Introducción
En el contexto de crisis económica que vive actualmente Argentina, el “cirujeo”, es decir, la práctica por la cual una persona sobrevive esencialmente de lo que extrae de las bolsas de residuos, se ha extendido en forma alarmante. De ahí que el tema haya ocupado un lugar importante en los escritos de los investigadores y en el espacio periodístico.
En estos ámbitos, el fenómeno ha sido analizado desde distintas perspectivas: como un indicador de la pobreza creciente, como una manifestación del trabajo informal o como una estrategia de supervivencia puesta en marcha por los sectores que van quedando fuera del mercado laboral. Paralelamente otro conjunto de investigadores ha considerado la problemática con una visión cruzada, es decir, como una manifestación de la pobreza pero también como un mecanismo por el cual se recupera informalmente buena parte de los residuos que se generan en el ámbito del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA).1
En Argentina esta línea de investigación ha sido explorada por varios profesionales, como Saraví (1994) , que analizó el cirujeo en la ciudad de La Plata (provincia de Buenos Aires); Schamber (2001) que trabajó sobre la relación entre el desempleo y el incremento del fenómeno; y Súarez (2001) quien se centró en los actores formales e informales de la gestión urbana de residuos sólidos, y en las características del cirujeo en los municipios de Malvinas Argentinas y José C. Paz, ubicados en el Conurbano Bonaerense.2 He centrado mi investigación sobre las modalidades del cirujeo en la Ciudad de Buenos Aires, y para ello he indagado sobre los recorridos que realizan diariamente los cirujas, los lugares de origen y destino de estas personas, las formas de transporte, los modos de recolección en la urbe, el tipo de residuos recuperados y las operaciones de clasificación y venta posteriores a la recogida selectiva en la ciudad.
Como parte de los resultados de mi investigación nació el artículo que presento. Aquí describo, por un lado, las dificultades inherentes al marco normativo que rige actualmente la gestión de residuos sólidos urbanos (RSU) en la Ciudad de Buenos Aires y en el resto de los municipios del conurbano, tanto para habilitar la recuperación de residuos como para incorporar el cirujeo como trabajo formalizado dentro de dicha gestión. En este sentido, la reseña del marco normativo resulta pertinente a los fines de este artículo, en tanto esas regulaciones, como se explicará más adelante, promueven en buena medida la expansión de las vías informales de recolección o cirujeo.
En un segundo punto, y ya haciendo pie en las modalidades del cirujeo en la Ciudad de Buenos Aires, analizo sus particularidades valiéndome de un caso específico: el circuito de personas y residuos que circulan entre la capital3 y el conurbano en el tren metropolitano General San Martín, que une el municipio de Pilar, ubicado en la provincia de Buenos Aires, con la estación Palermo, de la Ciudad de Buenos Aires.
De acuerdo con lo dicho, en ese segundo punto reflexiono sobre el marco normativo que regula la gestión de residuos sólidos, y en el tercero sobre las características del cirujeo en la ciudad.
Marco normativo de la gestión de residuos sólidos urbanos en la Ciudad de Buenos Aires y en los partidos del Conurbano Bonaerense
La gestión de los residuos sólidos urbanos domiciliarios en la Ciudad de Buenos Aires prevé tres fases para el manejo y tratamiento de los residuos: 1) recolección, transferencia y transporte; 2) tratamiento, y 3) disposición final. La primera está a cargo del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, mientras que la transferencia y la disposición final de los desechos son responsabilidad de la CEAMSE, una empresa integrada por la provincia y el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que se encarga del tratamiento final de los residuos generados en la ciudad y en los municipios del Conurbano Bonaerense.
La etapa de recolección está regulada por el Pliego 14/97 (1997), mediante el cual el Gobierno de la Ciudad (GCBA) delega las tareas de recolección en cuatro empresas privadas, que son: Cliba (zona 1), Aeba (zona 2), Solurban (zona 3), Ecohábitat (zona 4), y en el Ente de Higiene Urbana dependiente de la Secretaría de Medio Ambiente del GCBA (zona 5), que es la única área que quedó dentro de la jurisdicción del Estado.
En el mapa 1 se pueden observar la división zonal y las jurisdicciones sobre las que actúa cada empresa.
Según las condiciones establecidas por el Pliego 14/97, las empresas deben otorgar dos tipos de prestaciones: los “servicios básicos o permanentes”, como la recolección de residuos sólidos, el barrido manual y mecánico de las calles y la limpieza de los sumideros; y los “servicios especiales” que eventualmente pudiera solicitarles el Gobierno de la Ciudad y que se abonan por medio de tarifas unitarias. El GCBA entrega a las empresas una remuneración cuya tarifa se fija en toneladas y se paga según el “peso” entregado en las estaciones de transferencia.
