Introducción
En concordancia con los hallazgos en los estudios internacionales para el caso argentino, los recientes aportes (Benza, 2012; Dalle, 2016; Jorrat, 2016; Pla, 2016; Quartulli, 2016) han permitido comprender y explicar, desde una perspectiva de clase, la configuración actual y de largo plazo que presenta la estructura social del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), en particular, y del país, en general, a partir de los procesos de movilidad social: rigidización de la estructura de clase, recomposición de la clase trabajadora, predominancia de la movilidad de corta distancia, vigencia del logro educativo como mecanismo de ascenso social, entre otros.
Por otro lado, diversos aportes se han realizado a partir del análisis de la estructura de clases, en tanto factor explicativo y estructurador de diversas dimensiones de la desigualdad social. Algunas investigaciones dan cuenta de la reversión de ciertas tendencias entre las clases sociales a partir del cambio en el modelo de acumulación: aumento de la clase obrera calificada, de la clase media rutinaria y de los profesionales (Benza, 2012; Fachelli, 2013). Dichos trabajos evidencian un proceso de reducción de la distancia existente entre las clases sociales, medida a partir de los ingresos percibidos, como correlato de la continua disminución del coeficiente de Gini a lo largo del periodo (Benza, 2012; Chávez Molina y Sacco, 2015; Fachelli, 2013; Maceira, 2016).
De este modo, poniendo en diálogo dos campos de estudio hermanados, pero frecuentemente desvinculados (movilidad social y análisis de clase), el presente trabajo tiene como principal objetivo analizar las vinculaciones existentes entre los procesos de movilidad social intergeneracional y el bienestar material de los hogares, a partir de un relevamiento por encuesta realizado en los años 2012-2013 en Buenos Aires. Fundamentalmente, nos interesa comprender ¿en qué medida las desigualdades de origen (de clase) se expresan en desigualdades de acceso al bienestar material de los hogares?, ¿qué rol explicativo juega el posicionamiento de clase de los hogares?, ¿a igual posición de clase, pero diferente origen social, se observan diferenciaciones en las condiciones de vida? Interrogantes que implican un desplazamiento del formato tradicional de analizar la movilidad social en tanto variable dependiente, pensándola como variable explicativa de las oportunidades de vida (Erikson y Goldthorpe, 2002: 4). En este sentido, un estudio de dicha faceta de los procesos de movilidad social, en tanto explans general de diversos aspectos y, específicamente, del bienestar material, resulta un aspecto novedoso a ser analizado en el campo (Torche y Spilerman, 2009: 75). Para el caso latinoamericano, dentro de las asignaturas pendientes, luego de haber emprendido un ambicioso abordaje comparativo, Solís señala la importancia de comenzar a indagar las vinculaciones existentes entre los procesos de movilidad social y la esfera socioeconómica (Solís y Boado, 2016: 493).
En términos teóricos, es la noción de “acumulación de (des)ventajas” (Blau y Duncan, 1967; DiPrete y Eirich, 2006; Saraví, 2006) la que mejor sintetiza la relación entre los procesos de movilidad social desde la cual partimos en esta investigación. Aplicando dicho concepto, podemos concebir la hipótesis que señala que las desigualdades de origen persisten y se consolidan a partir de ventajas y desventajas, tanto a nivel de las oportunidades de movilidad social como en las desigualdades de acceso al bienestar material. De este modo, la desigualdad debe comprenderse como un proceso diacrónico, en el que diversos mecanismos de acumulación de (des)ventajas se cristalizan en una distribución determinada de resultados.
Por otro lado, se presenta un propósito secundario de índole metodológico, que consiste en la exploración de técnicas no utilizadas frecuentemente en el estudio de la movilidad social. Históricamente dicho campo de estudio se configuró como un espacio propicio para la aplicación de técnicas estadísticas avanzadas, a tal punto, como señala Cachón Rodríguez (1989: 240) , que la historia del estudio de la movilidad social puede pensarse como la del avance estadístico en la sociología: tablas de contingencia multivariadas, path analysis, modelos log-lineales, regresiones multinomiales, etc. En este caso se propone la utilización del análisis factorial de correspondencias múltiples, en la medida en que propone una forma posible de acceso al estudio multidimensional exploratorio-descriptivo, así como a su representación gráfica.
El artículo se estructura a partir de cinco apartados, comenzando con esta introducción. Luego se realiza una revisión de los principales antecedentes teóricos y empíricos que aportan a la problemática enfocada, especificando algunos aspectos vinculados con el estudio de la movilidad social en Argentina e identificando la singularidad del caso de la Ciudad de Buenos Aires. En segundo lugar, se describen las claves metodológicas, especificándose la técnica de análisis de correspondencias múltiples (ACM), diferenciándola de otras técnicas frecuentemente utilizadas. Por otro lado, también presentamos las operacionalizaciones de los conceptos utilizados. En un tercer momento comunicamos los resultados de tipo exploratorio-descriptivo provenientes del ACM, mediante el cual se construye un “espacio social del bienestar material”, que es analizado a partir de ciertas variables de posicionamiento de clase y adscriptivas. Para concluir se presentan los comentarios finales a manera de conclusiones.
Antecedentes en el estudio de la movilidad social. Las características del caso argentino y de la ciudad de Buenos Aires
El estudio reciente de la movilidad social y su rol como estructuradora del bienestar material
Podría señalarse que a nivel global se ha alcanzado cierto “consenso estadístico” en el campo de estudio de la movilidad social, que por medio de diversas investigaciones empíricas señala la asociación persistente entre orígenes y destinos de clase, así como los niveles similares en los regímenes de fluidez social (Breen, 2004; Erikson y Goldthorpe, 2002; Hout y DiPrete, 2006). Estos estudios muestran que la institución educativa continúa configurándose como el principal factor tanto de promoción de movilidad social como de reproducción entre generaciones (Hout y DiPrete, 2006: 6). En este sentido, es hacia finales del siglo XX y comienzos del presente, que la mirada en esta área temática estuvo centrada en comprender las relaciones representadas en el llamado “triángulo de la movilidad”, es decir, entre el origen de clase, el logro educativo y el destino de clase (Birkelund, 2006; Breen, 2004).
