Introducción
Antes de la crisis de 2008 en Estados Unidos las proyecciones sobre el volumen de mexicanos que residían allí apuntaban sin lugar a dudas hacia un incremento. La dureza de la crisis provocó que disminuyeran las posibilidades de empleo en ese país, y particularmente resultó afectada la población mexicana inmigrante; tal situación condujo a la estabilización de su volumen. Tras una drástica caída de la tasa de emigración algunos autores aceptan hoy día que ha disminuido la oleada de mexicanos hacia el país del norte e incluso afirman que “el boom de migración hacia Estados Unidos que inició en 1965 ya está terminando” (Massey, 2011). Al mismo tiempo sostienen que no se ha presentado un retorno multitudinario de mexicanos procedentes de aquel país (Alarcón et al., 2009; Passel y D’Vera, 2009 y Rendall, Brownell y Kups, 2010). En este trabajo se pretende demostrar que hay un proceso de retorno y está presente en todo el país. Asimismo que una de las principales consecuencias de dicho regreso es el desfase entre las proyecciones de población y el número de mexicanos que captó el Censo de 2010. Por último se propone analizar tal proceso de retorno en algunos municipios del estado de Hidalgo, una entidad emergente y de fuerte presencia migratoria en Estados Unidos, y que en el último Censo de Población se ubicó como la décima entidad expulsora de migración internacional y la décima receptora de migrantes retornados. Cabe mencionar que hasta el momento no se han estudiado las implicaciones sociales, económicas y demográficas de la migración de retorno actual en todo el territorio mexicano.
El estudio se abordó con una metodología mixta: por un lado se utilizó la información generada por la muestra del Censo de Población y Vivienda 2010 que brinda la posibilidad de identificar con gran precisión la distribución geográfica de migrantes de retorno en la entidad y conocer sus características sociodemográficas para enriquecer la información al respecto. Asimismo se aplicaron 50 cuestionarios semiestructurados empleando el procedimiento bola de nieve, dado que no se pretendía representar el retorno sino explicarlo. Por otra parte, para incrementar el conocimiento sobre el proceso social de retorno se aplicaron cinco entrevistas a profundidad a informantes clave, basadas en relatos de vida, las cuales mostraron el perfil del emigrante de retorno por medio de su narración directa.
Se ha dividido el texto en varios apartados: en el primero se presentan los antecedentes económicos y políticos de Estados Unidos; en el siguiente se vierten algunas precisiones conceptuales sobre lo que se entiende por migración de retorno; en tercer lugar se presenta un recuento histórico a partir del retorno migratorio, y finalmente se abordan las características migratorias sociodemográficas del retorno en el país para aterrizar en los municipios de Huasca de Ocampo y Atotonilco el Grande, en el estado de Hidalgo.
Antecedentes
Desde nuestro punto de vista el fenómeno presenta varias aristas que en conjunto explican la disminución de los flujos migratorios hacia el norte. Grosso modo, abordaremos únicamente dos de ellas para tratar de aclarar el porqué de dicho comportamiento; ambas tienen como escenario Estados Unidos. Primeramente influye la recesión económica, la cual ha provocado un gran desempleo de mano de obra mexicana; y como segundo punto destaca el establecimiento de políticas antiinmigrantes mucho más duras por parte del gobierno federal y de la sociedad civil estadunidenses.
Factores económicos
Al analizar algunas de las causas que han afectado la permanencia de los mexicanos en el país vecino del norte y el descenso del éxodo de sus comunidades de origen, encontramos que el punto de partida es la crisis económica de Estados Unidos. Se inició a mediados de 2007 y hasta el momento ha acarreado una fuerte contracción económica, y con ella ocasionado un colapso laboral. Las tasas de desempleo de los inmigrantes aumentaron significativamente después de septiembre de 2008, cuando la recesión se pronunció y generalizó en todas las actividades económicas de Estados Unidos. El desempleo se ha ido incrementando y su tasa ha llegado a niveles que no se habían registrado durante más de 27 años. A principios de 2009 se hablaba de una pérdida de 2 millones de empleos, y a finales del mismo año ya eran 8.2 millones.
En marzo de 2011 el desempleo alcanzaba ya a 13.7 millones de personas, de las cuales 43.9% lo había sufrido durante casi cuatro meses; es decir, era un fenómeno de largo plazo. En febrero de 2009 el Departamento del Trabajo estadunidense registró 104 mil despidos en el ramo de la construcción y 375 mil en el sector servicios; en ambos participaban muchos mexicanos.
Las cifras del Departamento del Trabajo de la Unión Americana revelan que de julio a septiembre de 2009 la población mexicana perdió 808 mil empleos en comparación con el año anterior. La población femenina sufrió la pérdida de 575 mil puestos de trabajo y la masculina de 234 mil. También se reportó que los mexicanos reciben los peores salarios y empleos y son los grupos minoritarios más pobres.
Factores políticos
Desde los noventa del siglo pasado la situación se complicó para los mexicanos que no contaban con visa y querían cruzar la frontera. Estados Unidos adoptó una política de mano dura fundada en el pretexto de “los principios de soberanía y seguridad nacional” y reforzó su control fronterizo valiéndose de una serie de operaciones. La estrategia denominada “prevención por medio de disuasión”, que se ejerció a partir de 1993-1994, consistió en un espectacular refuerzo de la vigilancia en la línea fronteriza. En 1993 se aplicó la Operación Blockade (posteriormente denominada Operación Hold the Line) en la zona de El Paso; en 1994 se instrumentó en el área de San Diego la Operación Gatekeeper; en 1995 se puso en marcha en el sur de Arizona y en California la Operación Safeguard, y en 1997 el Operativo Río Grande en Texas. Todas ellas efectuaron detenciones masivas de indocumentados (Cornelius, 2001).
