Este libro es un valioso esfuerzo colectivo por aproximarse al estudio de las desigualdades territoriales desde “miradas cruzadas” con la intención de trascender los enfoques disciplinarios e incorporar la perspectiva de interseccionalidad, adoptada desde hace varias décadas en los estudios sobre la desigualdad. La principal coincidencia entre estos artículos es introducir la temática de la desigualdad territorial y a partir de ello analizar diferentes cuestiones cuyo tratamiento conceptual y analítico requiere de abordajes metodológicos particulares y rigurosos. Este libro colectivo, editado por Martha Schteingart, Clara Salazar y Jaime Sobrino, está conformado por trece artículos, elaborados por veintitrés autoras y autores, y son trabajos que han sido presentados y discutidos previamente en el Seminario Permanente de Desigualdades Territoriales de El Colegio de México.
Sin duda, el tema de las desigualdades ha ocupado históricamente un lugar central en los desarrollos conceptuales y en los análisis empíricos de las ciencias sociales, pero fue durante la pandemia de COVID-19 cuando su principal epicentro fueron las ciudades, lo que contribuyó a visibilizar la incidencia que tienen las inequidades de habitabilidad de las viviendas, el entorno urbano y el acceso a servicios básicos, en especial el agua, para enfrentar los graves efectos de esta pandemia inédita y planetaria. En este sentido, esta obra colectiva, más que agregar o profundizar ideas sobre lo ya estudiado, amplía el universo de análisis de la desigualdad territorial a partir de su naturaleza interseccional, incorporando tópicos y metodologías de análisis originales. En la Introducción, las editoras y el editor inscriben este variado universo de análisis en el campo de los estudios territoriales críticos, retoman la noción ”territorio disputado”, así como también la producción de desigualdades urbanas y la “desterritorización”. Con ello, dan cabida a muy diferentes temáticas y perspectivas de análisis, las que se agrupan en este libro en tres partes. En la primera se abordan las desigualdades económicas a nivel global, nacional y regional. Luego de una reflexión conceptual y una revisión bibliográfica histórica sobre la teoría de la dependencia, Nadine Reis se ocupa del análisis del desarrollo desigual a escala global en la era del capitalismo financiero para América Latina.
A este trabajo marco le siguen tres artículos que privilegian el análisis estadístico sobre la desigualdad en México y su interseccionalidad con otras temáticas, para lo cual elaboran originales metodologías de análisis. En el primero, Martha Schteingart, Rosa María Rubalcava, Angélica Giraldo y Jaime Sobrino se ocupan de analizar las diferencias que existen entre desigualdad y pobreza en las 32 entidades del país y en 95 ciudades y zonas metropolitanas, a diferentes escalas de desagregación espacial. Para ello exponen algunos conceptos teóricos sobre las desigualdades regionales o territoriales y su relación con la pobreza, introducen los principales antecedentes de esta relevante cuestión social y aportan un profundo análisis empírico que pone en evidencia la coexistencia de territorios en los que se advierten diversos niveles de desigualdad y pobreza.
Por su parte, Carlos López-Morales, Miriam Valdés y Alejandro Dávila analizan la distribución del ingreso en siete regiones de México, partiendo de que, si bien en los últimos treinta años el coeficiente de Gini sobre distribución del ingreso se redujo nueve puntos, México sigue siendo uno de los países con mayor desigualdad económica y elevados niveles de pobreza, a lo que se agrega una aguda concentración del ingreso en reducidos grupos poblacionales. A través de los métodos de contabilidad social se pretende identificar interacciones entre las estructuras productivas y la distribución del ingreso, así como las regiones con una distribución del ingreso más desigual y las categorías de hogares más y menos favorecidos por el funcionamiento de las economías regionales.
Cierra este grupo de artículos la investigación de Boris Graizbord, Omar López y Anel Demetrio, quienes estudian el impacto desigual de las actividades humanas en la disponibilidad hídrica de las llamadas regiones hidrológicas administrativas de México, analizando los efectos de los procesos migratorios sobre la estructura espacial de las regiones, las ciudades, las zonas metropolitanas y el territorio. Sus principales ejes de análisis son los procesos de escasez relativa y el estrés hídrico, así como los problemas de disposición y tratamiento de aguas residuales en algunas zonas del país, el consumo residencial diferenciado por regiones administrativas, la brecha entre regiones de la frontera sur y el Valle de México, y la demanda de agua para las actividades económicas.
En la segunda parte del libro, la desigualdad se vincula al acceso a los recursos -agua y electricidad- y a sus impactos territoriales en espacios rurales y urbanos. Judith Domínguez examina la desigualdad en el acceso al agua para las mujeres en la región náhuatl de Zongolica, Veracruz, situación exacerbada por la interseccionalidad que existe entre la pobreza y la condición de mujer indígena rural. Mauricio Cervantes introduce la relevante temática de la emigración en la Mixteca Alta de Oaxaca, en Santiago Apoala, y formula como hipótesis de trabajo que la emigración tiene un papel central en la producción de desigualdades, condicionando que sus miembros participen en la organización comunitaria y familiar del trabajo requerido para el manejo y la apropiación colectiva del territorio y los recursos naturales. A su vez, Mónica Santillán estudia la temática de la desigualdad y la pobreza energética, realizando un análisis cuantitativo para determinar la incidencia y amplitud de la pobreza eléctrica en las entidades federativas del país y sus implicaciones en la planeación del sistema eléctrico nacional. El último artículo de esta sección, de autoría de Cintya Molina, aborda el impacto de proyectos hidroeléctricos de gran escala en los mercados de carbono y los alcances logrados por el mecanismo para un desarrollo limpio (MDL) de reducciones certificadas de emisiones (CER) como un instrumento de mitigación de gases efecto invernadero en América Central, a partir de una laboriosa cuantificación realizada en siete centrales hidroeléctricas ubicadas en Guatemala, Honduras y El Salvador.
