Introducción
Los hongos constituyen el segundo grupo de organismos más diversos en el medio terrestre y juegan un papel importante en los ecosistemas y la cultura (Ishikawa et al., 2012). Entre las 5719 especies conocidas de la micobiota brasileña, 46% se presenta en diferentes ecosistemas en la región nordeste de Brasil (Forzza et al., 2010; Flora e Funga do Brasil, 2020). En esta región se ubica el estado de Pernambuco de donde se ha registrado el mayor número de especies de hongos, incluyendo todos los grupos (Pires et al., 2014). De los dominios que conforman esta región, tan solo en el dominio semiárido se conocen alrededor de 999 especies de todos los grupos (Maia et al., 2015).
Con respecto al uso de macrohongos por comunidades locales, en Brasil los estudios se han centrado en las etnias indígenas de la Amazonia en las cuales las especies se utilizan comúnmente como alimento o con fines medicinales (Fidalgo y Prance, 1976; Vargas-Isla et al., 2013). Algunas especies tienen uso tecnológico, como Pycnoporus sanguineus (L.) Murrill, cuyo basidioma se utiliza en el acabado de piezas cerámicas en la comunidad indígena Maruanum, en Amapá, en la región norte del país (Sotão y Figueiredo, 1996). En la región de Maturacá, en el estado de Amazonas, las mujeres Yanomami elaboran hilos con rizomorfos de Marasmius yanomani J.S. Oliveira & N.K. Ishikawa, un basidiomiceto originario de la región, y los utilizan para elaborar cestas con diversos fines (Yanomami et al., 2019).
Particularmente en la región nordeste de Brasil, a pesar de su riqueza de hongos, poco se sabe sobre la importancia de estos organismos en la cultura de los habitantes de las comunidades urbanas y rurales. En el estado de Pernambuco se ha registrado el uso medicinal de hongos liquenizados en una comunidad indígena (Londoño-Castañeda et al., 2017), mientras que en el sur del estado de Piauí se ha descrito cómo la población rural clasifica a los macrohongos (Sousa et al., 2015), destacando la manera en que la población los percibe en el entorno natural y el uso de algunas especies con fines medicinales (Sousa et al., 2017a). En una investigación con estudiantes de una escuela rural en el estado de Piauí, Oliveira et al. (2016) mostraron que los estudiantes tenían conocimiento de las características morfológicas y los sustratos en los que se podían encontrar los macrohongos. Por otro lado, en el estado de Alagoas, los agricultores que viven en los alrededores de una reserva forestal reconocieron los macrohongos que se les presentaron, y que fueron recolectados en la reserva, citando sus nombres locales, correspondientes a la morfología (oreja de palo), ambiente donde se encuentran (cebolla del bosque) o propiedades que se les atribuyen (seta buena, seta mala); los tés fueron indicados para el tratamiento del cáncer (Fomes fasciatus (Sw.:Fr.) Cooke) y del asma (Ganoderma australe (Fr.) Pat.); Cookeina tricholoma (Mont.) Kuntz fue considerada como comestible y se informó el uso recreativo de una especie de Geastrum Pers (Santos et al., 2020).
Además de los factores históricos y culturales, la percepción sobre los hongos silvestres depende de las condiciones del ambiente en el que habita un determinado grupo humano (Ruan-Soto et al., 2007). Los estudios sobre la relación de las poblaciones rurales con las especies de hongos presentes en el dominio fitogeográfico de la Caatinga, el semiárido nordestino, son aún escasos y los registros de conocimiento, usos y percepciones de los macrohongos deben ampliarse para llenar un vacío de conocimiento sobre la relación humano-hongo en la citada región. Así, a través de la investigación etnomicológica se establece la posibilidad de ampliar el conocimiento sobre especies útiles de hongos y al mismo tiempo comprender cómo una determinada población se relaciona con esta biodiversidad. En este contexto, el presente estudio, luego de un inventario de los macrohongos en los territorios rurales existentes en el bioma Caatinga en el sur de Piauí, tuvo como objetivo evaluar la riqueza de macrohongos y la manera en que ésta es percibida por la población campesina que habita las comunidades rurales de la región.
