Introducción
La historia de los países europeos y de América del Norte muestra que a lo largo de los procesos de urbanización e industrialización, así como de envejecimiento de las poblaciones, se produjo la reducción del sostén de las personas mayores mediante las transferencias intergeneracionales en la familia y, en cambio, se registró el incremento de las transferencias intergeneracionales mediadas por la sociedad y de las transferencias individuales vía el mercado de inversiones y capitales (United Nations, 2005). Estos cambios en las modalidades tradicionales de traspasar los recursos sociales entre las cohortes se asociaron a la creación, desde fines del siglo XIX y los primeros años del XX, de instituciones políticas específicamente destinadas a asegurar el bienestar durante la vejez de los ciudadanos de los países cuyas poblaciones habían envejecido (United Nations, 1988; 1994).
En las sociedades envejecidas la organización familiar también se transformó debido a que el alargamiento de la vida y el aumento de la proporción de personas mayores hicieron inviable la coexistencia de más de tres generaciones en una misma unidad doméstica (United Nations, 2005). La reducción del tamaño de los hogares y las preferencias por los contextos unigeneracionales de convivencia es otra de las consecuencias de la industrialización, la urbanización y el envejecimiento demográfico. A partir de 1950 el aumento de los hogares unipersonales de personas mayores, o de matrimonios que viven solos tras la independencia de los hijos adultos, es resultado exclusivo del envejecimiento de las poblaciones. La feminización de la población también es consecuencia de dicho envejecimiento (Laslett, 1995; United Nations, 1988). Para Laslett (1995) es difícil discernir si las referidas transformaciones son atribuibles exclusivamente al envejecimiento demográfico o, en cambio, al proceso de urbanización y desarrollo económico en el que el mismo se inscribió.
El progresivo envejecimiento demográfico de los países de América Latina y el Caribe, que es el resultado de la transición demográfica actualmente en curso en todos los países de la región, proporciona la oportunidad de observar impactos similares en diferentes contextos sociales y económicos o, en sentido contrario, identificar las disimilitudes.
Con el propósito de realizar una contribución en este sentido, el presente trabajo analiza las diferencias observadas en dos países latinoamericanos que comparten marcos de valor y cultura pero que evidencian dos situaciones distintas en sus respectivas transiciones demográficas. En este trabajo se presentan breves reseñas de la evolución demográfica de ambos países y de las regiones que los componen, que ofrecen sustento al análisis comparado de los tipos de hogar y contextos generacionales de residencia de las poblaciones de adultos mayores.
Familia y vejez
El envejecimiento demográfico y las condiciones de vida de la población en edades avanzadas presentan diferencias marcadas entre países. Mientras en las regiones más ricas se han desarrollado sólidos sistemas de seguridad social que proporcionan ingresos económicos y cobertura de salud, en los países con menor crecimiento económico la población adulta mayor se enfrenta a la falta de seguridad social y a la carencia de servicios médicos adecuados (Lloyd-Sherlock, 2004). Los países de América Latina y el Caribe son partícipes de esta realidad global. Mientras en México el porcentaje de población con protección social apenas rebasa 20%; en los países del Cono Sur -Argentina, Uruguay, Chile-, Brasil y Cuba, más de la mitad de la población con 60 años tiene cobertura social (Hakkert y Guzmán, 2004).
La extensión de la cobertura de los sistemas de protección social tiene consecuencias sobre las formas de corresidencia de las familias. Asimismo, a partir de la década de 1980, como resultado del aumento de la población de 80 años y más, se agregaron nuevas dimensiones que impactan sobre las modalidades de arreglos residenciales de los adultos mayores. Hennessy (1995) destaca que en los países con poblaciones envejecidas, las políticas públicas para el cuidado de las personas mayores frágiles condicionan las formas en que las familias viven sus vidas, organizan sus propios tiempos biográficos para ahorro y gastos, y eligen vivir juntos o no en el mismo hogar.
En los países en los que la cobertura es baja o no se desarrollaron servicios de cuidados para las personas mayores frágiles y dependientes, adquieren relevancia las redes informales de apoyo y aumentan las proporciones de hogares en los que conviven grupos familiares de varias generaciones. Un indicador de ello es la corresidencia de los adultos mayores en hogares con dos generaciones o más, pues a diferencia de Europa y América del Norte, en donde una alta proporción de la población envejecida reside sola o con su cónyuge, en América Latina y el Caribe más de 60% de los adultos mayores comparten la residencia con sus hijos y/o nietos (Saad, 2005).
En los países con baja cobertura de los sistemas de protección social, la familia constituye el ámbito más importante de solidaridad intergeneracional para la población adulta mayor. Esto se debe a que la cohabitación permite, entre otras cuestiones, reducir los costos de la vivienda, compartir los gastos en alimentación y facilitar el apoyo entre los integrantes del hogar (Hakkert y Guzmán, 2004; Montes de Oca, 2004). Existen argumentos contrarios a esta idea, como es el que la corresidencia no necesariamente implica que los recursos se socialicen entre todos los miembros. Sin embargo predomina la perspectiva que señala que compartir un espacio físico se asocia fuertemente con la distribución de recursos dentro del mismo (De Vos y Holden, 1988, citado en Hakkert y Guzmán, 2004).
Precisiones metodológicas y fuentes de datos
En este trabajo se entiende por modalidades de allegamiento residencial las diferentes formas de organización de los hogares en los que residen las personas adultas mayores, como parte de las estrategias familiares, residenciales y generacionales que desarrollan para disponer de los recursos materiales y afectivos necesarios en su vida cotidiana. Las modalidades de allegamiento residencial se analizan desde dos perspectivas:
Por un lado, se identifican por la relación de parentesco con el jefe de hogar, distinguiendo entre hogares unipersonales, de parejas solas, hogares nucleares (completos o incompletos), hogares extensos o compuestos y no familiares. Se debe subrayar que el hogar nuclear se distingue en dos tipos: a) la pareja sola, y b) el hogar nuclear completo o incompleto con hijos. El motivo de la distinción es reconocer la modalidad denominada "nido vacío", descrita por Laslett (1995) como una consecuencia exclusiva del envejecimiento demográfico. En todos los tipos, se trata de hogares con adultos mayores. Es decir, el hogar unipersonal es el integrado por una persona de 65 años y más que vive sola; la pareja sola comprende a las personas de 65 años y más que viven con su cónyuge, sin otros familiares o no familiares; el hogar nuclear con hijos hace referencia a los hogares cuyo jefe es una persona de 65 años y más que vive con o sin su cónyuge más sus hijos solteros; finalmente, el hogar extenso o compuesto es el integrado por un núcleo familiar con otros familiares o no familiares.
Por otro lado, siguiendo las recomendaciones del INDEC, 1998, y la CEPAL (Del Popolo, 2001), se analizan los arreglos residenciales según la edad de los integrantes del hogar: a) monogeneracionales (todos los integrantes son mayores de 65 años) y b) multigeneracionales (al menos un integrante del hogar es menor de 65 años). El contexto generacional de los arreglos residenciales es un indicador de interés para estimar la capacidad de ofrecer cuidados y apoyo en caso de discapacidad o dependencia.