A partir de los ataques en Nueva York y Washington del 11 de septiembre de 2001 la Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobó una serie de medidas antiinmigrantes que reforzaron más la seguridad en la frontera y en los aeropuertos y volvió cada vez más estricto y restringido el otorgamiento de visados. En 2006 el Senado estadunidense aprobó el Proyecto HR 6061 o muro fronterizo que consistía en la construcción de un muro de 1 200 kilómetros en ciertos puntos de la frontera con México en los estados de California, Arizona, Nuevo México y Texas.
A esto debemos añadir que las políticas antiinmigratorias no se aplican exclusivamente de manera física en el cruce fronterizo, sino en la legislación de los estados de la Unión Americana. En la propuesta de la Ley SB 1070 que formuló la gobernadora de Arizona en abril de 2010 se evidencia un ambiente franco y abierto contra la población inmigrante, a la cual se le violentan sus derechos civiles. Muchos consideran que esa enmienda es una de las más duras que se han conocido en la historia.
La vigilancia de la patrulla fronteriza ocasionó el surgimiento de nuevas y más peligrosas rutas por los desiertos, con recorridos cada vez más alejados de las zonas urbanas y con un mayor grado de dificultad y más riesgos (Cornelius, 2001). Junto con los peligros que representa la vigilancia en la línea fronteriza actúan las políticas antiinmigrantes en los estados fronterizos y amenazan al migrante los abusos de los grupos delictivos, que comprenden desde las bandas locales hasta las grandes mafias del narcotráfico.
La migración de retorno y sus componentes teóricos
Entre los diversos tipos de migración de México a Estados Unidos que se han presentado a lo largo de la historia destacan la permanente o definitiva y la temporal, que incluye la circular y la de retorno; cada una de ellas sigue una dinámica propia que depende del contexto, de las causas y del tiempo y el espacio. A esta lógica se le suman las decisiones personales de cada migrante, lo que hace más complejo el análisis.
El objetivo central de este estudio es reflexionar acerca del concepto de migración de retorno, que es la acción de regresar al país de origen. La gran importancia de dicha migración deriva de la cercanía y la densa actividad de Estados Unidos con México, que es el único país con un elevado número de migrantes de retorno (Massey y Durand, 2006).
No han sido muchas las reflexiones teóricas sobre la migración de retorno; fue a finales de los ochenta cuando se empezó a investigar al respecto y a formular explicaciones. Sin embargo son pocos y recientes los estudios sobre el retorno y sus efectos, tomando en cuenta la reinserción social, laboral y económica a la comunidad de origen del migrante. Jorge Durand (2004) presenta una tipología de cinco formas en este tipo de migración.
1) Retorno voluntario definitivo: incluye desde el migrante con pocos años de permanencia en Estados Unidos hasta aquel que había vivido varias décadas fuera de su país natal y decide regresar motu proprio.
2) Trabajadores temporales: el contrato de trabajo fija como condición el retorno mismo. Éste fue el caso del Programa Bracero (1942-1964) y es el del actual Programa de Trabajadores Agrícolas Temporales México-Canadá (PTAT).
3) Retorno transgeneracional: consiste en el regreso no del migrante, sino de su descendencia: hijos, nietos, bisnietos.
4) Retorno forzado: va desde casos individuales y aislados hasta deportaciones masivas.
5) Retorno voluntario, fracasado: es el regreso a casa después de haber sufrido una experiencia negativa en el país de llegada, sea por el desempleo, el racismo, la no adaptación o las políticas discriminatorias.
Las diferencias entre uno y otro rubro son muy sutiles y en todas ellas se pone al centro al sujeto, lo que da relevancia a la propuesta al ubicar la reflexión en el individuo mismo, más allá de los factores económicos y políticos mundiales. Las preguntas han dado un giro al cuestionar teóricamente por qué ocurre dicho retorno y en qué circunstancias acontece. El autor nos habla de un retorno definitivo o momentáneo.
La literatura al respecto dice que quienes retornan tienden a establecerse en la comunidad de origen y no en otra parte, pues allí ya cuentan con una red de relaciones sociales, laborales y familiares, y se comparten capitales culturales y económicos (Durand, 2004; Levitt, 2001; Papail, 2002).
En su análisis del “retorno contemporáneo en México” Rivera Sánchez (2011) propone una nueva forma de mirarlo que se puede incluir como un sexto punto en la tipología de Durán, y que contrasta con el punto cinco. Es el retorno social, que no constituye propiamente un acto de volver, sino de visitar, que si bien se puede prolongar por años, el propósito de volver a Estados Unidos está presente. Tal decisión nos pone en una encrucijada: ¿volver a dónde, acá o allá? Por lo que se ve son múltiples las variables y cruces que se han dado en la migración de retorno y que van generando nuevos procesos cada vez más complejos y multidireccionales.
Más allá de formular una tipología de la migración de retorno conviene entender su panorama teórico tanto de carácter económico y sociológico como antropológico. Para obtener respuestas concernientes a cada una de esas disciplinas, haremos referencia a las teorías neoclásica, de la asimilación, del capital social y transnacional. Mucho se ha escrito sobre ellas, de ahí que nos limitemos a mencionarlas.
La historia de la migración de retorno en México
En los últimos años el retorno de mexicanos ha sido efecto de la crisis en Estados Unidos. A lo largo de la historia y desde finales del siglo XIX estos contraflujos se han presentado en diferentes escalas y magnitudes. En un principio no se documentaban, simplemente se cuantificaba a los migrantes mexicanos que llegaban de la Unión Americana.
