INTRODUCCIÓN
En los Archivos de la Sociedad Histórica GLBT de la ciudad de San Francisco, California, se puede encontrar un documento fascinante que abre las puertas a un complejo mundo de intrigas cortesanas. Se trata de una hoja volante que, aunque no es particularmente antigua, invita con gran pompa a participar de una ceremonia de coronación, como si se tratase de un desaparecido imperio o de una realidad ajena al continente americano. Los detalles atraen aún más. En inglés, la hoja marca con grandes letras la ocasión: First Imperial-Royal Election Coronation (figura 1). La parte superior se encuentra decorada por un escudo de armas que, dividido en cuatro particiones, reproduce a su vez los escudos del Segundo Imperio Mexicano, el del estado de Baja California, el de Baja California Sur y el de la ciudad de Tijuana. Unidos al centro por el escudo nacional mexicano, con una corona en la parte superior y rodeados de laureles, estos elementos conforman el blasón de La Casa Real-Imperial de Tijuana, Baja California, México. El evento tendría lugar el 17 de septiembre de 1983 y, según se indica en la hoja, incluiría un baile, un show y la celebración de cortes. El tema de la gala sería Liberation is independence (Liberación es independencia) y la entrada tendría un costo de 500 pesos mexicanos o 5 dólares estadounidenses (José Sarria Papers, 1983a).
La aparente fastuosidad que se puede apreciar en la invitación de este evento es propia de una tradición de parodia y exageración de la subcultura gay-travesti, y su celebración en la ciudad de Tijuana es evidencia de una comunicación transfronteriza que no había sido documentada hasta ahora. La Casa Real-Imperial de Tijuana fue una organización de beneficencia que formó parte de una compleja red internacional de cortes imperiales con origen en Estados Unidos, cuya labor altruista la puso en contacto con las primeras organizaciones de liberación homosexual o lésbico-gay (hoy LGBTIQ+) en ambos lados de la frontera.2 Se trata de un circuito particular de espectáculos travesti o drag3 que, si bien, estuvo dominado por travestis y varones gais, contó con la participación de una variedad de sujetos cuya orientación sexual, identidad de género o expresión de género contravenían las normas sociales y los situaban en los márgenes de sus comunidades. Además de su carácter social y festivo, las cortes imperiales se han abocado a la recaudación de fondos.
Documentar la historia de esta organización permite una aproximación a la historia reciente de la diversidad sexual, a las categorías de identidad que la integran y a las complejas dinámicas políticas, sociales y culturales de la frontera noroeste de México. La cercanía geográfica entre San Diego y Tijuana favoreció la circulación de ideas, de personas y de recursos para hacer frente a las problemáticas de las poblaciones LGBTIQ+ de la región, en un momento en el que sus lenguajes se encontraban aún en construcción. La Casa Real-Imperial de Tijuana se insertó en esta dinámica, conectando las prácticas de la subcultura gay-travesti con el activismo LGBTIQ+. Desde la década de 1980, este activismo abandonó paulatinamente el lenguaje liberacionista que caracterizó las primeras etapas de movilización homosexual o lésbico-gay e hizo frente, por medio de la ayuda mutua, a las políticas neoliberales de reducción del gasto social, articulando sus reclamos en el marco del discurso de los derechos humanos.
El lenguaje liberacionista de los primeros años de movilización LGBTIQ+ (antes liberación homosexual) en México ha sido documentado por trabajos como el de Argüello Pazmiño (2014). El caso argentino es uno de los más estudiados en Latinoamérica (Simonetto, 2017; Ben e Insausti, 2017). Sin embargo, hacen faltan estudios que describan cómo estas movilizaciones se transformaron en los últimos años del siglo XX, atendiendo también al aporte de Connell y Dados (2014) en torno al neoliberalismo en los contextos del sur global y a la forma en que las comunidades se adaptaron a las crisis económicas, abandonando el relato de que el neoliberalismo fue sencillamente impuesto desde el norte.4 En la frontera noroeste de México, la relación del activismo LGBTIQ+ con la red gay-travesti de las cortes imperiales da cuenta de la pervivencia de la solidaridad en los circuitos de sociabilidad y de la fuerza de una subcultura que continuó haciéndose presente en distintas etapas de la movilización.
Si bien La Casa Real-Imperial de Tijuana no existe como tal hoy, el legado de la organización llega hasta nuestros días con otros nombres, gracias al trabajo comunitario de quienes que le han dado continuidad a sus bailes y coronaciones en México, así como a su actividad de beneficencia. La pervivencia de este circuito, así como su insistencia en reclamar su memoria histórica, obliga a repensar la relación de los hallazgos de archivo con otras metodologías de investigación, pues a pesar de la continuidad de su trabajo y de sus distintos legados, la historia de esta organización fronteriza aún está por escribirse. En las siguientes páginas se presentan avances de un trabajo en curso y se ofrece un primer acercamiento para documentar la historia de La Casa Real-Imperial de Tijuana. También se propone una ruta de investigación que parte del archivo para llenar los huecos de una historia viva, que no ha llamado la atención de la academia hasta ahora.
Es así que el texto desarrolla diversos elementos. En la primera sección se exponen los orígenes de La Casa de Tijuana como parte de una red internacional de travestismo que emanó de la subcultura gay de San Francisco, California, en la década de 1960. La parodia de los modos cortesanos y de la simbología de la realeza, que a menudo adoptaba un cariz bastante serio, destaca como característica central de este circuito. En la segunda sección se presenta el surgimiento de La Casa de Tijuana como parte de esta red y la forma en que los símbolos de la organización se adaptaron a las sensibilidades nacionalistas y regionales de México y Baja California. En las secciones tres y cuatro se muestra un conflicto diplomático que se desató entre las vecinas cortes de Tijuana y San Diego en el año de 1988, así como el componente racista y xenófobo del desencuentro. Las evidencias sugieren que, en la parodia de los imperios, se colaron algunos ejercicios muy reales de exclusión que negaban la posibilidad de autonomía de una corte mexicana.