Siguiendo la periodización propuesta por Treiman y Ganzeboom (2000), podemos advertir que mientras las primeras dos generaciones de estudios de movilidad social, aquellas que florecieron luego de la segunda posguerra mundial, se mantuvieron preocupadas por conocer cuánta movilidad existía y sus principales causas, la tercera (liderada fundamentalmente por los aportes del Nuffield College y John Goldthorpe) centró su análisis en las comparaciones internacionales y en la introducción de la perspectiva de clases. No obstante, si hay algo que ha caracterizado a esta serie de investigaciones es haber considerado a la problemática de la movilidad social, principalmente como un fenómeno dependiente, es decir, a ser explicado por otros procesos: cambio demográfico, modernización, desarrollo económico, etc. Si bien estas preocupaciones son válidas y necesarias de responder, existe una serie de aspectos que toman lugar “más allá” de la tabla de movilidad o de los patrones estudiados (Blackburn y Prandy, 1997: 501). Es decir, los procesos de movilidad social o las trayectorias de clase implican ciertos efectos sobre las condiciones de vida de los sujetos, que se caracterizan por no estar definidas únicamente por la posición ocupada en un momento dado en la estructura de clases, sino por la pendiente experimentada en términos intergeneracionales (Bourdieu, 2012a: 125).
Enfocándonos en aquellos aspectos del bienestar material que analizaremos en este escrito (ingresos monetarios, acceso a la vivienda, nivel de consumo), a continuación se presenta una breve reseña de aquellas investigaciones que han puesto la mirada en las clases sociales, el origen de clase y/o la movilidad social en tanto elementos estructuradores de la desigualdad.
Recientemente, una serie de trabajos elaborados en distintos países (Albertini, 2013; Le Grand y Tåhlin, 2013; Weeden et al., 2007) han puesto énfasis en la persistencia de la clase como factor explicativo de los ingresos y ahorros. Sin embargo, otros estudios han incorporado el análisis del origen social y de la movilidad como fenómenos explicativos, más allá de la posición de clase. Siguiendo la línea teórica y empírica del “logro de estatus”, el trabajo de Featherman y Hauser, “Opportunity and Change” (1978), reafirma las conclusiones de Blau y Duncan, respecto de la perdurable atenuación de los efectos adscriptivos sobre el logro, en este caso, el económico. Posteriormente, Jencks y colaboradores (Harding et al., 2004), utilizando técnicas similares de análisis, arribaron a conclusiones disímiles, al mostrar cómo el origen social influenciaba directamente el logro económico. En este sentido, según los autores, los hombres de orígenes aventajados presentaban mayores habilidades cognitivas, modales no cognitivos, credenciales educativas y mayores expectativas laborales (Jencks, 1979: 70-71). También se ha estudiado la relación entre la movilidad social y la distribución de los ingresos, desde una perspectiva de clases (Erikson y Jonsson, 1998; Esping-Andersen y Wagner, 2012). Específicamente, el estudio de Erikson y Jonsson (1998), para el caso sueco, plantea que se obtiene una ventaja en los ingresos por provenir de un mejor origen social, incluso controlando la relación por el nivel educativo y la posición de clase. Dentro de los mecanismos de influencia del origen social los autores citan al capital social que movilizan los padres, parientes o amigos en pos de lograr un mejor acceso en el mercado de trabajo para sus hijos, así como el efecto sobre las aspiraciones en la valoración de carreras ascendentes. Desde el lado del empleo, sin embargo, también se produce una selectividad en función del origen social a través de cierto “favoritismo” de incorporar a individuos del “mismo tipo” que el reclutador o del mismo nivel de vida, así como en función de la selección de trabajadores mejor educados, que generalmente provienen de orígenes más aventajados.
Respecto del acceso a la vivienda, diversos autores han sostenido que las oportunidades de propiedad están asociadas a la clase, la edad, la región y los recursos parentales (Hamnett, 1991: 17). En este tipo de inversiones resulta central el papel de las transferencias que suceden de padres a hijos, por medio de regalos y herencias, siendo la posición de clase un buen proxy de este tipo de transmisión de recursos (Kurz, 2004: 145; Kurz y Blossfeld, 2004). Sin embargo, la posición y el origen de clase no sólo remiten a condiciones materiales diferenciadas, sino también a expectativas distintas frente a la búsqueda de una vivienda (Kurz, 2004: 144). Algunos autores han indagado en el efecto que genera la socialización en entornos que valorizan la propiedad inmobiliaria: crecer en un hogar propio puede incrementar las probabilidades de acceso a la propiedad de la vivienda, más allá de las transmisiones materiales económicas (Kurz y Blossfeld, 2004: 374; Lersch y Luijkx, 2015).
Finalmente, respecto del estudio de la distribución del consumo en función del posicionamiento de clase, las investigaciones empíricas resultan más escasas frente a las que estudian el acceso al consumo desde una mirada global o a partir de la distribución del ingreso (Filmer y Pritchett, 2001; McKenzie, 2005; Minujin y Bang, 2002). La mayoría de los trabajos que incorporaron una mirada de clase y consideraron, a su vez, al origen social como un factor condicionante del nivel de consumo trabajaron, en mayor medida, sobre la idea de la riqueza. Es decir, además de considerar diversos bienes hogareños (objetos de consumo) en tanto elementos a explicar, han incorporado también el estudio de los recursos financieros de que disponen las familias. En esta línea, varios autores señalan la influencia del origen social tanto de forma directa como indirecta (Albertini y Radl, 2012; Chan, 2008; Torche y Costa Ribeiro, 2012; Torche y Spilerman, 2009). Los efectos indirectos pueden observarse mediante las inversiones educativas o sociales (contactos) que los padres despliegan para que los hijos adquieran una mejor posición en la estructura de clases. Por otro lado, los efectos directos pueden dar cuenta de transferencias intervivos o herencias, que ocurren al margen de la posición de clase ocupada en un momento determinado (Torche y Spilerman, 2009: 76). A partir de un estudio realizado en México, Torche y Spilerman concluyen respecto de la distribución del consumo, que ésta se transmite indirectamente a partir de las inversiones en capital humano, a diferencia de otros recursos específicos (fondos, inversiones, tierras) en los que la transferencia se da por vía directa (Torche y Spilerman, 2009: 92).
