Esta impactante frase, “L’helléniste Claude Mossé est morte”, apareció el 13 de diciembre de 2022 en el periódico Le Monde, en la sección “Disparitions Essais”. Fue Philippe-Jean Catinchi, profesor de historia y periodista, quien dio la desafortunada noticia del día anterior, el 12 de diciembre, con la imagen de un retrato de Claude Mossé del año 2000.
El nombre completo de esta historiadora helenista fue Claude Jeanne Dinah Mossé. Su familia, de extraordinarios lectores y de ascendencia judía, residió en Francia por más de cinco generaciones, razón por la cual no padeció el genocidio nazi de la Segunda Guerra Mundial, aunque algunos de sus familiares fueron deportados. Hoy, que el mundo se conduele y no comprende las atroces guerras existentes en Oriente, la filología clásica mexicana tiene también mayor pesadumbre por la pérdida de Claude Mossé, agradeciendo sus aportes científico-históricos al interpretar la cultura antigua durante su larga y fructífera vida académica que culminaría con el emeritazgo.1
Es muy importante que la juventud de Letras Clásicas en la Universidad Nacional Autónoma de México conozca, además, su militancia política, no solo a favor de la liberación de Argelia (entre 1954 a 1962), sino incluso su participación activa en el debate dialógico en el Mayo francés del 68, donde universalmente la juventud estudiantil rechazaba el sistema político, social y cultural del momento, hasta llegar a transformar ideas y valores morales que actualmente son compartidos. Claude Mossé participó con mucho ánimo en el partido comunista francés, ya que creía en los ideales de la revolución rusa que, con el tiempo, llegaron a diseminarse.
Tal vez la gran aportación de esta investigadora se dio en el ámbito de la antropología política, por haber descrito y analizado los sistemas políticos de la Grecia antigua. Por principio, he de señalar su clara metodología histórica que partía de las fuentes antiguas y de las posturas políticas modernas. Por ejemplo, se pueden recordar los estudios de la famosa tríada griega: Sócrates, Pericles y Alejandro Magno. Gracias a la insigne historiadora, a estos personajes los comprendemos con mayor claridad, porque Mossé los insertó en las situaciones económicas, políticas y culturales en las que vivieron. Puedo referirme tan solo a Pericles. A esta compleja personalidad se le debe la experiencia política más original para la historia humana, la democracia, modelo de gobiernos actuales, inscritos en el florecimiento artístico griego. Esta académica investigó los orígenes de esa forma de gobierno y la realidad existente en la propia sociedad ateniense. Su prosa narrativa es nítida, como puede verse en las siguientes líneas de la traducción española donde van surgiendo los diferentes bemoles interpretativos de la historia:
¿Nació la Historia en la Atenas de Pericles? Esta es quizá una manera ambigua de plantear el problema. Pues supone, en primer lugar, extenderse sobre lo que es la Historia, y la relación que hay entre esta forma de investigar que consiste en hacer el relato de los hechos pasados y las corrientes de pensamiento que caracterizan, como se ha visto, a la Atenas de Pericles.2
A Claude Mossé le resulta clara la postura de Tucídides bajo Pericles, el político moderado, el promotor de la paz en Atenas durante 30 años, lo que, efectivamente, da pie a pensar en la “Atenas de Pericles”, mas no deja de hacer una crítica a esta figura: “Y, sin embargo, fue él quien arrastró a la guerra que había de serle fatal” (2007, p. 190). Por otra parte, en este libro, la autora considera que Tucídides era un buen politólogo, puesto que expresaba las relaciones existentes entre las importantes potencias políticas de ese momento, sin hacer a un lado, al mismo tiempo, las diferencias entre el mundo actual y el antiguo:
hoy, toda una escuela de pensamiento en Estados Unidos se inspira en sus reflexiones sobre este punto, para interrogarse sobre la amenaza que puede suponer la existencia de una superpotencia que pese en el equilibrio mundial. Es importante, sin embargo, ser prudente, y recordar, con Claude Loraux, que Tucídides <no es un colega>: las realidades del mundo contemporáneo son radicalmente distintas de las que exitían en el siglo V a. C. en un mundo reducido a la cuenca del Egeo y a una parte de la península Balcánica. Por otro lado, aunque tengamos la tentación de ratificar el testimonio de Tucídides para comprender el sentido de la evolución del mundo griego en el último tercio del siglo V, no deja de ser algo excesivo ver en él el inventor de una historia <racional> y <científica> sobre cuya posibilidad los historiadores del comienzo de este tercer milenio no dejan de interrogarse, como lo atestiguan las recientes obras de Paul Ricoeur, Reinhart Koselleck o François Hartog, por no citar más que algunos ejemplos.3
