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Investigación bibliotecológica
versión On-line ISSN 2448-8321versión impresa ISSN 0187-358X
Investig. bibl vol.21 no.42 Ciudad de México ene./jun. 2007
Reseñas
RHONDAM. EPPER y A. W. (TONY) BATES, Enseñar al profesorado cómo utilizar la tecnología. Buenas prácticas de instituciones líderes,
por Francisco Xavier González y Ortiz
Ed. UOC, Barcelona, 2004.
I.
Como suele suceder, me llevó a acercarme a este libro su título, que me dejó pensando desde el primer momento que en efecto parecía indiscutiblemente una buena idea enseñarle al profesorado cómo utilizar la tecnología. La reflexión surgió espontánea e inmediatamente:
"yo no sé bien cómo utilizar adecuadamente la tecnología que tengo a mi alcance, estoy seguro que las posibilidades de estos aparatos (que alguna vez llegué a llamar infernales, impresión que ya he modificado) son mucho mayores que las que yo puedo incluso imaginar".
De hecho supongo que la mayor parte de los usuarios de éstas que denominamos genéricamente nuevas herramientas tecnológicas, tendemos a subutilizar su potencial verdadero, me parece que nuestras universidades, y en realidad todo nuestro sistema educativo, deberían hacer todo lo posible porque eso no fuera así y potenciar la enseñanza en todas las instituciones y el personal que incluyen. También existe la sensación, (existía, en mi caso) sobre todo entre muchos de aquellos que ya somos mayores, de que "esto ya no es para nosotros", pero no hay nada que con paciencia y buena enseñanza no pueda aprenderse. Además, tenemos que convivir con estos aparatos, nos gusten o no, y seguirán desarrollándose y todavía produciendo cambios sin que sepamos cuándo ni cómo y dónde van a detenerse, porque... no van a detenerse, seguirán todavía por un tiempo desarrollándose a ese paso vertiginoso que llevan y seguirán arrastrándonos tras de sí, como hasta ahora. Ésa es nuestra vida moderna y no hay otra. La vida es cambio permanente ¿no?
Pero el libro enfoca las cosas de manera muy distinta, se trata en él de elegir a varias instituciones, 7 entre 35, que son las que mejor han llevado a cabo una "estrategia de cambio", que han denominado "buenas prácticas", en este caso las relacionadas con el tema de enseñarle al profesorado cómo utilizar la tecnología para potenciar la educación. Sin embargo mientras me adentraba en el texto no pude de dejar de pensar paralelamente (como sucede con toda lectura) que todos los que tenemos algo que ver con la universidad y sus múltiples quehaceres, sobre todo, claro, los investigadores, los maestros, los técnicos académicos, tendríamos que saber usar mejor la tecnología a nuestro alcance. El verdadero meollo del asunto, pensaba yo, es que todos aquellos que manejamos equipos electrónicos pudiéramos aprovecharlos realmente, explotarlos al máximo, pero para eso hay que saber manejarlos muy bien, y estar actualizados sobre las posibilidades y todas las cosas nuevas, y quizá es donde falla el asunto porque para hacer algo como eso se necesitaría, me parece a mi, todo un aparato intermedio de técnicos en computación entrenado para capacitarnos casi permanentemente, y deberíamos también tener el tiempo para hacer esto porque siempre hay cosas nuevas que debemos saber cómo usar. Quizá valdría la pena pensar cómo y qué puede hacerse en este sentido Y claro que el profesorado podría también ayudar a desempeñar ese papel entre el alumnado.
El libro desarrolla más su tema, y dice que para que las instituciones obtengan beneficios de sus inversiones en tecnología, el profesorado debe usar la tecnología disponible para mejorar su metodología de enseñanza y el aprendizaje entre sus estudiantes. Y nos dice que en Estados Unidos (y en casi todo el mundo) se están invirtiendo muchos recursos en talleres, centros de recursos para el profesorado, asistencia tecnológica y pedagógica, e incluso (y sobre todo) para impartir cursos en línea, pese a lo cual se esperan "dificultades para superar las necesidades de formación y desarrollo" (p.7).