Los datos referidos a la estructura demográfica de los dos países (vista a través del porcentaje de personas de 65 años y más y de 80 años y más sobre el total de las respectivas poblaciones urbana y rural), incluyendo sus regiones, provienen de los censos nacionales de población de cada país. En particular, la estructura de la población argentina se describió sobre la base de los datos brutos provenientes de: a) IV Censo Nacional de la Nación, 1947, tomo Población; b) Censo Nacional de Población, 1960; c) Censo Nacional de Población, Familias y Vivienda, 1970; d) Censos Nacionales de Población y Vivienda, 1980 y 1991; y e) Censos Nacionales de Población, Hogares y Vivienda, 2001 y 2010. Por su parte, en México se reelaboraron los datos brutos a partir de: a) VII, VIII y IX Censos Generales de Población, 1950, 1960 y 1970; b) X, XI y XII Censo General de Población y Vivienda, 1980, 1990 y 2000, y c) Censo de Población y Vivienda, 2010.
La información restante provino de las encuestas a hogares debido a que no se encontraban disponibles los procesamientos censales en el momento de elaborar el presente documento.
Para mostrar los cambios en los arreglos residenciales en Argentina (total de aglomerados), se utilizaron los datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) correspondientes al periodo 2001 a 2009. En México se analizaron los datos para el total de aglomerados provenientes de la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (Enadid) de los años 1992, 1997, 2006 y 2009. El análisis regional comparado se efectuó para ambos países con datos correspondientes al año 2009. Las referidas fuentes de información permiten identificar los principales cambios que comparten las poblaciones en los hogares y visualizar algunos efectos derivados del envejecimiento temprano en el país del Cono Sur, evaluando sus similitudes y diferencias con México, cuya transición demográfica tiene una tendencia menos avanzada.
En el análisis de los hogares de ambos países sólo se considera a las áreas urbanas, debido a que la EPH en Argentina se realiza en áreas urbanas, correspondientes a 31 aglomerados de todo el país.3 En México, con la Enadid, las localidades más urbanizadas corresponden a las mayores de 2 500 habitantes. Esto no afecta la comparación porque, en el caso de México, las distribuciones de los adultos mayores en los distintos arreglos familiares resultaban muy similares entre los tamaños de localidad mayores a 2 500 habitantes.
El análisis comparado abarca, por una parte, el estudio descriptivo de la relación entre el envejecimiento demográfico y las regiones geográficas con los tipos de hogar y arreglos residenciales de las personas adultas mayores (PAM). Por otra parte, se elaboró un modelo logístico multinomial que distingue entre los distintos tipos de hogar (unipersonal, extenso, pareja sola y nuclear completo o incompleto con hijos) como variable dependiente, e incluye como independientes, variables sociodemográficas y socioeconómicas de los PAM --el sexo, la edad, la escolaridad, la cobertura previsional-, así como la región de residencia. El modelo se propone identificar las variables que exhiben mayor gravitación sobre las variaciones en los tipos de hogar de las personas adultas mayores.
Debe considerarse que una característica de los modelos de regresión logística multinomial es que se puede dar cuenta del peso de un factor explicativo manteniendo constantes los otros factores. Este tipo de modelos es similar a la regresión logística binomial, pero a diferencia de este último, la variable dependiente no está restringida a dos categorías.4 La ecuación general para estos modelos es (Pérez, 2004):
Transición demográfica y envejecimiento demográfico en Argentina y México
Los dos países que se analizan en este artículo poseen diferentes trayectorias demográficas. Argentina es un país del Cono Sur del continente americano que inició tempranamente su envejecimiento demográfico; se halla en la fase de transición demográfica avanzada y en el año 2010 registraba 10.2% de personas con 65 años y más. Por su parte México, en América del Norte, está actualmente en la etapa de transición moderada y registró 6.2% de personas con 65 años y más en el censo de 2010. Los valores nacionales escondían diferencias regionales en cada uno de los países, atribuibles, a su vez, a distintos niveles de desarrollo económico y social. El análisis comparado de las diferencias nacionales y regionales entre los dos países facilita la identificación de factores asociados al envejecimiento demográfico que impactan en las modalidades de allegamiento residencial de las personas adultas mayores.
El envejecimiento demográfico argentino y mexicano
Argentina es uno de los países de transición demográfica temprana y avanzada de América Latina. A partir de la década de 1970 se puso en evidencia el envejecimiento de su población. El descenso de la fecundidad se inició en ese país hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX, aunque sus efectos sobre la estructura etaria se demoraron por la nutrida inmigración de ultramar que, hasta el año 1930, contribuyó a rejuvenecer a su población (Redondo, 1994 y 2007). El nivel inicial de la fecundidad en Argentina era de 7 hijos por mujer en 1895. Al promediar el siglo XX (año 1947) la tasa de fecundidad se había reducido a 3.2 (Torrado, 2003). El patrón descendente de la fecundidad se mantuvo durante la segunda mitad del siglo XX, pero con tendencia más moderada, de modo que en 2010 la tasa global de fecundidad era de 2.4 hijos por mujer en edad fértil (INDEC-CELADE, 2004 y 2012).
Como consecuencia de este proceso, el cambio de la estructura de edades de la población argentina se desencadenó con vigor al promediar la primera mitad del siglo XX, cuando se interrumpió la recepción de inmigración masiva mientras continuaba el descenso de fecundidad entre la población nativa y la extranjera. Entre 1980 y 2010 la línea suavizó su ascenso: durante los últimos treinta años el envejecimiento poblacional registró menor velocidad que la que había observado en las décadas precedentes (véase la Gráfica 1).
Fuentes: Argentina: elaboración propia con datos del IV Censo Nacional de la Nación 1947; Censo Nacional de Población 1960; Censo Nacional de Población, Familias y Vivienda 1970; Censo Nacional de Población y Vivienda 1980 y 1991, y Censo Nacional de Población, Hogares y Vivienda 2001 y 2010. México: elaboración propia con datos del VII, VIII y IX Censo General de Población, 1950, 1960 y 1970; X, XI y XII Censo General de Población y Vivienda, 1980, 1990 y 2000, y Censo de Población y Vivienda 2010.
Por su parte, el inicio de la transición demográfica en México se puso en evidencia en la década de 1960, debido a las ligeras reducciones de las tasas de natalidad en las primeras mujeres consideradas pioneras (Juárez y Quilodrán, 1990). La mortalidad había mostrado reducciones importantes en décadas anteriores pero las tasas de natalidad se mantenían elevadas5 (Camposortega, 1992). En los años subsecuentes dichas tasas continuaron su reducción, al mismo tiempo que se incrementó la esperanza de vida de la población (Benítez, 2000). Durante la segunda mitad del siglo XX se registró, además, la pérdida neta de población por migración internacional, que fue relevante a partir de 1960. La migración es un factor clave en el cambio de la estructura de edades de la población mexicana (Conapo, 2001).
Los cambios demográficos referidos condicionaron el proceso de envejecimiento de la población mexicana, que adquirió velocidad a partir de la década de 1980 (véase la Gráfica 1).