En este breve recorrido histórico podemos establecer seis periodos en la migración de retorno de mexicanos de Estados Unidos desde el surgimiento de México como nación independiente hasta nuestros días.
En la primera etapa la migración se intensificó entre 1836-1853, periodo que va desde la Guerra de Independencia de Texas hasta la firma de la venta de la Mesilla, pasando por la firma del Tratado de Guadalupe, que puso fin a la guerra de intervención estadunidense. A lo largo de estos años los estados de California, Utah, Colorado, Arizona, Nuevo México y Texas pasaron a pertenecer al territorio de Estados Unidos y por ello el gobierno de México publicó un Decreto el 19 de agosto de 1848 en que ofrecía a todo aquel mexicano que lo solicitara que se le trasladaría a territorio mexicano por cuenta del erario público y recibiría una dotación de tierras. Se estimó que se recibiría a cerca de 16 mil familias u 80 mil personas (Iruegas, 2008). Muchos mexicanos decidieron repatriarse; se calcula que cerca de 25% de la población de esos territorios regresó a México (Verduzco, 1995). En un principio el gobierno de Estados Unidos aprobó y apoyó dicha iniciativa, pero al ver que sus territorios se despoblaban frenó el éxodo de mexicanos mediante la intervención de la Secretaría de Guerra (véase el esquema 1).
Con la crisis del 29 sobrevino un segundo momento que puede considerarse el movimiento de retorno más importante dada la cuantía de los mexicanos que fueron expulsados de Estados Unidos en tan corto tiempo. Antes del crac económico, entre 1914 y 1918 (Primera Guerra Mundial) había entrado una gran cantidad de mexicanos a Estados Unidos, ya que este país había demandado mucha mano de obra para la producción agrícola y para su naciente industria metalúrgica y bélica. En México se vivían los embates de la Revolución y muchas personas emigraron al país del norte en busca de trabajo y refugio. Asimismo hay que tomar en cuenta que en 1882 Estados Unidos prohibió la importación de mano de obra china y en 1907 la japonesa, y para 1917 se extendieron las restricciones a otros países de Asia (Cardoso, 1980, en Massey, 2006: 99). Lo mismo ocurrió con la población europea, pues en 1921 se restringió la entrada de polacos, alemanes, italianos e irlandeses, entre otros (Durand y Arias, 2000 y Verduzco 1995). Así, en una u otra forma se incentivó la inmigración mexicana frente a la de otros grupos étnicos, pues se consideraba que era temporal y estacionaria.
Muestra de ello fue que durante este periodo muchos mexicanos fueron y vinieron de sus lugares de origen en México a Estados Unidos y no todos se quedaron a vivir en el país del norte. “Se estima que entre 1900 y 1930 el flujo bruto anual de mexicanos entre los dos países era entre 60 000 a 100 000 por año, cifras que frente a los inmigrantes reportados en Estados Unidos implican un flujo de retorno a México de entre 42 000 y 70 000 por año” (García, 1983). Con la crisis económica de finales de los años treinta dichos retornos se hicieron en forma forzada y masiva: cerca de medio millón de mexicanos fueron expulsados (Durand, 1991). Otros datos mencionan que entre 1929 y 1932 el gobierno estadunidense repatrió a 345 000 mexicanos, cantidad que equivalía a 47% de los que habían entrado entre 1901 y 1930 (Verduzco, 1995). A la par de dichas expulsiones y repatriaciones forzadas muchos mexicanos regresaron por cuenta propia (véase el esquema 1).
El siguiente momento histórico se presentó durante la Segunda Guerra Mundial y la posguerra cuando se organizó el Programa Bracero, de 1942 a 1964. Durante esos 22 años la migración de retorno fue constante y consensada por ambos gobiernos: los trabajadores eran migrantes huéspedes que entraban y salían de un país a otro (véase el esquema 1).
Con la abrupta suspensión de dicho programa se gestó un cuarto periodo que abarcó de 1965 a 1985 y que siguió la misma dinámica, pero ahora con una movilidad indocumentada. Se estima que 36 millones de mexicanos sin papeles entraron a Estados Unidos por entonces; de ellos regresaron a México 31 millones (Massey et al., 2006), lo que dio continuidad a la migración de retorno y circular (véase el esquema 2).
A mediados de los ochenta se presentaron cambios estructurales económicos y políticos en ambos países. México cambió de una industria por sustitución de importaciones a una neoliberal mediante una serie de tratados comerciales con Estados Unidos, y con ello se dinamizaron y estrecharon las relaciones de capitales y de comunicación entre ambas naciones. No obstante, el Congreso de Estados Unidos trató de legitimar y controlar la entrada de mano de obra bloqueando dicha integración económica: en 1986 generó el programa de legalización denominado Ley Simpson-Rodino o Immigration Reform and Control Act (IRCA) con el propósito de impedir el flujo de trabajadores indocumentados mexicanos. A raíz de esta ley de amnistía el gobierno de nuestro país previó que habría una nueva expulsión masiva de mexicanos, pero no fue así; a cambio el gobierno estadunidense generó una política de endurecimiento en los controles fronterizos.
Los efectos de la crisis económica de México a principios de los ochenta afectaron a la población y se sumaron nuevas entidades federativas al fenómeno migratorio. En esta quinta etapa (1985 a 2007) disminuyó la migración de retorno porque se elevaron los costos y los riesgos para ingresar o salir de Estados Unidos (Cornelius, 2001) y la población mexicana tendió a permanecer más tiempo allí (véase el esquema 2).
