Introducción: el contexto de este trabajo
En este texto se presentan algunos de los resultados de una investigación longitudinal que fue llevada adelante en el barrio de La Boca gracias a un financiamiento del UBACYT (Secretaría de Ciencia y Técnica de la Universidad de Buenos Aires) para el Área de Estudios Urbanos del Instituto de Investigaciones Gino Germani.
En el marco de esa investigación planteamos el riesgo que conlleva el iniciar un proceso de valoración del suelo urbano que fue inducido por la iniciación de una serie de obras de infraestructura, cuyo fin ha sido mitigar las históricas inundaciones del barrio de La Boca producidas por las “sudestadas”.1
La construcción de defensas costeras sobre el Riachuelo en el barrio de La Boca, junto a la “parquización” del área (proceso por el cual los terrenos adyacentes a la ribera del riachuelo fueron acondicionados para recreo y ornato), financiadas con inversión pública, constituye una de las etapas de urbanización de la ribera en que se inició un ciclo de alza del valor del suelo y de valorización de los inmuebles construidos.2 El sistema de defensa costera se inauguró en noviembre de 1998, pero su incidencia mayor en el mercado de vivienda se trasluce a partir de 1999, cuando las primeras “sudestadas” confirman la eficacia del sistema.3 Entre 1991 y 1996, año en que comienza a ser visible la construcción del sistema de defensa costera, se produce un significativo aumento (50%) en el precio de venta de las viviendas. En este incremento influye el auge del mercado inmobiliario a partir de 1996 con la reaparición de los créditos hipotecarios para la compra de vivienda. Los precios presentan diferencias significativas según el tipo de inmueble y las áreas dentro del barrio. El precio efectivo de transacción del metro cuadrado oscila entre 600 y 500 dólares de Estados Unidos en el año de 1999 y llega a 650 dólares en el 2000; se construyen también fraccionamientos nuevos con departamentos cuyo precio es cercano a los 1000 dólares por m2, principalmente cerca del vecino barrio de Barracas.
Los cambios producidos en el mercado de vivienda a partir de 1996 coinciden con un empeoramiento de las condiciones de vida, fuertemente afectadas por el marcado incremento de las tasas de desempleo y la aceleración de la recesión económica a partir de 1995.4
Como un indicador de la crisis social emergente en el barrio, se inician los desalojos y aumenta la presencia de los comedores comunitarios. En este marco social comienza una nueva etapa de organización social; así se constituye la Asamblea de Desalojados de La Boca, la organización que a fines de ese mismo año 1996 reivindica ante el Legislativo de la ciudad (el entonces Concejo Deliberante) la declaración del estado de emergencia habitacional. Como consecuencia el Gobierno de la Ciudad asigna una partida presupuestaria para auxiliar a las familias en situación de desalojo en el barrio.5 De este modo comienzan a constituirse nuevas organizaciones sociales barriales que sumadas a los comedores abordan la problemática habitacional. Al menos en esta primera etapa algunos sectores de la Iglesia que actúan en los barrios desempeñan un papel relevante en el desarrollo de este proceso de organización de grupos sociales de bajos ingresos.
Inicialmente, en nuestra investigación planteamos a modo de hipótesis que la disminución de las probabilidades de inundación conlleva un aumento del riesgo de desalojo de los hogares de bajos ingresos, de ahí que se iniciara un proceso de renovación mediante el cual algunas personas de mayores ingresos comenzaron a habitar los inmuebles, iniciándose así un proceso de sustitución social de los residentes (Smith, 1996; Beauregard, 1990).
El proceso de renovación urbana comienza, de este modo, a concretarse en La Boca. A la construcción de las defensas costeras y la parquización del área ribereña se suma la apertura de locales comerciales reciclados y de prestación de servicios destinados a los sectores con capacidad de consumo y al turismo.
Sin embargo, a pocas cuadras de esta frontera invisible la realidad de los vecinos de La Boca ofrece un agudo contraste, marcado por el desempleo, la desnutrición, los bajos ingresos, las serias dificultades para el acceso a la vivienda y el notable deterioro de las existentes.6
La agudización de la crisis a partir del año 2001 genera un compás de espera en el proceso de renovación del barrio, que se circunscribe a la zona de Caminito y los aledaños inmediatos. Facilitan este proceso las políticas nacional y local de fomento al turismo, que propician la formación de un enclave en el barrio. Tal agudización cambia la lógica del proceso: los desalojos se frenan, baja el precio del suelo y los inmuebles construidos y el riesgo de perder la vivienda muta en la incertidumbre de la posibilidad de adquirir alimentos, potenciada por la imposibilidad de acceder al trabajo.7
Comedores populares; interrogantes sobre su papel como organizaciones sociales barriales
Si bien en el barrio había ya organizaciones sociales que actuaban como red de contención desde fines de la década de los ochenta (Lacarrieu, 1992, 1994 y 1995), se multiplicaron durante el decenio siguiente proporcionalmente al aumento de la precarización del empleo y el desempleo. Los comedores populares se relacionan con los estratos más vulnerables, aumenta la población beneficiaria y su lógica de actuación tiende a cambiar. La provisión gratuita de alimentos surge como una modalidad asistencial que complementa el ingreso y garantiza la reproducción social de muchas familias cuya capacidad de autoabastecerse disminuyó por la gravedad de la crisis.
En este trabajo se analizan las transformaciones que han experimentado los comedores en su lógica y accionar durante la década, y en particular como producto de la profundización de la crisis. Para ello se desarrolla un análisis comparativo a partir de un muestreo en organizaciones sociales barriales8 y de entrevistas en profundidad9 realizadas en los años 1999 y 2002 (véase el cuadro 2). En segundo lugar se analiza la relación con el Estado, que constituye una variable clave para comprender el lugar que ocupan estas organizaciones en el entramado institucional barrial en función de las características que asume la cotidianidad de los sectores de bajos ingresos. Por último se presentan y analizan los programas alimentarios que el Gobierno de la Ciudad desarrolla o intensifica a partir de la crisis y donde estos comedores son uno de sus ejecutores privilegiados.
1995 | 1996 | 1997 | 1998 | 1999 | 2000 | 2001 | 2002 | 2003 | |
---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
Total GBA | 20.2 | 18.0 | 17.0 | 14.0 | 14.0 | 16.0 | 17. | 22.0 | 16.4 |
Ciudad de Buenos Aires | 14.3 | 11.9 | 13.1 | 9.5 | 10.5 | 11.2 | 13.4 | 16.3 | 11.4 |
Fuente: Elaboración propia con base en los datos de EPH-INDEC (1995-2003) Onda Mayo.
