En este libro, Byung-Chul Han plantea una revisión y un distanciamiento crítico con el proyecto de la llamada "sociedad de la transparencia". Apunta Han: "Ningún otro lema domina hoy tanto el discurso público como la transparencia" (11). Dicho discurso está anclado en las libertades para acceder a y difundir información gubernamental, reducir la corrupción y controlar el poder político. No obstante, el autor señala que quienes piensen que el discurso de la transparencia se centra sólo en estos rubros desconocen su envergadura. De este modo, a lo largo de la argumentación se ofrecerán las diversas implicaciones de este proyecto en las distintas esferas que componen las sociedades contemporáneas.
La obra está organizada en nueve capítulos que introducen al lector en un abordaje distinto sobre los estudios de transparencia. En el primer capítulo se establece que el discurso sobre la exigencia de la transparencia se ha convertido en un fetiche totalizante, pues no se reduce al ámbito de la política o la economía. En consecuencia, la sociedad de la transparencia es el paso hacia una sociedad positiva; esto es, abandonar cualquier negatividad para alisar y allanar las acciones sociales e insertarlas en un torrente que favorezca al capital, la comunicación y la información. Las acciones se tornan transparentes cuando se hacen uniformes y operacionales, sometidas a procesos de cálculo, dirección y control (12).
De este modo, la discursividad de la transparencia es una coacción sistémica que pretende apoderarse de todas las acciones sociales productoras de sentido, sometiéndolas a un profundo cambio para hacerlas uniformes, operacionales y optimizadas en transacciones de eficiencia. Para lograrlo es necesario despojar a la acción social de cualquier negatividad de lo otro o lo extraño, rechazando cualquier tipo de alteridad, pues esto perturba y retarda la lisa comunicación de lo igual. Así, la sociedad de la transparencia cuenta con un carácter totalizador, pues concibe a nuestras sociedades como iguales y uniformes, despojadas de cualquier contenido cultural que permita reconocer la diferencia. Al respecto, Han señala: "La coacción de la transparencia nivela al hombre mismo hasta convertirlo en un elemento funcional del sistema. Ahí está la violencia de la transparencia" (14). Con ello, la sociedad negativa, entendida como ejercicio de autonomía, intimidad y privacidad, pretende ser suplantada. El inconveniente es que la democracia política se ha convertido en el régimen preponderante de las sociedades actuales, pues en dicho régimen político existen dispositivos simbólicos e institucionales que pretenden fomentar, respetar e incluir, en distintos grados, la diferencia y la alteridad.
La sociedad positiva propugna por una igualdad de entendimiento, una igualdad "transparente"; por el contrario, la sociedad negativa, mediante la autonomía, busca aceptar en el otro lo que no entendemos, formando una igualdad opaca (16). Por tal motivo, la sociedad de la transparencia suprime toda negatividad para reducir la acción social a una mercancía que esté vacía de significaciones. El objetivo es insertarla en las dinámicas procedimentales del cálculo y la aceleración. En suma, Han enfatiza que en la sociedad de la transparencia "no mora [...] aquella negatividad que pudiera cuestionar de manera radical el sistema económico-político que está dado. Es ciega frente al afuera del sistema. Confirma y optimiza tan sólo lo que ya existe. Por eso la sociedad de la transparencia va de la mano con la pospolítica. Sólo es por entero transparente el espacio despolitizado" (22).
En el segundo capítulo y en el tercero, Han señala dos aspectos claves de la sociedad positiva: 1) exposición, y 2) evidencia. En este rubro, la exposición es una forma de coacción que lo entrega todo a la visibilidad, haciendo desaparecer por completo su valor cultural. En consecuencia, la exposición consiste en la transformación de las acciones sociales en mercancías, pues éstas sólo cobran valor cuando son vistas, favoreciendo el funcionamiento dinámico del capital. "La economía capitalista lo somete todo a la coacción de la exposición. Sólo la escenificación expositiva engendra el valor; se renuncia a toda peculiaridad de las cosas" (29). En sintonía, la evidencia consiste en eliminar toda máscara que encubra una relación contractual, sometiendo todo tipo de acción a la iluminación y el control. No obstante, Han se aleja de dichos postulados y retoma a Georg Simmel, señalando que no sólo necesitamos una determinada proporción de verdad y error como base de nuestras vidas, sino también una cierta proporción de claridad y oscuridad como elementos de significación de nuestros actos (36-37). En consecuencia, el autor asume una postura que revalora la acción dramatúrgica como un acto productor de sentido mediante la información que se da simbólicamente en forma verbal, y la no verbal, como actos contextuales y teatrales, estableciendo un ciclo de significación y (re)significación de continua retroalimentación.
