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Educación química
versión impresa ISSN 0187-893X
Educ. quím vol.25 no.4 Ciudad de México oct. 2014
Investigación educativa
La tutoría en la educación superior
Tutorship in Higher Education
Adolfo Obaya V. y Yolanda Marina Vargas R.*
* Facultad de Estudios Superiores Cuautitlán, Universidad Nacional Autónoma de México. Correo electrónico: obaya@unam.mx, ym_vargas@yahoo.com.mx.
Fecha de recepción: 12 de junio 2013.
Fecha de aceptación: 9 de abril de 2014.
Resumen
Este trabajo pretende mostrar qué tan conveniente y necesario es promover la tutoría en el ámbito de la educación química. Se destaca el papel de la tutoría desde la perspectiva de una educación integral, no solo en el aspecto cognitivo, sino en todas sus dimensiones. También se presentan algunas reflexiones sobre los problemas y retos para su apropiada implantación. Basándonos en nuestra experiencia docente en el área de química, se presentan acciones, actividades y sugerencias para consolidar la acción del tutor.
Palabras clave: tutoría, educación superior, educación química.
Abstract
This paper aims to show how convenient and necessary is to promote tutorship in the domain of chemical education. It stands out tutorship role in the perspective of a comprehensive education, not only in the cognitive aspect, but in all of it's dimensions. Some reflections on the problems and challenges for their appropriate implementation are also presented. Based in our educational experience in the chemical area, actions, activities and suggestions are presented in order to consolidate tutor's action.
Keywords: tutorship, higher education, chemical education.
Introducción
La tutoría ha sido entendida durante mucho tiempo como las horas que el profesor dedicaba al estudiante para resolver las dudas sobre la materia impartida.
Consideramos que la tutoría implica procesos de comunicación y de interacción de parte de los profesores; implica una atención personalizada a los estudiantes, en función del conocimiento de sus problemas, de sus necesidades y de sus intereses específicos.
Podemos definirla como una intervención docente en el proceso educativo de carácter intencionado, que consiste en el acompañamiento cercano al estudiante, sistemático y permanente, para apoyarlo y facilitarle el proceso de construcción de aprendizajes de diverso tipo: cognitivos, afectivos, socioculturales y existenciales (Narro y Martiniano, 2013).
Resulta pertinente discernir sobre las características y tareas de la tutoría como una forma de fortalecer la docencia universitaria y el aprendizaje de la química en particular. Para plantear a la tutoría como modalidad de la docencia en la educación química, se debe reconocer que sigue prevaleciendo como asesoría para elaborar tesis o trabajos para la titulación, y que la acción del tutor debe estar centrada en la persona de los jóvenes estudiantes, considerando que no son solamente estudiantes y la formación como profesionales de la química va más allá de la adquisición de conocimientos disciplinarios.
Por lo anterior, es de suma importancia prestar la mayor atención a los dos primeros semestres de la carrera, ya que es cuando los estudiantes experimentan la transición de rupturas diversas y el reto de adaptarse a situaciones nuevas, incluso a la necesidad de rectificar decisiones que pueden ser trascendentales en su vida, dado que la mayor proporción de los abandonos escolares o de deserción de los estudiantes se da precisamente en el primer año de la formación universitaria (Tinto, 1992).
Creemos que la acción del tutor, en sus diversas modalidades, debe plantearse como un instrumento de ayuda ofrecida al estudiante, fundamentalmente en el plano académico y en el profesional. Por tanto, estamos convencidos de que debe caracterizarse por unos objetivos claros, debidamente programados, y que han de estar coordinados con la programación docente del profesor, ya que entendemos que la docencia y la tutoría son funciones interdependientes que confluyen en el aprendizaje del estudiante. La adopción de la tutoría conlleva un nuevo enfoque de la enseñanza que está unida a un sistema de aprendizaje autónomo y tutelado del estudiante.
El objetivo del presente trabajo es orientar el trabajo docente, en el área de química, en aspectos relacionados con el ejercicio de tutoría, que permita apoyar su práctica, que motive la esencia del ser docente por su creatividad y búsqueda de opciones situadas en el aprendizaje de sus alumnos.
Por lo general, en las aulas de cualquier nivel escolar es posible una atención más cercana al alumno, donde se le brindan oportunidades formativas enfocadas hacia la promoción de competencias cognitivas y socioafectivas, las cuales son base para el aprendizaje permanente.