Así, el libro, que pertenece a una colección que está bajo la dirección científica de la Cátedra UNESCO de e-learning de la Universidad Oberta de Catalunya, (lo cual fue una de las razones para interesarme en él) nos informa sobre los cambios más significativos que se han dado en la educación superior y cómo éstos tienden a producirse por presiones ajenas al entorno académico, y que estas tendencias son: 1) el incremento de fuerzas económicas y sociales que promueven el uso de tecnologías en todos los ámbitos de la sociedad; 2) la necesidad de contar con enfoques de mayor flexibilidad hacia la enseñanza y el aprendizaje; 3) el nuevo panorama competitivo en la educación superior, y 4) el potencial tecnológico para mejorar la calidad en enseñanza y aprendizaje.
El primer capítulo del libro cuenta el modo en que varias instituciones están reaccionando a estas demandas, cosa que hacen sobre todo aquellas organizaciones que se consideró que ejercían una estrategia de cambio basada en las "buenas prácticas" para ayudar al profesorado a integrar la tecnología al proceso de enseñanza-aprendizaje. Eso de las buenas prácticas se denomina en inglés benchmarking (veremos después por qué lo cito en inglés). Luego de estudiar las "buenas prácticas" hay que aprender de ellas copiándolas y, por supuesto, adaptándolas. Este es el concepto más importante que se maneja en este libro y alrededor del cual giran también todos los otros capítulos, esas buenas prácticas de las que vale la pena aprender porque ya han funcionado en muchas otras partes, se nos dice. Otra definición de benchmarking sería que son las prácticas y procesos que han ayudado a una organización cualquiera a mejorar su rendimiento, porque cabe aclarar que estas prácticas no aprovechan sólo el benchmarking que se ha hecho en las universidades, sino, como aquí lo señalan, "en cualquier organización". Sin embargo un poco más adelante (en la p.35) se nos indica que un consorcio de educación superior midió sus resultados haciendo
"un benchmark comparativo [...] con una compañía [que es] contratista de armamento".
Ante eso diré con franqueza que el criterio me parece demasiado sólo "empresarial" o comercial y que eso no debería ser así en relación con las universidades o con la educación.
Naturalmente lo aquí involucrado es la planificación, la financiación para la tecnología educativa, y el diseño de estructuras y organizaciones apropiadas, entre otras cosas, como una política educativa que aquí no se menciona quizá porque para ellos este no es un aspecto tan relevante como sí lo es para nosotros.
Parte del problema educativo aquí planteado quizá tenga que ver con que nuestros profesores pensaban antes que se bastaban a sí mismos (o eso creían), pero la enseñanza es una actividad que está cambiando y que se hace en grupo y en la que se involucran, o pueden hacerlo, otros profesionales, y es además algo que se hace tanto dentro como fuera de la institución e incluso fuera del aula, y que también se hace en línea y con nuevos materiales que, además, siguen desarrollando nuevas modalidades que, precisamente, permiten y fomentan éstas, nuestras nuevas herramientas.
