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Argumentos (México, D.F.)

versión impresa ISSN 0187-5795

Argumentos (Méx.) vol.27 no.75 Ciudad de México may./ago. 2014

 

Crítica de libros

 

La maldición que pesa sobre la ley. Las raíces del pensamiento crítico en Pablo de Tarso1

 

Hugo Amador Herrera Torres*

 

* Doctor en ciencias del desarrollo regional por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH) y doctor en ciencia política por el Gobierno de la República de Cuba (Universidad de La Habana). Profesor-investigador en la Facultad de Economía de la UMSNH. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (SNI-Conacyt). Líneas de investigación: realismo político y realpolitik así como políticas y gestión pública.

 

Franz Hinkelammert presenta nuevamente un libro que interpela a la racionalidad económica vigente. Su interpelación la hace con base en los argumentos de Pablo de Tarso. Los toma como sustento teórico para desarrollar un juego de locuras. Se trata de un juego que revela la raíz del pensamiento crítico. En los dos primeros capítulos del libro, Hinkelammert desarrolla el aporte paulista, son los capítulos que le permiten presentar al pensamiento crítico y proyectar su reconstitución. Esta reconstitución no representa un intento para re-inventarlo; más bien, para criticarlo. Hinkelammert, desde los argumentos de Pablo, subraya los elementos omitidos en el pensamiento crítico de hoy, que lo hacen incapaz de explicar y responder a los problemas del mundo. Estas omisiones son perceptibles en las exposiciones marxistas ortodoxos.

Todo pensamiento que critica algo no es por ello pensamiento crítico. La crítica que hace el pensamiento crítico se soporta en un determinado punto de vista. Ese punto de vista es la liberación humana, presentado y argumentado en Pablo.2 Pablo es el enano jorobado al que se refiere Walter Benjamín en una de sus citas, ese enano sentado debajo de la mesa de ajedrez que mediante hilos guía la mano de un muñeco trajeado a la turca, ese enano que es capaz de replicar cada jugada asegurando el triunfo de la partida. Hinkelammert apunta que el muñeco corresponde al materialismo histórico. Pablo, el enano, representa entonces la prefiguración del materialismo histórico; y, el materialismo histórico, inspiró a Marx.

Hinkelammert identifica el mundo que Pablo imagina en este mundo. Pablo no proyecta otro mundo en el más allá, sino aquí. Es un mundo que se encuentra ausente en este mundo: lo que este mundo no es ahora, es precisamente lo que es el Reino de Dios; lo que este mundo es ahora, es justamente lo que no es el Reino de Dios. Hinkelammert asienta que el pensamiento de Pablo no es teológico en el sentido de derivar conclusiones de alguna revelación divina. Es pensamiento crítico autónomo.

¿Cuál es entonces la presencia de Pablo en los análisis de Marx? Ésta es la pregunta central del libro. Hinkelammert la contesta desde el prólogo: la argumentación que hace Pablo en las Cartas a los Corintios y sobre todo en la Carta a los Romanos revela que las ideas paulistas están presente en toda la crítica de la ley que hace Marx. La ley a la cual ambos se refieren es similar: en Pablo es la ley romana, en Marx es la ley del mercado.

La argumentación de la Carta a los Romanos es continuación de los argumentos manejados en las Cartas a los Corintios. Es el juego de locuras completo. Este juego, según Hinkelammert, evidencia la maldición que pesa sobre la ley. Estrictamente se evidencian dos maldiciones interrelacionadas.

 

I. PABLO EN LA 1a. CARTA A LOS CORINTIOS: INICIO DEL JUEGO DE LOCURAS

Pablo anuncia dos sabidurías: sabiduría del mundo y sabiduría de Dios. Para Hinkelammert, la sabiduría del mundo de hoy está en el cálculo de la utilidad máxima. Se trata de la sabiduría de la economía de mercado total. Es una sabiduría que califica como locura a todo lo que no engrane con ella. La sabiduría de Dios sería entonces una locura. La sabiduría del mundo de hoy, de igual manera, sería una locura frente a la sabiduría de Dios. La locura de la que habla Pablo no tiene sentido de ofensa, la usa como un adjetivo que implica sabiduría, pero una sabiduría fuera de lugar.

Pablo, en la 1a. Carta a los Corintios, se introduce diciendo: "por qué no me envió el Mesías a bautizar, sino a predicar la Buena Nueva. Y no con palabras sabias, para no vaciar el contenido de la cruz del Mesías". Hinkelammert afirma que Pablo trata de expresar en esta cita su cometido: predicar un proyecto de liberación del ser humano y no la institucionalización de la Iglesia. Pablo no se mira al servicio de la Iglesia, sino al servicio del proyecto mesiánico de la Buena Nueva, insistía que fue enviado para predicar, pues los corintios habían abandonado el proyecto de liberación para luchar por la riqueza material.