Las competencias en desarrollo se profundizan mediante la movilización de diferentes conocimientos, habilidades y actitudes que las asignaturas incluidas en el mapa curricular promueven en los alumnos, desde las distintas disciplinas o áreas del conocimiento y tratamientos específicos de cada una.
En el nivel de educación superior, aunque en apariencia la estructura del aula sea similar a la de los niveles escolares básicos, los sujetos se encuentren en él como parte de un grupo de pares. Así, el alumno realiza un proceso de apropiación del conocimiento más autónomo, que implica integrar los aprendizajes y volverlos significativos para la comprensión del mundo; además, el trabajo con las asignaturas en este nivel cuenta con diversos perfiles formativos que contribuyen a lograr un perfil de egreso para que el egresado pueda continuar su desarrollo durante toda la vida como profesional.
La respuesta a estos retos demanda a docentes, alumnos, directivos y todo el personal de la universidad, incluidas desde luego las familias, integrar una comunidad de aprendizaje que tiene como soporte fundamental el trabajo colaborativo. Éste debe llevarse a cabo en diferentes momentos y entre todos los integrantes de la comunidad de aprendizaje. Esto implica, entre otros aspectos, que los docentes de una escuela compartan información y reflexionen juntos sobre las características de los alumnos; sus intereses, necesidades, fortalezas, problemas y los retos académicos que les plantea cada asignatura, así como el apoyo que necesitan de manera individual y en grupo (Alvarez Pérez, 2002).
Propósitos de la tutoría
La tutoría ha estado presente en diferentes épocas, espacios formativos y niveles educativos, tanto nacionales como internacionales, y se ha considerado que contribuye a la formación integral del alumnado. El docente, en su carácter de tutor, contribuye al desarrollo personal, social, afectivo, cognitivo y académico de los alumnos, es decir, a su formación integral. Por esta razón, tutoría no es una extensión de la asignatura que imparte el docente, tampoco un periodo para realizar repasos o asesorías académicas de las asignaturas, ni para desarrollar actividades sin intención didáctica que desvirtúen su naturaleza. La tutoría promueve, desde la voz y acción de los estudiantes, procesos de autoconocimiento, diálogo, reflexión, autorregulación, desarrollo de habilidades, asertividad, identificación de factores de riesgo y de protección, escucha activa con sus pares y su tutor, los cuales coadyuvan en la convivencia y la conformación de su identidad (Ramírez y Gago, 1995). Asimismo, el espacio curricular de tutoría está destinado para desarrollar actividades de reflexión, análisis y discusión del grupo en torno a situaciones de su interés, y además se plantea el trabajo de acuerdo con el desarrollo de cuatro ámbitos, descritos en el apartado "Ámbitos de acción del tutor", a partir de los cuales se promueve la creación de un ambiente escolar que propicie la integración, la participación y el mejoramiento de la convivencia social.
La tutoría tiene como propósito fomentar en el grupo vínculos de diálogo, reflexión y acción, con el fin de fortalecer la interrelación con los alumnos respecto al desempeño académico. En tanto, el tutor debe generar estrategias tanto preventivas como formativas que contribuyan al logro del perfil de egreso de la Educación Profesional.
En la educación universitaria la tutoría coadyuva al conocimiento de los alumnos, en lo individual y como grupo, para lograr que la escuela cuente con la información necesaria que le permita realizar su acción educativa con propiedad y así prevenir problemáticas complejas que obstaculizan su formación dentro y fuera de la escuela (Carbajal, 2002).
Asimismo contribuye al desarrollo de las competencias para la vida por medio de las diferentes acciones dirigidas a favorecer que los alumnos encuentren el sentido de lo que aprenden cotidianamente en la escuela y movilicen los diversos saberes culturales, científicos y tecnológicos al relacionarlos con el contexto específico en el que se desenvuelven, consideren la ubicación temporal y espacial de los acontecimientos para el logro de consensos y la resolución de conflictos mediante el diálogo.
La tutoría también promueve el desarrollo de habilidades que permiten a los alumnos revisar y comprender sus procesos metacognitivos en el aprendizaje de los diversos contenidos curriculares, reconocer en dónde tienen dificultades, qué tipo de contenidos se les facilitan y cómo pueden mejorar, asumir y dirigir su propio aprendizaje a lo largo de su vida.