1999 | 2002 |
Aukache | Aukache |
Capullito | Boquitas |
Comedor Infantil La Boca | Capullito |
Copitos | Comedor Infantil La Boca |
Copitos | Copitos |
Juan de Dios Filiberto | Juan de Dios Filiberto |
La Casona | La Boca del Riachuelo |
Los Niños Primero | La Casona |
Los Pibes | Los de Abajo |
Niños del 2000 | Los Niños Primero |
Pro Techo | Los Pibes |
Renacer | Niños del 2000 |
San José Obrero | Pequeños Camioneros |
San Juan Evangelista | Pro Techo / Pro Techito |
Todos Somos Iguales | Renacer |
San José Obrero | |
San Juan Evangelista | |
Todos Somos Iguales |
De este modo se intenta establecer la incidencia de estas organizaciones como complemento de los recursos que obtienen las familias y determinar otras implicaciones sociopolíticas propias de su participación en el entramado barrial. Los comedores proliferan a tal punto en el barrio de La Boca, que en las zonas donde se concentran las condiciones habitacionales más precarias (Plaza Solís y las manzanas ubicadas al sur de la avenida Almirante Brown) se puede contar más de uno por cuadra. Pudimos advertir que en estos sectores del barrio, en proporción al número de habitantes la cantidad de comedores a primera vista parece dar lugar a una sobreoferta. Es decir, su presencia en el espacio barrial no responde a una distribución establecida con criterios racionales de cobertura y accesibilidad, sino que superponen su accionar.
En este contexto nos preguntamos por qué y para qué se crean y multiplican estas organizaciones. Ello nos condujo a analizar el discurso explícito de los entrevistados y a profundizar sobre las experiencias específicas y los criterios de construcción colectiva desplegados.
Origen y procesos que inciden en el desarrollo de los comedores populares
El barrio de La Boca se ha caracterizado históricamente porque alberga una nutrida gama de instituciones sociales, políticas, gremiales y culturales. En dicha trama la emergencia y proliferación de los comedores populares constituye un fenómeno de importancia creciente. Algunos de esos comedores surgieron como proyectos personales o familiares de los responsables que los dirigen en la actualidad; en general dichos responsables identifican esta actividad con una militancia social o de tipo asistencial. Otros comedores nacieron gracias a proyectos colectivos, ya fuera de un grupo de madres del barrio, de estudiantes universitarios, de colaboradores que trabajaban juntos en otros comedores y que al adquirir experiencia sintieron la necesidad de generar un ámbito propio, o bien por la sugerencia de alguna organización o movimiento político sindical.
Masculino | Femenino |
Aukache | Capullito |
Bohemios | Comedor Infantil La Boca |
Boquitas | Copitos |
Juan de Dios Filiberto | La Boca del Riachuelo |
La Casona | Niños del 2000 |
Los de Abajo | Pro Techo / Pro Techito |
Los Niños Primero | Renacer |
Los Pequeños Camioneros | San José Obrero |
San José Obrero | San Juan Evangelista Todos Somos Iguales |
* Los dirigentes cuestionados en 2002 son los mismos que fueron entrevistados en 1999, con excepción de los que participaron en nuevas entrevistas.
Fuente: Elaboración propia con base en el plano del Sistema de Defensa del CMR, 1997 y propia, 1999.
El surgimiento de los comedores comunitarios en La Boca durante los noventa obedece a dos razones. Por un lado, emergen en un contexto caracterizado por el deterioro de la capacidad adquisitiva de las familias, el aumento del desempleo y la subocupación; cumplen una función esencial en la reproducción social de las familias de escasos ingresos, que son en gran medida numerosas y, en una importante proporción, monoparentales. Pero esta ayuda a las familias para subsistir no genera necesariamente el desarrollo de las capacidades de lucha o de gestión de los grupos que las necesitan, pues está concebida conforme a un criterio asistencial. Con excepción del comedor Los Pibes, habrá que esperar hasta la profundización de la crisis, para apreciar con más claridad el entramado político territorial de las organizaciones y la aparición de propuestas que, al menos en el plano discursivo, se distancian de la práctica asistencial.
Por el otro, las condiciones de reestructuración del campo político, particularmente dentro del partido justicialista, desempeñan un papel relevante. A partir de la primera gestión de Carlos Menem (1989-1995) y del viraje del Partido Justicialista hacia la adopción de políticas neoliberales, se produce una crisis de identidad que sacude la estructura partidaria territorial e incide en la militancia de base; asimismo acentúa la acción social y, como explica un entrevistado, deja un poco de lado la militancia en los locales partidarios para buscar otras formas no partidarias, con mayor grado de autonomía: “en ese entonces hacíamos en otro local de acá de la zona de La Boca, hacíamos acción social, con un poco de política, por lógica, porque todo es política, hasta que decidimos dedicarnos pura y exclusivamente a acción social” (Comedor Juan de Dios Filiberto, 2002). La crisis institucional de fines de 2001 (Schuster, 2003; Svampa, 2003) pone de manifiesto el desprestigio de la “clase política” y de los partidos políticos y refuerza la distancia que media entre los responsables de los comedores y toda agrupación política partidaria.
De los 18 comedores donde realizamos entrevistas en 2002, 72% surgió entre fines de los ochenta y 1997 y los restantes con posterioridad. Observando sus fechas de origen advertimos su relación con los procesos de deterioro y crisis económica: hiperinflación, recesión, desempleo y precarización laboral, que a lo largo de las últimas décadas afectaron las condiciones de vida de amplias franjas de la población. Respecto a la procedencia de los beneficiarios, si bien la mayoría de ellos vive en el barrio de La Boca, a pocas cuadras de los comedores, hay algunos que acuden desde distintos barrios de la ciudad (San Telmo y Barracas) y del Gran Buenos Aires (Avellaneda y Dock Sud, entre otros). En cuanto a la cantidad de beneficiarios que asiste a los comedores, los números que brindan los responsables no son precisos, ya que van de 20 a 340 familias.
Comedores populares: dos momentos (1999 y 2002)
Año de 1999
Vocación social y personalismo: “Somos la máquina de hacer el bien”
Las posibilidades de existencia y desarrollo de los comedores aparecen asociadas con la “voluntad social” de quienes los dirigen: “La vocación de ayudar sobrevive a todos (los gobiernos). Nosotros tenemos esa mentalidad, por lo menos yo, que soy el que empuja y lleva todo esto adelante con algunas discusiones, a veces, internas... porque nosotros somos la máquina de hacer el bien o de ayudar a la gente...”.
La mayoría de los líderes de los comedores perciben su rol con un acentuado personalismo; entre quienes manifiestan más claramente este perfil se destacan los que tienen vínculos con algún partido político: los únicos esfuerzos que valoran son los propios y hay poco espacio para reconocer otros aportes, sean gubernamentales o particulares.
De hecho, los dirigentes de los comedores trabajan mucho, sobre todo los que además de estar en la cocina atienden directamente a los niños, pues ellos cuentan con menos gente que colabore y en general tienen menos vinculación política. Por lo tanto es real su motivo para ponderar el esfuerzo personal, no siempre reconocido, como se ve cuando hablan de su relación con los padres de los chicos y con Acción Social.