Así mismo, en la quinta sección se presenta algo de lo que se puede saber sobre la historia de La Casa de Tijuana después de aquel episodio. Estos años de actividad estuvieron marcados por la crisis provocada por la pandemia de VIH-sida que, si bien mermó la participación, activó expresiones de solidaridad y apoyo comunitario. Aunque los circuitos de La Casa de Tijuana no estuvieron exentos de fricciones en aquellos años, dieron espacio para la exploración de las identidades, cuya complejidad pone en duda la estabilidad de los compartimentos estancos que se han elaborado para construir un lenguaje sobre la diversidad sexual. Finalmente, en la sección seis se explica la desintegración de La Casa Real-Imperial de Tijuana y la formación de una nueva red de activismo gay-travesti que, paralela a la original, reclama hasta hoy sus orígenes históricos y busca hacer frente a las prácticas de exclusión que marcaron las turbulentas relaciones diplomáticas de los imperios fronterizos. Esta nueva red celebra su diversidad étnica y cultural, así como las distintas identidades sexuales y de género que se dan cita en sus cortes imperiales.
Esta historia permite explorar distintos aspectos de la cultura, de la identidad y del activismo gay-travesti en la frontera noroeste de México. Particularmente, se documenta la contribución de los circuitos travesti a la conformación de espacios de sociabilidad, solidaridad y ayuda mutua en Tijuana, superando la preocupación académica por su participación en el mercado de trabajo sexual (Castillo, 2006a, 2006b), así como el énfasis en los procesos de transición de género de la población trans (Domínguez Cornejo, 2014). En ese sentido, este trabajo busca sumar referentes regionales de sociabilidades trans, como aquellos que otras investigaciones han aportado desde el centro del país (Prieur, 2014; Gutiérrez Martínez, 2022). Finalmente, también contribuye a una historia transnacional del activismo LGBTIQ+ que, en vez de poner atención a los intercambios entre organizaciones o activistas a través de viajes o el contacto epistolar –como ya lo han hecho Macías-González (2014), Simonetto (2020) y Grinnell (2016)– destaque el espacio de la frontera como sitio de intercambio y de comunicación constante.
LA EMPERATRIZ JOSÉ I DE SAN FRANCISCO
La invitación a la primera coronación de La Casa Real-Imperial de Tijuana forma parte de la colección personal de José Sarria, un acervo histórico de dimensiones importantes, cuyas 130 cajas suman casi 20 metros lineales de documentación. La extensión de esta colección representa un reto y, a la vez, una oportunidad para relatar la historia de cómo una subcultura devino en una organización de beneficencia internacional. De origen colombo-español, Sarria nació en la década de 1920 en la ciudad de San Francisco, en donde vivió la mayor parte de su vida, y es considerado uno de los pioneros del movimiento LGBTIQ+ en Estados Unidos (Gorman, 1998).
José Sarria es recordado como referente importante de la historia de la diversidad sexual por presentar espectáculos travesti o drag en el bar Black Cat, uno de los primeros sitios de resistencia de hombres gais, travestis y mujeres trans a la persecución policiaca durante las décadas de 1950 y 1960. Allí, Sarria interpretaba arias de ópera que modificaba para parodiar la situación de asedio a la diversidad sexual en San Francisco. De él sería la idea de portar un distintivo en forma de un gato –alusivo al nombre del bar– que advertía “soy un hombre”, útil para que travestis o drag queens se enfrentaran a los policías que argüían que era ilegal engañar en las calles portando una vestimenta que no correspondía con el género asignado. En 1961, Sarria llevó sus reclamos al terreno político como el primer hombre abiertamente gay en postularse a un puesto público en Estados Unidos. Aunque Sarria no logró ganar su puesto en la junta de supervisores de San Francisco –como lo haría Harvey Milk años más tarde–, su candidatura ayudó a dar visibilidad al llamado Movimiento Homófilo, antes del emblemático surgimiento del Movimiento de Liberación Gay tras los disturbios de Stonewall (D’Emilio, 1983).
En 1964, José Sarria haría nuevamente historia al proclamarse como su majestad real, emperatriz José I de San Francisco, viuda de Norton. El nombre hacía referencia a Joshua Norton, célebre habitante de San Francisco que, a mediados del siglo XIX, se autoproclamó emperador de Estados Unidos y protector de México. El acto paródico de Sarria, que aludía además al carácter real de las drag queens o reinas drag, instauró una compleja tradición en el mundo de los espectáculos travesti (Gorman, 1998). Desde entonces, la emperatriz José I es considerada la madre fundadora del Sistema Internacional de Cortes Imperiales (SICI), que hasta el día de hoy es reconocida como la segunda organización de beneficencia LGBTIQ+ más grande del mundo, únicamente superada por la Iglesia de la Comunidad Metropolitana (Sistema Internacional de Cortes Imperiales [SICI], 2023).5 El SICI se dedica a organizar espectáculos y eventos sociales de recaudación de fondos para distintas causas, la mayoría de ellas relacionadas con el apoyo a las comunidades LGBTIQ+. Las coronaciones anuales de cada Casa o corte, en las que se elige al emperador y a la emperatriz, suelen ser un evento central dentro del Sistema. Así, el SICI también aglutina una compleja red de grupos cuyas prácticas remiten a una larga tradición de las subculturas gais.