El estudio de la estructura de clases y la movilidad social en la Argentina contemporánea
La primera década de los años 2000 marcan el inicio de una serie de trabajos que revitalizaron los estudios en torno a la estructura de clases y, principalmente, de la movilidad social en Argentina.1 Así, a partir de estas nuevas investigaciones no sólo se pudo obtener una fotografía de la estructura social en un periodo de transformaciones en el modelo de acumulación (pasaje del modelo aperturista consolidado en los años noventa al modelo neodesarrollista vigente a partir de 2003), sino que también se evidenciaron aquellos rasgos que las reformas estructurales de esos años dejaron sobre la morfología y la dinámica de las clases sociales.
En términos esquemáticos, el periodo que se abre a partir de 2002-2003 y que culmina en 2015, puede caracterizarse en dos subetapas: la primera se distinguió por presentar un alto crecimiento económico; una incipiente aunque notoria recuperación del sector industrial; un aumento sostenido del empleo, acompañado por mejoras salariales y de condiciones laborales; dinamismo del mercado interno y un mejor desempeño de la balanza comercial y las cuentas fiscales. Por el contrario, la segunda subetapa mostró ciertas limitaciones a las políticas de crecimiento características del momento anterior, impulsadas también por la crisis financiera internacional de 2008: la aplicación de ciertas políticas anticíclicas (políticas de transferencias condicionadas de ingresos, reestatización del régimen previsional, devaluación gradual, reestatizaciones, etc.); crecimiento de la inflación; restricción externa en la balanza de pagos; agotamiento del crecimiento industrial, así como una desaceleración en la creación de empleo.
En dicho contexto, se produjeron cambios incipientes en la composición de la estructura de clases, como el aumento creciente de los puestos de trabajadores calificados, de clase media rutinaria y profesionales (Benza, 2012: 221; Fachelli, 2013: 27). En términos de ingresos, a partir del mayor dinamismo que adquirió el mercado de trabajo, la desigualdad entre las clases disminuyó, principalmente a partir de una mejora en las percepciones de la clase trabajadora calificada y la clase media rutinaria (Benza, 2012: 278; 2016: 127). Lo anterior produjo una reducción en las distancias, medidas en términos de ingresos, existentes entre la clase obrera y la clase media, manteniéndose una frontera de clase, pero volviéndose más difusa (Fachelli, 2013; Maceira, 2016). Sin embargo, estos cambios no sólo significaron una reducción de las brechas entre clases en términos de ingresos sino también en otras dimensiones de las condiciones laborales y de vida. Por un lado, la clase obrera, específicamente su estrato asalariado, experimentó un fuerte proceso de formalización laboral (Dalle y Stiberman, 2017; Maceira, 2016), así como una disminución en el nivel de subocupación demandante y no demandante (Pla, Rodríguez de la Fuente, y Sacco, 2018).
Respecto del estudio de la movilidad social, independientemente de los recortes espaciales considerados y de los abordajes escogidos, las tasas de movilidad total presentan un promedio del 63 por ciento, anteponiendo la movilidad ascendente por sobre la descendente, indicando que dichas tendencias son atendibles a los niveles evidenciados internacionalmente. En términos de movilidad absoluta, el periodo es signado por una relativa rigidez en la clase trabajadora calificada (que en los años noventa había distribuido a sus hijos por toda la estructura), mientras que la clase media rutinaria asumió el papel más dinámico, migrando gran parte de los individuos con dichos orígenes hacia las clases mejor posicionadas o, en menor medida, descendiendo. Asimismo, hacia finales del periodo se observa una tendencia hacia el cierre social en los extremos de la estructura de clases (Pla, 2016; Quartulli y Salvia, 2014), aunque son significativos aún los movimientos de corta distancia entre la clase trabajadora y la clase media rutinaria inferior (Dalle, 2016: 139; Pla y Rodríguez de la Fuente, 2016). En términos absolutos, especificando el análisis por edad y género, en este periodo la bibliografía da cuenta de una cierta atenuación de la movilidad social entre los más jóvenes, así como una mayor movilidad entre las mujeres (Jorrat, 2016; Jorrat y Benza, 2016: 160).
Las pautas de movilidad relativa refuerzan las tendencias absolutas al devolver una imagen de una estructura social más rígida y desigual en términos de cambio de posición social, independientemente de las transformaciones estructurales, aunque con niveles comparables internacionalmente (Benza, 2012; Dalle, 2016; Jorrat y Benza, 2016; Pla, 2016; Pla y Rodríguez de la Fuente, 2016).
Finalmente, en línea con lo planteado en este trabajo, otras investigaciones han trascendido el análisis de la descripción e interpretación de los patrones de movilidad social que han caracterizado al periodo y se han preguntado por las implicaciones de dichos movimientos. Así, al analizar el formato que asumieron los procesos de movilidad en los años 2000 (Pla, Rodríguez de la Fuente y Fernández Melián, 2016), marcamos un contrapunto respecto de la hipótesis que planteaban Kessler y Espinoza (2007) en torno a la consolidación de un carácter espurio en los movimientos ascendentes. Para 2007, aproximadamente el 78 por ciento de los ascensos sociales calculados podían considerarse como “consistentes”, es decir, redundaban en posiciones laborales protegidas o reguladas. Tomando otro aspecto ligado a las recompensas asociadas al posicionamiento en la estructura social, Quartulli y Salvia (2014) y Pla (2016), en forma descriptiva, señalan que la desigualdad de ingresos se explica no sólo por la posición de clase sino también, en parte, por el origen social del que se proviene. En este sentido, los orígenes y las trayectorias trazadas contarían como desventaja para el acceso a un determinado nivel de bienestar.
La especificidad de la ciudad de Buenos Aires
La Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) conforma uno de los 24 estados autogobernados que constituyen la República Argentina, a la vez que funciona como capital federal del país. Siguiendo las divisiones administrativas de los partidos que circundan a la ciudad, el Gran Buenos Aires (GBA)2 cuatriplica en cantidad de población a la CABA (2,890,151 habitantes versus 12,806,866, según datos del Censo 2010). Sin embargo, cabe aclarar que la unidad GBA invisibiliza una clara heterogeneidad existente entre la CABA y los partidos del conurbano, en la mayor parte de las dimensiones que pueden estudiarse, incluida la conformación de la estructura poblacional (De la Torre, 2013: 5).