Cabe mencionar que siendo los dirigentes con vínculos partidarios los más “ególatras”, también son los más “diversificados” en cuanto a organización se refiere. Reúnen multitudes, pues forman redes de organizaciones (o participan de ellas) que giran en torno a su persona.10
Sin dejar de apreciar lo meritorio de sus acciones, esta mirada centrada en la acción individual recorta, en la gran mayoría de los casos, las posibilidades de crecimiento institucional de los comedores como organizaciones del entramado barrial, y su permanencia y sus posibilidades de participación en la resolución de las problemáticas colectivas dependen del interés o la voluntad de quienes los conducen, que tampoco asumen un papel protagónico como dirigentes sociales o barriales.
El ser mediadores de alimentos, bienes socialmente indispensables con un alto grado de visibilidad social, les otorga a los responsables de los comedores una jerarquía de poder que ellos mismos consolidan con su propia construcción discursiva. Los vecinos de su entorno barrial los reconocen, además, por su capacidad de gestión en cuanto a que les facilitan la resolución de ciertas cuestiones burocráticas (fundamentalmente trámites) y les brindan información útil, en tanto resulta de sus vinculaciones con dirigentes partidarios de diverso peso político.
Dentro de la organización, el lugar de los dirigentes supone el manejo de una red interna, con una influencia desde lo normativo en cuanto a decidir, por ejemplo, quiénes asisten diariamente y la coordinación y asignación de las tareas. Regularmente estas pautas se hallan circunscritas al espacio y a los tiempos vinculados al comedor, pero en algunos casos este lugar de poder los lleva a determinar cuáles son los comportamientos que ellos estiman deseables, de carácter familiar o social de quienes forman parte de la comunidad más próxima.
El accionar de la mayor parte de los comedores se restringe a la satisfacción de algunas de las necesidades alimentarias (almuerzo y merienda, de lunes a viernes) y en algunos casos brindan apoyo escolar (una vez por semana) a los niños. Pero en muchos casos acuden las madres de los chicos, que buscan un lugar donde comer junto a sus hijos. Así, estas organizaciones se convierten en un subsidio a los escasos ingresos de las familias, en su gran mayoría numerosas y en una importante proporción, monoparentales.
Al estar inmersos en dicho proceso, en que los responsables de los comedores buscan la supervivencia cotidiana de su proyecto social, relegan una postura crítica con relación a otros problemas de carácter colectivo, tales como el desalojo para numerosas familias, que se impone como el riesgo estimado del proceso de renovación.11
La actividad política versus actividad social
Buena parte de los comedores mantiene conexiones político partidarias no siempre explícitas. En algunos casos sostienen al comedor una fundación o algún dirigente nacional, cuyo nombre se soslaya; en otras ocasiones sus responsables son militantes de distintas jerarquías, que canalizan una vertiente de su actividad política en esta iniciativa. Se convierten así en mediadores en las pugnas partidarias internas o, en periodos electorales, entre la comunidad y las organizaciones políticas, ya que son capaces de aportar un caudal de votantes propio a una u otra corriente y de servir de sostén de redes clientelares.
De este modo se verifica una cierta heterogeneidad entre los comedores a partir de la postura o rol de los responsables frente a la actividad política:
Apartidarios: los responsables no desempeñan actividad política alguna y no ponen acento en su liderazgo personal.
Partidarios: los responsables son además militantes, referentes, líderes o punteros políticos.
Políticos no partidarios: los responsables manifiestan que tienen objetivos políticos y organizativos.12
Asimismo es posible identificar dos perspectivas en tensión desde las cuales los actores principales, los responsables de los comedores, interpretan su tarea: como una actividad social frente a una tarea política. La primera es la evidente, central o principal, la reconocida como propia del comedor; la segunda suele ser negada, velada, o bien aceptada, pero como actividad extracomedor.13
Los siguientes testimonios son ejemplos de estas posturas:
Yo te digo, yo no hago política con el estómago de la gente, no estoy acostumbrada. No me gusta [...] Acá no hay política, acá la gente es [...] Si es de la Ucedé,14 la Ucedé; si es radical, radical; si es peronista, peronista. Yo te puedo decir que soy peronista... bah: era, porque ahora no sé qué soy. [...] Yo el comedor no lo hice para política.
[...] este debe ser del barrio uno de los pocos comedores que no transan políticamente. Desgraciadamente la política está metida en todo. Entonces hay comedores... que te dicen, bueno, “te doy un plato de comida pero afíliate al partido” o “te doy un plato de comida y te doy un bolsón de alimentos” [...] La política no es la manera de trabajar socialmente.
Yo participo a través de [...] trabajo social y político. Yo hago el “clip” necesario cuando lo tengo que dar.
[...] participamos en política, te aclaro, porque nos conviene, porque a veces cuando llegan las elecciones vienen y te dicen “te vamos a mandar cien cajas de víveres” [...] En algunas internas nosotros conseguimos dos mil, tres mil, pesitos [...] Pero todo vuelve acá.
[...] porque la gente que trabaja en los barrios son los que tienen los votos.
Pero nosotros nunca hemos afiliado a la gente para que venga a comer ni le hablamos de política. La gente sabe. Yo soy peronista. Cuando jugamos internas nos identificamos, pero acá puede venir hasta el más radical [...] yo creo que las necesidades de la gente no tienen partidos políticos, por eso ahora ganaron los radicales.
[...] se sigue haciendo política pero fuera de acá de la institución [...] Nos hemos dedicado de lleno [...] a la acción social. Acá lo que ves vos, las fotos peronistas, bueno, es lógico porque [...] la tendencia es... es así [...] La idea de la presidenta, la mía propia, es justicialista [...] es peronista, pero no tienen nada que ver eso, te vuelvo a repetir: las amistades que tenemos con el radicalismo, con la gente del Centro de Gestión y Participación,15 con todos, es de primer nivel, tal es así que trabajamos juntos.
Todos los testimonios son de dirigentes vinculados a partidos políticos, con la excepción de la responsable de un comedor. Puede verse cómo diferencian la acción social o la tarea social de la actividad política, vinculada al clientelismo (Auyero, 2000). La primera es valorada positivamente mientras que se critica la segunda cuando se hace por medio del comedor y se le reivindica si se desarrolla por fuera de su ámbito. Tal es la diferenciación que se hace, que la tarea social aparece como instancia unificadora más allá de las diferencias partidarias, pues manifiestan: “las necesidades de la gente no tienen partidos políticos” o “yo no hago política con el estómago de la gente”.
Sin embargo hay un punto en que ambas actividades se tocan, se articulan, donde el trabajo social y el político hacen un “clic”, y si bien la actividad política tiene otro espacio y otro tiempo, la ejerce la misma persona que dirige un comedor para niños, y “la gente sabe”, y la gente no son los niños, sino los adultos, los votantes. Si se piensa en que esa articulación conformada por el dirigente del comedor es una articulación distante, pues los padres en general no se acercan a los comedores, con una clientela atomizada, y donde el intercambio es desigual y vertical, se le podría definir con la analogía del “capital”: los adultos cuyos hijos reciben el beneficio del comedor y se percatan de que alguien hace obras sociales en el barrio son un “capital” (quizás sólo electoral, quizás político) que el puntero o referente “invierte” en el campo.