Metodología
Área de estudio
La investigación se realizó con habitantes de dos comunidades rurales del municipio Canto do Buriti, Cajazeira (Latitud 707062, 012; Longitud 9083305, 666; Zona 23 S) y Saco (Latitud 706527, 957; Longitud 9093416, 940; Zona 23 S), y dos comunidades del municipio Guaribas, Capim (Latitud 659393, 476; Longitud 8982437, 074; Zona 23 S) y Tamboril (Latitud 657249, 566; Longitud 8980633, 200; Zona 23 S), en la región sur del estado de Piauí, Brasil (Fig. 1). El sistema de coordenadas utilizado para la identificación geográfica fue UTM (Universal Transversal de Mercator).
Las comunidades seleccionadas están ubicadas en un área con vegetación arbórea, arbustiva y espinosa, predominante del dominio Caatinga, caracterizado como bioma de sabana semiárida, presentando un clima tropical semiárido cálido, extendiéndose con un período seco entre siete y ocho meses por año (Cepro, 2013). La región es considerada naturalmente frágil debido a las condiciones antrópicas de mal uso de los recursos naturales, lo que intensifica el proceso de degradación, haciendo que la vulnerabilidad al proceso de degradación del ambiente se clasifique en media y alta (Aquino y Beserra de Oliveira, 2013). En el estrato arbustivo-arbóreo, con plantas caducifolias y armadas de espinas, predominan especies de Fabaceae, seguidas de Rubiaceae y Bignoniaceae, pertenecientes a los géneros Anadenanthera Speg., Copaifera L., Libidibia (DC.) Schltdl. Hymenaea L., Machereum Pers., Senna Mill., Chiococca P. Browne y Tocoyena Aubl. Algunas especies están amenazadas: Amburana cearensis (Allemão) A.C. Sm. y Handroanthus impetiginosus (Mart. ex DC.) Mattos (Rodrigues Lemos y Nogueira Rodal, 2002; Farias y Castro, 2004).
Recolección de datos
La investigación fue aprobada por el Comité de Ética e Investigación (CEI) de la Universidad Federal de Piauí (UFPI) y registrada en el Sistema Nacional de Gestión del Patrimonio Genético y Conocimientos Tradicionales Asociados (SISGEN) con el número AFEC03. Asimismo, fue autorizada por el Sistema de Información y Autorización de Biodiversidad (SISBIO) la recolección de material biológico, ya que se trata de áreas que se ubican alrededor del Parque Nacional Serra das Confusões y en el corredor ecológico que conecta los Parques Serra da Capivara y Serra das Confusões.
Entre entre diciembre de 2016 y febrero de 2018 fueron realizadas dos visitas, una en la temporada de lluvias y la otra en la temporada seca. Los lugares fueron observados para reconocimiento del área, recolectar y fotografiar in loco todos los macrohongos encontrados en áreas boscosas de propiedades rurales y del Parque Nacional Serra das Confusões, reserva de Caatinga, donde vive la población en sus alrededores. Se obtuvo un total de 176 informantes de las 94 familias visitadas, residentes en las cuatro comunidades rurales, de los cuales 77 eran hombres y 99 mujeres. Los datos obtenidos sirvieron de base para la obtención de información etnomicológica, como resultado de presentar a los entrevistados las fotografías y las especies de macrohongos locales con muestras deshidratadas.
Para las recolecciones de macrohongos fueron explorados troncos muertos, árboles vivos y suelo con material orgánico. Los macrohongos encontrados se recolectaron con la ayuda de una navaja o cuchillo y se empacaron en bolsas de papel donde se anotaron los datos de la recolección (fecha, coordenadas geográficas y especie de planta, cuando fue posible). En el laboratorio, las muestras fueron deshidratadas en una estufa de secado y esterilización con control de temperatura (De Leo Equipamentos laboratoriais, Rio Grande do Sul, Brasil). El secado se realizó con temperatura entre 45 y 50 °C durante dos días, como es sugerido por Fidalgo y Bononi (1989). La identificación de géneros y especies fue confirmada por el equipo de la Universidad Federal de Pernambuco (UFPE) y la Universidad Federal de Paraíba (UFPB) y los binomios siguen la información publicada en Index Fungorum (2023) y Flora e Funga do Brasil (2023). Los ejemplares fueron depositados en el Herbario Graziela Barroso (TEPB) de la UFPE.
