INTRODUCCIÓN
Los españoles comenzaron a explorar la dilatada planicie pampeana del actual territorio argentino a fines del siglo XVI y encontraron diferentes sociedades indígenas que se dedicaban a la caza, pesca y recolección desde 7000 a. C., por lo menos. Tanto la arqueología como los registros coloniales tempranos documentaron la existencia de vínculos con los grupos que habitaban en las tierras bajas y fértiles de Chile; para el siglo XIX, estas sociedades habían constituido una gran unidad sociocultural, que se extendía desde el Pacífico hasta el Atlántico. Martha Bechis (2008a, p. 268) acuñó el término “área arauco-pampeana-norpatagónica” para referirse a este amplio espacio en donde ninguna agrupación o unidad política era capaz de reproducirse independientemente y el mismo señala la dependencia mutua entre las unidades que la componían, que a su vez competían entre sí y contribuían al afianzamiento de la unidad del área. La especialización guerrera de los indígenas pampeanos, la organización comercial y burocrática criolla incrustada en los grupos araucanos chilenos, los derechos de peaje, así como otros rasgos y procesos de cada unidad política, sólo pueden entenderse si se toma en cuenta toda el área que comprenden, pues el teatro de acción de los aborígenes soberanos yace en esta totalidad geográfica, aunque los Estados nación la hayan fraccionado ( Bechis, 2008a, p. 268 ).
El problema de la migración a la planicie pampeana de diferentes grupos indígenas provenientes de la vertiente occidental de la cordillera de los Andes se inscribe en ese marco. Los desplazamientos iniciaron a raíz del estallido de la guerra a Muerte en Chile, nombre con el que se conoce la última etapa de la guerra por la independencia y que tuvo lugar en el centro y sur del país entre 1819 y 1832. Ambos bandos procuraron atraer a los indígenas para fomentar rivalidades tribales antiguas. Aliados a caudillos locales, como los hermanos Pincheira, 2 recorrieron en montoneras 3 la región suroeste de Buenos Aires hasta que la mayoría se asentó en Salinas Grandes y Guaminí, lo cual provocó una transformación significativa de sus prácticas socioculturales con el establecimiento de una red de intercambio organizada y compleja. Estas migraciones alcanzaron su apogeo con la instalación de Calfucurá en Salinas Grandes, luego de la desarticulación de los boroganos 4 ( León Solís, 1982 , 1991 ; Bechis, 1984 ; Bengoa, 1991 ; Mandrini, 1984 ; Mandrini y Ortelli, 2002 ; Rocchietti, 2008 ; Villar y Jiménez, 2011 , Ratto, 2015 ; de Jong, 2016 ).
Los autores especializados en la frontera bonaerense han estudiado las características y problemas derivados del asentamiento de los caciques boroganos y salineros en la llanura pampeana en profundidad. Sin embargo, hay pocos estudios que examinan la presencia de indígenas transcordilleranos en el Mamüel Mapu 5 o País del Monte, nombre del territorio que poblaban los grupos indígenas ranqueles desde fines del siglo XVIII, lindante con las fronteras de las provincias interiores de Mendoza, San Luis, Córdoba y Santa Fe ( Barrionuevo Imposti, 1988, p. 145 ; Zink y Salomón Tarquini, 2014, p. 52 ; Tamagnini, 2015a , 2015b ). Esa deficiencia, relacionada con la poca atención que han recibido los otros tramos de la llamada frontera Sur argentina , ha dificultado la construcción de marcos explicativos que identifiquen de forma simultánea las diferencias y semejanzas de los procesos ocurridos en las distintas partes de esa frontera. Este trabajo busca avanzar en esa dirección, ya que su foco está puesto en la conflictividad entre ranqueles y cristianos en la frontera sur de Córdoba entre 1836 y 1852, y se inscribe en una línea de análisis dedicada a indagar en las articulaciones políticas de los ranqueles con otras fuerzas sociales durante los años de la confederación rosista, nombre otorgado en la historia argentina al período de las autonomías provinciales 6 , comprendido entre 1829 y 1852, cuando la provincia de Buenos Aires impuso su dominio económico y político sobre el conjunto de las provincias interiores y litorales a través de su gobernador, Juan Manuel de Rosas.
En otros trabajos se han estudiado las vinculaciones entre los bárbaros del Sur y salvajes unitarios , quienes buscaron refugio en las tolderías ranquelinas después de haber sido derrotados por los federales en 1841 ( Tamagnini 2016a , 2016b ). Este trabajo busca profundizar ese análisis y examinar los nexos establecidos con los indios chilenos que se desplazaban anualmente hacia las tolderías ubicadas en el Mamüel Mapu, así como tomar en cuenta las dificultades que suponía esta alianza de diferentes grupos indígenas para el gobierno de la Provincia de Córdoba. En uno de los momentos de mayor conflictividad del federalismo rosista, la complejidad y multiplicidad de los vínculos generados en el seno del territorio ranquel no sólo permitió la recuperación demográfica y económica de esta parcialidad, sino que puso en jaque al gobierno de Córdoba, acosado por despoblamiento, sublevaciones, deserciones, penurias económicas, etcétera.
El análisis de los nexos entre los ranqueles e indios chilenos requiere detallar el alcance de este último término –que autores como Mandrini y Ortelli (2002) consideran anacrónico– antes de la incorporación de la Araucanía al Estado nacional chileno a fines del siglo XIX. No obstante, dichos autores reconocen que algunos caciques solían esgrimir su condición de chilenos o argentinos en sus tratativas con las autoridades, ya sea por conveniencia política o necesidad de diferenciarse de otros caciques o grupos a la hora de convenir acuerdos ( Mandrini y Ortelli, 2002, p. 251 ). Por su parte, al examinar el problema de los rótulos identitarios, Nacuzzi (2014) plantea la conveniencia de apelar al “vocabulario de espera de las fuentes” y no a las etiquetas elaboradas por la etnografía de mediados del siglo XX. Esta última propuesta resulta pertinente para los fines de este trabajo, pues se trata de un término muy presente en la documentación de frontera 7 (tanto de autoría cristiana como indígena 8 ) para referirse a los grupos que circulaban hacia las pampas desde la vertiente occidental de la cordillera de los Andes. En la década de 1840, la expresión era empleada para indicar lugar de origen y no el territorio de un Estado nacional. Como sinónimos del anterior, también se utilizaban los vocablos moluche, muluche, molucho o mapuchis . 9
Las fuentes localizadas en el fondo de Gobierno del Archivo Histórico de la Provincia de Córdoba (AHPC) y la Secretaría de Rosas del Archivo General de la Nación (AGN) de Argentina permiten documentar la presencia de indígenas provenientes de la Araucanía en las tolderías ranquelinas y la frontera sur cordobesa. Las memorias de Santiago Avendaño, cautivo de los ranqueles durante siete años, también constituyen un aporte importante ( Hux, 2004 ).