El envejecimiento dentro de las poblaciones mayores de Argentina y México
Tanto en Argentina como en México, debido a la urbanización, al avance tecnológico de los sistemas de salud y a la mejora general en las condiciones de vida de la población, la transición demográfica fue acompañada por una transición epidemiológica. Hasta la primera mitad del siglo XX los descensos de la mortalidad se debieron, funda- mentalmente, a la disminución de la mortalidad infantil y de la letalidad de las enfermedades infecciosas y parasitarias (CEPAL, 2010). En las últimas décadas del siglo XX el descenso de la mortalidad alcanzó también a las edades avanzadas debido al control de las enfermedades cardiovasculares y el cáncer, aumentando la longevidad de ambas poblaciones (CEPAL, 2010).
Como consecuencia de este proceso, en Argentina hacia fines del siglo XX se evidenciaba el continuo aumento de la proporción de personas de edad extrema -los mayores de ochenta años- en el total de la población, es decir, se notaba a su vez el envejecimiento de la población de personas mayores.
En las últimas décadas del siglo XX era evidente el alargamiento de la vida promedio de la población, aun en las edades mayores (Redondo, 2007). También en Argentina, el control de las enfermedades degenerativas está íntimamente vinculado al desarrollo económico de las regiones y al nivel socioeconómico de las familias y las personas (Celton y Carbonetti, 2007; Belliard, Massa y Redondo, 2013).
Entre los años 2001 y 2010 el grupo de personas de 80 años y más es el que registró el mayor crecimiento relativo de toda la población argentina (véase el Cuadro 1). Es interesante mencionar que en la última variación intercensal el crecimiento relativo de los centenarios fue cercano a 90% (INDEC, 2012).
* Crecimiento relativo = (población último censo - población censo anterior) / población censo anterior x 100.
Fuentes: Argentina: elaboración propia con base en el Censo Nacional de Población y Vivienda 1991 y el Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2001 y 2010. México: elaboración propia con datos del Censo General de Población y Vivienda, 1990, 2000, y Censo de Población y Vivienda 2010.
La evolución del porcentaje de personas de 80 años y más sobre el total de la población del país fue leve desde la primera mitad del siglo XX hasta la década de 1960. A partir del censo de 1970 se observa un franco aumento del proceso de envejecimiento desde la cúspide de la pirámide, que se hace más notorio en la última década del siglo XX y en la primera del XXI (véase la Gráfica 2).
Fuentes: Argentina: elaboración propia con datos del IV Censo Nacional de la Nación 1947; Censo Nacional de Población 1960; Censo Nacional de Población, Familias y Vivienda 1970; Censo Nacional de Población y Vivienda 1980 y 1991, y Censo Nacional de Población, Hogares y Vivienda 2001 y 2010. México: elaboración propia con datos del VII, VIII y IX Censo General de Población, 1950, 1960 y 1970; X, XI y XII Censo General de Población y Vivienda, 1980, 1990 y 2000, y Censo de Población y Vivienda 2010.
El aumento de la población de edad extrema es la consecuencia del progreso sociosanitario del país. Las personas nacidas antes de 1930 asistieron a una mejoría sin precedentes históricos de sus condiciones de vida, fundamentalmente en los aspectos vinculados al acceso a la educación, las mejoras ambientales y en las viviendas, así como a la adquisición de hábitos saludables de vida y cuidados oportunos del sistema de atención médica. La esperanza de vida en Argentina evolucionó desde los 40 años en el año 1905, a 61.1 años en 1947, 71.9 años en 1991, 73.8 años en el año 2000 hasta alcanzar 75.3 años en 2010 (Somoza, 1971; INDEC-Celade, 1995; INDEC-Celade, 2004; INDEC, 2013).
Por su parte, en México el crecimiento porcentual de las personas de 80 años y más comenzó a manifestarse a partir de la década de 1940 como consecuencia del descenso en la mortalidad, pero sin duda su ritmo se aceleró a partir de la década de 1980, como un efecto en las edades avanzadas de los adelantos tecnológicos o sociosanitarios de las décadas anteriores (Gómez de León y Partida, 2001). En México la longevidad, aunque menos evidente, también muestra actualmente su presencia: es más notoria en la esperanza de vida promedio pero también se aprecia en la esperanza de vida en los años posteriores a la edad de 65 años (Ordorica, 2001).
Se estima que el grupo seguirá en franco crecimiento en las próximas décadas. Debe tenerse en cuenta que la trayectoria de la esperanza de vida, como efecto del descenso en la mortalidad, pasó de 30 años en 1910 a 50 años en 1950, a 72.6 años en 1990, a 74 en 2000 y a 79 en 2009 (Benítez, 2000). Este proceso tiene como consecuencia el crecimiento del grupo de personas de 80 años y más, que muestra las mayores tasas de crecimiento relativo de toda la población en México en el periodo 2000-2010 (Cuadro 1).
Las diferencias regionales en el envejecimiento demográfico de Argentina y México
En ambos países la evolución de la estructura de edades de las respectivas poblaciones es diferencial en las distintas regiones que componen los territorios nacionales. Debe mencionarse que tanto Argentina como México son países cuya organización político-administrativa es federal.
Las diferencias regionales del envejecimiento demográfico en Argentina
El envejecimiento poblacional argentino es diferencial en las regiones del país. El territorio nacional está conformado por 23 provincias y un distrito capital. Debido a la extensión de su territorio, el segundo más amplio de América del Sur, Argentina posee diversidad de paisajes en los que alternan extensas llanuras (pampas) con relieves montañosos y mesetas, así como campos de hielo con zonas áridas <http://www.argentina.gob.ar/pais/57-geografia-y-clima.php> (último ingreso: 19/09/2014). Con fundamento en las regiones geográficas, así como en razones históricas de asentamiento de la población, de crecimiento demográfico (Velázquez, 2007) y de homogeneidad de las actividades económicas que se desarrollan sobre el territorio (Manzanal y Rofman, 1989), el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC, 1983) definió seis regiones estadísticas: 1) Metropolitana, 2) Pampeana, 3) Noroeste, 4) Noreste, 5) Cuyo y 6) Patagonia. Las provincias y jurisdicciones se grafican en el Mapa 1.
El envejecimiento más pronunciado y temprano se localiza en las regiones Metropolitana (Ciudad de Buenos Aires y Gran Buenos Aires) y Pampeana (provincias de Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos y La Pampa) (Redondo, 1994 y 2007). Ambas regiones abarcan las áreas más ricas del país: la pampa húmeda argentina, que posee una de las tierras más fértiles del planeta, amplio desarrollo industrial, puertos de agua profunda, nudos de transporte del corredor bioceánico del Mercosur, así como los más importantes centros financieros y de servicios (CFI, 2014).
A partir de la década de 1960, la región de Cuyo (provincias de Mendoza, San Juan y San Luis) siguió la tendencia al envejecimiento del centro litoral (Redondo, 1994 y 2007). La región cuyana, en el centro oeste del país, si bien con rezago, posee también desarrollo económico y social derivado fundamentalmente de la industria vitivinícola, olivícola, así como de explotaciones mineras y petroleras (CFI, 2014).
En décadas recientes, la región Noroeste (NOA) (provincias de Jujuy, Salta, Tucumán, Santiago del Estero, Catamarca y La Rioja) avanzó hacia el envejecimiento demográfico. La región limita en el norte con Bolivia, formó parte del Alto Perú en la época colonial, y predomina en la composición étnica de la población la presencia de descendientes de indígenas de pueblos incaicos y de criollos. Las economías regionales no alcanzan el nivel de productividad de las regiones Centro Litoral y Cuyo, por lo que el área posee más elevada prevalencia de pobreza estructural (INDEC, 1984). En décadas anteriores, el envejecimiento demográfico del Noroeste estuvo favorecido por la emigración interna de población en edades productivas.
