Introducción
Lampedusa es una pequeña isla en la frontera marítima mediterránea de Italia con los países del nordeste de África. A sus playas llegan con frecuencia los sobrevivientes de naufragios y los cadáveres de niños, hombres y mujeres ahogados; personas expulsadas de sus países por las guerras, las hambrunas, el desempleo, intentando cruzar el océano en balsas y embarcaciones destartaladas para buscar un mejor modo de vida en Europa.
El primer viaje apostólico del papa Francisco fue aquí el 8 de julio de 2013, a pocos días de haber ocurrido uno de los naufragios más desastrosos del año. En la homilía de la misa que ofició dijo: “sentí que tenía que venir hoy a rezar, a realizar un gesto de cercanía, pero también a despertar nuestras conciencias para que lo que ha sucedido no se repita”.1 Casi un mes después, Francisco declaró en una entrevista que veía a la Iglesia como un “hospital en campaña tras una batalla”:
Yo sueño con una Iglesia Madre y Pastora. Los ministros de la Iglesia tienen que ser misericordiosos, hacerse cargo de las personas, acompañándolos como el buen samaritano que lava, limpia y consuela a su prójimo. Esto es Evangelio puro. Dios es más grande que el pecado. Las reformas organizativas y estructurales son secundarias, es decir, vienen después.2
Han transcurrido cinco años de la elección del primer papa latinoamericano y jesuita, tiempo suficiente para apreciar su compromiso cabal con el proyecto de una Iglesia renovada en la misericordia y lo que esto implica en su calidad teológica de signo e instrumento para implementar el Reino de Dios anunciado por Cristo en los Evangelios.3 Colocar la misericordia en el centro del sentido pastoral y moral de la Iglesia es una acción equiparable a lo que convocan e impulsan otros movimientos de conciencia ecuménica en varias partes del mundo que, como en el caso de la organización Charter for Compassion coordinada por la historiadora Karen Armstrong,4 proponen restaurar la compasión en la ética y la religión de una manera tal que fomente prácticas de empatía con el sufrimiento de los seres humanos y la garantía de proporcionar a los jóvenes información veraz y respetuosa sobre otras tradiciones y culturas.
Después de que los estudios sociológicos sobre la religión en Occidente desplazaron el debate del problema de su supervivencia en el mundo moderno al reconocimiento de su rearticulación para ampliar sus códigos de comunicación de la fe en sociedades secularizadas, volvemos a recuperar las cuestiones planteadas por Max Weber sobre el papel de la religión y de las tradiciones espirituales en la evolución histórica de la especie humana. En el marco de los movimientos de conciencia mencionados y de la pastoral del papa Francisco nos preguntamos, siguiendo a Weber,5 ¿cuál es la influencia de la Iglesia sobre el universo social del ethos caracterizado por motivos específicamente religiosos?
En este artículo se aportan algunas reflexiones sobre dicha cuestión general al enfocar el análisis en las predicaciones de Francisco durante sus visitas apostólicas en el continente americano, entre 2013 y 2016.
Nuestro argumento propone que la Iglesia de la misericordia impulsada por Francisco es la expresión pastoral de una renovación eclesiológica dirigida a recuperar su vocación discipular y misionera, para responder a los desafíos del cambio de época que la Iglesia discierne en su lectura de los signos de los tiempos. La Iglesia de la misericordia tiene en Latinoamérica y el Caribe una connotación misionera continental, apoyada en la V CELAM de Aparecida, Brasil,6 y en las experiencias pastorales de las Iglesias particulares derivadas de ella.
La perspectiva sociológica en la que nos apoyamos para comprender y aprender sobre la Iglesia en la misericordia retoma de la fenomenología su lectura epistemológica de la realidad empírica sin la mediación a priori de un aparato conceptual. Un puente clave de la sociología fenomenológica en su lectura de la realidad social es la atención al lenguaje, por su capital importancia para significar la subjetividad humana en procesos de comunicación e interacción.7 Al elegir la predicación del papa como fuente de saber se reivindica esta característica del lenguaje que, en los contextos de interacción social y religiosa donde se pronuncia, permite rebasar su tratamiento como sermón retórico y postularla como un acontecimiento de acción comunicativa.