El trabajo está organizado en dos secciones, la primera ofrece una síntesis histórica del sur de Córdoba, siguiendo el hilo conductor de las guerras que afectaron ese espacio durante el lapso mencionado. En la segunda, se rastrea la presencia de indios chilenos en Mamüel Mapu y la frontera sur cordobesa, reconstruyendo los nexos con ranqueles, refugiados unitarios y algunos funcionarios chilenos que intervenían en los acontecimientos de la tierra adentro .
EL SUR DE CÓRDOBA EN GUERRA
Las tierras del sur de Córdoba se ubican en el borde occidental de la llanura pampeana. Los españoles llegaron a ellas muy tempranamente y las incluyeron en la gran merced de los descendientes de Jerónimo Luis de Cabrera, fundador de la capital. 10 Su control territorial quedó sujeto rápidamente al conflicto oscilante con los indígenas que poblaban las pampas, lo cual provocó que, hacia mediados del siglo XVIII, se creara un fuerte en la Punta del Sauce (actualmente La Carlota). Poco después y frente a la necesidad de custodiar el camino de las pampas , que conectaba Buenos Aires con Cuyo y Chile, se construyeron otros dos en Las Tunas y Santa Catalina. Cuando Rafael Núñez, marqués de Sobremonte, se hizo cargo de la recién creada Gobernación Intendencia de Córdoba del Tucumán en 1783, decidió reforzar esa estructura primigenia intercalando nuevas fortificaciones y conformó una línea constituida por fuertes y fortines con 20 km de distancia entre sí aproximadamente, los cuales son Concepción del Río Cuarto, San Bernardo, Reducción, San Carlos, Pilar, Punta del Sauce y, próximo al Saladillo, San Rafael. Muchos años después, durante la etapa rosista (1829-1852), el recrudecimiento del conflicto con los ranqueles y su proximidad geográfica incitó el avance de la construcción de dos nuevos fuertes (Achiras y Los Jagüeles) y el reforzamiento del ubicado en Santa Catalina, lugar en donde la “fertilidad de los terrenos y abundancia de agua” 11 , invitaban a levantar una verdadera fortaleza.
Alrededor de estas fortificaciones nacieron caseríos que cobijaban a los hombres que las defendían, además de algunos comerciantes, curas y vivanderos. También había población rural en las pedanías de la villa de la Concepción, Piedra Blanca, San Bartolomé, Achiras, villa de La Carlota y Reducción y sus economías domésticas giraban en torno a la cría de ganado ovino y los tejidos, que luego trocaban por otros productos con los mercachifles que recorrían los campos. No obstante, la baja población de la región de llanura fue una constante que impidió la afirmación territorial y organización estatal provincial.
Al sur de la línea militar se encontraban los ranquil-ches , rancacheles , o ranqueles . Su instalación en Mamüel Mapu se habría producido en el último tercio del siglo XVIII, luego de una larga migración desde las tierras del este de la cordillera. Actualmente, se considera que son el resultado de una mezcla de grupos provenientes de los llanos trasandinos (mapuchis), pobladores de los valles andinos (pehuenches) y la cuenca del Limay (huilliches) ( Villar y Jiménez, 2006 ). Hacia fines de la década de 1830, su estructura política se basaba en el cogobierno de dos linajes en continua competencia entre sí, que extendieron su poder hasta el fin de la frontera con los indígenas en 1879. Las cabezas de estos dos linajes fueron los caciques Payne-Calvan-Mariano Rosas y Pichún-Baigorrita.
En el período considerado en este trabajo, la base poblacional y económica de los ranqueles se habría visto comprometida por las sequías y ataques de Juan Manuel de Rosas y otros gobernadores que le habían delegado al primero la facultad de definir la política de fronteras ( Ratto, 2011, p. 176 ; Zink y Salomón Tarquini, 2014, p. 62 ). Entre los episodios más destacados de los enfrentamientos entre ranqueles y cristianos se pueden mencionar el sitio a la villa de la Concepción del Río Cuarto por parte del cacique Yanquetruz 12 en agosto de 1831, el asilo en las tolderías ranquelinas del coronel Manuel Baigorria tras la caída de la Liga del Interior y la Campaña al desierto, organizada por Rosas entre 1833 y 1834 para ampliar las tierras australes de Buenos Aires, Córdoba, San Luis y Mendoza. La columna cordobesa de esa expedición, al mando de José Ruiz Huidobro, le infrigió un duro golpe a Yanquetruz, pero no logró abatirlo, por lo que el gobernador de Buenos Aires dispuso la realización de nuevas acciones militares que cubrieron todo el territorio ranquel entre 1835 y 1836. También hay que considerar la matanza de un grupo de indios mansos que vivían en proximidades del fuerte de La Carlota, ordenada en abril de 1836 por el gobernador de Córdoba Manuel López, y el avance sobre los toldos de Carrané, instalado en el río Quinto. Aunque los ranqueles resistieron, las pérdidas habrían sido considerables ( Barrionuevo Imposti, 1988, p. 134 ; Fernández, 1999, p. 411-412 ; Mayol Laferrère, 1996, p. 88 ).
Aunque la reseña anterior muestra que la guerra constituye un aspecto central de las relaciones interétnicas, también hay que tener en cuenta la complejidad que adquirió en un espacio fronterizo como el sur de Córdoba, ya que las manifestaciones bélicas eran el resultado de diferentes niveles de conflicto. Las tradicionalmente denominadas guerra interétnica y guerra civil no recorrían caminos paralelos, sino que se intersectaban y yuxtaponían, complicando la distinción entre una y otra ( Tamagnini, 1998, p. 127 ). Esto se corroboró con el estallido de una serie de conflictos hacia fines de la década de 1830, muchos de ellos motorizados por los unitarios, que le dieron jaque al sistema federal –revolución de los Libres del Sur, conspiración de Maza, campaña de Juan Lavalle, levantamiento de la Coalición del Norte y el bloqueo francés– ( Halperín Donghi, 1980 ). En Córdoba, una de las sublevaciones más importantes ocurrió en 1840, cuando fuerzas vinculadas a la Coalición del Norte y a Juan Lavalle lograron destituir al gobernador y ocupar la ciudad capital, pero la insurrección sólo duró dos meses porque los federales recuperaron el control y reprimieron de forma drástica a todos aquellos que, a lo largo y ancho de la provincia, se habían rebelado. En el sur de esta jurisdicción, muchos escaparon de la represión refugiándose en las tolderías ranquelinas.