Para los datos etnomicológicos, fueron realizadas entrevistas semiestructuradas (Apolinário, 2006) con preguntas dirigidas a obtener datos sobre el conocimiento de la diversidad de hongos, fenologia, hábitat y relaciones ecológicas. Los vecinos de las comunidades que aceptaron la invitación para participar en la investigación, luego de una lectura para aclarar su objetivo, firmaron el Término de Consentimiento Libre y Aclarado (TCLA) obligatorio en investigaciones realizadas con seres humanos en Brasil. En la recolección de datos etnomicológicos fue utilizado un álbum de fotos de las especies de macrohongos como instrumento básico para la estimulación visual (Medeiro et al., 2010).
La colección de imágenes fotográficas, con fotografías de 17 × 15 cm que reúnen especies de macrohongos presentes en el sitio, fue realizada con el objetivo de resaltar los detalles de los basidiomas y ascomas, así como los colores y sustratos, para que los entrevistados pudieran retomar la memoria del objeto investigado en cuanto a las percepciones, nombre y usos en el formulario semiestructurado. El catálogo estuvo integrado por especies de los géneros Agaricus L., Ganoderma, P. Karst., Marasmius Fr., Gymnopilus P. Karst., Hexagonia Fr., Lentinus Fr., Pycnoporus P. Karst., Schizophyllum Fr., Podaxis Desv., Hygrocybe (Fr.) P. Kumm., Psilocybe (Fr.) P. Kumm. y Amanita Pers., estos dos últimos ilustrados con fotografías tomadas del Internet.
Además de utilizar las fotografías, durante la entrevista también fueron exhibidas muestras de especies de los géneros Ganoderma, Hexagonia, Schizophyllum, Lentinus, Pycnoporus, Phellinus, Coriolopsis Murrill y Daldinia Ces. & De Not, para que el entrevistado pudiera tener una mejor idea de cuáles macrohongos eran y para que pudieran tocarlos para comprobar su textura y otras características, complementando la información obtenida de las imágenes mostradas.
Entre diciembre de 2016 y febrero de 2018 fueron realizadas tres giras exploratorias (Bernard, 1988) en cada lugar con dos residentes de cada comunidad, propietarios de fragmentos de bosque en la región de Caatinga donde tuvo lugar la recolección de macrohongos a través de senderos ya establecidos en dichas propiedades rurales en períodos de lluvia y sequía. Las visitas guiadas aportaron información adicional sobre los macrohongos, una de las cuales fue la relación con el sustrato y los nombres para los nuevos elementos encontrados.
Análisis de los datos
Para analizar la riqueza de macrohongos se ha utilizado el Índice de Riqueza de Margalef (S), indicado para calcular las diversidades alfa, beta y gamma, usándose la fórmula S=(s-1)/ln N, donde: s=el número total de especies; N=número total de muestras de macrohongos recolectadas. Valores superiores a 5.0 indican una riqueza de especies alta (Rodrigues y Rodrigues, 2018). También se utilizó la prueba de Escalamiento Multidimensional no Métrico por sitios de recolección (modo Q), con datos binarios (1 y 0), para definir la curva de acumulación de riqueza macrofúngica con el uso del software PCORD v. 6.08 en el cual la medida de distancia utilizada fue la de Sorensen (McCune y Mefford, 2011).
Las informaciones generadas a partir de las entrevistas fueron sistematizadas en una base de datos etnomicológica por archivo temático en Microsoft Excel®, según lo recomendado por Ruan-Soto et al. (2007). La información cualitativa fue analizada mediante la descripción de registros observacionales y con los datos obtenidos en las entrevistas semiestructuradas.
Resultados
Fueron recolectados 152 ejemplares de Basidiomycetes y Ascomycetes, pertenecientes a cinco órdenes de Basidiomycota y uno de Ascomycota, totalizando 17 familias y 34 géneros. Cincuenta y un taxones fueron identificados, 30 hasta género y 22 a nivel de especie. La familia Agaricaceae fue la más diversa en número de taxones (18), seguida de Polyporaceae (12), estando el resto representado por una a dos especies cada una (Cuadro 1). De los 51 macrohongos identificados en la región, 47 (92%) fueron reconocidos por los entrevistados, quienes declararon que ya habían tenido algún tipo de contacto con estas especies.