Por último, un sexto momento se da con la crisis económica de Estados Unidos en 2007 que aún sigue agudizándose en 2012 en todo el mundo. Desde esta fecha hasta nuestros días el retorno de mexicanos ha sido gradual, ya que las políticas laborales, la falta de empleo, los despidos y la discriminación en el país del norte se han intensificado. Muchos mexicanos estuvieron resistiendo la crisis económica en Estados Unidos desde mediados de 2008, e incluso se incrementaron sus esperanzas de ser beneficiados por una nueva reforma migratoria cuando Barack Obama se postuló como candidato a la presidencia, pero esa enmienda no ha llegado hasta la fecha. Ya ha transcurrido algo más de cuatro años de inestabilidad económica, por lo que muchos mexicanos han tenido que regresar a sus lugares de origen y otros tantos no han salido del país. Los que retornaron tenían una red de relaciones sociales más débil, habían permanecido menos de seis años en Estados Unidos y contaban con menos experiencia para sobrevivir. Decidieron volver a México porque no les quedaba otra opción. Justamente nos referiremos a este momento histórico; mencionaremos algunas de sus características y enfocaremos nuestra propuesta en dos municipios del estado de Hidalgo (véase el esquema 2).
El descenso de la emigración internacional
En la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE)1 se registra una tendencia a la baja de la emigración internacional en el periodo 2006-2010. En el cuadro 1 podemos observar que la tasa de inmigración a México mantiene un nivel estable, aunque con ligeras fluctuaciones de alrededor de 3 y 4 personas por cada mil. En cambio la tasa de emigración muestra un franco descenso en estos años; como resultado de tal comportamiento la tasa del saldo neto migratorio ha descendido de -5.4 a -1.4 por cada mil habitantes (véase el cuadro 1).
Esta información ha servido como base para afirmar que si bien la emigración de mexicanos ha disminuido, no ha habido un retorno masivo de éstos, pues los flujos de retorno parecen permanecer estables desde el año 2006 (Passel y D’Vera, 2009, y Rendall, Brownell y Kups, 2010). Sin embargo los datos del Censo de Población y Vivienda 2010 muestran que entre junio de 2005 y junio de 2010 salieron del país un millón 112 mil personas y regresaron más de 350 mil, principalmente de Estados Unidos. Así, podemos concluir que no ha ocurrido una migración de retorno masiva a México según se asienta en las cifras de la ENOE. Sin embargo la información censal no sólo nos proporciona información acerca de quienes retornaron en el quinquenio antes mencionado, también identifica a los retornados que se encontraban en el país del norte desde mucho tiempo atrás y aún vivían allí en junio de 2005. Son 994 774 personas según el dato censal.2 Tal cifra rebasa el número de habitantes de los estados de Campeche, Colima y Baja California Sur, entidades mexicanas con menos población. Por lo tanto, el retorno de migrantes y la merma de quienes van hacia Estados Unidos alteran diversos indicadores sociales y económicos en el país.
El retorno y el monto de la población en México
La desaceleración de la movilidad de mexicanos hacia Estados Unidos ha provocado un desfase entre las cifras que proyectó el Consejo Nacional de Población (Conapo) y los resultados del Censo de Población y Vivienda 2010 que dio a conocer el INEGI. Las cifras que ofreció el INEGI son las concernientes a la población que habitaba en México hasta el 12 de junio del año 2010: en esa fecha residían en las diversas localidades de la República Mexicana 112 322 757 habitantes. Al comparar este resultado con el del Conteo de Población y Vivienda 2005 se detecta que hubo en el país un incremento de más de 9 millones de habitantes en menos de cinco años.3 Tal aumento fue inesperado, ya que rebasó las proyecciones del principal organismo planificador de la población del país, el Conapo, que estimó para el 30 de junio de 2010 una población de 108 396 211 habitantes y previó que para 2015 México albergará a 112 310 260 personas, cifra casi idéntica a la que obtuvo el Censo 2010. El hecho es que los 4 millones de personas de más que cuantificó el INEGI alteran docenas de indicadores económicos. De entrada, por ejemplo, implica una disminución en el ingreso per cápita por habitante de 9 243 dólares anuales a 8 930, lo que obliga a bajar varios escalones en el ranking mundial (Barranco, 2010). Cabe además recordar que el monto de la población es un elemento toral para decidir la asignación de recursos a las entidades y municipios del país.
Consideramos que esta diferencia resulta del freno y el retorno de la migración de mexicanos a Estados Unidos.4 En el cuadro 2 se observa que en las entidades en que es mayor la diferencia entre el monto de población proyectado por Conapo y las cifras preliminares del Censo de Población 2010,5 los habitantes han seguido una larga tradición migratoria hacia Estados Unidos, y este proceso social es más intenso que en el resto de las entidades del país, como: Guanajuato, Michoacán y Jalisco. Algunos estados como Veracruz, Oaxaca, Guerrero, Chiapas e Hidalgo emergieron en los años noventa como entidades expulsoras. Estos resultados muestran cierta correlación entre las discrepancias de las cifras citadas y el fenómeno de la migración internacional; es decir, la variable que ocasiona estos cambios es la reducción del traslado de personas hacia Estados Unidos. El “supuesto” de Conapo acerca del comportamiento de la migración en el futuro ha variado en este periodo.
FUENTE: Elaboración propia con base en el Censo de Población y Vivienda 2010, México, INEGI, y en las Proyecciones de población en México 2005-2050, México, Conapo.
