Introducción
El estudio del tema de la felicidad, satisfacción con la vida o bienestar subjetivo, se ha convertido en un importante referente en la medición del progreso de las sociedades (Temkin y Martínez 2018, 195; Castellanos 2018, 21; Ansa 2008, 2; Ansa 2016, 51; Layard 2005, 417; Stiglitz, Sen y Fitoussi 2009, 7-8). El conocimiento de aspectos que ayudan a incrementar el bienestar de los individuos, así como de aquellos factores que lo disminuyen es esencial en las nuevas temáticas sociales.
En años recientes variables económicas como la inflación, el desempleo o el propio crecimiento económico han compartido y abierto paso al análisis de nuevos temas como la felicidad o satisfacción con la vida. En el 2008 se estableció la Comisión sobre la Medición del Desarrollo Económico y del Progreso Social que tenía como misión establecer y limitar los alcances del Producto Interno Bruto (PIB) como indicador de rango encargado de los resultados económicos y progreso social de los países. Además, la comisión tenía la misión de identificar datos o aspectos adicionales que ayudaran en la obtención de indicadores más pertinentes para la medición del progreso social, pues, en voz de los encargados de dicha comisión, el sistema estadístico debería centrarse “más en la medición del bienestar de la población que en la medición de la producción económica” (Stiglitz, Sen y Fitoussi 2009, 10).
Varios son los aspectos que se han analizado con el fin de identificar qué es lo que hace a las personas más felices o, por el contrario, qué temas pueden recrear un escenario de insatisfacción en la vida de los individuos. De manera general, los aspectos más valorados son la salud, economía, trabajo, familia, amistades y algunos aspectos relacionados con el tiempo disponible para asuntos personales o recreación (Rojas 2007, 17).
Dependiendo del enfoque y los objetivos planteados, existen diferentes propuestas para abordar el tema de la satisfacción con la vida, de las cuales sobresale, y se encuentra presente siempre, el tema del empleo (Stiglitz 2002, 9; Stewart 2005, 221-22; Rojas 2007, 5; Moyano-Díaz et al. 2013, 441; Ansa 2016, 53).
El objetivo del presente trabajo es indagar si el contar con un empleo es un factor que incrementa el bienestar subjetivo de las personas.1 Se plantea como hipótesis que las personas que sí cuentan con un empleo reportan mayores niveles de bienestar o satisfacción con su vida en relación con las que no tienen un empleo.
El trabajo se ha dividido en cuatro partes. La primera y segunda ofrecen un abordaje teórico acerca de los conceptos utilizados para el análisis de la relación que tienen el empleo y el desempleo en la satisfacción con la vida de las personas. La tercera describe las bases de datos utilizadas y, a partir de ellas, se presenta un panorama contextual, construido a partir de los datos seleccionados como base de la investigación y, particularmente, referidos al empleo y el desempleo, así como a su relación con el bienestar de las personas. En la cuarta parte además de plantear la metodología utilizada, en la cual se describe el uso de un modelo econométrico por el método de Mínimos Cuadrados Ordinarios (MCO) que tiene como fin reflejar las diferencias en la satisfacción con la vida de las personas que están empleadas y las desempleadas, se muestran los resultados del análisis econométrico. Finalmente, se presentan las conclusiones.
El bienestar subjetivo
Determinar el nivel de bienestar de las personas no es un tema sencillo de abordar, pues, implica resolver tanto un reto metodológico como uno ontológico que incluye el estudio del ser humano. Existen diferentes perspectivas y, como consecuencia, múltiples interpretaciones en su formulación (Gasper 2004, 29-30). El concepto de bienestar estuvo presente desde las primeras teorías económicas, particularmente, en la denominada teoría del bienestar, pero se encontraba siempre referido a cuestiones económicas (Gasper 2004, 1; Ansa 2008, 5), es decir, era propiciado o detonado por un componente meramente económico como el ingreso. Alrededor de la década de los setenta surge una nueva forma de conceptualizar el bienestar, enmarcada en las nuevas propuestas para comprender el desarrollo y progreso de las naciones (Stiglitz, Sen y Fitoussi 2009, 4-5; Ansa 2008, 2-3; Gasper 2004, 1). En estas nuevas visiones, el desarrollo y progreso de un país no queda delimitado por componentes económicos, sino que incluye aspectos que las propias personas valoran como importantes. Ejemplos de estas nuevas temáticas son el bienestar de las personas con sus vidas y la sustentabilidad ambiental, entre otras, que ponen de manifiesto las nuevas preocupaciones de las teorías de desarrollo y crecimiento económico (Stiglitz, Sen y Fitoussi 2009, 4).