Representa también un ambiente de libertad y confianza donde se prioriza que los alumnos expresen dudas e inquietudes respecto a su vida escolar, así como sus emociones y sentimientos.
Permite a los alumnos valorar las relaciones de convivencia con los otros como la vía para establecer la propia identidad y reconocer las diferencias individuales, así como la identidad colectiva, que se construye a partir del establecimiento de motivaciones, tareas y metas de grupo.
Aborda situaciones relevantes en la convivencia cotidiana en el aula, la escuela e incluso en la sociedad, en colaboración con los diferentes actores educativos y las familias (Torrego, 2006). Colabora en el reconocimiento de la diversidad para comprender las características del grupo y valorar las particularidades de los individuos en sus espacios de convivencia.
La necesidad de ofrecer tutoría a los alumnos de educación universitaria se sustenta en el beneficio que obtienen al considerarse diversos factores socioeconómicos, culturales y psicopedagógicos que impactan en su proceso formativo; además, en la ventaja de que los docentes y directivos cuenten con información acerca de las metas alcanzadas y de los problemas para encontrar vías de solución pertinentes.
De esta forma, la Tutoría constituye un apoyo para la formación de los estudiantes, a partir de la expresión de sus inquietudes, necesidades y expectativas tanto personales como académicas.
El tutor
Creemos que la tutoría debe ser considerada como un componente básico y fundamental de la nueva metodología centrada en el estudiante, una necesidad para orientar y hacer un seguimiento eficaz del trabajo autónomo, sea de forma individual o grupal de los estudiantes (García Valcárcel, 2008).
Con base a nuestra experiencia docente, consideramos que es necesario que el tutor emprenda acciones (tabla 1) para realizar su labor.
Respecto del tutor, se espera que posea o sugerimos desarrolle los siguientes conocimientos, habilidades y actitudes para llevar a cabo sus actividades y conformar un vínculo significativo con los estudiantes del grupo (tabla 2).
Es importante que el tutor se informe sobre temas relacionados con tutoría, juventud y estrategias didácticas, entre otros, así como conocer sobre gustos, intereses y potencialidades de los estudiantes del grupo. También es recomendable que el tutor sea creativo e innovador y proponga al grupo situaciones interesantes, lúdicas y pertinentes a sus inquietudes y necesidades, que permitan analizar con los alumnos los asuntos que impactan su desarrollo y bienestar como integrantes de la comunidad de aprendizaje (CONAPO, 2007).
Criterios para la selección del tutor
Aunque todo docente como formador tiene la posibilidad de ser tutor, su selección requiere considerar a uno que imparta alguna asignatura al grupo asignado y que cuente además con los conocimientos, habilidades y actitudes para desarrollar las actividades de la tabla 2. El objetivo es que cuente con cierto conocimiento acerca de él y que en su calidad de tutor fortalezca su relación con el grupo y desarrolle estrategias que enriquezcan su acción de tutor.
Considerando la diversidad de condiciones del personal docente es pertinente que al seleccionar al tutor se considere, además de la disponibilidad de tiempo para atender al grupo, que el docente tenga apertura y compromiso para conocer y desarrollar la tutoría, así como la puesta en práctica de los conocimientos, habilidades y actitudes ya mencionadas.
Ámbitos de acción del tutor
En el tiempo destinado a la tutoría se pretende que el tutor de grupo realice una intervención en los ámbitos:
I. Integración entre los alumnos y la dinámica de la escuela.
II. Seguimiento del proceso académico de los alumnos.
III. Convivencia en el aula y en la escuela.
IV. Orientación hacia un proyecto de vida.
Las diversas acciones en torno a los cuatro ámbitos deben realizarse a lo largo de todo el ciclo escolar. Es decir, todos los ámbitos están diseñados para abordarse con diferentes niveles de profundidad en cada grado y grupo, esto según las características de los alumnos y la dinámica grupal que se vaya presentando.
Los ámbitos de acción tutorial se presentan por separado sólo para describir su relevancia y sugerencias de trabajo en cuanto a la formación de los estudiantes, ya que están relacionados y al abordar temáticas de interés, que en principio se visualicen para uno de los ámbitos, también se está impactando de manera favorable en los otros.
El trabajo conjunto de los cuatro ámbitos de acción tutorial permite cumplir con el propósito de la Tutoría a lo largo de la educación universitaria.