Pioneras de la Ciencia | Científicas Actuales | |
1 | Blanca Calvo de Hernández (microbiología) | Anilena Mejía (psicología) |
2 | Carmen Antony García (criminología) | Carmenza Spadafora (bioquímica) |
3 | Carmen Damaris Chea Cedeño (agronomía) | Catherine Caballero-George (farmacología) |
4 | Etilvia Arjona Chang (educación) | Dafni Mora (ingeniería civil e industrial) |
5 | Hildaura E. Acosta de Patiño (toxicología) | Ilais Moreno Vásquez (epidemiología) |
6 | Irma E. Arjona Velásquez (agronomía) | Julia Mayo (arqueología) |
7 | Ligia Herrera Jurado (geografía) | Karen Courville (nefrología) |
8 | Marcela Camargo Ríos (museología) | Laura Patiño Cano (química orgánica) |
9 | Miryam D. Venegas-Anaya (ciencias veterinarias) | Lorena Coronado (parasitología) (biofísica) |
10 | Rosa E. Palacio Navas (arquitectura) | Mairim Solís (biotecnología) |
11 | Sergia Melita Rodríguez Solís (farmacología) | María Beatriz-Carreira (biomedicina) |
12 | Zoila Yadira Guerra de Castillo (ingeniería industrial) | Marixa Lasso (historia) |
13 | Carmen Miró Gandásegui (demografía) | Nadya Vásquez (sociología) |
14 | Clara González de Behringer (ciencias jurídicas) | Oris Sanjur Fonseca (biología molecular) |
15 | Elsie Alvarado de Ricord (lingüística) | Patricia Llanes Fernández (inmunología) |
16 | Enid Cook de Rodaniche (virología) | Yessica Sáez (ingeniería electrónica) |
17 | Felicia Santizo Henríquez (educación) | Gabrielle Britton (neurociencia) |
18 | Lidia G. Sogandares Rivera (medicina) | Gina Della Togna (biología molecular) |
19 | Mireya D. Correa Arroyo (botánica) | Karla Aparicio (biología) |
20 | Noris Salazar Allen (botánica) | Sandra LópezVerges (virología) |
21 | Ofelia Hooper Polo (sociología) | |
22 | Olga Linares Tribaldos (arqueología) | |
23 | Reina Torres de Araúz (antropología) | |
24 | Rosa María Britton (ginecología y obstetricia) |
El valor obtenido para la riqueza de especies, superior a 5.0 (S=10.4), fue alto. Aunque los esfuerzos de muestreo no revelaron todos los representantes de los macrohongos encontrados en los lugares estudiados (Fig. 2), el muestreo fue representativo ya que los sitios de recolección aún no han sido explorados con el censo de la micobiota.
Nombres locales de los macrohongos
La mayoría de los macrohongos (90%) tienen algún nombre asignado por los entrevistados, pero alrededor de 40% de las especies, pertenecientes a diferentes familias y géneros, se conocen como “sombrero”, y 37% como oreja de palo. Entre los Polyporaceae, por ejemplo, tres especies de Lentinus son conocidas como “sombrilla”, pero el mismo nombre se atribuye a Panus velutinus (Fr.) Sacc, con morfología similar. La generalización nominal, con solo dos nombres para designar a más de la mitad de las especies (77%), podría deberse al exiguo uso de la micobiota.
Los nombres locales, como se ve en el Cuadro 1, se refieren a la morfología del cuerpo humano (oreja), a un elemento biológico (“bufa-do-cão” que significa hocico de perro) o a objetos del cotidiano (“chapéu” y “sombrinha” que significan sombrero y sombrilla respectivamente).
Percepciones dominantes
Desde el punto de vista de los entrevistados sobre la importancia de los macrohongos, solo seis especies fueron percibidas como sin importancia para el hombre y el medio ambiente (Clavicorona sp., Cyathus sp., Gymnopus montagnei (Berk.) Redhead, Pterula sp., Ramaria sp., Xylaria sp.). La mayoría de los macrohongos (80%) fueron considerados como elementos importantes para la naturaleza, pero pocos se percibían como importantes para los humanos. En la lista de especies útiles, el sustrato más común es la madera en descomposición o troncos vivos. Las cuatro especies clasificadas como medicinales, conocidas como hocico de perro (Podaxia pistillaris (L.) Fr.) u oreja de palo (Fomitiporia sp., Hexagonia hydnoides (Sw.) M. Fidalgo y Picnoporus sanguineus (L.) Murrill), son lignícolas. En la lista de especies útiles, el sustrato más común es la madera en descomposición o troncos vivos.
