Las acciones de distanciamiento social adoptadas para contener la pandemia de Covid-19 en México han llevado a una paralización de la actividad económica cuya magnitud y efectos apenas empezamos a entender. Estimaciones de distintos organismos nacionales e internacionales sugieren que las medidas producirán una contracción de la actividad económica de México superior al 9% del Producto Interno Bruto (International Monetary Fund, 2020; Banco de México, 2020), una caída mayor a la observada en 1995, la peor crisis económica en la historia reciente del país. La magnitud de esta nueva crisis, así como sus distintas ramificaciones en las cadenas de producción globales y locales, las remesas y el turismo, hacen que la recuperación económica sea incierta y ponen en una situación de extrema vulnerabilidad a grandes segmentos de la población mexicana.
En términos de análisis, las limitadas acciones de apoyo a empresas y trabajadores convierten al caso de México en un ejemplo de cómo la ausencia de medidas de contención puede afectar los mercados laborales y la actividad económica, lo cual puede ayudar a entender cómo distintas políticas públicas de apoyo pueden ayudar o no a reducir el costo social y económico de la pandemia.
Como en otros episodios de crisis económica, el efecto en los niveles de pobreza y la desigualdad sólo podrá conocerse hasta que sean publicados los resultados de las fuentes oficiales, como la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) o la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE). Sin embargo, en los primeros momentos de la pandemia, el organismo a cargo de estos levantamientos, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), anunció la suspensión de todas sus encuestas presenciales hasta nuevo aviso (INEGI, 2020c). Esta medida implicó la suspensión de la ENOE, la principal herramienta para analizar los cambios en el mercado laboral, y creó incertidumbre sobre el eventual levantamiento de la ENIGH 2020.
Ante esta coyuntura, la Universidad Iberoamericana, a través del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo con Equidad (Equide), emprendió la tarea de diseñar y levantar una encuesta que permitiera diagnosticar los efectos de esta crisis en el bienestar de los hogares mexicanos, no sólo en el ámbito del empleo y la ocupación, sino también en sus ingresos, la alimentación, la salud mental y otras dimensiones de la calidad de vida. El instrumento desarrollado, denominado Encuesta de Seguimiento de los Efectos del Covid-19 en el Bienestar de los Hogares Mexicanos (En- covid-19), fue levantado por primera vez en abril de 2020, y se seguirá levantando periódicamente durante al menos un año, con el fin de proporcionar un panorama sobre los cambios en el bienestar de los hogares a lo largo de esta coyuntura.
En mayo, el INEGI anunció que realizaría tres estudios dedicados principalmente a analizar los efectos de la pandemia por Covid-19 en el mercado laboral: la Encuesta Telefónica de Ocupación y Empleo basada en la ENOE (INEGI, 2020b), la Encuesta sobre el Impacto Económico Generado por Covid-19 (ECovid-IE) y la Encuesta Telefónica sobre Covid-19 y Mercado Laboral (ECovid-ML) (INEGI, 2020c). Además, ante el regreso paulatino a las actividades económicas, el INEGI también anunció que iniciaría el levantamiento de la ENIGH 2020. Aunque estos instrumentos proporcionan información similar a la contenida en la Encovid-19, ésta cuenta con diversas fortalezas: la inclusión de otras dimensiones del bienestar, una muestra representativa a nivel nacional y un seguimiento periódico que inició desde los primeros momentos de la crisis. Asimismo, al ser un ejercicio académico, proporciona una aproximación flexible y con diversas temáticas adicionales que permitirán explorar las ramificaciones de la pandemia por Covid-19.
En este artículo hacemos un breve recuento de algunos de los estudios que han reportado las posibles consecuencias económicas y sociales de la pandemia por Covid-19, las estrategias para contenerla y sus secuelas en el bienestar, con el fin de brindar un contexto a una presentación más amplia sobre el diseño metodológico y conceptual de la Encovid-19. Posteriormente presentamos algunos de sus principales resultados en materia de ocupación e ingresos, seguridad alimentaria y salud mental. Cerramos con algunas consideraciones finales y posibles áreas de estudio a futuro.
¿Qué sabemos de los impactos del Covid-19 en el bienestar?
Los estudios sobre las implicaciones económicas y sociales de la pandemia por Covid-19 son numerosos y, a pesar del corto tiempo transcurrido desde el inicio de esta contingencia, existe una gran diversidad analítica y metodológica. Sin embargo, la urgencia de disponer de medidas apropiadas para el control de la epidemia ha llevado a acelerar los procesos de revisión y publicación de estudios, por lo que en muchos casos estas investigaciones se publican sin un adecuado proceso de revisión por pares. En este contexto, aún es difícil identificar patrones claros sobre los efectos que pueda tener el brote de Covid-19, pero se pueden vislumbrar algunos de los indicadores en que es más probable que se encuentren afectaciones. En esta sección hacemos una revisión de algunos estudios que consideramos pueden contribuir a que el lector tenga una idea de cuáles son los principales resultados disponibles en las dimensiones del bienestar captadas en la Encovid-19. Sin embargo, no sugerimos que ésta sea una revisión exhaustiva, sino más bien que puede servir de punto de partida para una exploración más profunda si el lector está interesado en alguno o varios de estos temas.
A nivel internacional, la mayoría de los estudios se enfocan en los efectos en el empleo que han tenido las restricciones de movilidad y para la realización de ciertas actividades económicas (Brodeur et al., 2020). Abigail Adams-Prassl et al. (2020) introducen una “encuesta en tiempo real” realizada en Reino Unido, Estados Unidos y Alemania, la cual les permite sugerir que la pandemia está exacerbando las desigualdades que ya existían, dado que aquellos trabajadores en situación de desventaja (mujeres, con bajos niveles de educación o inmigrantes) suelen estar ocupados en áreas en que no es posible realizar su trabajo a distancia, lo cual coincide con lo hallado por otros estudios similares (Dingel y Neiman, 2020; Avdiu y Nayyar, 2020; Blundell et al., 2020). De hecho, varios estudios han encontrado evidencia de que los trabajadores de mayor remuneración son también aquellos con mayor probabilidad de realizar sus actividades vía remota, lo cual puede contribuir a trasladar las ventajas sociales a mejores resultados de salud (Yasenov, 2020; Felstead et al., 2020; Dingel y Neiman, 2020; Bartik et al. 2020). Sin embargo, la heterogeneidad de las actividades se identifica como uno de los mayores determinantes de los desiguales efectos de la pandemia en el trabajo (Béland, Brodeur y Wright 2020; Maloney y Taskin, 2020).