En cuanto a recuperación o reciclaje, dicho pliego establece que las empresas deberán adoptar planes de recuperación que alcancen “hasta un 10% del total de los residuos recogidos”, y “que el Gobierno de la Ciudad se hará cargo de las campañas de concientización correspondientes” (Burijson et al., 1998: 14). De acuerdo con ello, las empresas privadas pusieron en marcha algunos proyectos de recuperación, sin embargo no han tenido gran repercusión. Asimismo por convenios establecidos entre los municipios y el CEAMSE (Coordinación Ecológica del Área Metropolitana Sociedad del Estado) quedó a cargo de esa institución otra serie de programas, por ejemplo el programa “Reviva” en la ciudad y el “CEAMSE Recicla Junto a Tu Escuela” en el Gran Buenos Aires. Sin embargo tales proyectos fragmentarios lograron poco impacto en la población y fueron ineficaces en la recuperación de residuos.
Recientemente el 29 de enero de 2003, el Gobierno de la Ciudad promulgó la Ley 992 por la cual “el Poder Ejecutivo incorpora a los recuperadores de residuos reciclables a la recolección diferenciada” (artículo 2°) y crea el Registro Único Obligatorio Permanente de Recuperadores de Materiales Reciclables (artículo 4°) (Boletín Oficial, 2003). Mediante esta ley de la Legislatura se suprime la Ordenanza núm. 33.581 de “Limpieza de la Ciudad”, que prohibía el cirujeo, y se habilita la acción de los llamados “cartoneros”, al tiempo que se crea el Registro de Recuperadores, que el GCBA mantiene en etapa de ejecución, orientado a empadronar a los cartoneros y a incluirlos lentamente dentro de la gestión oficial de residuos sólidos urbanos de la ciudad.
Luego de la “recolección”, la segunda fase del manejo de los residuos dispone el traslado a las tres “plantas de transferencia” que existen en la capital federal. En dichas plantas se recibe y se paga a los contratistas según el peso entregado, y se compacta la basura para trasladarla a los rellenos de disposición final. De acuerdo con la Ordenanza 33.691/77 (1977) dicha disposición final queda a cargo del CEAMSE, que administra las plantas de transferencia y transporta los residuos hasta los rellenos sanitarios. Conforme a dicha legislación, el tratamiento en las plantas debe ser por “compactación” y no puede realizarse ningún tipo de recuperación o reciclaje de residuos en esta instancia; a la vez que prohíbe expresamente la presencia de cirujas en las plantas de transferencia o en áreas cercanas a la misma.
Por último, en la fase de disposición final las localidades del conurbano descargan y tratan sus residuos en los rellenos sanitarios del CEAMSE conforme a lo establecido por el Decreto-Ley núm. 8782/77. Lo mismo vale para la Ciudad de Buenos Aires, que deposita allí sus desechos por disposición de la Ordenanza núm. 33.691/77. De acuerdo con los decretos reglamentarios, el CEAMSE debe tratar los residuos por vía de “relleno sanitario”, es decir, un vertedero controlado que se ubica en terrenos previamente impermeabilizados. Si bien se trata de un método conveniente para tratar los residuos, su adopción no implica que no deban tomarse medidas para “minimizar” la cantidad de desechos que ingresan para tratamiento, a fin de no saturar la capacidad de carga de los rellenos.
En cuanto al resto de los municipios del área metropolitana, la fase de “recolección” está a cargo de cada uno y se regula según las ordenanzas que cada localidad haya dictado para ese fin; no existen “plantas de transferencia” intermedias y los residuos se llevan directamente al relleno sanitario que le corresponde a cada municipio. En cuanto al destino final, se deben trasladar y tratar los residuos en los rellenos sanitarios del CEAMSE según lo establece la ley 9.111/78, que a la vez prohíbe toda tarea destinada a la recuperación o reutilización de los residuos, incluso en la fase de recolección.
De acuerdo con lo dicho, el marco regulatorio vigente en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) impone fuertes trabas a la recuperación de residuos, ya que sólo permite recuperar 10% del total de los desechos y únicamente en la etapa de “recolección” (en el caso de la Ciudad de Buenos Aires), pues queda absolutamente prohibida toda medida orientada a la recuperación o reciclaje en las otras fases. En el resto de los municipios del AMBA se prohíbe cualquier medida orientada a la recuperación o reciclaje, en cualquier etapa del circuito.