En tanto capital del conjunto nacional, dispone de cierta densidad política, económica y social que la diferencian de otras ciudades y regiones del país, específicamente por el nivel de vida (Velázquez, 2007). La misma puede ser caracterizada como una “ciudad global” en la medida en que: 1) concentra funciones de comando; 2) es un sitio de producción posindustrial para las industrias líderes, financieras y de servicios especializados, y 3) funcionan mercados transnacionales donde las empresas y los gobiernos compran instrumentos financieros y servicios especializados (Sassen, 1998: 7).
En términos sociodemográficos, la CABA muestra una alta tasa de envejecimiento en comparación con el GBA. Un segundo elemento es la existencia de un importante núcleo de población con calificaciones educativas de tipo técnica o profesional que redundarán, en el mejor de los casos, en activos clave para la conformación de una clase media de gran escala.3 En tercer lugar, la estructura productiva de la CABA se compone por un núcleo dinámico que agrupa a los servicios financieros, inmobiliarios y empresariales, seguido, en menor medida, por los sectores de transporte, comunicaciones, comercio y administración pública (Obradovich, 2010: 16), caracterizándose a la misma como una “ciudad de servicios”. Por último, en el periodo de estudio, algunos indicadores de condiciones de vida permiten también diferenciarla de otras aglomeraciones del país: baja tasa de desocupación, menor coeficiente de Gini en ingresos percibidos por los hogares, casi nula presencia de hogares con hacinamiento crítico, entre otros.
En conclusión, son contadas las investigaciones sobre movilidad social (Jorrat, 1987; Rubinstein, 1973) que se han realizado en la ciudad de Buenos Aires, ya que la mayor parte de éstas consideró en su totalidad al GBA o al país, sin hacer referencia a las dinámicas propias y/o las heterogeneidades existentes.4 En este sentido, las características recién reseñadas configuran a la CABA como un espacio geográfico específico a ser investigado, debido a sus particularidades y dinámicas propias que la diferencian del resto del aglomerado y del país, convirtiéndola en una “ciudad de clases medias” (Benza, 2016).5
Aspectos metodológicos
Fuente de datos
Se ha utilizado la “Encuesta sobre Movilidad Social y Opiniones sobre la Sociedad Actual” de 2012-2013.6 El muestreo fue de tipo probabilístico estratificado de asignación proporcional y el tamaño final de la muestra fue de setecientos casos. Los estratos se definieron a partir de la composición barrial según Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI), los casos fueron seleccionados sistemáticamente y la asignación fue proporcional por sexo, edad y comuna. Considerando un nivel de confianza de 95 por ciento, el error de estimación para proporciones a nivel muestral total es de +/-3.7 por ciento. La misma fue realizada entre diciembre de 2012 y mayo de 2013 en la CABA, y permitió la desagregación de sus datos a nivel de las zonas (agregados de comunas) de la ciudad.
El universo de análisis estuvo conformado por hogares con sostén principal del mismo o con cónyuges mayores a treinta años, ocupados, que residían en la ciudad. La generación de hijos/as está comprendida por individuos nacidos entre 1932 y 1983. Por su parte, las encuestas de movilidad social recaban información sobre los orígenes sociales a partir de preguntas retrospectivas que se realizan a los/las encuestados/as acerca de la posición del padre, madre o principal sostén del hogar cuando los mismos tenían alrededor de 16 años. De este modo, se cuenta con información sobre la posición socio-ocupacional de los orígenes para los años 1948 a 1999.
Técnica de análisis
Para abordar el fenómeno de la movilidad social desde una perspectiva de clase, comúnmente se utilizan las técnicas clásicas englobadas bajo los enfoques de la movilidad absoluta y relativa, es decir, el estudio mediante tablas de contingencia (tablas de movilidad) y el análisis log-lineal. En menor medida, se usan regresiones logísticas cuando se intenta explicar cómo diversos factores condicionan las oportunidades de movilidad social.
A diferencia de dichas técnicas, los análisis factoriales permiten la captación del sistema completo de relaciones que se configuran en un espacio geométrico, lo que los posiciona como un buen instrumento para una problemática multidimensional, tal como se propone en este trabajo. Aunque no sólo nos permiten simplificar las indagaciones de relaciones múltiples entre las variables incorporadas, reduciendo la información inicial en un número menor de factores explicativos, sino que también brindan una salida gráfica clarificadora para el análisis.
En este caso optamos por recurrir a la técnica de ACM debido a su adecuación en la utilización de variables cualitativas (López Roldán y Fachelli, 2015). Este tipo de análisis forma parte de la familia de técnicas englobadas bajo el título de “análisis geométrico de datos”, desarrolladas por la “escuela francesa de análisis de datos” (Baranger, 2009: 97; Le Roux y Rouanet, 2010: 1). Específicamente, a partir del ACM se “analizan las relaciones de interdependencia de un conjunto de variables cualitativas, y expresan sus asociaciones (correspondencias) en términos de un conjunto reducido de factores que sintetizan las principales diferencias que se dan entre los individuos” (López Roldán, 2012: 37). Su alcance es más bien descriptivo y guiado por una filosofía inductiva (Le Roux y Rouanet, 2010: 2), ya que no se plantea un modelo para ser puesto a prueba a partir de los datos (en contraposición con el análisis de regresión clásico o log-lineal), sino que son los datos procesados a partir de la técnica los que permiten construir un modelo sobre lo indagado.
Los factores que surgen de la reducción producida sobre el espacio de propiedades de las variables originales permiten una explicación más parsimoniosa del problema a abordar. El primer factor-eje resume la mayor parte de la inercia (varianza) presentada entre los individuos, siendo éste el más relevante, ya que es el que mejor se aproxima a la nube de puntos original. El segundo factor-eje es independiente del primero y da cuenta de las diferenciaciones residuales que el primero no pudo representar, y así sucesivamente con el resto de los factores (Baranger, 2009: 100). Si bien no hay un acuerdo respecto de cuántos factores retener para el análisis, es recomendable basarse en aquellos que acumulan la mayor parte de la inercia explicada (generalmente un 70 por ciento o más de la varianza).