En la formulación del tema del bienestar, existen en la actualidad diversas propuestas. Un aspecto preexistente en cada una de ellas es que consideran tanto la dimensión objetiva como la subjetiva del bienestar. Por esto, en su conceptualización se ha catalogado como esencial incluir tanto indicadores objetivos como mediciones que incluyan la parte subjetiva o de percepción sobre la vida de las personas, pues, según Stiglitz, Sen y Fitoussi (2009, 15) los indicadores cuantitativos de los aspectos subjetivos “ofrecen la posibilidad de aportar no solamente una buena medida de la calidad de la vida en sí misma, sino también una mejor comprensión de sus determinantes, yendo más allá de los ingresos y de las condiciones materiales de las personas”. Según esos autores, el bienestar con su componente subjetivo incluye aspectos como la evaluación cognitiva de la vida; la felicidad; la satisfacción; las emociones positivas como la alegría y el orgullo; y las emociones negativas como la ansiedad.
Para Diener (2000, 34), el bienestar subjetivo se refiere a “las evaluaciones de la vida de las personas, evaluaciones que son tanto afectivas como cognitivas”.2 Esta definición subjetiva otorga a las personas el derecho a decidir si la vida que viven vale la pena, pues, son ellas mismas las que valoran su vida y no a través de juicios externos. En este enfoque, el bienestar se incrementa cuando las personas experimentan muchas emociones agradables y pocas desagradables, o muchos placeres y pocos dolores, asimismo, cuando las personas manifiestan estar satisfechas con sus vidas.
La parte subjetiva del bienestar debe ser complementaria a la objetiva. Tomando en consideración estos dos componentes, el bienestar subjetivo puede definirse como “lo que las personas piensan y sienten acerca de sus vidas y las conclusiones cognoscitivas y afectivas que ellos alcanzan cuando evalúan su existencia” (Cuadra y Florenzano 2003, 85).
Ahora bien, según Ansa (2008, 4) en la literatura acerca de la economía de la felicidad,3 los términos felicidad (happiness), bienestar subjetivo (subjective well-being) y satisfacción con la vida (life satisfaction) son utilizados de forma intercambiable y representan constructos que sirven en el análisis económico para aproximarse al concepto más general de felicidad, que resulta de mayor dificultad en su interpretación y comprensión. Utilizarlos de manera equivalente, tiene como base aprovechar sus similitudes más que resaltar sus diferencias.4
Para Stiglitz, Sen y Fitoussi (2009, 13), la noción del bienestar de los individuos crea una definición pluridimensional que incluye: las condiciones de vida materiales (ingreso, consumo y riqueza); la salud; la educación; las actividades personales y, dentro de ellas, el trabajo; la participación en la vida política y la gobernanza; los lazos y relaciones sociales; el medio ambiente (estado presente y porvenir); y la inseguridad, tanto económica como física.
Según Diener et al. (1999, 277), el bienestar subjetivo está formado por diversos componentes que lo definen, como el trabajo, la familia, el ocio y la salud, las finanzas, y el sí mismo (personalidad). El bienestar no es un concepto unidimensional. En su análisis, cada uno de los componentes debe ser estudiado de manera particular, ya que los aspectos con los que se le relaciona en la investigación -como el ingreso, la religión, el matrimonio, la edad, el sexo o la educación- influyen de manera diferente en cada uno de ellos.
En un estudio para México, Salazar y Arenas (2016) presentan los determinantes de la felicidad a través de tres componentes: el ingreso, el ocio y la salud. De los cuales, la percepción del estado de salud es el aspecto más significativo y principal determinante en la felicidad de las personas, seguida de la percepción de la cantidad adecuada de ocio y finalmente del ingreso, el cual, aunque significativo, demostró tener un impacto mucho menor para explicar la felicidad.
Charles-Leija, Aboites y Llamas (2018) analizan el impacto de la desigualdad de ingresos sobre la satisfacción con la vida de las personas en un estudio regional para México. Destacan que la pobreza de un elevado número de la población, así como la percepción de injusticia en el reparto de la riqueza, elementos vinculados a la desigualdad de ingresos, disminuyen la satisfacción con el nivel de vida. Lo anterior, sustentado en que el ingreso permite satisfacer muchas necesidades inherentes a los seres humanos lo cual genera satisfacción o bienestar.
Leyva y Romo (2018) muestran que las condiciones materiales de existencia en México, referidas a la pobreza multidimensional, son importantes para la determinación del bienestar subjetivo de los individuos. Así, a medida que existen mayores niveles de privación, la satisfacción con la vida es menor. Por lo tanto, las personas reportan mayor bienestar subjetivo conforme sus condiciones de pobreza son menos extremas. De menor a mayor bienestar se encuentran los hogares con pobreza extrema, pobreza moderada, vulnerable por carencias, vulnerable por ingresos y al final los no pobres y no vulnerables.