Por lo tanto, las proyecciones de Conapo basadas en la extrapolación de tendencias pasadas de la migración se han modificado y sus resultados no concuerdan con los del Censo. Las estimaciones de Conapo fundamentadas en los resultados que se obtuvieron en el periodo 1995-2000 y en encuestas levantadas en Estados Unidos sugieren que durante este periodo en México hubo una pérdida de 555 mil personas por el fenómeno migratorio. Según el INEGI esta cifra se mantendría constante durante un largo tiempo, de ahí que adopte en las proyecciones de población de 2005 un supuesto de pérdida de 555 mil personas para realizar sus estimaciones; así, la tasa de migración de retorno de mexicanos y de migración neta hacia el resto del mundo se mantiene invariable a lo largo de la proyección. Pero, como vimos anteriormente, la tasa del saldo neto migratorio que se genera a partir de la información del cuestionario sociodemográfico de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE)6 muestra que en el periodo 2006-2010 hay una tendencia a la baja de la emigración internacional. Resultado de tal comportamiento es que la tasa del saldo neto migratorio descendiera de -5.4 a -1.4 por cada mil habitantes (véase el cuadro 1), y por lo tanto con el actual saldo migratorio la pérdida de población del país sólo es de 168 mil personas anuales, y no las 555 mil que estimó Conapo para sus proyecciones. Por lo tanto consideramos que aquí está la clave para entender las discrepancias de la población esperada para el año 2010.
Con estos resultados damos por hecho que la migración internacional ha descendido con bastante fuerza en las entidades donde hasta hace pocos años el traslado masivo de personas era una constante. Al parecer hay un proceso de retorno de los migrantes mexicanos hacia sus comunidades de origen.
Condiciones sociodemográficas del estado de Hidalgo
El estado de Hidalgo contaba en el año 2010 con 2 345 514 habitantes, que representaban 2.3% de la población total de México. Cabe mencionar que Hidalgo todavía es una entidad mayoritariamente rural, ya que sólo 30% de su población se concentra en localidades urbanas con más de 15 mil habitantes.
En ese mismo año generó 1.3% del producto interno bruto nacional (PIBN). Aunque la tasa de creación de empleos en el estado fue de 3.4%, la estructura del empleo en el estado de Hidalgo es muy precaria, ya que 41% de las personas empleadas ganaba menos de un salario mínimo o no recibía remuneración alguna por su labor. La entidad se ubica entre los estados con índice de desarrollo humano medio; su posición en la clasificación nacional se mantuvo en el lugar 27 de 32 entre 2000 y 2005. En términos relativos, para el año 2005 el índice de desarrollo humano (IDH) estatal fue de 0.7810, valor inferior al nacional (0.8200), aunque creció más rápidamente que éste, pues mientras el indicador nacional aumentó 1.57%, el índice del estado alcanzó 2.39 por ciento.
La migración hidalguense
Según la información del Censo de Población y Vivienda 2010 entre junio de 2005 y junio de 2010 salieron del país 41 154 migrantes hidalguenses; esta cifra ubica a la entidad como la décima de México. Sin embargo este dato es 33% inferior al de los migrantes internacionales que salieron en el quinquenio de 1995 a 2000, que fueron 62 160; es decir, la entidad continúa enviando población hacia Estados Unidos pero ahora lo hace en mucho menor proporción (véase la gráfica 1).
La migración internacional hidalguense no ha perdido su carácter eminentemente rural, ya que 62.9% de quienes se dirigieron al exterior en el quinquenio 2005 a 2010 salió de localidades con menos de 2 500 habitantes. Esta cifra contrasta con las tendencias nacionales, con una cada vez más notoria presencia de migrantes procedentes de las zonas urbanas.7 La migración hidalguense internacional continúa siendo mayoritariamente masculina, pues por cada mujer hidalguense que migró en este quinquenio lo hicieron cinco hombres. Estos resultados discrepan de la opinión acerca de que la participación femenina en el flujo migratorio se ha venido incrementando paulatinamente, dado que tal proceso obedece primordialmente a los deseos de reunificación familiar y a la intención de desempeñar actividades relacionadas con el trabajo femenil como recamareras, niñeras etc. En los datos de 2005 de la Current Population Survey (CPS por su siglas en inglés) podemos observar que las mujeres representan 44.6% del stock de inmigrantes mexicanos residentes en Estados Unidos. De acuerdo con dicha fuente, 19.2% de ellas había ingresado antes de 1980, 20% entre 1980 y 1989, 35.6% de 1990 a 1996, y 24.7% entre 2000 y 2005 (Ramírez y Román, 2007: 195). Esto se debe a que la movilidad migratoria de la mujer no es similar a la del hombre: ellas muestran mayor tendencia a establecerse en Estados Unidos que los hombres, y si son casadas propician la migración familiar (Woo, 2000).
La migración de retorno en los municipios hidalguenses
En 2010 habían retornado de Estados Unidos 52 464 personas. De ellas 39 720 habían marchado para allá antes de 2005 y 12 744 salieron entre junio de 2005 y junio de 2010, pero en el momento del censo ya habían regresado a Hidalgo. Como se mencionó, la migración hidalguense es principalmente masculina, de ahí que la gran mayoría de los que retornaron fueron varones (87.8%). La variable edad es clave para constatar que son en su inmensa mayoría jóvenes: 12.6% menores de 18 años y 58.3% menores de 35 años; 23.7% declaró que tenía entre 35 y 50 años. Este grupo de población está constituido por una fuerza de trabajo que se encuentra en la cúspide de su vida laboral y requiere un empleo adecuado para lograr una buena calidad de vida en el futuro.
