El fenómeno de “la/s masa/s” y sus diversas declinaciones (“multitud/es”, “turba/s”, “muchedumbre/s”, “público/s”, etcétera) ha estado, desde sus inicios, en el centro de las preocupaciones de las ciencias sociales, en general, y de la sociología en particular. Este problema tiene muchas aristas, capas, niveles, dimensiones. Si bien no es un fenómeno exclusivo de la modernidad, es a partir de mediados del siglo XIX que se convierte en un problema central para la teoría social y política. “En un sentido profundo y esencial, las multitudes son la modernidad. Los tiempos modernos son tiempos de multitudes. El hombre moderno es el hombre de la multitud” (Schnapp y Tiews, 2006: X).1 Nos interesa así, en esta oportunidad, detenernos específicamente en su conceptualización sociológica y, de manera puntual, situada espacio-temporalmente en la Argentina de mediados del siglo XX: la problematización de Gino Germani sobre el problema de las masas y su integración en la sociedad moderna.
La figura de Germani, como es ampliamente sabido, ha ejercido un rol sumamente importante en el proceso de institucionalización de la sociología en Argentina. Esta historia es relativamente conocida y está bien documentada en la bibliografía especializada (ver, entre otros, Blanco, 2006; Blois, 2018; Germani, 2004; Noé, 2005; Pereyra, 2007). Algo diferente sucede con las derivas que ha tomado la interpretación de su vasta obra. En este sentido, en un principio, la mayoría de los autores se han centrado, por un lado, en destacar el rol sumamente influyente de Germani en ciertos ámbitos académico-culturales de mediados del siglo XX (Delich, 1977; Di Tella, 1980; Marsal, 1963; Verón, 1974); y por otro lado, en discutir las hipótesis germanianas sobre los orígenes del peronismo (Cantón, 1973; Halperin Donghi, 1975; Kenworthy, 1973; Murmis y Portantiero, 2004; Smith, 1972; Torre, 1989). Sin embargo, será recién para comienzos de este milenio cuando se podrá observar una fuerte “revitalización” de la obra de Gino Germani, a la luz de “nuevas interpretaciones”. Entre las primeras, algunas de las más sistemáticas han sido las de Ana Alejandra Germani (2004), Alejandro Blanco (2003a, 2003b, 2006) y Diego Pereyra (2007, 2010). Con posterioridad se ha delineado una importante línea de trabajo que pretende poner en el centro de su análisis la revisión, problematización o iluminación de ciertos aspectos antes relegados y/u olvidados de la obra germaniana. Entre algunos de los tópicos que estos estudios abordan se pueden mencionar: las ideas germanianas acerca de la “crisis” de la sociedad moderna (Domingues y Maneiro, 2005; García, 2007 a; Grondona, 2016; Serra, 2016), sus concepciones acerca de los autoritarismos y totalitarismos modernos (Amaral, 2018; Rawicz, 2012; Serra, 2018), sus vínculos -heterodoxos- con el estructural-funcionalismo (Acevedo Rodríguez, 2009; Blanco, 2003b; Brasil Júnior, 2013), o sus estudios empíricos acerca del proceso de urbanización en Argentina y sus vínculos con la “socio- antropología urbana” (Gorelik, 2008; Paiva, 2018; Roffé, 2013; Socoloff, 2013; Trovero, 2017, 2019).2
Según hemos podido identificar, Germani abordó el problema de la integración de las masas en las sociedades modernas en el marco de sus análisis sobre los regímenes autoritarios. Dentro de ellos, se preocupó por comprender las características del nazismo y el fascismo clásicos y, específicamente, del peronismo argentino (autoritario, pero de signo único, comparable sólo superficialmente con sus pares europeos), a la luz de su evidente éxito para conducir y encauzar las demandas de una capa importante del tejido social de la época. Las hipótesis sobre los orígenes y la composición de la base social del peronismo han sido ampliamente discutidas,3 por lo que aquí, según nuestros intereses, buscaremos analizar los modos en que Germani utiliza el concepto de masas y lo pone a funcionar dentro de su esquema interpretativo.
Como toda obra, y sobre todo una tan prolífica, la germaniana admite múltiples entradas y recortes. Según Pasquale Serra (2016), la crisis de la modernidad para Germani presenta características bien precisas y se manifiesta en tres temas fundamentales: la relación problemática ―paradójica― entre modernidad y secularización, la relación entre las contradicciones de la modernidad y las diversas formas que asume el autoritarismo de tipo moderno en estas sociedades y, por último, el paradigma de la marginalidad como corolario de la espiral decadente que Germani observa y diagnostica en su tiempo. Además de Serra, otros han recalado en la relevancia de la modernidad y el diagnóstico de ésta como una “época de crisis” como claves interpretativas y heurísticas del pensamiento germaniano (Blanco, 2006; García, 2007 a; Grondona, 2016). En esta línea se inscribe la presente investigación, pero parte de una hipótesis de lectura e interpretación de la obra germaniana que propone tres principales temas o problemas que componen su columna dorsal, atravesándola transversalmente:
El antifascismo y la libertad como clivaje político desde donde se ve, se interpreta y se participa en el mundo (es decir, una Weltanschauung). Nos referimos al interés puesto en la idea de “libertad” y el rol fundamental de la “experiencia” de la misma sobre el sujeto; las consecuencias sociales del cercenamiento de las libertades individuales; el régimen fascista como formador de una personalidad específica y su mira puesta fundamentalmente en la juventud; el accionar de las clases sociales ante la falta de integración en la vida económica, social y política.