Según mi criterio, tres elementos coadyuvaron al crecimiento de la actividad del cirujeo en la Ciudad de Buenos Aires: 1) medidas que obturan la recuperación valiéndose de los canales previstos por el Estado; 2) el crecimiento del desempleo y la pobreza que empezaron a incrementarse desde mediados de 1995,4 y 3) la dinámica que comenzó a experimentar el mercado de compraventa de material de postdesecho a partir del cambio en la paridad cambiaria que sobrevino luego de la devaluación de la moneda nacional hacia principios de 2002.
En este contexto, a partir de mediados de la década de los noventa el cirujeo comenzó a expandirse en la ciudad, mostrando nuevas características que no se limitaron al aumento en la cantidad de personas que ingresaron a la actividad,5 sino centralmente a las nuevas modalidades que exhibía la tarea. Fundamentalmente se realiza caminando por la vía pública y recolectando, carro en mano, los residuos que estaban en las bolsas de basura depositadas en la acera.
Dado que se trata de un fenómeno totalmente novedoso dentro del paisaje urbano tradicional de la Ciudad de Buenos Aires, no existen estudios que se hayan focalizado en las características particulares del cirujeo, de ahí que el estudio de caso que presento a continuación pretenda ser un aporte a una temática que sólo ha sido abordada en sus peculiaridades desde el ámbito periodístico.
De acuerdo con ello, a continuación analizo la cuestión a partir de la descripción de una ruta específica de recolección informal: el circuito de personas y residuos que transitan entre la capital y el conurbano a lo largo de las vías del tren General San Martín. Ésta es sólo una de las muchas redes de cirujeo que atraviesan actualmente la Ciudad de Buenos Aires.
El circuito de los residuos.Las rutas de la basura de la ciudad al conurbano
Breves consideraciones metodológicas
Los resultados que presento en este apartado son producto del trabajo de campo que realicé durante el año 2002, donde apliqué los métodos de recolección de datos de observación no participante, contacto informal, y entrevista en profundidad. He llamado contactos informales a aquellos acercamientos de corta duración que incluyeron dos o tres preguntas clave, pero que no pudieron profundizarse porque fueron ocasionales y ocurrieron en momentos en que no me encontraba en situación de campo, o porque el entrevistado estaba recolectando y contaba con poco tiempo para responder, o porque se negó a seguir contestando. Llamo entrevistas en profundidad a aquellas en que seguí un guión y dispuse del tiempo y el espacio apropiados para profundizar en la serie de preguntas.
Realicé en la ciudad la mayoría de las entrevistas, mientras los cirujas estaban recolectando, o en los horarios previos a la salida de los trenes de la estación Palermo de la Ciudad de Buenos Aires; otras las llevé a efecto en los barrios de origen de los cirujas y en algún caso en su vivienda, lo cual me facilitó profundizar en la conversación, y también observar los usos y el tratamiento que se les da a los residuos en la vivienda del ciruja una vez finalizada la recolección en la ciudad.
Los ejes centrales que orientaron la entrevista fueron: de dónde vienen las personas que circulan noche a noche en la ciudad; cuáles son sus barrios de origen y qué características tienen; por qué eligen la Ciudad de Buenos Aires como zona de recolección; cómo se realiza el transporte hasta la capital; en qué horarios; por cuántas calles caminan, qué recogen y cuáles son los principales conflictos que se generan en la calle. A partir de estos elementos de análisis se conformó el “guión de entrevista” y con estos interrogantes se articularon las conclusiones que comentaré a continuación.
Los barrios de origen de los cirujas. La elección de la ciudad como fuente para la recolección informal
Una de las cuestiones clave era conocer de dónde vienen los cirujas que se transportan hasta la ciudad, a qué municipio del conurbano pertenecen y, con mayor exactitud, a qué sector dentro del municipio citado.
En este sentido pudimos determinar que dentro del eje Pilar-Retiro, la mayor parte de las personas que se dedican al cirujeo pertenecen a los municipios de San Miguel y José C. Paz, algunos a William Morris y en menor medida a los puntos más distantes de esta ruta hacia la capital, como Derqui o Pilar.
Los municipios citados corresponden a las zonas más carenciadas del Área Metropolitana de Buenos Aires, y están ubicados en el llamado segundo cordón del Conurbano Bonaerense.
En el mapa 2 puede verse la ubicación de los partidos.
Respecto de las localidades de residencia dentro de cada uno de los municipios nombrados, los más citados por los cirujas fueron: el barrio Mitre, el barrio Santa Brígida y el barrio Vucetich del partido de San Miguel; el barrio Sol y Verde, el barrio San Atilio y el barrio Los Prados del partido de José C. Paz, y el barrio Roca de William Morris.
Los barrios donde residen los cirujas son las zonas más empobrecidas dentro del total general de cada partido. En este sentido, la descripción de los barrios Mitre y Santa Brígida de San Miguel, que detallo a continuación, ilustran sobre las características sociodemográficas y económicas que rodean la vida del ciruja.