Por otra parte yo quisiera recordar que entre nosotros hemos tenido que enfrentarnos, educativamente hablando, a varias vergüenzas nacionales aunque no hayan sido éstas en la educación universitaria, la cual, al contrario, ha pasado a ocupar un honroso lugar 74 entre las mejores universidades de todo el mundo. Nuestros éxitos no deben, sin embargo, empañar nuestra visión y, menos aún, engañarnos: nuestros sistemas educativos (de educación media) son súbitamente mostrados como deficientes por mediciones internacionales y eso nos pone en jaque, pues aunque esto no está pasando en la educación universitaria, sí sucede un poco más abajo, y lo lógico es pensar que lo que sucede en los primeros años es mucho más importante y definitivo que lo que sucede después, como lo ha subrayado desde hace años la pedagogía, la psicología e incluso el psicoanálisis, y algunos otros estudios donde se señala que si los niños no aprenden a leer en los primeros 4 a 12 años, tendrán dificultades de lectura que ya son difíciles de superar. Y la lectura está muy íntimamente ligada con los procesos de educación y/o aprendizaje. Y en las pruebas que salimos mal, una de las cosas más importantes que se medían era, precisamente, la lectura. Por lo demás nuestro principal problema no está en las universidades sino que se inicia desde los jardines de niños y en los primeros años de la primaria; y más atrás aún si escuchamos al psicoanálisis cuando nos recuerda que nuestra educación se inicia desde los primeros contactos con nuestra madre... La educación de los niños (as) es la educación de nosotros como seres humanos y mientras ésta sea más pobre (en todos los sentidos), menos protegida (aunque tenga que serlo por parte del estado) y menos ayudada realmente, será más mala... y entonces seguiremos como estamos o quizá peor y nuestras diferencias con países como Estados Unidos (y no sólo con ellos) se harían mayores y serían más difíciles de resolver.
Sólo hay que pensar lógicamente para que los problemas nos surjan por muchos lados y para que un libro como éste se nos caiga de las manos al ver cómo lo que nos pinta (o el anzuelo que quizá nos lanza) es algo que está muy alejado de nuestra verdadera realidad.
Pero sigamos con el asunto de "enseñarle al profesorado mejores maneras de utilizar la tecnología", pues ahí nomás debajito está el problema del acceso real a esa tecnología, lo cual nos lleva a pensar en otra de esas dificultades que inevitablemente surgen en nuestra conciencia sin que podamos evitarlo, y que sólo tocaremos de manera muy lateral: la brecha digital mexicana, que según la información reciente1 nos muestra que la población mexicana de seis años y más que utiliza la computadora fue, en el 2004, en números absolutos, de 22 822 938 personas, de un total poblacional de 91 787 184. Todavía muy pocos usuarios de la computadora, en relación con nuestra población total. Pero este librito de Epper y Bates nos recuerda otras cifras (globales éstas), que a finales del año 2000, el número de personas con acceso a Internet superó los 300 millones en todo el mundo (un incremento de casi 80% con respecto a 1999). Y que la cantidad de información accesible en línea se multiplicó por 10 entre 1977 y 2000, además de que el número de páginas web excedía los mil millones. Estas últimas cifras hay que ponerlas en mayor contexto recordando la población mundial que es de 6 396 millones2 para señalar que la inmensa mayoría de la población mundial (un poco más de seis mil millones), sigue careciendo de este acceso a Internet. Lo cierto es que existen grandes diferencias en cuanto al acceso real a esas tecnologías, lo que menciono porque es una de las cosas que toca este libro y que nosotros debemos poner en foco: nuestra situación, nuestro contexto y, en pocas palabras, nuestra realidad ¿Nos permitirá esta realidad seguir esa vía que nos proponen Epper y Bates? Y aquí debemos tratar de ser no sólo sinceros, sino, sobre todo, certeros, aunque este análisis no deje de ser sólo una opinión. Una señal de alerta sobre nuestras grandes diferencias, respecto en este caso los Estados Unidos y su contexto, es que nosotros estamos apenas aprendiendo a trabajar en grupo, lo cual seguramente también tendrá mucho qué ver con la manera en que están funcionando nuestras instituciones, y, junto con ellas, nuestros demás sistemas educativos (y por supuesto influyen mucho en esto nuestras idiosincrasias, nuestras maneras de ser y nuestros problemas actuales), es decir nuestra sociedad real. No podemos, pues, compararnos con USA, de donde provienen estas "buenas prácticas" porque los resultados y las expectativas de lo que se nos dice que está sucediendo
"que se está dando paso a una nueva economía y que ésta está impulsada no sólo por la tecnología sino también por los continuos avances y aplicaciones de la sabiduría humana..." (p.13)
difieren mucho de lo que podemos ver a simple vista entre nosotros (y también entre ellos, pues nos sorprende el número de pobres que, pese a toda su capacidad y organización, tiene un país como el vecino).