Su pasión por la historia y la política surgió desde su juventud, cuando leía al apasionado Demóstenes, el orador que pugnaba por la libertad y la democracia cuando Atenas luchaba en contra de la invasión de los macedonios,4 mientras tanto, en su país imperaba la ocupación de los nazis. Así pues, su tesis doctoral, La fin de la démocratie athénienne (1959), influida por la admirable Constitución de los Atenienses de Aristóteles, le permitió encontrar nuevos lineamientos antes no descifrados durante el siglo IV a. C. Ella misma expresó en una entrevista5 que sus estudios sobre Grecia partieron, como su generación, de Gustave Glotz, quien trabajó la polis y la economía griega, pero separaba la formación del soldado y del ciudadano y hablaba de la apatía del demos. Claude Mossé corrige esta interpretación, demostrando que en la polis ateniense había una amplia movilización de ciudadanos y que, además, el servicio militar lo realizaban los pobres, tanto en la flota como entre los hoplitas, por todo lo cual percibían un salario. Ella probó también que los escuchas en la asamblea de ninguna manera eran ciudadanos pasivos, sino activos, ya que la asamblea era soberana, con poderes teóricamente ilimitados en los asuntos más importantes de la vida de la ciudad, llegando inclusive a erigirse como una corte suprema de justicia, si bien tal omnipotencia podía llegar, a veces, a incoherencias y contradicciones.
Brevemente puedo decir que sus investigaciones comparadas partieron de su estrecho contacto con el Centro Louis-Gernet, en su mayoría formado por historiadores de ascendencia judía, quienes trabajaron con mucha rigurosidad sobre las sociedades antiguas, al lado de Jean-Pierre Vernant (1914-2007) y Pierre Vidal-Naquet6 (1930-2006). Sin olvidar los estudios sobre la historia institucional, social y económica en Inglaterra bajo el impulso del ilustre historiador Moses I. Finley. Así, Claude Mossé abre estudios apasionados en torno a la democracia griega y al sentido de la libertad. Sin duda, también fue importante para ella el historiador italiano de ascendencia judía, expulsado por las leyes raciales de Mussolini, Arnaldo Momigliano (1908-1987). Al lado de los estudios de esta investigadora hay que incluir a otros historiadores franceses: Yvon Garlan, Philippe Gauthier y Édouard Will, con quienes ella también colaboró. Hace falta descubrir a la mayoría de sus propios alumnos, ya que siempre se le ha señalado como una excelente formadora de historiadoras e historiadores.
Por ahora no es posible hacer una presentación completa del trabajo histórico realizado por Claude Mossé, sin embargo, resulta oportuno hablar de su vocación literaria, ya que en la última etapa de su vida publicó algunas novelas históricas, como La judía del Papa, situada en el siglo XIV, cuando los judíos eran perseguidos en Montpellier por Felipe IV, el Hermoso, quien ambicionaba el poder de la Occitania francesa. Por ello tuvo a un fiel legista, Guillaume de Nogaret, quien hizo hasta lo imposible por derrocar al Papa Bonifacio VIII. Interesantes son también La ira de Dios7 y L’émeraude du pape: un thriller pontifical, también de principios del siglo XIV, con personajes reales y ficticios cuya actitud era cien por ciento integrista, inmersos en un fanatismo religioso bajo sociedades secretas como el Opus Dei, cuya contagiosa intolerancia amenazaba a la ciudad toscana de Florencia. La trama es fiel a la realidad histórica. Estas novelas pueden compararse con nuestra propia época, donde el odio y la incomprensión social surgen de la intolerancia religiosa.
De entre los estudios históricos sobre su país, no puede olvidarse su libro L’Antiquité dans la Révolution française.8 Y su útil Dictionnaire de la civilisation grecque,9 para jóvenes franceses en particular. También destaca su Voyage dans la Grèce des temps anciens, desde el siglo VIII al VI, con ilustraciones: casas, mercados, caminos, ciudadanos ricos y pobres, mujeres, niños, con documentos y mapas, un placer de conocimientos para la juventud.