La caracterización (a modo de diagnóstico) de la sociedad moderna como una época de crisis. En este sentido, se puede observar un intento por parte de Germani por comprender su época; la crisis de la sociedad de masas y el auge de las democracias de masas y sus paradojas; el autoritarismo de tipo moderno y las características de la personalidad autoritaria y de los regímenes autoritarios con pretensiones totalitaristas (fascismo, nazismo, sin tanta profundidad el comunismo; con las salvedades del caso, el peronismo).
Las ciencias sociales, y más específicamente la sociología, como forma más idónea (en el sentido de racional) para el acceso al conocimiento de la realidad y la intervención en el mundo. Este punto supone la propuesta y fundamentación de una determinada perspectiva teórica, metodológica y epistemológica (y también, quizá, política), una perspectiva entendida como teórico-práctica en tanto se encuentra informada teóricamente, pero orientada a la solución de problemas de índole práctica inherentes a la vida en sociedad, es decir, que se propone la intervención en el dominio de la esfera pública.
Estos tres temas/problemas, según nuestra hipótesis de lectura, constituyen posibles vías de acceso a la obra de Germani. Sin embargo, no debe caerse en el error de tratarlos aisladamente, como si de compartimentos estancos se tratasen. Todo lo contrario, se encuentran estrecha e intrínsecamente relacionados.
Metodológica y operacionalmente, en la presente investigación se procedió de la siguiente manera. Primero, se escogió un tema de interés, a saber, el problema de las masas y su conceptualización en la obra de Gino Germani. Esta elección se enmarca en una línea de investigación de más largo aliento que pone el pensamiento del autor en el centro de sus inquietudes, y que encuentra en su estado actual que el “problema de las masas” resulta ineludible para la cabal comprensión de la “sociología de la modernidad germaniana”; pero también se inscribe en el trabajo que lleva adelante el grupo de investigación del cual el autor forma parte, que actualmente se encuentra abocado a dar cuenta de las conceptualizaciones sociológicas que rodean al término “masa/s” y sus derivados.
Segundo, se identificó cuál es la correspondencia entre este fenómeno de interés y los tres grandes temas o problemas mencionados. En este sentido, se caracterizó al “problema de las masas” como un problema que se inserta directamente en b) y se establecen los lazos que lo unen a a) y c). Así, para Germani, el “problema de las masas” se retraduce en el problema de la integración de la población en la moderna sociedad de masas; caracterizado como un “problema” porque se parte de un diagnóstico crítico de la época actual pero que, en tanto tal y según la perspectiva germaniana, presupone a su vez la posibilidad de una “solución”, que queda a cargo de las ciencias sociales.
Tercero, se procedió a la selección de textos. Para ello se confeccionó una “red preliminar” de textos que presentan características compartidas, en torno a la cual se anudan un interés y una problemática común (la comprensión de las “masas” en la sociedad moderna en la obra de Germani). Debido a nuestro énfasis puesto en la identificación y el abordaje de un determinado “nudo problemático”, es posible (y necesario) que esta red se componga de diversos textos, producidos en contextos y tiempos diferentes. Así, una determinada “problemática” oficia de hilo conductor entre diversos documentos. En nuestro caso, la “red preliminar” propuesta para la presente investigación se compone, fundamentalmente, de los siguientes documentos: “Algunas repercusiones sociales de los cambios económicos en la Argentina (1940-1950)” (Germani, 1952); “La integración de las masas a la vida política y el totalitarismo” (1956a); Política y sociedad en una época de transición ([1962] 1979b); “Hacia una teoría del fascismo. Las interpretaciones cambiantes del totalitarismo” (1968a); y “Democracia y autoritarismo en la sociedad moderna” (1979a).4
Cuarto, y por último, se realizó el análisis de los documentos seleccionados en el sentido de comprender el modo en que Germani conceptualiza el “problema de las masas”, procurando por el énfasis en: a) la precisión y ubicación de la problemática en la obra germaniana; b) la conceptualización de las masas y el problema de su integración en la sociedad moderna, con especial referencia al fenómeno del “peronismo” como movimiento político que supo canalizar las demandas de una gran parte del tejido social argentino en la década de los años cuarenta del siglo pasado; y c) la relación/tensión entre las masas y las élites atravesadas por el mecanismo de la “democratización fundamental” y amenazadas por el peligro de la “democratización negativa”, recalando especialmente en la influencia que recibe Germani de Karl Mannheim. Esta será, básicamente, la estructura de este artículo, a la que se le añaden unas consideraciones finales que tienen como objetivo resumir lo trabajado, mencionar algunos de los principales hallazgos y las emergencias encontradas, y trazar las líneas del camino que resta por recorrerse.
EL “PROBLEMA DE LAS MASAS” EN LA OBRA DE GINO GERMANI Y LA OMNIPRESENCIA DEL PERONISMO
En el interior del esquema interpretativo germaniano, el “problema de las masas” se retraduce en el problema de la integración en la moderna sociedad de masas. Las masas representan, en primer lugar y de modo bien general, “aluviones inmigratorios”, es decir, grandes cantidades de personas en proceso de movilización geográfica pero también social. Con el avance de la democratización se llega a un punto límite: ¿cómo integrar a una gran parte de la población que antes veía su participación en la sociedad moderna, con suerte, limitada? Esto se da en los planos económico, cultural, social y, al que más espacio dedica, el de la participación política. De hecho, el problema de las masas es el problema de su integración. Así, éste no es sólo uno de índole teórico-conceptual, sino también práctico-político; la sociología, en su acepción de científica (ver Germani, 1956b, 1968b), es la encargada de ofrecer respuestas al respecto.