Elaborar una historia analítica y crítica del SICI resulta, en sí misma, una tarea productiva para la historia reciente de la diversidad sexual. Sin embargo, explicar su crecimiento y su consolidación –desde la década de 1960 hasta hoy– requeriría una obra de más largo aliento. Aunque la organización es bien conocida en Estados Unidos gracias a la labor de periodistas, de distintas organizaciones LGBTIQ+ y del propio SICI, esta casi no ha sido objeto de discusión académica desde los estudios de género, salvo contadas excepciones (Retzloff, 2007; Drushel, 2016). El estudio de las cortes imperiales podría contribuir al conocimiento de lo que Melissa M. Wilcox (2018) llama parodia seria en un estudio sobre las Hermanas de la Perpetua Indulgencia, organización similar que también surgió de la subcultura gay-travesti de San Francisco. Tal como las Hermanas realizan una compleja parodia de la Iglesia católica y de la vida monástica, en las cortes imperiales se parodia la pompa, la sofisticación y los protocolos de la realeza.
Esta parodia tiene efectos culturales, sociales, políticos y económicos que trascienden lo lúdico. Para las cortes imperiales, la parodia de la realeza posibilita a la organización comunitaria, así como la institucionalización de un complejo entramado de redes travesti o drag dedicadas a la recolección de fondos para la beneficencia. Sobre todo, como se verá más adelante, las cuestiones de protocolo al interior de la parodia son tomadas muy seriamente. Además, la parodia de género de los desfiles organizados por las cortes imperiales nos remite a otros referentes de las subculturas LGBTIQ+, como a los tradicionales bailes de debutantes, parte importante de la historia de la diversidad sexual en la primera mitad del siglo XX estadounidense (Chauncey, 1994).
En este sentido, elaborar una historia del SICI contribuiría a desestabilizar nociones fuertemente arraigadas en la historiografía sobre las diferencias entre la subcultura gay antes y después de los movimientos de liberación.6 También permitiría cuestionar las rígidas distinciones entre las organizaciones homófilas y las organizaciones liberacionistas que surgieron en el siglo XX (Huard, 2014; Katz, 1992; D’Emilio, 1983). En última instancia, la abundante documentación sobre las actividades del SICI es un terreno fértil para valorar los planteamientos de la teoría queer que, desde la década de 1990, ha puesto de relieve las transgresiones a las normas de género y la capacidad de re-significación de los repertorios culturales normativos mediante su parodia y exageración en los circuitos de la diversidad sexual (Meyer, 1994). Dadas las tensas relaciones que permitieron la llegada del SICI a México, valdría también sumar el uso del término cuir, como recurso para pensar los límites de esta aproximación teórica en contextos no angloparlantes (Torres Cruz y Moreno Esparza, 2021).
La aparición de una Casa Real-Imperial de Tijuana como una corte imperial reconocida por el Sistema Internacional es un capítulo poco conocido y poco documentado, para cuya reconstrucción resultaría necesario remitirse a la historia de la compleja red de cortes imperiales desde su aparición en 1965 en San Francisco. Esto exigiría una relectura crítica de la extensa documentación resguardada en el archivo personal de José Sarria, el cual conserva comunicaciones de la madre fundadora con las cortes de distintas ciudades de California. Hasta ahora, sin embargo, ningún trabajo parece haber puesto su atención a dichas fuentes para documentar la forma en que la red llegó a cruzar la frontera. Este primer acercamiento ha sido posible gracias a un escueto expediente catalogado simplemente con la etiqueta México, en el cual se conservan distintos documentos que dan cuenta de una tensa relación entre la comunidad de hombres gais, travestis, drag queens y mujeres trans de Tijuana, y las cortes de California, en Estados Unidos. Sucesivos acercamientos deberán explorar el resto del acervo documental de Sarria para elaborar un relato comprensivo que sitúe a La Casa de Tijuana como parte de una historia LGBTIQ+ transnacional y transfronteriza.
LIBERACIÓN ES INDEPENDENCIA
Según la hoja volante que introduce a este texto, La Casa Real-Imperial de Tijuana apareció en 1983 con la primera coronación que se celebraría el 17 de septiembre de aquel año (José Sarria Papers, 1983a). La documentación que acompaña a dicha invitación indica, sin embargo, que la relación de La Casa de Tijuana con las distintas cortes imperiales al otro lado de la frontera no era una novedad. La evidencia muestra que Napoleón VII, quien sería coronado como el primer emperador de La Casa de Tijuana, solicitaba la presencia de la mismísima emperatriz José I para participar de la ceremonia: “Mediante su función de coronación se establecerá un lazo internacional histórico de solidaridad: el primer Monarca de Estados Unidos y el primer Monarca de México” [traducción propia] (José Sarria Papers, 1983c, s. p.). Además, según un folleto dirigido a quienes viajarían hacia el sur para hospedarse en el Hotel Palacio Azteca y participar en la ceremonia en Marko Disco,7 La Casa de Tijuana había sido fundada el 20 de octubre de 1982 y reconocida como soberana e independiente el 4 de junio de 1983, mediante un tratado entre la corte imperial de San Diego y la de Tijuana (José Sarria Papers, 1983d).
Hasta entonces, todo parece indicar que la corte imperial de San Diego había considerado a Tijuana como parte de su esfera de influencia, probablemente realizando actividades en los centros nocturnos de la ciudad; de ahí que el tema de la ceremonia de coronación fuese Liberación es independencia, el cual combinaba referencias a la liberación gay y a la recién adquirida autonomía de La Casa de Tijuana. Seguramente, también aludía a la celebración de la Independencia nacional que se conmemoraba ese fin de semana en México.