Tanto el barrio Mitre como el Santa Brígida son villas de emergencia.6 El barrio Mitre abarca cerca de 90 manzanas de trazado irregular, densamente pobladas; se trata de la segunda villa en extensión de las 500 que existían en el Gran Buenos Aires según el Censo Nacional de 1991 (INDEC, 1991).
El barrio Mitre se formó con quienes arribaron en las diversas migraciones desde los países limítrofes, producidas desde la década de los sesenta en adelante, aunque ya 47% de la población actual nació en el lugar. Presenta una composición territorial heterogénea que puede dividirse en sectores diferenciados. El primero de ellos se formó hacia los años setenta; aunque su trazo es el más irregular está más cercano a los servicios de infraestructura vial y a los equipamientos de servicios. En cuanto a las otras área de la villa, a medida que se alejan de la entrada al barrio, van perdiendo conexión con los accesos a las vías de comunicación y a los servicios indispensables.
Vive en casas de ladrillo o bloques sin terminar 65% de los hogares, y 10% habita en casillas de madera o prefabricadas. Apenas 23% tiene baño con arrastre de agua. De esta última parte del barrio Mitre, al que suele llamarse “el fondo”, proviene la mayoría de los cirujas que llegan hasta la Ciudad de Buenos Aires (Zarazaga, 1999).
El barrio Santa Brígida presenta características semejantes: viviendas precarias con muy baja infraestructura de servicios (perforación de pozos para extraer agua con bomba manual o de motor), hogares con cinco hijos en promedio, baja calificación educativa y laboral, y 60% de los hogares bajo la línea de pobreza, según datos de 2000 (Palmero, 2000).
Se trata de barrios altamente carenciados donde la desocupación general alcanza en la actualidad hasta 80% de la población económicamente activa (Zarazaga, 1999; Palmero, 2002), lo cual no sólo explica la aparición del cirujeo como actividad ligada a la subsistencia, sino también la elección de la Ciudad de Buenos Aires como fuente generadora de los residuos a recolectar.
En los barrios de origen y aun en los centros urbanos de los partidos de residencia de los cirujas, los desechos son tan pobres como los sujetos que los habitan, y están ligados no sólo a las posibilidades económicas, costumbres y hábitos de la población del lugar, sino también a las actividades económicas que se realizan en la zona.
De ahí que el tipo de residuo al que puede acceder un ciruja que camina por su propio barrio o que acude a los centros urbanos de su partido esté mayoritariamente formado por metales ferrosos como el hierro, restos de partes de automóviles o de heladeras, o por la chapa que pueden encontrar por el lugar, en alguna medida vidrio y en menor escala periódicos o alumino.
En este contexto, una parte de los cirujas restringe su ámbito de recolección al barrio en que habita o al centro urbano próximo que lo rodea, mientras que otra parte decide trasladarse hacia la Ciudad de Buenos Aires en busca de mayor cantidad y mejor calidad de residuos.
¿Cómo se trasladan los cirujas hasta la capital y cuáles son los barrios elegidos para la recolección?
La partida y la llegada: el inicio del recorrido, los horarios, el traslado en tren y el arribo a la ciudad. Los barrios porteños de destino
Las actividades previas a la tarea de recolección en la ciudad comienzan poco antes de las 17:00 horas. La mayoría de estas personas vive en zonas alejadas a las estaciones de tren, por lo que debe realizar un recorrido antes de iniciar el traslado hacia la urbe.
En el caso específico de los que vienen del barrio Mitre de San Miguel, cada uno de ellos camina alrededor de 25 cuadras, carro en mano, para llegar a la estación. Dado que tienen expresamente prohibido subir en San Miguel, deben ir hasta la estación Muñiz (una estación más alejada de su zona de residencia), en donde sí se les permite acceder a los furgones.7
Los horarios en que suben al tren oscilan entre las 17:00 y las 19:00 horas. El tren más requerido es el de las 18:00 horas porque es el rápido, aunque sus posibilidades de subir están sujetas a la capacidad disponible en los furgones y a la aprobación del servicio de seguridad de turno.
El traslado en tren se realiza en los furgones. Actualmente nadie paga su pasaje, ya que existe un acuerdo tácito con los miembros de seguridad del tren respecto a que les resulta imposible pagar el abono. A pesar de que esta condición siempre depende del visto bueno de los guardias, en general este acuerdo no formalizado se respeta, aunque el aumento de la violencia y la inseguridad en los trenes está empezando a poner en crisis dicho pacto.