Para que haya una acción comunicativa, en los términos postulados por Habermas, es necesario explorar en la predicación del papa si
las convicciones compartidas intersubjetivamente vinculan a los participantes en forma de reciprocidad; el potencial de razones asociado a las convicciones constituye entonces una base aceptada, en la que uno puede estribar para apelar al buen sentido del otro.8
Francisco ha insistido en una pedagogía pastoral de la predicación que no se confunda con un espectáculo, en la lógica de las tecnologías mediáticas, y que cumpla su misión de encuentro con la grey.9 Desde un punto de vista metodológico se ha tomado la palabra al papa para observar en sus visitas apostólicas la articulación entre la estructura de sus predicaciones, sus maneras de interacción con las personas que lo escuchan y dialogan, así como las recuperaciones cercanas que él hace de las breves experiencias de encuentro, para compartirlas y reflexionarlas en el curso de sus visitas. Se ha cuidado no limitar la construcción de los datos en el dominio del análisis del discurso; no obstante, las aportaciones de los precursores de la “aventura semiológica”, como modestamente llamó Roland Barthes a su impresionante obra,10 nos pusieron sobre la pista del análisis estructural del relato para identificar las características de los significados que cobran vida como ideas fuerza en torno al gran significante que constituyen los Evangelios. Francisco predica con base en su discernimiento de los “signos de los tiempos”, esto es “de la manifestación de los valores evangélicos actuando en el interior de la sociedad humana en el rumbo de la historia”.11 En el actuar de la fe, el discernimiento de los “signos de los tiempos” es reconocer las llamadas que el Señor dirige a su pueblo desde el fondo de las realidades profanas colectivas, interpelándolo continuamente.
Interpelar es el verbo activo en una oración breve: el papa interpela con su predicación a la grey, porque juega con el significado gramatical de predicado y el pastoral de predicación. Por esta sola intención cada frase y oración de la predicación tiene un argumento en su confección y urdimbre a lo largo del discurso.12 Cabe aclarar que en el contexto de la acción comunicativa propuesta como hipótesis de trabajo, la interpelación referida es muy diferente a la definida en el enfoque de Althusser para analizar la ideología.13 Una diferencia básica es que en el análisis de la ideología, la interpelación rastrea la constitución de un sujeto simbólico reducido a “lo real”,14 mientras que en la de la acción comunicativa pastoral el individuo es tratado con toda la riqueza de su personalidad en un punto singular de subjetividad como discípulo de Cristo.
Los viajes apostólicos del papa son un escenario ideal para observar los contenidos e interacciones aludidos. Por iniciativa de la Santa Sede, el viaje apostólico es una variante de la visita canónica orientado por su objetivo pastoral; corresponde al papa realizarlo en su calidad de obispo de Roma a las diócesis bajo su responsabilidad en todo el mundo.15 El acento no se pone en la inspección tradicional de la visita canónica, sino en el acompañamiento pastoral y misionero con los apóstoles de Cristo en la Iglesia. Francisco ha dejado en claro este objetivo, como lo hizo en su arribo a México (2016), al decir: “Hoy vengo como misionero de misericordia y paz pero también como hijo que quiere rendir homenaje a su madre, la Virgen de Guadalupe, y dejarse mirar por ella”.16
Para estudiar, cómo predicó Francisco, la Iglesia de la misericordia durante sus visitas apostólicas se eligieron las realizadas en el continente americano porque, en primer lugar, la primera de ellas fuera de Italia la realizó en Río de Janeiro, Brasil, para celebrar la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud y por el peso pastoral que tiene el santuario de Aparecida, donde se podría afirmar que nació el proyecto de renovación de la Iglesia continental con la V CELAM en 2007. Además de Brasil, entre 2013 y 2016, Francisco visitó Estados Unidos, donde tuvo dos intervenciones trascendentes, una en el Congreso y la otra en la Organización de las Naciones Unidas; también viajó en dos ocasiones a Cuba y en tres de los países latinoamericanos más pobres: Bolivia, Ecuador y Paraguay. Finalmente, en 2016 visitó México donde el santuario de la Virgen de Guadalupe fue reivindicado en su magnitud pastoral de Iglesia madre para todo el continente, como lo hizo en Aparecida.
Las fuentes de datos de este artículo están en orden de importancia: a) los discursos de Francisco registrados oficialmente por la Librería del Vaticano en sus intervenciones públicas (de los cuales se consultaron 75 documentos); b) el seguimiento de las visitas por medios de información multimedia; c) artículos de prensa pública y de medios católicos; d) documentos del magisterio eclesiástico a los que remiten las citas y referencias de Francisco en sus intervenciones; e) bibliografía especializada sobre el papa Francisco y la biográfica de Mario Jorge Bergoglio SJ.
