de sacrificio efectivamente “voluntario”. De hecho, Martínez Díez (1976, p. 19) ha sostenido que no solo el sacrificio de la hija era preparado sin ella saberlo, sino incluso que
la involuntariedad inicial del sacrificio por parte de la hija está fuera de dudas; su madre, no ella, es quien primero decide sobre el particular en el segundo episodio. Habría en el presente [sc. en el tercer episodio] una paulatina acomodación por parte de la hija. La actitud de sus hermanas puede hacer pensar justamente lo contrario.
De otro modo, Lacore (1995-1996, pp. 95-100) ha afirmado que es muy probable que, aunque la joven inmolada no ofreció resistencia, no se solicitó su consentimiento. Y Sonnino (2010, pp. 122-123, 289-290) ha planteado una hipótesis que niega que el sacrificio sea consentido, afirmando que
nelle tragedie superstiti incentrate sul tema del sacrificio, infatti, i genitori si oppongono alla morte volontaria dei figli (p.es. Eur. Phoen. 962 ss.). Poiché, però, nell’Eretteo si aveva una situazione del tutto opposta e tale per cui era Prassitea a sollecitare l’omicidio della figlia (fr. 12 [360 Kann.]); è evidente che in questo dramma doveva pure realizzarsi la situazione specularmente opposta per cui era la figlia stessa a opporsi al destino di morte cui era condotta, obtorto collo, con l’inganno.
Sin embargo, debemos advertir que estas hipótesis, que barruntan la involuntariedad del sacrificio de la hija de Erecteo, se basan casi exclusivamente en la rhêsis de Praxitea. ¿Estaríamos, pues, ante otra interpretación unilateral? Más allá de la postura de la reina, nada, en lo que se ha preservado de la pieza, nos habla de la actitud de la joven inmolada (Aélion 1986, p. 210).75 Por otro lado, la decisión acerca de su matanza recae, en última instancia, en su padre.76 Algo que queda evidenciado por parte de Atenea en F 370.66 Kann. (= F 17.66): el sacrificio de la joven es consumado, o mandado a consumar, por Erecteo.77
En este punto, nos parece oportuno retomar la postura que había presentado Aélion (1986). Y es que, obviamente, la joven inmolada no podía dejarse engañar hasta el final. Pero incluso, por la forma en que Eurípides trata el motivo del sacrificio en toda su obra supérstite, no es difícil creer que ella consintió su sacrificio.78 Lo asombroso del silencio y la discreción acerca de su actitud ante la exigencia de su muerte podría explicarse porque la joven no era uno de los personajes del drama, nunca se la vio en el escenario y sus palabras no se escucharon directamente; un mensajero solo vino para anunciar que el sacrificio había tenido lugar (Aélion 1986, p. 211). Aunque la autora reconoce que los fragmentos disponibles no pueden dar fundamento seguro a su conjetura, la suposición de la voluntariedad de la víctima concuerda con el interés dramático e ideológico de la obra. Una escena en la que la muchacha viniera, diera su consentimiento y dijera lo mismo que su madre tendría poco interés dramático. Una escena en la que la joven, por el contrario, rechazara el sacrificio, iría mal con las intenciones patrióticas de la tragedia (Aélion 1986, pp. 211-212).79
Las conjeturas de los estudiosos responden a nuestro interrogante de manera contrapuesta. Si la hija de Praxitea y Erecteo consintió o no el sacrificio exigido por el oráculo para obtener la victoria de Atenas es una pregunta que, en última instancia, permanece sin respuesta. Solo podemos repetirlo: ni los fragmentos, ni los testimonios sobre la obra nos iluminan acerca de este problema (Aélion 1986, p. 213). Y, sin embargo, situándonos en otra perspectiva, también debemos señalar que resolver esta cuestión no acabaría con la ambigüedad y la complejidad crítica de Eurípides: en la obra, el sacrificio humano no sería efectivo, una vez más, si Atenea no interviniera para detener a Poseidón; por tanto, el resultado del sacrificio ya no es automático (Bonnechère 2009, p. 211).
3. Conclusiones
En el desarrollo de nuestro trabajo, nos ha guiado el objetivo no solo de poder apreciar la tradición que retoma Eurípides, sino también, y sobre todo, destacar la complejidad crítica de este dramaturgo, cuyas obras, incluso las que conocemos de manera fragmentaria, no pueden trasponerse a interpretaciones o lecturas unilaterales. Esta complejidad crítica se nos antoja como un fenómeno fractal en la tragedia de Eurípides: las perspectivas en pugna no solo estallan entre los dramas o los personajes, sino también entre (y al interior de) sus pronunciamientos individuales.