El ambiente y las relaciones entre los cirujas que se transportan en este tren no son conflictivos, y se prestan ayuda mutua para subir los carros al tren, bajar en la estación y ejecutar las operaciones para el regreso. Sin embargo, las relaciones de cooperación sólo llegan hasta allí. Dentro de la ciudad y en la etapa de recolección cada cual lucha por su propia supervivencia, y si bien existe una competencia de hecho respecto de quién llega primero en busca del residuo, no hay zonas demarcadas donde se impida la entrada o el paso de otros cirujas.
Una vez llegados a la ciudad, los barrios donde prioritariamente descienden quienes se transportan por la línea General San Martín son: Villa del Parque, Chacarita y Palermo. Es decir, los tres barrios de la capital federal que generan los residuos domiciliarios más ricos en cantidad y calidad dentro de esta ruta del tren que circula por el ramal Pilar-Retiro.
La llegada a la ciudad ocurre entre las 17:00 y las 19:00 horas. Respecto de la frecuencia con que arriban a la urbe, algunos recolectores manifiestan que acceden dos veces por semana y otros una vez al mes, aunque la mayoría lo hace todos los días, excepto el sábado. La elección del sábado como día de descanso está ligada a que no existe “recolección formal domiciliaria”, y por lo tanto no hay residuos disponibles en las calles de Buenos Aires.
Respecto de la existencia de rutas o zonas de recolección, algunos cirujas no tienen recorrido fijo y otros caminan siempre por los mismos lugares y cuadras. Los que tienen rutas y recorridos fijos son los que van en busca de papel, revistas o cartón. Caminan siempre por los mismos lugares porque han establecido contacto con ciertas personas, en general los encargados de los edificios, que les guardan diarios, electrodomésticos en desuso o muebles viejos.
Como ya se dijo, el horario en que se realiza la recolección informal puede estimarse de modo amplio entre las 17:00 y las 24:00 horas, aunque la mayor frecuencia de cirujeo en esta zona se produce en las 19:00 y las 23:00 horas, siguiendo el ritmo y los horarios de ida y vuelta del tren metropolitano General San Martín.
Las estaciones desde donde se emprende el regreso son las mismas que las de arribo: Palermo, Chacarita y Villa del Parque de la Ciudad de Buenos Aires. Este dato no fija el área de recolección de cada ciruja a un barrio en particular, dado que muchos comienzan la recolección en Chacarita y se trasladan hasta la estación Palermo para comenzar la vuelta, o a la inversa, se bajan en Palermo y caminan hasta Chacarita para regresar.
Después de la hora u hora y media que implica el regreso en los furgones del tren, resta volver a caminar las 25 o 30 cuadras que conectan la estación al barrio de residencia. En esta etapa reaparecen las relaciones de cooperación mutua, pues se brindan seguridad entre sí caminando en grupo hacia sus barrios de origen, ya que el regreso ocurre a altas horas de la noche.
De esta manera, reconstruyendo los horarios y los circuitos totales de traslado, es posible afirmar que cada una de estas personas (en muchos casos acompañadas de niños) camina alrededor de 90 cuadras diarias transportando un carro repleto de residuos en un horario que se extiende desde las 17:00 horas hasta la una de la mañana.
Al día siguiente comienza la segunda parte de la tarea: la clasificación y la separación de los distintos tipos de residuos en la vivienda de cada ciruja.
Tipos de residuos recolectados, lugares y modos en que se realiza la transacción de los materiales recogidos en la ciudad
¿Qué tipos de residuos se recolectan en la ciudad?, ¿dónde y cómo se realiza la entrega de los residuos recogidos?
Respecto del tipo de residuos, se trata de: comida, ropa, latas de aluminio, electrodomésticos, periódicos, revistas, papel, cartón, plásticos y también metales (en especial el cobre), si es que los encuentran en las bolsas o en la calle.
Es preciso hacer dos aclaraciones en torno a este tema. Por un lado, el tipo de residuos que se recolecta en la ciudad está muy ligado a las características de los cirujas que circulan por área, cuestión que abordaré más adelante.
Por otro lado, no todo lo que se va a buscar a la ciudad se halla en la bolsa de residuos. En muchísimas ocasiones el largo trayecto desde José C. Paz o San Miguel se realiza sólo en busca de la comida que otorgan los comerciantes de la ciudad; en otras ocasiones, las más graves y frecuentes, el origen de la comida es la propia bolsa de la basura, y los únicos medios para corrobar el estado de los alimentos son la vista y el olfato.
El otro residuo preciado que se recoge en la ciudad es la ropa. Ésta se encuentra en las bolsas de la basura o algún vecino la entrega mientras caminan.
Entre todo lo que se recolecta en la ciudad, la ropa y la comida constituyen los elementos más requeridos por una buena proporción de los cirujas que transitan por esta zona de la ciudad, aquellos que practican el cirujeo en forma asistemática, a quienes distingo de los recolectores de oficio en otro apartado de esta presentación. ¿Cuál es el destino de esa comida y de esa ropa?