Sugerencias para el desarrollo de la acción del tutor
I. Integración entre los alumnos y la dinámica de la escuela
Objetivo. Acompañar a los alumnos en acciones que favorezcan procesos de integración entre los diversos aspectos de su vida y la dinámica de la escuela. Al valorar la diversidad de los alumnos, fortalecer el sentido de pertenencia a la escuela y fomentar el aprovechamiento de los servicios educativos que brinda la institución se ayuda a contrarrestar la deserción escolar.
El cambio de semestre en el mismo nivel educativo producen en los alumnos situaciones diversas; en un primer momento, la búsqueda de amistades, la posible aceptación o no por parte de sus compañeros, la construcción de su imagen frente a los otros; y en un segundo momento, todo lo relativo a la normatividad de la escuela, la infraestructura del plantel, las formas de trabajo de los maestros y las asignaturas que cursarán, entre otras situaciones que inquietan e impactan en la vida de los estudiantes durante cada ciclo escolar.
En consecuencia, los alumnos precisan del acompañamiento en los diferentes momentos de su vida, tanto en lo personal como en lo académico; durante el ciclo escolar la tutoría debe ofrecer a los alumnos de todos los grados atención en cuanto a sus expectativas e inquietudes. Conviene que los tutores organicen actividades que amplíen las experiencias de los alumnos a partir de la valoración de la diversidad, mediante el conocimiento de los integrantes del grupo y de la comunidad de aprendizaje, los servicios que se ofrecen y las formas de organización de la escuela.
Lograr un cambio en el interés de los alumnos hacia el desarrollo de las actividades académicas requiere resaltar la comunicación sobre las pautas de actuación y participación para el grado que se inicia, así como anticipar proyectos y espacios compartidos entre varias asignaturas.
En general, los estudiantes de cualquier grupo tienen intereses diferentes respecto a las actividades escolares de la institución y del grupo al que se integran. Se sugiere fortalecer los mecanismos de comunicación para que se familiaricen con la dinámica escolar y las relaciones con sus compañeros.
Formar parte de una escuela es un elemento importante de identidad juvenil, siempre y cuando al ser admitido no se pretenda borrar las diferencias y características de cada persona. Es preciso reconocer que antes de ser alumno, el estudiante es un ser con una historia personal en un contexto propio. En la tabla 3, con base a nuestra experiencia, presentamos sugerencias para la integración entre los alumnos y la dinámica de la escuela.
Los alumnos demandan claridad sobre las formas de organización y las normas de la escuela y del aula. Más allá de su difusión como un listado de preceptos de comportamiento, se requiere un trabajo de sensibilización sobre su sentido para la convivencia armónica, lo cual les permitiría identificar las actitudes que facilitarán su relación con los integrantes de la comunidad de aprendizaje (Vázquez y Dueñas, 2010). El conocimiento y la reflexión sobre las normas dan sentido al uso de los espacios y al aprovechamiento del tiempo durante la jornada escolar, así como el disfrutar y formar parte de las actividades académicas, deportivas, culturales y recreativas que se fomentan en la escuela y del apoyo que pudieran recibir de los diferentes actores educativos con que ésta cuenta.
Es necesario que el tutor implemente actividades de manera continua durante el ciclo escolar, así conocerá a los alumnos y obtendrá información sobre cómo se sienten e interactúan en la escuela.
II. Seguimiento del proceso académico de los alumnos
Objetivo: promover el desarrollo de estrategias que le permitan al alumno revisar y comprender sus procesos en el aprendizaje de los diversos contenidos curriculares, entender dónde radican sus dificultades, qué tipo de contenidos se le facilitan y cómo puede mejorar su aprovechamiento académico para asumir y dirigir sus aprendizajes a lo largo de su vida.
Partir de los rasgos de los alumnos plantea la necesidad de reconocer, respetar y valorar la diversidad de características e intereses que existen entre ellos. Esta diversidad se expresa de múltiples maneras: cómo responden a las tareas que la escuela demanda, su disposición ante el estudio, su capacidad para solicitar apoyo a los compañeros y docentes; así como en cuestiones aparentemente más personales: la manera de valorar la interacción con los otros, su actitud frente al conocimiento, el saber y la cultura; su disposición o no para entender el aprendizaje como una tarea de interés y beneficio personal, la manera de afrontar los conflictos y la capacidad de tomar decisiones; además de los valores con los cuales se conducen en su vida diaria, dentro y fuera de la escuela.