La Iglesia de la misericordia en clave misionera
La cruz pectoral que porta Francisco es la misma que traía cuando fue cardenal de la provincia de Buenos Aires. Desde un punto de vista iconográfico es la representación de un pastor con sus ovejas, llevando sobre los hombros a una de ellas y en la cúspide de la cruz una paloma simbolizando el Espíritu Santo. Cualquiera que sea el motivo personal del padre Bergoglio para portarla, lo destacable es el significante novedoso de la imagen del pastor a diferencia de las estilizaciones del Cristo clavado en los crucifijos pontificales de todos los papas anteriores. Si la salud de la religión depende, como escribió Mardones, de la vitalidad con que se asuman los símbolos religiosos,17 entonces la representación pastoral forjada en la cruz de Francisco anuncia el sentido de renovación de la Iglesia misionera que él predica.
Tres parábolas del Evangelio que Francisco trabajó como referentes constantes en sus predicaciones y encuentros durante los viajes apostólicos son la del Buen Samaritano (Lc 10, 29-37), la del Pastor que halla a su oveja perdida (Lc 15, 3-7) y la del encuentro en Emaús (Lc 24, 13-15). La función de la parábola en los Evangelios trasciende su eficacia literaria y tiene mayor contenido que la alegoría, en la medida que es la manera adecuada de comunicar a una escucha humilde el mensaje del Reino, y no solamente ilustrarlo con imágenes.18 ¿Qué actitudes atraviesan el relato de estas parábolas?: la misericordia de un hombre que se compadece de otro cuando lo halla herido en el camino después de haber sido asaltado y no lo trata como el enemigo que en su cultura lo designa como tal, sino como su prójimo; el cuidado responsable de un pastor por sus ovejas, cuando una de ellas se pierde y sale a buscarla aunque tenga aseguradas las restantes noventa y nueve; el encuentro en un atardecer de dos discípulos de Jesús que huyendo de Jerusalén se unen a un peregrino (Jesús resucitado) y no lo reconocen, pero le ofrecen hospitalidad para guarecerse de la noche. Al tenor de las tres parábolas, la misión de una Iglesia que se pronuncia como un “hospital en campaña” se debe a que los pastores tienen que salir de los templos para encontrarse con su grey, y los discípulos a predicar el Evangelio en su solidaridad y apoyo a sus hermanos desvalidos:
Releamos una vez más el episodio de Emaús. Es el misterio difícil de quien abandona la Iglesia, de aquellos que, tras haberse dejado seducir por otras propuestas, creen que la Iglesia -su Jerusalén- ya no puede ofrecer algo significativo e importante. Y, entonces, van solos por el camino con su propia desilusión. Tal vez la Iglesia se ha mostrado demasiado débil, demasiado lejana de sus necesidades, demasiado pobre para responder a sus inquietudes, demasiado fría para con ellos, demasiado autorreferencial, prisionera de su propio lenguaje rígido; tal vez el mundo parece haber convertido a la Iglesia en una reliquia del pasado, insuficiente para las nuevas cuestiones; quizás la Iglesia tenía respuestas para la infancia del hombre, pero no para su edad adulta.19
La cita anterior es una de las pocas intervenciones del papa en las que hizo referencia, con el adverbio “tal vez”, a la posibilidad de que en el interior de la Iglesia haya causas de su crisis. Cuidadosa prudencia de Francisco en exponer públicamente los problemas de fondo de la Iglesia, a excepción de su intervención con el episcopado mexicano, a quienes hizo señalamientos y exhortaciones fuertes sobre la necesidad de la comunión y unidad interna por encima de las diferencias entre ellos.20
Consistente con la “mirada sobre la realidad” que los obispos de la V CELAM exponen en el documento de Aparecida, Francisco refirió continuamente que los problemas del cambio de época, causantes de un extremo sufrimiento en las personas y la naturaleza, remiten a una economía global fomentadora de una cultura del consumo egoísta para fortalecer la riqueza entre minorías privilegiadas; en la exclusión y descarte de dos generaciones vitales para la renovación de la sociedad: los jóvenes como garantes del futuro y los viejos como portadores de la sabiduría y memoria; el relativismo que permea toda multi y pluridiversidad, al punto de no contar con una visión unitaria que permita ejercer la libertad con discernimiento y responsabilidad; las interrupciones para transmitir de una generación a otra, con la misma fluidez que antes, los valores, sabidurías y tradiciones culturales que sostenían los tejidos sociales y dignificaban el trabajo.