El empleo y el desempleo en el bienestar subjetivo
Particularmente, el trabajo se ha colocado como uno de los aspectos con un lugar sobresaliente en el análisis del bienestar subjetivo. Para Moyano-Díaz et al. (2013, 441), el trabajo es “una fuente central de identidad, pertenencia y desarrollo personal, además de posibilitar dinero para vivir”. Esta definición toca elementos que repercuten en la satisfacción o felicidad de una persona con su vida.
Para Ansa (2016, 55-56), el tener un trabajo es una condición esencial en la felicidad personal y la salud mental de las personas. Dado que el trabajo es un componente primordial en la vida de los seres humanos, contar con un empleo se convierte en un condicionante y al mismo tiempo detonador de la felicidad de los individuos, lo que favorece a su estado mental y emocional. Según esta autora, se ha demostrado en diversos estudios sobre la economía de la felicidad que aquellas personas que no cuentan con un trabajo son más infelices en relación con las que sí lo tienen, además de contar con mayores probabilidades de padecer enfermedades como depresión, ansiedad o insomnio, así como problemas de autoestima. La relación existente entre el empleo y la felicidad pone de manifiesto la importancia de políticas públicas encaminadas a lograr altos niveles de empleo de calidad.
Para el caso de México, Temkin y Martínez (2018, 195-196) afirman que el ámbito laboral constituye una subdimensión importante del bienestar subjetivo de las personas. Además, entre sus hallazgos encuentran una correlación positiva entre la satisfacción en el trabajo y la satisfacción con la vida. Entre los empleados, destaca que la informalidad actúa en detrimento de la satisfacción con la vida y con sus diversos dominios como la situación económica, la salud, la vida social y la satisfacción con la casa o vivienda. Finalmente, encuentran diferencias significativas en el bienestar subjetivo de las personas empleadas en razón del tipo de empleo.
Con datos de la Encuesta Europea de Valores para los periodos 1999 y 2008, Aristegui y Silvestre (2012) realizaron un estudio para Europa, España y País Vasco en relación con seis factores y su grado de importancia en la felicidad de las personas. Los factores analizados son la familia, el trabajo, los amigos, el tiempo libre (ocio), la religión y la política. De ellos, tanto geográficamente como por periodo de tiempo, el trabajo es valorado como el segundo o tercer componente más sobresaliente.
Asimismo, se ha documentado una relación inversa entre el desempleo y la satisfacción con la vida, expresada en menores grados de satisfacción entre las personas desempleadas en relación con las que sí cuentan con un empleo (Ansa 2016, 54) (Acuña 2002, 173-76) (Calvo y Mair 2013, 4).
Para Acuña (2002, 186), el desempleo es una situación que no sólo compete a la vida económica de las personas, sino que traspasa a sus vínculos afectivos, particularmente, al de las relaciones familiares, además de que impacta negativamente en la identidad de las personas y la salud mental.
Los desempleados -tanto hombres como mujeres- tienen menor bienestar subjetivo, están menos felices y presentan mayor insatisfacción con su vida que los empleados (Moyano-Díaz et al. 2013, 444). Además, el desempleo ocasiona consecuencias negativas en el ámbito individual y familiar. En lo individual ya que puede producir desorden en relación con la identidad de la persona, debido a la pérdida del estatus en el desempeño de una actividad laboral, lo que debilita la autovaloración y el concepto de sí mismo; además, puede producir desequilibrio en la salud mental de las personas provocando desesperanza o estados depresivos. En el ámbito familiar, se genera un deterioro en las relaciones familiares debido a los conflictos y problemas económicos que conlleva, lo que en ocasiones provoca rupturas de los vínculos familiares (Moyano-Díaz et al. 2013, 441).
El desempleo también puede ir acompañado de una discriminación hacia ciertos sectores de la población, como los jóvenes o aquellos que han permanecido sin empleo por largos periodos de tiempo5 (Somarriba et al. 2010, 10). Así, el desempleo es capaz de plasmar no sólo un contexto económico laboral, sino un contexto de equidad o inequidad en las relaciones laborales.
Entre mayor sea el tiempo de duración del desempleo, las personas que lo padecen presentan menores niveles de felicidad y satisfacción con la vida (Moyano-Díaz et al. 2013, 445). El malestar psicológico del desempleo presenta su máximo entre los siete y doce meses, pero tiende a disminuir en periodos más largos (Del Pozo et al. 2002, 442). En relación con la edad, no existen diferencias significativas entre los desempleados menores de 30 años y sus pares empleados, sin embargo, sí las hay entre los mayores de 30 años, que están menos satisfechos y son menos felices con su vida (Moyano-Díaz et al. 2013, 445).