Por su parte, en el año 2010 el envejecimiento demográfico se verificó también en el Noreste argentino (NEA) (provincias de Formosa, Chaco, Misiones y Corrientes) (INDEC, 2014). La región limita con Paraguay y Brasil; todavía se mantienen en algunas provincias comunidades aborígenes guaraníes, tobas y wichis, con altas tasas de mortalidad y fecundidad. La región presenta la mayor prevalencia de pobreza y rezago sociosanitario (Belliard, Massa y Redondo, 2013). Como sucedió con la región Noroeste, la transición demográfica avanzó y el envejecimiento de la población se incrementó debido a la emigración interna de población joven.
Finalmente, la Patagonia es la región con población que presenta la estructura más joven del país. Ello se debe a las tasas netas positivas de migración que refuerzan el crecimiento vegetativo de la población de la región. Se trata de una provincia con explotaciones petroleras, mineras, puertos de pesca de agua profunda y con importantes centros turísticos de proyección internacional (INDEC, 2012; CFI, 2014) (véase la Gráfica 3).
Fuente: Elaboración propia con datos del Censo Nacional de Población, Hogares y Vivienda 2010, INDEC.
El aumento de la población de edad extrema es la consecuencia del progreso sociosanitario. Por este motivo, los valores regionales de este indicador son diferenciales según el nivel de desarrollo económico. La Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) es la jurisdicción que presenta el envejecimiento desde la cúspide de la pirámide más pronunciado del país. En el año 2010 el porcentaje de personas de 80 años y más representaba 5.1% del total de la población de la CABA. Ello explica que la Región Metropolitana posea el más elevado porcentaje de personas de 80 años y más del país, seguido por las regiones Pampeana y Cuyo, que atraviesan las etapas de la transición demográfica avanzadas. El valor de la Región Metropolitana más que duplica el que se verificó en la región Noreste (NEA) (la que posee la más alta prevalencia de pobreza). En cambio, la más baja proporción de personas de edad extrema en la región de la Patagonia es compatible con la fase más temprana de transición demográfica por la que atraviesa: algunas provincias patagónicas poseen las poblaciones estructuralmente más jóvenes del país. Debido al desarrollo de sus mercados laborales y a la rigurosidad del clima, las provincias reciben migraciones de población joven, parte de las cuales regresan a sus provincias de origen en la madurez o adultez mayor. Ambos procesos retardan el envejecimiento de las poblaciones adultas mayores de la región (véase la Gráfica 3).
Las diferencias regionales en el envejecimiento demográfico mexicano
También en México existen marcadas diferencias en la composición de su población y sus características según las distintas regiones que componen el territorio nacional. En el caso de México, hay diversas regionalizaciones; en este caso se utilizó la elaborada en la Enadid (INEGI, 2009), la cual considera las regiones: Noroeste, Norte, Noreste, Centro-Occidente, Centro-Este, Sur, Centro, Oriente y Península de Yucatán (Mapa 2).
La región Oriente es la que muestra un mayor porcentaje de personas con 65 años o más, seguida por las regiones Sur, Centro-Este, Centro-Occidente y Norte (véase la Gráfica 4). Todas ellas son muy distintas entre sí; por un lado la región Oriente está compuesta por dos estados que han tenido un comportamiento económico cambiante y que durante ciertos periodos han mostrado crecimiento por la explotación petrolera en esa región, aunque esto no se traduce en un mayor bienestar para su población (Hernández, 1979), pues Veracruz se caracteriza por poseer altos niveles de marginación y pobreza. El Sur de México se ha caracterizado históricamente por concentrar a las entidades con el mayor rezago educativo, condiciones de vivienda y servicios básicos precarios e ingresos bajos (Esquivel, 1999; Conapo, 2010); también se caracteriza por concentrar altas proporciones de población indígena. Por su parte, la región Centro-Este está muy cercana al Distrito Federal y a lo largo de los años ha mostrado niveles de pobreza entre medios y altos. En el Centro-Occidente, la mayoría de las entidades tienen niveles bajos de marginación; además, los estados de Jalisco, Guanajuato y Michoacán forman parte de la región migratoria histórica de mexicanos que se van a Estados Unidos, por lo que el envejecimiento de su población está vinculado a la disminución de población joven ocasionada por la migración (Ramírez, 2010). La región Norte, generalmente caracterizada por tener los mejores niveles de vida para su población y por un desarrollo económico dinámico, también presenta un porcentaje importante de población con 65 años o más; en esta región se encuentra Zacatecas, la cual es una de las entidades que expulsa la mayor cantidad de migrantes hacia Estados Unidos (véase la Gráfica 4).
Las regiones con mayores porcentajes de personas con 80 años y más en México son: Sur, Centro-Occidente, Centro-Este, Oriente y Norte (Gráfica 4). Esta distribución es interesante dado que las condiciones sociosanitarias y de desarrollo socioeconómico en cada una de estas regiones han sido muy distintas a lo largo de los años. Por ejemplo, en las primeras tres regiones se registran altas proporciones de hogares con personas adultas mayores y niños menores de cinco años, lo cual es un indicador de las mayores tasas de fecundidad que registran estas regiones (Montes de Oca y Garay, 2010b); sin embargo llama la atención que se presente una proporción alta de personas envejecidas, sobre todo en el Sur, debido a que las entidades que la conforman tienen menores esperanzas de vida y altas tasas de mortalidad infantil en comparación con el nivel nacional. Por su parte, las regiones Oriente y Norte se caracterizan por tener menores niveles de fecundidad.
Características de la población adulta mayor en Argentina y México
Las condiciones de vida de las personas adultas mayores de los dos países difieren, fundamentalmente, debido a la distinta extensión de la cobertura del sistema de protección social para la vejez en cada uno de ellos. Argentina, de manera similar a los restantes países del Cono Sur, posee uno de los sistemas de protección social más antiguos y extensos de América Latina y el Caribe. En cambio, en México la instalación del sistema es más reciente y todavía posee importantes lagunas de cobertura (Ham, 1993 y 1996; Cotlear, 2011).
La cobertura de jubilaciones, pensiones y de salud de las poblaciones adultas mayores
El sistema de protección social a la vejez en Argentina es nacional, es decir, la extensión de la cobertura abarca todas las provincias del territorio nacional. El sistema combina prestaciones contributivas basadas en los aportes sobre el salario con pensiones no contributivas dirigidas a personas de 70 años y más que no poseen historia contributiva y carecen de recursos materiales. Además, las provincias y municipios disponen de regímenes jubilatorios contributivos dirigidos a sus empleados públicos, y de pensiones no contributivas para las personas mayores carentes de otros tipos de coberturas y con recursos materiales insuficientes (Archaga y Cipolletta, 1997; Bertranou et al., 2001; Secretaría de Seguridad Social, 2003; Gragnolati et al., 2014).