En este complejo panorama problemático del cambio de época, Francisco retoma en su predicación la escucha y lectura de los signos de los tiempos, ya denunciados en Lampedusa, como el sufrimiento humano infligido en los contextos de economías voraces por las riquezas, la exclusión y el tráfico de muerte (refiriéndose al narcotráfico), relacionados con el fomento de una cultura de la indiferencia ante el dolor de los demás. Al afirmar que la misericordia es la respuesta pastoral de la Iglesia a estos llamados, Francisco se refiere a ella en los siguientes términos:
Quisiera recordar que “pastoral” no es otra cosa que el ejercicio de maternidad de la Iglesia. La Iglesia da a luz, amamanta, hace crecer, corrige, alimenta, lleva de la mano […] Se requiere, pues, una Iglesia capaz de redescubrir las entrañas maternas de la misericordia. Sin la misericordia, poco se puede hacer hoy para insertarse en un mundo de “heridos”, que necesiten comprensión, perdón, amor.21
La literatura tipo best seller que se ha escrito sobre el papa tiende a construirlo como un personaje con un carisma excepcional destinado a realizar reformas profundas en la Iglesia, enfrentando fuerzas de oposición poderosas y conservadoras, como las de la Curia Romana.22 Sin demeritar los hechos de las relaciones de poder en el campo religioso donde la Iglesia católica es uno de los agentes principales, como tampoco el reconocido carisma de Francisco, 23 consideramos que este enfoque centrado en el personaje no ubica en la perspectiva correcta lo que representa la Iglesia de la misericordia, en un proceso histórico de su transformación en el tiempo de larga duración que acontece en el siglo XX y lo que va del XXI. A continuación se proponen tres coordenadas para dar seguimiento a las rutas críticas que abrevan en el “momento actual” de la Iglesia de la misericordia, según el decir de Francisco.
Se ha vuelto un lugar común la expresión de que la Iglesia se mueve a su propio paso, pero no en sintonía con la velocidad vertiginosa del mundo moderno, ni con el de las necesidades y expectativas de los creyentes católicos que esperan de ella cambios claros y precisos de lo que tanto se dice en su retórica doctrinaria. Lo cierto es que una coordenada de corte teológico y eclesiológico imprescindible para comprender a la Iglesia en su movimiento es la articulación pertinente entre Reino-Mundo-Iglesia.
Siguiendo a Leonardo Boff en su explicación teológica al respecto escribe “la Iglesia no puede entenderse en sí y por sí misma, porque está al servicio de unas realidades que la trascienden: el Reino y el mundo”. 24 El Reino, continúa exponiendo Boff, es una categoría empleada por Jesús, tal como la relatan los Evangelios sinópticos, 25 que expresa la realización en el mundo del fin bueno de la totalidad de la creación de Dios, liberada de toda imperfección y penetrada por lo divino. El Reino consuma la salvación en su estado último.
El mundo es el lugar de la realización histórica del Reino, pero esto no ocurre porque el mundo está en decadencia corrompido por el pecado. De ahí que sea necesario el dispendioso proceso de liberación para que el mundo pueda acoger en sí al Reino. 26 La Iglesia, continúa Boff,
es aquella parte del mundo que, en la fuerza del Espíritu, ha acogido al Reino de manera explícita en la persona de Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado en nuestra opresión. La Iglesia no es el Reino, sino su signo (concreción explícita) e instrumento (mediación) de implementación en el mundo.27
Este marco teórico general ayuda a ubicar los diferentes modelos eclesiológicos que históricamente han orientado la articulación entre las tres dimensiones identificadas. ¿Qué permite a la Iglesia discernir lo correcto para realizar esta articulación? Su atenta lectura de los signos de los tiempos, tal como la hacen y comparten las Iglesias particulares en sus escalas territoriales y culturales.28 Ubicamos aquí otra coordenada, de carácter histórico.