Clark et al. (2004) realizan un estudio que examina la reacción y adaptación de las personas al desempleo en relación con su satisfacción con la vida para un periodo de 15 años. Su estudio está basado en las teorías del “set-point” o punto de referencia del bienestar subjetivo, que afirman que en un primer momento, las personas reaccionan ante un evento, afectando considerablemente su satisfacción con la vida, sin embargo, con el paso del tiempo son capaces de volver a los niveles iniciales de satisfacción. Encuentran que el desempleo es capaz de modificar en el largo plazo los niveles de satisfacción con la vida, pues según los hallazgos presentados, las personas no volvieron a sus niveles iniciales de satisfacción incluso cuando ya contaban con un empleo.
El desempleo tiene efectos psicosociales en las personas con implicaciones negativas en temas como el bienestar subjetivo, el suicidio, la mortalidad, la violencia, la migración y el capital humano (Aparicio 2006, 70-77). La problemática del desempleo debe considerar no sólo aspectos económicos, sino abarcar los aspectos psicosociales derivados de él, los cuales deben formar parte del diseño e implementación de políticas públicas que consideren su importancia para las agendas de gobierno.
Los efectos negativos del desempleo sobre el bienestar subjetivo de las personas son variados. Según Calvo y Mair (2013) podrían calificarse como individuales, contextuales, aditivos y multiplicativos. Los individuales se refieren a efectos particulares en la vida de las personas, donde el desempleo puede ser traducido como un evento de estrés o de pérdida de identidad, mientras que los contextuales hacen referencia al ambiente o entorno que rodea a esta problemática, como vivir en un país con altas tasas de desempleo. Los aditivos y multiplicativos enfatizan los efectos del desempleo, no de una manera aislada sino conjunta. Los aditivos suman la experiencia individual y contextual del desempleo, mientras en los multiplicativos, tanto los efectos individuales como contextuales, no sólo se agregan o suman sino son capaces de crear un efecto multiplicador.
Datos y análisis contextual
Para contextualizar los temas incluidos en el estudio sobre la satisfacción y el empleo, se presenta una descripción general de indicadores de bienestar subjetivo, así como algunas características sociodemográficas de éstos. Se empleó como fuente de información primaria la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) del año 2014, realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), que cuenta con representatividad nacional y por entidad federativa. De la cual, se utilizaron los Módulos de Condiciones Socioeconómicas (MCS) y de Bienestar Autorreportado (BIARE).6 Este último contiene la opinión de las personas sobre su satisfacción con la vida,7 mientras que el MCS recaba información sobre la composición familiar de los hogares y sus integrantes, así como de la actividad económica de cada uno de ellos, entre otros temas (INEGI 2013).
Para obtener la información se utilizaron los microdatos de la encuesta BIARE que adicionalmente fueron cruzados con la información del MCS.8 La gráfica 1 muestra las diferentes actividades o situaciones en la vida que desempeña la población en el país.
En México durante el año 2014, 61.1 % de las personas declaró tener un empleo, 57.7 % son hombres y 42.3 % mujeres.9
La actividad que sigue en orden de importancia porcentual son las personas que se dedican a los quehaceres del hogar con 24.9 % (véase gráfica 1); la gran mayoría de este porcentaje, 97 %, son mujeres, contra el 3 % registrado para los hombres. Tradicionalmente, las mujeres están dedicadas a los quehaceres del hogar; aunque paralelo a estos datos y debido a la incursión de la mujer al mercado laboral, la tasa de participación económica femenina, que se refiere al porcentaje de mujeres en edad de trabajar que pertenecen a la Población Económicamente Activa (PEA), ha aumentado en las últimas décadas, de 19.6 %, en 1990, a 42.8 % para el año 2012 (Barrios y Barrios 2016, 42).
Como se puede observar en la gráfica 1, con menores porcentajes se encuentran los jubilados o pensionados, y los estudiantes, 4.5 % y 3.8 %, respectivamente, de la población total del país. Finalmente, la tasa de desocupación, es decir, aquellas personas que declararon no contar con un empleo es de 3.0 %, porcentaje en el que se ubica 69.2 % de hombres y 30.8 % de mujeres. La ENOE presentó para el mismo periodo de tiempo una tasa de desocupación ligeramente mayor de 4.4 % en el país.
Variables de bienestar subjetivo
En relación con el bienestar subjetivo, la pregunta textual incluida en el BIARE 2014 es ¿podría decirme qué tan satisfecho se encuentra actualmente con su vida? En la respuesta, la persona califica dicha satisfacción con valores que pueden ir de 0 hasta 10, donde 0 representa totalmente insatisfecho y 10 totalmente satisfecho.