Más allá de la revisión puntual de las evaluaciones que los alumnos obtienen, puede ser de mayor riqueza para éstos analizar y reflexionar sobre los múltiples factores que intervienen en los procesos de aprendizaje y el desarrollo de competencias.
Tales factores resultan relevantes al revalorar las diferentes formas de acercamiento y apropiación de los objetos de conocimiento que tenemos como personas.
Al visualizar estos elementos, es posible mirar de forma diversa el aprovechamiento escolar para la búsqueda de alternativas factibles que ayuden a contrarrestar los niveles de deserción y reprobación escolares. Situación que inquieta a docentes, directivos, autoridades educativas y padres de familia, pero sobre todo afecta a los alumnos. Es posible afirmar que las problemáticas que enfrentan los alumnos las causan diferentes factores, en lo individual; puede ser la poca motivación para el estudio, el uso inadecuado de estrategias y hábitos de estudio, la violencia escolar, el inadecuado manejo de los cambios fisiológicos y emocionales del adolescente, las exigencias centradas en las calificaciones, los mecanismos disciplinarios coercitivos provenientes de las figuras de autoridad, y la visión fragmentada y descontextualizada de las problemáticas de los alumnos, entre otros.
También existen factores contextuales, como el desarrollo desigual que impide que los beneficios educativos alcancen a todos los adolescentes, acentuándose la desigualdad en lugares de mayor marginación y entre las comunidades más vulnerables como: indígenas, campesinos, migrantes y personas con discapacidad; dinámicas familiares y sociales adversas; las creencias socioculturales que priorizan la educación de los hombres y reducen las oportunidades de las mujeres; la descomposición del tejido social que generan la violencia, las adicciones, la corrupción y la impunidad, por mencionar algunos (Conde, 2011).
Usualmente se pretende contrarrestar dichas problemáticas con medidas remediales nada recomendables, por ejemplo: repasos exhaustivos sobre los contenidos de las asignaturas, tareas escolares carentes de intencionalidad didáctica, instrucciones para contestar exámenes, entre otras, con el aparente propósito de afianzar los conocimientos y que ello se refleje en el mejoramiento de las evaluaciones de los alumnos.
Sin embargo, desde la perspectiva de la tutoría, será necesario realizar una reflexión más profunda que desentrañe las posibles causas del mal desempeño de los alumnos y los probables motivos por los cuales abandonan la secundaria, coartando o postergando la conclusión de su educación básica.
Ante estos escenarios, el tutor debe dar seguimiento al trabajo de los alumnos en las diversas asignaturas mediante estrategias individuales y colectivas que le permitan identificar, permanentemente, asuntos que representen fortalezas y debilidades en su aprendizaje. Para tal efecto, se buscará que los alumnos cuenten con un espacio donde exponer sus puntos de vista, reflexionar sobre su proceso de aprendizaje, identificar y expresar qué se les dificulta o facilita de cada asignatura, y proponer soluciones individuales y colectivas a los problemas que surjan. Esto le permitirá al docente generar mecanismos mediante los cuales conozca y registre información de los alumnos para contar con una base sólida que le permita definir su situación en diferentes momentos del ciclo escolar. En la tabla 4 se presentan sugerencias basadas en nuestra experiencia para el seguimiento del proceso académico de los alumnos y de este modo dar seguimiento al proceso académico del grupo escolar.
Las actividades que el tutor decida emprender deben promover en los alumnos la reflexión y el diálogo sobre el esfuerzo personal y colectivo que cada asignatura les demanda, y evitar guiarse sólo por sus calificaciones. Los resultados se complementarán con la información que el tutor recabe con los docentes del grupo, con el fin de buscar alternativas de solución de manera conjunta.
III. Convivencia en el aula y en la escuela
Objetivo: Favorecer el diálogo y la solución pacífica de los conflictos en el grupo y la comunidad de aprendizaje; el reconocimiento, respeto y valoración a la diversidad y al trabajo colaborativo como un medio para la formación y el desarrollo personal y del grupo, coadyuvando con el mejoramiento de los procesos de convivencia en los distintos espacios en que participan los adolescentes.