Finalmente, la guerra en la frontera sur de Córdoba tampoco puede pensarse de manera desarticulada del contexto internacional, ya que fenómenos como la guerra a Muerte o el exilio de los unitarios derrotados en Chile influyeron en los acontecimientos de la frontera con los ranqueles. Al mismo tiempo, la llegada de expediciones de carácter guerrero y/o comercial de indios chilenos a las tolderías ranquelinas intensificó el conflicto y puso a la defensiva al gobierno provincial. A continuación se examinan la multiplicidad de vínculos tejidos en Mamüel Mapu a raíz de los desplazamientos de indígenas de la ladera occidental de la cordillera hacia las pampas.
INDIOS CHILENOS EN MAMÜEL MAPU
Los vínculos (parentales, sociales, políticos, económicos) constituyen soporte principal de buena parte de las relaciones personales y sociales de cualquier grupo humano. Suponen reglas, prácticas y contradicciones específicas de cada trama histórica. Muchos perduran en el tiempo, pero otros sólo se dinamizan para conseguir un objetivo puntual en un momento determinado y pueden desaparecer una vez que lo alcanzan ( Reguera, 2017, p. 11 ). Las relaciones entre ranqueles y los numerosos grupos indígenas que llegaron a Mamüel Mapu provenientes de la falda occidental de la cordillera de los Andes, dan cuenta de un entramado de vínculos sociales complejos cuya principal base de sustentación era el parentesco entre distintos grupos a través de los intercambios matrimoniales 13 que generaban una red múltiple y compleja donde todos eran parientes. Si bien resulta difícil imaginarlos desde otras perspectivas culturales, los lazos entre familias emparentadas a través de las mujeres no sólo facilitaban los desplazamientos y el intercambio de bienes, sino que produjeron reordenamientos territoriales tanto en Araucanía como en Pampas ( Bengoa, 2007, p. 81-84 ; Bechis, 2010, p. 126 ; Bello, 2011, p. 56 ).
Además del parentesco, esta red de relaciones descansaba sobre tres factores estructurales internos: 1) la lengua hablada en ambos lados de la cordillera, 2) el sistema de pensamiento que integraba la innovación y el cambio sin perder su coherencia y 3) una estructura sociopolítica que rechazaba la concentración territorial y tendía hacia un movimiento centrífugo ( Bechis, 2008a, p. 278 ; Zavala Cepeda, 2011, p. 60) . Este último factor también es destacado por Bello (2011) cuando señala que la conjunción de estos dispositivos permitió la constitución de un territorio indígena integrado por espacios diferentes que no eran adyacentes o se encontraban geográficamente distantes, como es el caso de Araucanía y Pampas. Dicho territorio estaba conformado por rutas y espacios ganaderos, espacios de residencia y redes de alianza político- militares ( Bello, 2011, p. 38 ).
En relación con las visitas y viajes de indígenas provenientes de la Araucanía hacia la llanura pampeana, 14 Bengoa (2007) destaca la enorme importancia que tenía la ceremonia de la visita para una sociedad sin Estado como la mapuche. Las agrupaciones del oeste de la cadena montañosa organizaban largos viajes para concretar dicha ceremonia, que, además, eran parte central de la educación guerrera mapuche. La síntesis anterior contiene algunas claves que permiten avanzar en la identificación de los indios chilenos en el territorio ranquelino y la frontera sur cordobesa a partir de la documentación de frontera producida por gobernadores provinciales (Córdoba y Buenos Aires) y comandantes. Las numerosas cartas que enviaron los caciques ranqueles a las autoridades de gobierno a partir de 1840 se refieren también a los caciques chilenos, los que vienen de Chile y cabezas chilenos . La consignación por parte de los caciques Payne y Pichun de los nombres propios de algunos de estos caciques chilenos le otorga a estas misivas un valor añadido porque demuestra cuán contrastante era el discurso oficial del indígena.
Más allá de la visibilidad que tiene el término indios chilenos en la documentación aludida, el análisis del problema de su presencia en Mamüel Mapu y sus nexos con los ranqueles resulta complicado porque las fuentes, que remiten a diversos contextos de producción, no ofrecen suficientes elementos descriptivos que permitan ampliar los alcances del mismo. Son pocos los documentos que contienen detalles de movimientos, procedencia, destino y fuerzas que se desplazaban. Otro problema tiene que ver con las diferentes formas en que las autoridades de frontera escribían el nombre de un mismo cacique (de acuerdo con la pronunciación que escuchaban en mapudungun), lo cual complicaba la distinción entre individuo y lugar geográfico. A partir de 1840, aumenta la visibilidad de los indios chilenos en el registro documental debido a una mayor preocupación de los cristianos por señalar los nombres de algunos caciques y capitanejos, las relaciones de parentesco con los ranqueles, las razones por las que llegaban hasta las tolderías, la descripción del estado de las fuerzas, la composición de las comitivas que se desplazaban hasta la villa de la Concepción del Río Cuarto, etcétera. Por su parte, los nombres propios de los caciques se encuentran tanto en la documentación producida por autoridades fronterizas y de gobierno como en las cartas ranqueles, con menciones muy esporádicas de la parcialidad a la que pertenecían en ambos casos.
Para analizar el problema de la presencia de los indios chilenos en Mamüel Mapu y la frontera sur cordobesa, se toma como punto de partida la declaración ofrecida por uno de ellos de nombre José Millan, quien había sido tomado prisionero en una invasión indígena compuesta por “600 Indios de lanza y sable, y 100 de bolas, fuera de la mucha chusma de barones destinada á solo el obgeto de arrear [sic]” la cual había llegado hasta las puertas de la villa de la Concepción del Río Cuarto a principios de octubre de 1837 15 . Cabe señalar que, dentro del universo de la documentación de frontera , las declaraciones constituyen un tipo particular de documento porque reproducen un interrogatorio efectuado por un funcionario a un tercero con un protocolo o modelo preestablecido. Al mismo tiempo, en dichos documentos se produce una “transposición de lo hablado a lo escrito”, que procura reproducir los dichos del deponente con el mayor grado de fidelidad ( Nacuzzi y Lucaioli, 2015, p. 29-30 ).
