Introducción
La distribución del ingreso indica la forma en que un sistema económico reparte la producción entre sus participantes, lo que a su vez revela los procesos previos de reparto que definieron la posesión de activos productivos entre la gente (Peet, 1975), el control del acceso a los medios de producción por algunos actores (Tilly, 2000: 21) y el funcionamiento institucional (Banco Mundial, 2003; Acemoglu, 2003). Con una distribución desigual pocos actores tienen acceso a ciertos bienes y servicios, mientras que la mayoría enfrenta dificultades para conseguirlos, y cuando para ello se requieren educación y nutrición gran parte de los individuos ven limitadas sus posibilidades de desarrollar sus capacidades presentes y futuras (Debraj, 1998: 170; Giraud, 2000: 9). Una explicación para la añeja tradición de desigualdad económica que se vive en México y sus regiones ha sido la desigual distribución de los activos (Attanasio y Székely, 1999; Dávila, Kessel y Levy, 2002), pues su falta o insuficiencia restringe la obtención de ingresos, que apenas alcanza para el consumo corriente, por lo que la posibilidad de ahorrar y mejorar es muy limitada tanto para cada sujeto como para la sociedad entera.
No obstante, si bien la distribución de los activos ha sido desigual a lo largo de la historia humana (García, 1986: 4; Murphy y Stepick, 1991: 2-4), sus derivaciones no son lineales en razón de que los recursos humanos, económicos, financieros, naturales y sociales son diversos y pueden aplicarse en entornos diferentes. Por ejemplo, en el medio rural mexicano la población ha vivido durante siglos en condiciones económicas y sociales opresivas, ora por causas naturales y falta de apoyos, ora por cuestiones políticas y religiosas. Tales condiciones influyen para construir cierta conciencia histórica en los actores sociales (Long, 2007) que los impulsa a buscar opciones, a copiar algunas estrategias y a desarrollar diversas actividades con la intención de generar ingresos ante la falta de oportunidades. La migración nacional e internacional ha sido una de ellas, tan socorrida que algunas comunidades rurales ya registran tasas de crecimiento poblacional negativas (Mojarro y Benítez, 2010). Estas acciones afectan a las comunidades y a las regiones; sus efectos en la distribución del ingreso son previsibles porque cuando la migración es exitosa algunos hogares reciben remesas, aunque no todos, y éstas tampoco llegan a sus manos cuando los riesgos y los costos del traslado son altos.
Los datos de la Encuesta Nacional de Ingreso Gasto de los Hogares (ENIGH) muestran que entre 2008 y 2010 la distribución del ingreso corriente por hogar en México mejoró, pues pasó de un coeficiente de Gini de 0.456 a uno de 0.435 (INEGI, 2010); dado que este indicador se mide con flujos monetarios cabe suponer que la reducción se debe a la recepción de remesas internacionales y a las transferencias en efectivo y especie que realiza el gobierno por medio de los programas sociales. Otras evidencias muestran que los efectos de la migración sobre la desigualdad en las comunidades dependen de la forma en que ésta se inicia, del proceso de incorporación de los nuevos migrantes y de la manera en que se expande el fenómeno en las comunidades. En aquellas donde los hogares menos pobres se incorporan primero a la migración, sus integrantes se vuelven los nuevos ricos, lo cual genera una mayor desigualdad socioeconómica que limita el acceso de los más pobres a los medios de producción (Dinerman, 1983: 37; Mines, 1981: 157; Reichert, 1981: 60; Wiest, 1973; Stuart y Kearney, 1981). Otros estudios, que validan estos resultados con métodos distintos, muestran que cuando existen redes sociales en el lugar de destino y se incorporan hogares de ingresos intermedios el efecto no es previsible. No obstante, cuando se incorporan los más pobres a redes ya formadas, la desigualdad tiende a reducirse, sobre todo en el largo plazo (McKenzie y Rapoport, 2007; Acosta et al., 2008; Jones, 1998; Stark, Taylor y Yitzhaki, 1986; Taylor, Mora, Adams y López, 2005). Tal situación es factible dado que los migrantes tienden a enviar altos porcentajes de sus ingresos en sus primeros años de migración para construir sus activos patrimoniales (casas, equipamiento) y a reducir las remesas conforme pasa el tiempo. Todo ello puede contribuir a la recuperación en la escala de ingresos de los hogares más pobres que se incorporan a la migración.