Desde la tutoría es necesario abordar situaciones socialmente relevantes que se presenten como resultado de la convivencia cotidiana en el aula, la escuela y la sociedad, en colaboración con los docentes que atienden al grupo, directivos o especialistas con que cuente la escuela. El objetivo es promover el desarrollo de elementos que permitan al grupo, y a los alumnos en lo individual, asumir una postura basada en el respeto a la dignidad de las personas y los derechos humanos, la solución no violenta de las diferencias por medio del diálogo, establecer mecanismos de comunicación con sus pares y docentes, así como con los miembros de su familia.
Por lo general, la frecuencia y las características de conductas disruptivas de la disciplina que se presentan en la escuela plantean la aplicación de medidas y sanciones, pero esto se hace desde un análisis individual de los casos y no de las condiciones institucionales y sociales que influyen en su aparición, ni de las características propias de la juventud que permiten explicar y atender muchos comportamientos inapropiados.
Esto hace olvidar que los diferentes actores educativos requieren aprender a reconocer y valorar las diferencias de los alumnos, lo que ayuda a ponderar sus potencialidades y necesidades.
Es pertinente resaltar aquí la importancia del papel conciliador del tutor, ya que en el ejercicio del análisis crítico, la reflexión comprometida y la necesidad de ser justos se adquiere el valor de la justicia y la capacidad de ponerla en práctica, lo que favorece la autonomía de criterio y no la dependencia del juicio ajeno.
La construcción de nuevas formas de relación entre docentes y alumnos tiene como fin la convivencia armónica y solidaria en la escuela, acorde con valores que garanticen el respeto y los derechos de toda la comunidad de aprendizaje. Las relaciones se pueden fortalecer mediante la creación de un ambiente favorable para la integración y el trabajo colaborativo. La conformación de un entorno de respeto y apoyo mutuo, de confianza para opinar, expresar dudas y equivocarse, colaborar, escuchar y ser escuchado, resulta imprescindible para el estudio y el aprendizaje (Díaz Barriga Arceo, 2006).
Desde esta perspectiva, el salón de clases y la escuela se conciben como lugares privilegiados para el crecimiento personal, en donde docentes y alumnos mediante actitudes de cooperación, solidaridad y empatía desplieguen sus habilidades y conocimientos para el fortalecimiento de su desarrollo personal y social.
La acción oportuna del tutor en los conflictos entre alumnos, o entre éstos y algún docente o personal de la escuela, debe orientarse a establecer una solución respetuosa de ambas partes, condición necesaria para aprender y relacionarse en un contexto que priorice la convivencia armónica. Esto exige a toda la comunidad de aprendizaje la capacidad para analizar y evaluar objetivamente su participación en la convivencia diaria. Para el tutor plantea el reto de identificar y comprender las causas de las inquietudes que dicha convivencia genera en los alumnos.
Reconocer la escuela y el grupo como espacios cotidianos de desarrollo personal y social permite que los alumnos valoren las diferencias en las relaciones de conviven.
La actividad cotidiana en el aula permite, además, desarrollar la identidad, así como el sentimiento de pertenencia a un grupo y a un colectivo mayor (el centro escolar); por ejemplo, si el tutor organiza actividades con otros tutores y diferentes grupos de alumnos.
IV. Orientación hacia un proyecto de vida
Objetivo: propiciar el autoconocimiento y el desarrollo de la capacidad de elección y decisión de los alumnos. Esto puede hacerse mediante la reflexión sobre el compromiso requerido para la elaboración de un proyecto de vida que oriente sus acciones en lo personal, académico, profesional o en alguna actividad productiva durante su vida.
Como parte del diseño de un proyecto de vida viable y flexible, es necesario que los alumnos reflexionen acerca de la importancia de trazarse metas personales a corto, mediano y largo plazos, visualizando que el conjunto de decisiones sobre distintos aspectos y momentos de su vida presente impactarán en el logro de proyectos y propósitos.
Por ejemplo, al momento de involucrar al alumno en la dinámica escolar, académica y social de la escuela, también se abona en la definición de los motivos por los cuales los alumnos han decidido continuar con sus estudios, así como en el reconocimiento, valoración y fortalecimiento de sus potencialidades, motivaciones, intereses, que sin duda representan motores que conducen al mejoramiento académico, lo que contrarresta aquellas deficiencias, carencias o problemáticas que atenten contra el logro educativo y formativo del alumno (Mayordomo, 2008).