Por otro lado, el ACM permite la incorporación de variables denominadas suplementarias o ilustrativas que no intervienen en la construcción de los factores (como sí lo hacen las variables activas), pero que permiten su proyección en el plano factorial y, por ende, el enriquecimiento del análisis (Adaszko, 2009: 196; Le Roux y Rouanet, 2010: 60).
Particularmente, para el caso de los estudios de movilidad social puede citarse el trabajo de Echeverría Zabalza (1999) , quien utilizó el ACM para analizar las distancias existentes entre los orígenes y los destinos de clase, en tanto aproximación al cambio intergeneracional. En su libro clásico, La distinción, Bourdieu (2012a [1979]) también recurre al ACM para comprender el modo en que los gustos y las disposiciones pueden comprenderse desde el posicionamiento en la estructura de clases y en el origen social de los sujetos. El resto de los trabajos que pueden citarse recurren a dicha familia de técnicas, fundamentalmente para la construcción de índices de riqueza o de condiciones de vida, a partir de la factorización de la información. Podemos citar el trabajo de Vélez, Vélez y Stabridis (2015), en el que se recurre al ACM; los aportes de Filmer y Pritchett (2001) y de Minujin y Bang (2002) , que hacen uso de la técnica de Análisis de Correspondencias Principales, o los recientes aportes de Solís (2017, 2018) en la construcción de un índice de activos, bienes y servicios de la vivienda, mediante el análisis factorial policórico.
Variables seleccionadas y operacionalización
Uno de los principales aspectos a la hora de estudiar la estructura de clases y la movilidad social es definir el esquema de clasificación que se utilizará. En este caso se construyó uno a partir de la propuesta de Torrado (1992; 1998) y modificaciones posteriores (Pla, 2016; Sacco, 2016). Este esquema se compone de once grupos socio-ocupacionales que, de manera agregada, conforman cinco clases sociales (Tabla 1). Cabe aclarar que para este artículo se utilizará su versión agregada.7
Grupos socio-ocupacionales | Clases sociales |
---|---|
•Directores de empresas | Clase directiva-profesional |
•Profesionales en función especifica | |
•Propietarios de pequeñas empresas | Pequeña burguesia |
•Pequeños productores autónomas | |
•Cuadros técnicos y asimilados | Clase media rutinaria-técnica |
•Empleados administrativos y vendedores | |
•Trabajadores especializados autónomas | Clase obrera calificada |
•Obreros calificados | |
•Obreros no calificados | Clase obrera no calificada |
•Peones autónomas | |
•Empleados domesticos |
Fuente: Elaboración propia con base en Torrado (1992; 1998), Sacco (2016) y Pla (2016) .
Las variables que refieren a dimensiones del bienestar material son incorporadas en el ACM de forma activa, es decir, aquellas que intervienen en el análisis generando las dimensiones emergentes (Tabla 2). En primer lugar, el nivel de ingresos se trabaja en cuartiles y se hace referencia a los de origen laboral del miembro del hogar (jefe/a o cónyuge) con un posicionamiento en el grupo socio-ocupacional más alto; el nivel de consumo se mide a partir de la posesión de ciertos bienes o equipamientos del hogar que frecuentemente son medidos en las encuestas de hogares; por último, respecto de las características de la vivienda se abordan cuatro aspectos: la propiedad de la misma, la forma de acceso, la posesión de una segunda vivienda y la zona en la que se emplazan. En este sentido, el “espacio social del bienestar material” se constituye como la representación bidimensional de los elementos que conforman el bienestar material. De este modo, nos permite comprender qué activos (o falta de éstos) son los que posicionan relativamente a los hogares en situaciones más ventajosas o desventajosas en términos de bienestar material.
Dimensiones* | Variables | Categorías (modalidades) |
---|---|---|
Caracteristicas económicas del hogar | Ingreso laboral (ing_cuartil) | |
Caracteristicas vivienda | Zona de residencia** (zona) | |
Propiedad de la vivienda (prop_viv) | ||
Forma de acceso a la vivienda (acceso _vivienda) | ||
Propiedad de segunda vivienda (vivienda2) | ||
Nivel de consumo |
*En los paréntesis se indica la etiqueta utilizada para cada variable en los gráficos y tablas
**Se han utilizado la clasificación elaborada por la dirección General de Estadísticas y Censos de la CABA (Mazzeo et al, 2012), que zonifica a la ciudad de la siguiente forma: comunas 2, 13 y 14; Zona Centro: comunas 1,3,6,7,11,12 y 15, Zona Sur: comunas 4,8,9, y 10 .
Fuente: Elaboración propia
Por otro lado, el posicionamiento de clase y el nivel educativo del hogar, así como las características adscriptivas (clase de origen, nivel educativo de origen, cohorte de nacimiento, lugar de nacimiento y sexo), se han incorporado como modalidades suplementarias, es decir, no intervienen en la conformación del espacio, pero sí sirven para interpretar las diferenciaciones producidas en el mismo (Tabla 3).
Variables | Categorías |
---|---|
Clase social (clase_mod) | |
Nivel educativo (nivel_educ) | |
Clase social de origen (clase_mod_psho) | |
Nivel educativo de origen (nivel_educ_psho) | |
Coherte de nacimiento | |
Lugar de origen (lugar_nac) | |
Sexo | |
Trayectoria de clase (trayectoria) |
Fuente: Elaboración propia.
Respecto de la variable “cohorte de nacimiento”, la misma permite una aproximación al análisis de los contextos socioeconómicos en los cuales nacieron los encuestados, identificando los dos primeros periodos con el modelo sustitutivo de importaciones (1932-1957; 1958-1975), y el último haciendo referencia al modelo aperturista y de valorización financiera (1976-1982).
Asimismo, como modalidad ilustrativa se ha incorporado una tipología de trayectoria de movilidad, que combina distintos tipos de “caminos sociales” intergeneracionales (Tabla 7, en el Anexo) y que permite profundizar en el estudio de la movilidad social intergeneracional.