Se puede observar que Germani se interesa tempranamente por el fenómeno de la integración de las masas en la sociedad moderna. Aún en forma embrionaria, encontramos en su artículo de 1945, “Anomia y desintegración social”, algunas ideas sugerentes al respecto. Aquí, Germani pone en relación el concepto de “anomia” (anomie) de Émile Durkheim con el de “desintegración social” (social disorganization) de William I. Thomas y Florian Znaniecki. Muy sucintamente, identifica que la ausencia o disminución de la “solidaridad orgánica” produce lo que el primero llamó “anomia” (Germani, 1945: 45-47); mientras que la “desintegración social”, tematizada por los segundos, se produce “por la disminución de la influencia sobre los miembros del grupo de las existentes reglas sociales de conducta” (1945: 53). Germani encuentra en estas ideas algunos aportes para pensar las crisis económicas contemporáneas y la “inseguridad colectiva creada por la desocupación en masa” (1945: 55).
A continuación, hacia principios de la década de los años cincuenta, unos pocos años después de que un “régimen de masas”, el peronismo, asume las riendas del poder político en Argentina, Germani comienza a dar forma a lo que se convertirá en uno de sus principales objetos de estudio. Sus primeros estudios tendientes a comprender y formular hipótesis acerca del fenómeno los hallamos en los cursos impartidos en el Colegio Libre de Estudios Superiores a comienzos de la década. En este marco, publica “Algunas repercusiones sociales de los cambios económicos en la Argentina (1940-1950)” (1952), donde pone el énfasis en las consecuencias de la inmigración interna durante aquella década. Con el fenómeno (todavía innombrado) del peronismo sobrevolando el análisis, señala que el tránsito de la población fue importante en tanto que contribuyó “a la formación de lo que Aron llamó ‘masas disponibles’, es decir, base humana para grandes movimientos político-sociales” (1952: 570). Según creemos, en un primer momento, peronismo e inmigración son dos fenómenos que componen un núcleo fuerte e indisoluble de relaciones recíprocas. La propia hipótesis sobre el surgimiento del peronismo que esgrime Germani encuentra su principal (aunque no único) sustento en la inmigración masiva que arriba a la región del Gran Buenos Aires, que a partir de los años treinta cambia de signo, ya que la migración interna reemplaza a la de ultramar, constituyendo rápidamente una “masa disponible” de personas susceptibles de ser “utilizadas como la base humana de un movimiento totalitario” (Germani, [1962] 1979b: 324).
Posteriormente, en 1955 aparece el libro Estructura social de la Argentina, un volumen que constituye un estudio morfológico de la sociedad argentina de mediados del siglo XX, basado en el análisis estadístico de fuentes primarias, y que supone la condensación de más de 10 años destinados al análisis de la estructura social del país. Allí se presenta claramente, según entendemos, el problema de la inmigración asociado con el de la integración y la movilización política de las masas. Si bien no se adentra demasiado en su análisis, deja planteado, primero, que “la industrialización constituye el antecedente directo de la extraordinaria intensificación de las migraciones internas hacia la zona de la Capital” y que a partir de 1943, “fecha que acaso no sea tan arbitraria en cuanto coincide con cambios políticos de vastos alcances”, no sólo se intensifica el proceso sino que “se agregan nuevos factores de orden social y político” ([1955] 1987: 76). Y segundo, que la llegada repentina de una “nueva masa de población” con características psicosociales “diferentes de la de los habitantes de larga radicación en la ciudad”, pudo haber influido “significativamente en las maneras de pensar y obrar de las masas urbanas, especialmente en su sector obrero”, siendo
[…] ésta justamente la época [se refiere a los años inmediatamente anteriores a 1943] en que, por un conjunto de circunstancias, se configura con mayor claridad y fuerza el predominio del tipo de sociedad “masificada” para nuestro país y el ulterior impulso de la corriente inmigratoria a partir de esa época intensificó por cierto el proceso, mas no lo creó: las condiciones para los cambios político-sociales ya estaban dadas desde fines de la década de los treinta ([1955] 1987: 77-78).
El interés por ofrecer una explicación acerca del fenómeno del peronismo, sin embargo, adquiere mayor vigor y sistematización en su artículo de 1956, “La integración de las masas a la vida política y el totalitarismo”.5 Éste, junto con muchos otros, formará parte luego del célebre compendio Política y sociedad en una época de transición, aparecido en su versión original en 1962 y que extiende y profundiza el análisis incorporando diversas variables y dimensiones analíticas. Finalmente, 10 años más tarde aparece un extenso artículo, titulado “El surgimiento del Peronismo: el rol de los obreros y de los migrantes internos”, que agrega y actualiza muchos datos y, sobre todo, oficia de “respuesta a las críticas”, por entonces muy extendidas, hacia sus primeras interpretaciones sobre el fenómeno (Germani, 1952, 1956a, 1973, [1962] 1979b).