La declaración José Millan tiene otra peculiaridad; no fue tomada en el puesto fronterizo como era habitual, sino en la ciudad de Córdoba, lugar a donde fue trasladado rápidamente. La hizo frente a Rafael Carrillo, “ayudante mayor de Caballeria de linea y Ayudante de campo de este Gobno” 16 y Mauricio Moyano, oficial 3.° de la Secretaría de Gobierno designado escribano. El hecho de que el prisionero fuera trasladado a Córdoba da cuenta de la importancia que el gobierno provincial le adjudicaba a la información que podía ofrecer. Por otra parte, como el declarante no hablaba español, Simón Cuevas (un lenguaraz muy conocido de este periodo) actuó como intérprete, prometiendo “referir con verdad y sin alteracion alguna todo lo q e el Indio José Millan contestase á las preguntas q e le hiciese [sic]”. 17 Este hecho evidencia una segunda transposición del mapudungun al español, en este caso, que alerta sobre la veracidad de lo dicho.
Preg do a q e Indiada pertenece el y los demas invasores dijo á los Chilenos.
Preg do Por quien han sido promovidos, en q e tiempo salieron de sus tierras, y q e numero es el q e ha venido: dijo q e fueron solicitados los Casiq s de su tierra p r el cacique Pichun q e fue de acá, q e de su tierra salieron luego q e se habrió la cordillera el año pasado, q e el num o seria como de mil quinientos, ó mil seiscientos de pelea, fuera de la chusma, Preg do Que caciques mandaban toda esta Indiadas dijo que dies incluso Pichun y q e son los siguientes: Miliqueú, Curuinca, Yacaér, Ancapi, Naguelgué, Callucura y Namuncura, hermanos, Cumiguan, Chequeta y Pichun, y q e después se reunio el casique Payne.
Preg do En q e lugar se reunieron todos p a emprender la marcha dijo: q e en el Rio Limaileú y q e luego q e pasaron la cordillera determinaron los Casiques invadir al Casique Alon 18 y sus tolderias q e p a el efecto le mandaron llamar á la Asamblea q e ivan hacer, q e vino acompañado de tres casiques mas y como veinte Indios, q e luego de haver llegado le sorprendieron y lo mataron á el y otro casique y la mayor parte de los veinte Indios quedando pricioneros los otros dos casiques é Indios q e no murieron, q e luego se apoderaron de las tolderias matando la mayor parte de los indios q e en ellas habia, y se tomaron todas las hac das q e tenian en gran numero tanto en caballadas como en ganado bacuno, p r cuyo interes los destruyeron y q e estas hac das eran de la Bahia Blanca donde Alon con sus indios havia invadido anteriorm te : q e concluida esta operac n se retiraron y camparon en dos divicin s , que Calluecura, Namuncura, Curriguala y Cheuqueta se cituaron en Utracan: Miliqueú, Curruinca, Yacaér, Ancapí, Naguelgué, Pichún y Payne camparon en Eurrenaque distante una división de otra como dos leguas, q e esta seg da Divicion mandada p r Meliqueú quizo invadir al casique Yanquelen p r el interes de apoderarse de sus hac das , lo que no verificaron p r haverselo estorbado el cacique Calluecura, q e mandaba la 1 a División, diciendolos q e no p r q e con Yanquelen eran unos mismos, q e invadiesen en la Villa del Rio 4°, ó donde mejor le pareciese: q e de allí marchó Meliqueú con los cinco casiques y la Division q e ha invadido á esta Prov a en num o de setecientos Indios de Pelea y como ciento de chusma, q e mucho num o de ellos venian armados de lanza y sable, otros de lanza sola, y como ciento con bolas.
Preg do Si estos casiq s tienen determinado permanecer mucho tiempo p a estar invadiendo, dijo q e los casq s de su tierra todos tienen la mira de regresar a donde estan sus familias, pero q e siempre les hande dejar á Pichun y Payne alg n num o de Indios de Auxilio.
Preg do Donde viven Pichun y Payne, dijo: q e ha oido decir q e en Quegüé. Que cuanto ha expresado és conforme a lo q e el Indio ha relatado sin alteración alg na conforme ha prometido p r el juram to q e tiene hecho en la q e se afirmo y ratificó leida q e le fue esta declaracion, y p r no saver firmar hizo una señal de cruz, y lo firmó dicho S. y el presente Escribano.
Rafael Carrillo +
Mauricio Moyano
Escribano [sic] 19
La declaración de José Millan expone un abanico de problemas sobre la dinámica de las relaciones entre diferentes grupos indígenas en las pampas, tales como las alianzas y conflictos de distintos caciques, la logística de los malones, la territorialidad y la presencia de los indios chilenos en Mamüel Mapu y la frontera sur cordobesa durante este período. Este último aspecto se considerará para los fines de este trabajo, poniendo atención, en primer lugar, a las preguntas formuladas por el gobernador de Córdoba, para quien lo más relevante era conocer “el mas o menos numero de elementos de guerra con que a la vez pueden contar los enemigos barbaros para realizar sus incursiones [sic]”. 20 En su análisis de la guerra contra los abipones en la frontera del gran Chaco, 21 Lucaioli señala que, por definición, ésta constituye una forma de contacto interétnico que obliga a las partes a tomar en consideración la lógica militar del otro, con una incidencia directa en quienes se encuentran enfrentados de manera voluntaria o involuntaria ( Lucaioli, 2011, p. 95 ). La necesidad de conocer dicha lógica militar se ve reflejada en las instrucciones expresas que recibían los funcionarios cordobeses, quienes debían sonsacar información sobre “que num o de Indiada ha sido la imbasora, que casiques la mandaban, que armamento, que rumbos tomaron, si unidos todos, ó dibididos, si ámas de los imbasores quedaron mas indiadas de pelea [sic]”, 22 la cual se incorporaba y cotejaba con otros datos que circulaban en la frontera sur de Córdoba y San Luis y era retransmitida rápidamente a Manuel López, quien la enviaba a su par porteño, Juan Manuel de Rosas.