Durante la primera década del siglo XXI, el sistema nacional de protección a la vejez aumentó notablemente la cobertura mediante la sanción de sucesivos decretos y leyes de inclusión previsional que se propusieron alcanzar la universalización de la cobertura. Por ese motivo, en el año 2009 la amplísima mayoría de la población adulta mayor recibía jubilaciones o pensiones (Redondo, 2012). Sólo quedaron excluidos los extranjeros con menos de diez años de residencia en el país y las personas que se mantenían económicamente activas. La menor cobertura registrada en las regiones Noroeste (NOA), Noreste (NEA) y Patagonia puede atribuirse a alguna de las referidas situaciones (Cuadro 2).
* Total de aglomerados urbanos de 5 000 o más habitantes de Argentina.
Fuente: Elaboración propia con datos de la EPH, 2009.
En México el sistema de pensiones está ligado fuertemente a un régimen contributivo que se asocia con el acceso a un trabajo asalariado que ofrece prestaciones sociales; sólo en algunas entidades, entre ellas el Distrito Federal, se ha ofrecido una pensión no contributiva a personas que tienen 68 años o más.6 A nivel regional se observa que en el Norte existe una considerable proporción de adultos mayores que reciben ingresos por jubilación; esto es consistente con las diferencias socioeconómicas que se han observado en el país, siendo gran parte de los estados del Norte los que en décadas pasadas habían absorbido mano de obra en el sector asalariado e industrial que otorgaba mayores posibilidades de acceder a un ingreso por jubilación una vez que ocurre el retiro del mercado de trabajo. Por el contrario, la región Sur se ha caracterizado por sus actividades agrícolas y sus bajos niveles de desarrollo socioeconómico, y esto se traduce en una baja proporción de población adulta mayor que recibe un ingreso por jubilación (Cuadro 3).
La cobertura de salud
Los dos grandes cuerpos de políticas que muestran impacto sobre las condiciones de vida de las personas adultas mayores son la provisión de ingresos monetarios (jubilaciones y pensiones) y la cobertura de salud. Ambas políticas forman parte del sistema de protección social en la vejez. En el caso de Argentina, el acceso a la salud es completamente universal debido a que el sector público garantiza atención médica a toda la población residente, así como a extranjeros en tránsito. Además, se sumó legislación que otorgó cobertura específica a trabajadores del mercado formal de trabajo y jubilados nacionales (obras sociales), seguros privados de medicina prepaga y programas estatales para la cobertura de grupos especiales de la población (Maceira, 2014). Sobre la base de esta generosa legislación, la población de personas adultas mayores argentinas también alcanza cobertura universal. Sin perjuicio de ello, el porcentaje más alto de población adulta mayor sin obra social, mutual, prepago o emergencia se presenta en la región NEA que, como se ha indicado, presenta los mayores niveles de pobreza en el país (Cuadro 4).
* Total de aglomerados urbanos de 5 000 o más habitantes de Argentina.
Fuente: Elaboración propia con datos de la EPH, 2009.
En México la cobertura de salud no es universal, al igual que el sistema de pensiones; la población adulta mayor accede a las instituciones de salud generalmente por haber laborado en un empleo que ofrezca el derecho a servicios médicos (Ham, Ramírez y Valencia, 2008). En los últimos años se ha implementado un programa llamado Seguro Popular que ofrece a la población sin seguridad social un paquete básico y explícito de servicios de salud. Incluye a las personas adultas mayores como miembros de las familias beneficiadas <http://www.sedesol.org.mx>. Entre las regiones, la más pobre dentro del territorio nacional es la Sur, que concentra a una alta proporción de personas sin derecho a servicios de salud, mientras que varias regiones del Norte son las que muestran un porcentaje mayor de población con derechohabiencia, lo cual nuevamente podría ser un reflejo de las diferencias socioeconómicas regionales (Cuadro 5).
La prevalencia de pobreza en las poblaciones de adultos mayores
La extensión del sistema de protección social para la vejez en los países de América Latina y el Caribe es un factor determinante para la reducción del riesgo de pobreza en la vejez. Argentina, junto con Uruguay, Brasil y Chile conforman el grupo de países denominados pro aging por el informe del Banco Mundial (Cotlear, 2011). El término hace referencia al impacto que los sistemas de jubilaciones y pensiones de estos países tienen sobre las condiciones de vida de las personas adultas mayores; dicha población tiene menores niveles de pobreza que el resto de la población más joven. En particular, en los cuatro países las personas de 80 años y más son menos pobres que todos los grupos de edad. La reducción de la pobreza es interpretada como el éxito de los sistemas de protección social para la vejez de estos países.
Sin embargo, aunque los sistemas son eficaces, se observan diferencias regionales en la prevalencia de pobreza de la población adulta mayor argentina. Con el propósito de facilitar el análisis comparado, se ha tomado como indicador el porcentaje de personas de 65 años y más que residen en hogares con ingresos monetarios inferiores a los cuatro dólares americanos diarios.7,8 El Cuadro 6 permite apreciar que, a pesar de la extensión de la cobertura previsional en todo el territorio nacional, en Argentina existen diferencias regionales en la prevalencia de pobreza por ingresos monetarios. En las regiones Noreste (NEA) y Noroeste (NOA), alrededor de 20% de las personas de 65 años y más viven en hogares cuyos ingresos monetarios diarios son inferiores a los cuatro dólares americanos diarios, en contraste con algo más de 6% de la Región Metropolitana en la misma situación.9 La mayor incidencia de pobreza entre las personas adultas mayores del norte del país debe atribuirse al contexto socioeconómico regional. Por un lado, las regiones Noreste y Noroeste son las menos industrializadas del país, por lo que en ellas predomina la precariedad laboral. Por este motivo, en estas regiones es más alta la proporción de personas adultas mayores que reciben pensiones no contributivas que proporcionan haberes monetarios de menor cuantía que las del sistema contributivo. Por otro lado, los tipos de hogares y las modalidades de allegamiento residencial inciden en el aumento de la pobreza. Sobre este tema se profundizará en el punto siguiente.
* Total de aglomerados urbanos de 5 000 o más habitantes del país.
Nota: Pobreza: hogares con ingresos por debajo de US$ 4 diarios.
Fuente: Elaboración propia con datos de la EPH, 2009.
El rubro de los ingresos económicos en las edades avanzadas es de interés porque en algunos países se ha observado que la pobreza en esa etapa de la vida se agudiza. Incluso hay quienes señalan que las transiciones hacia el retiro y la viudez reducen los ingresos y aumentan la probabilidad de pobreza en los hogares con personas mayores10 (Del Popolo, 2001). También se ha visto que en la vejez disminuyen las posibilidades de generar ingresos de forma autónoma, por lo que el ser pobre en esa etapa se traduce en una mayor vulnerabilidad y en condiciones de inseguridad económica, cuestiones que difícilmente pueden ser solucionadas por las propias personas adultas mayores (Huenchuan y Guzmán, 2006). En México, las condiciones de pobreza de la población se agudizan después de los 65 años, pues este grupo es el que presenta los mayores niveles de pobreza11 en comparación con el resto de la población (Cotlear, 2011).
Las regiones con población adulta mayor que presentan una alta proporción en estratos socioeconómicos bajos son:12 la región Sur, lo cual es consistente con los menores niveles de desarrollo industrial; la Península de Yucatán, que se caracteriza por tener una zona turística muy dinámica pero que no necesariamente incluye la mejora de toda su población (estas dos regiones predominantemente tienen poblaciones indígenas), y la Centro-Este, que presenta niveles de desarrollo socioeconómico bajos (Cuadro 7).