Olivier Coibion, Yuriy Gorodnichenko y Michael Weber Coibion (2020), así como Alexander Bartik et al. (2020), sugieren que la pérdida de empleo es mucho mayor a la registrada en fuentes oficiales de múltiples países, y destacan la existencia de trabajadores “desalentados” que han dejado de buscar empleo durante la pandemia. Más aún, Sangmin Aum, Lee San Yoon y Yongseok Shin (2020) estudian el caso de Corea del Sur para mostrar que aun en ausencia de ceses obligatorios de actividades, la presencia de infecciones de Covid-19 puede reducir los niveles de empleo por temor a contagios o por la disminución de actividades en el sector servicios. Por su parte, Eliza Forsythe et al. (2020) analizan las ofertas de trabajo y muestran que, a pesar de la reactivación de actividades, la demanda de trabajo se ha reducido de manera uniforme en todo Estados Unidos, sin importar el nivel de transmisión o riesgo de contagio. Bartik et al. (2020) encuentran que las pequeñas empresas han resentido particularmente los cierres de actividades, lo cual ha derivado en una gran pérdida de empleos y frágiles condiciones financieras en estas empresas.
En términos de otros indicadores de bienestar, la mayoría de los artículos revisados se refieren a resultados directos de la enfermedad por Covid-19, pero un creciente número de estudios se enfocan en las consecuencias de la pandemia en la salud mental (Béland et al., 2020a; Tubadji, Webber y Boy, 2020; Pfefferbaum y North, 2020; Lu, Nie y Qian, 2020). Algunos de estos estudios se han centrado en mecanismos a través de los cuales las acciones para contener la pandemia pueden afectar la salud mental, en casos como la incertidumbre asociada a desconocer cuáles pueden ser las consecuencias personales de la pandemia, actitudes negativas hacia el encierro (aburrimiento, frustración), o el exceso de noticias sobre la pandemia recibido a través de medios tradicionales o redes sociales (Lu, Nie y Qian, 2020; Tubadji, Webber y Boy, 2020). Asimismo, otros estudios se han enfocado en cómo ciertos grupos (adultos mayores, personas con bajos niveles educativos o de menor ingreso) pueden ser más susceptibles a efectos negativos en su salud mental (Béland et al., 2020b). Algunos estudios ya empiezan a documentar un alza en las solicitudes de servicios de asistencia emocional, ya sea estudiando las llamadas a servicios tradicionales (Armbruster y Klotzbücher, 2020), o mediante búsquedas de Internet (Brodeur et al., 2020).
Además de las disparidades laborales, otro conjunto de estudios ha analizado cómo los efectos de la pandemia de Covid-19 pueden estar reforzando las desigualdades que experimentan las mujeres, las minorías étnicas u otros grupos vulnerables a sus efectos (Adams-Prassl et al., 2020; Yasenov, 2020), o incluso derivar en cambios en la violencia doméstica (Béland et al., 2020a).
La seguridad alimentaria es un elemento crucial del bienestar de los hogares, y la interrupción de las cadenas globales de suministro, así como la reducción generalizada en los niveles de ingreso (particularmente entre las familias y países más pobres), pueden tener repercusiones negativas en esta dimensión (Laborde et al., 2020; Carroll et al., 2020; Arndt et al., 2020). Uno de los pocos estudios que analizan los cambios alimenticios derivados del confinamiento por Covid-19 (Carroll et al., 2020) muestra que al estar en casa se reporta un mayor consumo de botanas, pero también de comida hecha en el hogar. Sin embargo, se reporta también una reducción en la actividad física.
La mayoría de la evidencia hasta ahora identificada se refiere a las experiencias de economías de altos ingresos o desarrolladas; sin embargo, las características específicas de las economías en desarrollo (altos niveles de informalidad laboral, sistemas de salud fragmentados, altos niveles de pobreza y desigualdad) hacen necesario generar evidencia específica a su contexto. Algunos estudios ya han resaltado el papel que juegan los altos niveles de informalidad en el combate a la pandemia (Bosio y Djankov, 2020; Narula, 2020), así como las condiciones particulares que las economías en desarrollo enfrentan para diseñar estrategias que alivien el impacto de la pandemia (Gerard, Imbert y Orkin, 2020), o incluso sobre la disyuntiva que enfrentan entre salvar vidas o salvar sus economías (Robalino, 2020). En el caso de México, la literatura es dispersa y con focos de interés que abarcan las disparidades en el riesgo de Covid-19 (Ortiz-Hernández y Pérez-Sastré, 2020; Hernández-Ávila y Alpuche-Aranda, 2020), los posibles impactos económicos desde una perspectiva amplia (Esquivel, 2020), las afectaciones laborales (Campos-Vázquez, Esquivel y Badillo, 2020; Samaniego, 2020), las posibles consecuencias en la desigualdad y la pobreza (Salas et al., 2020; Nájera y Huffman, 2020), violencia doméstica (Silverio-Murillo et al., 2020), los cambios psicosociales (Cortés-Álvarez et al., 2020), entre otros temas.