Como se ve, a pesar de tratarse de una parodia de la nobleza, la forma en la que los cortesanos y cortesanas atendían a cuestiones protocolarias era bastante seria. De hecho, es precisamente esa atención al protocolo la que produce el archivo que permite documentar esta historia. Las cartas, las invitaciones, los programas y demás documentos que componen el archivo de José Sarria sobre las cortes imperiales son una puerta de entrada a las realidades LGBTIQ+ que no suelen ser documentadas por los archivos históricos tradicionales. En todo caso, la reproducción de unos códigos de conducta imperiales y monárquicos invita a pensar en su fuerte carga colonial. Esta carga podría ser autoevidente, en tanto que estos circuitos –marginales a la cultura dominante– recrean lenguajes y dinámicas coloniales particularmente relevantes a la luz de las reflexiones de la crítica poscolonial y el giro decolonial.8 Sin embargo, al participar de esta parodia, hombres gais, travestis, drag queens y mujeres trans contribuían a la resignificación cultural de sus códigos, reclamando para sí un aura de esplendor desde los márgenes de la sociedad que les suele ser negada.
Además, la situación de frontera en esta dinámica de la subcultura gay hacía aflorar otras sensibilidades nacionalistas que ya se podían apreciar en la primera ceremonia de coronación. Según Napoleón VII, la dualidad Imperial-Real de La Casa de Tijuana aludía a la relación de México con el resto del Sistema de Cortes Imperiales. En Tijuana, la coronación nombraría al rey y a la reina de Tijuana, que eran a su vez el emperador y la emperatriz de México. Así, en el Imperio de México podrían aparecer distintas Casas o cortes, pero su emperador se encontraría siempre en Tijuana (José Sarria Papers, 1990c). El primer emperador-rey de La Casa de Tijuana también explica que esta se fundó como prolongación del Imperio azteca, reconociendo a sus gobernantes desde Tenoch en 1325 hasta Cuauhtémoc en 1521 (José Sarria Papers, 1990c).
En sus actividades, La Casa de Tijuana promovió referencias constantes a su excepcionalidad respecto al resto de las cortes, resaltando su carácter específicamente mexicano. En ese sentido, la relación México-Estados Unidos en esta historia se aprecia tensa desde sus inicios. En la invitación a sus vecinos del norte con ocasión de la primera coronación en 1983, por ejemplo, La Casa de Tijuana se adelanta a potenciales fricciones y hace algunas advertencias de comportamiento:
Si no puede hacerlo en la calle principal de su propia ciudad en Estados Unidos, no lo haga en Tijuana. Hay una diferencia cultural, y si usted entiende esto, es considerado, cortés y generoso, recibirá muchas invitaciones a repetir su visita [traducción propia] (José Sarria Papers, 1983d, s. p.).
En los años por venir, las tensiones entre estos imperios fronterizos llegarían a adquirir el carácter de verdaderos conflictos diplomáticos.
La documentación conservada por José Sarria ofrece muchas pistas más sobre la historia de La Casa Imperial-Real de Tijuana en los años siguientes a su fundación. Las coronaciones que año con año se celebraban en distintos bares de la ciudad eran el evento central del calendario y en ellas se elegía al emperador y a la emperatriz que regirían durante al menos un año, pues en ocasiones hay evidencias de reelecciones. Para la selección de los nuevos gobernantes, los miembros de la corte y el resto de los invitados a la coronación votaban con un talón que se desprendía de su boleto de entrada (José Sarria Papers, 1983b). Sin embargo, no se trataba de la única actividad organizada. La invitación a la coronación de 1986, que se realizaría durante una lunada en Rosarito, Baja California, contiene además una lista de las actividades de ese año, que incluían una fiesta por la Independencia de México, una celebración de Halloween, el Día de Acción de Gracias y una conmemoración de Navidad (José Sarria Papers, 1986a). El programa de la lunada en Rosarito incluía música de baile, un show de la corte, la cena, la coronación, la investidura de nobles y la presentación de las cortes internacionales, entre otros detalles (José Sarria Papers, 1986b).
Con los años, los nuevos emperadores y emperatrices de La Casa de Tijuana fueron contribuyendo a su transformación y variando las referencias y símbolos de su imperio. En 1986, por ejemplo, La Casa de Tijuana se presentaba como “Casa Imperial-Real de los Dioses Aztecas Dorados y Leones Plateados de Tijuana” (José Sarria Papers, 1986b, s. p.). En 1987, la revista cultural gay de la ciudad de San Diego, The Scene, dedicó un artículo extenso para promover la coronación de Fernando I que se llevaría a cabo ese año en Tijuana: “Reinando actualmente como Emperatriz está Pedro Zamora Santana, de 28 años, conocido como Emperatriz Dubarry I” [traducción propia] (José Sarria Papers, 1987, s. p.). El rostro de Fernando I ocupa la portada de la revista y, en sus hojas interiores, se puede apreciar a la emperatriz Dubarry (Pedro Zamora) en dos fotografías: la primera, acompañada del saliente emperador Rodolfo, la muestra con su ajuar de emperatriz; la segunda la representa como un joven en mangas de camisa, recargado en el hombro del entrante emperador Fernando I, también en atuendo casual.
El artículo contiene una entrevista al nuevo emperador, quien ofrece detalles del escudo de armas que ha elegido para su imperio, así como de las actividades que espera realizar para atender la pandemia de VIH-sida en la ciudad de Tijuana (José Sarria Papers, 1987). En 1988, el emperador Fernando y la emperatriz Dubarry invitaban a la coronación de “La Casa y Corte del Imperio de Calafia” (José Sarria Papers, 1988d, s. p.). El nombre hacía referencia a la mítica isla de Calafia, tierra que aparece en la serie de novelas de caballerías del Amadís de Gaula, cuya popularidad entre los primeros españoles en explorar California le daría nombre a la región. Los nuevos símbolos hacían así una alusión más al orgullo regional de La Casa de Tijuana. El ejercicio paródico, central en la fastuosidad del Sistema de Cortes Imperiales, fue en Tijuana un vehículo para fortalecer la identidad nacional y regional al interior de la subcultura gay-travesti. No se trataba de un ejercicio gratuito. Como se verá, prejuicios arraigados en la frontera negaban que esa fastuosidad fuera posible en el territorio mexicano.