Según nuestro entender, el interés de Germani puesto en la comprensión del peronismo se inserta en una preocupación más general acerca de los modos en que se produce la integración a la sociedad moderna de una vasta capa social hasta ese entonces desplazada de la vida política (como veremos más adelante, en este punto se destaca la influencia de Karl Mannheim). Germani reconoce que el peronismo ha sabido cómo ofrecer vías de integración más o menos efectivas en esta dirección. Sin embargo, y aquí reside el centro neurálgico del asunto, esta integración se ha producido a expensas de una pérdida considerable en el grado de libertad individual. Entonces, para Germani el problema no es la falta de integración, sino más bien el modo en que ésta fue llevada a cabo, a saber, como un ersatz que encubrió o permitió un gobierno con características autoritarias. Su denodado interés por diferenciarlo del fascismo y nazismo clásicos da muestra de la relevancia y la complejidad que Germani encontraba en el fenómeno, que no era totalitario, porque de hecho gran parte de su poder efectivo es- taba supeditado al visto bueno de las masas, pero podría serlo; que había cambiado el lema de “autoridad, jerarquía” por el de “justicia social”; que representaba a una capa social, las masas populares y la clase trabajadora, que ideológicamente debería haber representado la izquierda; que lo hizo mediante el ofrecimiento de algo que no habían pedido, la “experiencia de la libertad” (en un sentido abstracto); y que sí mantenía un rasgo común a otros regímenes más o menos similares: el autoritarismo.
LA CONCEPTUALIZACIÓN DE LAS MASAS Y EL PROBLEMA DE SU INTEGRACIÓN EN LA SOCIEDAD MODERNA
Para nuestros objetivos, lo primero y más importante que nos interesa señalar es que Germani reconoce y postula la existencia de una crisis. La época que le toca vivir (y que decide estudiar) está marcada por la sucesión de cambios rápidos y vertiginosos, cuyos efectos pueden observarse en los aspectos a) económicos, es decir, en el contraste entre la inmensa capacidad técnica de producción y las grandes masas de población que son empujadas a vivir por debajo del mínimo vital); b) internacionales, en un contexto señalado por la amenaza de una guerra de destrucción total; c) morales, en cuanto se deja de creer en las normas tradicionales y estas a su vez no encuentran asidero en un nuevo orden de cosas; y d) políticos, una crisis de crecimiento en la que las viejas estructuras no dan cuenta de los cambios, dando lugar a una sociedad de masas en la que grandes segmentos de la población pretenden representación política (Germani, 1956a). Precisamente, la fórmula “integración de las masas a la vida política” resume todos los aspectos, y Germani destaca tres condiciones necesarias para lograrla. En lo económico, que las posibilidades materiales alcancen a todos y que nadie quede excluido; que se dé análoga justicia distributiva en el orden cultural; y en lo político, ya que para el autor el sentimiento de la libertad sólo puede arraigarse en la experiencia vivida, la práctica democrática y el ejercicio de la libertad deben integrarse a la esfera misma de la existencia personal.
Sin embargo, la “sociedad de masas” caracterizada por partidos políticos, sindicatos y medios de difusión también masificados deja fuera a una gran parte de la población a partir de la escisión entre masa y dirigentes, entre el ciudadano común y los órganos de participación, y esto constituye un grave peligro para la democracia. En lo político se presenta una disyuntiva análoga: si se busca extender la base social de la democracia, dando lugar a que todos participen, es necesario que se den las condiciones (objetivas y subjetivas) para ello, y el riesgo de que esto no pase llevará a la constricción de la democracia y a que afloren tiranías “mucho peores que las formas oligárquicas del pasado” (Germani, 1956a: 156).
Para Germani, la pseudosolución totalitaria merece especialmente un examen atento y cuidadoso. Cualquier régimen, para ser duradero, debe conseguir el consentimiento activo o pasivo de las masas, y estas lo conceden cuando sienten que son parte de una sociedad nacional. Esto no significa que no se las pueda “engañar” o “neutralizar”:
La diferencia entre la democracia -o lo que debería ser la democracia- y las formas totalitarias, reside justamente en el hecho de que, mientras la primera intenta fundarse sobre una participación genuina, el totalitarismo utiliza un ersatz de participación, crea la ilusión en las masas de que ahora son ellas el elemento decisivo, el sujeto activo, en la dirección de la cosa pública (Germani, 1956a: 161).
Sin embargo, peronismo y nazi-fascismo no son directamente homologables. La diferencia más radical, según Germani, reside en su composición social. El nazi-fascismo suponía una correlación positiva con las clases medias, al tiempo que una negativa con el proletariado, mientras que el peronismo consistía “en ser un fascismo basado en el proletariado y con una oposición democrática representada por las clases medias” (Germani, 1979b: 336, nota 5). Por otro lado, aunque resulta más difícil su identificación, ya que Germani no es explícito al respecto, la principal similitud entre estos tipos de regímenes autoritarios reside en que todos ellos se apoyan en “la identificación de la masa con el ‘líder’, el contacto directo, personal, diríamos, a que éste apunta”; sin embargo, “el mito de la superioridad racial y un nacionalismo exasperado y agresivo”, características del nazi-fascismo, no estaban presentes en el caso del peronismo argentino (Germani, 1956a: 164). Aquí, la relación entre el líder y las masas en el plano psicosocial se articulaba más con los lemas de “justicia social” y “derechos de los trabajadores” que con el de “orden, disciplina, jerarquía” (1956a: 165). Para Germani, todos los totalitarismos tienen un “elemento psicosocial común”, que tiene que ver con la identificación de la masa con el líder y el contacto directo, personal, a que éste apunta. Entonces, la característica común entre el peronismo y el nazi-fascismo reside sólo en el plano psicosocial formal, ya que sus manifestaciones nacionales presentaban variados matices. En el caso argentino, las masas disponibles fueron las masas populares (los obreros industriales y similares) y en el europeo, las masas de clase media.
