Presentación1
Para las sociedades preindustriales la tierra fue uno de los recursos más importantes, independientemente del modo de explotación. Sobre ella intervinieron dos factores: la posesión y la explotación. Ambos aspectos han sido estudiados desde diversas perspectivas para la época novohispana. El motivo no sólo es el interés que despiertan, sino también la cantidad de documentación que hay al respecto. Esto último, causado, en gran medida, por la cantidad de litigios que se llevaron a cabo respecto a la tierra. Asimismo, se trata de un tema de mayor transcendencia que tiene que ver con asuntos como el territorio y la organización sociopolítica.
Entre las fuentes con las que se cuentan para investigar estos temas, además de los documentos alfabéticos, tenemos la existencia de mapas antiguos que reflejaban el espacio en un momento determinado. De entre todos ellos, algunos tuvieron un cierto vínculo con los pueblos de indios y, por ello, reflejan de alguna manera su percepción sobre los cambios que se producían. A la vez, en algunos casos, se relacionaron con procesos por delimitar y proteger un territorio concreto frente a las presiones de los colonizadores.
Esta cartografía colonial y, en concreto, aquella que entronca con la tradición indígena mesoamericana ha sido materia de interés por varios investigadores desde hace varias décadas. Son muchos los trabajos que deberíamos señalar aquí. Sólo como una muestra de la historiografía y su diversidad mencionamos los de Boone (1998), Caso (1949), Castañeda de la Paz (2013 y 2014), Castañeda y Oudijk (2011), Doebsburg (2001a y 2001b), Hidalgo y López (2014), León-Portilla (2005 y 2011), Oudijk (2007), Reyes García (1988), Roskamp (2005), Russo (2005), Ruz Barrio (2016), Smith (1973), Yoneda (1991). Asimismo, más allá del acercamiento a estos mapas antiguos, se han realizado investigaciones de reconstrucción de la Geografía Histórica de diversas regiones de Nueva España, cuyos orígenes están claramente en las obras de B. García Martínez o P. Gerhard (1986) y fueron continuados en trabajos como el de R. García Castro (1999). En la actualidad, estos estudios recurren a diferentes fuentes, entre las que se encuentra el trabajo de campo y el análisis de la toponimia (Hermann 2016, 2017; Lefebvre y Paredes 2017; Paredes 2017). Sumado a todo ello, desde los noventa del siglo pasado comenzó el desarrollo de los denominados SIG-Históricos con el objetivo de aunar a los análisis de las fuentes una metodología más compleja que pretende realizar investigaciones más multidisciplinarias y, por ende, científicas dentro de un campo en desarrollo denominado como “Geografía e Historia Ambiental” o “Historia del paisaje” (véanse Guzmán Bullock 2017; Lefebvre 2017, 2018; Martín Gabaldón 2018).
En la presente sección temática, se retoma una perspectiva que trata de retomar estos tres enfoques, buscando la reconstrucción de tres paisajes en el nivel local durante el Virreinato. Los trabajos que aquí se presentan son, por tanto, estudios de caso, cuya importancia radica, como Kirchhoff (Reyes García 1988, 2) hubiera señalado, en que sirven de base a las generalizaciones.
En esta sección temática, colaboran tres investigadores cuyos trabajos pretenden acercarse al uso de los recursos y sus modificaciones durante el siglo XVI, a través del estudio de documentos cartográficos de ese periodo, muchos de los cuales son mapas pictográficos o de tradición hispanoindígena. Este tipo de fuentes, como hemos dicho, permiten dotar al espacio de historicidad y así poder analizar los cambios que se produjeron en el paisaje del centro de México en los inicios del Virreinato.
El artículo de Teresa Rojas Rabiela se enfoca en el estudio del Mapa de Patlachiuhqui y Moyotepec, jurisdicción de Texcoco, elaborado alrededor de 1592 como parte de un procedimiento jurídico-administrativo. Para ello, la autora recurre al análisis del contenido del mapa, además del recurso al expediente que lo acompaña y otras fuentes históricas de la época. A partir de todo ello y de su trabajo de campo en la región, presenta una propuesta de reconstrucción del paisaje del agua y la tierra de esa porción del Acolhuacan. Siguiendo una línea de investigación desarrollada a lo largo de varios años, se concentra fundamentalmente en la continuidad del uso de dos acueductos que podrían ser los construidos por Nezahualcóyotl en el siglo XV, aunque, como señala la autora, su uso en la Colonia era distinto. Su estudio nos muestra ese proceso de transformación entre la época de Nezahualcóyotl y finales del siglo XVI. Además de este análisis sobre las continuidades y transformaciones en el paisaje y la explotación de los recursos en el oriente del Valle de México, la autora nos muestra también la interacción humana que rodea la elaboración del mapa. En este sentido, debemos destacar la presencia en el expediente del autor de la Relación Geográfica de Texcoco, Juan Bautista Pomar, como parte de la contradicción a la solicitud de merced por parte de Pedro Mexía de Bocanegra que originó la confección del mapa.