El propósito de este trabajo es estimar la desigualdad de la distribución del ingreso estructural de la comunidad indígena de San Miguel Coatlán, Oaxaca, y la forma en que inciden en ella las remesas. No se analizan los cambios en la conducta de los integrantes de los hogares ni se toma en cuenta si algunos de ellos (hijos, jefes) trabajaban antes de recibir las remesas y si con éstas dejaron o empezaron a hacerlo. Se asume que la situación del hogar con y sin remesas es diferente y no se consideran los ingresos que podrían haber obtenido los migrantes en la comunidad, como ocurre en otros estudios.1 Con el examen concreto de la desigualdad en esta área será posible evaluar los efectos de los flujos de dinero que llegan del exterior hacia una pequeña comunidad con fuertes lazos culturales. Se considerarán aquí algunas particularidades que suelen omitir otros trabajos debido a su carácter más amplio, por ejemplo, contabilizamos el ingreso en el ámbito del hogar, tomamos la historia migratoria a partir de los años de emigración sostenida, e igualmente registramos las razones de la emigración en las voces de los actores, que pueden relacionarse con el gasto en las fiestas del santo patrono y con el sentido de apoyo mutuo comunal que se caracteriza por el auxilio a los más pobres, cuestiones que podrían dar resultados diferentes. Otros trabajos se refieren a la historia migratoria, a las redes, y a los ingresos imputados, pero mayormente parten de una metodología indirecta; de cualquier forma esto no impide que puedan apreciarse en San Miguel las tendencias que se observan con otras perspectivas de análisis. El estudio de la desigualdad en espacios concretos da la posibilidad de prever lo que pueden ocasionar las remesas sobre las formas de desarrollo económico y sobre la pobreza (Alesina y Rodrik, 1994). La desigualdad restringe la acumulación de activos y esto limita la posibilidad de construir modos de vida sostenibles que den a los individuos capacidad para afrontar su exposición a los embates de la naturaleza, y a las crisis económicas y políticas (Chambers y Conway, 1992).
El método
Para analizar el efecto de las remesas internacionales sobre la distribución del ingreso se analizan varios aspectos de la vida económica de los hogares en que ellas inciden, pero al final se emplea la técnica de descomposición del coeficiente de Gini por fuentes de ingreso (Lerman y Yitzhaki, 1985) que sigue un procedimiento basado en la propiedad de dicho coeficiente según la cual éste puede expresarse como dos veces la covarianza entre el ingreso del pueblo y la función acumulada de sí mismo dividida entre la media del ingreso general, y que es igual a la suma de las covarianzas de cada fuente del ingreso total y la función acumulada del ingreso total, dividido entre la media general del ingreso.
Se puede separar el coeficiente en tres componentes que permiten determinar la proporción atribuible a cada fuente del ingreso:
(S k ) |
representa la proporción del ingreso de cada fuente en el ingreso total |
(G k ) |
representa el coeficiente de Gini para cada fuente de ingreso |
(R k ) |
representa la correlación Gini de la fuente de ingreso (k) al rango del ingreso total. |
Los datos de ingreso total y por fuentes se recolectaron entre diciembre de 2009 y febrero de 2010 en 37% de los hogares de San Miguel. Inicialmente se considera el ingreso total del hogar por ser más representativo de la cotidianidad2 en esta comunidad, donde los ingresos provienen de múltiples actividades: salariales, traspatio, artesanía, autoconsumo, regalos, donaciones, transferencias del gobierno (Oportunidades, becas), remesas (nacionales e internacionales), cría y engorda de animales, entre otras. Se diseñó un cuestionario en el que se interroga a los jefes del hogar sobre los montos que generan las diversas fuentes que forman el abanico de ingresos de un hogar (ENIGH, 2008), también se realizaron 40 entrevistas a profundidad a migrantes activos, a retornados y a población clave de la comunidad.