Para ampliar la información ofrecida por el documento anterior, se establecerá quiénes eran los caciques chilenos , a qué parcialidades pertenecían, la cantidad de indígenas que se desplazaban, los momentos y caminos por donde lo hacían, los vínculos que tenían con los ranqueles y refugiados unitarios, como Manuel Baigorria, y el arribo a la villa de la Concepción de comitivas indígenas integradas por indios chilenos . Al mismo tiempo, se revisará el problema que, para el gobierno provincial, suponía su presencia en las tolderías ranqueles.
LOS CACIQUES CHILENOS Y SUS VÍNCULOS CON LOS RANQUELES
En las pampas, los indígenas transcordilleranos se proveían de haciendas, caballadas y raciones. Según Avendaño, entonces se pensaba que la razón por la que emigraban hacia el territorio ranquelche era que “se los consideraba siempre ricos en haciendas por los frecuentes robos que practican en todas las provincias fronterizas” ( Hux, 2004, p. 55 ). Desde su punto de vista, esta perspectiva no era acertada porque no habrían sido tan prósperos como “muchos creían pues si bien era verdad que siempre fueron un azote para las fronteras, no menos cierto es que habían sufrido terribles y ejemplares contrastes por las fuerzas acantonadas en cada punto” ( Hux, 2004, p. 55 ). En una síntesis reciente sobre la historia de los ranqueles, Zink y Salomón Tarquini rebatieron la perspectiva anterior, sosteniendo que, en realidad, los indios chilenos no se desplazaron hacia Mamüel Mapu por iniciativa propia, sino que respondieron al llamado de sus parientes pampeanos que necesitaban refuerzos para maloquear en la frontera o defenderse de las campañas organizadas por los gobiernos provinciales sobre su territorio ( Zink y Salomón Tarquini, 2014, p. 55 ). La documentación consultada para este trabajo confirma este punto de vista, pues a esta declaración de José Millán: “los Casiq s de su tierra” 23 habrían sido convocados ”p r el cacique Pichun q e fue de acá” 22 se le suma la apreciación del Comandante General de la Frontera del Sur, Juan Pablo Sosa, quien le informó al gobernador López en mayo de 1837 que: “A juicio del infrascripto no deben de ser otros los Indios q e se mueban q e los q e Pichun solicito chilenos, quando la inbasión de Painé”. 24
Ahora bien, ¿quiénes eran los caciques que conducían a los indios chilenos hasta el territorio ranquelino? Aunque su identificación nominal no es fácil, la documentación de frontera contiene datos que permiten avanzar en esa dirección; en algunos casos, se trata de un nombre único en medio de la descripción de diferentes acontecimientos, en otros, surgen listados de caciques como el señalado por el prisionero indígena que prestó su declaración en Córdoba, mecionado anteriormente. Como ya se indicó, estas listas respondieron a la preocupación de las autoridades por la seguridad de una frontera que se encontraba “desprovista de armas y caballos para repeler cualquier agresión”. 25
En julio de 1841, el gobernador de Córdoba le comunicó a su par bonaerense que tenía noticias sobre la presencia de 10 caciques chilenos en tierra adentro “en distancia de un dia de camino de Lebucó” 25 . Cada uno de ellos estaba acompañado por “cien Indios Araucanos, siendo el total de los de Lansa 800 y 400 de vola” 26 . Para ampliar la información, anexó una “Lista de los caciques chilenos qe se hallan en tierra adentro”, 26 conformada, en realidad, por 13 caciques: “Calbucurá, Namuncurá, Lemuran (Capitan), Quilipan, Chocorí, Clapi, Mariguan, Curruti, Quinchan, Clairequé, Colellan, Cheuquetá, Nagueteura”. 27 Pocos días después, enfatizando su aproximación con los salineros de Calfucurá (el principal interlocutor indígena de Rosas) y enemistad con los ranqueles, el gobernador de la provincia de Buenos Aires le envió a López una respuesta con objeciones a su lista porque consideraba que Calfucurá y Namuncurá tenían intenciones totalmente pacíficas, no aprobaban el “proceder de los Ranqueles” 28 y no los consideraban sus amigos. Para rematar, expresó que:
Los Ranqueles, pues que han estado viniendo serca de U. son los que no han hablado la berdad, pretendiendo haser creer que los chilenos han venido á robar, y que ellos los contenian, siendo por el contrario, los triunfos nuestros sobre los salvajes unitarios y la aproximación de los Indios chilenos, lo que ultimam te ha contenido a los Ranqueles [sic]. 28
El gobernador de Buenos Aires insistía en que no se vinculara a los indios chilenos con los ranqueles, a quienes consideraba traidores que no cumplían con lo prometido y hacían gala de un “falso infame modo de proceder” cuando daban asilo en las tolderías “al Salvaje unitario Baygorria y á otros salvajes unitarios”. 29
Más allá de la discrepancia entre Rosas y López respecto a quién era quién y los nexos entre distintos grupos indígenas, lo que queda fuera de toda discusión es la presencia del cacique Mariguan 30 en las tolderías ranquelinas en diferentes momentos de la década de 1840. Tanto la documentación de autoría cristiana como indígena lo refieren. Aunque no puede precisarse la fecha, Avendaño también da cuenta de una comisión integrada por “Marí-Guang, Güirca-ñamcú y Meli-nagüel” en los toldos de Pichun para “arreglar un tratado de paz sólido con los ranquilches” ( Hux, 2004, p. 121 ).