Bajo esta escueta visión de la obra de Claude Mossé, me interesa mencionar ahora que ella fue invitada a México por Paola Vianello (filóloga italiana que trabajó en nuestro país desde 1969 hasta su fallecimiento en 2007). Dicha invitación sucedió en 1981, cuando la historiadora francesa ocupaba la cátedra de Historia Antigua en la Universidad de París VIII (Vincennes).10 Impartió, entonces, un curso sobre “Ciudadanía y democracia en la Grecia antigua: nuevos problemas e investigaciones recientes”. Por la importancia que esta historiadora tuvo en nuestra Universidad, reproduciré algunos pasajes de la entrevista que la profesora Vianello realizó y publicó en Thesis. Nueva revista de Filosofía y Letras:
PAOLA VIANELLO: ¿Qué importancia tiene a su juicio, para la sociedad contemporánea, el estudio de la historia griega y romana en particular y de la historia en general?
CLAUDE MOSSÉ: Pienso que el estudio de la historia es, para un hombre de hoy, la forma mejor de comprender el presente. Somos, en efecto, los herederos de una larga tradición que determina no solamente el paisaje de nuestras ciudades y de nuestros campos, sino también de nuestra forma de vivir y pensar. Por lo que concierne a la Antigüedad grecorromana, no hay duda de que la lengua que hablamos y los conceptos que ella transmite son una herencia de esta civilización. Las instituciones democráticas, el mismo término de democracia, son una herencia de la Grecia antigua. Me limitaré solamente a recordar la importancia que tuvo la formación clásica en los hombres que hicieron la Revolución Francesa y que se consideraban “espartiatas” más que atenienses; o en Napoleón, quien después de haber instituido el consulado fue el fundador de un imperio que tuvo evidentemente en Roma su modelo. Sabemos también la importancia que tuvieron las utopías elaboradas por los filósofos antiguos en la formación de las doctrinas socialistas, y lo que debe a Aristóteles la economía política moderna. El conocimiento de la historia es un medio para volver a colocar estas construcciones en su contexto y para medir mejor, por eso mismo, la distancia que separa el mundo moderno de las sociedades que lo han precedido. […]
PAOLA VIANELLO: Por lo que concierne al estudio de las instituciones griegas y romanas ¿podría trazar usted las líneas de su desarrollo?
CLAUDE MOSSÉ: El estudio de las instituciones es ciertamente aquel que, en apariencia, pone menos problemas, en la medida en que se dispone de una importante documentación epigráfica, tanto para las instituciones griegas como para las instituciones romanas, a la cual se añade además en el caso de estas últimas, una abundante producción de carácter jurídico, esto es, de fuentes aparentemente “objetivas”. Me parece que las investigaciones recientes se orientan, por un lado, hacia un cuestionamiento de esta “objetividad”, y por otro lado, hacia un análisis más preciso del vocabulario de estas instituciones, a fin de evitar -lo que ha sido demasiado frecuente hasta el inicio de este siglo- comparaciones, implícitas o explícitas, con las instituciones del mundo contemporáneo. Por otra parte, hoy en día se hace el esfuerzo de relacionar aún más estas instituciones con las realidades sociales y económicas y, consecuentemente, con la evolución o las transformaciones de estas realidades. Para ilustrar mis palabras no tomaré más que un ejemplo que conozco bien: la aparición y el desarrollo de las instituciones democráticas en Atenas. Hoy en día ya no se piensa en hacer surgir de las reformas de Solón una democracia totalmente armada, como nació Atenea de la cabeza de Zeus. Tanto si se trata de la ciudadanía, como de la retribución de las funciones públicas o del papel de los tribunales, se hace un esfuerzo por reubicarlos en el contexto de la ciudad griega del siglo VI y de los siglos siguientes. Ya no se reducen las tensiones que la desgarran a luchas de “partidos”. Análogamente, se hace un esfuerzo por poner en evidencia el funcionamiento real de la vida política: a quién pertenecía el poder de decisión, cómo se desarrollaban las sesiones de la asamblea, de qué forma se votaba, etcétera... Este tipo de investigaciones ha sido aplicado de manera aún más sistemática al estudio de las instituciones romanas, como lo demuestran los trabajos de L. Ross-Taylor y de Cl. Nicolet.11
PAOLA VIANELLO: ¿Cuáles pueden ser, a su juicio, las repercusiones de los estudios acerca de la vida política en la Antigüedad clásica sobre el estudio de la ciencia y de la teoría política?