Aunque una revisión exhaustiva de esta literatura escapa a los propósitos del presente trabajo, conviene resaltar algunos de los resultados de dichos estudios. Raymundo Campos-Vázquez, Gerardo Esquivel y Raquel Badillo (2020) analizan cómo se ha modificado la demanda de trabajo estudiando anuncios de empleo; encontraron que, si bien hubo un efecto importante en abril, para mayo ésta había vuelto a condiciones pre-pandemia. Carlos Salas et al. (2020), así como Héctor Nájera y Curtis Huffman, (2020), estiman importantes aumentos en los niveles de pobreza y desigualdad, aunque el último de estos estudios apunta a que responder al reto de, por lo menos, reducir la pobreza extrema implicaría un costo relativamente moderado para México. Nadia Yanet Cortés-Álvarez, Regino Piñeiro-Lamas y César Rubén Vuelvas-Olmos (2020) exploran los efectos en la salud mental mediante una encuesta en línea; encontraron una alta tasa de disrupción emocional y niveles moderados de ansiedad, depresión y estrés.
Como es posible observar, existe una creciente riqueza analítica sobre las múltiples afectaciones que la pandemia de Covid-19 ha tenido a nivel global, y en particular para el caso de México. Aunque esta revisión es limitada, esperamos que sirva para entender las preocupaciones detrás de las decisiones adoptadas sobre el diseño conceptual de la Encovid-19, como se explicará en las siguientes secciones.
Diseño muestral
La Encovid-19 fue diseñada por el Equide y Quantos, Investigación Cuantitativa, con el propósito de estudiar los impactos de la pandemia de Covid-19 en el bienestar de los hogares mexicanos. Ante la imposibilidad de realizar entrevistas cara a cara durante la pandemia, y dadas las limitaciones de otras fuentes de información, como las encuestas en línea (Lohr, 2019), se decidió utilizar una encuesta telefónica nacional entre personas de 18 años o más, que fueron contactadas a través de su teléfono móvil.
La decisión de utilizar teléfonos móviles obedece a que, de acuerdo con información del Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT, 2019), al cuarto trimestre de 2018 se contaba con una penetración de telefonía móvil de 96% en usuarios. Asimismo, en distintas encuestas nacionales el porcentaje de hogares con acceso a telefonía móvil es cercano a 90%: 86.1% en la ENIGH 2018 (INEGI, 2019a) y 89.4% en la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH) 2019 (INEGI, 2019b). Utilizando información de la ENIGH 2018 podemos analizar los sesgos de la muestra de la Encovid-19 asociados a la decisión de utilizar teléfonos móviles, tal como se muestra en las gráficas 1 a 4.
Nota: (1) Corresponde a la definición de ingreso corriente total per cápita utilizado en la medición oficial de la pobreza (Coneval/UNICEF, 2009).
Fuente: Elaboración propia con base en la ENIGH 2018 (INEGI, 2019a).
En las gráficas 1 a 4 se muestra el porcentaje de hogares con al menos un teléfono celular por decil de ingreso, tamaño de la localidad, hablantes de lengua indígena y entidad federativa, respectivamente. Como es posible apreciar en estas figuras, en todos los casos 64% o más de los hogares cuentan con teléfono móvil, incluso entre hogares en el decil de menores ingresos o entre aquellos hogares en que la jefatura habla lengua indígena. Lo anterior sugiere que, aun si es posible que algunas regiones particularmente aisladas pueden estar excluidas de un marco de muestreo basado en la telefonía celular, es posible disponer de población en todos los niveles y estratos socioeconómicos.
El marco muestral utilizado para la selección de los números telefónicos es la versión más actualizada disponible al momento de iniciar el levantamiento del Plan Nacional de Numeración (PNN), publicado por el IFT (2020). A partir de la distribución teórica de los números telefónicos, para cada entidad se selecciona de forma aleatoria números telefónicos móviles usando Random Digit Dialing (RDD), una técnica que evita el error de sub-cobertura asociado a otro tipo de muestreos basados en listados telefónicos (Lohr, 2019). Para la ejecución del RDD se utilizó el paquete R RDDQuantosIC v1.5, desarrollado por Quantos, Investigación Cuantitativa. Los números telefónicos generados de manera aleatoria incluyen números inactivos, contestadoras, entre otras categorías no elegibles para el levantamiento, por lo que es necesario depurarlos previamente mediante un servicio de Computer Assisted Telephone Interviewing (CATI). El diseño de muestreo es probabilístico y estratificado a nivel de entidad federativa, y se incluyen filtros de elegibilidad y controles específicos para que la muestra cuente con una distribución similar a la población objetivo.1 Todos los encuestadores y supervisores trabajaron desde sus casas, sin riesgo de contagio y/o propagación del Covid-19, con horarios regulares de trabajo y descansos, así como procesos de supervisión para asegurar la calidad de la información. La marcación y el acopio de información se realizan “en la nube”, y la limpieza y el análisis de la información fueron realizados por el Equide.
La selección de números telefónicos se realiza usando un diseño de muestreo probabilístico, unietápico y estratificado por entidad federativa, con el fin de disponer de una muestra representativa a nivel nacional. Al tratarse de un diseño de muestreo unietápico, no hay conglomeración, por lo que teóricamente se tiene un diseño de muestreo (“design effect”, DEFF) menor a 1 (Lohr, 2019). Las estimaciones se realizaron utilizando factores de expansión ajustados con las distribuciones observadas en la Encuesta Intercensal 2015 del INEGI, la ENDUTIH 2018 y la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) 2019 del INEGI. Además, se utilizó información de nivel socioeconómico calculado de acuerdo con la definición 2018 de la AMAI (Comité de Nivel Socioeconómico AMAI, 2017).
Diseño del estudio
La Encovid-19 busca proporcionar información para analizar los efectos de la contingencia sanitaria en el empleo, el ingreso, la seguridad alimentaria y la salud mental a lo largo de la crisis por la pandemia de Covid-19. Considerando los reportes iniciales de los países que iniciaron la fase de crecimiento acelerado de la pandemia antes que México (como Italia, España o Estados Unidos) (Baldwin y Weder di Mauro, 2020), se esperaba que el aumento en los niveles de desempleo fuera rápido y pudiera desencadenar una serie de efectos negativos en distintas dimensiones del bienestar de los hogares. Considerando lo anterior, se decidió que el diseño del estudio permitiera identificar de manera oportuna tendencias para el diseño de políticas públicas de contención y corrección de los efectos negativos en el bienestar de los hogares. Consecuentemente, el estudio se diseñó como una serie de cortes transversales mensuales o bimestrales que cubrieran al menos un periodo de un año para poder analizar la magnitud de la crisis y la eventual recuperación. Con este objetivo, se adoptaron una serie de criterios para definir el cuestionario:
Incorporar indicadores en los que pudieran observarse cambios mes a mes, así como en los diferentes horizontes temporales que abarca el estudio.