Como se muestra en la gráfica 2, los mayores porcentajes de respuesta se encuentran en las valoraciones de 8, 9 y 10, que representan las más altas en la escala utilizada. En total, estas tres categorías suman un porcentaje de 73 %, del otro lado, es decir, las de mayor insatisfacción con la vida (0 al 3), únicamente representan 3.1 %. Esta diferencia también puede notarse entre los extremos, es decir, la categoría 0 (total insatisfacción) y 10 (total satisfacción), que presentan una diferencia de 18 % a favor de la total satisfacción.
Empleando la misma escala de valor (0-10), el INEGI utiliza cuatro criterios o categorías para presentar los resultados en relación con el bienestar subjetivo. Así, las personas que contestaron 10 y 9 se catalogan como muy satisfechas, 8 y 7 como satisfechas, 6 y 5 insatisfechas y del 4 al 0 muy insatisfechas. Siguiendo la misma tendencia, las categorías de satisfacción suman 83.3 %, mientras que las personas que contestaron estar insatisfechas o muy insatisfechas con su vida representan 16.6 %.
De las situaciones o actividades que realizan las personas en el país, estudiar es la que resultó tener el mayor promedio de satisfacción o bienestar subjetivo, 8.34 en escala de 0-10 (véase gráfica 4). En México, en el 2010, el porcentaje de personas analfabetas10 era de 6.9 % y para el 2015 se redujo a 5.5 %, en los dos periodos el porcentaje de mujeres analfabetas aventaja en más de dos puntos al de los hombres (INEGI 2015).
A la categoría anterior, le sigue en orden de importancia el promedio de bienestar subjetivo que manifiestan los pensionados o jubilados en el país, que se ubica en 8.12. Las personas que cuentan con un empleo, presentan un promedio de satisfacción con su vida de 8.0, que ocupa el tercer lugar en orden de importancia del resto de categorías analizadas, mientras que el promedio de satisfacción para las personas que se dedican a los quehaceres del hogar, la gran mayoría mujeres (97.1 %), es de 7.86.
El menor promedio de bienestar subjetivo o satisfacción con la vida es para las personas que no tienen un empleo, con 7.53, que en la gráfica 4 corresponde a la categoría de desocupado. Entre la categoría con mayor promedio (estudiar) y la categoría de menor promedio (desempleado o desocupado) existe casi un punto de diferencia.
Del total de la población en el país, 56.2 % eran mujeres y 43.8 % hombres.11 Al comparar el bienestar subjetivo por sexo, el mayor promedio es para los hombres, 8.04, a diferencia del presentado por las mujeres, 7.88.
En tanto, como se observa en la gráfica 5, conforme aumentan los niveles de educación de las personas, aumenta su satisfacción con la vida. Entre las que declararon tener primaria y secundaria completa y las que cuentan con estudios de nivel superior como licenciatura o algún posgrado, existe una diferencia de 0.7 puntos en el bienestar subjetivo registrado.
Las personas casadas son las que expresan mayor promedio de satisfacción con su vida, 8.14, seguidas de los solteros que también presentan un alto promedio, 8.02. En tanto, los que se encuentran separados tienen los menores promedios de bienestar subjetivo, 7.46 (véase gráfica 6).
Los ingresos son otra variable que muestra una tendencia definida en relación con el bienestar subjetivo de las personas. Los menores promedios de satisfacción con la vida se encuentran en los rangos de menores ingresos, y conforme éstos aumentan, se observan mayores promedios de satisfacción. La diferencia entre el bienestar que reportan las personas que reciben menos de un salario mínimo mensual y las que obtienen más de 10 salarios, es de 1.21 puntos en promedio (véase gráfica 7).
Empleo y desempleo
Ya que el objetivo del presente trabajo es el análisis del bienestar en los empleados y los desempleados, se ha seleccionado de la información presentada anteriormente a dicha población. Así, el análisis está compuesto por un total de 25,695 cuestionarios.12
Del total de las personas empleadas en el país, 58 % son hombres y 42 % mujeres, en cambio, de las desempleadas el porcentaje de hombres se incrementa a casi el 70 %.
No existe diferencia significativa en los años promedio de estudios alcanzados para la población ocupada y la desocupada, pues, ambos registran alrededor de 10 años y medio, es decir, primaria y secundaria completa y al menos un año de preparatoria terminada. Siguiendo esta tendencia, tampoco existe diferencia significativa en las categorías del nivel de instrucción alcanzado, con excepción de aquellas personas que declararon no contar con ningún tipo de estudios, el cual es ligeramente superior para el caso de las personas con empleo (4.2 y 3.6 % respectivamente).