Los mexicanos son los inmigrantes con la escolaridad más baja entre los que llegan a Estados Unidos. Los hidalguenses no son la excepción: 42.1% de los de retorno cuentan con apenas un grado de primaria, 41.5% tiene un grado de secundaria y 4% dijo haber cursado estudios profesionales. A pesar de que Hidalgo es la quinta entidad con población hablante de lengua indígena en México, sólo uno de cada diez migrantes declaró que hablaba alguna lengua autóctona.
La gran diversidad municipal que presenta el estado de Hidalgo (la entidad está constituida por 84 municipios) podría dificultar el análisis de la localización de los migrantes de retorno; sin embargo son cinco los municipios adonde se reconoce que han llegado más de ellos: Acatlán (con 3.3% de los migrantes de retorno del estado), Tecozautla (con 3.2%), Atotonilco el Grande (con 3%), Huasca de Ocampo (con 3%) y Tulancingo de Bravo (con 2.8%). Con excepción del segundo, los otros municipios se agrupan en la zona geográfica del altiplano hidalguense, la cual presenta la singularidad de estar integrada por municipios relativamente nuevos en el proceso migratorio internacional, pues apenas en los años noventa se incorporó su población al flujo migratorio, a diferencia de los municipios del Valle de Mezquital, cuya larga tradición migratoria data de los años cuarenta y cincuenta. Esto nos indica que los habitantes del altiplano hidalguense no lograron consolidar redes de migración que los ayudarían a sortear con mayor facilidad los embates de la crisis en el país del norte.
Por último, sólo 4.4% de los migrantes que han retornado recibe ayuda monetaria de algunos otros que permanecen en el exterior. Esto es comprensible, pues es probable que la mayoría de ellos enviara dinero a sus familiares gracias a que la emigración les ofrecía la posibilidad de encontrar un trabajo mejor remunerado para lograr mejores condiciones de vida. Por este motivo se han reducido las remesas que se reciben en México en los últimos tres años.
El retorno en los municipios de Huasca de Ocampo y Atotonilco el Grande
En este apartado se pretende profundizar en los efectos sociales y demográficos del proceso de retorno. Se seleccionaron los municipios de Huasca de Ocampo y Atotonilco el Grande porque figuran entre las principales zonas geográficas hidalguenses adonde arriban los migrantes de retorno.
La mayoría de las comunidades de estos municipios trabajan en los estados de California, Washington, Texas y Florida, aunque reconocen “que se encuentran en todo Estados Unidos”. El estado con mayor presencia de lugareños de esta zona es California, y básicamente las ciudades que se encuentran entre San Diego y Los Ángeles: San Marcos, Vista, Escondido, Oceanside y Santa Ana. La mayoría de los jóvenes trabajaba en la construcción, en la jardinería y como empleados de tiendas y restaurantes. Muchos declaran que empezaron a sentir la crisis económica a principios de 2008.
Cuando yo busqué trabajo tuve muchas aplicaciones y no me llamaban y no me llamaban, dos años pasaron para que me llamaran. Mientras, trabajaba en una perfumería, pero ya no quería trabajar ahí. Mi hermano trabaja en una fábrica de tubos, en Santa Ana; cada que había juntas era porque iban a recortar gente. Hubo como cinco juntas, en cada una pensaba que lo iban a recortar. Sacaron a mucha, muchísima gente y hasta la fecha él sigue trabajando. Tengo otro hermano que busca y busca trabajo y no le dan. Sí me da mucho miedo regresar y no encontrar trabajo. Quiero vivir en Estados Unidos porque uno puede superarse, no es que no me guste aquí. Uno trabaja y hay más dinero. Allá puedes comprar tus cosas.8
Las características sociodemográficas de los entrevistados no difieren del patrón mencionado: la mayoría de los encuestados son hombres jóvenes (menores de 35 años) con escolaridad de secundaria. Dos de cada tres migrantes de retorno manifestaron que estaban casados o unidos, y el tercio restante dijo ser soltero. Nueve de cada diez de quienes vivían en pareja expusieron que emprendieron la migración de retorno de manera individual, pues su familia estaba en México y concretamente en el estado de Hidalgo. Al parecer este contingente no influye notablemente en la tasa de fecundidad de la región, pues es sabido que la migración de retorno, como todo flujo migratorio, tiene un efecto sobre el volumen y el perfil de la población.
Me fui a los 18 años [2004], estaba estudiando bachillerato. Me fui porque un amigo me dijo y además no quería estar en mi casa. También se fue mi primo. Yo llegue a San Marcos, tardé en trabajar como dos semanas y empecé en la construcción, llegué a emparejar cemento, ahí trabajé como dos años y medio, ganaba entre mil dólares y ochocientos a la quincena, dependía de qué tanto trabajo hubiera. Luego trabajé cuatro o cinco meses en la jardinería. Después me fui a Santa Ana y ahí estuve trabajando hasta que me vine; trabajé como dos años, tenía dos turnos, bueno… un turno en un restaurante y otro turno en otro. La crisis económica la sentí un poco; poco antes de venirme se empezó a escasear el trabajo. En uno de los restaurantes trabajaba seis días a la semana y me quitaron dos, eso fue en el 2008. Tengo dos años seis meses de que regresé. Ahora me acabo de casar, a Alma la conocí allá, sus papás son de Puebla, pero ella nació allá; ahora quiero ver si ella me arregla papeles para no irme sin papeles otra vez.9
Los migrantes retornados señalaron como fecha de partida los años noventa y principios de 2000; no se encontró a alguno que hubiera migrado desde los ochenta o antes, quizá por dos motivos: 1) los de esas generaciones podrían estar ya establecidos de manera legal en Estados Unidos; 2) en esta región la migración internacional no tiene una larga tradición; la incorporación masiva se dio a partir de la crisis de 1994 en México. Las condiciones económicas en Estados Unidos también influyeron en el auge del proceso migratorio. Con los buenos momentos de la economía estadunidense en los años noventa, numerosas personas sin mucha experiencia migratoria de otras zonas geográficas se aventuraron con éxito al éxodo de la migración internacional. Esto lo demuestra el que a este nuevo grupo de migrantes no le resultara difícil insertarse en el mercado laboral estadunidense; encontraron trabajo de manera inmediata al llegar, si bien a muy pocos les llevó entre uno y dos meses encontrar trabajo. No tuvieron problemas al momento de su contratación, lo que refuerza la idea de que las condiciones económicas en aquel país facilitaron con mucho su inserción laboral.