De la misma manera, es importante preguntarse cuáles eran las bases de sustentación de estos nexos. Los encargados de las relaciones con los indios de la villa de la Concepción del Río Cuarto ofrecen algunas precisiones que dan cuenta de la importancia del parentesco en la arquitectura de los vínculos, ya que posibilitaba reorganizar las alianzas; Mariguan habría sido “hermano carnal de Curuan y primo hermano de Payne como lo son estos dos ultimos entre sí [sic]”. 31 También le anunciaban a López que “á Payne le havian llegado cuatrocientos Indios Chilenos de visita con los caciques Namuncurá, Llebung-er, Llancan-er, Clapí, y Mariguan, de cuyo numero solo cien havian llegado donde Payne, y los trescientos quedadose en lo de Pichún pr venir mas á pie que á caballo [sic]”. 32 Muy pocos días después se habrían sumado otros 400 individuos “encabezados p r el Coronl Tori (Indio) y Capitanejos Llem-er, Ancapi, Montre”. 33 La presencia del cacique Mariguan también quedó registrada en la correspondencia indígena. Muy pocos meses antes de su muerte, ocurrida en setiembre de 1844, Payne escribía que “an llegado mi ermano Mariban y el cacique Calpi con dos cientos indios. Otro Cacique Picuchante llamado Critiano Pitian con dos cientos yndios estos dichos cacique bienen a mi tierra a bicitarme no a dar malones [sic]”. 34
Respecto a la cantidad de indios chilenos que llegaban hasta Mamüel Mapu, la falta de información cuantitativa sobre años determinados no permite reconstruir la secuencia completamente. En términos generales, se puede decir que los contingentes que arribaron a las tolderías ranquelinas durante el lapso considerado en este trabajo fueron numerosos (entre 200 y 1 600 individuos) y procedían de varios grupos de origen. Más allá de las precisiones que ofrece Payne cuando distingue entre “yndiadas chilenos y picunchez [sic]”, 35 es muy complejo hacer diferenciaciones étnicas. Según Payne, éstos venían para “saber si estoy bien tratando con U. ó si estamos desabenidos y para esto los necesito hasta después para mi desempeño [sic]”. 36 Entre los caciques picunche en sus tolderías, se encontraban “gancager, tori, yanpi y ebeger”. 37 En el marco de la política de fronteras del cacique ranquelino, este aviso constituía en realidad una demostración de fuerzas, que después suavizaba expresando que estos refuerzos no debían representar el menor peligro para Córdoba, ya que “mientras yo viva se la han de respetar”. 38
Las prevenciones respecto a los picunche dan cuenta de conflictos que, según Avendaño, eran de larga data. Si bien los muluche eran más poderosos y superiores en número, tenían una situación geográfica desfavorable respecto a los picunche, quienes controlaban el recurso estratégico de la sal; para buscarla, los primeros se dirigían en caravanas de ocho o más individuos en mancarrones viejos y mansos o en mulas, porque “eran inútiles para andar a caballo, no ensillan jamás un caballo que sea brioso o arisco” ( Hux, 204, p. 119 ). Por otra parte, el hecho de que les impidieran pasar por la única vía disponible de “Arauco a ésta” constituía un “trastorno irreparable” ( Hux, 2004, p. 119 ).
Las raciones y bienes que los ranqueles recibían de los gobiernos provinciales cuando se acordaban las paces con los “cristianos” también debieron resultar atractivas para los “indios chilenos”. 39 Según Avendaño, podían hacerse con parte de ellas siempre y cuando no delataran que “eran extraños” ( Hux, 2004, p. 55 ). El propio cacique Payne le explicaba a López la necesidad que tenía de “aserles parte [sic]” al “hijo de Quentecol el de Magin quelapin y otros mas caciques” que habían llegado acompañando a Mariguan “de los grandes regalos qe me ase mi amigo Lopez [sic]”. 40 Para sustentar estos vínculos, solicitaba “ochocientas yeguas una piesa de paño Colorada del qe me mando con Naguel Quintu dos piesas de bayeta colorada dos piesas de lienso una dosena de monturas una dosena de chaquetas y otra de pantalones de paño siquiera regular otra docena de ponchos tres cargas de aguardiente en barriles[sic]”. 41
El pedido al gobierno provincial efectuado por Payne adquiere mayor relevancia si se toma en cuenta la importancia que tenían las redes de parientes para estas sociedades, pues a través de mismas circulaban bienes, conocimientos y relaciones sociales que articulaban el ordenamiento territorial. Al respecto, Bello (2011) puntualiza que, en las sociedades tribales, los caciques no podían controlar en forma efectiva ni directa la totalidad de los territorios que les interesaban, pero los jefes menores con los cuales mantenían, casi siempre, relaciones de parentesco sí podían hacerlo y fueron los encargados de controlar territorios y recursos en menor escala, de los cuales el cacique principal obtenía bienes que aumentaban su prestigio ( Bello, 2011, p. 41 ).
Respecto a los itinerarios que seguían los indígenas transcordilleranos que circulaban hacia los toldos ranquelinos, es importante tener en cuenta que tanto en invierno, como en pleno verano, disminuían los recursos alimenticios drásticamente. El cruce de la cordillera hacia el este se hacía a fines del verano, con el retorno durante octubre y noviembre. Antes de cruzar definitivamente el cordón montañoso, recuperaban los animales en los ricos valles andinos ( Rojas Lagarde, 2002, p. 257 ; Villar y Jiménez, 2011, p. 119-120 ; Zink y Tarquini, 2014, p. 57 ). La distancia recorrida desde su lugar de origen hasta los toldos ranquelinos era 900 km, aproximadamente y, si bien la documentación consultada no ofrece muchas referencias del trayecto, se puede decir que utilizaban dos grandes vías de comunicación; la primera, situada más al norte y conocida como “Camino de la travesía”, fue la que siguieron los viajeros chilenos Justo Molina (1804-1805) y Luis de la Cruz (1806), conectaba al país de los pehuenche con Mamüel Mapu y cruzaba la cordillera de los Andes a través del paso de Antuco –también llamado de Pichachén– recorriendo el norte neuquino hasta ingresar al sur de Mendoza y llegar a la actual provincia de La Pampa, tocando Puelec –actual Puelén– y, más adelante, Meucó, en donde se tomaba el camino de las Víboras durante un tramo –hasta Quenque– para después doblar hacia el norte, desde la rastrillada de las Pulgas hasta Leuvucó. La segunda ruta se conoce como “Camino de los chilenos”; tenía varias ramas que cruzaban desde Chile –las regiones actuales IX y X–, hacia las zonas neuquinas de Aluminé y Pulmarí, o desde Villarrica, más al sur. Esta vía era transitada por los boroganos y salineros ( Mollo y Della Mattia, 2009 ).