Existe una diferencia en relación con la situación conyugal de las personas empleadas y las desempleadas, pues, mientras de estas últimas, el 44.2 % declaró tener una relación sentimental, ya sea casado o en unión libre, este porcentaje aumenta a 61.3 % para el caso de las personas que sí tienen un empleo.
A pesar de que la situación de desempleo recrea un escenario de falta de ingreso por medio del trabajo, en los hogares donde viven las personas que no cuentan con un empleo, puede existir entrada de ingresos por otros medios u otros integrantes del hogar. Así, alrededor del 68 % de las personas tanto empleadas como desempleadas en México viven en hogares que pueden clasificarse según el INEGI en un estrato bajo o medio bajo, mientras que el resto se ubica en hogares con categorías medio alto o alto.
Variables de bienestar subjetivo en el empleo y el desempleo
Utilizando las cuatro categorías presentadas anteriormente por el INEGI en relación con el nivel de satisfacción con la vida, que van de muy satisfecho a muy insatisfecho, como puede observarse en la gráfica 8, las mayores diferencias en relación con las personas empleadas y las desempleadas se presentan en las categorías de muy satisfecho y muy insatisfecho, respectivamente, a favor del bienestar de las ocupadas.
La gráfica 9 muestra los niveles de satisfacción con la vida de los empleados y los desempleados en el país por sexo. En las personas que cuentan con un empleo, la satisfacción es mayor en los hombres que en las mujeres, 8.1 y 7.9 respectivamente. Esta tendencia cambia para el caso de los desempleados, donde el promedio es ligeramente mayor para las mujeres.
Existe una tendencia definida al alza en relación con los niveles de estudio y la satisfacción con la vida para las personas empleadas, que va de 7.4 para los que no tienen ningún tipo de estudios a 8.5 para los que tienen estudios superiores. En cambio, en el caso de los desempleados los niveles de satisfacción no presentan la misma claridad (véase gráfica 10).
Nivel educativo | Empleados | Desempleados |
Ninguno | 7.4 | 7.1 |
Primaria y secundaria completas | 7.8 | 7.4 |
Medio superior | 8.1 | 7.3 |
Superior | 8.5 | 8.0 |
Fuente: elaboración propia, con base en el INEGI (2015b).
Como se observa en la gráfica 11, se presentan mayores niveles de satisfacción con la vida tanto en empleados como en desempleados, para aquellas personas que declararon tener una relación de pareja ya sea casado o en unión libre, seguido por los promedios alcanzados por los solteros. Sin embargo, estos promedios son mayores en todos los casos, para las personas con un empleo.
Estado conyugal | Empleados | Desempleados |
Unión libre | 7.8 | 7.6 |
Casado | 8.2 | 7.6 |
Separado | 7.5 | 6.7 |
Divorciado | 7.8 | 6.8 |
Viudo | 7.4 | 7.0 |
Soltero | 8.0 | 7.6 |
Fuente: elaboración propia, con base en el INEGI (2015b).
Entre las personas empleadas existe una clara definición de aumento de la satisfacción con la vida conforme aumentan sus ingresos, tal como se muestra en la gráfica 12 que va de manera ascendente de 7.56 para los que reciben ingresos menores a un salario mínimo hasta 8.83 para los que declararon recibir más de 10 salarios mínimos mensuales. Dada la naturaleza de la variable, cabe aclarar que ésta no pudo ser analizada para las personas desempleadas.
El empleo en el bienestar subjetivo de las personas en México
Para mostrar las relaciones que guardan el empleo con la satisfacción o bienestar con la vida se profundiza en las relaciones que existen entre estas variables y se plantea un análisis econométrico con el método de Mínimos Cuadrados Ordinarios (MCO), definido por una variable dependiente que está en función de una serie de factores o variables independientes. El objetivo de este análisis es mostrar cómo contar con un empleo varía en la determinación del bienestar subjetivo.
Como variable dependiente se utiliza la satisfacción con la vida, que el INEGI (2018) define como una evaluación que hacen las personas sobre su biografía como un todo. Aquí, sobresale la perspectiva cognitiva sobre la emocional, es decir, requiere o apela a una reflexión por parte de las personas. Para agregarla al modelo, se utiliza la valoración del INEGI que va de 0 (totalmente insatisfecho) a 10 (totalmente satisfecho).
Se incluyen cuatro variables en el modelo para ser utilizadas como variables de control, con la finalidad de que su efecto no influya en los resultados y sea controlado adecuadamente ayudando a la validez interna del modelo.
La primera se refiere al sexo, se define como la distinción biológica que clasifica a las personas en hombres y mujeres. Es incluida como una variable Dummy que toma el valor 1 si la persona es de sexo masculino, y 0 si es femenino.