San Miguel Coatlán
Es una comunidad zapoteca de la Sierra Sur oaxaqueña ubicada 100 kilómetros al sur de Oaxaca capital. La gente se reconoce como zapoteca, aunque apenas 7% de la población habla la lengua, pero alrededor de 30% la entiende. Cuenta con 1 394 habitantes distribuidos en 276 hogares (INEGI, 2005). En promedio la escolaridad es de 4.28 grados, ligeramente más alta entre los hombres que entre las mujeres (4.6 y 3.98), y 14% es analfabeto. La mayoría es católica (76%), pero hay fieles de la religión Pentecostés, de la iglesia Bautista y de la del Salón del Reino de los Testigos de Jehová. La comunidad sufre las carencias propias de la zona, aunque cuenta con una escuela primaria, una telesecundaria y una casa de salud, así como un camino de terracería hacia la cabecera distrital que se está revistiendo de asfalto; el agua potable se introdujo por medio de tequios hace cerca de 10 años y algunas calles están pavimentadas.
Casi todos los asuntos del pueblo se discuten una vez al mes en asambleas a las que pueden asistir hombres y mujeres; todos participan, aunque se acostumbra que los hombres decidan. En la comunidad se celebran las fiestas del santo principal con una mayordomía grande y las de los santos menores con una chica. Dado su carácter católico, el municipio se coordina primariamente con miembros de esta religión, aunque los de todas participan de una u otra forma.
La migración internacional comenzó a finales de los años ochenta; anteriormente pocos hablaban español, vivían en sus ranchitos en el cerro, construían sus casas con tablas, tejamanil y carrizo con techos de madera o cucharilla; quienes tenían más recursos instalaban techos de lámina. Uno de los principales anhelos de los migrantes pioneros fue tener una casa de barro con techo de lámina. Una lugareña refiere que Javier, su esposo:
Viendo la necesidad y que nomás teníamos una casa de madera en el rancho… se fue al norte, ya hizo la casa aquí y compró un terreno… invirtió como $40 000, compró lo de la cocina, refrigerador, camas, trastes y muebles… ahorita los niños ya tienen su ropa, su calzado, hay suficiente para comer.
En San Miguel la migración obedece a una variedad de objetivos y razones3 que reflejan las concepciones y las formas de vida cotidiana.
Por un lado, la gente piensa que esta actividad es peligrosa y costosa en lo económico y lo familiar; dada la costumbre de permanecer unidas y apoyarse mutuamente no es bien visto que las personas se separen de sus hogares y de sus tierras, pero consideran que con una separación temporal podrán ahorrar y vivir mejor. Conforme a esta lógica algunos migrantes con actividad productiva han comprado herramientas y utensilios de trabajo (panadería, carpintería, camionetas, taxis, otros) con la idea de no depender de la emigración. Aquí la migración externa es masculina, aunque también se incorporan algunas mujeres. Los migrantes apoyan y se llevan al norte a sus familiares y amigos por igual, especialmente a los que están más pobres, pero prefieren a los hombres para no exponer a las mujeres. Estas ayudas brindan prestigio social a las familias de quienes las otorgan. Algunas características generales de la migración se muestran en el cuadro 1.