Dado que la trama de partidos políticos integrantes de las diversas áreas del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires favorece la renovación, no se ha desarrollado una postura de oposición a las consecuencias del proceso que generan dichas organizaciones. Por lo tanto, los comedores sujetos a los lineamientos de dichos partidos no representan entidades que puedan contribuir a la percepción crítica de la situación ni, fundamentalmente, a la previsión de las condiciones a que están sujetos los sectores de bajos recursos de La Boca en relación con su acceso a la vivienda.
Año de 2002
En el contexto de la crisis económica y social aumentó la presencia de los comedores comunitarios en el barrio y del número de personas necesitadas de la asistencia alimentaria (Lindemboin y Danani, 2003). A los concurrentes tradicionales se suman “nuevos beneficiarios” que se ven precisados a asistir a los comedores para poder subsistir. El responsable de una agrupación social los describe del siguiente modo: “[En este comedor] no tenemos un sector que podamos decir, ‘es el sector más hecho pomada’ [...] Si te cuentan la historia de ellos, tenían oficio, tenían casa, tenían obra social.”
La acción individual versus acción colectiva
El lugar que los responsables se asignan en las organizaciones no ha cambiado significativamente luego de atravesar la crisis institucional de 2001; sin embargo se esboza discursivamente un nuevo tipo de liderazgo que está centrado en la autoorganización social y enfatiza la acción colectiva. Se configuran así dos modalidades de liderazgo: una personalista tradicional y otra que apela a figuras discursivas del tipo de las asambleas. Ambas comparten su posicionamiento discursivo crítico respecto a la estructura político partidaria y a sus vinculaciones con los políticos locales.
Los responsables continúan cumpliendo un papel central dentro de la institución, y con los términos “la voz cantante”, “el hombre orquesta” o “la vocera” suelen calificar su papel dentro del comedor. Este rol es reconocido tanto por sus colaboradores como por los beneficiarios. En el contexto de la crisis socioeconómica estos responsables -“dueños” de los alimentos- incrementan aún más su popularidad entre la población que asisten.
Persiste un grupo de dirigentes egocéntricos que destacan sus méritos personales por sobre el reconocimiento de la institución; tal situación ilustra el lugar secundario que los responsables y los beneficiarios atribuyen a los comedores como organizaciones.
Cabe destacar también como otro componente de la personalidad ególatra de muchos responsables de los comedores, la imagen que algunos de ellos desarrollan de su labor en el barrio, pues sienten su función como una especie de “mandato divino”:
El amor a Dios es lo que me está llevando adelante, porque si te muestro lo que me trae Acción Social vos te morís de risa [...] Yo lo hago de mi propio sacrificio y del amor a Dios, pero acá comen [...] Tengo tanto amor a Dios que oro todas las mañanas y digo: “Dios mío, doname, doname”, porque yo no tengo más fuerzas pero tampoco quiero dejar [...] La gente ya sabe, hace 30 años que estoy trabajando acá gratis [...] Yo sé que me van a venir las donaciones del amor que le tengo a Dios. Ahora va a venir también una persona a traerme juguetes [...] el sábado viene un médico acá a darme remedios, porque tanto le pido a Dios.
Yo no tengo ningún curro,1616 no gano nada [...] Yo digo que Dios dispuso de mí para que yo haga esta obra [...] a veces me enojo y quiero dejar todo, porque no tengo tiempo ni para mi pareja [...] pero digo que Dios también dispuso de esto y, bueno, como que lo tengo que hacer, y tengo voluntad [...] sí me siento bien espiritualmente y bien moralmente con todo lo que estoy haciendo.
En el caso de los comedores con militancia política (no partidaria), en general la labor del responsable se ejerce mediante un liderazgo compartido. Se observa una mayor participación de los colaboradores en las asambleas o comisiones y discursivamente reivindican y enfatizan los modos democráticos de tomar las decisiones. No obstante son los más experimentados, generalmente tres o cuatro “cabezas visibles” que deciden el rumbo a seguir:
Nosotros nos organizamos como comisiones por actividad, el apoyo escolar tiene una comisión, talleres tiene otra comisión, planes trabajar tiene otra comisión, merienda tiene otra comisión, horno tiene otra comisión, limpieza, formación, tienen otra comisión. De cada comisión que tenemos [hay] un coordinador; esos ocho coordinadores que organizan la actividad. Después tenés tres responsables, que son tres compañeros que tienen que garantizar que todas esas actividades salgan bien [...] Bueno, si querés son tres las personas que deciden realmente.
Sea un liderazgo personal o compartido por un grupo pequeño, los dirigentes ejercen la coordinación general del comedor, controlan “todo” y se concentran fundamentalmente en las labores administrativas y la búsqueda de recursos; de este modo ejercen una dirección político institucional más allá de los distintos estilos u orientaciones: se vinculan con los órganos del gobierno local con el fin de conseguir subsidios, o mejorar los ya existentes y gestionar créditos para las viviendas. En algunos casos se relacionan con empresas, fundaciones o comercios para solicitar donaciones y se concentran en la obtención de los planes sociales de empleo para sus colaboradores. Las mujeres responsables también se ocupan de las cuestiones vinculadas con la atención directa de los beneficiarios, como preparar la comida, servir la mesa, limpiar el local, entre otras. Algunas responsables delegan las tareas operativas en otras mujeres que actúan como colaboradoras.
Pero más allá de estas diferencias cabe reconocer que la presencia de los responsables en el comedor, sean hombres o mujeres, es diaria y cotidiana. Esta doble presencia, en la vida cotidiana de su institución y en la relación con los organismos de gobierno u otros interlocutores clave para la vida del comedor, caracteriza su rol de dirección político institucional.
El “lugar” que se les asigna a los beneficiarios está en estrecha relación con los objetivos fundacionales del comedor y con el rol que se atribuye el responsable. Se generan diversas formas de vinculación: algunos, los que desarrollan una actividad asistencial, convocan a los beneficiarios para que colaboren principalmente en las tareas cotidianas del comedor, como lavar platos y servir los alimentos. Los que ponen el acento en la acción política exigen la presencia de los beneficiarios en las movilizaciones que realizan: “Acá no se le da a nadie nada sin salir a luchar. Para recibir un bolsón de comida tenés como requisito: ir a las marchas, ir a la movida por la mercadería y los planes de empleo o la vivienda […] el tema es salir a luchar”. En esta interpretación el derecho se asocia a la capacidad y a la actitud de lucha, y la lucha a su vez a la presión callejera, más que a los procesos de construcción y decisión cotidianos en la vida del comedor como organización social.