La segunda hace referencia al estado conyugal de las personas y también es incluida en el modelo como una variable Dummy, que toma valor 1 si la persona está casado (a) o vive en unión libre, y 0 si es soltero (a), divorciado (a), separado (a) o viudo (a).
La tercera variable es el nivel educativo de las personas. Para incluirla en el modelo se forma una variable Dummy: el valor de 1 se asigna cuando la persona cuenta con estudios de medio superior o superior, es decir, preparatoria o bachillerato, normal o carrera técnica/comercial completos, así como de nivel profesional, maestría o doctorado completos y 0 si la persona no tiene estudios o tiene estudios de primaria y secundaria completas.
La cuarta variable es el nivel de ingresos de las personas o ingreso trimestral y es una variable construida por el INEGI (2015b), que se refiere al ingreso trimestral normalizado de las personas de acuerdo a la decena de levantamiento de la ENIGH 2014.
Como variable independiente se ha formado una variable Dummy que toma el valor de 0 para la categoría “estuvo buscando trabajo”, que según el INEGI (2013) corresponde a la población desocupada, definida como las personas de 15 y más años de edad que en la semana de referencia (en la que contestaron el cuestionario) buscaron trabajo porque no estaban vinculadas a una actividad económica o trabajo y toma valor de 1 para la categoría “ocupados” que se refiere a las personas que al momento de la entrevista contaban con un empleo.
Así, el modelo formulado es el siguiente:
donde:
sv → |
Satisfacción con la vida o bienestar subjetivo |
α → |
constante |
dsexo → |
Dummy de sexo |
destadoconyugal → |
Dummy de estado conyugal |
dniveldeestudios → |
Dummy de nivel de estudios medio superior y superior |
ingresotrimestral → |
Ingreso trimestral normalizado |
empleo → |
Dummy de situación laboral |
ℯ → |
error estocástico |
Tanto en el análisis descriptivo13 como en el econométrico se utilizó la variable “factor de expansión”14 ofrecida por la ENIGH como ponderador de la muestra15 ya que los módulos utilizados son encuestas muestrales.
Como se puede apreciar en los resultados mostrados en la gráfica 13, todas las variables resultaron tener influencia significativa sobre la satisfacción con la vida.
Variable | Coeficientes | ||||
constante | 6.977962 | ( | 0.0928536 | ) | * |
dsexo | 0.1586665 | ( | 0.0327072 | ) | * |
destadoconyugal | 0.3079694 | ( | 0.0326379 | ) | * |
dniveldeestudios | 0.5004363 | ( | 0.038536 | ) | * |
ingresotrimestral | 0.0000032 | ( | 0.00000137 | ) | ** |
empleo | 0.4729285 | ( | 0.0908482 | ) | * |
* Significativo al 1% | ** Significativo al 5% |
Fuente: elaboración propia, con base en el INEGI (2015b).
Ya que el propósito del presente trabajo no es ofrecer una explicación sobre el concepto de bienestar subjetivo o satisfacción con la vida, sino establecer en qué medida dicha satisfacción se presenta de manera diferenciada para las personas con un empleo en relación con las desocupadas, se ha justificado la utilización del modelo dada la significancia particular de sus variables, es decir, se recurre a la particularidad de los parámetros, más que a la significancia conjunta o variación total.16 Además, también es utilizado para establecer signos de las relaciones entre variables.
Así, el modelo cumple con todas las especificaciones y propiedades por el método de MCO para ser un modelo predictor, por lo que se puede afirmar que las variables seleccionadas son significativas para explicar el bienestar subjetivo de manera particular.
Adicionalmente, manteniendo la misma variable dependiente de satisfacción con la vida y las variables de control se han realizado o corrido dos modelos adicionales. Uno que selecciona a las personas desempleadas y otro que incluye únicamente a las personas que tienen un empleo. Esto con el fin de resaltar diferencias sobresalientes que pudieran presentarse.
Uno de los resultados obtenidos es que existe una diferencia significativa en relación con el bienestar subjetivo de hombres y mujeres. Con un nivel de significancia al 1 %, es decir, con una confianza del 99 %, se puede decir que los hombres ven incrementado su bienestar subjetivo en 15.86 % en relación con las mujeres, manteniendo el resto de las variables constantes. Para las personas desempleadas Moyano-Díaz et al. (2013, 445) encuentran que no existe diferencia entre hombres y mujeres en relación con su bienestar subjetivo, resultado que coincide para la presente investigación.
La situación conyugal de las personas es otro aspecto que determina su bienestar subjetivo. Aquellas que declararon estar casados (a) o vivir en unión libre, es decir, que dijeron tener una relación sentimental, ven incrementado su bienestar subjetivo con la vida 30.79 % más en relación con las que son solteros (a), divorciados (a), separados (a) o viudos (a). Particularmente, en las personas desempleadas no existe una diferencia significativa en relación con este aspecto.