Claro que también hay cosas muy interesantes en este libro (quizá en todos los libros) parece cierto, por ejemplo, que ahora el proceso de enseñanza-aprendizaje esté pasando a ser casi dos cosas separadas y distintas (una la enseñanza y otra el aprendizaje), donde sobre todo, también el profesor, o el profesorado, debe ponerse a cambiar, y a aprender (y consecuentemente a enseñar mejor) porque hay novedades también para ellos. Tienen que enseñar ayudándose y aprovechando las nuevas herramientas (e inventando, innovando) porque el alumno también está provisto, en ese sentido, de nuevas posibilidades muy poderosas que también pueden enseñarle y ante las cuales a veces también necesita guía, pues el arsenal de softwares, hardwares, localizadores, formatos, objetos de aprendizaje, lenguajes de marcado, sistemas gestores de contenido, etcétera, sigue creciendo para unos y otros, para maestros y alumnos, y volviéndose cada vez más complejo. Además, mucho de esta enseñanza y este aprendizaje ya ni siquiera se dan en un aula convencional con pizarrón y gis, sino en una aula electrónica y aun virtual, lo cual implica cambios de mira de ciertamente muchos grados. Y mientras tanto sigue la velocidad vertiginosa al tiempo que todos tratamos de aferramos a la balsa de esta difícil modernidad.
Pero hay que tener cuidado, precisamente porque las cosas no se modifican igualmente para todos, y además nuestra sociedad sigue siendo, esencialmente desigual e injusta, y nos subyacen brechas enormes de todo tipo (económicas, culturales, informáticas, etcétera). Lo subyacente son nuestras diferencias respecto de las de otros países, que por supuesto implican muchas cosas que arrastramos hoy pero que ya veníamos arrastrando desde antes, sólo que ahora todo se ha hecho más evidente debido a estos movimientos casi telúricos. Si esto es cierto estás brechas podrían, más bien a corto plazo, hacerse más profundas en el peor de los casos, y en el mejor de ellos empezar a cambiar lentamente. Pero en ningún caso, como de algún modo parecen ofrecernos aquí en este libro, mucho de todo esto cambiaría si empezáramos a aplicar estas "buenas prácticas" que a ellos les han dado, dicen, tan buenos resultados. Por supuesto que tenemos que dar giros de muchos grados y aceptar todas estas tecnologías so pena de retrasarnos todavía más en comparación con los países desarrollados, nosotros tenemos que ser mucho más audaces en el sentido de proponer cambios y modificaciones que no pierdan raigambre ni nieguen la cruz de su parroquia, porque el México profundo sigue estando ahí y constituye parte innegable de nosotros.
Afirma Tony Bates, coeditor de este libro
"es inútil comparar la efectividad relativa de la enseñanza basada en la tecnología con la enseñanza tradicional presencial".