En este sentido es distinta la manera en que los dirigentes identifican a sus beneficiarios, pues suelen verlos como “un otro”. Muchos toman una distancia crítica de esos otros y califican como cómoda la actitud de aquellos padres que concurren al comedor con sus familias o mandan a sus hijos por costumbre. Describen esta actitud como el desarrollo de un mecanismo que consiste en subsistir gracias a la asistencia proveniente de los organismos del Gobierno de la Ciudad o de las instituciones del barrio. “Acá hay una cuestión muy grave de cultura donde la gente piensa que uno tiene la obligación de darle [...] En realidad, lo que hay que hacer es conducir a la gente a superarse...”. Si bien para estos responsables el superarse no significa la “lucha o manifestación callejera”, con la que están en desacuerdo, tampoco comparten con los beneficiarios las decisiones cotidianas y las gestiones del comedor.
Los segundos enuncian discursivamente un “nosotros” en el que igualan simbólicamente la condición del dirigente y la del beneficiario: “Yo estoy igual que ellos [los beneficiarios] [...] La gente al quedarse sin trabajo busca alguna forma de unirse, o para un microemprendimiento o simplemente para estar con gente que tiene el mismo problema que vos”.
Los colaboradores, que en su mayoría son mujeres, establecen una relación de cooperación con el responsable, y lo secundan fundamentalmente en la atención diaria de los beneficiarios. Algunos dirigentes establecen una relación jerárquica con los colaboradores, mientras otros los definen como “integrantes” o “pares”. En ocasiones los colaboradores reciben como contraprestación el alimento, un pequeño ingreso en efectivo o el acceso a un Plan Jefas y Jefes de Hogar (plan de asistencia al desempleo que supone la entrega de un subsidio de 150 pesos).
En las entrevistas la referencia al número de beneficiarios emerge vinculada a la necesidad de justificar la existencia de la organización, los recursos que manejan y el accionar de los responsables. En este sentido se advierte en algunos encargados la tendencia a inflar el número de concurrentes, sin que nadie exponga públicamente registros claros. Al observar los locales donde funcionan los comedores se percibe cierta incongruencia entre el número de beneficiarios que se dice concurren, la disposición espacial de que disponen y los recursos con los que cuentan.
La emergencia de la acción social como acción política
Un elemento que diferencia los comedores populares en el barrio de La Boca es el papel de la actividad política en las tareas cotidianas del comedor.
En las organizaciones que se reconocen “apartidarias” cuyo responsable no está en relación directa con la política de partidos, su accionar se liga discursivamente con la “vocación solidaria”. Tal solidaridad se percibe como un atributo personal y no como un principio de organización social; es decir, que el entrevistado se caracteriza a sí mismo como una persona solidaria que gracias a sus atributos personales consigue realizar un aporte a la comunidad en la cual está inserto. Para este tipo de comedores la tarea social es la acción principal, y los responsables la califican como una actividad disociada de lo político. En estas organizaciones la toma de decisiones es explícitamente unilateral; por ello hablamos de prácticas verticales y de un pronunciado personalismo que coloca a la población del comedor en una posición dependiente y subordinada.
En cuanto al rol de la institución, en estos comedores la asistencia alimentaria se desarrolla como la prestación de un servicio que puede o no estar acompañado de otras actividades. Dentro de este grupo de organizaciones, además del compromiso de satisfacer ciertas necesidades básicas como la alimentación, los responsables tienden a asumir una postura básicamente orientada a lograr la educación de los beneficiarios, entendida como el intento de modificar sus prácticas personales cotidianas: desde las acciones sanitarias y las condiciones de higiene hasta los modales y las costumbres.
Los dirigentes de los comedores que se posicionan como políticos no partidarios manifiestan que movilizan sus recursos en función de un horizonte común para generar una nueva conciencia política entre la población con la que desempeñan sus actividades. En tal sentido los entrevistados insisten en su interés por construir una conciencia colectiva y la apropiación del espacio que constituye el comedor. Aquí la práctica asistencial se liga a la lucha política: “la lucha por un cambio ideológico y político del modelo económico”.
En su discurso los líderes de estas organizaciones caracterizan la estructura de toma de decisiones como plural. Relatan procesos de construcción de prácticas en asambleas de carácter horizontal que incentivan la participación y el debate. Si bien estos dirigentes construyen discursivamente un liderazgo no restringido, sus reiteradas referencias al rol de los pocos responsables que “enrumban” las cosas, pone de manifiesto la persistencia del papel y el peso de algunos individuos y ciertas personalidades en el ejercicio de las direcciones.
Una historia de fragmentaciones
La gran mayoría de los responsables de los comedores posee experiencia previa en organizaciones sociales.17 Algunos de ellos aluden a dicha experiencia críticamente. En general dejaron de colaborar en la institución anterior por “desavenencias con el responsable”, pues entre otras razones no compartían “el manejo social y político” que se hacía en la institución, y surgieron problemas relacionados con los recursos económicos.
De este modo, la fragmentación de liderazgos es un factor explicativo de la proliferación de comedores en el barrio. Detrás de dichas desavenencias se reconoce la necesidad o el deseo personal de los responsables de crear o presidir su propio comedor, “de abrirse solos”, de afirmar su personalismo luego de la larga práctica adquirida. Entre quienes comentan su experiencia previa se distinguen los que se remontan a una intervención apolítica con el formato tradicional de las instituciones de beneficencia, y los que la ejercieron acompañando una militancia político partidaria que luego abandonaron o decidieron transformar.
De este modo no resulta extraño que la vinculación entre los comedores se reduzca a contactos esporádicos y que no exista un trabajo conjunto de articulación para generar acciones colectivas, lo cual dificulta el surgimiento de una red comunitaria entre los comedores del barrio.
En el discurso de los líderes no se percibe un reconocimiento a la labor desarrollada por sus pares; se podría pensar que existe una disputa entre los dirigentes, una competencia por dirigir el comedor más grande o por prestar más servicios. En general, con excepción de los que participan de la Mesa de Enlace,18 la mayoría de los dirigentes sostiene que no identifica al resto de los comedores vecinos: confunden sus nombres o no saben ubicarlos dentro del barrio (cabe aclarar que frecuentemente los locales se hallan en la misma cuadra o manzana) y cuando se refieren a algún comedor, y en particular a sus responsables, lo hacen negativamente, descalificándolos o criticándolos: en todos los casos dicen que en los comedores de La Boca “se maneja mucho la política”, excepto, por supuesto, en el propio. Como un ejemplo del tipo de relación resultan ilustrativos los comentarios de dos responsables que hasta hace poco tiempo formaban parte de la misma institución. Uno de ellos comenta:
[Este comedor] hace nueve meses que funciona y en tres meses he logrado cosas que gente hace años no puede lograr... [Yo] echo mucha gente, hoy eché a más de 70 personas [...] no tengo cupo, echo a la gente porque los conozco en el barrio y sé quiénes son, [éste] creo que debe ser el tercer comedor más grande de Buenos Aires [...] en La Boca no hay ningún comedor que tenga más de 120 personas, ninguno supera las 300, yo supero 300, 250, 350, casi todos los días.
Al respecto el responsable de una agrupación social comenta: “Somos tan mezquinos que no somos capaces de juntarnos ni siquiera para hacer un chocolate juntos”.