Por ello, muy poco puede decirse con certeza y sin parcialidad del tratamiento del “suicidio” y del autosacrificio en Erecteo de Eurípides. Sin embargo, los estudiosos muestran la importancia de intentar responder ciertos interrogantes sobre estas problemáticas, aunque tales respuestas sean arriesgadas postulaciones que conducen, a su vez, a más amplios cuestionamientos. De manera intencional, hemos enfatizado el carácter irreconciliable de las posturas de los especialistas respecto de una cuestión trágica euripidea por excelencia, como es el (auto)sacrificio. Más allá del recurso obvio de intentar solucionar problemas de la tragedia fragmentaria a partir de lo que sabemos hoy de la tragedia en general, creemos que resulta valioso vislumbrar cómo los interrogantes que surgen de la tragedia fragmentaria, y que muchas veces permanecen abiertos, proyectan sobre ese “conocimiento” nuestro de la tragedia en general el hálito de presunción. Y es que todo texto trágico de que disponemos en nuestro presente, aunque lo consideremos concluso, es en definitiva un fragmento de corpus que se recorta de manera incompleta desde un tejido textual más amplio que en gran medida se ha perdido para nosotros. Dicho con una imagen metafórica: si bien nuestro conocimiento del drama ático ilumina muchos aspectos de las obras conservadas, la tragedia, fragmentaria o no, siempre nos opondrá oquedades. Oquedades impenetrables, ya que nos adentramos solo en los ámbitos en donde se ha encendido alguna luz.
Es cierto que podemos vislumbrar que las valoraciones griegas usuales (aquellas, por ejemplo, presentes en los discursos fúnebres) de ambos tipos de muerte no se representan en la pieza euripidea que hemos estudiado de manera diáfana. De hecho, parece haber, ni más ni menos, una inversión valorativa en este sentido, como vimos en la rhêsis de Atenea (F 370.67-70 Kann. = F 17.67-70). Para despejar toda duda acerca de esta inversión, las diferencias y los matices entre ambos tipos de muerte se borran ceremonialmente en el mismo final de la pieza, cuando también la diosa ordena que las tres jóvenes hermanas sean enterradas juntas en el mismo sepulcro de tierra (ἐν τάφωι τ[αὐτ]ῶι χθονὸς, F 370 Kann. = F 17), convertidas en diosas bajo un solo nombre, las Jacíntidas (F 370.73-74 Kann. = F 17.73-74), y transformadas en estrellas de una única constelación (F 370.72 y 107-108 Kann. = F 17.72 y 107-108).
En definitiva, el ritual “normaliza” todas las muertes y considera, para la posteridad, que las tres jóvenes contribuyeron de un modo similar a la salvación de Atenas. ¿Se trata de compensar la falta de voluntariedad del sacrificio y, de esta forma, apropiarse “patriótica” e irónicamente de la voluntad de las dos jóvenes suicidas? ¿Se pretende subsanar un par de suicidios que, con relación a la salvación de la pólis, resultan, como mínimo, gratuitos? ¿Se busca, en síntesis, conjugar y homologar en un solo acto imaginario aquellos elementos (tales como voluntariedad, inmolación en defensa de la ciudad, discurso de renuncia a la vida) que aparecen aislados y discordantes, fuera del cauce patriótico esperado?
Como el ritual, el teatro griego es, por supuesto, palabra en acción. Así, la rhêsis de Praxitea, desde su propio punto de vista (con el cual Licurgo coincide), se presenta como la actuación de un “ciudadano” modelo. En términos de Harder (2006, p. 157), Praxitea se apropia de la individualidad de su hija y la “mata” virtualmente por medio de su discurso incluso antes del sacrificio real.80 Por otro lado, ¿acaso la mismísima Atenea, en un acto cuya palabra tiene un valor ritual fundacional, siente la necesidad de cuestionar la ideología que sustenta los sacrificios por la pólis e inmediatamente de “restaurar” (ἐξανώρθωσας, F 370.95 Kann. = F 17.95) esa ideología?
No pretendemos responder las preguntas planteadas, sino simplemente apuntar con ellas a una comparación que nos parece “luminosa” respecto de los problemas abordados. Y es que allí donde se borran las singularidades, aparecen las generalidades elocuentes. Después de todo, nosotros tenemos un mismo “sepulcro” lingüístico, la palabra “suicidio”, para soterrar culturalmente aquella multiplicidad problemática de muertes que, examinadas con detenimiento, representan conflictos que solo por abstracción ritual pueden ser consideradas individuales.