El envío de remesas y sus efectos en San Miguel
El envío de remesas es una de las razones que justifican el apoyo de los hogares a la migración rumbo al norte, sin embargo sólo 90% de los hogares con migrantes reciben remesas. En 2009 los hogares de la muestra recibieron por este concepto $1 414 800 (un millón cuatrocientos catorce mil ochocientos pesos). Alrededor de 30.89% son remesas nacionales y 69.11% internacionales.4 Cerca de 27% de las remesas internacionales se gastó en alimentación, 40% en construcción, reparación y acondicionamiento físico de la vivienda, 4.5% en compra y reparación de vehículos, 10% en sostenimiento, inicio e inversión en sus negocios, 13% se destinó al ahorro, 13% se invirtió en educación y 1.7% en gastos médicos y medicinas. En términos económicos, para la comunidad y los hogares esto representa una acumulación de activos de corto y largo plazos: educación, salud, alimentación, vivienda, herramientas, animales de traspatio, ahorro. Asimismo los migrantes retornados impulsan en las asambleas otros activos sociales, como la idea de que los padres deben dejar que sus hijos asistan a la escuela y llevarlos al campo los fines de semana; también promueven el arreglo de los caminos y las calles, el suministro de agua potable, entre otras obras de infraestructura.
Las desigualdades
El ingreso total de la muestra en el año 2009 fue de $10 312 720 (diez millones trescientos doce mil setecientos veinte pesos). Los ingresos salariales constituyen casi la mitad (45.35%), las remesas representan 13.72%, las transferencias de gobierno (Oportunidades, Procampo) 7%, otras fuentes como la renta empresarial (posesión de pequeños negocios) y la cosecha sobresalen como generadoras de ingreso. En el cuadro 2 se advierte que una comunidad indígena en realidad tiene a su disposición diversas fuentes (con montos y temporalidades diversos) durante el año. También se observa que algunos hogares no poseen o no pueden aplicar ciertos activos en unas fuentes, que cambiaron su vocación hacia otras e incluso que son suplidos, como en el caso de las remesas y los salarios.
Una primera aproximación a la forma en que se distribuye este ingreso deriva de la proporción total que captura cada tipo de hogar. Quienes tienen algún tipo de migración toman tres cuartos del ingreso total; cifra que concuerda con la proporción que representan estos hogares.
Nota: HSM = hogares sin migración; HMImx = hogares con migración nacional; HMIGEU= hogares con migración en Estados Unidos; HMIGambos= hogares con migración nacional y en Estados Unidos.
Fuente: Elaboración propia.
Quienes tienen migrantes en Estados Unidos se apropian de 36.6% del ingreso, aunque esta proporción es mayor si integramos el ingreso de los hogares que tienen dos migrantes. A los migrantes nacionales les corresponde algo más de un cuarto del ingreso y a los que no tienen migrantes menos de la cuarta parte. El ingreso salarial es el mayor monto de quienes no tienen migrantes5 y representa 42% del total. Para los que cuentan con algún tipo de migración los salarios constituyen poco más de 40% de su ingreso; entre quienes tienen migrantes en Estados Unidos llegan a representar hasta 49%, lo que sugiere que las remesas llegan a hogares que tienen activos y capacidad de generar ingresos en otras fuentes no siempre salariales. En suma, los hogares con migración mixta y en Estados Unidos generan más ingreso promedio.6
Una forma tradicional de observar el comportamiento de la distribución del ingreso es la curva de Lorenz, en donde se homogeneizan los hogares y se ordenan según los ingresos que capturan.
Las remesas se representan en el extremo derecho de la gráfica 1 (línea de puntos cortos) y muestran una distribución bastante desigual, lo cual resulta normal dado que sólo alrededor de 44% de los hogares las recibe. Los salarios (línea punteada extendida) también presentan una distribución desigual entre los hogares, aunque es menor en razón de que sólo la mitad los recibe y lo hace en forma más homogénea. La línea de desigualdad cruza diagonalmente los ejes y forma un ángulo de 45°; su distancia hasta cada punto de la línea delgada que representa la distribución del ingreso total es la desigualdad comunal (véase la gráfica 1).