* El estrato socioeconómico utilizado fue elaborado para la Enadid, 1992, 1997 y 2006 por Carlos Echarri (2008). Las variables que se consideraron en esa construcción incluyen: condiciones de la vivienda, escolaridad relativa promedio del hogar, actividad económica de los miembros del hogar y valor promedio de los ingresos per cápita del hogar. Las categorías en las que se divide dicho estrato son: muy bajo, bajo, medio y alto. Dado que una gran parte de la población se encontraba en los estratos bajos se agrupó en muy bajo y bajo para diferenciar a los más pobres respecto a los demás.
Fuente: Elaboración propia con datos de la Enadid, 2006.
Arreglos familiares y envejecimiento en Argentina y México
En las sociedades tradicionales, antes del envejecimiento de las poblaciones y de la implantación de las instituciones sociales para la vejez, el sostén de las personas mayores dependía principalmente de su propio trabajo y, cuando la capacidad física disminuía a niveles que exigían el retiro laboral, su subsistencia dependía de su familia, o bien, de las asociaciones de caridad (Castel, 2004 [1997]; Johnson, 2004). A partir de 1945, la protección social para la vejez se desarrolló en todos los países occidentales con poblaciones envejecidas. La "edad de oro", entre 1945 y 1975, del estado de bienestar occidental también se evidenció en algunos países sudamericanos de envejecimiento temprano, en tanto fue prácticamente invisible en otros países latinoamericanos con poblaciones estructuralmente más jóvenes (Cotlear, 2011).
La transformación de las modalidades de arreglo residencial de las personas mayores y la extensión de la protección social para la vejez son atribuibles al envejecimiento de las poblaciones, así como a la industrialización y la urbanización en las que está inscrita la transición demográfica. Por ese motivo, países con distintos niveles de envejecimiento poblacional muestran también diferentes modalidades de hogares en los que residen sus poblaciones adultas mayores. En los países de envejecimiento temprano y amplia cobertura del sistema de protección social a la vejez se avanzó hacia la individuación, fundamentalmente puesta en evidencia por el gradual aumento del porcentaje de personas mayores que residen en hogares unipersonales o en hogares donde la pareja reside sola. En los países estructuralmente maduros, en los que los sistemas de protección social están fragmentados y no cubren a toda la población (Montes de Oca y Garay, 2010a), una importante proporción de la población adulta mayor depende del apoyo que le otorga la familia (Saad, 2005).
Estas tendencias generales se ponen de manifiesto en los dos países que se analizan en este trabajo. Durante el periodo 2001- 2009, en la población argentina con 65 años y más, el tipo de arreglo que predomina es el nuclear, dentro del cual la pareja sola es la que tiene una mayor presencia. A su vez, los arreglos extensos o compuestos han mostrado una ligera disminución y los hogares unipersonales mantienen su importancia (véase el Cuadro 8).
* Total de aglomerados urbanos de 5 000 o más habitantes del país.
Fuente: Elaboración propia con datos de la EPH, 2001-2009.
En México, en cambio, el hogar unipersonal descendió durante el periodo 1992-2006; sin embargo, para el 2009 este tipo de arreglo retoma importancia y alcanza el nivel del año 1997. Las unidades domésticas de tipo nuclear con hijos disminuyeron, mientras que la proporción de parejas solas se incrementó. Es interesante observar la importancia porcentual que mantienen los hogares extensos o compuestos con personas con 65 años o más, que podría asociarse a la inclusión de esta población como parte de los apoyos familiares hacia las personas adultas mayores (véase el Cuadro 9).
El análisis comparado de la composición de los hogares urbanos en los que residen las personas con 65 años o más en Argentina y México evidencia que el arreglo familiar extenso tiene mayor presencia entre la población adulta mayor mexicana. El hogar nuclear concentra a una alta proporción de personas adultas mayores en ambas poblaciones, pero en Argentina predominan las parejas solas y en México el arreglo nuclear con hijos. La diferencia más destacable entre los dos países es el porcentaje significativamente más elevado de los hogares unipersonales en la población adulta mayor argentina (Gráfica 5). En conjunto, la diferencia en las estructuras de las familias de las personas adultas mayores en ambos países es compatible con los distintos niveles de envejecimiento poblacional que cada uno de ellos presenta.
Sin perjuicio de ello, la modernización, entendida como un mejor desarrollo social y un mayor nivel educativo entre las poblaciones, puede ser un elemento que refuerza las preferencias por hogares unipersonales y de parejas solas, como se observa en la región Norte de México (Montes de Oca y Garay, 2010b). Además, la extensión del sistema de protección social a la vejez en Argentina, fundamentalmente la amplia cobertura de jubilaciones y pensiones, facilita la orientación de las personas mayores hacia los arreglos residenciales independientes (Redondo, 2009).
Otra perspectiva para observar las distintas modalidades residenciales de los hogares con personas mayores es la que considera la edad de sus miembros. Desde este enfoque es de interés distinguir aquellos hogares en los que todos sus integrantes son personas de 65 años y más, a los que se denomina "monogeneracionales", de aquellos en los que viven personas con 65 años y más con al menos una persona menor de 65 años (multigeneracionales). Los hogares multigeneracionales, a su vez, se pueden diferenciar según el jefe del hogar sea una persona de 65 años y más o sea menor de 65 años (INDEC, 1998; Del Popolo, 2001). El análisis comparado de la distribución de la población adulta mayor en los distintos tipos de hogares muestra que más de la mitad de la población adulta mayor argentina reside en arreglos monogeneracionales, mientras que en México comprenden a algo menos de 40% de la población con 65 años o más y se trata principalmente de hogares en los que pueden vivir parejas solas, hermanos u otras personas de la misma edad, pero en mucha menor medida se registran los unipersonales.
El hogar multigeneracional cuyo jefe es una persona de 65 años o más representa una alta proporción en ambos países, pero es mayor en México (véase la Gráfica 6). El aumento de este tipo de hogar es un indicador de que los hijos adultos y posiblemente sus descendientes permanecen en el núcleo familiar de origen por más tiempo o no se independizan del hogar de sus padres. Este tipo de arreglo residencial de las personas mayores es más frecuente en los países en los que los sistemas de seguridad social no son suficientemente extensos o no aportan beneficios que posibiliten la vida independiente. También podría indicar una forma de arreglo a la que recurren las familias para hacer frente a dificultades en el acceso a la vivienda propia de los más jóvenes o a sus necesidades de cuidados, ingresos, entre otras cuestiones, debido a las carencias del sistema de soporte social. En Argentina, el estudio de la intensidad de los aportes13 de las personas mayores al ingreso de los hogares muestra que predomina la alta intensidad, considerando como tal cuando el aporte de las personas adultas mayores representa más de 50% de los ingresos totales del hogar (Redondo, 2009).
