En Traducción en el ámbito de las lenguas clásicas se reúnen cinco capítulos originados en el ciclo de conferencias que llevó el mismo nombre, el cual inició en diciembre de 2021 y concluyó en marzo de 2022, en el marco de la Cátedra Extraordinaria Rubén Bonifaz Nuño.
El “Prólogo” (pp. 5-11), realizado por el editor, se conforma de tres secciones. En la primera, de manera general pero bastante clara, se explican los retos que surgen al efectuar el ejercicio de la traducción, dado que los contextos de una lengua son distintos a los de otra; además, en el caso de los clásicos grecolatinos, se suma el desafío de la distancia que otorga el paso de los años, sin dejar de lado que para traducir materiales literarios es necesario no perder de vista el sentido poético del texto de partida. En la segunda se resume cómo, teniendo en cuenta lo anterior, las traducciones de clásicos griegos y latinos fueron la base de la Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana (BSGRM) cuando se fundó, en 1944, y en qué sentido se vio impulsada por diversos proyectos que la antecedieron. Por su parte, Rubén Bonifaz Nuño (Veracruz, 1923-Distrito Federal, 2013) le dio un sello característico desde 1966, año en que impulsó la creación del Centro de Traductores de Lenguas Clásicas, hasta su muerte. La última sección da cuenta de la labor de la Cátedra Extraordinaria Rubén Bonifaz Nuño, cuyo objetivo es el de “investigar, editar y traducir textos clásicos griegos y latinos, así como de encauzar reflexiones sobre los pueblos originarios de Mesoamérica y de la tradición hispanoamericana, áreas en las que el poeta y traductor veracruzano destacó ampliamente” (p. 10).
El capítulo de apertura lleva por nombre “Rubén Bonifaz Nuño, traductor literal”, de Bulmaro Reyes Coria, pp. 13-34. Dicho texto nos aproxima a la producción de Bonifaz Nuño para apreciarlo como un traductor cuidadoso y fiel a los textos originales. Además, gracias a las anécdotas que Bulmaro Reyes Coria despliega de forma vivaz y con el conocimiento de quien trabajó con él y lo trató en la cotidianidad, presenta al autor en una faceta más personal mientras leemos, como si estuviéramos viéndolo frente a nosotros. Se ofrece al inicio un listado de las publicaciones del poeta veracruzano en la colección de la BSGRM (veinte obras completas de catorce autores), con una descripción de su finalidad y su manera de traducir, incluyendo las consideraciones en cuanto al ritmo y el sentido; enseguida se presenta una breve mención de Alfonso Méndez Plancarte, a quien Bonifaz Nuño consideró su maestro en el arte de la versificación, para luego entrar de lleno en los fragmentos que ha elegido Reyes Coria para ejemplificar la “intención didáctica” de sus versiones.
Los primeros versos pertenecen a su traducción de las Geórgicas de Virgilio; luego podemos leer algunos de su versión de la Eneida; el fragmento de la Nemea III de Píndaro permite a Reyes Coria relatarnos una agradable anécdota sobre la admirable memoria que poseía Bonifaz. Sigue con la ejemplificación, dos líneas de las Olímpicas de Píndaro sirven para explicar cómo el poeta veracruzano se atrevía, de vez en cuando, a hacer omisiones o adaptaciones en el español de términos griegos o latinos, aunque buscara una literalidad máxima asiduamente. El relato acerca de la traslación de la Guerra gálica de Julio César da paso a discutir lo que algunos estudiantes alguna vez escuchamos sobre las versiones del traductor: que no se entendían. Afirmación que bastantes estudiantes más podríamos contradecir, agregando que leer, por ejemplo, la Ilíada de Bonifaz Nuño fue de las mejores experiencias en la carrera de Letras Clásicas. El capítulo cierra con dos versos de la Metamorfosis de Ovidio para contar cómo el poeta se negó a que se reimprimiera la obra por treinta años, por no estar conforme con la traducción del último verso, demostrando un carácter perfeccionista hasta el final de su vida.
El segundo capítulo se titula “Treinta traducciones (y algunas más) del íncipit de la Eneida”, de Antonio Río Torres-Murciano, pp. 35-56. Un hexámetro, arma virumque cano Troiae qui primus ab oris, el íncipit de la Eneida, con influencia de la Ilíada y de la Odisea de Homero, es el objeto de estudio del escrito de Antonio Río Torres-Murciano. Treinta y seis versiones españolas comprendidas entre 1428 y 2016 se revisaron para indagar en este verso y sus diversos matices, sentidos y posibilidades de traducción, a los que Río Torres-Murciano añade sus comentarios, concordando o disintiendo de quien los vertió en algunas ocasiones y adentrándonos en los estudios virgilianos en otras, lo que da como resultado un extenso cuerpo de notas que complementa pertinentemente su trabajo, ya de por sí extenso y laborioso, pues se ha ocupado de analizar traducciones que abarcan más de cinco siglos y que además influyeron en otras creaciones épicas. Es un capítulo cuya lectura ofrece un interesante panorama de la traducción a través de los siglos de un texto clásico ampliamente conocido e imitado y que sigue siendo el referente de numerosas obras posteriores.