Para observar el efecto de las remesas separamos los ingresos totales en dos rubros: ingresos domésticos que provienen de fuentes locales (salarios, transferencias, cosecha, préstamos y demás) y remesas (nacionales e internacionales). La curva de Lorenz muestra que cuando al ingreso doméstico (línea gruesa continua) se le agrega el monto de las remesas, la distribución del ingreso total de la comunidad (línea continua delgada) se mueve ligeramente hacia la izquierda y hacia arriba; es decir, la distribución de los ingresos mejora en términos generales. Aunque tal mejoría es más pronunciada entre los hogares de la segunda mitad de la ordenación (de medianos y mayores ingresos), esto sugiere que entre ellos hay homogeneidad en la percepción de ingresos, mientras que entre los de menores ingresos la mejoría que se observa es casi imperceptible.
A pesar de su utilidad, la curva de Lorenz no explicita las mejorías de hogares específicos. Para ello observamos el rango que existe entre los hogares de menor y mayor ingreso y la forma en que varía con las remesas. La distancia entre el hogar de mayor ingreso doméstico y el de menor ingreso es de 156 veces, y con las remesas se reduce a 106 veces; si bien se advierte mejoría en la comunidad7 igual que en la curva anterior, no son los mismos hogares en una y otra ordenación. No obstante, si se ordenan los hogares respecto a su ingreso doméstico y allí se les agregan las remesas, puede verse cuánto ascienden o retro ceden en su ordenación inicial. Esto se aprecia en la gráfica 2 que muestra al mismo hogar en dos momentos: cuando se ordenan con relación a su ingreso doméstico (línea punteada) y cuando se agregan las remesas (línea continua). Los cambios hacia arriba y hacia abajo de la línea continua reflejan los lugares en que se movió ese mismo hogar como consecuencia de las remesas (véase la gráfica 2).
Se advierte que en general los hogares no ascienden con las remesas muchos lugares en su ordenación inicial; la mayoría de los que se mantienen por debajo de la línea punteada son no receptores: ellos no mejoraron su posición e incluso descendieron algunos lugares, lo cual tiene lógica. En cambio los hogares receptores de menores ingresos locales que se ubican en los dos primeros quintiles ascendieron más, lo cual refleja que para ellos las remesas representan un apoyo. Los hogares receptores que se ubican en los tres últimos quintiles ascendieron menos en razón de que estos ingresos constituyen una menor proporción en ellos y sus ascensos se dan dentro del mismo quintil de pertenencia.
Finalmente, para determinar la influencia de las remesas sobre la distribución del ingreso empleamos la técnica de descomposición del coeficiente de Gini (Lerman y Yitzhaki, 1985). En el cuadro 3, que consigna los resultados, se observa (línea 5, columna 3) que el coeficiente de Gini de los ingresos domésticos (Gk = 0.5043) se reduce alrededor de 5% cuando las remesas llegan a la comunidad (Gk = 0.4803).
Se advierte que las remesas (línea 3) representan casi 14 centavos de cada peso de ingreso total en el pueblo (S k = 0.1372) y el ingreso doméstico agrega 86 centavos. En la columna 3 se muestra el coeficiente de Gini de las remesas (G k = 0.75), el cual denota que éstas no llegan a todos los hogares ni en cantidades homogéneas; la correlación de las remesas con el rango del ingreso total (R k = 0.5684) denota que de cada peso que llega por este concepto los hogares de mayores ingresos apenas capturan 56 centavos. En la sexta columna se advierte que las remesas contribuyen con 12% del valor que asume el coeficiente de Gini de la distribución del ingreso total en San Miguel.
Conforme a la misma lógica podemos apreciar que el ingreso doméstico (línea 2) registra un coeficiente de Gini (G k =0.5043) que muestra unos ingresos locales con mejor distribución que las remesas, pero que algunos hogares obtienen mayores proporciones; la correlación que guardan los ingresos domésticos con el rango del ingreso total (R k = 0.9694) es alta y sugiere que los hogares de altos ingresos capturan mayor proporción de éstos, lo cual da como resultado que 88% del valor del coeficiente de Gini de la distribución del ingreso total se deba a los ingresos domésticos, y dentro de éstos, son los salarios lo que más pesa sobre este coeficiente.