La comida sirve para la supervivencia diaria de la familia o se cambia en los clubes de trueque8 de los barrios de origen. La ropa la usa la familia, se le vende a los vecinos, o se cambia en el club de trueque.
Otro elemento del cirujeo informalizado son los juguetes, que se guardan para los niños, y las latitas, que se revenden a los compradores de aluminio. El tratamiento de las latas no incluye el lavado; sólo se achatan, se juntan y se llevan a la venta cuando se ha reunido una cantidad razonable. Los electrodomésticos y los muebles viejos son parte de los elementos que se recogen en la ciudad.
El periódico, las revistas, el papel, el cartón y los plásticos son otros residuos que se recolectan. Este tipo de materiales los levantan especialmente los cirujas que he llamado aquí “de oficio”, que se diferencian del resto, entre otras cosas porque no van particularmente detrás de la comida, sino que reúnen residuos para revenderlos, aunque lo cierto es que nunca la modalidad predominante excluye a las otras opciones.
De todos estos residuos, el papel en todas sus versiones (periódicos, revistas, papel blanco, usado) es el material que más se busca. En cuanto a los electrodomésticos y los muebles, lo más común es que los arreglen y los vendan entre los mismos vecinos, ya que en un solo caso fueron a un circuito de reventa de este tipo de elementos. El cartón se recoge poco, porque ocupa mucho lugar y es difícil transportarlo en los carros y en los trenes.
Los residuos recogidos en la ciudad se transportan a la vivienda particular del ciruja desde la capital hasta el conurbano. En las viviendas hay un espacio seleccionado para realizar la clasificación y la separación. Los periódicos, las revistas y el papel blanco se clasifican por tipo, se separan y se atan antes de la entrega. Siempre se pone especial cuidado en evitar que los elementos se mojen porque se perjudica el material y se imposibilita su venta.
Todos los depósitos de los recolectores que juntan en la ciudad están ubicados en distintas zonas del conurbano, sea en José C. Paz, San Miguel o Morris. En casi todos los casos la venta se realiza una vez por semana, según la siguiente modalidad: cada ciruja es proveedor de algún depósito en particular, y una vez por semana, en general el sábado, el dueño de éste pasa con una camioneta y levanta el material. En los depósitos se pesa y se le paga al recolector en efectivo y en el momento.
Es difícil determinar la ubicación de los depósitos, ya que los cirujas no recuerdan con exactitud las calles en donde están emplazados. De todos modos, este tema fue ya tratado por Francisco Suárez en su trabajo Actores sociales de la gestión de residuos sólidos de los municipios de Malvinas Argentinas y José C. Paz (Suárez, 2001), donde estableció que existen acopiadores de primero, segundo y tercer nivel, hasta llegar al comprador final: las grandes empresas que utilizan estos materiales, como las papeleras y otras.
Modalidades del cirujeo en la ciudad. ¿Quiénes y cómo recogen la basura en las calles porteñas?
Como hemos venido anticipando a lo largo de estas páginas, son dos los tipos de cirujas que circulan por la ciudad: aquel que acude al cirujeo como una mera estrategia para sobrevivir diariamente y que practica la tarea sin ningún tipo de sistematización, y el que ha hecho de ella un oficio. ¿Con qué criterios y parámetros es posible establecer distinciones entre ellos?
De acuerdo con las conclusiones a que llegamos con la observación no participante y las observaciones que realizamos durante las entrevistas, es posible establecer diferencias entre el cirujeo asistemático y el cirujeo de oficio, a partir de los siguientes elementos: el tipo de residuo que se busca, la forma en que se realiza la recolección, y el instrumento utilizado para ejecutarla.
En términos generales, quien busca en el cirujeo una estrategia de supervivencia más, entre tantas otras que utiliza para asegurar su subsistencia cotidiana, llega a la ciudad en busca esencialmente de la ropa y la comida, no camina tantas calles, y muchas veces pasa las horas esperando el cierre de los comercios porque es el momento en que se reparte el alimento sobrante.
Accede a la bolsa de basura precisamente en busca de la ropa y la comida, y los instrumentos que utiliza para recolectar son muy diversos: bolsas, bolsitas o carros de diseños variados y no especialmente construidos para la tarea. Una lata de aluminio, algún electrodoméstico o un mueble viejo lo acompañan para recoger los elementos esenciales.