Existen, pues, para Germani dos tipos de masas: las populares, sobre todo obreros industriales y similares, y las de clase media, empleados, pequeños comerciantes, residuos artesanales, etcétera. En Argentina, la industrialización y la urbanización habían colocado a las clases populares (y no a las medias, como en Europa, a partir del proceso de “proletarización”) en un estado de “disponibilidad”. Es decir, un estado en el que grandes masas trasplantadas de manera súbita a las grandes ciudades, que se prestaban a que se hiciera de ellas un “elemento dispuesto a ser aprovecha- do por cualquier aventura que les ofreciera alguna forma de participación” (Germani, 1979b: 324). Sin embargo, en el caso argentino no fue cualquier aventura. Germani se opone a la explicación de que el apoyo de las clases populares al régimen peronista se debió a la demagogia de la dictadura, es decir, a que el dictador haya “dado” a los trabajadores una serie de ventajas materiales. Según el autor, el pueblo no “vendió” su libertad a cambio de “un plato de lentejas”, sino que la parte efectiva de esa demagogia fue “haber dado al pueblo la experiencia (ficticia o real) de que había logrado ciertos derechos y que los estaba ejerciendo”. Pero Germani se apresura a aclarar los tantos: “Claro que aquí con la misma palabra libertad nos estamos refiriendo a dos cosas distintas; la libertad que habían perdido era una libertad que nunca habían realmente poseído: la libertad política a ejercer sobre el plano de la alta política, de la política lejana y abstracta” (Germani, 1956a: 166; las cursivas son nuestras).
Según creemos, Samuel Amaral ha sido quien más agudamente elaboró estas cuestiones, en su intento por comprender el “significado y la supervivencia” del peronismo. Así, recala en el doble significado que tiene la “libertad” para Germani:
La libertad que los trabajadores habrían perdido era “una libertad que nunca habían realmente poseído”, la libertad “a ejercer sobre el plano de la alta política”, y la libertad que creían haber ganado era “la libertad concreta, inmediata, de afirmar sus derechos contra capataces y patrones, elegir delegados, ganar pleitos en los tribunales laborales, sentirse más dueños de sí mismos”. La libertad tiene, dice Germani, dos aspectos: uno, abstracto, la capacidad de ejercer el poder, el otro, concreto, la capacidad de hacer valer los derechos. En la base de esa diferencia estaba el problema de la representación de las democracias modernas. […] Bajo el gobierno peronista, entonces, se había producido, mediante la acción en la esfera del trabajo, un acortamiento de la distancia entre el poder y los excluidos, no en el plano económico (en el que Germani insiste que el peronismo no respondió a las demandas de las masas) sino en el político (Amaral, 2018: 37-38; las cursivas son nuestras).
La capacidad explicativa del concepto de libertad desdoblado, tal como lo entiende Germani (y lo repone Amaral), es de por sí muy poderosa. Permite entender que bajo el peronismo las masas populares encontraron el modo de transformarse en un actor político reconocido por los demás sectores sociales y, sobre todo, por quienes detentaban el ejercicio del poder en el plano de la “alta política”. Las masas populares encontraron en el peronismo, según Germani, la satisfacción de necesidades del orden de lo psicosocial:
[…] la afirmación de ciertos derechos en el ámbito inmediato de su trabajo, en el ambiente mismo que ha llegado a considerar como un lugar de humillaciones, ha significado una liberación parcial de sus sentimientos de inferioridad, una afirmación de sí mismo como un ser igual a todos los demás. Debe tenerse en cuenta que esta experiencia de liberación era nueva para gran cantidad de trabajadores (Germani, 1956a: 167; cursivas en el original).
Cabe mencionar que, para Germani, tal experiencia “era nueva” debido a dos circunstancias fundamentales por las que había atravesado el país desde principios de la década de los años treinta: por un lado, desde entonces y hasta la irrupción del peronismo en la escena política, no existía en Argentina el ejercicio de la “democracia formal”, es decir, no había elecciones libres y la actividad sindical y partidaria era constantemente vigilada y perseguida; por el otro, el proceso de rápida industrialización que había experimentado el país había producido “el trasplante de grandes masas rurales sin experiencia política ni sindical, a las ciudades, particularmente al Gran Buenos Aires”, para las cuales el peronismo representó “la única experiencia directa de una afirmación de los propios derechos” (Germani, 1956a: 167).
En este punto, sin embargo, resulta importante traer a colación nuevamente a Amaral, quien señala que hacia el final de su artículo “Germani parece tirar por la borda los resultados de su análisis” para volver a un “concepto unívoco de la libertad” (Amaral, 2018: 42). Particularmente, se refiere al siguiente párrafo:
En verdad, de ningún modo habría sido necesaria la subversión institucional, moral y económica ni mucho menos el régimen totalitario, para lograr ambas cosas. La aparición de la masa popular en la escena política y su reconocimiento por la sociedad argentina pudieron haberse realizado por el camino de la educación democrática y a través de los medios de expresión que ésta puede dar (Germani, 1956a: 174).