Es decir, la desigualdad por la que atraviesa la comunidad deriva esencialmente de los ingresos salariales. Esto tiene sentido, dado que los salarios representan 3.3 veces el ingreso de las remesas y sobre todo porque de 52 hogares perceptores de salarios y 49 receptores de remesas, solamente 26 reciben conjuntamente estos ingresos, lo cual sugiere que casi la mitad de los hogares con migrantes está sustituyendo las actividades que generan salarios por las que producen remesas.8 Dado que los activos para producir unos y otros ingresos son similares, se advierte la preferencia, aun pequeña pero creciente, de direccionar los recursos del hogar hacia las actividades productoras de remesas.
Estos resultados difieren de los que presentan Stark, Taylor y Yitzhaki (1986) para comunidades rurales del centro de México, de los resultados de la muestra nacional de Taylor, Mora, Adams y López (2005), y en general de quienes concluyen que las remesas empeoran la distribución del ingreso en las comunidades de reciente historia migratoria. Los resultados indican más bien, como plantean otros (McKenzie y Rapoport, 2007), que si bien es factible que en las comunidades la emigración se inicie en los hogares de más ingresos, no necesariamente ocurre así. Pueden comenzar este proceso los de ingresos medios o bajos según las facilidades que les brinden sus conexiones sociales, de ahí que los resultados sean diferentes.
En San Miguel la migración internacional es relativamente reciente,9 las remesas se concentran en pocos hogares que se encuentran en todos los deciles y que no muestran una concentración excesiva en los de mayores ingresos. Las remesas vuelven más homogénea la posesión de ingresos en los hogares de la parte media de la ordenación del ingreso, dado que los primeros emigrantes se han llevado a otros migrantes, pero especialmente a los de los hogares pobres, pues esto confiere prestigio y estatus al migrante inicial y a su familia. De este modo, no hay una red migratoria establecida en la comunidad, pues esto acarrearía mayores costos e impedimentos económicos para los más pobres (McKenzie y Rapoport, 2007); en cambio el apoyo mutuo incentivado por elementos culturales les abre la puerta a esta actividad. Destaca también que casi la mitad de los hogares receptores de remesas no perciben salarios y parece que los suplen con aquéllas; esto también puede estar compensando los ingresos y favoreciendo que las diferencias no crezcan más allá de las que estructuralmente existen en la comunidad.
Para explorar otros escenarios tomamos el ingreso monetario del hogar (remesas, cosecha, salarios, Oportunidades, Procampo, y renta empresarial) y el ingreso promedio. En ambos casos no cambia la tendencia de los efectos que ejercen las remesas sobre la distribución del ingreso, sólo su magnitud. En el cuadro 4 se muestran los efectos de las remesas sobre el ingreso monetario y sobre el ingreso promedio. Respecto al ingreso monetario, las remesas representan mayor pro porción con 17 centavos y las actividades locales aportan 82 centavos. Con este ingreso las remesas mejoran la distribución; sin remesas la distribución registra un coeficiente de Gini de (G k = 0.51745), y con remesas se reduce su valor (G k = 0.49425), con una mejoría similar de casi 5 por ciento.
Respecto al ingreso promedio por hogar, las remesas representan casi 21 centavos y las actividades locales 79 centavos. Con este ingreso las remesas también mejoran la distribución, aunque en una magnitud desdeñable; sin remesas la distribución registra un coeficiente de Gini de (G k = 0.54479) y con remesas de (G k = 0.53988), con una mejoría de casi 1 por ciento.
Conclusión
La información obtenida muestra que en esta comunidad indígena está presente la desigualdad en la distribución del ingreso y que es incluso superior a la que se registró en el país entre 2008 y 2010. En otras comunidades de reciente historia migratoria se ha encontrado similar desigualdad, pero allí las remesas han contribuido a empeorarla, lo cual se explica porque los hogares menos pobres han aportado los migrantes pioneros y por tanto son éstos quienes reciben las remesas, de ahí que en las etapas iniciales de la emigración pueda esperarse una mayor distancia económica entre los hogares.