CLAUDE MOSSÉ: Estas repercusiones se desprenden de lo que acabo de decir en respuesta a la pregunta anterior: en la medida en que la ciencia política se preocupa esencialmente de la manera de funcionar de las instituciones, el ejemplo de las ciudades antiguas puede resultar rico en enseñanzas. Aclarar la manera como se desarrollaban las sesiones de la asamblea popular o de la boulé (Consejo) ateniense, del senado o de los comicios romanos, medir el poder real de tal o cual, de esas asambleas en función del tipo de escrutinio, poner de manifiesto la actividad de tal o cual “grupo de presión”, son todos ellos problemas que se relacionan con las investigaciones de la ciencia política contemporánea. No es indiferente tampoco comparar los métodos de los poderes autoritarios. En el invierno de 1979 tuvo lugar en París un coloquio sobre “dictadura y legitimidad”, en el cual algunos especialistas de la Antigüedad, entre los que estaba también yo, presentaron la tiranía griega y la dictadura romana. Las numerosas preguntas que se nos hicieron demostraron el interés de estos estudios comparados. Quisiera añadir una observación más: se habla mucho, en esta segunda mitad del siglo xx, de autogestión. Ahora bien, la democracia griega que era una democracia directa puede enseñarnos mucho tanto sobre los aspectos positivos como sobre los límites de este concepto.12
Finalmente, Paola Vianello hizo una última pregunta:
¿Cuáles son sus impresiones después de este primer contacto con el mundo académico mexicano interesado en la Antigüedad clásica?
CLAUDE MOSSÉ: Ante todo me quedé sorprendida por el interés que manifestaron por los temas que traté todos aquellos que me han escuchado. Las preguntas que se me han hecho no sólo eran pertinentes, sino que revelaban un conocimiento de los problemas actuales de la investigación y de los debates más recientes. He apreciado mucho el que la mayoría de mis oyentes tuviera un muy buen conocimiento de las lenguas antiguas. Esto se explica, quizá, porque estamos en América “latina” y porque la tradición de los estudios clásicos es una tradición nacional. Pero esto me ha sorprendido mucho porque en Europa, y particularmente en Francia, los estudios clásicos están en retroceso desde la segunda guerra mundial.
Quisiera terminar diciendo cómo he apreciado la calurosa acogida que se me ha dado y formulando la esperanza de que los contactos así establecidos se mantengan y se desarrollen.13
La última vez que vimos y conversamos con la profesora Claude Mossé en la UNAM fue en septiembre de 2005, en ocasión de nuestro Primer Congreso Internacional de Estudios Clásicos en México. “Cultura clásica y su tradición. Balance y perspectivas actuales”, cuando dictó cátedra con “Le débat actuel autour de la démocratie athénienne”. La recordamos en cada una de sus lecciones, la hemos seguido leyendo y continuamos aprendiendo de su rigurosidad histórica. No es posible decirle adiós a Claude Mossé si no señalamos, primero, el libro fundamental que contiene sus mejores artículos: Claude Mossé, D’Homère à Plutarque. Itinéraires historiques: Recueil d’articles, textes réunis par Patrice Brun, Bordeaux, Ausonius Éditions (Scripta Antiqua, 19), diffusion De Boccard, 2007. En segundo lugar, citamos algunas palabras que escribió en su bello libro La mujer en la Grecia Clásica, traducido al español y en cuarta edición de 2001:
Así pues, menores de edad, marginales, excluidas de ese club de hombres que es la ciudad, en cuya vida no participan a no ser a través de las manifestaciones religiosas. Y sin embargo, constituyen, como señala Aristóteles, la mitad de la ciudad. ¿Podemos desde este supuesto extrañarnos de que la mujer ocupe un lugar tan importante en el mundo de la imagen de los griegos? Ahora es necesario intentar encontrar, a través de los escritos y los testimonios de los propios griegos, la imagen de esta mitad, inferior pero indispensable, temida pero también, a pesar del famoso amor griego, deseada, e incluso amada.14