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Investigación bibliotecológica

versión On-line ISSN 2448-8321versión impresa ISSN 0187-358X

Investig. bibl vol.19 no.39 Ciudad de México jul./dic. 2005

 

Reseña

 

MARTÍN ABAD, JULIÁN. Los libros impresos antiguos.

 

por Idalia García

 

Valladolid: Universidad. Secretariado de Publicaciones e Intercambio Editorial, 2004. 158 p.

 

Reseñar un texto de Julián Martín Abad me parece un poco osado, pero la lectura de este libro en particular se disfruta tanto que no puedo evitar el atrevimiento. Prácticamente todos los textos, impresos y electrónicos de este autor tan prolijo son claros, precisos, puntuales y por encima de todo excelentemente documentados. Estas características me recuerdan siempre a la producción de Agustín Millares Carlo (aunque con una forma más cercana al lector mundano), y en este sentido, Julián Martín Abad nos ofrece a través de esta edición otros tantos libros que nos conducen prácticamente de la mano a un universo de conocimiento rico y diverso, aunque a su vez complejo.

Como otros de sus trabajos que versan sobre libros antiguos, éste, titulado Los libros impresos antiguos es "obra de enjundia, necesidad y provecho".1 En efecto, cualquiera que lo lea compartirá conmigo que por sus características y sus contenidos se convierte en una lectura recomendable para cualquier interesado en los libros del pasado. El autor declara en el prólogo que su objetivo al escribir es humilde y que intenta

mostrar los aspectos sobre los que conviene que tenga alguna noticia quien tome en las manos un ejemplar de una edición antigua y tenga necesidad de conocerlo. (p. 13)

No solamente se cumple este objetivo con la lectura del texto, sino que nos obliga a reflexionar sobre nuestras formas de analizar cuando nos acercamos a estos materiales y, especialmente, a pensar sobre el valor cultural que depositamos en ellos.

Cualquier lector de la obra de Julián Martín Abad podrá observar que Los libros impresos antiguos representa una evolución importante en su trabajo, porque es capaz de sintetizar años de producción y de conocimiento en un texto que no supera las 160 páginas, pese a lo cual nos informa puntualmente sobre las características de estos libros y las múltiples miradas de conocimiento que puede (y debe) tenerse sobre éstos.

El libro está compuesto de seis capítulos y tiene como principal protagonista a los incunables, pero a través de éstos el autor va mostrando todo un universo cultural de producción bibliográfica, y las formas en que este legado fue evolucionando hasta llegar a nuestra comprensión moderna como elementos patrimoniales.

De esta manera el autor comienza su andadura estableciendo las cuestiones terminológicas y la tipología de los objetos a los que dedica su texto. Quizá un lector mexicano o interesado en los libros producidos en la Nueva España extrañe en esta parte del libro alguna referencia (aunque fuese mínima) a los denominados "incunables americanos". Compartiría este extrañamiento, sobre todo porque seguramente la lucidez y maestría de Julián Martín Abad en la materia, nos permitiría salvar una dificultad terminológica que venimos arrastrando desde hace casi un siglo y que todavía se mantiene: el uso indiscriminado entre este término y el de "impresos mexicanos del siglo XVI" que me parece más correcto.

Sin embargo pese a esta ausencia de interés específico, el primer capítulo analiza claramente a través del concepto "incunable", la problemática de las denominaciones restrictivas relacionadas con libros antiguos, que en ocasiones son poco claras y dan lugar a más de un equívoco. Pero lo más interesante de este capítulo es lo que se refiere a la tipología necesaria para identificar la producción de esos impresos. Como el autor mismo declara

la individualización de un conjunto depende de su forma, es decir del tipo de impreso, pero concurre casi siempre igualmente el atractivo de un determinado texto (p. 20)

por lo cual nos invita a reflexionar sobre la necesidad de establecer tipologías de análisis en relación con el genero editorial de estos libros, sobre lo cual se ha trabajado escasamente.

Esta presentación introductoria al problema de conocimiento da lugar a una serie de capítulos en los que el autor sintetiza su comprensión y valoración del objeto de estudio en diferentes formas de acercamiento que componen un caleidoscopio sobradamente fascinante. Así Martín Abad, en el capítulo segundo, define al objeto de análisis como producto tipográfico; es decir, como el resultado de

tres operaciones sucesivas: la composición, el casado y la imposición, y la tirada (p. 25)

y por ello va detallando el proceso que da lugar a un libro impreso desde que se recibe el original manuscrito en el taller de imprenta.

De manera sencilla pero detallada, se puede así conocer cómo se elaboraban los tipos de imprenta y la evolución de éstos, así como las formas en que los bibliógrafos han medido los cuerpos de los tipos y establecido denominaciones para identificarlos en la búsqueda de una normalización de los tamaños. Posteriormente el autor describe puntualmente los procesos de impresión comenzando por la composición, que darán por resultado las cajas de proceso que podrían propiciar los errores más comunes de impresión. También nos informa de los procesos de casado e imposición, los cuales permitían respectivamente que "las páginas de texto apareciesen ordenadas correctamente" (p. 31) y que se estableciera el formato del libro. El capítulo termina describiendo detalladamente el proceso de la tirada y cómo funcionaba la prensa de imprimir, y así nos explica la forma en que se imprimía cada pliego y también cómo se hacía el alzado de los pliegos impresos para construir un ejemplar de la edición.