Amaral se pregunta a modo de crítica: “¿Cuánta más educación democrática o qué tipo de educación democrática que las masas argentinas no tuvieran hasta entonces hubiese sido necesario para que se produjeran los mismos efectos del peronismo por ese otro camino?” (2018: 43-46). La única respuesta que encuentra posible, al parecer, es que Germani creía, como muchos a su alrededor por aquel entonces,6 que el peronismo estaba acabado.
LA RELACIÓN ÉLITE-MASAS Y LA “DEMOCRATIZACIÓN FUNDAMENTAL”
Hasta aquí, hemos visto que el concepto de masas se encuentra íntimamente relacionado con el problema de su integración en la sociedad moderna. Asimismo, desde la perspectiva de Germani, para el caso argentino, su estudio se encuentra indisociablemente atado a la comprensión del peronismo. Llegados a este punto, se abre toda una línea de indagación que se relaciona con la tensión que emerge en el seno de dicho movimiento político y que pone en relación a las masas y a las élites a través de un proceso de “democratización fundamental”. Intentaremos, en lo que queda, precisar algunas de estas cuestiones.
Germani entiende, al igual que muchos otros antes que él, que la sociedad de su época, caracterizada como una “sociedad de masas”, supone la previa transición de la estructura tradicional a la moderna, lo que produce ciertas consecuencias negativas, como el crecimiento de la racionalidad y el alto nivel de individuación (Germani, 1968a). Gran parte de los análisis de nuestro autor sobre los regímenes autoritarios y, específicamente sobre el peronismo, responden al interés por desentrañar las cambiantes, complicadas, paradójicas, relaciones entre las masas y las élites. Este proceso tiene dos caras: la participación creciente de las masas, por un lado, y el aislamiento decreciente de las élites, por el otro:
La primera corresponde a lo que Mannheim llamó “democratización fundamental”, un proceso mediante el cual “la sociedad industrial moderna sacude y pone en acción a aquellas clases que antiguamente desempeñaban un papel pasivo en la vida política”. La democratización fundamental trae hasta el frente de vanguardia (al primer plano) a aquellos grupos caracterizados por un nivel inferior de racionalidad y al mismo tiempo, amenaza la “exclusividad” de las élites. La democratización fundamental, junto con otras tendencias de la sociedad moderna (corrientes), se proyecta, de hecho, hacia la modificación de las relaciones entre las élites y las masas. La multiplicación de las élites, las formas de reclutamiento, los cambios en su composición y la destrucción de sus “exclusividades”, deterioran las condiciones que se requieren para mantener sus propias funciones; esto es, la creatividad y un nivel más elevado de racionalidad (Germani, 1968a: 15).7
Si bien la colonización de las funciones de las élites por parte de las masas venía siendo un tópico muy recurrido (por ejemplo, por los franceses Gustav Le Bon o Gabriel Tarde o el español José Ortega y Gasset), para Germani la originalidad de Karl Mannheim residía en que estaba más preocupado por las consecuencias de la “masificación” que había llevado al colapso de la democracia y el liberalismo, que por el mantenimiento de los valores aristocráticos: “La democratización fundamental, cuando alcanza el punto de masificación, se convertirá en su opuesto: ‘democratización negativa’, una inversión de la modernización” (Germani, 1968a: 15). Y este es el mayor problema que Germani encuentra en su época, ya que la forma típica de la “democratización negativa” es el estado totalitario.
La influencia del pensamiento de Mannheim en esta parte de la obra de Germani es superlativa.8 Por ello, detengámonos un tanto en las ideas del alemán para volver luego a las del ítalo-argentino. El “proceso de democratización” mannheimiano es equivalente al de “movilización política” que tematiza Germani. Mannheim reconoce que muchos grupos sociales, a diferencia del pasado, en el marco de la “sociedad de masas”, luchan por participar en la dirección social y política y piden que sus intereses estén representados. Estos grupos que buscan representación provienen de las “masas intelectualmente atrasadas” y esto es una amenaza para las “élites”. Éstas, anteriormente, buscaban mantener a las masas intelectualmente en “niveles bajos” porque suponían que esto las alejaría de la política. Si bien esto pudo funcionar un tiempo,
[…] a la larga el sistema industrial conduce a un tipo de vida que constantemente pone nuevo vigor en las masas, y tan pronto como de una forma u otra entran en la política, sus defectos intelectuales, y más especialmente sus defectos políticos, adquieren importancia para todos, e incluso constituyen una amenaza para las “élites” mismas. Si hoy tenemos con frecuencia la impresión de que en tiempos de crisis las psicosis de masas gobiernan el mundo, no es porque en el pasado hubiese menos irracionalidad, sino más bien porque hasta ahora encontraba su escape en círculos sociales reducidos y en la vida privada; sólo hoy, como resultado del impulso general producido por la sociedad industrial, está abriéndose camino hasta la vida pública, y a veces hasta la domina (Mannheim, 1946: 49).