Quien usa el cirujeo como entrada fundamental para proveer a su subsistencia, utiliza carros especialmente construidos para el cirujeo, se dispersa en forma rápida de la estación con un destino fijo y conocido, camina muchas cuadras por las calles adyacentes a la avenida y recoge esencialmente diarios, revistas, papel o plásticos. Estas personas han hecho de la práctica un oficio, y por ello tienen rutas estables, horarios, tiempos y recorridos fijos.
A la inversa del caso anterior, los electrodomésticos, las latas de alumnio, los juguetes, la ropa o la comida no son los residuos esencialmente perseguidos, aunque en ningún caso deja de recogerlos para el uso y consumo de la familia.
En todos los casos la recolección se realiza caminando y acarreando algún instrumento que va desde la bolsa y la bolsita hasta el carro especialmente construido para la tarea.
Entre los que han aprendido a realizar la recolección en forma correcta, la metodología es palpar las bolsas de residuos reconociendo por el tacto si existen elementos que les sirvan. En este caso se abre la bolsa, se saca el residuo y se vuelve a atar.
En general los cirujas aprenden esta práctica de palpar, abrir, extraer y volver a cerrar, a partir de las enseñanzas de algún pariente o conocido que los inició en la tarea, o tras los conflictos con algún vecino, la policía o los recolectores formales. Es un aprendizaje que se transmite de boca en boca y que se aprende en la calle. Quien no conoce la tarea rompe la bolsa y dispersa los residuos sobre la vereda.
Durante la recolección nadie usa guantes ni ningún tipo de protección, esencialmente porque se pierde sensibilidad en las manos para detectar los residuos que se pretende capturar.
Quien va en busca del papel o el cartón tiene como proveedores fundamentales a los encargados de los edificios o algún vecino con el que se ha logrado relacionar y que le guarda los residuos.
Aquel que va en busca de la comida tiene como proveedores a los comerciantes de la zona, que le guardan alimentos, a los vecinos que le dan ropa vieja, o a la bolsa de basura depositada en la vereda.
Como ya se dijo, este tipo de ciruja no camina tantas calles y pasa horas esperando el cierre de los comercios para la entrega de alimentos. En general esta práctica suele realizarla un adulto acompañado de un niño, ya que a éste le resulta más fácil conmover a los comerciantes o los vecinos.
Conflictos y armonías en la ciudad. La relación con los vecinos, los recolectores formales y la policía. Problemas que genera la recolección informal
Cuando se le pregunta a los cirujas cuál es su relación con la policía, los vecinos y los recolectores formales, la mayoría manifiesta haber tenido algún conflicto menor originado por la rotura de bolsas. Muchas veces, aun sin haber esbozado el tema, la respuesta espontánea de los cirujas es “yo no rompo las bolsas, yo no hago eso”.
Todos los cirujas se sienten observados cuando caminan por las calles. Respecto a la perspectiva que tienen sobre el vecino de la ciudad, las respuestas varían significativamente, ya que algunos consideran que la gente en la urbe es más solidaria porque tiene dinero o comida para dar, y otros sienten que los miran con desprecio por su condición y por la tarea que realizan.
Todos repudian al ciruja que rompe la bolsa, pues esta actitud los perjudica notablemente. Como ellos mismos manifiestan, “pagan justos por pecadores”, ya que en ocasiones tienen problemas por roturas que no provocaron o se les obliga a juntar los residuos de una bolsa que no rompieron.
Respecto de la relación con los recolectores formales, es posible afirmar que en esta área de la ciudad no existe ningún pasaje de residuos desde la recolección formal hacia la informal, ya que está especialmente prohibido por las autoridades fiscalizadoras y controlado por las empresas de recolección privada.
En relación con este tema, la entrevista a un barrendero de una empresa recolectora dejó ver el grado de control que tienen en su tarea diaria y los conflictos que se generan porque algunos desparraman los residuos.
Un barrendero tiene como obligación limpiar las calles y las aceras de 12 cuadras. Si durante la tarea se produce una diseminación de residuos, el capataz puede hacerlo retrodecer y volver a limpiar las cuadras, o puede recibir sanciones graves directamente de las autoridades gubernamentales.
A partir de este fuerte control de las autoridades no existen acuerdos de hecho que promuevan que los residuos del circuito formal pasen al informal, ya que el recolector o el barrendero formalizado arriesgaría su empleo si realizara algún tipo de entrega o desvío.
Los recolectores o barrenderos formales consideran que “no se puede hacer nada”, con los cirujas y desaprueban la existencia del cirujeo. Tal opinión resulta lógica si se toman en cuenta los perjuicios que ocasiona esta práctica -cuando está mal hecha- sobre su propio trabajo.