La Iglesia del siglo XX aprendió a discernir los signos de los tiempos en las terribles guerras y sufrimientos por ellas provocadas, para volcarse hacia el mundo y escuchar desde los oprimidos, víctimas, desplazados y sin hogar lo que en su lectura del Evangelio Dios pedía a la Iglesia. En estos términos, palabras más o menos, se puede leer en varios documentos del magisterio social de la Iglesia durante la primera mitad del siglo XX que la misericordia inspiró acciones sociales inéditas al formar sacerdotes y laicos militantes, hombres y mujeres, jóvenes y veteranos de las guerras para trabajar con campesinos, obreros, mineros, inmigrantes, huérfanos, viudas, gente sin hogar.29
El Concilio Vaticano II es, en este sentido, el gran acontecimiento de la Iglesia en el siglo XX, porque en él convergieron las experiencias pastorales construidas desde muchas bases parroquiales y familiares, posibilitando la creación del lenguaje teológico y magisterial con el que la Iglesia definió su papel en el mundo contemporáneo para responder a una época de cambios. Conviene precisar en este ámbito el significado de “experiencia”, definida por Francisco, como “la realidad que encuentra eco en esa expresión que nace de la sabiduría”.30 Cabe comentar que en Buenos Aires, el joven Jorge Mario Bergoglio se formó en este ambiente familiar y parroquial de acción social católica, y ya como novicio y luego sacerdote jesuita mantuvo una retroalimentación pastoral constante en su contacto con las parroquias de las villas miseria, los marginados e inmigrantes.31
Los documentos conciliares del Vaticano II son el referente obligado para reconocer la puesta al día de la Iglesia en el mundo moderno (aggiornamento) y el soporte macro, junto con algunas encíclicas con proyección social,32 que generaron en el continente americano las teologías latinoamericanistas, entre las que destacan las teologías de liberación en sus diversas corrientes y experiencias. A casi medio siglo de esa etapa histórica de la Iglesia latinoamericana se reflexiona con una distancia crítica la complejidad del fenómeno, incluso por varios de sus protagonistas que todavía viven. Esto ha contribuido a elaborar “cartografías” de experiencias colectivas en entornos eclesiásticos particulares y nacionales, comprensión de sus propuestas teológicas en el contexto de sus praxis, y rutas críticas seguidas por algunos movimientos que están presentes en los escenarios contemporáneos. Uno de estos movimientos es el que comparte el proyecto de una Iglesia renovada en la misericordia.
La tercera coordenada que traza el itinerario del proyecto de la Iglesia misional continental convoca la ruta de varias experiencias eclesiásticas caracterizadas por el trabajo episcopal colegiado y su pastoral de opción preferencial por los pobres. Ivereigh en su biografía del padre Bergoglio aporta datos sobre la influencia que tuvieron en él, desde sus años de formación y luego como profesor y provincial de la Compañía de Jesús en Buenos Aires, el pensamiento teológico de Romano Guardini e Yves Congar, que abordan el tema de la secularidad cristiana y de la necesidad de vincularlo con una teología de la creación y redención en las realidades terrestres; y de manera inmediata, en su terruño, del argentino Lucio Gera con la teología del pueblo. Gera recapitula las aportaciones de esta teología argentina en los siguientes términos:
Uno es la inclinación a asociar la reflexión teológica con la pastoral, esto es, pensamiento con la acción, con la praxis […], lo cual lleva a la teología a plantearse un mayor conocimiento de la realidad histórica, de la situación en la que se desea resolver la reflexión teológica. [El otro es] la inclinación del pensamiento teológico a resolverse en la realidad fáctica concreta […]. Esto hizo que la pobreza -no sólo el tema acerca de la pobreza de la Iglesia, sino el de los “pobres” del mundo- se sitiara en el centro de la reflexión teológica y hacia el horizonte en el que iban encaminados todos los tratamientos temáticos particulares.33
Al erigirse la praxis como derrotero pastoral que entreteje pensamiento, acción y reflexión, la misericordia como respuesta a los signos de los tiempos en un proyecto de Iglesia misional continental es un momento en su historia, relacionado con el sostenido esfuerzo del trabajo colegial de las comunidades eclesiales particulares que tuvieron su expresión más alta en la V CELAM de Aparecida, Brasil. En este contexto Susana Nuin, directora ejecutiva de comunicación del CELAM, afirma que el cardenal Bergoglio tuvo un rol fundamental en la confección del documento final de Aparecida. “Él fue permanentemente piloteando esta tarea que sus hermanos en episcopado le habían confiado”, en su estilo metodológico de diálogo fue recibiendo todos los aportes de la Asamblea junto a la comisión con la que trabajaba, de tal forma que “hizo que todas la voces de la Asamblea entraran armónicamente y fueran más que un texto, una realidad”.34