Por su parte, el artículo de Miguel Ángel Ruz realiza una recopilación sobre la información que ofrecen los mapas hispanoindígenas del valle de Matlatzinco para reconstruir el paisaje de la ganadería en dicha región. Estos documentos están en su mayoría relacionados con la solicitud de mercedes, al igual que ocurre en el trabajo de Teresa Rojas. En muchos casos se confeccionaron con motivo de las diligencias previas a la solicitud, aunque también, como el mencionado por Teresa Rojas, fueron presentados en el proceso de contradicciones. En función de este contexto, muchos de estos mapas de solicitud de mercedes se confeccionaban con rapidez y buscaban indicar de manera aproximada la ubicación de las tierras que se pedían, los límites y la situación del pueblo de indios más cercano. Asimismo, en ellos quedó fijada la presencia de diversos elementos (corrales, estancias de ganado, majadas, pastizales, etcétera) que caracterizaban el espacio. Servían para señalar referentes en las solicitudes, pero también para mostrar en ocasiones un discurso para apoyar o no la solicitud de la merced. Así, por ejemplo, en algunos se muestra con mucho detalle la presencia de sementeras indígenas, mientras que en otros casi no hay referencias y muestran un espacio eriazo. Entre esos elementos, la ganadería debía resaltar en una región que a nivel historiográfico se ha reconocido por la importante incidencia de la explotación ganadera desde los inicios del Virreinato. La propuesta de reconstrucción de un mapa histórico de ese nuevo paisaje ganadero, que realiza el autor a partir de su selección de varios documentos cartográficos antiguos, permite sentar las bases para una investigación más amplia sobre la ganadería en el valle de Matlatzinco. Su propuesta de reconstrucción marca el camino para seguir la distribución de los usos de la tierra y los efectos de las transformaciones durante la Colonia. Este trabajo constituye un paso necesario en la construcción de un SIG-Histórico (véase Lefebvre 2017) para realizar ese análisis del uso de la tierra en el valle de Matlatzinco a lo largo del Virreinato, sumando la información procedente de distintas fuentes que permite llenar los vacíos presentes en cada una.
Finalmente, el artículo de Lidia Ernestina Gómez García y Gustavo Mauleón Rodríguez parte de la problemática de la organización político-territorial de los pueblos de indios durante la Colonia a partir del estudio de los mapas y documentos pictográficos. Dentro de esa problemática más amplia, analiza los mapas de Atlihuetzía y su vinculación con los derechos territoriales a través de los oficiales religiosos indígenas. En este sentido, el trabajo presenta cómo el oficio divino se concretó, a través del siglo XVI, en una serie de privilegios a los actores encargados de la organización y ornato de la liturgia, en particular los músicos y cantores. Este sistema coadyuvó a la incorporación de externos a la vida comunitaria a tráves de su inserción en la misma mediante el servicio. El protagonismo de estos oficios religiosos se manifestó en la dotación de tierras y la jurisdicción de barrios exclusivos para los músicos y cantores en Atlihuetzía. Su estudio, por tanto, aporta nuevos elementos al análisis de la problemática de la territorialidad y los mecanismos para su articulación durante el Virreinato.
En general, los tres trabajos que hemos recopilado muestran desde diversas perspectivas que uso se puede dar a los mapas coloniales para la reconstrucción histórica. De alguna manera, todos ellos son investigaciones en las que se relacionan de manera estrecha el mapa antiguo y el territorio representado, que añade profundidad histórica al paisaje a la vez que le da una relevancia social y geográfica al mapa. A partir de otras fuentes y el trabajo de campo se construyen mapas históricos que permiten darle una dimensión espacial más certera a los procesos históricos que allí se produjeron. Si bien algunos de los trabajos que recopilamos son sólo parte de investigaciones de mayor recorrido, en conjunto, nos muestran momentos diferentes y alcances que puede tener el estudio de estas fuentes.