La tercera colaboración se denomina “¿Traducir lo que se adivina, o adivinar lo que se traduce? El problema del contexto en las Suertes Virgilianas”, de Francisco García Jurado, pp. 57-77. Nuevamente nos encontramos con una notable exposición sobre la edición y la traducción relacionadas con Virgilio, esta vez de las Suertes Virgilianas, libro publicado por Francisco García Jurado en 2021. Se trata de un caso peculiar: no existe como tal una obra escrita por Virgilio titulada “Suertes”, por lo que García Jurado explica a detalle su labor, por encargo, de reunir, editar y traducir fragmentos del poeta mantuano que se pueden catalogar como Suertes, esto es, una “práctica consistente en abrir un libro al azar para encontrar respuestas relativas al futuro” (p. 58). García Jurado puntualiza cómo clasificó las Suertes en seis categorías: asertos, negaciones, preguntas, sentimientos/emociones, consejos/órdenes y predicciones/promesas, logrando así reunir un corpus de 162. Luego, narra cómo llevó a cabo la traducción para que cumpliera los objetivos que consideró pertinentes, a saber, que no sólo se vertieran los versos, sino que también se proporcionara al lector un contexto que lo acercara al entendimiento de tales pasajes. Discute también cómo en las Suertes surgen tres grados de autoría: el rol del hermeneuta, el rol del bromista y el rol del fingidor, a la luz de lo ya expuesto sobre esta práctica por Domenico Comparetti, Moa Ekbom, Javier Velaza, François Rabelais, John Ashbery o Carmen Iriondo. Respecto al papel de traductor, García Jurado brinda su propia experiencia y enfoque concluyendo que en la nada sencilla labor de ofrecer una publicación de las Suertes Virgilianas tuvo que hacer también la función de editor filológico y la de autor-intérprete.
El cuarto capítulo se llama “Leopoldo Lugones, Alfonso Reyes y Rubén Bonifaz Nuño, traductores de la Ilíada”, de David García Pérez, pp. 79-107. En cinco apartados, García Pérez realiza un análisis sobre las traducciones de la Ilíada publicadas por poetas hispanoamericanos, considera como pionero del proyecto de traducir a Homero en verso a Leopoldo Lugones, quien en Estudios Helénicos (1924) y Nuevos Estudios Helénicos (1928) reunió las conferencias que había impartido sobre los poemas homéricos y su propia versión parcial. Durante la mayoría del siglo XX, la Ilíada y la Odisea en versión de Luis Segalá y Estalella fueron las traducciones íntegras de la poesía homérica más conocidas en México, hasta que se publicaron la Ilíada de Rubén Bonifaz Nuño (1996-1997) y, ya en el siglo XXI, la Odisea de Pedro Tapia Zúñiga (2013). Sin embargo, la versión de Segalá estaba enfocada en la traducción en prosa, no así la de Lugones, la de Reyes y la de Bonifaz Nuño; los primeros dos poetas se encargaron de hacer traslaciones fragmentarias en versos alejandrinos de las obras de Homero y el último vertió en su totalidad la Ilíada utilizando un método de versificación meticulosamente explicado en su introducción a dicho trabajo. La contribución de García Pérez apunta a una configuración de la épica homérica como base de la identidad latinoamericana, en específico de la argentina, con la analogía Martín Fierro-Aquiles que hace Lugones, y de la mexicana, con el símil Cuauhtémoc-Héctor que establece Bonifaz; también destaca la intención de Alfonso Reyes de obtener sabiduría leyendo a los clásicos, sobre todo a Virgilio, acercando el latín a la población mexicana de izquierda. Con estos y otros tópicos, David García Pérez da su justo lugar a las versiones españolas de las obras homéricas realizadas por autores de América Latina.
El quinto capítulo se intitula “La novela erótica griega: los retos de su traducción”, de Lourdes Rojas Álvarez y Claudia Verónica Palma Cano, pp. 109-142. Este trabajo se presenta en dos partes, la primera se ocupa de las vicisitudes generales de verter a otra lengua textos que manifiestan emoción: las diferencias entre las emociones de una sociedad a otra a través del tiempo también tocan la labor de quien traduce una obra literaria. Es notable, además, que “no todas las culturas entienden lo mismo por emoción” (p. 111). Lo anterior se analiza y ejemplifica mediante dos escenas de la novela Quéreas y Calírroe, relato griego del s. I d. C., y la emoción sobre la que se desenvuelven, la ὀργή, confrontando las traducciones de Lourdes Rojas y de Julia Mendoza. Se elogia la habilidad de Caritón de Afrodisias para caracterizar a sus personajes de una manera compleja y cambiante a lo largo de la novela, poniendo énfasis en su edad, individualizándolos, lo cual atestigua un “realismo psicológico”.
La segunda parte se dedica a los retos específicos de traducir la novela erótica griega, cuyos estudios son, en realidad, algo recientes, comenzando en el siglo XIX. Tomando como referencia ciertas opiniones de Antonio López Férez sobre traducción, se presenta una serie de fragmentos de las novelas de Longo, Pastorales de Dafnis y Cloe, y de Aquiles Tacio, Las aventuras de Leucipa y Clitofonte, traducidas ambas por Lourdes Rojas Álvarez para la Universidad Nacional Autónoma de México; también la primera por Jorge Bergua para Alianza, la segunda por Máximo Brioso para Gredos. Es este un estudio que nos aproxima a la traducción de conceptos emocionales y a la novela erótica griega en una forma bastante grata.
Traducción en el ámbito de las lenguas clásicas es un libro cuya lectura resulta enriquecedora y amena no solo para quienes se dedican a traducir del griego o del latín o para los estudiantes que comienzan a hacerlo, sino también para cualquier persona interesada en acercarse a textos clásicos. El editor sin duda llevó a cabo una valiosa elección de materiales para conformar este volumen, ya que abarcan temas variados y dejan a quien lee con el deseo de conocer más a fondo las actividades que realiza la Cátedra Extraordinaria Rubén Bonifaz Nuño.