Algunos de los macrohongos conocidos popularmente como oreja de palo se utilizan para tratar enfermedades, como se describe en los discursos: “Las orejas de palo son importantes porque sirven como medicina” (M.P.T, 57 años); “La oreja de palo puede servir incluso como medicina, pero no sé para qué enfermedad” (G.I.A., 45 años). Entre las cuatro especies con uso medicinal, Pycnoporus sanguineus fue reconocida por 27% de los entrevistados, con indicación para el tratamiento de diversas enfermedades, actuando como antiespasmódico gástrico y renal, antihemorrágico y antiasmático.
Según los entrevistados, los primeros contactos con la diversidad fúngica ocurrieron en los primeros años de vida, comenzando por los juegos (uso lúdico), mientras que la transmisión de información se produjo a través de algún miembro de la familia, especialmente el padre o la madre (66% de los encuestados), siendo la madre la figura más activa en la transferencia de información (43% de las citaciones).
Especies de Agaricaceae, Hygrophoraceae, Marasmiaceae y Omphalotaceae, que representan 37% del total reconocido, se relacionan con percepciones negativas de daño y toxicidad, asociadas con animales ponzoñosos y por hacer mal a la salud. La percepción de riesgo a la salud estuvo asociada, específicamente, a los hongos del suelo y los que se desarrollan en los excrementos de animales.
El riesgo para la salud es confirmado en los discursos que aluden a enfermedades comunes en la población y a animales venenosos, como: “Mi mamá decía que el ‘chapéu’ me iba hacer mal” (C.B.S., 24 años) “Mi mamá decía que no debía tocar el ‘chapéu’ porque me iba a provocar sabañón”(C.G.S., 55 años); “Mi papá decía que no debía tocar el ‘chapéu’ porque era como una serpiente” (R.P.R.R, 31 años); “La abuela me dijo una vez que no debía jugar con el hongo porque era como una serpiente y me iba a hacer mal” (C.A.R., 33 años). Así, observamos la asociación de hongos considerados tóxicos a enfermedades provocadas por hongos patológicos y la sensación de daño como si fueran animales ponzoñosos.
El hongo Podaxis pistillaris (L.) Fr., además de ser reconocido como medicinal, también es percibido como un bioindicador del cambio climático, siendo citado como una especie que puede indicar si el día estará soleado o lluvioso, según cuenta el informante R.P.C., 78 años: “En el invierno, cuando no llueve y aparece es porque va a llover. Y cuando llueve y aparece es porque va a dejar de llover”. Las especies conocidas como “chapéu”, también fueron relacionadas por los entrevistados con las variaciones climáticas, percibidas por la forma del píleo (sombrero): “Cuando el ‘chapéu’ nace hacia arriba es que va a llover y cuando nace hacia abajo es que va a hacer sol” (R.M.S., 70 años). Posiblemente las formas del sombrero difieran porque son especies diferentes que responden de manera diferente a las variaciones climáticas, pero que los entrevistados los consideran como la misma especie. La riqueza de los macrohongos y especialmente las especies de la familia Agaricaceae tienen un significado cultural para la población del campo como elemento de la naturaleza que expresa abundancia o escasez de lluvias, aspecto relevante para la supervivencia del habitante del semiárido brasileño.
Observamos que el sustrato y la estacionalidad son importantes en la selección de especies útiles, como se percibe en el caso de P. sanguineus que se encuentra en todas las estaciones del año y que tiene como sustrato madera en descomposición, muchas veces de plantas medicinales. Las observaciones sobre la abundancia, los sustratos utilizados y la estacionalidad de la esporulación son comunes en diferentes culturas, incluidos los grupos indígenas de la región norte de Brasil. Los Yanomami, de la Amazonía brasileña, conocen y recolectan hongos comestibles durante todo el año, los cuales son más abundantes en plantaciones de yuca y en bosques regenerados llamados de “capoeiras”, lugares que presentan grandes cantidades de madera en descomposición, el sustrato preferido para el desarrollo de los macrohongos (Sanuma et al., 2016).