CONSULTA DIPLOMÁTICA
La coronación de 1988 iba a ser especial, pues contaría con la honorable presencia de la emperatriz José I. Según parece indicar la evidencia de archivo, José Sarria no logró asistir a la primera coronación en 1983, pero, cinco años más tarde, todo estaba dispuesto para la visita oficial del monarca fundador, que se llevaría a cabo el 27 de mayo en el salón La Sierra.9 Según una invitación, el evento contaría con “un show internacional muy especial con striptease masculino y artistas invitados” (José Sarria Papers, 1988d, s. p.). La visita de Sarria generaba gran expectativa por su especial significado, que consagraba a La Casa de Tijuana como parte del sistema de cortes iniciado en 1965. Una carta de Leo E. Laurence, cortesano de Tijuana, que además se desempeñaba como bombero en ambos lados de la frontera, lo expresaba así: “Su Majestad […]: ya estamos listos para usted. ¿Usted está listo para los mexicanos?” [traducción propia] (José Sarria Papers, 1988a, s. p.).
Laurence fungía también como embajador de La Casa de Calafia, representando a los emperadores Fernando y Dubarry, y recientemente había visitado la corte imperial de San Diego para asegurar la asistencia de los miembros de aquella Casa a la visita oficial del monarca fundador. Laurence comunicó al emperador Bill Williams y a la emperatriz Jesse de San Diego que la asistencia a Tijuana el 27 de mayo era obligatoria para sus vecinos, considerando la magnitud de la visita oficial (José Sarria Papers, 1988b). Tal parece que la visita de Sarria a Tijuana generaba envidias o, en todo caso, existía algún tipo de resistencia para reconocer la autonomía de La Casa de Tijuana. En un documento titulado Diplomatic Inquiry (Consulta Diplomática), dirigido a los emperadores de San Diego, La Casa de Calafia buscaba disuadirlos de lo que parecía ser una especie de boicot en su contra. Este estaba siendo aparentemente fraguado por Nicole Ramírez Murray, quien había fungido en su momento como emperatriz de San Diego:
Después de consultarlo con SAR José I de San Francisco, que (como fundador) supera en rango a Nicole en el Sistema de Cortes, nuestro Embajador Real concluyó que la Corte Imperial de Tijuana obraría conforme al derecho diplomático al declinar la invitación de la Corte de San Diego para asistir a su coronación, si los monarcas de San Diego no asisten a nuestro evento del 27 de mayo en Tijuana [traducción propia] (José Sarria Papers, 1988c, s. p.).
El documento, además, les advertía que la participación de su majestad José I en San Diego estaba también en juego si insistían en rechazar la invitación a Tijuana.
Los esfuerzos no dieron resultado. El 28 de mayo de 1988, al día siguiente de la coronación de Tijuana, Nicole Ramírez Murray fue declarada como persona non grata en el imperio de Calafia por mandato real de su emperador Fernando I. También se ordenó suspender la asistencia de sus representantes reales a la coronación de San Diego (José Sarria Papers, 1988e). Rotas las relaciones diplomáticas, se precipitaron algunas declaraciones oficiales. Los nuevos emperadores de San Diego, Amazon XVII y Dennehy XVII, aseguraron estar en ruta hacia a la unificación con Tijuana y buscaban restaurar relaciones: “La comunicación siempre ha sido un problema entre la gente gay, como entre toda la gente. Vamos a esforzarnos para corregir este problema y aclarar los malentendidos” [traducción propia] (José Sarria Papers, 1988f, s. p.). El lugar común, según el cual las relaciones entre la comunidad gay son problemáticas u hostiles, queda patente en las declaraciones.
Otro documento, firmado por el Consejo Real de La Corte Imperial de San Diego, rescindía el tratado de 1983, por el cual Tijuana había obtenido su soberanía e independencia, declarando además que ahora se hallaban bajo su jurisdicción (José Sarria Papers, 1988g). Por su parte, Sarria entró en defensa de los mexicanos: “Tijuana está bajo mi protección. No deben preocuparse. Si San Diego y Nicole quieren jugar con México, tendrán que enfrentarse a mí. […] Tijuana no será intimidada” [traducción propia]. Además, advirtió que, si San Diego pretendía absorber a Tijuana, debía empezar por enviar dinero y ayuda para las actividades de su corte, particularmente al albergue que atendía a la población viviendo con VIH-sida en la ciudad (José Sarria Papers, 1988h, s. p.).10
CORONACIÓN CAMP
Aunque no queda claro cuál es el verdadero motivo del conflicto, algunas pistas indican que no todos los cortesanos de San Diego trataban a sus contrapartes del lado mexicano de la frontera como sus iguales, probablemente motivados por prejuicios racistas, clasistas y xenófobos. Entre estas pistas se encuentra, por ejemplo, una serie de panfletos y hojas volantes que se conservan en la carpeta mexicana de Sarria, cuya relación con La Casa Real-Imperial de Tijuana parece en un principio indescifrable. En una de ellas se puede ver, por ejemplo, el rostro de Champagne, emperatriz de Portland, en una fotografía que asemeja una ficha policial, con la etiqueta: “Armada & peligrosa. Emperatriz XXV Champagne Rose para Emperatriz IV de Río Tijuana” [traducción propia] (José Sarria Papers, 1984, s. p.). Otro folleto más extenso muestra a Judy Jive, emperatriz de Vancouver, ataviada en zarapes y cubierta con un antifaz: “La Decimotercera Emperatriz de Río Tijuana. Es hora de encontrar... el Burrito Bandido. ¿Quién es esta mujer enmascarada? Es Judy Jive, la mujer detrás del glamour” [traducción propia] (José Sarria Papers, 1993, s. p.). El folleto también muestra a Judy sosteniendo una ficha de arresto policial y detalla una serie de cargos ficticios: “Robo de tacos. Explosión de burritos. Excavación de enchiladas” [traducción propia] (José Sarria Papers, 1993, s. p.). Además, se añade una lista de trece razones para elegirla como emperatriz de Río Tijuana.