Mientras la democracia fue sólo “pseudodemocracia” (es decir, que concedía poder político sólo a un pequeño grupo acomodado) condujo al desarrollo de la racionalidad. Pero desde que la democracia se hizo efectiva, desde que todas las clases empezaron a participar en política, se ha ido transformando en lo que Scheler llamó “democracia de emociones” (o de “de humores”), es decir, que “conduce menos a la expresión de los intereses de los varios grupos sociales, y más a repentinas erupciones emotivas de las masas” (Mannheim, 1946: 50). Para Mannheim, a medida que los procesos de democratización avanzan, se hace más difícil que las masas permanezcan en su estado de ignorancia. A fin de cuentas, parece tratarse de un juego de suma cero: o se desea la democracia o es preciso oponerse al proceso de democratización. De hecho, destaca el autor, así sucede en las dictaduras: “El único modo de que las soluciones dictatoriales a las crisis sociales tengan un éxito permanente, es centralizar el dominio de las voluntades individuales” (Mannheim, 1946: 50).
La sociedad de masas industrializada tiende a producir una contradicción, no sólo en la sociedad, sino también en la vida personal del individuo: en cuanto sociedad industrial, crea una serie de actos racionalmente calculables y que dependen de inhibiciones y renuncias a satisfacciones impulsivas, mientras que como sociedad de masas produce irracionalidades y estallidos emocionales característicos de aglomeraciones humanas amorfas, los cuales pueden, si se acumulan las “energías psíquicas no depuradas”, amenazar con romper todo el “sutil mecanismo de la vida social” (Mannheim, 1946: 66). El autor plantea así la existencia de un “peligro específico de la irracionalidad”, que constituye el núcleo de lo que denomina el “proceso de la democratización negativa”:
En una sociedad en la cual tienden a dominar las masas, las irracionalidades que no han sido integradas en la estructura social pueden abrirse camino hasta la vida política. Esta situación es peligrosa, porque el aparato selectivo de la democracia de masas abre la puerta a irracionalidades en aquellos sitios donde la dirección racional es indispensable. De este modo la democracia misma produce su propia antítesis, e incluso proporciona armas a sus enemigos (Mannheim, 1946: 68-69; las cursivas son nuestras).
El hecho de que la irracionalidad se abra camino hasta la política no se explica, según Mannheim, psicológicamente sino sociológicamente. La sociología debe mostrar en qué momentos, en qué sociedad dada, se manifiestan estas irracionalidades, y cuáles son sus funciones y formas sociales. Asimismo, al menos hacia 1935, Mannheim se encuentra todavía con ciertas esperanzas depositadas en los individuos, ya que acepta que “todo este proceso tiende a acostumbrar al individuo a tomar progresivamente un punto de vista más amplio”, lo que llevará a que el individuo comience “a darse cuenta de que tiene que proyectar el conjunto de su sociedad y no sólo partes de ella; y que, además, al hacer este proyecto, tiene que prestar alguna atención al destino del todo” (Mannheim, 1946: 75-76).
Este proyecto no es otro que el de la planificación. Similar, por no decir idéntico, es el rol que adjudica Germani a sus ciencias sociales y, específicamente, a su “sociología científica”, título que asumió su proyecto político-académico a mediados de los años cincuenta y que quedó sintetizado en un libro homónimo publicado en 1956. Germani recupera allí la idea mannheimiana de que la sociología debe poder llegar a una etapa reconstructiva en la que sea posible ejercer la “previsión acerca del curso potencial de los procesos sociales concretos” (1956b: 151). La delimitación de un “hecho científico” se determina en función de un esquema teórico.
La necesidad de una sociología reconstructiva proviene fundamentalmente de la lectura germaniana de los textos de Mannheim. Pero también aparecen aportando elementos importantes otros autores, como Vilfredo Pareto o John Dewey. Del primero recupera la idea de la necesidad del conocimiento sintético o reconstructivo, mientras que del segundo retoma las nociones de campo y situación, que revisten, según Germani, suma importancia para las ciencias sociales (1956b: 152-153). Volviendo a Mannheim, Germani establece que este autor supo caracterizar la época de la planificación como aquella en la que se da el tránsito del pensamiento parcial al interdependiente, señalando a su vez la posibilidad de la percepción inmediata de una estructura social a partir de métodos racionales.
Todo esto ilustra, creemos, el modo en que Germani elabora los conceptos que luego son puestos a funcionar en su esquema interpretativo: un modo original que se nutre de elementos y autores eclécticos y heterogéneos, los cuales no son meramente “importados” o “recepcionados”, sino que son re-apropiados por Germani, según sus objetivos y de acuerdo con las características de su objeto de estudio. En relación con el concepto de “masas” que aquí nos ocupa, podemos observar la viva influencia del pensamiento de Mannheim (por ejemplo, con la re-apropiación de los términos “democratización fundamental” y “democratización negativa”). Sin embargo, la propia naturaleza dinámica del fenómeno que le interesa estudiar lo lleva a re-formular y re-caracterizar los conceptos con los que trabaja. Es así como observamos que el concepto de “masas disponibles”, que Germani retoma de Raymond Aron, se encuentra en estrecha relación con las ideas de Mannheim. A su vez, el surgimiento del fenómeno del peronismo en Argentina y el interés puesto en descifrar sus principales características lo llevan a realizar una interesante comparación con otros regímenes autoritarios que consideraba similares, pero no iguales. Es en este intento que Germani se encuentra con una paradoja: la “libertad” que las “masas” habían “perdido” con el peronismo era una libertad “que nunca habían realmente poseído: la libertad política a ejercer sobre el plano de la alta política”, es decir, una libertad “abstracta”; mientras que la libertad que “creían haber ganado” era una libertad “concreta, inmediata, de afirmar sus derechos contra capataces y patrones, elegir delegados, ganar pleitos en los tribunales laborales, sentirse más dueños de sí mismos”, lo que fue vivido por el trabajador, concluye, “como una afirmación de la dignidad personal” (Germani, 1956a: 166).