Resultados
Construcción del espacio social del bienestar material
Como hemos indicado en el apartado anterior, 17 variables con 39 categorías, en total, se utilizarán para construir el “espacio social del bienestar material”. Luego de aplicar la técnica de ACM, el espacio de propiedades se redujo a dos factores que explican el 76.24 por ciento8 de la inercia o varianza (Tabla 4). Por su parte, el primer factor explica la mayor parte de ésta (72.2 por ciento) y el segundo un 4.02 por ciento. Resulta necesario dar cuenta de cómo se descompone la varianza en los dos factores, ya que su peso indicará la importancia que se le adjudicará a cada uno de ellos. Si bien el primero bastaría para dar una robusta explicación acerca de las desigualdades en las condiciones de vida, la retención del segundo factor, como se verá más adelante, permite enriquecer dicho análisis.
Dimensión | Inercia Explicada | Porcentaje | Porcentaje acumulado |
---|---|---|---|
1 | 0.0197683 | 72.21 | 72.21 |
2 | 0.0011013 | 4.02 | 76.24 |
3 | 0.0006058 | 2.40 | 78.64 |
4 | 0.0003906 | 1.43 | 80.07 |
5 | 0.0002533 | 0.93 | 80.99 |
6 | 0.0000912 | 0.33 | 81.32 |
7 | 0.0000474 | 0.17 | 81.50 |
8 | 0.00003 | 0.11 | 81.61 |
9 | 4.25E-06 | 0.02 | 81.62 |
Total | 0.0273749 | 100.00 |
Fuente: Elaboración propia con base en la Encuesta sobre Movilidad Social y Opiniones sobre la Sociedad Actual, 2012-2013 (Instituto de Investigaciones Gino Germani, 2019).
Posteriormente a conocer cuántos factores se interpretarán, pueden presentarse las contribuciones de cada modalidad a la varianza total de cada factor (Ctr) y las calidades de la representación que simbolizan la contribución de cada modalidad a la varianza total captada por todos los factores (cos2) (Tabla 8, en el Anexo). A partir de estos datos se establecen qué contribuciones son aquellas que aportan en mayor medida a la variabilidad hallada en cada factor, identificando las que exceden la contribución media (Le Roux y Rouanet, 2010: 52), en este caso las que superan el valor de 0.026. La mayor parte de las modalidades contribuyen principalmente a la dimensión 1, con excepción de aquéllas vinculadas con las características de la vivienda, que también cobran importancia en la constitución de la dimensión 2.
A continuación presentamos la Gráficas 1, en la que se muestran representadas las modalidades activas, desde donde puede hacerse una interpretación más intuitiva de los factores emergentes 1 (eje de las abscisas) y 2 (eje de las ordenadas).
Fuente: Elaboración propia con base en la Encuesta sobre Movilidad Social y Opiniones sobre la Sociedad Actual, 2012-2013 (Instituto de Investigaciones Gino Germani, 2019).
El primer factor, como bien ya se dijo, es el que da cuenta de la mayor parte de las diferenciaciones que se despliegan en el espacio de las condiciones de vida. En este sentido, polariza a la población en función de las capacidades de los hogares para acumular activos y recursos constitutivos del bienestar material. Así, las mayores puntuaciones (lado derecho de la gráfica) se asocian con los hogares posicionados en el cuarto cuartil de ingresos laborales, que disponen de una segunda vivienda de su propiedad y que cuentan con algunos bienes específicos como reproductor de Blu-Ray y automóvil. Asimismo, la privación de algunos bienes de consumo masivo como el teléfono celular, heladera con freezer o conexión a internet, penalizan fuertemente a los hogares en la distribución relativa. Respecto de las características de la vivienda, el hecho de ser propietario o inquilino no pareciera contribuir fuertemente al factor 1 (presentando contribuciones casi nulas). Sin embargo, la forma de acceso y la zona de residencia sí son significativas, evidenciándose en las asociaciones existentes entre las modalidades: mayor nivel de acumulación de activos se vincula a posibilidades de acceso a la vivienda a través de financiamiento y a la residencia en las mejores zonas de la ciudad provistas de servicios urbanos (zonas norte y centro).9
Un comportamiento similar a lo observado para esta dimensión se presenta en el análisis que Bourdieu realiza en su clásico estudio de La distinción (2012a), en donde el primer factor mide las diferencias en cuanto a la acumulación de capital, o en un estudio más próximo al aquí presentado, en el que Fachelli (2012: 56), al analizar la estratificación social argentina, encuentra que el factor principal explica la distribución de oportunidades de acceso a los bienes primarios.
El segundo factor es más complejo de interpretar, ya que explica dos aspectos diferenciados. Por un lado, polariza claramente a las situaciones extremas de las medias. El hemisferio norte de la gráfica factorial muestra a aquellas modalidades que reflejan condiciones de vida con mayores niveles de acumulación (extremo derecho), junto con aquéllas de un nivel más alto de privación (extremo izquierdo). En segundo lugar, el factor 2 también deja entrever ciertas diferenciaciones respecto de la tenencia y características del acceso a la vivienda, polarizando a aquellos que disponen de una segunda vivienda y a los que han podido acceder a la propiedad mediante la compra al contado.10
El espacio social del bienestar material desde la estructura de clases y la movilidad social
En este subapartado analizamos el modo en que la introducción de las variables suplementarias permite estudiar las relaciones con los factores emergentes. Como ya se ha señalado, la inserción de variables ilustrativas se realizó con la intención de indagar cómo los factores adscriptivos y de posicionamiento social se vinculan con el bienestar material, pero no desde una lógica explicativa, como sucede a partir de un análisis de regresión o de varianza, sino bajo el “espíritu descriptivo” de la técnica empleada.
Para analizar el desempeño de las variables suplementarias se utilizarán dos herramientas: las gráficas factoriales con las variables suplementarias superpuestas sobre los ejes 1 y 2 (gráficas 2 y 3) y las desviaciones producidas entre las coordenadas extremas de cada variable para cada factor (Tabla 5), considerando que las desviaciones mayores a 0.5 pueden ser consideradas como “notables”, mientras que las superiores a la unidad se definirían como “importantes” (Le Roux y Rouanet, 2010: 59). Las coordenadas principales de las variables suplementarias pueden consultarse en la Tabla 9 en el Anexo.