Cuando el 11 de febrero de 2013, Benedicto XVI anunció su renuncia, Ivereigh relata que el cardenal Bergoglio tendía a preparar su jubilación y ante la emergencia del evento asistió al Conclave en el Vaticano de donde salió nombrado papa. El teólogo de la liberación argentino Arturo Paoli, a quien Francisco recibió afectuosamente unas semanas antes de su fallecimiento, escribió que cuando la libertad se expresa como vocación significa la existencia por la real aceptación de sí mismo en las propias y determinadas circunstancias que se viven. De esta manera, la vocación como obediencia tiene la fuerza de hacernos salir de nosotros mismos y de apoderarse la ciudadela de la muerte que hay en nosotros.35
Al aceptar Bergoglio la responsabilidad como obispo de Roma es notable la recuperación de su vocación discipular y misional, sobre la cual alude constantemente la experiencia de la V CELAM en Aparecida, no solamente como el hecho histórico que es, sino como el punto de partida en un itinerario que compromete la renovación paradigmática de la Iglesia. Siguiendo a Francisco en su encuentro con el Comité de Coordinación del CELAM en Río de Janeiro, el cambio paradigmático “implica poner en clave misionera la actividad habitual de las Iglesias particulares”; de ahí que uno de los grandes desafíos para llevarlo a cabo sea
fomentar en todos los fieles el sentido de responsabilidad personal en la misión de la Iglesia y capacitarlos para que puedan cumplir con tal responsabilidad como discípulos misioneros como fermento del Evangelio en nuestro mundo. Esto requiere creatividad para adaptarse a los cambios de las situaciones, transmitiendo el legado del pasado, no sólo a través del mantenimiento de estructuras e instituciones, que son útiles, sino sobre todo abriéndose a las posibilidades que el Espíritu nos descubre y mediante la comunicación de la alegría del Evangelio, todos los días y en todas las etapas de nuestra vida.36
Interpelar en la misericordia
Francisco reivindica la importancia de la ternura para la cercanía y el encuentro misional, haciendo referencia a la dimensión materna de la Iglesia, presente en la devoción Mariana, cualquiera que sea su advocación cultural y religiosa. Es interesante rastrear en la etimología de la palabra misericordia, como lo hace Corominas, el significado latino que aparece ya en 1220 referido a quien “está formado con corazón”,37 y las palabras asociadas misión-misionero como el portador de esa virtud. En Europa fue la época del poverello, San Francisco de Asís, de quien el papa ha tomado su nombre porque “para mí es el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, el hombre que ama y custodia la creación”.38 Con esta actitud de ternura, aunada a la de vigor, en sus interlocuciones con el pueblo fiel durante las visitas apostólicas identificamos algunos códigos que expresan significaciones de la misericordia.
Siguiendo a Barthes,39 la función de estos códigos en la estructura del relato consiste en articular las ideas o mensajes que le imprimen fuerza y sentido. Las predicaciones de Francisco, según se ha señalado en el inicio de este artículo, tienen una clara intención pedagógica dirigida a exponer de manera sencilla y directa tres temas, casi siempre, que a la luz de la selección pertinente de un pasaje del Evangelio convoca a la reflexión.
En el cuadro 1 se presentan algunos de estos códigos; son muestras de maneras de decir las significaciones pastorales de la misericordia a quienes la palabra puede “tocar el corazón”, porque se sabe que en “esos corazones” hay experiencias que comprenden y se enlazan con los mensajes. La limitación de este cuadro para “evidenciar” como dato lo anterior es que no permite articular todo el proceso de interacción entre Francisco con las personas, grupos y grandes colectivos en las circunstancias donde ocurrieron estos encuentros.
Cuadro 1 Encuentros con el pueblo fiel
Pueblo fiel | Códigos interpelativos de misericordia |
Pueblo |
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Jóvenes |
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Familias |
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Grupos en condiciones de readaptación social: a) presos; y b) hospitales contra dependencia química |
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Migrantes |
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Comunidades indígenas |
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Excluidos: a) gente sin hogar; y b) ancianos |
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Víctimas de abuso sexual |
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Discusión
El último viaje apostólico del papa Francisco a Chile en enero de 2018 mostró tensiones insoslayables entre la alta jerarquía eclesiástica con personas que integran el pueblo fiel. El problema, difundido en los medios de información impresa y mediática de Chile y otros países que cubrieron el evento, fueron las protestas públicas de varios feligreses pidiendo al papa la destitución del obispo Juan Barros, de la diócesis de Osorno, a quien acusan de complicidad y protección del exsacerdote Fernando Karadima, abusador de menores.