Los participantes de la investigación tienen un bajo nivel de educación escolar, desconocen las estructuras y formas de reproducción de los hongos y atribuyen este desconocimiento al hecho de que son diferentes a los organismos con los que habitualmente conviven, y de esta manera, aportan en su discurso comparaciones con plantas que ellos cultivan, como se puede ver en las siguientes declaraciones: “Es un misterio, nunca he visto raíz ni semilla” (C.M.S., 38 años); “Es porque no tiene semilla, nace de la nada” (D.B.S, 44 años); “Porque nace solo, nadie lo siembra” (Z.B.S, 24 años). En este contexto, consideran que los macrohongos son autóctonos de la tierra - “No tienen semilla, son autóctonos de la tierra” (G.M.T., 49 años) - aparecen muy rápido y mueren pronto - “Cuando nos damos cuenta pues que ya es grande y luego pues que se marchita” (P.P.T., 66 años) - y, aun así, por no ser usado por humanos -“No le presto atención porque no lo uso” (V.L.L., 37 años). Algunos describieron con más detalle la aparición de hongos - “nace de un moho blanco” (D.P.P.S., 30 años), “El sombrero es un tipo de moho que rápido crece” (O.F.C., 55 años), “se crea el moho y de ese moho salen los hongos” (A.S.A., 41 años).
Macrohongos como Fomitiporia sp., Phellinus sp., Fomes fasciatus, Hexagonia hydnoides y Hexagonia papyracea Berk. son vistos por los hombres entrevistados como parásitos de las plantas que dañan principalmente la madera para construcción, como se expresa en los siguientes comentarios: “La oreja de palo puede matar al árbol porque cuando vemos muchas de ellas el palo luego muere, debe ser por ellas” (N.N.T., 30 años); “Cuando hay mucha oreja de palo ya sabemos que la madera no sirve porque ya está abatida y dañada” (J.E.S.N, 75 años); “Si nace mucha oreja de palo, ellas chupan algo de la planta y la planta se muere” (R.P.R.R, 31 años); “Por el lado por donde sale la oreja de palo, la planta muere y cuando se corta, la madera ya está dañada, no sirve para construir” (J.N.A., 70 años). Respecto a los comentarios sobre el parasitismo, las observaciones parten del principio del uso de plantas utilizadas como recurso maderable, como Poincianella pyramidalis (Tul.) L.P. Queiroz (“pau-de-rato”), Anadenanthera macrocarpa (Benth.) Brenan (“angico”) y Myracrodruon urundeuva Allemão (“aroeira”), que son mencionadas y utilizadas por los hombres de la comunidad.
En la literatura consultada se encontró que diez de las especies identificadas están clasificadas en varias categorías de uso por diferentes culturas (Cuadro 2).
Discusión
En el inventario de macrohongos realizado en los municipios de Guaribas se registraron 12 familias (Lira, 2016), de las cuales Clavariaceae, Gomphaceae, Hygrophoraceae, Marasmiaceae, Omphalotaceae, Pterulaceae y Xylariaceae no tenían presencia conocida para la microrregión (Cuadro 1).
Para la microrregión de São Raimundo Nonato, donde se encuentran los municipios Canto do Buriti y Guaribas, en el inventario de la micobiota del Parque Nacional Serra das Confusões en el municipio de Caracol, cuya área se considera prioritaria para la conservación de la Caatinga, fueron registradas especies de las familias Auriculariaceae, Corticiaceae, Fomitopsidaceae, Lachnocladiaceae, Hericiaceae, Hymenochaetaceae, Meruliaceae, Peniophoraceae, Phanerochaetaceae, Polyporaceae, Russulaceae y Schizoporaceae (Lira, 2016). En este contexto, en la misma microrregión, en los alrededores del Parque Nacional Serra da Capivara, Sousa et al. (2017b) registraron la presencia de cinco especies, pertenecientes a las familias Agaricaceae y Ganodermataceae, utilizadas por la población rural para tratar enfermedades relacionadas con el sistema respiratorio (Ganoderma sp. 1), cáncer (Leucocoprinus sp.) y quemaduras en la piel (Ganoderma sp. 2 y Podaxis pistillaris, mientras que el basidioma de Ganoderma colossus ( Fr.) C.F. Baker se utiliza como antorcha para trasladar el fuego de un lugar a otro.