Tal parece que, de manera paralela a la existencia de una Casa Real-Imperial de Tijuana independiente y autónoma, La Casa Imperial de San Diego promovía, año con año, una excursión a la ciudad de Tijuana. Esta se llevaba a cabo el mismo fin de semana de su propia ceremonia de coronación e incluía la celebración de una coronación camp, en la que un emperador y emperatriz de alguna de las Casas y cortes visitantes eran elegidos como emperador y emperatriz de Río Tijuana. Esta dinámica permitía elegir a quien se encargaría de recaudar fondos para enviar a México en aquel año, pero también era una suerte de concurso de popularidad para quienes participaban de la excursión. A la vez, la coronación caricaturizaba a la mexicanidad al reproducir los lugares comunes que definen a Tijuana como una ciudad de pecado.11
Un folleto en el que se dan instrucciones para la coronación de Río Tijuana en 1985 deja muy claro que el carácter festivo de su excursión se alimentaba de un humor elaborado a expensas de sus vecinos mexicanos: “Las campañas para esta ilustre (¿?)12 posición pueden empezar oficialmente para el 1 de abril (el soborno, la extorsión, el asesinato y las trampas están permitidas en las elecciones mexicanas)” [traducción propia] (José Sarria Papers, 1985, s. p.). Las burlas recurrentes a la criminalidad en México van, además, acompañadas de detalles que superan la caricatura y evidencian las diferencias materiales entre los imperios fronterizos. La coronación de ese mismo año, por ejemplo, que se llevaría a cabo durante una excursión a Ensenada, Baja California, se promovía como un viaje “completamente escoltado” (José Sarria Papers, 1985, s. p.). Este detalle revela también las profundas ansiedades que su visita a México hacía aflorar entre los visitantes.
En ese sentido, y el margen de la carga colonial inherente a la reproducción de los códigos fastuosos de la realeza, vale la pena destacar la disparidad de la relación entre las Casas Imperiales a uno y otro lado de la frontera. Mientras La Casa Real-Imperial de Tijuana buscaba refrendar la dinámica de parodia seria a través de la cual las distintas Casas revestían los márgenes de la sociedad con glamour y sofisticación –añadiéndole un toque de nacionalismo mexicano–, sus vecinos de San Diego parecían estar más interesados en ver a Tijuana como un patio de juegos, negándole a los mexicanos la oportunidad de participar en su dinámica de re-significación de los códigos coloniales.
La historia de La Casa Real-Imperial de Tijuana permite así observar al Sistema Internacional de Cortes Imperiales desde una lente más aguda. Por un lado, esta historia ayuda a dar pistas sobre el carácter emancipador de la parodia queer/cuir, que ha permitido a distintos sujetos experimentar su sexualidad, su expresión de género y su identidad, superando los estrictos parámetros de la sociedad normativa. Por otro lado, también otorga evidencia de la forma en que se reproducen dinámicas de desigualdad y exclusión, incluso al interior de los espacios de solidaridad comunitaria LGBTIQ+.
NUESTRO IMPERIO ES POBRE
Resulta complicado reconstruir los detalles de la historia de La Casa Real-Imperial de Tijuana después del conflicto diplomático que estalló en 1988. Algunas evidencias de las actividades de esta Casa en los años posteriores indican que su relación con el SICI se restauró más adelante; también aportan información valiosa sobre las características de este circuito y su posición en el complejo entramado de relaciones que conforman el mundo del activismo LGBTIQ+ en la frontera noroeste de México.
Según muestra la documentación conservada por José Sarria, La Casa de Calafia continuó operando en los años siguientes, en los que incluso mantuvo alguna relación con otras Casas y cortes de California. Sin embargo, la relación con San Diego continuó congelada por un buen tiempo. En 1990, La Casa de Calafia organizó una coronación que se llevaría a cabo en Santa Mónica y en la cual se reelegiría al emperador Fernando I. Según los detalles de la invitación, la ceremonia incluiría un performance que simbolizaba el nacimiento del emperador como producto del amor entre dos guerreros contrincantes de la isla de Calafia (José Sarria Papers, 1990a). Sin embargo, una carta del emperador Napoleón VII a José Sarria muestra su irritación por la libertad con que La Casa de Calafia manipulaba sus simbolismos, que no parecían tener fundamento alguno (José Sarria Papers, 1990b).
Más que eso, el primer emperador de La Casa Real-Imperial de Tijuana parecía preocupado por el futuro de las cortes en Tijuana. Según la extensa relación que le hizo llegar al fundador José I, La Casa de Tijuana había perdido rumbo desde que, en 1986, un relevo generacional se había precipitado por la grave enfermedad de algunos de sus fundadores, incluido el propio Napoleón VII. La relación con la pandemia de VIH-sida parece dramáticamente evidente. A partir de entonces, las cosas fueron en picada y los nuevos dirigentes se negaban a escuchar las recomendaciones de sus predecesores. Entre las cosas que molestaban de la coronación de 1990 se encontraba una explicación según la cual La Casa de Tijuana se había caracterizado siempre por un emperador dominante, mientras la emperatriz no ejercía un liderazgo verdadero. A Napoleón VII le molestaba el protagonismo que así adquiría Fernando I, que regía desde 1988:
Es discriminatorio y antidemocrático. La Casa fue fundada sobre el principio de que todas las personas tienen el mismo estatus en la diversidad. Cualquier otra cosa es puro fascismo, racismo, sexismo, chovinismo y es represivo y atenta contra el género, el sexo y los derechos humanos de otras personas. La emperatriz-reina es una monarca que reina junto con el emperador en términos de igualdad [traducción propia] (José Sarria Papers, 1990b, s. p.).