Quizá aunque no nos guste, tenemos que admitir que Bates tiene razón, aunque sólo sea por el sólo hecho de que con la enseñanza basada o reforzada por las tecnologías puede darse una clase a distancia, a muchos más alumnos que están en lugares muy remotos, y que esta clase pueda repetirse porque quedó videograbada, todo lo cual le da ventajas implícitas a este tipo de enseñanza y nadie necesita pruebas o estudios para comprobar que esto, y muchas otras cosas relacionadas con la enseñanza basada en la tecnología, es así de manera evidente. Además de no tener tiempo para hacer tales estudios, lo que necesitamos es generar condiciones nuevas a partir de lo que tenemos dándole lugar a nuevas ideas y proyectos propios, quizá incluso basados en libros como éste, pero que nos orienten hacia nuestras necesidades, lo cual tiene que ser el elemento impulsor. En cambio lo que en mi opinión personal nos pide este libro es que nos basemos en las "buenas prácticas" por un montón de razones entre las cuales están que estas buenas prácticas educativas, basadas además en la tecnología: promueven una mejor relación entre profesores y alumnos; desarrollan reciprocidad y cooperación entre los alumnos; utilizan técnicas de aprendizaje; proporcionan una pronta retroalimentación; comunican altas expectativas; respetan la diversidad de talentos y maneras de aprender; etcétera. Mucho de esto es seguramente cierto, lo que cabe poner en duda es que con base en las buenas prácticas que han dado resultado en otros lados, se garanticen resultados, porque generalmente lo que se descuida son los contextos diferentes y es en éstos donde se advierten las enormes diferencias (culturales, económicas, políticas y de todo tipo). A mí me sucede que el mundo que considero real se me viene encima, pues me parece que a la mayoría de los maestros simplemente no les gusta interactuar y ni siquiera que lo que ellos dicen sea cuestionado por los alumnos, por ejemplo. De ese tamaño son algunos de los problemas que también debemos enfrentar y seguimos enfrentando y éste es sólo un botón de muestra de un contexto diferente, pero también puedo mencionar la carencia de fondos como problema, o la falta de dedicación de muchos maestros, o el burocratismo, o el amiguismo... Otro botón más sería esa dificultad de lectura entre nuestros estudiantes, detectada por la OCDE, como ya lo indicamos
¿Quehacer entonces? Pues empezar a movernos ya, en el presente, pero, más importantemente aún, en nuestra realidad y no en una ajena, enfoquemos nuestras necesidades y acepté-monos como somos, con todos nuestros retrasos e inconvenientes, que son muchos. Y salgamos al encuentro de nuestro futuro, ya sea éste más tecnológico o menos. Pese a todo lo aquí dicho, el enfoque propuesto por este libro también podría ayudarnos, pero con las salvedades expuestas. Y también, por supuesto, tenemos que extraer el máximo beneficio que podamos de los recursos tecnológicos.
Pero todas estas razones que intentan justificar el benchmarking, ante nuestra realidad (que ellos no toman en cuenta) se desvanecen, me parece, si reflexionamos seriamente sobre nuestra situación tan distinta. Y por otra parte por qué habrían ellos de tomar en cuenta nuestra realidad, pero nosotros sí debemos tenerla presente. Diré por último a este respecto lo que dice un amigo, creo que citando a Heidegger, pero quizá no, quizá sea cita de él o de otro filósofo:
"Lo importante no es 'dejarse llevar' por el deseo de dominar al ser, sino por el de dejarlo hablar y escucharlo".
Pensando esto un poco se advierte su relación con todo lo anterior. No dominar al ser, con ayuda de la tecnología, sino con ayuda de ésta, dejarlo hablar y escucharlo.
Por otra parte las TIC no surgen del subsuelo sino que nos llegan principalmente de fuera y en inglés, por lo que el verdadero reto es hacer nuestras esas herramientas, eso claro que sí. La propuesta no es de ninguna manera cerrarnos a lo nuevo, a las TIC, a las nuevas herramientas, tenemos que aceptarlas todas, pero hacerlas nuestras realmente, para lo cual contamos sólo con nosotros mismos, y nuestra capacidad de innovar, de enfrentar lo nuevo. Ahora bien, precisamente en esta arena, la del lenguaje, nos vienen sucediendo ya muchas cosas desde hace tiempo, que tienen que hacernos reflexionar porque reflejan ciertas desviaciones que aunque pequeñas son muy elocuentes y reveladoras, sin embargo, de la profundidad que implican. Lo que revelan es una cierta "colonización" y esto es muy peligroso.
II.