Análisis de algunas tendencias
Cambios en los procesos de institucionalización
Si analizamos el proceso de institucionalización, medido a partir de formas jurídicas que suponen la existencia de instancias colegiadas para la toma de decisiones, se observa que 10 de los 18 comedores a cuyos representantes entrevistamos en 2002 presentan un bajo grado de institucionalización. Entre los ocho que cuentan con figuras jurídicas formales, tres las han incorporado en los últimos tiempos. Estos procesos de formalización institucional se relacionan con ciertos requisitos que establece el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para la obtención de subsidios como fuente de recursos para los comedores. Ello es muy importante porque los comedores elaboran sus estrategias para la subsistencia en función de la oferta gubernamental.
Cambios en las actividades que desarrollan
Si se tiene en cuenta el tipo de actividades19 que realizan las organizaciones, no se advierten cambios significativos que evidencien una modificación de las estrategias organizativas antes o después de la crisis de 2001.
Los comedores que abrieron sus puertas con posterioridad a 2001 enmarcan su repertorio de tareas en el menú de actividades tradicionales. La incorporación de cuestiones como el apoyo escolar o la recreación parece guardar mayor relación con la permanencia circunstancial o no de voluntarios o con los recursos para sufragarlas, más que con otro tipo de decisiones.
No hay relación entre los tipos de actividades que desarrollan las organizaciones y su perfil político organizativo; no hay diferencia, en fin, entre aquellos que se deciden por una militancia no partidaria, los que eligen la militancia social o los que se dedican pura y exclusivamente a la asistencia.
Autoorganización y prestación de servicios
Buena parte de los comedores mantienen conexiones político partidarias, si bien no siempre explícitas. En la primera serie de entrevistas distinguimos dos grandes grupos diferenciados por la relación que mantienen o no con los partidos políticos. A su vez, dentro de los que no tienen relación con los partidos construimos tres categorías: aquellos que forman parte de instituciones no partidarias (Iglesia, sindicatos), los que se distinguen de los partidos en tanto postulan una práctica política diferente a las tradicionales, y por último aquellos que enfatizan una prescindencia total en relación con los partidos y la actividad política, ya que se proponen objetivos puramente asistenciales y fundamentalmente referidos a la atención alimentaria.
En el lapso inmediato a la crisis de 2001 la apelación a la autonomía respecto a los partidos políticos se torna un elemento significante que está presente en todos los discursos. Tal autonomía está fundada en el rechazo a los referentes partidarios y en algunos casos se extiende a las representaciones sindicales y sociales. A partir de 2002, las líneas que distinguen a este grupo heterogéneo de organizaciones resultan de la forma en que sus miembros interpretan y guían su actividad, es decir, en formulaciones construidas alrededor del para qué de su existencia.
En este sentido se configuran dos agrupamientos:
las actividades se conciben como la prestación de un servicio;
las actividades se desarrollan como mecanismos de autoorganización de la población.
En el primer tipo de organizaciones la toma de decisiones suele ser unilateral, a espaldas del colectivo que las aglomera. Separando aquellas instituciones de origen religioso en las que los entrevistados realizan su tarea valiéndose de un voluntariado, el resto suele referirse al establecimiento del que forma parte como si éste fuera de su propiedad. Así, entre las instituciones en que la predisposición solidaria aparece como factor explicativo principal, la actividad asistencial muestra una perspectiva similar a la de las antiguas entidades de beneficencia, y el fin último parece ser la búsqueda de cierta satisfacción o reconocimiento personal.
En algunos casos las personas entrevistadas subrayan el rol de madres sustitutas que desempeñan, y en otros casos reparan en su tarea con cierto tono mesiánico: “A mí porque es algo que me apasiona, o sea no solamente por el comedor, sino por estar con la gente, o sea ayudar al que más lo necesita”. “Y a mí me gusta, que sé yo, nunca fui, ni estudié ni nada, pero el contacto con la gente [...] son satisfacciones personales que uno encuentra”.
El reconocer en estas instituciones prácticas “verticalistas” significa que en las mismas predominan la gestión individual y la tendencia a una negociación distante de los mecanismos de presión colectivos, de ahí que este personalismo lleve a orientar los esfuerzos a una administración discrecional de la agenda de contactos (personas, autoridades e instituciones) a los que podría recurrirse. Los entrevistados no están dispuestos a resignar la centralidad que ocupan en la conducción del rumbo de la organización y por ello difícilmente asignan o delegan en miembros de la población beneficiaria del comedor tareas que no sean subordinadas, de escasa autonomía y repercusión en la toma de decisiones.
En los comedores donde las actividades se desarrollan como mecanismos de autoorganización de la población, los entrevistados permanentemente insisten en su preocupación por generar sentimientos de pertenencia y apropiación del espacio que constituye el comedor. En este contexto tales organizaciones fomentan y proyectan los microestablecimientos, como un puesto de parrilla callejero o la elaboración y venta de pan y pizzas. Así -según advierten sus referentes-, mientras se favorece el sostenimiento de la organización, algunos de sus miembros encuentran una ocupación laboral.
Dichos autoempleos implican una organización interna capaz de generar recursos para dar respuesta a las necesidades del colectivo. De este modo la autoorganización introdujo un lugar de importancia para el componente de la “autogeneración” de recursos, que adquirió particular resonancia en el contexto inmediato a la crisis. Un lugar, en ese contexto y en algunos casos, fuertemente idealizado: “Ahora estoy compenetrado completamente porque generamos el dinero desde adentro para gestionar toda la organización con la gente”.
El análisis comparativo muestra que la autoorganización, asociada a la generación de recursos propios, adquiere importancia creciente, particularmente en el plano discursivo, ya que en la práctica resulta sumamente difícil que estas microempresas se tornen económicamente viables. La autoorganización se puede reconocer como parte de una estrategia que tiende a la diversificación de fuentes de ingresos y recursos; sin embargo se mantiene el marcado predominio del financiamiento público -y la importancia estratégica de su captación- como fuente central de financiamiento.
En estos términos, la capacidad de ejercer presión ante las autoridades gubernamentales encargadas de administrar y fijar el destino de la ayuda estatal a los sectores de menores ingresos se constituye como fuente estratégica de acceso a recursos.
Los comedores que fomentan la autoorganización se subdividen entre instituciones que integran instancias políticas más amplias (por ejemplo la Central de Trabajadores Argentinos)20 e instituciones que no pertenecen a otras estructuras. No obstante, más allá de esta disparidad todos estos entrevistados reconocen que los objetivos de la institución que representan son organizar y crear una conciencia política en la población:
Creemos que hay que producir un cambio de modelo económico y que la única forma es con el pueblo en la calle, todo el pueblo en la calle organizado. El gobierno tiene que ser nacional y popular para que el pueblo vuelva a vivir dignamente. Ni radical ni peronista, ni siquiera de izquierda, de izquierda liberal, “trosca”, ¿se entiende? [...] Discutir los problemas concretos de la gente y ver cómo le damos forma política.