Fuente: Elaboración propia con base en la Encuesta sobre Movilidad Social y Opiniones sobre la Sociedad Actual, 2012-2013 (Instituto de Investigaciones Gino Germani, 2019).
Variables suplementarias | Dimensión 1 | Dimensión 2 |
---|---|---|
Clase social | 0.682 | 0.175 |
Clase social de origen | 0.477 | 0.115 |
Nivel educativo | 0.593 | 0.053 |
Nivel educativo de origen | 0.280 | 0.063 |
Trayectoria de movilidad | 0.661 | 0.205 |
Cohorte | 0.112 | 0.160 |
Lugar de nacimiento | 0.388 | 0.208 |
Sexo | 0.097 | 0.040 |
Fuente: Elaboración propia con base en la Encuesta sobre Movilidad Social y Opiniones sobre la Sociedad Actual, 2012-2013 (Instituto de Investigaciones Gino Germani, 2019).
Fuente: Elaboración propia con base en la Encuesta sobre Movilidad Social y Opiniones sobre la Sociedad Actual, 2012-2013 (Instituto de Investigaciones Gino Germani, 2019).
En este sentido, puede observarse que existen desviaciones “notables” para el caso de la clase social, el nivel educativo y la trayectoria de movilidad. Es decir, estas variables se encontrarían asociadas con una posición más o menos ventajosa en el espacio social del bienestar material. En la Gráfica 2, en triángulos negros se identifican las posiciones de clase de los encuestados: los perfiles correspondientes a la clase directiva profesional son los que se apropian, en forma relativa, de una mayor cantidad de activos y recursos de bienestar, mientras que aquéllos pertenecientes a la clase trabajadora no calificada son los que en peor posición se encuentran. Las posiciones de clase media técnica-rutinaria y la pequeña burguesía se localizan en un espacio similar, cercano al tipo promedio de distribución del bienestar. El nivel educativo sigue el mismo patrón, aunque penalizando fuertemente a aquellos que solamente han alcanzado el nivel de primario completo. El origen de clase (“clase_mod_psho” en la Gráfica 2), si bien no alcanza una puntuación notable (0.477), pareciera comportarse de forma similar a la posición de clase del hogar, aunque de forma más conservadora: a mayor posición, mejor situación de bienestar material.
Esto último se ve reflejado en la Gráfica 3, al analizarse las trayectorias de movilidad social respecto de la primera dimensión específicamente. El origen social cuenta: no es lo mismo provenir de una trayectoria en ascenso, de herencia o de descenso. Aunque las diferencias pueden pensarse de mejor modo como matices en el caso de las trayectorias de reproducción y ascenso a la clase directiva -profesional y para aquellas trayectorias de reproducción y acceso a la clase media-. Ahora bien, la brecha de bienestar existente entre aquellos que se posicionan en la clase trabajadora desde larga data (en términos intergeneracionales) y quienes provienen de un camino descendente desde las clases medias, sí presenta una mayor significatividad.
Las categorías de “varón” y “mujer” se mantienen cercanas al centro de la misma, evidenciando una débil relación con las diferenciaciones propuestas por los factores. La cohorte de nacimiento permite especificar principalmente al segundo factor, dando cuenta de las mayores posibilidades de acceso a la vivienda para aquellos nacidos en el periodo de industrialización por sustitución de importaciones.11 El lugar de nacimiento ayuda a lograr una mejor interpretación de la primera dimensión fundamentalmente, ya que posiciona del lado derecho (mayor bienestar material) a aquellos nacidos en CABA y en la provincia de Buenos Aires y del lado izquierdo (mayor privación) a los migrantes internos y externos.
Finalmente, una manera más simplificada de presentar dichos hallazgos puede realizarse con la construcción de un índice de bienestar material a partir de las coordenadas factoriales provenientes de la primera dimensión. Como se ha señalado en el apartado metodológico, dicha técnica es ampliamente utilizada en los estudios sociológicos de desigualdad (Filmer y Pritchett, 2001; McKenzie, 2005; Minujin y Bang, 2002; Torche y Spilerman, 2009; Vélez, Vélez y Stabridis, 2015). El índice permite no sólo puntuar en forma ponderada a los hogares en función de los bienes que poseen, sino también partiendo de aquéllos de los cuales están privados o no poseen. En la Tabla 6 se muestra el promedio de puntaje (estandarizado de 0 a 1) del índice de bienestar para cada una de las variables suplementarias.
Variables | Media | Desvío Estándar |
---|---|---|
Clase social | ||
Clase directiva | 0.73 | 0.15 |
Pequeña burguesía | 0.65 | 0.18 |
Clase media técnica rutinaria | 0.63 | 0.16 |
Clase obrera calificada | 0.53 | 0.18 |
Clase obrera no calificada | 0.46 | 0.17 |
Clase social de origen | ||
Clase directiva | 0.67 | 0.17 |
Pequeña burguesía | 0.67 | 0.17 |
Clase media técnica rutinaria | 0.63 | 0.19 |
Clase obrera calificada | 0.55 | 0.18 |
Clase obrera no calificada | 0.52 | 0.19 |
Trayectoria de movilidad | ||
Herencia cúspide | 0.75 | 0.14 |
Ascenso cúspide | 0.72 | 0.16 |
Descenso clase media | 0.64 | 0.15 |
Herencia clase media | 0.66 | 0.16 |
Ascenso clase media | 0.62 | 0.17 |
Descenso clase trabajadora | 0.54 | 0.20 |
Herencia clase trabajadora | 0.49 | 0.17 |
Nivel educativo | ||
Primario completo | 0.46 | 0.18 |
Secundario completo | 0.57 | 0.18 |
Universitario completo o mas | 0.67 | 0.17 |
Nivel educativo de origen | ||
Primario completo | 0.55 | 0.20 |
Secundario completo | 0.64 | 0.18 |
Universitario completo o mas | 0.66 | 0.16 |
Cohorte de nacimiento | ||
1932-1957 | 0.61 | 0.19 |
1958-1975 | 0.61 | 0.20 |
1976-1982 | 0.58 | 0.17 |
Lugar de nacimiento | ||
CABA | 0.64 | 0.17 |
Buenos Aires | 0.64 | 0.18 |
Otra provincia | 0.53 | 0.18 |
Otro país | 0.46 | 0.20 |
Sexo | ||
Varón | 0.63 | 0.19 |
Mujer | 0.58 | 0.19 |
Fuente: Elaboración propia con base en la Encuesta sobre Movilidad Social y Opiniones sobre la Sociedad Actual, 2012-2013 (Instituto de Investigaciones Gino Germani, 2019).