Como se señaló, en Argentina más de la mitad de la población urbana mayor reside en hogares monogeneracionales. La importancia relativa de este tipo de arreglos residenciales ratifica las conclusiones de estudios que indican que quienes poseen mejores recursos económicos, participan de la actividad económica o presentan un mejor estado de salud, tienden a vivir solos o en pareja (United Nations, 1994; Redondo, 2005; Pérez y Brenes, 2006). Es decir, la superior presencia de la población adulta mayor argentina en hogares monogeneracionales, tanto multipersonales como unipersonales, podría ser un indicador de mayor independencia económica y mejores condiciones de salud en las edades avanzadas en comparación con la mexicana. Sin embargo, la observación de las variaciones regionales en el interior de cada país permite describir la relación entre envejecimiento poblacional, desarrollo económico, extensión de la cobertura previsional y tipo de hogar en el que residen las personas adultas mayores.
Tipos de hogar y modalidades de allegamiento generacional en las diferentes regiones de Argentina y México
Las diferencias en las modalidades de allegamiento observadas a nivel nacional para Argentina y México se vuelven mucho más acentuadas cuando se distingue entre las regiones que conforman a cada país. En Argentina las regiones más rezagadas (NOA y NEA) muestran los menores porcentajes de población adulta mayor que reside en hogares unipersonales y de pareja sola, así como las más elevadas proporciones de personas adultas mayores en familias extensas o compuestas. En cambio, la Región Metropolitana, la Pampeana y la Patagonia muestran proporciones similares de población adulta mayor en los distintos tipos de hogar, con la mayoría residiendo en hogares unipersonales y de pareja sola. La población adulta mayor argentina reside predominantemente en los centros urbanos de estas regiones que, como se señaló, son altamente urbanizadas, industrializadas y poseen importantes centros de servicios (Cuadro 10).
* Total de aglomerados urbanos de 5 000 o más habitantes del país.
Fuente: Elaboración propia con datos de la EPH, 2009.
Por su parte, en México el arreglo extenso predomina en la región Sur, que es la más rezagada del país, y podría constituir una posible estrategia de las familias para compartir los gastos y la vivienda. Por el contrario, en algunas regiones del Norte, que se han caracterizado por su dinamismo económico, se observa una proporción importante de personas con 65 años o más que viven solas; debe destacarse que en la Península de Yucatán se presenta un alto porcentaje de personas adultas mayores en hogares unipersonales y como parejas solas; esto es interesante puesto que históricamente esta zona no ha sido de las más dinámicas en términos económicos. Sin embargo, en los últimos años esta región ha atraído a una gran cantidad de turismo extranjero que podría traducirse en personas que deciden vivir su vejez en esta región (Cuadro 11).
Según el contexto generacional de residencia, en Argentina se observa que en las regiones con elevada industrialización y urbanización (Gran Buenos Aires, Pampeana y Patagonia), más de la mitad de la población adulta mayor reside en arreglos unigeneracionales de convivencia y comparten similares proporciones de hogares multigeneracionales con jefe mayor de 65 años, lo que indica la independencia tardía de los hijos adultos. En sentido contrario, las regiones Noreste (NEA) y Noroeste (NOA) poseen los menores porcentajes de personas mayores que residen en contextos unigeneracionales y, en cambio, las más altas proporciones de personas adultas mayores que habitan en hogares multigeneracionales, fundamentalmente con jefes mayores de 65 años. Pero también la proporción de los que viven en hogares multigeneracionales con jefes menores de 65 años es más alta que en las otras regiones. La población adulta mayor de Cuyo, región con moderado desarrollo económico -basado fundamentalmente en la vitivinicultura y la olivocultura- y de envejecimiento demográfico temprano, reside mayoritariamente en modalidades multigeneracionales, predominando los arreglos con jefes mayores de 65 años (Cuadro 12). Las diferencias regionales mencionadas muestran que en el caso argentino pesan más los contextos socioeconómicos y las tradiciones culturales que el envejecimiento demográfico en los tipos de hogar y las modalidades de allegamiento generacional de residencia de la población adulta mayor.
En México, por su parte, las regiones Norte, Noreste, Noroeste y la Península de Yucatán son las que concentran a la población adulta mayor en hogares monogeneracionales, multipersonales y unipersonales, lo cual nuevamente permite plantear que este tipo de arreglo está condicionado por las condiciones económicas y de salud de la población adulta mayor, que les permiten contar con cierta autonomía para residir solos o en pareja. Incluso, es interesante observar que en las regiones más pobres el arreglo multigeneracional con jefe menor de 65 años representa un porcentaje importante entre la población adulta mayor, lo cual puede ser un indicador de la adhesión de los padres al núcleo familiar de los hijos, así como un mecanismo para obtener apoyo en cuidados económicos y físicos (Cuadro 13).
Perfil sociodemográfico y variaciones regionales: las variables condicionantes de los tipos de hogar de los adultos mayores
En los puntos precedentes se han descrito las variaciones regionales en los tipos de hogar y arreglos residenciales de las personas mayores de Argentina y México y el contexto socioeconómico en los que se inscriben. En este punto se desea profundizar el conocimiento acerca de la relación entre los tipos de hogar, las regiones geográficas y las variables sociodemográficas de las personas adultas mayores para evaluar la gravitación diferencial de cada una de estas dimensiones. Para ello se elaboró un modelo logístico multinomial que distingue entre los distintos tipos de hogar (unipersonal, extenso, pareja sola y nuclear con hijos), considerados variable dependiente; y el sexo, la edad, la escolaridad, la cobertura previsional y la región de residencia de las personas adultas mayores como variables independientes (Cuadros 14 y 15).
a Categoría de referencia.
* p < 0.05.
Fuente: Elaboración y cálculos propios con base en la EPH, 2009.
a Categoría de referencia.
* p < 0.05 ** p <0.1.
Fuente: Elaboración y cálculos propios con base en datos de la Enadid, 2009.
El sexo, la edad, el nivel educativo y la cobertura previsional de la población adulta mayor son variables de peso en la probabilidad que muestran las personas adultas mayores de residir en determinados tipos de hogares.
El sexo
En ambos países, los varones tienen más probabilidad de vivir en hogares nucleares de pareja sola o nuclear con hijos. Las mujeres, en contrapartida, tienden a residir en hogares extensos o compuestos y unipersonales. Las diferencias de hogares entre los sexos es consecuencia de la mortalidad diferencial, que favorece la sobrevida de las mujeres en los dos países.
La edad
La edad condiciona la probabilidad de residir en distintos tipos de hogares. También en este caso la esperanza de vida alcanzada en los dos países explica las diferencias: las edades más jóvenes tienen peso en la mayor probabilidad de vivir en hogares de pareja sola. En los grupos de menores de 80 años disminuye la probabilidad de vivir en hogares extensos o compuestos y en unipersonales. Como contrapartida, en el grupo de personas de 80 años y más aumentan las probabilidades de residir en hogares unipersonales o en familias extensas o compuestas. Ello se debe a que la esperanza de vida de hombres y mujeres de los dos países está cercana a ese límite de edad, por lo que el fallecimiento de uno de los cónyuges -generalmente el varón debido al patrón de género de la mortalidad- determina esas modificaciones en los tipos de hogar. Además, los arreglos residenciales en esta edad están influenciados por la no existencia en la región de sistemas de cuidados formales para facilitar la permanencia de las personas mayores frágiles o con dependencia en sus domicilios, por lo que es necesario allegarse con familiares convivientes que les ofrezcan apoyo cotidiano (Hennesy, 1995).