Hinkelammert enfatiza que la Buena Nueva es la elección de Dios por los locos, los débiles. Esto significa que la fuerza de Dios está en la debilidad. Es lo mismo que pasó con las andanzas de Jesús en Jerusalén. La Jerusalén de ese tiempo era periferia del mundo, sin ninguna importancia para el imperio. En ese lugar débil se dio la fuerza. Lo que determinaba el camino no estaba en el imperio. Lo que hoy es la economía de mercado total se ve mejor en los barrios de Haití (débil) y no en Manhattan.

La Buena Nueva está en lo que no es. La Buena Nueva no representa lo que es. Lo que es es reducido a la nada, y lo que no es es de lo que se trata (la Buena Nueva). Lo que no es no es la nada, sino es lo que cambia al mundo. Lo que no es revela lo que es. Ésta es la sabiduría de Dios, que es una locura ante la sabiduría del mundo. Lo que ve Pablo en Corintios son luchas por la riqueza material, que arrasan con el proyecto de liberación humana. Ésta es la sabiduría del mundo, que es una locura ante la sabiduría de Dios. La sabiduría de Dios juzga a partir de lo que no es. Lo que no es es el reino de Dios.

Pablo vincula la sabiduría de Dios con la crucifixión de Jesús. Jesús fue crucificado por la sabiduría del mundo. Los crucificadores lo mataron porque, desde su sabiduría, la sabiduría de él era una locura. Hinkelammert escribe que no es la maldad la que explica la crucifixión, sino la ceguera en la sabiduría del mundo. Aquí está la raíz de la maldad.

Este juego de sabidurías, que es el juego de locuras que desarrolla Hinkelammert, es llevado por Pablo mediante paradojas. Es el lenguaje que habla desde lo que no es, y no desde lo que es. Hinkelammert ejemplifica con Marx. Marx dijo que Hegel estaba puesto de cabeza y que había que ponerlo de pie. No hablaba de locura como lo hacía Pablo, pero se trataba del mismo juego. Pablo también pudo haber dicho que la sabiduría del mundo estaba puesta de cabeza. Algo así ocurre también cuando Marx dijo: un fantasma recorre Europa, el comunismo. La palabra fantasma sustituye la palabra locura.

Marx desemboca en la exigencia de que el análisis de la realidad tiene que hacerse desde lo que no es, y no a partir de lo que es. Solamente así puede revelarse la verdad. El planteamiento de Marx, puntualiza Hinkelammert, se pierde con la ortodoxia marxista, pues las ortodoxias dejan de ser locuras ante la sabiduría del mundo, se vuelven parte de ella. La ortodoxia marxista ante la sabiduría de Dios es una locura.

 

II. PABLO EN LA CARTA A LOS ROMANOS: CONTINUACIÓN DEL JUEGO DE LOCURAS

La locura de la sabiduría del mundo corresponde, en la Carta a los Romanos, al encarcelamiento de la verdad en la injusticia. La sabiduría de Dios se relaciona ahora con la liberación de la verdad encarcelada en la injusticia. Pablo ya no habla más de la sabiduría, sino de la verdad. No muestra a la verdad como un argumento absoluto sobre el mundo, la presenta como una forma de vivir a partir de una sabiduría: vivir con la sabiduría del mundo bajo una verdad encarcelada en la injusticia o vivir con la sabiduría de Dios bajo una verdad liberada de la injusticia. Ambas posiciones tienen su sabiduría, ambas posiciones tienen su propia verdad.

Hinkelammert explica que Pablo no argumenta sobre el encarcelamiento de la verdad en la injusticia con construcciones gnósticas, utiliza el criterio de validez general que rige la acción humana: la ley. Se trata de la legalidad que Pablo extrae del derecho romano. Pablo exhibe el encarcelamiento de la verdad en la injusticia y muestra que buscando la justicia al cumplir la ley se produce la injusticia. Ésta es la primera maldición que pesa sobre la ley. Aun así, Pablo reconoce que la ley es una dimensión sustancial para la socialización humana, por lo que no intenta abolirla, sino resignificarla. 3

Para Pablo, el núcleo de la ley está en el séptimo, octavo, noveno y décimo mandamiento. Del séptimo al noveno están los mandamientos que se refieren a la relación del ser humano con los objetos. El décimo mandamiento -no codiciarás- no puede ser expresado formalmente, los otros tres sí y aparecen hoy en todos los códigos civiles. El décimo mandamiento, aun sin tener formalidad, da sentido a las demás normas formales. Para Hinkelammert queda claro que la codicia es el mandamiento más importante en la argumentación de Pablo. La codicia es el elemento central en la justicia que busca la sabiduría del mundo.

La codicia invierte a la propia ley: la justicia que se busca cumpliendo la ley lleva a la injusticia. Se comete un crimen cumpliendo la ley, sin que ninguna ley sea violada. Éste es el gran problema de la ley (primera maldición). Pablo interpreta la codicia desde el goce. La maximización del goce, sin límites, destruye al mismo goce y lo invierte. Esta inversión es manejada por Marx como fetichismo. Hinkelammert anota que es precisamente el análisis del fetichismo lo que desaparece en algunas corrientes marxistas. Hinkelammert insiste que dejar de lado el fetichismo en la crítica a la economía anula elementos que impiden explicar y dar respuesta a los problemas del mundo.