También resulta factible coadyuvar en la consolidación de la identidad de los alumnos, mediante el respeto y valoración que los hace reconocerse como miembros de diferentes grupos sociales, al establecer lazos afectivos y de pertenencia, elementos que repercuten en la conformación de profesionales autónomos y proactivos.
A partir del contacto con el grupo, del seguimiento realizado a los alumnos y de la información que ha recibido de otros docentes, el tutor puede contribuir al proceso de auto-conocimiento de los estudiantes en lo que respecta a sus habilidades y talentos, aspiraciones y necesidades de formación. Así, el tutor propicia en los alumnos la reflexión sobre los aspectos que consideren más interesantes, aquellos que les resultan difíciles o atractivos, así como acerca de los que les demandan mayores grados de esfuerzo (Viel, 2009). De esta manera, los alumnos pueden definir una idea más clara de sus habilidades y preferencias hacia diversas áreas de estudio y realizar balances periódicos sobre los cambios que experimentan.
Una tarea importante que debe realizar, a partir de los resultados de tal balance personal, es el bosquejo de posibles escenarios profesionales u ocupacionales para iniciar la búsqueda de información más precisa sobre los perfiles formativos de las diversas áreas por las que siente mayor interés o agrado.
Basados en estos escenarios posibles, los alumnos requieren precisar algunas de las acciones que les permitan arribar a ellos, es decir, los caminos o itinerarios que deben seguir para alcanzar las metas planteadas. Al respecto, es preciso tener claro que un proyecto de vida representa una elección libre, consciente y comprometida.
Es necesario dejar en manos de especialistas la orientación vocacional, ya que tienen la formación profesional indispensable para efectuar estas acciones. No todas las escuelas cuentan con este apoyo, por lo que si es posible se sugiere recurrir a especialistas o instancias externas.
La acción del tutor, aunado al trabajo del colectivo docente, de especialistas o instancias de apoyo a los adolescentes, se puede llevar a cabo a partir de diversas acciones que complementen y enriquezcan la visión integral del proyecto de vida.
Plan de acción del tutor
Si bien la tutoría no pretende cumplir un programa de estudio, sí precisa planear las acciones que se desarrollarán con los estudiantes. Es necesario que el tutor elabore un plan de acción que le permita anticipar y organizar las actividades con el grupo, es decir, planear las sesiones de tutoría (Xus, 2008). Esto comprende la integración e interpretación de un diagnóstico de las características, necesidades, inquietudes, intereses y propuestas de los estudiantes para modelar una planeación flexible para desarrollarla a lo largo del ciclo escolar. Por lo tanto, cada tutor debe elaborar su propio Plan de acción tutorial, acorde con el contexto del grupo, escuela, comunidad y entidad.
Considerando que en las escuelas prevalecen situaciones, necesidades y problemas que los alumnos manifiestan como prioritarios en el orden de atención, el Plan de acción tutorial debe entenderse como un documento indicativo sujeto a permanente reelaboración, y que se modifica a partir de la dinámica del grupo y de los individuos que lo integran, por lo que no puede considerarse como un documento administrativo (Meece, L. 2000).
Es recomendable que el plan de acción que cada tutor realice para su grupo se dé a conocer al colectivo docente para precisar y coordinar, en la medida de lo posible, actividades en función de las necesidades tanto del grupo como de la institución escolar.
Con el propósito de articular las acciones en torno a la tutoría, es deseable que se promueva la formulación de un plan de acción institucional de apoyo a la tutoría. Puede hacerlo el colectivo de tutores con base en la detección de líneas comunes que orienten la realización del plan que cada tutor diseña para su grupo, o bien, que la planeación institucional al respecto retome las planeaciones trabajadas por cada tutor. Si es imposible elaborar el plan de manera colegiada, el tutor puede pedir la opinión de otros actores educativos de la escuela, con el fin de retroalimentar y enriquecer su trabajo.
En suma, el plan de acción, tanto del grupo como institucional, es una propuesta que busca coordinar las actividades de tutoría con los principios y prácticas educativas establecidas en el Plan Anual de Trabajo de la escuela. Cuanto más concreto sea el Plan de acción, tendrá más posibilidades de ser un documento que oriente y articule las acciones de cada tutor.