Esta finalidad política se desarrolla en un marco de crisis de representación. En este sentido resulta significativo que varios de nuestros entrevistados se definan como peronistas, que han quedado sin militancia ni estructura partidaria: “me reconozco como un militante social, pero un militante político. Tengo ideas políticas, identidad. Muchos de los compañeros venimos de una identidad peronista [...] hablamos del peronismo como una total acefalía. Es una identidad política sin representación. Ni partidaria, ni sindical”.
Crisis de la política y emergencia de nuevas mediaciones sociopolíticas
Un análisis comparativo permite reconocer ciertos deslizamientos discursivos muy ligados al devenir de la crisis. Lo relacionado con los partidos políticos, que ya en la primera serie de entrevistas se identificaba como omnipresente, aunque en ciertos casos estaba velado y devaluado, sólo reconocido por unos pocos y justificado arguyendo que se trataba de relaciones que facilitaban el desarrollo de su actividad “social”, se oculta definitivamente. A lo sumo se reconoce una relación muy indirecta con algunos personajes políticos de los partidos, quienes otorgan aportaciones a las fundaciones abocadas a sostenerlos.
Mientras tanto, dentro de la crisis se incrementa el grupo de comedores donde se percibe la política en términos de acción directa en tanto organización social, como acción que se ejerce desde la práctica social y se sustenta en la capacidad de movilización y en la magnitud de dicha movilización.
Las inscripciones y articulaciones de esta práctica política en un campo más amplio permanecen -tanto como antes lo hacían el rol de los punteros y las relaciones clientelares- veladas y confusas. Se observa en cambio la novedosa eficacia de este sector de comedores para reemplazar las antiguas mediaciones locales e interpelar en forma directa al Estado. Desde esta concepción política, ellos toman la iniciativa para integrar y canalizar la demanda alimentaria hacia el Estado, y se constituyen así en un potente circuito de nuevos mediadores.
Mientras tanto, la autoorganización y la generación de recursos propios son dos elementos significantes que emergen en el contexto de la crisis acompañando a estas prácticas; pero su desarrollo es relativo dados la centralidad de la captación directa de los recursos públicos que garantizan la existencia de los comedores, la dependencia del subsidio y, en particular, las prácticas asistenciales que reproducen.
Como contrapartida, resulta relevante analizar cómo ha estructurado las políticas y los programas alimentarios el Gobierno de la Ciudad y si se han advertido modificaciones en sus características y en el papel que se otorga a los comedores dentro de los objetivos previstos por estos dispositivos.
La relación con el Estado
La gran mayoría de los comedores comunitarios del barrio de La Boca mantiene un vínculo con el Gobierno de la Ciudad derivado del apoyo financiero y de alimentos que reciben de la Secretaría de Promoción Social.21 Esta ayuda proviene principalmente del programa de Apoyo a Grupos Comunitarios que depende del Área de Política Alimentaria del Gobierno de la Ciudad.
Otro punto de contacto con el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires es el Centro de Gestión y Participación núm. 3,22 dado que todos los comedores acuden a él o lo han hecho en algunas oportunidades, generalmente para que funja como instancia que los respalde en sus reclamos cuando solicitan bolsas de alimentos, aumento de los subsidios, reparaciones del comedor o la realización de reuniones barriales.
En este sentido cabe observar que a partir de fines de 2001 la relación con el Gobierno de la Ciudad ha tendido a modificarse. Por un lado la Secretaría de Promoción Social comenzó a realizar reuniones anuales (Mesa de Concertación) con los comedores y se estructuraron espacios destinados a impartir cursos de capacitación sobre la preparación de comidas y talleres.
Por otro lado, el Centro de Gestión y Participación se volvió una destacada “referencia” a partir de un cambio en la metodología de vinculación de algunos comedores (los articulados en la Mesa de Enlace), que desde ese momento dirigieron a él su acción pública barrial, de protesta y reclamo de mayores cuotas de recursos alimentarios valiéndose de su “ocupación”, que se repitió en varias ocasiones hasta que finalmente se transfirió la sede física del Centro de Gestión y Participación al barrio de Barracas. Así comenzó, para algunos comedores, la etapa de acción política sustentada en la movilización callejera, que luego devino “piquetera”.23
De este modo hay una inflexión: la política alimentaria del gobierno sigue la lógica de la emergencia y se incrementa el monto de los recursos sin que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires definiera cambios cualitativos. Sólo se aplicó la instrumentación parcial del programa Vale Ciudad en el barrio de La Boca con la intención de desplazar las asignaciones en especie (bolsones), dinamizar el funcionamiento de los pequeños comercios barriales y devolver a las familias, individualmente, la capacidad de elegir sus insumos alimentarios. Algunos comedores, en este sentido, también comenzaron a canalizar los Vale Ciudad.
En esta dinámica, no obstante, los programas mantienen el corte asistencial, de ahí que perviva la situación de dependencia respecto a las organizaciones. No aparece como un objetivo explícito en las dinámicas de intervención relevadas del gobierno el desarrollar o fortalecer algunas capacidades institucionales de gestión que permita a los responsables de los comedores avanzar en la creación o el sostén de redes comunitarias para afrontar colectivamente los diversos problemas barriales. Las referencias de algunos dirigentes a las escasas reuniones realizadas muestran que en su opinión fueron establecidas para facilitar un intercambio de información y no han logrado una regularidad de funcionamiento.
La relación que mediante el aporte alimentario se ha establecido entre quienes disponen de los fondos que constituyen la base del funcionamiento de casi todos los comedores y quienes los dirigen se halla teñida de paternalismo. Dicha característica la reproducen los responsables de los comedores con los niños, mujeres o ancianos que concurren a ellos. De alguna manera la posesión de los recursos materiales que para el otro son indispensables define en ambas situaciones la relación de poder establecida.
Respecto a la percepción de las acciones que realiza el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, el fuerte sesgo negativo que existe en los discursos hacia la actividad política en general y los partidos políticos en particular también se repite respecto al gobierno local. Las explicaciones más frecuentes de tal percepción refieren a una acción insuficiente y hasta ineficaz en cuanto a la asistencia social que brinda el gobierno, ya que no satisface las demandas de la población.
La acción asistencial del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires en relación a las organizaciones se basa en la entrega de alimentos así como de subsidios anuales, y los controles sobre el funcionamiento del comedor carecen de sistematización y básicamente se orientan a la verificación de la cantidad de comensales y su adecuación a la cantidad de viandas otorgadas. En pocos casos se supervisa la calidad de la comida preparada para la población concurrente. De todos modos, de acuerdo con lo que declaran los responsables de los comedores, al incremento de la población atendida no corresponde un aumento del monto de los subsidios ni la asignación de un mayor número de viandas o bolsones. En muchos casos, contradiciendo los datos determinados, se realiza un ajuste de la aportación y se brindan provisiones para una cantidad menor de destinatarios.
De todas maneras, aunque los comedores del barrio insistan en que la ayuda estatal es insuficiente, para la mayoría de ellos su financiamiento depende en gran parte de esa contribución. Si bien varios de ellos organizan algunas tareas para conseguir fondos y reciben donaciones de particulares, fundaciones o sindicatos para ayudar a su sostenimiento, estas acciones no bastan.