La corriente utilitarista de Hunn (1982) propone que los componentes biológicos se clasifiquen y nombren con mayor precisión cuando tienen algún uso. En investigaciones etnomicológicas realizadas en la Amazonía se encontró que los indígenas utilizan sufijos o prefijos en los nombres de hongos comestibles relacionados con el color, la forma o algo que los distinga de los otros (Prance, 1973; Fidalgo y Muniz Poroca, 1986). Para los pueblos amantes de hongos de México, la riqueza de los nombres de los hongos es un indicador de la importancia del recurso para la región, refiriéndose a una característica física u objetos familiares similares (Burrola-Aguilar et al., 2012).
Durante las entrevistas se pudo observar que las personas hablan de comparaciones entre hongos y plantas, lo que es interpretado como una forma de organizar estos dos elementos influenciada por la mirada utilitarista similar a la teoría de Eugene Hunn, descrita por Alves et al. (2014), al informar que los recursos útiles son objetivos de clasificación y, por lo tanto, sus partes son más notorias. En una investigación realizada en México, Montoya et al. (2003) registraron que los campesinos perciben el ciclo de vida de los hongos y elaboran conceptos sobre esporas y micelios. Aun así, comentan que la gente no tenía conocimientos específicos sobre la reproducción de los hongos y asociaban las esporas con el polvo; sin embargo, sabían que los micelios, llamados “raíces de algodón”, producen los hongos que salen del suelo, tal como fue percibido por algunos de los entrevistados que participaron en la presente investigación.
Es común, incluso en poblaciones consumidoras de hongos, que los macrohongos reciban alusiones de esta naturaleza, como se observa en comunidades rurales de México, las cuales, además de la morfología del hongo, toman en cuenta su color, forma, lugar de crecimiento, tipo de vegetación donde se desarrollan e incluso los árboles asociados (Ruan-Soto et al., 2007; Burrola-Aguilar et al., 2012).
En las comunidades de Canto do Buriti y Guaribas, sin embargo, los nombres atribuidos a la mayoría de los macrohongos están relacionados con la forma y muchas veces con el sustrato donde ocurre la esporulación, como sombrero o sombrilla, en referencia a la forma del píleo, y oreja de palo, atribuido a todos los macrohongos que se desarrollan en los troncos, ya sean vivos o muertos. De los hongos registrados, con excepción de Marasmius haematocephalus Mont., que se desarrolla sobre excrementos, Gymnopilus purpureosquamulosus Høil. y Gymnopus sp. que son encontrados sobre madera en descomposición, todas las especies llamadas “chapéu” nacen en el suelo. Con excepción de Navisporus terrestris Gibertoni & Ryvarden, las 19 especies conocidas como oreja de palo son lignícolas, encontradas en troncos vivos o en estado de descomposición.
El reconocimiento de macrohongos en la infancia es común en poblaciones rurales, como fue demostrado en investigaciones anteriores. En este sentido, fue registrado por Sousa et al. (2017a) que, en una comunidad rural de la región sur del Estado de Piauí, el núcleo familiar se constituía como fuente primaria en la transferencia de conocimiento, que se iniciaba en la infancia y pasaba de generación en generación. El mismo comportamiento se puede observar en otros grupos humanos en Brasil, como en las comunidades rurales estudiadas por Santos et al. (2020) en Alagoas, y en los que aprecian los hongos como alimento, los cuales relacionan el riesgo de toxicidad con las especies que se desarrollan en el suelo y en los excrementos de los animales (Montoya et al., 2003; Ruan-Soto et al., 2004, 2009; Burrola-Aguilar et al., 2012). En las comunidades de México, por lo general, los hongos que no tienen nombres específicos, por no suscitar interés práctico, son reconocidos y diferenciados de las especies comestibles (Ruan-Soto, 2018).
La percepción de riesgo con las enfermedades en la piel puede estar relacionada a la dermatitis, ya que es una micosis superficial causada por dermatofitos denominados tiñas y suele manifestarse en personas que trabajan con la tierra (Oliveira, 2012). En cuanto a la sensación de daño, Lima et al. (2018) explican que está bajo una influencia cultural asociada a la relación hombre-serpiente, que en general representa un riesgo para la vida provocando malestar.
La especie Podaxis pistillaris también es percibida como un bioindicador en otras comunidades de Piauí que la relacionan con las condiciones climáticas, en las que se destaca por encontrarse en lugares abiertos para recibir más sol (Sousa et al., 2017a). Podaxis pistillaris es común en regiones áridas y semiáridas de diferentes países y continentes y es considerado útil en la alimentación y como medicinal por grupos humanos en México e India (Chadha y Atri, 2015; Medina-Ortiz et al., 2017).