Que el desconocimiento del liderazgo de las emperatrices sea planteado aquí como una cuestión de discriminación en términos de género despierta toda clase de interrogantes sobre las categorías de identidad y sobre la forma en que se experimentaban en este ámbito de socialización y solidaridad. La identificación de las emperatrices como mujeres por derecho propio, cuando, por lo general, eran presentadas como hombres gais practicando el travestismo, invita a reconocer en el drag del Sistema de Cortes una actividad en la que algunos sujetos encontraron la oportunidad de descubrir su propia identidad trans, mediada por el espectáculo y la vida nocturna. También nos invita a repensar la historia reciente de la diversidad sexual con parámetros menos fijos respecto a las categorías de identidad LGBTIQ+, reconociendo la relación existente entre las categorías de identidad gay, travesti y trans, que ya de por sí han sido tradicionalmente etiquetadas como una supuesta inversión sexual de manera indistinta desde el discurso normativo (Guerrero McManus, 2014).
En la relación que Napoleón VII envió a José Sarria también destacan otros problemas fundamentales para La Casa Real-Imperial. El primer emperador de Tijuana mostraba particular molestia por lo que calificaba como ruegos por parte de los mexicanos que estaban de visita en Santa Mónica. La invitación de La Casa y Corte de Calafia había hecho un llamado especial a sus pares en Estados Unidos para realizar contribuciones económicas, porque su Imperio era pobre y necesitaban ingresos para funcionar. Para Napoleón VII, estas declaraciones eran contraproducentes y perniciosas:
¡Es el acto más escandaloso, vergonzoso y deshonroso que una persona puede cometer para la Casa y la comunidad mexicana! Este acto de mendigar da a nuestro Imperio una apariencia de pobreza para la mentalidad tan racista de los americanos. Ya sabemos cómo piensan ellos [traducción propia] (José Sarria Papers, 1990b, s. p.).
La preocupación de Napoleón VII respecto a la imagen de México frente a sus contrapartes norteamericanos confirma el importante efecto que las disparidades económicas de la frontera tenían en las relaciones grupales. Los espacios de solidaridad y ayuda mutua en la historia reciente de la diversidad sexual no estuvieron necesariamente exentos de violencias internas, las cuales debieron ser gestionadas al tiempo que se desarrollaban esfuerzos para la defensa de sus derechos frente a la sociedad normativa.
El episodio de 1990 también informa sobre otros temas sensibles en la historia de La Casa Real-Imperial de Tijuana. Napoleón VII reportó que una de sus principales preocupaciones en aquel año era la mermada participación y el reducido número de miembros de la corte que, para colmo, se hallaba dividido en dos Casas enemigas: La Casa de Calafia y La Casa Paz y Cultura. Esta última, además, había tomado la reciente decisión de declararse formalmente como un club privado, por lo que se negaban a trabajar al servicio de su comunidad, según el espíritu del SICI (José Sarria Papers, 1990c).
A pesar de esta cuestionable decisión, numerosas menciones a las labores de La Casa Paz y Cultura pueden apreciarse en las páginas del boletín de la organización ¿Y qué? del movimiento lésbico-gay de Baja California. Allí también se puede observar que, a partir de la década de 1980, gran parte de la atención de las organizaciones lésbico-gay se concentró en el combate a la pandemia de VIH-sida. El boletín también publicitaba profusamente los centros nocturnos como Mi Kasa, Los Equipales y Mike’s Disco, en donde se organizaban las coronaciones de la Casa y numerosos otros espectáculos travesti (José Sarria Papers, 1991). La documentación conservada por José Sarria da cuenta de su cercana relación con José Navarro, coordinador de la agrupación ¿Y qué?, quien en su momento lo invitó a fungir como mariscal de la Marcha del Orgullo de Tijuana (José Sarria Papers, 1997a; José Sarria Papers, 1997b; José Sarria Papers, 1997c).13 Además, numerosas fuentes también señalan a Emilio Velásquez –fundador del Frente Internacional por las Garantías Humanas en Tijuana (FIGHT) y editor de su gaceta Frontera Gay– como el presidente de La Casa Real-Imperial de Tijuana, al mismo nivel que Napoleón VII.14
En ese sentido, la historia de la Casa también ofrece un punto de vista privilegiado para entender las relaciones de la subcultura gay y el travestismo con el movimiento lésbico-gay de la frontera noroeste de México. La red de travestismo parece ocupar un lugar central en los esfuerzos del activismo LGBTIQ+ de la historia reciente de la región, cuya cartografía merece ser debidamente trazada con sucesivos esfuerzos de investigación. Así mismo, resalta la necesidad de la caracterización social más pormenorizada de sus participantes, entre quienes se encontraban activistas gais con importantes capitales económicos, sociales y culturales, pero probablemente también travestis y mujeres trans de sectores populares. En última instancia, todo esto ilustraría los puentes entre el llamado ambiente y el activismo LGBT+, que en ocasiones son presentados como incompatibles.15
BORBÓN Y VIZCAYA DE MÉXICO
La historia de La Casa Real-Imperial de Tijuana se extiende de formas no menos trascendentes hasta nuestros días. Nicole Ramírez Murray, quien alguna vez fue emperatriz de San Diego y aparentemente promovió el boicot a la coronación de La Casa de Tijuana en el año de 1988, ostenta hoy el rango más alto dentro del SICI. Tras ser declarada primera heredera de José Sarria, su liderazgo fue consagrado en una ceremonia de coronación en el año 2007, y desde entonces se autoproclamó como Nicole la Grande, Madre de las Américas (SICI, s. f.). Ramírez Murray tiene una trayectoria reconocida como defensora de los derechos humanos y como activista LGBTIQ+, aunque algunas críticas a su labor dentro del SICI nublan este panorama (Horowitz, 2012). Su papel en el conflicto diplomático que devino en el quiebre de las relaciones entre Tijuana y San Diego aún tendría que esclarecerse, al igual que sus motivaciones para rechazar la visita oficial de la emperatriz José I –fundadora del SICI– a la ciudad de Tijuana.