Las tensiones sociales remiten a noviembre de 2015 con el envío al Vaticano de una exhortación de la Primera Sala de la Corte Suprema de Chile solicitando acceder a todos los antecedentes de la investigación sobre el obispo Juan Barros Madrid por encubrimiento de abusos sexuales del expárroco Fernando Karadima. En un audio difundido el 2 de octubre de 2015 por la agencia Ahora Noticias,70 se ve y escucha al papa Francisco defender al obispo Barros:
Que piensen con la cabeza y no se dejen llevar de las narices por los zurdos que son los que armaron la cosa. Además la única acusación que hubo contra ese obispo fue desacreditada por la Corte Judicial. Si, por favor, no pierdan la serenidad Osorno sufre sí, por tonta. Porque no abre su corazón a lo que Dios dice y se deja llevar por las macanas que dice toda esa gente.
Casi dos años después, el viaje apostólico a Chile ocurre en un ambiente hostil para la Iglesia. Unos días antes del arribo del papa a Santiago tres templos católicos fueron incendiados en la provincia, se estima en diez el total de estos atentados al concluir su visita. Lo que no se había reportado en viajes anteriores ocurrió aquí: centenares de manifestantes descontentos por la visita, pancartas con lemas como “Ni zurdos ni tontos. Osorno sufre. Obispo Barros encubridor”.71 La expectativa de las organizaciones de laicos agredidos por Karadima para reunirse con el papa no fue considerada, aun cuando se reunió con otros grupos en privado para realizar el acto de petición de perdón y rezo ya tradicional en los viajes precedentes. La tensión subió de tono cuando al arribar a Iquique, Francisco reiteró su posición defensiva de Barros al comentar a una periodista: “El día que me traigan una prueba del obispo Barros, ahí voy a hablar. No hay una sola prueba en contra. Son calumnias”. En respuesta las tres víctimas del exsacerdote Karadima que encabezan la demanda contra el obispo de Osorno respondieron a Francisco con la lectura de un documento que argumenta puntualmente sus demandas y referencias de evidencias, así como su protesta por la desacreditación que el papa hizo a sus denuncias al tildarlas de calumnias.72
Durante el viaje de regreso de Perú a Roma, en la conferencia de prensa dos reporteros abordaron el tema del obispo Barros y las víctimas de pederastia. Juan Pablo Iglesias, del diario La Tercera, planteó lo siguiente: “¿Por qué cree más al testimonio del obispo Barros que al de las víctimas?, ¿no se traiciona un poco la confianza hacia esas víctimas que usted planteó en Chile?”. Francisco dio una extensa disertación sobre la diferencia entre “pruebas” y “evidencias” para contextualizar las investigaciones que el Vaticano ha realizado sobre el obispo Barros, concluyendo que no hay evidencia alguna presentada por las víctimas para enjuiciarlo. Ante esta respuesta, Matilde Burgos de CNN Chile preguntó al papa: “¿Por qué para usted el testimonio de las víctimas no es una evidencia?, ¿por qué no les cree?, ¿a qué atribuye usted que se considere su visita a Chile como un fracaso de fieles y un fracaso de que la Iglesia queda más dividida?” A las dos preguntas iniciales Francisco respondió:
El testimonio de las víctimas siempre es una evidencia. Siempre. En el caso de Barros no las hay: no hay evidencias. […] Y lo otro, de Chile, es un cuento chino. Yo de Chile me vine contento. Yo no esperaba tanta gente en la calle, y eso -no pagamos la entrada ¿eh? Esa gente no fue pagada ni llevada en colectivo-.73
Las reacciones emotivas de Francisco provocaron controversias en la opinión pública y desconcierto entre los feligreses, quienes comentaron que “el papa dice una cosa pero acaba haciendo otra distinta”. Examinando el viaje apostólico de Chile en su calidad de acontecimiento que, siguiendo a Zizek, “no es algo que ocurre en el mundo sino un cambio del planteamiento a través del cual percibimos el mundo y nos relacionamos con él”,74 ¿qué giro se percibe con respecto a la predicación en la misericordia analizada en este artículo?