Disponer de medidas para cada una de las dimensiones de interés, preferentemente basadas en instrumentos validados y probados en operativos similares.
Que fueran factibles de medir mediante un operativo telefónico.
Al respecto del último criterio, una de las primeras limitaciones para el di- seño del cuestionario fue que, al tratarse de un operativo en telefonía móvil, el tiempo disponible para realizar la encuesta con una calidad adecuada se encontraba considerablemente limitado.2 Aunque hubiera sido deseable mantener en el cuestionario preguntas estrictamente comparables a otros instrumentos como la ENOE, la ENIGH o la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut), fue necesario realizar adaptaciones en algunos reactivos para facilitar su captación en el contexto de una encuesta telefónica. En relación con la estructura del cuestionario, la versión básica del mismo consta de cinco partes: 1) salud en el contexto de la pandemia de Covid-19; 2) economía del hogar; 3) ocupación y cambios en el empleo; 4) estrategias ante la crisis y seguridad alimentaria; 5) salud mental. A lo largo de los distintos levantamientos se han incorporado secciones adiciona- les para reflejar aspectos del bienestar de los hogares no incluidos inicial- mente, en especial aquellos ligados con la educación en el contexto del cierre de las escuelas, acceso a programas sociales y ayudas gubernamentales, entre otros.
En el caso de la sección sobre salud en el contexto de la pandemia de Covid-19, se incluyeron preguntas sobre percepción del riesgo de contagio de Covid-19, así como aspectos asociados a la presencia de síntomas que pudieran indicar la presencia de Covid-19 en el hogar. Cuando la persona informante reporta que algún integrante de su hogar tuvo alguno de los síntomas típicos de Covid-19, se indagó también sobre aspectos asociados con el cumplimiento de las medidas de distanciamiento social, el acceso a atención médica y la presencia de comorbilidades.
En el módulo de economía del hogar, se realizaron preguntas sobre los cambios en el ingreso y el empleo a nivel hogar para identificar cambios en la oferta laboral del hogar en el margen extensivo, así como en los ingresos del hogar y la percepción de la persona entrevistada sobre la probabilidad de que alguien en su hogar perdiera su empleo o se redujeran los ingresos del hogar el siguiente mes.
En la sección de ocupación se utilizó una versión reducida del cuestionario de la ENOE para identificar a la Población Económicamente Activa (PEA), la desocupación y la informalidad laboral (medida como acceso a servicios médicos como prestación laboral). Además, en las pruebas piloto del cuestionario se identificaron dos fenómenos relevantes:
Una parte importante de la población que había perdido su empleo no podía salir a buscar trabajo, por lo que técnicamente no entraba dentro de las definiciones tradicionales de desempleo abierto.
Se identificó que algunas personas habían sido “descansadas”, en algunos casos sin goce de sueldo ni claridad respecto a cuándo podrían regresar a trabajar.
En ambas situaciones, los individuos se encontraban en una situación de vulnerabilidad por haber perdido sus ingresos laborales y no poder salir a encontrar otro trabajo, por lo que se decidió adoptar una definición amplia de desocupación que proveyera una dimensión más adecuada del deterioro en las condiciones laborales durante la crisis. Las limitaciones de la definición estándar de desempleo abierto, en particular en el contexto de la medición de la informalidad, el trabajo rural y en general para los mercados de trabajo en los países en desarrollo, han sido ampliamente estudiadas;3 la definición que proponemos no busca atender estas limitaciones, sino sólo ser útil en el contexto de una evaluación rápida de los cambios en los mercados laborales durante la pandemia de Covid-19, y realzar la necesidad de disponer de una medida más flexible de desempleo que permita documentar las distintas afectaciones que esta contingencia ha creado en los mercados laborales, particularmente en los países en desarrollo (Coibion, Gorodnichenko y Weber, 2020; Yu, Xiao y Li, 2020).
Una de las innovaciones de la Encovid-19 fue incluir preguntas sobre el último empleo para la población desocupada, con el fin de determinar las características de las personas que perdieron su trabajo. Asimismo, tanto para población ocupada como desocupada, se indagó la duración del empleo actual (o el último, en caso de haberlo perdido), el acceso a servicios médicos como prestación laboral y el ingreso mensual por trabajo, para poder caracterizar con mayor precisión el tipo de trabajadores que estaban siendo afectados por la pandemia de Covid-19.
Una de las formas de aproximarnos a las consecuencias de las restricciones en los ingresos de los hogares es analizar las múltiples estrategias que utilizan los hogares para afrontar la pérdida de ingresos (cambios en el consumo, endeudamiento, entre otras). Dentro de estas estrategias, una de particular relevancia, por su gravedad y secuelas de largo plazo, son los cambios en la alimentación de los hogares. Al respecto, en el contexto de la crisis económica global de 2008-2009, diversos estudios documentaron un aumento en la inseguridad alimentaria (Coneval/UNICEF, 2009; FAO, 2009). Sin embargo, la evidencia disponible no ha analizado los cambios de muy corto plazo en este indicador, por lo que uno de los objetivos planteados en la Encovid-19 es estudiar la dinámica de la seguridad alimentaria en el contexto de una profunda crisis económica y social, tal como la derivada de la pandemia de Covid-19. En este sentido, se incluyó un módulo de seguridad alimentaria basado en la Escala Latinoamericana y Caribeña de Seguridad Alimentaria (Comité Científico de la ELCsA, 2012), cuya adaptación telefónica ya ha sido validada (Gaitán-Rossi et al., 2020).