Algunos caciques chilenos llegaron hasta la villa de la Concepción del Río Cuarto. Lo hicieron integrando alguna de las numerosas comitivas ranquelinas que, en los períodos en los que disminuía la confrontación bélica, se acercaban a este poblado fronterizo a buscar las raciones estipuladas en los tratados de paz, intercambiar productos, curar sus enfermedades, etcétera. Algunos de los listados confeccionados por Valentín Bargas y Martín Quenon (encargados de las relaciones con los indios en la villa de la Concepción) contienen los nombres de indios chilenos que integraban las comitivas que llegaban hasta la frontera. Por ejemplo, el 7 de septiembre de 1844 una de las comitivas que arribó estuvo integrada por:
Toriano hijo del Casique Mariguam
El api Capitanejo de Idem
Caniumil Idem del Cacique Montré
Antiñam sobrino del Cacique Llancan–er
Colepi del Capitanejo Llanquil
Cayulet del Indio Mococho citado en la carta de Salbo. 42
Los mismos funcionarios señalaron que el hijo del cacique Mariguan fue “hospedado con la distinción conveniente” 43 en la casa de Martín Quenon 44 , vecino destacado del lugar, lo cual es inédito porque no existen otras referencias similares ( Tamagnini, 2015b ). Además, esta comitiva llevó hasta la frontera una carta que Domingo Salvo 45 , Capitán de Amigos 46 de Santa Bárbara en Chile, le había enviado a Payne, quien la remitió a la Villa de la Concepción en señal de buena amistad, aunque es probable que el motivo de esta carta de Salvo haya ido mucho más allá del deseo de conservar la amistad o influencia sobre la tribu ( Rojas Lagarde, 2002, p. 244 ), pues, como ya se ha visto, los avisos de este tipo no sólo se enviaban para que el gobierno conociera los movimientos en la tierra adentro , sino para que los ranqueles pudieran obtener algún tipo de ayuda económica para sostener y agasajar a los visitantes. Dicho en otros términos, “se cobraba en obsequios la información que se daba sobre los movimientos intraétnicos y se garantizaba, de alguna manera, el control de la frontera” ( Ratto, 2011, p. 178 ).
La vinculación del funcionario chileno Domingo Salvo con el cacique Payne complica el análisis de las articulaciones y alianzas producidas en el territorio ranquelino en la década de 1840; una manera de abordarlo fue a partir del análisis de unas actuaciones judiciales iniciadas en Mendoza, donde interviene otro funcionario chileno que también tenía nexos con los ranqueles.
ARTICULACIONES MÚLTIPLES EN EL MAMÜEL MAPU
La “Campaña al desierto”, organizada y ejecutada por Rosas en 1833, y las incursiones de los años siguientes contra los ranqueles dejaron a éstos sumidos en una crisis económica y demográfica. Para recuperarse de sus efectos, apelaron a la estrategia de flexibilizar los límites étnicos al incorporar indígenas de otras parcialidades, como los indios chilenos y los boroganos dispersos, luego de que Calfucurá matara a sus caciques Rondeau y Melin en Masallé ( Jiménez y Alioto, 2007 ; Villar y Jiménez, 2011, p. 144 ).
En trabajos anteriores se ha abordado el estudio de los renegados y refugiados que se instalaron en las tolderías ranqueles desde inicios de la década de 1830; el más conocido fue el coronel unitario Manuel Baigorria, quien participó activamente en el diseño y ejecución de la política de fronteras desplegada por los caciques Payne y Pichún frente a los gobernadores de Córdoba y San Luis. Además de vincularse con los caciques a través del parentesco –se casó con una hija de Coliqueo y era considerado hijo en el linaje de Yanquetruz–, Baigorria se puso a la cabeza de malones sobre las fronteras de esas provincias en numerosas ocasiones, sobre todo cuando ingresó una nueva oleada de unitarios derrotados a las tolderías después de 1841. Estos malones constituyen un ejemplo de articulación política no sólo por su composición –ranqueles, indios chilenos y refugiados unitarios de diferentes provincias–, sino porque eran dirigidos por cristianos que a su vez estaban vinculados con fuerzas que se oponían a los gobiernos provinciales ( Tamagnini, 2016a , 2016b ).
A este complejo entramado de vínculos urdido en Mamüel Mapu deben sumarse las acciones de algunos funcionarios chilenos, quienes, como Juan Antonio Zuñiga 47 y Domingo Salvo 48 , intervinieron activamente en los acontecimientos de la frontera pampeana, se disputaron el control de diferentes grupos indígenas y tejieron nexos con los ranqueles para asegurar su intervención en el negocio ganadero ( Varela, 1999 ; Rojas Lagarde, 2002 ). La complejidad de esta trama puede dimensionarse en un sumario indagatorio llevado a cabo en 1847 en Mendoza contra José María Surita, Capitán de Amigos de la República de Chile, a quien Zuñiga había enviado a tierras cuyanas para atraer a los caciques amigos de Mendoza. Frente a la posibilidad de que Surita suscitara un levantamiento de los indios contra el gobierno de esta provincia, las autoridades lo tomaron prisionero e investigaron. El sumario está compuesto por varias declaraciones, entre las que se destaca la del cacique Cristiano, quien, cuando le preguntaron si tenía conocimiento de las incursiones de los “indios aliados del Gobierno de Chile” 49 en las provincias argentinas de donde se llevaban ganado que luego vendían en Chile, contestó lo siguiente:
Dijo: que sabe que los indios conocidos con el nombre de Muluches siendo estos varias tribus amigas del Gobierno de Chile y bajo el mando del sargento Mayor Comisario Zúñiga todos los años pasan las Cordilleras con previo consentimiento de Zúñiga y vienen á robar ganados á la República Argentina, con los que se vuelven á la de Chile y alli son vendidas por lo general en las fronteras de la Concepcion y otros varios puntos del Sud, no ignorando los compradores que esta hacienda es robada en las provincias Argentinas [...] Un tal Vicente Roa es comprador mas conocido, sin embargo que tambien los hay en las fronteras del Viovio como en San Carlos y Santa Barbara y de esta clase de tratos son tambien admitidos que está considerado como un comercio legal. Que por lo general los indios que vienen á robar á este lado se reunen con los del vandalo Salvage Unitario Baigorria y encabezados por este y el Cacique enemigo Pichum le ayudan y favorecen en sus incursiones regresando despues con su botin los indios que pertenecen á Chile en donde venden sus rapiñas como ya dejo declarado. Que los Caciques amigos del Gobierno de Chile y que se desprenden todos los años de las Cordilleras con el obgeto de venir á robar a éste lado en asociacion como he dicha ya, del Bandalo Baigorria son: Clapi, Mariguan, Curiñam, Quinputrur, y otros cuyos nombres no recuerda, pero que del ultimo sabe que es intimo amigo de Zúñiga. Que estos indios habitan en Borogá, y otros residen en distintos puntos al Sud de Chile, y