Esta parte del libro nos permite comprender lo importante que es conocer el proceso de impresión para identificar adecuada y correctamente una edición antigua como producto tipográfico; quizá sea ésta la parte más rica en cuanto a información, que nos ofrece su autor. En toda la obra se agradecen los ejemplos concretos que el autor utiliza para mostrarnos el complejo mundo del libro impreso; tanto más si se considera que esta forma de explicación permite a todos los lectores, presentes y futuros, verificar y hacer una lectura propia de los casos presentados, ya que nos indica cuál es el libro que ha utilizado mediante la referencia de localización del ejemplar en una biblioteca específica.

Ahora bien, el análisis del libro como producto tipográfico nos permite acercarnos a la comprensión de su estructura a través del conocimiento del soporte y el formato, en donde no debemos olvidar que el elemento de composición del impreso antiguo "era el pliego de papel y la unidad de estructura era el cuaderno"(p. 38). La explicación del autor en un asunto complejo como el del formato de un libro es sencilla tanto para un neófito como para un entendido en estas cuestiones, y nos permite relacionar la orientación de corondeles y puntizones del papel con el doblez del pliego y, por tanto, con el formato que resulta de este procedimiento.

Martín Abad también se ocupa de ilustrar qué son las signaturas tipográficas, con una explicación precisa seguida de la correspondiente al reclamo. La puntualización sobre ambos aspectos contribuye a entender la importancia de considerar la inclusión de estos elementos al elaborar noticias bibliográficas, especialmente si se trata de la descripción de incunables. También incluye información relacionada con el tipo y la identificación del taller de imprenta, para lo cual establece detalles significativos sobre las letrerías y su evolución, así como las formas en que éstas se han medido para contribuir a la identificación tipográfica de las ediciones. Finalmente concluye esta parte abordando las cuestiones relacionadas con las variantes y los estados de los impresos antiguos.

La explicación del autor sobre estos temas tan importantes resultará de sumo interés para quienes piensan que los ejemplares de una edición antigua son todos iguales. Pues mediante la presentación de ejemplos el autor nos muestra por qué deben tomarse en cuenta los detalles de cada ejemplar para descubrir las diferencias en el conjunto de una edición, y cómo éstas, por mínimas que sean, son relevantes en tanto que nos permiten comprender las diferencias sustanciales existentes en cada libro antiguo y caracterizarlo de forma inequívoca.

El capítulo tercero aborda el problema del ejemplar como un producto editorial, para lo que establece que

sólo conseguiremos una correcta identificación editorial comparando el mayor número posible de ejemplares de la misma edición (p. 61).

El análisis del libro desde el punto de vista editorial, le permite al autor presentar información relevante sobre la portada y la evolución de las formas del titulo, y aquí establece una precisión importante relacionada con el uso del término frontispicio para designar a la portada y nos indica que

conviene restringir su uso para referirse a la página de un libro anterior a la portada que suele contener el título y algún grabado o viñeta (p. 65).

También explica al colofón como "una bandeja de datos de enorme interés", y nos presenta algunos muy interesantes, con lo cual nos permite abordar el problema de la interpretación de la data.

En este punto particular, las apreciaciones del autor son de consideración, pues una mala lectura sobre la datación de un impreso antiguo puede propiciar el registro de ediciones inexistentes y, en consecuencia, la transmisión de un error histórico. Los ejemplos mostrados sobre las consecuencias de esta errónea interpretación (a los que podríamos agregar otros casos curiosos) nos invitan a realizar la identificación de un libro con cautela, pues como él mismo indica en otro de sus textos:

sin duda es mucho más difícil desbaratar una edición imaginaria, que descubrir una edición desconocida.2

Este capítulo también incluye una explicación sobre las marcas de libreros e impresores, que detalla su evolución a través de ejemplos interesantes e insiste en que debemos "examinar con toda atención la marca que aparece en el ejemplar" (p. 78) para atribuirla correctamente y, así, evitar confundir una ilustración genérica con este tipo de marcas. El capítulo termina con la descripción de los preliminares en su sentido "catalográfico", para mostrarnos cómo estos documentos

son un reflejo de actuaciones más o menos generalizadas en el mundo de las gentes del libro (p. 79),

y también establece una tipología de las emisiones para distinguir que los ejemplares de una edición son iguales pero no idénticos.