Un aspecto novedoso de la Encovid-19 es la inclusión de un módulo de salud mental, el cual considera mediciones de ansiedad y depresión, problemas habituales que inciden en la capacidad de trabajar, la productividad, el bienestar y la calidad de vida (Galea, Merchant y Lurie, 2020; Pfefferbaum y North, 2020). En el contexto de crisis económicas, se ha observado que la falta de una red adecuada de protección social puede derivar en aumentos en los niveles de depresión y suicidios (Uutela, 2010; Wahlbeck y McDaid, 2012; Gili et al., 2013), fenómeno prácticamente inexplorado en las economías en desarrollo (Hone et al., 2019). En la Encovid-19 se decidió levantar dos escalas estandarizadas para efectuar la medición de las experiencias de ansiedad y depresión (Garcia-Campayo et al., 2012; Salinas-Rodríguez et al., 2013).
La medición de los síntomas de ansiedad se realizó mediante una escala generalizada de ansiedad que ha sido validada anteriormente en países de habla hispana (Garcia-Campayo et al., 2012). Asimismo, la medición de depresión se realizó a partir de la versión breve de la Escala de Depresión del Centro de Estudios Epidemiológicos (Cesd-7), la cual fue incluida en la Ensanut 2012 (Salinas-Rodríguez et al., 2013). Debido a la naturaleza de estos reactivos, particularmente en el contexto de una aguda crisis económica, se implantó un operativo de apoyo psicológico para brindar soporte emocional a las personas entrevistadas que reportan síntomas severos de alguna de estas patologías (Teruel Belismelis et al., 2020).
Como se mencionó anteriormente, además de los módulos asociados con las principales dimensiones del diseño original de la Encovid-19, se han incorporado módulos adicionales para profundizar en aspectos específicos del bienestar de los hogares, como un módulo sobre “Aprende en Casa” (la estrategia del gobierno federal para continuar con la educación de los estudiantes de educación básica durante la cuarentena) (Pérez-Hernández y Gaitán-Rossi, 2020) y uno sobre programas sociales, entre otros.
Descripción de la muestra
En el presente documento presentamos algunos de los resultados preliminares de la Encovid-19, correspondientes a los primeros cinco meses del levantamiento (abril, mayo, junio, julio y agosto de 2020). Estos levantamientos comprenden tanto el periodo de mayores restricciones a la movilidad y a la actividad económica (la denominada Jornada de Sana Distancia), así como la transición hacia la “nueva normalidad” en que paulatinamente se han retomado las actividades económicas no esenciales (Gobierno de México, 2020).
La primera edición de la Encovid-19, levantada entre el 6 y el 14 de abril de 2020, contiene información de 833 individuos de las 32 entidades federativas y cuyas características principales se presentan en el cuadro 1. A partir de mayo de 2020, gracias al apoyo de UNICEF México, se amplió la muestra de estudio para disponer de observaciones suficientes para analizar las afectaciones al bienestar de las familias con población de 0 a 17 años. Considerando esta modificación, la segunda edición de la Encovid-19 se levantó del 6 al 11 y del 20 al 25 de mayo, e incluye información de 1 680 individuos, 885 de los cuales eran parte de un hogar con población infantil o adolescente (52.7% de la muestra). Cabe mencionar que la expansión de la muestra se realizó con los mismos criterios de la muestra original, por lo que los resultados de estos levantamientos son estrictamente comparables.
Los levantamientos de junio, julio y agosto han seguido la misma metodología que el levantamiento de mayo, aunque el regreso paulatino a la “nueva normalidad” ha implicado dificultades importantes para alcanzar el tamaño de muestra objetivo. A pesar de lo anterior, las características de la muestra de estudio se han mantenido estables a lo largo de los distintos levantamientos (ver cuadro 1).
Característica | Abril | Mayo | Junio | Julio | Agosto |
---|---|---|---|---|---|
Características de la o el informante | |||||
Grupo de edad 18 a 29 años | 27.6% | 24.8% | 28.9% | 25.5% | 25.1% |
30 a 44 años | 33.3% | 35.4% | 33.0% | 32.7% | 33.8% |
45 años o más | 39.1% | 39.8% | 38.1% | 41.8% | 41.1% |
Edad promedio | 40.8 | 41.6 | 40.6 | 41.8 | 41.8 |
Mujeres | 56.8% | 54.1% | 55.4% | 55.2% | 53.6% |
Jefatura del hogar | |||||
Nivel educativo | |||||
Sin educación | 5.1% | 4.3% | 4.1% | 3.1% | 4.6% |
Primaria | 19.6% | 20.7% | 21.1% | 19.9% | 21.6% |
Secundaria | 30.0% | 26.9% | 26.1% | 25.4% | 25.0% |
Preparatoria | 16.5% | 19.2% | 20.7% | 24.5% | 23.0% |
Superior | 23.0% | 24.9% | 23.9% | 22.3% | 21.5% |
Posgrado | 5.7% | 4.0% | 4.1% | 4.8% | 4.4% |
Características del hogar | |||||
Conexión fija a Internet | 46.9% | 51.3% | 53.1% | 51.5% | 51.8% |
Nivel socioeconómico AMAI | |||||
A/B | 9.7% | 7.6% | 7.5% | 5.2% | 7.5% |
C+ | 27.7% | 29.7% | 28.1% | 27.9% | 28.2% |
C | 15.5% | 14.2% | 14.6% | 16.6% | 15.6% |
C- | 13.4% | 15.2% | 14.1% | 15.7% | 14.8% |
D+ | 12.7% | 13.3% | 14.8% | 14.1% | 15.3% |
D | 13.2% | 14.2% | 14.6% | 12.6% | 12.6% |
E | 7.7% | 5.8% | 6.3% | 8.0% | 6.0% |
Tamaño de muestra | 833 | 1 688 | 1 674 | 1 584 | 1 538 |
Notas: Estimaciones sin considerar factores de expansión. El nivel socioeconómico se construye de acuerdo con los criterios de AMAI (Comité de Nivel Socioeconómico AMAI, 2017).
Fuente: Encovid-19 de abril, mayo, junio, julio y agosto 2020.