Resumiendo:
De acuerdo con lo dicho hasta aquí queda claro que la gestión de los residuos sólidos urbanos de la Ciudad de Buenos Aires está sujeta a dos vías de recolección: un camino formal establecido por las leyes del gobierno de la ciudad y el CEAMSE, y una vía informal que llevan a cabo los cirujas o recolectores informales de residuos. La misma afirmación es válida para el resto de los municipios del AMBA, aunque la expansión del circuito informal de recolección es más evidente en la Ciudad de Buenos Aires porque gran cantidad de cirujas circulan diariamente por sus calles, dada la mayor abundancia y calidad de los residuos que se generan en la urbe.
A lo largo de estas páginas se detallaron las razones que motivaron la expansión de los caminos informales de recolección.
Esencialmente, una confluencia de factores ligados a las trabas que imponen las reglamentaciones vigentes en todo el AMBA para impulsar la recuperación, junto a la crisis económica y social que desde mediados de la década de los noventa ha comenzado a expulsar trabajadores del mercado formal (véase la nota 4), y un cambio en las pautas que presiden el escenario económico de Argentina desde principios del año 2002, que fueron el disparador para que buena parte de las estrategias de sobrevivencia puestas en marcha por los expulsados del mercado de trabajo se concentraran en esta actividad informal.
Concretamente, al eliminarse la paridad cambiaria entre el peso argentino y el dólar estadunidense, las empresas que actúan en el mercado formal dejaron de importar sus materias primas del exterior para comenzar a comprar material de desecho proveniente del mercado interno. Desde entonces se produjo una suerte de sustitución de importaciones que movilizó el circuito de recuperación, pero en el marco de una fuerte ausencia de regulaciones y control de los poderes públicos, que dejó como saldo la emergencia de un importante circuito informal de recuperación, cuyo primer eslabón son los cirujas, que realizan su tarea en condiciones de absoluta precariedad y de falta de protección de las autoridades gubernamentales respecto a la salud y la higiene con que despliegan su tarea.
En las páginas anteriores detallé las características de la recolección informal en la Ciudad de Buenos Aires valiéndome de la descripción de un caso específico: el conjunto de personas que se trasladan diariamente desde algunos municipios del conurbano hasta la Ciudad de Buenos Aires a fin de recolectar residuos para sobrevivir.
El caso narrado tiene por los menos dos valores. Por un lado, haber focalizado la lente desde el ámbito de la investigación para conocer las particularidades de una tarea absolutamente nueva dentro del escenario tradicional de la Ciudad de Buenos Aires, ya que si bien el cirujeo existía desde antaño, no alcanzaba la escala ni presentaba las características que ha comenzado a mostrar desde mediados de los noventa.
Pero además, porque la aparición y cristalización de circuitos informales de recuperación (es decir la totalidad del encadenamiento: cirujas, intermediarios y empresas finales) que actúan en paralelo con la gestión de RSU del Estado también es inédita en Argentina.
Así, mientras en otros países de Latinoamérica como México, Colombia, Brasil, e incluso Chile y Uruguay el fenómeno tiene una antigüedad de entre 10 y 20 años y, como ellos, también los proyectos orientados a integrar y mejorar las condiciones de los recuperadores, como los censos y registros, la formalización de cooperativas o sindicalización de la actividad, la creación de puntos verdes para realizar la separación sin detrimento de la higiene general de la ciudad, etc. (Medina, 1999), en Argentina apenas apareció y se consolidó desde mediados de los noventa, de ahí el gran desconocimiento de las características y peculiaridades de la práctica del cirujeo en la actualidad, y de las medidas necesarias para mejorar las condiciones de trabajo de los cirujas, así como de las acciones más adecuadas para llevar a cabo una gestión integral que no menoscabe la higiene general de la ciudad e integre los intereses de todos los actores implicados de una u otra manera en la misma: vecinos, empresas de recolección, empleados de las empresas privadas, y los propios cartoneros.
Sin embargo, y a pesar de la expansión y consolidación del fenómeno, sólo la Ciudad de Buenos Aires ha tomado algunas medidas orientadas a ordenar la situación, por ejemplo, con la expedición de la Ley núm. 992 que habilita a los recuperadores para desempeñarse como actores formales de la gestión y recuperación de desechos. En el resto del AMBA las autoridades suelen negar el hecho o muestran una disposición negativa hacia la integración del circuito informal.
Sin embargo, dado que cada vez resulta menos factible negar la existencia de ese sector, es previsible que las autoridades comiencen a tomar medidas fiscalizadoras e integradoras de los canales informales de recuperación en un futuro próximo.
El conocimiento sobre las particularidades del cirujeo, lo mismo que la determinación de las diferencias entre quienes practican la tarea como “oficio” y quienes lo hacen de modo “asistemático” y “coyuntural” pueden contribuir a optimizar las medidas de ordenamiento que pudieran tomarse en el futuro.