Los niveles educativos son buenos predictores del bienestar subjetivo de las personas, pues, conforme aumentan, los individuos incrementan su satisfacción con la vida. Las personas que declararon contar con estudios de educación media superior o superior, es decir, preparatoria o bachillerato, normal o carrera técnica/comercial, o bien, que cuentan con estudios superiores como profesional, maestría o doctorado incrementan su bienestar subjetivo 50.04 % en relación con las que no realizaron ningún tipo de estudios o cuentan con cualquier otro nivel educativo. Tomando en consideración únicamente a las personas desempleadas, el porcentaje de satisfacción con la vida de las que cuentan con los estudios mencionados baja a 30.48 %, a un nivel de confiabilidad del 90 %.
Los ingresos son significativos y con signo positivo, lo que indica que conforme el ingreso es mayor, aumenta el bienestar subjetivo de las personas. Con un nivel de confianza del 99 %, por cada mil pesos trimestrales que se reciben las personas ven incrementar su bienestar subjetivo en 0.032 %.
Con una confianza del 99 % y manteniendo el resto de las variables constantes, se puede decir que las personas que cuentan con un empleo, incrementan su bienestar subjetivo en 47.29 % en relación con las desempleadas.
Conclusiones
A nivel internacional se han hecho numerosos esfuerzos por evaluar el nivel de satisfacción o bienestar de las personas acerca de su vida, qué es lo que más se valora o qué ayuda a incrementar dicho bienestar, entre otras cuestiones, dan estructura a este aspecto multidimensional. Entre los factores que se han colocado como uno de los principales para ayudar a la comprensión de dicho bienestar, se encuentra el del empleo.
Por otro lado, a nivel mundial satisfacer la demanda de empleo se ha convertido en uno de los principales retos por cumplir. En las últimas décadas, las tasas de desempleo se han incrementado considerablemente. Las oportunidades de trabajo se aminoran, esto provoca insatisfacción en todas las personas que desean trabajar y no pueden conseguir un empleo.
En estos dos temas, comprender cómo afecta el desempleo la vida de las personas, particularmente, su bienestar, es un asunto de primordial importancia en el marco de las políticas sociales que buscan conocer aquellos factores que contribuyen a aumentar el bienestar de los individuos.
El presente trabajo ha comprobado la hipótesis planteada que determina que las personas que sí cuentan con un empleo reportan mayores niveles de bienestar o satisfacción con su vida en relación con las que no tienen un trabajo.
En la actualidad, la creación de nuevos puestos de trabajo que tiene como fin la reducción de las tasas de desempleo, se ha convertido en el propósito fundamental de las políticas públicas en relación con el empleo, pues, en el mercado laboral, según las teorías neoclásicas, la fuerza laboral es un factor de producción que impulsa el crecimiento económico (Palacio y Álvarez 2004).
Sin embargo, además de la importancia que tiene el empleo dentro del crecimiento económico de los países, se debe considerar que son muchas y variadas las afectaciones que se han documentado en relación con las personas desempleadas, que atraviesan desde baja autoestima, hasta inestabilidad familiar, entre muchas otras.
Así, las políticas sociales en relación con el empleo y para combatir las tasas de desempleo deben enfocarse tanto al entorno o contexto económico en el que se encuentra la persona desempleada, como a su persona, es decir, a su contexto o entorno individual, el cual en ocasiones es aminorado desde la perspectiva de la política pública.
En esta investigación se ha comprobado que el desempleo es una situación laboral que actúa en detrimento del bienestar subjetivo de las personas, por lo tanto, se apoya la idea de que los esfuerzos en materia de política social deben enfocarse en hacer del desempleo una situación transitoria en la vida de las personas y no una forma permanente de vida.
Finalmente, hay que tomar en consideración que el desempleo es capaz de incidir en la calidad del resto de los empleos disponibles (Infante y Vega-Centeno 1999, 182), pues, refleja el primer entorno negativo al que están expuestas las personas dispuestas a trabajar, estableciendo así vínculos que traspasan al resto de los empleos ofrecidos en el mercado laboral. Aunque es importante resaltar que este escenario se presenta de manera diferenciada para cada persona. La tendencia y la intensidad con que se experimenta el riesgo de sufrir el desempleo varían en función de múltiples factores, como la clase social, la inmigración, entre otros, la mayoría relacionados a contextos de exclusión social (Andrade 2012). Con todo, queda demostrado que el tener un lazo con el mercado laboral es un primer paso hacia mayores niveles de bienestar en la vida.