Los entrevistados conocen y describen los hábitats donde se encuentran los hongos. En el reconocimiento diferencian los hongos que tienen el suelo como sustrato de los que crecen en la madera. Se dan cuenta de que los macrohongos llamados sombrero y sombrilla siempre se encuentran en suelos que tienen detritos y en lugares húmedos, por lo que aseguran que solo encuentran grandes cantidades de ellos en épocas de lluvias abundantes. En cuanto a las orejas de palo, informan que están más presentes en la madera en descomposición o en plantas vivas y se pueden encontrar durante todo el año.
La indivisibilidad de las partes que componen los basidiomas y ascomas parece ser un aspecto común en las diversas poblaciones, puesto que también se registra en otras culturas, como entre los campesinos de la provincia de Córdoba, en Argentina, cuando enfatizan que los hongos no tienen partes; sin embargo, algunos términos específicos de determinadas partes surgen para los comestibles y medicinales, lo que les permite a los campesinos distinguir entre especies diferentes (Flamini et al., 2015).
Algunas especies de Phellinus Quél. (Hymenochaetaceae) que se encuentran en el noreste de Brasil se consideran parásitas y sus basidiomas se encuentran en plantas vivas y muertas en la Caatinga, durante la temporada de lluvias y también durante la estación seca (Drechsler-Santos et al., 2010). Especies de otros géneros, como Fomitiporia Murril., son conocidas como especies oportunistas no especializadas que influyen en la salud y propiedades de los árboles, penetrando inicialmente la albura a través de heridas, dañando el cámbium y dejando el duramen menos rígido (Terashima, 2013). Esta cita es respaldada por las observaciones empíricas de los entrevistados “La madera que tiene oreja, tiene una herida” (J.S.F., 70 años). La relación planta-hongo se observó en una población rural de la misma microrregión la cual percibe la enfermedad y muerte del hospedador a partir del conocimiento de plantas útiles (Sousa et al., 2017b).
Entre las especies enumeradas en el Cuadro 2, Daldinia concentrica (Bolton) Ces. & De Not., Podaxis pistillaris, Pycnoporus sanguineus y Schizophyllum commune Fr., que fueron encontradas en todas las comunidades visitadas y percibidas como útiles en la medicina local y para el ecosistema/naturaleza, son reconocidas por diferentes pueblos como comestibles y medicinales. Una de esas especies, Podaxis pistillaris, cuando joven es consumida frita o cocida por una comunidad rural en India y utilizada como medicamento cuando está madura (Chadha y Atri, 2015).
Algunos macrohongos con uso medicinal (Cuadro 2) ya han sido probados para actividad biológica: Daldinia concentrica (Bolton) Ces. & De Not. tiene acción antifúngica contra los patógenos Penicillium sp., Aspergillus fumigatus Fresenius, Aspergillus niger Tiegh., Aspergillus flavus Link. y Mucor indicus L., en India (Kavitha et al., 2011). En Brasil, la especie Pycnoporus sanguineus mostró actividad antibacteriana (Alves et al., 2012), y en Yemen, Podaxis pistillaris mostró actividad antibacteriana con efecto citotoxico (Al-Fatimi et al., 2006).
Las especies comestibles de los géneros Favolus Fr. y Lentinus conocidas y utilizadas en determinadas comunidades indígenas de la región norte de Brasil tienen un gran potencial de cultivo, lo que permite la expansión de su uso en otros grupos humanos de la Amazonía brasileña (Vargas-Isla et al., 2013). Para el semiárido nordestino, Lima y Gibertoni (2018) presentaron una lista de hongos nativos con potencial comestible en las comunidades locales y comentaron que la riqueza de macrohongos puede contribuir a la búsqueda de la soberanía alimentaria y la generación de ingresos para la población.
Conclusiones
En las áreas de recolección del Parque Nacional Serra das Confusões y en sus alrededores, existen especies de macrohongos con potencial para uso alimentario y medicinal. Sin embargo, a pesar de que los entrevistados notaron y demostraron contacto con la mayoría de estos macrohongos, poco se ha explorado para su uso.
Los estudios etnomicológicos son necesarios para recuperar y profundizar el conocimiento sobre la riqueza micológica y cultural de los macrohongos entre las poblaciones rurales del noreste del país.