Empecemos por llamar la atención en la vulnerabilidad del sentido comunicativo de la predicación mantenida en los viajes apostólicos en Latinoamérica anteriores a Chile; para percibirla no es el indicador más certero la información mediática en imágenes y reportajes que tienden a fabricar realidades,75 sino el hecho de mostrarse lo que de poder patriarcal tiene el dispositivo pastoral de la Iglesia. En primera instancia, no necesariamente hay una contradicción entre lo que el papa dice y hace, proponemos enfocar esta cuestión más como una paradoja instalada en la identidad imaginada por la alegoría del “pastor” con sus “ovejas”, de la Iglesia “madre” con sus “hijos”. Las situaciones críticas acontecidas en Chile descubren una relación equívoca entre el “pastor” empeñado en seguir viendo patriarcalmente a las “ovejas” (la feligresía) como menores de edad, solícitos de rescate, consuelo; pero, ¿por qué cuando esa “oveja” adulta ya no se refugia en su victimización, sino replica, “hace lío”, denuncia al “pastor” como responsable de abuso escudado en su poder ministerial, reclamando justicia, entonces la reacción del “padre” se vuelca a la institucionalidad clerical para responder con el mensaje legal de la norma, en ese juego positivista de la prueba y evidencia?, ¿qué pasó con la escucha al otro?, ¿por qué a los heridos en campaña que no siguen mansamente la interpelación del perdón y consuelo del papa necesariamente son descalificados ideológicamente?, ¿dónde se perdió la coherencia de encuentro postulada en el discurso pastoral renovador de la misericordia?
Consideraciones finales
La Iglesia de la misericordia en su calidad de renovación eclesiológica es una propuesta que trasciende la dimensión sistémica de la institución, al destacarse como “corazón” ético y moral de la conducta humana en el mundo del siglo XXI, donde hay otros movimientos de conciencia que reivindican estos valores. La Iglesia que impulsa Francisco tiene la intención de enfocar en el hacer de la fe un encuentro misericordioso con los seres humanos y la naturaleza, para entender las alternativas históricas que ofrece el presente. Es una búsqueda ecuménica y plural que, a la par, es necesario compartir con otras religiones y con todos aquellos seres de buena voluntad comprometidos con el cuidado de sí, de los otros y del medio donde habitan.
Paradójicamente, los principales obstáculos que enfrenta el proyecto de una Iglesia renovada provienen de la misma institución, y no competen solamente a los de su dimensión política y sociorreligiosa, al del liderazgo mundial del papa como jefe de Estado y de la Iglesia católica, como bien lo han analizado en su complejidad varios especialistas ya citados. Benedicto XVI y Francisco reconocen también la presencia de un dilema expresable en términos teológicos y eclesiológicos como la aceptación de que el bien y el mal conviven internamente en la conformación histórica de la Iglesia, y no como una dicotomía donde el mal es una fuerza externa y ajena. Giorgio Agamben76 al analizar la trascendencia histórica y ética de la renuncia de Benedicto XVI pone en perspectiva el dilema anterior en el problema de la legalidad y la legitimidad; en la dialéctica bien/mal, la Iglesia tendió a hundirse en la esfera económica, en las causas inmediatas de los poderes de gobierno facultando el desarrollo normativo y legal de la institución, pero descuidando el de su legitimidad en su presencia espiritual a los signos de los tiempos. Benedicto XVI procuró fortalecer doctrinariamente a la Iglesia, y Francisco, ahora, a impulsar su vocación misionera llevando plenamente a la praxis las atoradas y saboteadas constituciones del Concilio Vaticano II.77 En el marco de este escenario de fin de los tiempos y era mesiánica de la Iglesia, la Iglesia de la misericordia es la apuesta en la que un papa construido en la visión patriarcal y del poder pastoral institucional interpela a los católicos para que el Evangelio no sea una predicación desde su persona sino la palabra llevada a la acción colectiva. Por todo esto, la justicia que se exige para afrontar el crimen de la pederastia clerical es porque atenta directamente con la misericordia al abusar de las personas en su integridad física, emocional y espiritual, por traicionar la confianza moral e intelectual que da sentido a su fe. Francisco ha mostrado la fuerza que tiene la misericordia en las palabras del Evangelio, pero falta citar y llevar a la práctica legítima, y no sólo legal, unas que no tienen equívoco: “Y quien haga caer a uno de estos pequeños que creen en mí, mejor le sería que le fuera colocada alrededor del cuello una piedra de molino asnal y fuera arrojado al mar (Mc 9, 42)”.78