Miguel Albero narra de manera elocuente las diferentes bibliopatías de quienes están en contacto frecuente con uno de los objetos más preciados por la humanidad: el libro, sin dejar de lado la experiencia propia que ha construido al respecto en su imaginario.
El prólogo, redactado por el mismo autor, refleja el interés y la pasión personal que define el contenido, pues aclara y se declara como un “enfermo coleccionista de libros” y diferencia dos tipos de bibliotecas: la primera formada por los libros que tiene y que describe de manera general como una “vida salteada”, en la que puede recorrer la geografía del pasado a través de sus volúmenes y no como simples hileras de libros, y la segunda, como los libros que quiere tener o la llamada “invisible”, la cual se caracteriza por un listado de obras que probablemente nunca estarán físicamente en ella y que el autor denomina como deseos incumplidos. Esta última se caracteriza por un listado de exigentes temáticas y títulos del mundo entero.
Posterior a este enriquecido prólogo viene la descripción de las bibliopatías, que tal como lo dicta el autor están respaldadas por una investigación ordenada, tal vez no exhaustiva, pero no por ello fuera del interés de todo bibliotecólogo.
Comienza con la “bibliocleptomanía”, la cual consiste en robar libros: “bien de la despoblada librería del barrio, de la descuidada biblioteca pública o de la casa sin guarda de un amigo, que dejara pronto de serlo”. En este mismo apartado hace mención de la “bibliofilia”, la cual describe como una especie de acción delictiva, cuando un sujeto se dispone a quedarse en la ruina por alguna primera edición; menciona en una divertida descripción a los odiados seres que no devuelven un libro prestado y a quienes se conocen como bibliótafos (los que no prestan sus libros), relaciona las frases célebres usadas durante diversas épocas para condenar a aquellos que sustrajeran algún libro de sus dueños, así como historias relacionadas con los ladrones más celebres. En el apartado subsecuente se trata sobre la “bibliofagia”, conocida como aquella actitud en donde el individuo literalmente “devora” libros en cualquiera de sus presentaciones; la “bibliopesia” sale a flote, ya que sería lo contrario de usar una metáfora, pues es aquella en la que la lectura es apresurada, fragmentada y sin aprovechamiento. Caso contrario para sanar almas, habla de la “papiroterapia” y de la “bibliografía”. Posteriormente existe en este libro el apartado de la “bibliofobia”, mejor conocida como la aversión a los libros; detalla los tipos que existen como: la “monobibliofobia” o “bibliofobia monográfica”. En un apartado “social” habla también de las clases de la “biblioclastia” y prosigue con un apartado “histórico” nombrado: el progreso es mentira, la historia de la humanidad como historia de la bibliocastia. En el penúltimo apartado nombra a la “bibliofilia” y a la “bibliomanía” como de una familia, pues a la primera la define como la madre de todas las patologías y a la segunda como la prima.
Finaliza este entretenido libro con un capítulo sobre la pasión sobre las primeras ediciones de libros, de su valor económico y de su valor emocional.
Indudablemente es un libro para entretener, pero también para aprender, pues toca temas relevantes para los bibliotecarios y profesionales de la información. Incluso me atrevería a describirlo como un excelente material de apoyo didáctico por su ligera narrativa para jóvenes que recién se están involucrando en este mundo tan apasionante que es el de los libros y las bibliotecas.