Trabajaba con mi papá en una compañía de albercas, hacíamos cascadas y cortábamos plantas. Íbamos a donde nos mandaran; a veces íbamos hasta Chula Vista. Uno queriendo trabajar, trabaja. Antes trabajábamos hasta los domingos, ¡había trabajo! Mi papá y yo trabajábamos en la misma compañía, pero como se vino la crisis, la compañía quebró y empezamos a buscar trabajo en lo mismo, pero en otra compañía. Sí se encontraba pero se batallaba más. Me regresé por la familia, pero ya no intenté regresar porque está bien duro. Ahora no hay trabajo; antes salían muchos trabajos. Ya al último nos pagaban menos, más barato. A veces se trabaja dos semanas y luego se deja de trabajar una; no se completaba el mes. Y luego hasta los patrones ni te pagaban. Si se trabajaba dos semanas te pagaban una y luego te recortan uno o dos días de la otra. Nos teníamos que aguantar, pues uno pagaba renta, luz, teléfono, comida, todo era comprar.10
En cuanto a la movilidad laboral de este grupo de personas se observa que a medida que el migrante pasa más tiempo en Estados Unidos es más probable que cambie de empleo, lo cual se explica porque con más tiempo de residencia el migrante acumula experiencia y conocimiento del mercado laboral y busca trabajos con mejores condiciones remunerativas y laborales. Su primera fuente de trabajo suele ser la actividad industrial y en la rama de la construcción, y le siguen las actividades agrícolas y de servicios. Esto no debe extrañarnos, ya que en los últimos años el cambio de perfil laboral de los migrantes mexicanos hacia la diversificación de actividades no agrícolas ha sido constante y se ha documentado. Sin embargo se advierte que los emigrantes hidalguenses suelen insertarse en ocupaciones que según Canales (2009) cuentan con menos protección social, son inestables, desreguladas y las condiciones de trabajo son precarias, como son los casos de quienes laboran en el servicio doméstico, de los jornaleros agrícolas y de los trabajadores de la construcción (Canales, 2009).
Primero trabajé de albañil, luego arreglando cables de luz, más o menos le sabía, le aprendí algo en la secundaria. Al año y medio me metí en una tienda y me gustó más: no era tanto el trabajo, pero al final me recortaron. Busqué por un buen rato, pero nada. Ahora estoy acá, acabo de llegar. No duré mucho por allá, apenas cuatro años.11
La migración hidalguense hacia Estados Unidos es un proceso social de carácter laboral. La mayor parte de los movimientos migratorios de los hidalguenses durante los años noventa y el primer decenio del presente siglo obedecieron básicamente a motivos laborales (Granados y Tapia, 2011). Las condiciones económicas de Estados Unidos en estos años favorecieron una inserción laboral relativamente fácil. Sin embargo el panorama cambió a partir del año 2007 con el inicio de la crisis en Estados Unidos. Desde esa fecha, en el año 2008 y 2009, las ventas al menudeo decrecieron, y de abril a junio de este último año el descenso fue de 10%. En el año 2010 hubo una moderada recuperación, pero el mercado laboral se colapsó, los empleadores redujeron su oferta de trabajo y cientos de miles de personas se vieron sin empleo.12
Un 70 u 80% de mis amigos ya están aquí, se regresaron porque no tenían trabajo. Otra cosa que pasó es que muchos perdieron sus casas; cuando estuve en San Marcos, de mis conocidos, de los que sabía que tenían casa, seis o siete de los que visitaba, creo que sólo dos aún tienen sus casas. La perdieron por la crisis. Yo he estado con varios que se han regresado últimamente [a Estados Unidos], pero no han podido pasar. Han estado en la frontera hasta un mes y no han pasado, y otros sí han pasado, pero no han encontrado trabajo. Ahora está el pollero entre tres mil y hasta cinco mil dólares, depende del lugar del pase y cómo pases. Cuando yo me fui pagó mi mamá dieciséis mil pesos.13
Por ello los migrantes comenzaron a sufrir problemas de contratación a partir de 2006, pero la mayoría de ellos los experimentó entre 2008 y 2009, de ahí que los encuestados perdieran su fuente de trabajo o tuvieran dificultades para conseguir uno y optaran por regresar a México. Como la migración es un proceso multicasual, no todos dijeron que habían regresado por motivos laborales; algunos manifestaron que los habían deportado por faltas administrativas (dos casos), otros mencionaron problemas de salud y otros más vinieron a visitar a su familia.