Hoy, el sitio web del SICI presenta las banderas de México, Canadá y Estados Unidos como parte de su logotipo y enlista las Casas con las que cuenta en estos países (SICI, 2023). Sin embargo, no se detalla ninguna información sobre La Casa de Tijuana, única que aparece registrada como parte de su capítulo mexicano. Además, el vínculo del sitio web individual de La Casa de Tijuana, que aparece en la página oficial del SICI, se encuentra inhabilitado. Al explorar en redes sociales se observa, además, que existe una red de Casas y cortes imperiales que funciona en paralelo al SICI, rechazando sus liderazgos desde el sur. La página de Facebook de La Corte Imperial de Borbón y Vizcaya de Tijuana B. C., México (2018) explica que su organización no corresponde a La Casa de Tijuana del SICI, pues esta desapareció como tal en 2018, cuando decidió abandonar formalmente el Sistema Internacional y unirse como un capítulo de Borbón y Vizcaya.
Según la página de Facebook más general de toda la organización, La Corte Imperial de la Corona de Borbón y Vizcaya de México (2018) es una asociación civil con presencia en distintas partes del país, así como en Estados Unidos, El Salvador, Ecuador, Colombia y República Dominicana. Aunque este Sistema no se opone frontalmente al SICI y se reconoce como parte del legado de José Sarria, sí es independiente y busca paliar los efectos del desinterés que Nicole Ramírez Murray ha mostrado por darle representación a México y Latinoamérica. Su plataforma, que también está orientada al trabajo comunitario, reivindica, además, los intereses de las poblaciones afrolatinas, indígenas, trans y no-binarias. Como se ve, las tensiones que marcaron la desigual relación entre las cortes imperiales en la frontera noroeste de México siguen presentes, marcando las vidas y promoviendo la organización política y solidaria de comunidades que reivindican su disidencia sexual y de género.
CONCLUSIONES
Tras este viaje de exploración a los archivos, se propone concebir a la historia de La Casa Real-Imperial de Tijuana como un caso de estudio para una historia transnacional contada desde la frontera noroeste de México. Esta exige, como elemento estructurante, la documentación de una historia de tipo institucional, que narre la aparición, la formación y el legado de la Casa, pero que abra caminos analíticos respecto a la colonialidad, al travestismo y a la parodia queer/cuir en sus distintos episodios. Además, se sitúa como parte de una historia de la diversidad sexual, de sus espacios de sociabilidad y de las distintas organizaciones políticas del movimiento LGBTIQ+ en México y en Estados Unidos. Como ya se ha visto, es posible que este caso de estudio permita además desdibujar las fronteras analíticas entre el activismo y las subculturas de la diversidad sexual. Finalmente, documentar la historia de esta organización permite tender puentes con las narrativas históricas más amplias sobre la frontera noroeste de México y la relación México-Estados Unidos.
Para lograr lo anterior, se requeriría, por supuesto, la colaboración con aquellas personas que aún se encuentran vinculadas a las cortes imperiales, ya sea a través de La Casa de Borbón y Vizcaya de México o del Sistema Internacional de Nicole Ramírez Murray, cuya recapitulación de hechos resulta trascendental para la investigación. Esto no únicamente aportaría para la correcta apreciación de los hechos y la valoración de la larga historia de la institución, sino que ayudaría a comprender los mecanismos de las cortes imperiales que, en sus propias dinámicas, se esfuerzan constantemente en reificar su pasado. La investigación desde la academia contribuye así a una labor valiosa, organizando y difundiendo una memoria que las propias comunidades de hombres gais, travestis, drag queens y mujeres trans han conservado y transmitido por más de medio siglo (desde la fundación del SICI en 1965 por José Sarria).
Así mismo, la historia de La Casa Real-Imperial de Tijuana contribuye a las discusiones sobre la diversidad sexual al problematizar la rigidez con la que se abordan las categorías de identidad sexual y de género. La situación fronteriza de La Casa de Tijuana y su diálogo e intercambio constante con sus pares al otro lado de la frontera pone en duda algunas lecturas que, aunque tienen como fundamento el respeto a la autonomía cultural, ignoran el flujo continuo de ideas, los intercambios y lo liminal de las fronteras. En su más reciente edición de Transgender History, Susan Striker apunta, por ejemplo, a la necesidad de reconocer la identidad travesti como una identidad propia de Latinoamérica, que no puede ser subsumida o asimilada a la categoría transgénero (Stryker, 2017).
En esta investigación dichas afirmaciones se relativizan al reconocer que los diálogos entre el norte y el sur tienen efectos en la forma en que los sujetos conciben su identidad sexual y de género, transformando en última instancia las convenciones sociales que se construyen al respecto. En ese sentido, la investigación dialoga también con aquellas lecturas que identifican una forma culturalmente tradicional de experimentar y representar la homosexualidad masculina en México, cuya principal atención está en las transgresiones de género y no en el objeto de deseo sexual.16 La historia de La Casa Real-Imperial de Tijuana destaca porque en ella conviven estas concepciones tradicionales con las de la moderna identidad gay, a la vez que funge como sitio de experimentación subjetiva en el que se pueden apreciar los intercambios, las tensiones y los acuerdos que dan forma a las convenciones actuales sobre la identidad. En todo caso, se trata de una pequeña orilla dentro de la compleja historia de la diversidad sexual.