Con esto entro en una segunda parte de mi reseña, esta preocupación con lo que nos viene pasando en el plano lingüístico. Un ejemplo de lo que quiero decir nos lo proporciona el propio libro de Epper y Bates, las "buenas prácticas" es algo que en inglés se denomina benchmarking, palabra que se utiliza en algunas partes del texto a veces sin una previa explicación; se la lleva y se la trae en inglés como si fuera ya parte del español (eso es lo que hice yo, a propósito más arriba) y eso, aunado a todo lo que ahora diré, provoca en mi sensaciones de alarma e incluso de disgusto porque hace rato que vengo notando cosas similares con muchas otras palabras. Antes era hasta cierto punto explicable que sucediera este tipo de cosas, no podíamos traducir lo que en gran parte desconocíamos, pero simplemente ya no es el caso, las máquinas electrónicas y toda su parafernalia ya conviven con nosotros en todos los niveles, y por lo tanto nuestro lenguaje debe reflejar ya naturalmente esa apropiación, pero eso es lo que justamente no está haciendo todavía, y si no lo está haciendo entonces es que no está sucediendo. Recordemos que nuestro lenguaje somos nosotros mismos y por eso nos refleja fielmente. Resulta ya muy necesario que lo que digamos en español, sea realmente tal y no una mezcla que no es ni una cosa ni otra, pero que sobre todo muchas veces no tiene ningún respaldo semántico real, sino un pseudorespaldo que ni siquiera nos refiere al inglés, sino sólo a unas siglas que para nosotros muchas veces nada significan, y que solamente repetimos mecánicamente, o animalmente, pero no como verdaderos seres humanos. En cambio parece que pretendiéramos que los otros pensaran que hablamos inglés, y entonces repetimos unas cuantas letras en inglés, como verdaderos pericos que piensan, erróneamente, que de ese modo pueden epatar a sus prójimos.
A estas alturas esto ya no sólo resulta sintomático de un estado de nuestro lenguaje sino que amerita no corrección sino arreglo, alivio, la modificación de un estado que implica sufrimiento, en este caso falta de entendimiento, lo cual, entre varias otras cosas tampoco nos permitirá apropiarnos verdaderamente de estas herramientas y hacerlas nuestras para nuestros propios propósitos, que muy difícilmente podrán ser los mismos que los de un país como los Estados Unidos.
Les recuerdo entonces sólo unos cuantos de estos usos que estamos haciendo, cuando menos aquí en México, y que resultan, me parece, muy reveladores del grado en que nos están influyendo estos cambios sin que hasta el momento hayamos reaccionado adecuadamente. Hablamos, por ejemplo, de un "sidi" cuando queremos referirnos a un CD, es decir un compact disk, cuando podemos perfectamente decir disco compacto, o simplemente "un compacto" Y lo mismo pasa con una "pesé"; esto es, una PC, una personal computer, cuando estamos hablando de una computadora personal, o simplemente una computadora, o incluso una CP (o un ordenador como dicen los españoles). E incluso están palabras como mail, o como files, y muchas otras, que no tienen ninguna dificultad de traducción y sin embargo ya no hacemos ésta, y lo serio es que eso nos sucede cada vez con más palabras. Pero también decimos o escribimos algo sobre un XML extensible mark-up language, cuando deberíamos ya decir o referirnos a un lenguaje extensible de marcado, lo cual sí ya es un sintagma, es decir, varias palabras que constituyen o implican un sentido, se trata pues de representaciones entendibles para la mayor parte de nosotros. Naturalmente que habrá quizá todavía casos en los que no sepamos lo que estamos diciendo, pero éstos tienen que empezar a ser cada vez menos, y no cada vez más, como nos sigue sucediendo y que me lleva a escribir esto. O a veces usamos siglas como CMS o las desatamos y decimos conteni management systems, en lugar de sistemas gestores de contenidos (o SGC en todo caso, pero no CMS, como seguimos haciendo), o hablamos de URL uniform resource locator, en lugar de localizador uniforme de recursos (LUR); y también decimos open access, cuando no tenemos ninguna necesidad de decirlo en inglés, pues acceso abierto, o libre como parece la tendencia: "un recurso de acceso libre" es perfectamente equivalente. Y está también open source, que está pasando al español más bien como código abierto, pese a que casi todo el mundo sigue empleando el inglés. Pero también decimos IDF, inverse docuntent frequency, en lugar de "inverso de la frecuencia (de aparición) de los documentos"; y caemos en aberraciones como "sidirum" cuando queremos decir CD-ROM, en lugar de disco compacto de sólo lectura, o CD-Read Only Memory. Y también hablamos del archivo JPEG (o a veces JPG) Joint Photographic Experts Group que traducido literalmente realmente no nos dice absolutamente nada: Grupo Conjunto de Expertos en Fotografía; sin embargo hablamos de JPG, o JPEG lo cual no tiene ningún significado real, ya que designa a
"un algoritmo diseñado para comprimir imágenes cada 24 bits de profundidad o en escala de grises"
y sin embargo decimos muy orondos y como si nada: "un JPG" cuando deberíamos decir (si nos respetáramos) un archivo de imágenes, o incluso un archivo de imágenes JPG, porque entonces entenderíamos, en cambio pensamos que es casi elegante decir un JPG o decir dos o tres letras en inglés, e incluso hablar de "un mail" en vil spanglish.