Una característica importante de la Encovid-19 es que la estrategia de muestreo seleccionada permite alcanzar a población de todos los niveles socioeconómicos, lo cual la diferencia de otros tipos de operativos como las encuestas on-line o las basadas en telefonía fija (ver la distribución del nivel educativo de la jefatura del hogar o del nivel socioeconómico AMAI en el cuadro 1). Lo anterior se logra al tomar como marco de muestreo al PNN, que, como se explicó anteriormente, incluye todos los números teóricamente posibles asignados a nivel nacional. Una de las desventajas de utilizar este marco de referencia es que una elevada proporción de los números no están asignados, no responden o rechazan la entrevista; sin embargo, la muestra efectiva sigue siendo suficientemente aleatoria como para disponer de observaciones en todos los estratos de interés.
Resultados
Dado el carácter multitemático de la Encovid-19, se presentan sólo algunos de sus resultados más relevantes. Sin embargo, para el público interesado, los datos se harán públicos paulatinamente, con el fin de que puedan ser utilizados con fines de investigación y análisis. A continuación presentaremos los hallazgos en las cinco dimensiones originales del estudio, haciendo énfasis en los resultados de ocupación, al ser una fuente de información que permite captar el que ha sido hasta ahora el momento más álgido de la crisis por el confinamiento.
Uno de los primeros elementos que se buscó investigar en la Encovid-19 fue el nivel de percepción del riesgo asociado con el brote de Covid-19, lo cual puede ser un determinante importante de la respuesta individual ante la enfermedad y la adherencia a las medidas de prevención implantadas (Ferrer y Klein, 2015; Pligt, 1996; Weinstein et al., 2007). Al respecto, en abril se observó que sólo 16.7% de los entrevistados consideraba muy probable contagiarse con Covid-19, aunque 52.7% consideraban que el contagio podría ser muy peligroso para la salud de una persona (ver gráficas 5 y 6). La discrepancia entre el riesgo de contagio y percepción sobre la gravedad de un eventual contagio pudo deberse al momento epidemiológico en que se levantó la encuesta: al cerrar el levantamiento de abril había 5 399 casos oficialmente confirmados en todo el país (que posteriormente se elevaron a 9 424 debido al retraso existente en el registro de los resultados de las pruebas) (Secretaría de Salud, 2020; Conacyt/Secretaría de Salud, 2020), la mayoría de los cuales se encontraban concentrados en la Ciudad de México. De esta forma, a pesar de que la mayoría de la población reconocía el riesgo para la salud asociado a un eventual contagio de Covid-19, la baja prevalencia a nivel nacional reducía la probabilidad de contagio percibida.
Nota: Se incluyen los intervalos de confianza al 95% considerando el diseño muestral. Fuente: Cálculos propios a partir de la Encovid-19 de abril de 2020. El tamaño de muestra efectivo es de 790 observaciones.
Nota: Se incluyen los intervalos de confianza al 95% considerando el diseño muestral. Fuente: Cálculos propios a partir de la Encovid-19 de abril de 2020. El tamaño de muestra efectivo es de 770 observaciones.
Como una forma de obtener ambos aspectos en una sola medición, se incluyó una pregunta sobre el nivel de preocupación de la persona entrevistada ante el coronavirus (Covid-19), medido en una escala de 0 al 10. La gráfica 7 muestra la evolución de este indicador, clasificando el grado de preocupación en tres categorías: bajo (de 0 a 3), medio (de 4 a 6) y alto (de 7 a 10). Aunque en abril más de 60% de la población contaba con un grado alto de preocupación, es notorio que este nivel haya bajado considerablemente en mayo y junio, el periodo de transición hacia la “nueva normalidad”. Durante este periodo, es posible que un primer “hartazgo” ante la aparente limitada transmisión del coronavirus Covid-19, así como una sensación de seguridad asociada con el anuncio sobre el fin de la Jornada de Sana Distancia, contribuyeran a reducir la proporción de la población que percibía un nivel alto de riesgo, y un aumento en aquella que veía un riesgo bajo. Sin embargo, en julio y agosto es posible ver que ante la progresión de la enfermedad en el país los niveles de preocupación vuelven a aumentar a estratos similares a los observados en abril.
Nota: Se incluyen los intervalos de confianza al 95% considerando el diseño muestral.
Fuente: Encovid-19 de abril a agosto de 2020. El tamaño de muestra efectivo en abril fue de 779; en mayo, de 1 531; en junio, de 1 514, y en agosto, de 1 507.
Desde el principio de la Jornada de Sana Distancia, una de las principales preocupaciones derivadas del periodo de confinamiento era si los hogares disponían de los recursos necesarios para poder sobrellevar la cuarentena hasta el fin de la Jornada (el 31 de mayo de 2020). Al respecto, aunque 81.1% de la población declaró haber cumplido con las medidas de distancia- miento social y permanecer en casa, sólo 65.5% reportó disponer de los recursos necesarios para cumplir con esta medida. Respecto a las causas para no cumplir con el confinamiento, las informantes refirieron la necesidad de salir a trabajar o de salir a buscar trabajo (80.4% de menciones) o vivir al día (11.4%). Asimismo, 47.7% de los hogares que mencionaban no tener recursos para sobrellevar la cuarentena estimaron necesitar 5 000 pesos o menos para quedarse en su domicilio.
Como se expuso en las secciones anteriores, una de las áreas en las que se han identificado mayores afectaciones por la pandemia de Covid-19 es el empleo. En este tema, la Encovid-19 realiza dos tipos de mediciones: una a nivel individual para conocer las características de la ocupación de la persona que responde la encuesta, y otra a nivel hogar, en el cual se le pregunta al informante sobre cambios en el número de personas que han perdido su empleo desde el inicio de la pandemia (febrero de 2020). Con las cifras de ocupación a nivel individual, se estiman indicadores de ocupación y desocupación a partir de la definición detallada en la sección anterior. Sin embargo, con el fin de apreciar las diferencias con la definición oficial de desempleo, en la gráfica 8 se muestra la evolución con la tasa de desempleo reportada por el INEGI, en marzo a partir de la ENOE del primer trimestre de 2020, y entre abril y junio con la ETOE. En esta gráfica es posible apreciar cómo la tasa de desempleo, aunque aumenta, permanece en niveles muy similares durante el periodo de confinamiento y la transición hacia la “nueva normalidad”. Una de las explicaciones que el mismo INEGI ha dado para esto es el aumento en la población no económicamente activa disponible para trabajar, la cual se incrementó considerablemente durante la pandemia debido al aumento en la población que reportó no trabajar ni estar buscando trabajo (probablemente por el periodo de cuarentena). En contraste, la definición utilizada en la Encovid-19 presenta un incremento muy importante en abril y mayo, los cuales se han reducido sostenidamente entre junio y agosto.