En la tercera parte del libro los artículos abordan la temática más específica de las desigualdades urbanas y se presentan trabajos que se inscriben en el campo de los estudios de la sociología, la ciencia política y la antropología. El primero de este conjunto de textos es un documentado e histórico trabajo sobre China, en el que Marisela Connelly incorpora una importante dimensión de análisis subjetiva -la ruptura de lazos afectivos- que se provoca con el desplazamiento de la población de menores ingresos, localizada originalmente en lugares centrales de Beijing y que es expulsada hacia la periferia de la ciudad durante los procesos de renovación urbana, que han sido productores de desigualdades socioeconómicas y territoriales.
Los tres últimos artículos están dedicados a problemáticas que analizan diferentes procesos generadores de desigualdad urbana en el territorio de la Ciudad de México. Clara Salazar y Lucy Maya ofrecen un balance del estado del conocimiento sobre la desigualdad e introducen un tema de gran actualidad como es la relación entre vivienda y salud, la cual ha sido poco estudiada en el campo de los estudios urbanos y que la pandemia COVID-19 puso en evidencia. La principal aportación de este trabajo es explicar cómo la desigualdad de acceso a ciertos recursos dificultó el confinamiento voluntario en la vivienda, y las autoras ponen en duda que ésta sea un espacio de bajo riesgo al contagio para un amplio sector de la población. Se trata de un meritorio esfuerzo metodológico para analizar dicha realidad compleja y desigual, para lo cual identifican las “actividades esenciales” y las “actividades no esenciales”, así como también dos conjuntos de viviendas: las “adecuadas”, en las que vive poco más de la tercera parte de la población, y las “deficientes”, habitadas por casi el 70% de los habitantes de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México (ZMCM), lo cual pone en evidencia la situación de riesgo permanente en que se encuentra la mayoría de la población de la gran metrópoli.
Otras dos temáticas de gran preocupación social son analizadas a partir de considerar las experiencias y percepciones de quienes habitan la ciudad. David López-García, en su artículo sobre las desigualdades en el viaje al trabajo en la ZMCM, sostiene que la falta de oportunidades de trabajo dentro de las zonas de traslado y las esferas de búsqueda de las poblaciones de bajos ingresos contribuyen a perpetuar su desempleo. El principal objetivo de este estudio es acercarse a las desigualdades de accesibilidad al empleo por medio del estudio del viaje al trabajo, lo que permite observar la interacción entre la triada conformada por las personas, los usos del suelo y la infraestructura de transporte.
Arturo Díaz y Vicente Moctezuma, por su parte, abordan las geografías de la inseguridad en barrios del primer cuadro del centro histórico de la Ciudad de México, incluidas la zonas de Regina y Tepito. En este artículo se investiga cómo la inseguridad participa en los procesos de desterritorialización que se observan en las ciudades y cómo estas geografías de la inseguridad contemporáneas interactúan con la desigualdad. Para estos autores dichas dinámicas se entrelazan y se anudan de forma compleja, pero mientras que los sectores medios y altos cuentan con recursos que les permiten diversificar mecanismos de protección y crear espacios excluyentes y controlados, los sectores populares, y de manera singular los espacios de marginación, se estigmatizan como figuras representativas de la criminalidad en la ciudad, cuando es justamente en estos vecindarios donde se padece un contexto de inseguridad más agudo, tanto por la concentración de delitos comunes, como porque allí se registra el desarrollo de actividades que conforman economías violentas y predatorias.
En el último artículo, Tiana Hayden y Paloma Villagómez introducen un tema muy original y poco explorado en el área de conocimientos de la investigación social y urbana: la alimentación como práctica socioespacial y su relación con las desigualdades urbanas. Las autoras indagan dónde comemos, cómo comemos y cómo habitamos las ciudades contemporáneas. Una de sus principales aportaciones es analizar la relación mutuamente constitutiva y dinámica que existe entre las desigualdades alimentarias y las desigualdades socioespaciales, entre los procesos de construcción de normas y hábitos alimentarios socialmente valorados y la producción y reproducción de prácticas que habilitan a ciertos sujetos para participar en esas normas, mientras otros quedan excluidos de ellas y buscan espacios para resignificar las propias. El principal argumento que plantean es que comer fuera de casa es una parte constitutiva de la experiencia urbana contemporánea, por lo cual las transformaciones materiales o simbólicas de los espacios de consumo cambian la experiencia de habitar la ciudad. También realizan un interesante análisis etnográfico que aporta nuevos conocimientos sobre el papel de las cocinas económicas y la comida callejera en tres colonias de la Ciudad de México -Roma, Condesa y el Centro Histórico-, las que han experimentado procesos de gentrificación o “rescate” urbano. Una de sus principales conclusiones es que, para las clases trabajadoras de la Ciudad de México, la comida callejera y las cocinas económicas representan fuentes importantes de alimentos que, además de ser nutritivos, brindan estabilidad y se convierten en parte de su forma de habitar la ciudad.
Finalmente, este libro colectivo se inscribe en la colección “Miradas múltiples para pensar a México y al mundo”, coordinada por Ana Covarrubias y Vicente Ugalde, y precisamente constituye un explícito y muy logrado esfuerzo por trascender los enfoques disciplinarios y analizar la desigualdad territorial a diferentes escalas -global, nacional, regional, estatal o local-, por lo que es una relevante aportación en el área de conocimientos de los estudios urbano-regionales.