El nivel educativo
Con el propósito de observar el peso del nivel educativo en la probabilidad de residir en distintos tipos de hogares se organizó la variable en tres categorías: a) nivel bajo: la población sin instrucción o con nivel educativo primario incompleto; b) nivel medio: población con nivel primario completo y secundario incompleto, y c) alto: población con nivel secundario completo y estudios superiores completos o incompletos.
Tanto en Argentina como en México, la población de 65 años y más con nivel educativo bajo y medio exhibe más probabilidad de residir en hogares extensos o compuestos. Asimismo, en ambos países aumenta la prevalencia de las personas de nivel educativo alto que residen en hogares de pareja sola y en unipersonales. En Argentina, las personas adultas mayores con nivel educativo bajo tienen además menos probabilidades de habitar en hogares de pareja sola, mientras que los de nivel medio exhiben la menor probabilidad de residir en hogares unipersonales.
La cobertura previsional
Como en otros países con poblaciones envejecidas, la existencia de sistemas de protección a la vejez condiciona las formas en que las personas y las familias organizan sus vidas (Esping-Andersen, 1990; Hennesy, 1995). En Argentina y México, las personas adultas mayores que reciben jubilaciones y pensiones tienen más probabilidades de residir en hogares de parejas solas (nido vacío). En Argentina, además, también muestran más probabilidades de vivir en hogares unipersonales.
Las regiones geográficas
En consonancia con el análisis descriptivo efectuado en puntos precedentes, el modelo puso de manifiesto que existen probabilidades relativas de vivir en diferentes tipos de hogares según las regiones geográficas en las que se asienta la población adulta mayor. En Argentina, el hogar extenso o compuesto está asociado con la residencia en las regiones del Noroeste (NOA), el Noreste (NEA) y de Cuyo, tal como se detalló anteriormente. Asimismo, tanto en el NOA como en el NEA se registran las menores probabilidades de habitar hogares unipersonales y de pareja sola. Las características de las actividades económicas de las tres regiones, así como la mayor prevalencia de pobreza y niveles educativos bajos de la población, ofrecen sustento a estas modalidades de hogares de las personas adultas mayores.
En el caso mexicano, la región no tiene ninguna incidencia en los hogares extensos o compuestos, lo cual puede ser un indicador de que este tipo de arreglo coexiste por una posible cuestión cultural del país.
A su vez, se observa que las probabilidades de encontrarse en un hogar unipersonal son menores en todas las regiones en comparación con la Península de Yucatán (sureste mexicano); sólo en la región Norte y Centro las probabilidades son más parecidas a las de la Península de Yucatán; este resultado llama la atención porque en el Norte históricamente se han tenido mejores condiciones económicas y educativas, pero no ha sido lo mismo en la región Sureste. Por su parte, la población adulta mayor de las regiones Norte, Centro-Occidente, Centro Este, Sur y Centro son las que presentan las menores propensiones a residir en el arreglo de pareja sola, en contraste con la Península de Yucatán. En el hogar nuclear con hijos, quienes presentan las mayores propensiones de vivir en este arreglo son las personas de las regiones Centro-Occidente, Centro-Este y Centro.
Conclusiones
El análisis comparado acerca de las modalidades de allegamiento residencial de las personas mayores en México y en Argentina facilita la observación con más detalle de la compleja relación existente entre los tipos de hogar y los arreglos generacionales de convivencia, el envejecimiento demográfico, la extensión de los sistemas de protección social, el desarrollo económico y las tradiciones culturales.
Entre la población urbana adulta mayor de Argentina es evidente la tendencia hacia la individuación, como un mayor ejercicio de independencia y autonomía que se debe seguir investigando, pero que puede ser consecuencia del proceso de envejecimiento demográfico más avanzado, de la extensión de su sistema de protección social, así como de las mejores condiciones relativas de salud, de educación y económicas de las personas con 65 años o más en ese país. Dado que más de 50% de la población adulta mayor argentina reside en la Región Metropolitana del Gran Buenos Aires y en los grandes centros urbanos de la región Pampeana, los valores nacionales reflejan las tendencias predominantes en esas áreas. Las referidas tendencias son compatibles con las descritas en la historia demográfica para los países pioneros de Europa y América del Norte.
En México, en cambio, los tipos de hogares de las personas de las áreas urbanas reflejan un estadio más tardío en el cambio de edades de la población del país, que corresponde con el menor desarrollo del sistema de protección social para la vejez en esa nación. El indicador más elocuente de esta fase más temprana de evolución es la baja proporción de hogares unipersonales, complementaria de la mayor prevalencia relativa de hogares de pareja sola y de familia extensa con varias generaciones conviviendo.
En el ámbito regional es claro que en el territorio argentino y mexicano hay marcadas diferencias en las composiciones de los hogares con personas adultas mayores, ello como reflejo de los desiguales ritmos de envejecimiento que experimenta cada país, así como de las distintas condiciones socioeconómicas de cada región. En ambos casos, las diferencias regionales observadas muestran más asociación entre los tipos de hogar, el desarrollo económico y las tradiciones culturales, que con el nivel de envejecimiento de las poblaciones.
El modelo multinomial efectuado permitió observar que las variables sociodemográficas de la población: sexo, edad, nivel educativo, así como las características de los sistemas de protección social y las regiones geográficas, poseen peso en la determinación de las distintos tipos de hogar en los que residen las personas mayores de los dos países. En ambos, las familias extensas o compuestas, que eran las tradicionales formas de allegamiento residencial de las personas mayores, muestran mayores probabilidades relativas de mantenerse entre las personas con niveles educativos bajos o medios, entre las mujeres, en los mayores de 80 años, así como en las regiones en las que predominan actividades económicas vinculadas con la agricultura e industrias derivadas, o en las que muestran más rezago en su transición demográfica, con mayores niveles de pobreza. En cambio, el denominado "nido vacío" (hogar de pareja sola) muestra mayor probabilidad relativa entre los varones, en los grupos de edad más jóvenes, en los niveles educativos altos y entre quienes reciben jubilaciones o pensiones.
La combinación de análisis de tipo descriptivo y de análisis explicativo mediante la aplicación de un modelo multinomial permite apreciar que también en Argentina y México se verifica la relación entre los tipos de hogares de la población adulta mayor y la cobertura previsional, tal como se señala en la literatura internacional (United Nations, 2005). Sin embargo, la desigualdad social y regional que es característica de los países de América Latina y el Caribe marca la impronta sobre las probabilidades de conformación de los hogares de la población de personas adultas mayores.
El análisis efectuado pone en evidencia la necesidad de seguir de manera sistemática la relación entre la transición demográfica, las condiciones de vida de las personas mayores y los tipos de hogar y modalidades generacionales de convivencia a fin de documentar la relación entre envejecimiento demográfico y familia en los países de la región. Sugiere además la conveniencia de evitar generalizaciones acerca de las funciones de sostén de las familias de las personas mayores en América Latina y el Caribe para, en cambio, observar las transferencias intergeneracionales de ingresos en el interior de los hogares multigeneracionales y la edad de los familiares que conviven. Asimismo, se destaca la importancia de efectuar el análisis regional de las modalidades residenciales de las personas adultos mayores siguiendo los dos enfoques, el de la relación de parentesco con el jefe de hogar, y el de los estilos de convivencia generacionales.