Notas: La tasa de desocupación en la Encovid-19 considera a la población desempleada, descansada o que no puede salir a buscar un trabajo. Población económicamente activa de 18 años o más. Se utiliza información de la ENOE para el primer trimestre de 2020, y de la ETOE a partir de abril. En el caso de las estimaciones con la Encovid-19, se usan factores de expansión a nivel individual, con un tamaño de muestra efectivo de 740 individuos en abril, 1 090 en mayo, 998 en junio, 960 en julio y 972 en agosto.
Fuente: INEGI y Encovid-19.
A partir de la definición de ocupación de la Encovid-19, en el momento de mayor afectación por el confinamiento, mayo de 2020, se estimó que 8.4 millones de personas habían perdido su empleo, fueron “descansadas” o no podían salir a buscar trabajo, lo cual correspondía a 14.6% de la PEA. Al considerar las características del último empleo para quienes reportaban estar desocupados, se encontró que estas tasas diferían considerablemente entre sectores de ocupación y entre hombres y mujeres.
La gráfica 9 muestra la tasa de desocupación en mayo 2020 desagregando por sexo y sector de ocupación (formal e informal).4 Como puede apreciarse, en todos los subgrupos es posible observar una tasa de desocupación superior al 10% en este mes, pero esta era marcadamente mayor en el sector informal (18.2% contra 10.3% en el sector formal), así como en las mujeres (17.2% contra 12.9% entre los hombres). Al combinar estas dos condiciones, se encontró que en el sector formal los niveles de desocupación eran similares para hombres y mujeres, pero en el sector informal 21.9% de las mujeres se encontraban desocupadas (contra 15.2% en los hombres que trabajaban en el mismo sector).
Notas: La tasa de desocupación incluye población que reportó estar desempleada, haber sido descansada o no poder salir a buscar trabajo. El sector de actividad en la población desocupada corresponde al último empleo reportado. Se considera en el sector formal a aquellas personas que cuentan con servicios médicos como prestación laboral.
Fuente: Elaboración propia con base en la Encovid-19 de mayo de 2020 (n=1,090).
Al indagar sobre el nivel de remuneración, tanto para quienes estaban ocupados como para quienes ya no lo estaban (considerando la remuneración que reportaron en su último empleo), emerge un patrón similar. La gráfica 10 muestra el ingreso promedio para cada uno de los subgrupos introducidos en la gráfica 9, distinguiendo entre quienes continúan ocupados (barra izquierda) y quienes perdieron su empleo (barra derecha).
Notas: La tasa de desocupación incluye población que reportó estar desempleada, haber sido descansada o no poder salir a buscar trabajo. El sector de actividad en la población desocupada corresponde al último empleo reportado. Se considera en el sector formal a aquellas personas que cuentan con servicios médicos como prestación laboral.
Fuente: Elaboración propia con base en la Encovid-19 de mayo de 2020 (n=1,090).
La gráfica 10 sugiere que la población que ha perdido su empleo es la de menores niveles de ingreso, tanto en el sector formal como en el informal. Asimismo, pareciera que las mujeres que han perdido su empleo son las que reportan menores niveles de remuneración, particularmente en el sector informal (con un ingreso promedio inferior a los 2 000 pesos). Sin embargo, dada la posibilidad de que existan correlaciones entre individuos que reciben una baja remuneración, su sector de actividad y si son mujeres u hombres, es conveniente realizar un análisis multivariado para identificar posibles interacciones entre estas características.
Al respecto, es importante anotar que una alta proporción de los individuos entrevistados se rehusó a proporcionar su ingreso laboral (entre 25% y 33% de la muestra, dependiendo el mes de levantamiento),5 por lo que se decidió realizar dos análisis: en primer lugar, excluyendo las variables de ingreso, y después incorporándolas. Adicionalmente, se realizó un ejercicio en el cual se imputaron los ingresos faltantes utilizando la técnica hot-deck para mantener el mismo ingreso promedio (Andridge y Little, 2010), pero como los resultados fueron cualitativamente similares a los datos no imputados, se decidió presentar las estimaciones que usan los da- tos sin imputar (para el público interesado se presentan las estimaciones con ingreso imputado en los Anexos).
En el cuadro 2 se presentan los resultados de una serie de modelos logísticos en que la variable dependiente es si la persona se encontraba desocupada, respecto al sexo, grupo de edad, sector de actividad y región de residencia del individuo. Con el propósito de simplificar la interpretación, presentamos los cambios marginales en la probabilidad de estar desocupado cuando la variable o categoría en cuestión aumenta en una unidad. Se presenta una estimación independiente para cada mes, con el fin de identificar si las asociaciones entre el desempleo y las características incluidas en el modelo cambian a lo largo del tiempo.