cuando quieren envadir bajan por un frente á Patagones, pero muy distante tocan en el Aucá-Magüida que está entre los Rios Neuquen y Colorado los pasan y luego pisan los campos de los Ranqueles y se juntan con ellos. Que Zúñiga –hombre malo en todo sentido– participa de los robos que los indios hacen regalandole por el miedo que le tienen y cuando no esta satisfecho de lo que le dan el los hace robar. Declara tambien que ahora tres años fue á hacer una visita a su cuñado el Cacique Calfucurá, aliado del Gobierno de Buenos Ayres, y partió par aquel destino con conocimiento del Capitán de apellido Salvo que mando algunas tribus de indios pertenecientes al Gobierno de Chile, que este le facilitó cuatro hombres Cristianos para que lo acompañasen, llamado el uno Gales y el otro Nicasio Castillo no recordando los nombres de los otros dos, llevando estos cuatro individuos algunos efectos para negociar con los indios del vándalo Baigorria, por que teniendo que pasar por allí el declarante, lograba aquella ocasión lo que se efectuó así que llegaron á donde estaban dichos indios, quedándose ellos en estos toldos y efectuando al mismo tiempo su negocio por cambio que hicieron de recibir ganados vacunos y cabalgares, partiendo acto continuo el declarante para su destino como con cuarenta indios que llevaba y dejando á los mencionados cristianos en los toldos de Pichum hasta su regreso. Que habiendo llegado á donde estaba su cuñado Calfucurá permaneció con el muy pocos días y á su retorno le regaló algunos animales cabalgares volviendo de paso por los indios de Pichum y sacando los cuatro cristianos que había dejado allí. Que puestos en marcha para Chile traían entre todos un arreo como de 200 animales que así que llegó á Chile vendió una parte de su arreo á Dn. Juan Tagles que en sociedad del Señor Presidente Bulnes, tiene estancia en parage de las Canteras, y lo mismo lo hicieron á la vez los indios que él llevaba pues toda la hacienda fue enajenada en aquellos puntos y a diferentes estancieros, sabiendo todos los compradores que era traída de los indios del Vandalo Baigorria, y que con respecto al arreo que llevaban los cuatro Cristianos estos se dirigieron con el á Santa Barbara donde está el Capitán Salvo. Que cuando se vino de los indios del Vándalo Baigorria se le agregó á su comitiva un oficial de apellido Gatica que estaba al servicio de aquel Salvage, y cuando llegó al pueblo de los Angeles le mandó de regalo una carga de géneros al vándalo Baigorria, y según supo se la había fiado un tal Ruiz Comerciante. Que este mismo Gatica sabiendo que el declarante se venía á presentar á Mendoza, se unió á él y según le manifestó traía la intención de presentarse también al Gobierno de esta provincia, mas ignora por que motivo se le ha quedado el expresado Gatica en la estancia de don Manuel Ferrari sita en el Malgüe. Que respecto á Zúñiga se le había olvidado declarar tiene tres hermanos y estos están distribuidos, el uno con los indios del Cacique Mariguan, el otro con los Araucanos, y el último en otra tribu, siendo los tres capitanes y lenguaraces que encabezan estas tribus y bajo las ordenes de José Antonio Zúñiga [sic]. 49
La declaración del cacique Cristiano deja a la vista que la simultaneidad y superposición de diferentes niveles de conflicto iba mucho más allá de la intervención activa de los indios en las luchas políticas de los cristianos . El entramado que hacía peligrar la seguridad de la frontera revela un nivel de política indígena y cristiana que sugiere un transfondo internacional. En un marco de fragmentación política, también adquieren enorme relevancia las conexiones de los indígenas con los enemigos políticos; a la contraposición Calfucurá amigo de Buenos Aires y enemigo de los chilenos , se suma la de Pichun como enemigo de Buenos Aires y amigo de los indios chilenos y del “vándalo salvage unitario Baigorria”. 50 Sin embargo, paradójicamente, la dinámica del conflicto interétnico y de las guerras civiles juega un rol importante en el fortalecimiento de los vínculos de todos con todos tanto en la tierra adentro como en las fronteras: caciques que, como Cristiano, recorrían los toldos de Pichún y Calfucurá (con quien tenía relaciones de parentesco) acompañados por cristianos designados por funcionarios chilenos que tenían contactos con ranqueles y unitarios en las tolderías, indios chilenos que conducían a refugiados unitarios como Gatica a un destino más seguro en Chile, etcétera.
CONCLUSIÓN
El estudio de las fronteras indígenas del siglo XIX muestra que no sólo están determinadas por la conflictividad interétnica, sino por líneas de conflicto propias de cada uno de los grupos involucrados. En el caso de la frontera sur de Córdoba, la trayectoria de los ranqueles en las pampas y los procesos sociopolíticos de Argentina y Chile en el siglo XIX deben ser examinados, necesariamente, en forma simultánea y como parte de un proceso único. En ese marco, la etapa de las autonomías provinciales constituye un lapso temporal de singular riqueza y complejidad, ya que las tensiones entre ranqueles y cristianos se superponen y complementan de manera permanente a los enfrentamientos entre unitarios y federales.
La documentación de frontera constituye una herramienta imprescindible para constatar la emergencia paradójica de nexos múltiples y complejos tanto al interior de las sociedades indígenas, como con los cristianos que se habían refugiado en las tolderías o negociaban con ellos, aun cuando provenían de las tierras del oeste de la cordillera. La amplia gama de vínculos construidos en el corazón de Mamüel Mapu hablan de dos mundos enfrentados, pero profundamente interconectados y aunque pueden ser abordados como unidades de análisis independientes, las intersecciones son permanentes.
La reconstrucción de procesos históricos a partir de fuentes siempre es una operación fragmentaria. No obstante, se puede avanzar en el estudio de la trayectoria particular de los ranqueles en las pampas a partir de la identificación de los diferentes caciques, sus vínculos parentales, los territorios que controlaban, la forma como se desplazaban, los itinerarios que seguían y la manera en que se vinculaban con otras fuerzas sociales. A su vez, la complejidad de los procesos desatados en la Confederación Argentina en un momento de máxima fragmentación política permite avizorar los dilemas que agobiaban al debilitado gobierno de la Provincia de Córdoba, obligado a enfrentar fuerzas heterogéneas en su composición, pero unidas por una actitud de resistencia común. La exposición de las múltiples articulaciones que tuvieron lugar en el territorio ranquelino posibilita el establecimiento de algunos de los mecanismos que permiten que fuerzas sociales en conflicto se imbriquen y complementen.