En esta comunidad se consideró primordialmente el ingreso total del hogar (aunque se contrastó también con el ingreso monetario y promedio), es decir, la suma de los ingresos líquidos y en especie a los que tuvieron acceso los hogares durante el año 2009; se eligió tal procedimiento básicamente porque estas personas viven su cotidianidad en función de todas las opciones disponibles. La variable que han empleado otros estudios para analizar estos efectos, sea por método o por disposición de información, ha sido el ingreso promedio y el ingreso imputado. Este último es cuestionable porque si bien es útil a los modelos de regresión logarítmicos, esto obliga a que en todos los hogares los datos sean mayores que cero, y en un estudio empírico se advierte que algunos hogares no cuentan con recepción de remesas o generación de ingresos adicionales.
De este modo, al considerar el ingreso total del hogar se encuentra que la distancia entre quienes percibieron más y menos ingresos en la comunidad se hizo menor cuando entraron las remesas. Parece que éstas determinan el sesgo distributivo que muestran los ingresos locales, en buena medida porque casi la mitad de los hogares receptores no reciben salarios en forma conjunta, y porque apenas a dos de ellos les llegan remesas nacionales, internacionales y salarios en forma conjunta. Si la cantidad de estos últimos fuera mayor, las remesas tendrían un peso más notable sobre la diferenciación económica; en cambio, éstas dieron a los hogares receptores de menores ingresos la posibilidad de mejorar en la ordenación que tenían respecto a su ingreso local y esto facilitó cierta igualdad entre los receptores. Es decir, apenas 56 centavos de cada peso de remesas fueron a dar al bolsillo de los más ricos y la otra mitad llegó a los hogares de medianos y bajos ingresos. Como referimos, la incorporación de la migración en estas etapas tempranas la facilitaron las costumbres locales, que premian con prestigio social a quien presta ayuda a las personas más pobres de la comunidad.
No obstante, hay varias cuestiones que quedan a medias, una de las cuales es la delimitación de la historia migratoria. Aunque San Miguel se encuentra en Oaxaca, entidad de reciente incorporación migratoria internacional, tanto en ésta como en otras comunidades del estado hay migrantes que fueron a Estados Unidos desde que se instauró el Programa Bracero. Pero en San Miguel la migración tomó forma regular hasta finales de los años ochenta y por eso se le considera de reciente historia migratoria. Han sido años de difícil y costoso proceso de emigración en que los lugareños se han esforzado por crear y ampliar pequeñas conexiones que les permitan reducir sus costos y su incertidumbre, circunstancia que favorece que pese a que las remesas llegan a pocos hogares, éstos no son los más ricos. De este modo, para explicar los efectos de las remesas sobre la desigualdad, adicionalmente a la historia migratoria de la comunidad, cuenta la forma interna en que se van incorporando los nuevos migrantes y la procedencia de éstos. El espíritu de apoyo mutuo que existe en San Miguel, peculiar de las comunidades indígenas, ha permitido que los pioneros ayuden a emigrar a sus paisanos más pobres otorgándoles préstamos para facilitar su migración y apoyándolos en el país de destino. En este caso la incorporación a la migración no ha dependido de la riqueza del hogar, sino de este tipo de apoyo arraigado entre los zapotecos.
Esto último va en consonancia con lo que plantean otros investigadores, ya que la rapidez con que se van formando estas pequeñas conexiones sociales y la efectividad con que funcionan facilita que se incorpore a la migración un conjunto de hogares mucho más desconcentrado que los más ricos (McKenzie y Rapoport, 2007); esto contrasta con los efectos negativos y positivos que plantea la teoría económica de la migración (Stark, Taylor y Yitzhaki, 1986) y permite ampliar el reduccionismo dual de corto y largo plazos.