La codicia infinita, según Pablo, es destructiva, pero no viola leyes en la sabiduría del mundo. Este mensaje es recurrente en las parábolas de Jesús: el pecado opera en nombre del cumplimiento de la ley y no a partir de las violaciones a la ley. Pablo logra distinguir entre el pecado y los pecados. Los pecados violan la ley, el pecado se comete cumpliendo la ley. El pecado -en el sentido paulista- es la injustica que resulta de buscar la justicia mediante el cumplimiento de la ley. El pecado, según Hinkelammert, es la maldición que pesa sobre la ley (primera maldición).

El pecado es también la base crítica de donde parte Marx. Hinkelammert subraya que Marx amplía esta crítica de la ley hacia la crítica de la ley del valor como ley del mercado. La crítica de Marx denuncia la opresión que aparece al cumplir la ley del mercado. Es la opresión protegida por la justicia de la sabiduría del mundo. Aquí está el centro de la crítica que hace Marx al capitalismo. Para Hinkelammert estas opresiones son crímenes, pero al cometerlos en el cumplimiento de la ley del mercado ya no aparecen como crímenes, sino como sacrificios legales.

Marx no hace una copia de la argumentación paulista, sino la desarrolla hacia la universalidad y configura al pensamiento crítico, que va más allá de Pablo; empero, la raíz está en Pablo. Hinkelammert encuentra una diferencia entre las posiciones de Pablo y Marx. Marx busca la solución en la abolición de la ley. Esta concepción, para Hinkelammert, constituye una de las principales razones del fracaso del socialismo histórico y una de las causas de la desorientación de muchos de los movimientos sociales que luchan por mundos alternativos. Pablo busca la solución en redireccionar la ley, en encauzarla hacia la formación de otro orden. Pablo abre también el criterio para esta re-dirección y para este nuevo encauzamiento: el amor al prójimo. No lo manifiesta como un criterio moral, sino como un criterio de orientación para el sentido de la acción humana.

El pecado no puede ser perdonado, sino tiene que ser quitado. Frente a el pecado no hay conciencia de culpa. La conciencia de culpa es inmunizada por la convicción de haber cumplido la ley. Al no haber conciencia de culpa no se puede perdonar el pecado ¿Qué se perdona? El pecado debe quitarse por la experiencia de la conversión: un volver a ver, un cambio del punto de vista bajo el cual se ve el mundo y se actúa en él. La conversión está en ser loco para la sabiduría del mundo. La conversión está en el camino de la sabiduría de Dios. La conversión es el juicio para el cual Jesús vino al mundo: quitar el pecado.

Éste es el juego de las locuras que desarrolla Hinkelammert. Es el conflicto entre el poder que encarcela la verdad en la injusticia (sabiduría del mundo) y el movimiento que libera la verdad de su cárcel (sabiduría de Dios). El laissez faire, laissez passez encarcela la verdad en la injusticia, se transforma en laissez faire, laissez mourir. En la sabiduría del mundo, la ley no permite matar, pero sí permite dejar morir.

En el juego de locuras están las maldiciones que pesan sobre la ley. La ley -cargada de la codicia infinita que despierta, levanta y activa a la muerte- debe eliminar a todos aquellos que buscan la liberación de la verdad encarcelada en la injustica. La ley tiene que hacer de todos aquellos que son locos frente a la sabiduría del mundo una maldición, que implica su eliminación. La necesidad de maldecirlos es la segunda maldición que pesa sobre la ley. En la sabiduría de Dios, la liberación de los débiles implica la conversión de los poderosos, no su eliminación. Si hay liberación efectiva de la mujer, el mismo hombre tiene que cambiar. Cambiando vive mejor, aunque pierda en términos de cálculo de poder. Cuando el obrero se libera, también el patrón llega a vivir mejor, aunque tenga menos en términos cuantitativos calculables. Así ocurre con todas las liberaciones.4

 

NOTAS

1 Hinkelammert, Franz, La maldición que pesa sobre la ley. Las raíces del pensamiento crítico en Pablo de Tarso, San José de Costa Rica, Editorial Arlekín, 2010, pp. 299.         [ Links ]

2 Hinkelammert Franz, "Pensamiento crítico y crítica de la razón mítica", en Theologica Xaveriana, Vol. 57, Núm. 163, Bogotá, Facultad de Teología, Pontificia Universidad Xaveriana, 2007, p. 401.         [ Links ]

3 Este planteamiento paulista se encuentra en el centro de la obra de Hinkelammert. Él no ha intentado abolir o eliminar la racionalidad medio-fin, propia de la racionalidad económica vigente, la ha criticado desde la racionalidad reproductiva buscado intervenirla.

4 Ibid., p. 411.

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