En el cuarto capítulo se retoman la exposición y la evidencia para sostener que la sociedad de la transparencia es una sociedad pornográfica, pues la completa iluminación de las acciones sociales -en un marco de total exhibición- muestra una desnudez sin forma, sin contenidos culturales. Por tal motivo, la transparencia ejerce una violencia simbólica, pues vacía de sentido todo acto, haciéndolo uniforme para el fácil procesamiento de una sociedad de consumo. Así, "el capitalismo agudiza el proceso pornográfico de la sociedad en cuanto expone todo como mercancía y lo entrega a la hipervisiblidad. Se aspira a maximizar el valor de exposición" (51).
En consecuencia, en el quinto capítulo conceptualiza otro elemento: la aceleración. En ella se manifiestan acciones sin narrativa, vacías de sentido. Para ello se requiere contar con procesos aditivos, sin ningún contenido cultural sólo con ellos es posible lograr la aceleración que requiere el sistema de consumo. Por el contrario, las acciones culturales y de reconocimiento de la alteridad requieren sustraerse de todo tipo de aceleración, pues éstos se encuentran insertos en sus propios ritmos de creación y (re)creación simbólica. Por tal motivo, la sociedad de la transparencia rechaza todo tipo de rituales y ceremonias, pues éstos no pueden hacerse operacionales bajo las mediciones del cálculo, dado que son un impedimento para la aceleración de los ciclos de información, la comunicación y la producción. A pesar de ello, Han sostiene que "la crisis de la época actual no es propiamente la aceleración, sino la dispersión y la disociación temporal. Una discronía temporal hace que el tiempo transcurra sibilante sin dirección y se descomponga en una mera sucesión de presentes temporales, atomizados" (65).
En los siguientes apartados (6, 7 y 8), el autor pone a debate tres aspectos de la sociedad de la transparencia que están vinculados con los anteriores: 1) intimidad, 2) información, y 3) revelación. Sobre el primer elemento, señala que actualmente el mundo no es ningún teatro donde se representen y lean acciones o sentimientos, sino un mercado en el que se exponen y consumen intimidades. Así, "la intimidad es la fórmula psicológica de la transparencia. Se cree conseguir la transparencia del alma por el hecho de revelar los sentimientos y emociones íntimos, desnudando así el alma" (68). Con lo anterior, la sociedad de la transparencia trabaja para eliminar toda máscara, proponiendo una desritualización y extirpando el carácter narrativo de la alteridad, exponiéndola de forma desnuda y uniformada para ser optimizada y consumida.
En este sentido, la información que se genera por medio de la exposición de la intimidad es codificada y operacionalizada mediante el cálculo para su consumo. La información generada crea un cúmulo de datos sobrepuestos, que son más una amalgama que un engranaje, pues carecen de marcos referenciales de explicación, están vacíos de significaciones simbólicas. Los datos sólo exponen, no explican el mundo. Por tal motivo, la información, como forma de revelación, no puede esclarecer el mundo, sólo lo expone, y carece de cualquier construcción de verdad. Al respecto, Han señala: "Cuanta más información se pone en marcha, tanto más se hace intrincado el mundo. La hiperinformación y la hipercomunicación no inyectan ninguna luz en la oscuridad" (80). Lo anterior se muestra en el mundo digital, donde la comunicación y la información mediante su revelación lo penetran todo buscando hacerlo transparente, pero dicho espacio no está sometido a ningún imperativo moral. Por ello, la transparencia digital es, ante todo, pornográfica.
En el último capítulo, Han articula los elementos antes esbozados orientados al control de cualquier acción contenciosa sobre la sociedad positiva. Se establece que estamos ante una sociedad que recrea un panóptico completamente nuevo, no perspectivista; esto es, ser vigilado no desde un centro único de mirada despótica, sino desde una vigilancia más eficaz, la que se produce desde todas partes. Al carecer de un ojo centralizado, no se recrea ninguna soberanía. Así, la sociedad de la transparencia es una sociedad del control en la que sus propios moradores colaboran de forma activa en su construcción y conservación, pues son ellos mismos los que se exhiben y desnudan en el mercado panóptico, siendo sujetos de control, así como productores del mismo, garantizando la transparencia no por aislamiento, sino por hipercomunicación. "Esta vigilancia total degrada la 'sociedad transparente' hasta convertirla en una inhumana sociedad del control" (90). Es importante señalar que no solamente se muestra un ataque a la libertad de autonomía y a la intimidad, sino que cada uno se entrega voluntariamente a la mirada panóptica, haciendo una sociedad uniforme.
Finalmente, el libro ofrece una disertación analítica que abre el debate sobre la transparencia, lo cual es benéfico para evitar caer en la fetichización del discurso sobre la publicidad. Asimismo, el autor nos proporciona herramientas analíticas para ser cautos con la amplificación de un sistema de transparencia fuera de la esfera política; dicho espacio es donde sus potencialidades son mayores para el beneficio de una sociedad democrática mediante el fortalecimiento de las herramientas sobre el control político. En este sentido, la obra oxigena los trabajos producidos sobre el tema, pues nos permite contemplar un horizonte más amplio donde se enfatizan los riesgos de totalizar la transparencia a todos los actos productores de sentidos en las sociedades contemporáneas.