Orientaciones para la acción del tutor
El trabajo del tutor parte de un clima de confianza y respeto para motivar la participación de los alumnos, además de comprometerse con la preparación de las sesiones semanales para abordar adecuadamente los ámbitos de acción del tutor. El espacio curricular de tutoría plantea la propuesta pedagógica de mantener un contacto directo con el grupo, colocando en el centro la vida del estudiante en sus distintas áreas de desarrollo.
Partiendo de esta premisa se exponen las siguientes:
Diagnóstico del grupo. Se puede integrar con el apoyo de algunos instrumentos para el acopio y sistematización de la información, así como con la aplicación de técnicas grupales, la observación del grupo y charlas o puestas en común con los alumnos, docentes, directivos, familias y comunidad, entre otros. Las actividades de diagnóstico se pueden realizar en diferentes momentos del ciclo escolar, con el propósito de profundizar en el conocimiento del grupo.
Planeación y valoración del grupo. Con base en la identificación de los datos relevantes surgidos del diagnóstico, se definen las estrategias didácticas empleadas en las sesiones de Tutoría, que integren los propósitos que se debe lograr con el grupo durante el ciclo escolar, la organización de temáticas que se abordarán, así como las estrategias de observación y registro de la dinámica del grupo.
Como parte de la planeación vale la pena considerar algunas preguntas que definan y concreten tanto el nivel de profundidad como de gradualidad en el tratamiento de las temáticas, por ejemplo: ¿Con qué información cuentan los estudiantes? ¿Qué desean saber del tema? ¿Qué tipo de información proporcionar? ¿Qué estrategias didácticas emplear? ¿Con qué recursos didácticos? ¿Cuántas sesiones destinar? ¿Desde qué ámbitos abordarlo? ¿Cómo y mediante qué estrategias registrar la dinámica del grupo?, entre otras.
Asimismo, el tutor, para propiciar la reflexión de las temáticas de interés de los alumnos, puede auxiliarse de algunos recursos didácticos, actividades lúdicas, material audiovisual (películas, videos, documentales), creaciones literarias (artículos de periódicos, revistas, poemas, novelas, cuentos), material gráfico (fotos, dibujos, esquemas, imágenes), por mencionar algunos. Invariablemente, estos recursos deberán trabajarse con una intencionalidad didáctica que promueva las competencias para la vida a partir de las producciones personales y del grupo, las cuales serán analizadas por su contenido y significado para los alumnos.
Más allá de enlistar los temas que pudieran abordarse en las sesiones de Tutoría, los intereses y las necesidades del grupo en particular determinarán la selección de lo que se trabajará, creando situaciones para abordarlo con los alumnos, más que una exposición del tutor. En caso de que algún especialista o ponente sea invitado al grupo en alguna sesión posterior, el tutor deberá recuperar con el grupo dicha experiencia.
Conclusiones
Algunos factores que favorecen la relación de confianza con los alumnos se generan a partir de brindarles un trato respetuoso, al conocerlos y llamarlos por su nombre, involucrarlos de manera personal considerando sus opiniones y problemáticas, evitando realizar comentarios sarcásticos o estereotipados, con el fin de mantener la motivación para participar en las sesiones de Tutoría.
Asimismo, garantizar el manejo responsable de los datos personales de los alumnos es un elemento importante para mantener la confianza en el tutor. Por esta razón, al solicitarles información personal se debe dejar claro con qué propósitos se pide, además de quién o quiénes pueden tener acceso a ella en los casos en que los responsables directos del alumno pudieran ponerlo en riesgo o limitar su desarrollo si ignoran esta información.
Es importante que el tutor se informe sobre temas relacionados con tutoría, adolescencia y estrategias didácticas, entre otros, así como, conocer sobre gustos, intereses y potencialidades de los estudiantes del grupo. También es recomendable que el tutor sea creativo e innovador y proponga al grupo situaciones interesantes, lúdicas y pertinentes a sus inquietudes y necesidades, que permitan analizar con los alumnos los asuntos que impactan su desarrollo y bienestar como integrantes de la comunidad de aprendizaje.
Es necesario consolidar el sistema de tutoría en las licenciaturas del área de química y, de ser el caso, también en el posgrado, para favorecer el desarrollo integral de los estudiantes y en la perspectiva de que las acciones de ese sistema impactarán positivamente en la permanencia, rendimiento y egreso de todos nuestros estudiantes.
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