Muchos se han regresado, muchos que perdieron sus casas, incluso que estaban documentados y todo. Varios están ahora viviendo en departamentos. Incluso se regresa gente documentada: mi papá está documentado y anda por acá. Si le hablan que hay trabajo se va, termina y regresa. Mi hermano no tiene documentos y no tiene trabajo, pero se tiene que aguantar, pues si se regresa es peor. Hace un año lo sacó la migra, se quiso regresar y le cobraron 2 500 dólares. El problema no es pagar dos, tres mil dólares, sino pasar salvo. Pues está muy duro y peligroso, arriesgas la vida.14
Muchos de estos jóvenes poseen pocas redes sociolaborales porque es muy reciente su ingreso al mercado laboral internacional; ellos suelen ser los primeros a quienes despiden.
Cuando uno tiene más tiempo uno conoce mucho más gente; ellos te pueden ayudar cuando no tienes trabajo. Los nuevos como no conocen a nadie se las ven más difíciles. Pero últimamente en los trabajos ya casi no importa el tiempo que tengas de antigüedad. Por ejemplo, un vecino trabajando en una fábrica de camisetas, ya le pagaban como a 35 dólares la hora, casi 40; ya tenía mucho tiempo ahí. Entonces se vino la crisis, como en el 2008, empezaron a recortar gente. A él lo despidieron porque ya estaban despidiendo a la gente que ganaba más dinero. Este chavo estuvo buscando trabajo como cuatro meses y no encontró, regresó a la misma compañía como principiante, por el sueldo de nueve dólares la hora. Antes, cuando yo recién llegué, si no había trabajo empezaban a correr a toda la gente nueva; los que tenían más tiempo se quedaban trabajando ahí, pero ahora es al revés, o parejo.15
Conclusiones
La migración de retorno obedece a una infinidad de causas, pero el actual proceso está inserto mayormente en las dificultades económicas de Estados Unidos. Los datos muestran que no hay un retorno multitudinario de mexicanos sino que ocurre de manera paulatina. Antes de la crisis y del estancamiento de la economía estadunidense, cuando una persona regresaba a México su permanencia aquí era breve; actualmente, como muestra la información censal, su estancia es más prolongada y muchos sólo piensan regresar cuando mejoren las condiciones de Estados Unidos.
Estas personas migraron a Estados Unidos básicamente por motivos laborales y en su mayoría son el sostén económico de sus hogares, de ahí que no resulte extraño que tras su regreso generalmente busquen trabajo. Las actividades económicas donde suelen insertarse estos migrantes en el mercado mexicano son las agropecuarias, el comercio y la construcción, y unos pocos son pequeños empresarios. Los empleos que encuentran son muy variados: desde choferes de transporte público, dependientes de tiendas y obreros de la construcción hasta raramente empleados públicos. En la mayor parte de estos empleos las condiciones laborales son muy desfavorables tanto en remuneraciones como en prestaciones sociales. Probablemente la escasa escolaridad con que cuenta la mayoría de ellos pesa mucho en el mercado laboral mexicano, caracterizado por los altos niveles de flexibilidad y por la precariedad laboral.
La migración de retorno internacional hacia México es un hecho incuestionable. La sostenida bonanza de los sectores de la construcción y los servicios, que propició una gran demanda de trabajadores poco calificados y su rápida inserción en la economía estadunidense, hoy se ha frenado. Al parecer el sector agrícola no es el responsable de la expulsión de estos mexicanos; en las entrevistas se advierte que una pequeña proporción de los retornados estaba inserta en el sector agrícola, lo que nos indica que los migrantes mexicanos que desempeñaban actividades propias de los conglomerados urbanos se han enfrentado a una serie de dificultades para superar esta crisis.
La mayor parte de los migrantes retornados había migrado recientemente; podemos suponer que cuando aparecieron estos ciclos económicos recesivos no habían logrado establecer redes suficientes para consolidarse. Los migrantes retornados suelen ser el sostén económico de sus familias, de ahí que rápidamente traten de insertarse en actividades económicas en México. Al parecer no se les dificulta encontrar empleo en sus comunidades o en su región, pero los empleos donde se insertan se caracterizan por su alto grado de flexibilidad y precarización. Esto es preocupante porque en su gran mayoría son jóvenes con poca escolaridad y al desempeñar este tipo de empleos no pueden pensar en un futuro mejor.
La crisis económica por la que atraviesa Estados Unidos les ha impedido por el momento cristalizar el sueño de obtener un mejor trabajo y mejorar su calidad de vida en México. Aunque algunos han intentado regresar o piensan hacerlo, la inseguridad, la violencia y el control fronterizo incrementan el costo de los “coyotes seguros”, imposibilitando el regreso.
Estas situaciones han contribuido a que haya cesado el ritmo acelerado de la migración hacia Estados Unidos. El parteaguas primordial ha sido la crisis económica que allí se vive, que se ha reflejado en el incremento de las tasas de desempleo y en la disminución del envío de remesas a nuestro país. Es muy probable que nuevamente se modifiquen los patrones migratorios, con permanencias más largas en la Unión Americana y que las estancias en México sean sin retorno a Estados Unidos, lo cual generará nuevas prácticas económicas, laborales, sociales y culturales que conviene analizar.
Sí me da miedo regresar y no encontrar trabajo. Pero como conozco mucha gente, si no encuentro en San Marcos o Santa Ana, me voy a Washington con unas amigas, o a Texas con unos familiares. La mayoría de las personas que conozco tienen papeles y tienen muchos años viviendo allá, pues pienso que no va a ser tan difícil. Me gustaría regresar a trabajar a un restaurante, es mejor que en la construcción, porque siempre se llega a terminar la construcción. Si llegas a agarrar un restaurante cerca de un centro comercial, por lo regular siempre vas a tener un poco más de trabajo. No importa que esté lloviendo, haga frío o haga calor, vas a seguir trabajando.16