Conclusiones
Hemos comenzado intentando precisar el lugar que ocupa “el problema de las masas” en la obra de Gino Germani. Observamos, a partir de allí, la omnipresencia del “peronismo” en esta parte del esquema interpretativo germaniano. Pudimos observar cómo este fenómeno se comportó, según Germani, de un modo ambivalente ante el concepto de “libertad”. Nos servimos del agudo estudio de Amaral (2018) , quien desgrana minuciosamente los dos “sentidos” que la libertad tenía para Germani bajo el peronismo, para precisar el “significado” que le adjudicaba a éste en tanto expresión política de las masas.
Emergió posteriormente en nuestro análisis un concepto caro al pensamiento germaniano, el de “masas disponibles”. Estas masas, antes despolitizadas, comenzaron a exigir representación y, mediante un proceso de movilización política, adquirieron mayor relevancia en la esfera pública, logrando así su ansiada representación. Esto se refiere a lo que Mannheim llamó el “proceso de democratización fundamental”, en el cual Germani abreva. En este proceso se ponen en funcionamiento mecanismos de “nivelación” (ascendente o descendente, dependiendo del caso) entre las “masas” y las “élites”. Por un lado, las masas, según Mannheim, “intelectualmente retrasadas”, acceden a la vida política transportando con ellas elementos irracionales (impulsos, excesos, emociones), lo que permite el surgimiento de gobiernos dictatoriales que canalicen estos sentimientos en una dirección que responde a sus propios objetivos (y no los de las masas). Por otro lado, también “desciende” desde los estratos superiores a los inferiores el “cinismo”. Cuando este “entra en el populacho de una sociedad de masas, se convierte en una fórmula que favorece la expresión abierta de una brutalidad natural” (Mannheim, 1946: 78). La “democratización negativa”, pues, es el proceso con el cual Mannheim se refiere al mayor de los problemas de la democracia de masas: la irracionalidad. Como vimos, hacia el final de su vida, Germani parece abonar en este diagnóstico para, de un modo más trágico, plantear la “paradoja” de la democracia moderna: al mismo tiempo que crea el marco necesario para “desarrollar las formas democráticas hasta sus últimas consecuencias lógicas”, encierra también, en su propia forma de integración, las tensiones que pueden llevar a “la supresión de la democracia misma” (Germani, 1979a: 25).
Resulta interesante, para el trabajo que resta por realizar, que el “problema de las masas” aparece en la obra germaniana invariablemente asociado con otros conceptos/problemas: la integración económica, política y social; la movilización geográfica (urbanización) y social (estratificación y movilidad social); los totalitarismos, los regímenes autoritarios, el fascismo y el nazismo, el peronismo; la democracia; la sociedad moderna. A esta serie de conceptos/problemas debe sumársele el de “marginalidad”, que por razones programáticas y según el recorte realizado (ver párrafos introductorios), se decidió dejar fuera en esta oportunidad.
A partir de fines de los años sesenta, y sobre todo en la década siguiente, en Germani toma especial relevancia el concepto de “clase social” para explicar los fenómenos de la marginalidad y la exclusión. Así, el autor se inscribe en una línea de debates que incluyen la marginalidad, y el consecuente problema de la “masa marginal”, como objeto privilegiado de estudio. Entre sus principales exponentes se encontraban José Nun y Roger Vekemans. Será necesario, entonces, en próximas indagaciones, seguir los trazos de este debate e incluir, indefectiblemente, El concepto de marginalidad ([1973] 1980) de Germani en nuestra red de textos.
Por lo dicho hasta aquí, pues, puede concluirse que el “problema de las masas” en la obra de Germani se traduce sociológicamente en el problema de su integración en la sociedad moderna. Es la “sociedad de masas” la que debe “ofrecer”, según el autor, una respuesta para los populosos sectores medios y bajos, sin ya poder, proceso de democratización fundamental mediante, obviarlos, ocultarlos, invisibilizarlos. Es esperable que logre integrarlos de algún modo. Una respuesta a la necesidad de integración de las masas en la sociedad moderna fue ofrecida por las vías del totalitarismo, en sus versiones clásicas, el nazismo alemán y el fascismo italiano. El peronismo también ofreció una vía de integración. Sin embargo, no son lo mismo, y muestra de esto es que gran parte de los esfuerzos de Germani se orientan más a señalar lo que los hace diferentes (la relación con las masas en tanto bases de apoyo y el rol efectivo de las mismas en el régimen) que lo que los asemeja (sus sesgos autoritarios). Para el autor, la vía peronista a la integración tenía una importante contrapartida en las masas: suponía la restricción de las libertades individuales. Pareciera (interpretando a Germani), que el mayor desafío consistiría en lograr una integración que no ponga en juego la democracia, sorteando grados considerables de libertad. A juzgar por sus últimos escritos, esta opción no parecía ser una posibilidad en el horizonte cercano que vislumbraba.