Aunque la mayoría de los responsables concuerda en criticar la acción gubernamental pues considera insuficientes los recursos que brinda, la vinculación que mantienen con las distintas instancias del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires depende de las características de los comedores. Por ejemplo, no todas las organizaciones emprenden acciones de reclamo ante el gobierno valiéndose de las movilizaciones colectivas. Muchos se manifiestan en contra de estas medidas porque consideran que juegan con las necesidades de la gente, y asimismo enfatizan su prescindencia política.
Para quienes desarrollan una militancia política fuera de los partidos, el Estado es el interlocutor primordial. Sostienen una acción activa valiéndose de reclamos, movilizaciones, cortes de calles y ocupación del edificio del Centro de Gestión y Participación; demandan no sólo un mayor abastecimiento de alimentos o aumentos de los subsidios, sino también el incremento de la cantidad de planes Jefes y Jefas de Hogar. En estos comedores también se observa una alta participación en los distintos espacios generados por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, como por ejemplo las reuniones del presupuesto participativo, las reuniones anuales de promoción social, talleres, etc. Cabe destacar que si bien estos comedores tienen gran capacidad de movilización y en ocasiones han logrado un direccionamiento de los recursos a favor de sus reclamos, no plantean propuestas de modificaciones en la definición o aplicación de la política alimentaria.
La vinculación que mantienen con el gobierno los comedores de militancia social es más heterogénea. Aunque también critican el accionar de la Secretaría de Promoción Social y la falta de respuesta del Centro de Gestión y Participación, la mayoría no expresa sus demandas en manifestaciones callejeras. En general suelen tener estrategias más diversificadas para la obtención de recursos. Por un lado algunos han generado microempresas para solventar los gastos del comedor, y por otro tratan de conseguir donaciones de distintas fuentes.
En cuanto a los comedores de perfil asistencial (algunos de los cuales forman parte de estructuras mayores como la Iglesia o los sindicatos), al igual que los del grupo anterior, en general no concurren a las manifestaciones colectivas. También es bastante heterogénea su participación en los espacios generados por el gobierno. Algunos reconocen sus contactos con el Centro de Gestión y Participación y la Secretaría de Acción Social y otros manifiestan que no tienen ninguna relación con ellos. Suelen captar recursos tanto del Estado como de otras fuentes.
En general, los comedores comunitarios constituyen un punto de intersección entre algunas políticas sociales del gobierno de la ciudad, los esfuerzos voluntarios de sus responsables y las acciones clientelares que responden a los lineamientos de los partidos, a los movimientos políticos locales y a las necesidades de la población. Su lugar en el entramado institucional es poco claro: a pesar de que reciben subsidios y aportes alimentarios de la Secretaría de Promoción Social del Gobierno de la Ciudad no son considerados estatales; asimismo sus vinculaciones con las organizaciones políticas barriales y su rol como mediadores en situaciones electorales se presentan también difusos.
Algunas conclusiones
Con la profundización de la crisis el barrio aparece como un espacio natural de acción y organización; se convierte en el lugar de interacción de distintos actores y organizaciones de base. Así, la militancia social territorial se reviste de nuevas características: los comedores se unen a un haz por demás heterogéneo que reúne a organizaciones provenientes de horizontes políticos muy diversos. Comienzan a incluir otros sectores y problemas y abarcan no sólo la ayuda alimentaria, sino también el asentamiento, los ocupantes e inquilinos, el empleo y la salud.
Al respecto podría acotarse que la formación y el fortalecimiento de un actor colectivo cuya experiencia transita por nuevos senderos, posiblemente requiera la constitución de hábitos e identificaciones mucho más complejos que el proceso de agregación participativa. El mosaico de organizaciones sociales en que confluyen los comedores, e incluso la diversidad de perfiles e intereses que se observan entre ellos mismos, dan cuenta de los muchos obstáculos que deben sortearse en la conformación de una identidad común.
Los comedores comunitarios emergen como una mediación estatal de la distribución de recursos, y en este rol los principios de acción basados en la autonomía y el cuestionamiento a las prácticas clientelísticas tienen un alcance difícil de precisar en el corto y el mediano plazos. Sólo el tiempo dará cuenta de su trascendencia y evolución.
Cabe mencionar respecto a los agrupamientos que hemos intentado establecer que no hay tipos puros. La relación que establecen los comedores en su entorno político y los diferentes modelos de intervención y organización interna definen los agrupamientos. Se puede distinguir que por un lado su política se centra en el trabajo local y microsocial, y por otro no están alineados o su alineación es altamente contingente.
Desarrollan el trabajo barrial territorial a partir de la instalación de una demanda -bolsones, subsidios, alimentos-. Muchos se vinculan directamente con los partidos políticos, pero la estructura de organización personalista y vertical dificulta la acumulación social y política direccionada hacia cambios en las condiciones de vida de los grupos de más bajos ingresos, que no reúnen en forma colectiva.
En relación con la situación de los comedores hacia 2002 cabe pensar que la crisis de legitimidad del campo político actúa como mecanismo inhibidor de sus nexos con los partidos políticos en los discursos de los responsables. No obstante, el discurso mismo permite observar la permanencia de relaciones de carácter instrumental respecto de aquéllos; la escasa vinculación o abierta competencia entre los comedores de militancia social es un elemento de importancia al evaluar las dificultades para articularse en torno a la problemática común que enfrentan. Cabe conjeturar que este factor los convierte, en comparación con los de militancia sociopolítica no partidaria, en un interlocutor con menor fuerza frente al Estado, y más permeable a las necesidades coyunturales de los partidos políticos.
Los comedores comprometidos con una militancia sociopolítica no partidaria crecieron numéricamente de un modo significativo en el contexto de la crisis y cuentan con mayor autonomía, autoorganización y, quizás, horizontalidad. Estas organizaciones, a diferencia del grupo anterior, crearon espacios de articulación (por ejemplo, la Mesa de Enlace), a partir de los cuales parecen haber construido una serie de elementos discursivos comunes (la existencia del comedor como una instancia de lucha política, la importancia de la participación de los asistentes en las actividades, la reivindicación de la independencia respecto de los partidos políticos tradicionales combinada con la necesidad de defender sus posiciones políticas desde la acción directa, etc.), y también compartir criterios organizativos y posiciones similares frente al Estado como interlocutor privilegiado y como fuente de recursos. En este tipo de organización comienza a generarse una mayor conciencia de la problemática barrial, y quizás en un futuro puedan plantear nuevas propuestas sobre el tipo de política pública dirigida hacia ese sector, o se verifique la prevalencia de las tendencias asistenciales, la reproducción de la fragmentación política y de estrategias de alineamiento contingente. También sólo con el paso del tiempo será posible desarrollar una idea cabal de los alcances de sus prácticas, así como de la posibilidad de que se expandan a los comedores de militancia social.