La mayor parte de las veces que usamos siglas como las citadas, aun cuando entendamos de cierto modo a lo que nos estamos refiriendo, estamos hablando de un algo, un ente, que no sabemos realmente que es, porque no lo hemos bautizado o nombrado; de ese tamaño es nuestra falta, simplemente no sabemos bien de qué estamos hablando, estamos repitiendo como loros pavlovianos bien entrenados.
También nos da por decir TICs o incluso TIC's que es otra aberración porque las siglas no dan lugar a plurales, por lo que no diríamos "una TIC y dos o varias TICs y, menos aún TIC's" que es otra tontería, como no diríamos una CONACyT y dos CONACyTs.
Podría citar una lista verdaderamente enorme de este tipo de terminajos, pero realmente no hace falta porque estoy seguro que todos los que lean esto se habrán encontrado con más de un montón de ejemplos. Hemos llegado ya, sin duda, a un momento en que tenemos que volver a recuperar nuestro lenguaje. Naturalmente esto nos llevará un tiempo y quizá de cualquier manera sucedería si le damos tiempo a nuestra lengua, pero naturalmente este proceso se puede acelerar si nos hacemos conscientes de esta barbaridad que estamos cometiendo con nuestro español. Repetiré que las cosas han avanzado y ahora, aunque siempre resulta difícil traducir, ya podemos hacerlo y hallar equivalentes o términos verdaderos que reflejen el verdadero sentido de lo que estamos diciendo. Tenemos que volver a cargar todas esas palabras de significado verdadero, no podemos seguir usando un remedo de nuestro lenguaje, lo cual a muchas personas deja totalmente en blanco, sobre todo aquellos que no hablan inglés o, aunque lo hablen, no saben qué significan ciertas siglas empleadas como si fueran palabras.
Insisto en que ya ha llegado la hora de retomar nuestro lenguaje, de hablar de verdad diciendo cosas que quieren decir algo. Es tiempo, pues, de traducir todo lo traducible, con lo cual muchos otros entenderán más y mejor todo lo que se relaciona con nuestras herramientas tecnológicas. Y entonces sabremos más sobre nuestras nuevas herramientas y comprendiéndolas más, sabremos usarlas mejor. Recordemos que nuestra lengua somos nosotros mismos y que nada puede definirnos como ella, así, en este momento podríamos decir que estamos deformados y percibiendo mal e incompletamente, puesto que percibimos el mundo a través de las categorías del lenguaje y sólo de ellas. Traductores, correctores de estilo, personal de cómputo que tiene que ver con el lenguaje y usuarios en general del español computacional podríamos tener una página web a la que fuéramos mandando nuestras propuestas de traducción y pudiéramos ir modificándolas según alguno de nosotros fuera entendiendo mejor y proponiendo términos más apropiados, que sobre todo nos ayudaran a todos a entender mejor de qué carambas estamos hablando.
1 Rodríguez Gallardo Adolfo, Tecnologías de la Información y brecha Digital en México, 2001-2005, México, UNAM, CUIB, 2005. [ Links ]
2 Population Reference Bureau, 75 Aniversario 1929-2004. [ Links ]