Respecto de las variables de interés podemos observar que tanto la posición de clase como la trayectoria de movilidad permiten dar cuenta de cierta dispersión de las condiciones de vida medidas a partir del bienestar medio. ¿Qué significa esto?, que a mayor posición de clase mejoran las posibilidades de bienestar, pero también las trayectorias de movilidad funcionan como descriptivas de las desigualdades en las condiciones de vida.
Asimismo, el origen social de clase considerado aisladamente a su vez permite diferenciar probabilidades de acceso al bienestar material, aunque de un modo menos “discriminador” que la posición de clase del hogar: mientras que la diferencia entre las clases mejor y peor posicionadas (considerando la media) para el caso del origen de clase es de 0.15, según la posición de clase del hogar la brecha se intensifica al 0.27. Una tendencia similar muestra el nivel educativo del hogar y el nivel educativo de origen. Dentro de las variables adscriptivas-contextuales, tanto el género como la cohorte no parecieran marcar diferencias sustantivas respecto del acceso al bienestar material, aunque sí el lugar de nacimiento, al penalizar fuertemente el puntaje para aquellos hogares migrantes de otro país.
De este modo, podemos detenernos en señalar que, al menos en términos descriptivos, observamos, por un lado, que la posición de clase ejerce un rol fundamental en la consolidación de desigualdades en torno a las condiciones de vida. Sin embargo, el origen de clase y las trayectorias intergeneracionales, aunque en menor medida, también permiten una consideración en tanto fuentes posibles del bienestar material. Desde esta primera mirada, podemos comenzar a especificar la hipótesis planteada en la introducción, señalando que los antecedentes de clase ejercerían un impacto directo, y a través de la trayectoria intergeneracional, sobre el bienestar, habilitando cierta acumulación o reproducción de (des)ventajas, aunque el posicionamiento alcanzado por los hogares, en términos de clase, se configure como el elemento fundamental (entre aquéllos indagados) para entender las desigualdades en los resultados.
Reflexiones finales
Este trabajo se enmarcó dentro del campo de estudios de la estructura de clases y la movilidad social, y se intentó dar cuenta de una problemática pertinente a través de una técnica poco utilizada en la literatura sobre la temática. En este sentido, lo que se presenta es el abordaje de la movilidad social a partir del análisis factorial, que puede ser utilizado de manera complementaria con los estudios de movilidad absoluta, con base en las tablas de movilidad, y los de movilidad relativa, partiendo del análisis log-lineal (Lozares Colina y López-Roldán, 1998). Del mismo modo, lo que se intentó es comprender en qué medida el fenómeno de la movilidad social puede pensarse como aspecto explicativo de las desigualdades en las condiciones de vida, corriendo el eje tradicional que suele ubicar a dicho proceso en el rol de variable a explicar (Erikson y Goldthorpe, 2002: 4).
El proceso de factorización de las variables originales consideradas permitió identificar dos dimensiones estructurantes del bienestar material de los hogares y su relación con el posicionamiento de clase y la movilidad social. En primer lugar, la acumulación de activos y recursos (ingresos laborales, bienes, vivienda) se distribuye desigualmente según la pertenencia y el origen de clase. En segundo, pero no por ello menos importante, el restante factor da cuenta de las diferenciaciones entre los hogares mejor y peor posicionados en el espacio social del bienestar material, respecto de aquellos de nivel promedio.
Las variables que dan cuenta de aspectos adscriptivos como el género, el lugar de nacimiento y la cohorte, a partir de su incorporación como elementos suplementarios, han permitido responder positivamente acerca de su ligazón con las diferenciales de condiciones de vida. Sin embargo, es necesario aclarar que la inserción de clase del hogar (posición de destino), así como el nivel de educación, continúan actuando como los factores de mayor condicionamiento sobre el bienestar material de los hogares.
Por otra parte, la trayectoria de movilidad, como variable constituida a partir de la posición de origen y de destino, permite comprender, al menos de forma exploratoria, un efecto diferencial sobre la distribución del bienestar material.12 En este sentido, a los procesos de acaparamiento de oportunidades, explotación (Pérez Sáinz, 2016; Tilly, 2000) y a las estrategias de reproducción (Bourdieu, 2012b), atribuibles propiamente al posicionamiento de clase que ocupan los hogares en la estructura, se superpone una sumatoria acumulada de (des)ventajas relativas que depende de la trayectoria intergeneracional trazada.
Finalmente, se considera que al menos dos interrogantes vinculadas a las que dieron inicio a este artículo deberían ser colocadas en la agenda de futuras investigaciones en torno a la movilidad social a nivel nacional y regional: el estudio de factores de bienestar transmisibles en términos intergeneracionales, así como el análisis de los mecanismos y estrategias individuales y colectivos que se despliegan para el acceso al bienestar material. La primera de estas deudas, en parte, ha comenzado a ser saldada con la incorporación de índices de riqueza de los orígenes sociales (que combinan bienes, activos financieros, vivienda, etc.) en los análisis, a partir de relevamientos por encuestas que permiten captar dichos activos (Solís, 2018; Torche y Costa Ribeiro, 2012; Torche y Spilerman, 2009). El segundo aspecto ha sido identificado como uno de los puntos centrales hacia donde debería enfocarse la sociología de la estratificación y la movilidad sociales (Bertaux y Thompson, 2006; Goldthorpe, 2017). Un camino posible es la combinación de metodologías cuantitativas y cualitativas, necesarias para comprender los significados, los sentidos y las evaluaciones ligadas a determinadas acciones y hechos, que permitan desentrañar la “caja negra” que implica una tabla de movilidad o un análisis de regresión.