En el capítulo cuatro Martín Abad presenta la mirada del libro como producto textual y nos explica la composición del texto de la página y el desarrollo de las partes de ésta. Así conoceremos datos importantes sobre la evolución de las formas de puntuación, del interlineado, de las capitulares, de los márgenes, de la foliación, de la paginación, del titulillo, y otros aspectos como las tablas e índices o la lista de erratas. Es interesante que el autor nos muestre aquí la transformación de las apostillas marginales en las notas de pie de página. Su explicación histórica de esta parte del libro nos indicará cómo el diseño textual de la Biblia Latina (1557) realizado por el impresor Robert Estienne, determinará la división de la obra en los versículos que todavía están vigentes (p. 98). Toda la argumentación cierra con un cuestionamiento sobre el que vale la pena reflexionar: ¿es siempre fiable la información que obtenemos de un autor y de un título en un ejemplar concreto?

El capítulo quinto está dedicado a analizar al impreso antiguo como producto histórico y por tanto nos aporta información sobre el devenir del objeto, en este caso con el análisis de un ejemplar conservado.

A lo largo de toda la obra el autor nos proporciona un claro mensaje: en estos asuntos es mejor andar con cautela y poca euforia. Lo que me ha parecido más relevante del capítulo es lo relacionado con el volumen facticio, porque en México este objeto tan singular ha sido siempre mal interpretado, y por tanto erróneamente registrado e inventariado, lo que conlleva una problemática de orden patrimonial sobre la que deberíamos reflexionar y en la que el texto de Martín Abad resulta un auxiliar indispensable.

El apartado de este capítulo dedicado a los signos de posesión, de procedencia y de dedicación es sumamente interesante porque puede ayudar a despejar confusiones en cuanto a la identificación, la tipología y, especialmente, el valor cultural que poseen tales signos. Así el autor nos aportará datos relevantes sobre los ex libris, las marcas de fuego "con una geografía de uso más delimitada", los sellos, y la encuadernación. En sus apreciaciones sobre el "ejemplar (im)perfecto" Martín Abad hace una descripción que vale la pena transcribir:

junto a ejemplares primorosamente conservados, a ejemplares sucios o lavados, cansados o rejuvenecidos, y a ejemplares completados, podemos encontrar fragmentos que merecen idéntico respeto. (p. 121)

El capítulo cierra tratando el punto de los testimonios de lectura y censura, sobre los cuales deposita la respuesta de un lector al libro que posee, para dar lugar a una explicación sobre la pieza de colección en la que hace comentarios interesantes sobre la pérdida del sentido histórico en el bibliotecario; su reflexión es inestimable.

Para finalizar Martín Abad enfoca su preocupación hacia el producto bibliográfico en el capítulo seis, y por tanto menciona las formas metodológicas que han caracterizado a los catálogos y repertorios bibliográficos, para indicarnos que el uso de las normas sin un adecuado conocimiento sólo acarreará problemas en la identificación bibliográfica de un impreso antiguo y, en consecuencia, transmitirá y fortalecerá lo que denomina "bibliografía negativa". En este capítulo cabe subrayar lo relacionado con el código de identidad, que es una línea alfanumérica que sirve para "representar individualizadamente cada una de las ediciones antiguas, como si de un ISBN se tratase." (p. 138). Quizá la implementación de este código en los catálogos colectivos constituya una mejor forma de control patrimonial.

Don Julián cierra su texto con un "Vademécum bibliográfico" que pretende ofrecer una selección para la biblioteca que custodia estos libros antiguos y que en su opinión son una herramienta obligada para cualquier interesado. La riqueza que documenta este libro y las notas bibliográficas que lo acompañan son una muestra del compromiso y la pasión que caracteriza a Julián Martín Abad en toda su producción. Sin duda esta forma de trabajo es un ejemplo a seguir para otros interesados en estos temas, porque es una forma responsable de aportarle conocimiento a otros, indicando errores y aciertos entre aquellos que lo anteceden. La lectura de este libro sorprenderá a más de uno, y dudo mucho que no sienta la necesidad de conocer más sobre impresos antiguos.

Nada mejor para cerrar este atrevimiento que una descripción personal del autor, que nos muestra que el trabajo bibliográfico tiene más valor y representación de lo que suponemos:.

Martín Abad mide el tiempo en registros bibliográficos y, eso sí, aunque descansa trasegando índices, lleva dos docenas de años empeñado en demostrarnos qué es esto de la bibliografía, pero sin nada de teorías y proyectos malabares, a lo práctico recogiendo la cosecha: "Al pan, pan y a los libros, libros."3

 

NOTAS

1 Víctor Infantes. "Preámbulo" al libro de Julián Martín Abad. Manuscritos de interés bibliográfico de la Biblioteca Nacional de España. Madrid: Arco Libros, 2004. p. 9         [ Links ]

2 Julián Martín Abad. "Soporte, texto y noticia bibliográfica", en Imprenta y crítica textual en el Siglo de Oro/estudios publicados bajo la dirección de Francisco Rico. Valladolid: Universidad. Centro para la Edición de los Clásicos Españoles, 2000. pp. 215–216.         [ Links ]

3 Víctor Infantes Op. cit. p. 9.

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