Característica | Mayo | Junio | Julio | Agosto | Muestra completa |
---|---|---|---|---|---|
Sexo | |||||
Mujer | 0.037 | -0.032 | -0.001 | -0.011 | 0.002 |
(0.022) | (0.019) | (0.018) | (0.017) | (0.010) | |
Grupo de edad (referencia: población de 18 a 24 años) | |||||
25 a 34 años | -0.014 | -0.002 | 0.012 | 0.084** | 0.019 |
(0.036) | (0.028) | (0.026) | (0.023) | (0.015) | |
35 a 49 años | 0.030 | 0.033 | 0.051 | 0.062** | 0.042** |
(0.036) | (0.029) | (0.027) | (0.019) | (0.015) | |
50 años o más | 0.047 | 0.058 | 0.047 | 0.052** | 0.050** |
(0.038) | (0.033) | (0.028) | (0.020) | (0.016) | |
Sector de actividad (referencia: sector formal) | |||||
Informal | 0.067** | 0.039 | 0.017 | 0.028 | 0.040** |
(0.022) | (0.020) | (0.019) | (0.018) | (0.010) | |
Región (referencia: Ciudad de México y Estado de México) | |||||
Norte | 0.011 | 0.004 | -0.007 | -0.057* | -0.011 |
(0.032) | (0.030) | (0.026) | (0.025) | (0.014) | |
Centro | 0.022 | -0.043 | 0.004 | -0.025 | -0.009 |
(0.033) | (0.027) | (0.028) | (0.028) | (0.015) | |
Sur | 0.008 | -0.002 | -0.031 | -0.058* | -0.020 |
(0.032) | (0.030) | (0.026) | (0.026) | (0.015) | |
Tamaño de muestra | 1 090 | 995 | 960 | 967 | 4 012 |
Notas: Modelos de probabilidad logísticos. * p<0.05 y ** p<0.01. Se considera el diseño muestral de la encuesta con estratos a nivel estatal y factores de expansión a nivel individual. Se toma como sector informal a la población que no cuenta con acceso a servicios médicos como prestación laboral. La región norte incluye las entidades de Aguascalientes, Baja California, Baja California Sur, Coahuila, Chihuahua, Durango, Nayarit, Nuevo León, Sinaloa, Sonora, Tamaulipas, Zacatecas. La región centro incluye las entidades de Colima, Guanajuato, Hidalgo, Jalisco, Michoacán, Morelos, Querétaro, San Luis Potosí, Tlaxcala. La región sur incluye las entidades de Campeche, Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo, Tabasco, Veracruz y Yucatán. Fuente: Encovid-19 de mayo, junio, julio y agosto de 2020.
Las estimaciones en el cuadro 2 sugieren que la probabilidad de estar desempleado en mayo no es significativamente distinta de cero para las mujeres, al contrario de los resultados del análisis descriptivo mostrado en las gráficas 9 y 10. De hecho, la probabilidad estimada sólo aumenta en el caso de que la persona trabaje en el sector informal, situación que incrementa la probabilidad de estar desempleado en 6.7 puntos porcentuales. Aunque en junio y julio las características incluidas en el cuadro 2 no aumentan significativamente la probabilidad de desocupación, hacia agosto se observa que la población de más de 24 años tiene una mayor probabilidad de estar desocupada que la población de 18 a 24 años. En múltiples estudios sobre los efectos de crisis económicas en el empleo se ha encontrado que los jóvenes están más expuestos a episodios de desempleo en contexto de baja actividad económica (Blustein et al., 2020; ILO, 2010), pero la Encovid-19 de agosto sugiere que la población de 25 a 34 años tiene 8.4 puntos porcentuales más de probabilidad de estar desocupada que la población más joven, lo cual se repite con la población de 35 a 49 años (6.2 puntos porcentuales adicionales) y la población de 50 años o más (5.2 puntos porcentuales).
Las estimaciones contenidas en el cuadro 3, en cambio, muestran que la mayor predisposición de las mujeres en el sector informal a estar desocupa- das en mayo se explica en gran medida por los bajos niveles salariales. De hecho, aunque la población que trabaja en el sector informal sigue teniendo un aumento marginal en la probabilidad de estar desocupada, este aumento no es estadísticamente distinto de cero. La categoría salarial, en cambio, disminuye en más de 20 puntos porcentuales la probabilidad de desocupación, respecto al grupo de referencia (la población que gana menos de 2 000 pesos). Como en el caso del cuadro 2, las variables incluidas en los modelos de junio y julio no crean un aumento marginal significativo en la probabilidad de desocupación. Sin embargo, en agosto se vuelve a encontrar el mismo patrón en la edad descrito anteriormente: la población de 25 a 34 y 50 años o más tiene respectivamente 9.4 y 8.5 puntos porcentuales más de probabilidad de estar desocupada que la población de 18 a 24 años. Asimismo, destaca que la población con ingresos de 2000 pesos a 4 000 y de 4 000 a 8 000 tienen 7.0 y 9.7 puntos porcentuales más de probabilidad de estar desocupada que el grupo de menores ingresos.
Característica | Mayo | Junio | Julio | Agosto | Muestra completa |
---|---|---|---|---|---|
Sexo Mujer | -0.025 | -0.029 | 0.006 | -0.010 | -0.007 |
(0.030) | (0.024) | (0.026) | (0.022) | (0.013) | |
Grupo de edad (referencia: población de 18 a 24 años) | |||||
25 a 34 años | 0.020 | -0.005 | 0.010 | 0.094** | 0.027 |
(0.048) | (0.033) | (0.035) | (0.029) | (0.019) | |
35 a 49 años | 0.061 | 0.042 | 0.055 | 0.060* | 0.056** |
(0.047) | (0.035) | (0.037) | (0.024) | (0.019) | |
50 años o más | 0.078 | 0.074 | 0.052 | 0.085** | 0.073** |
(0.049) | (0.042) | (0.039) | (0.029) | (0.020) | |
Sector de actividad (referencia: sector formal) | |||||
Informal | 0.019 | 0.042 | 0.010 | 0.057* | 0.031* |
(0.032) | (0.025) | (0.027) | (0.025) | (0.014) | |
Ingreso laboral mensual reportado (referencia: población que gana menos de $2 000) | |||||
$2 000 a $4 000 | -0.219** | 0.011 | -0.009 | 0.070** | -0.042* |
(0.047) | (0.036) | (0.028) | (0.027) | (0.018) | |
$4 000 a $8 000 | -0.192** | 0.014 | 0.085* | 0.097** | -0.002 |
(0.044) | (0.032) | (0.034) | (0.031) | (0.019) | |
$8 000 a $12 000 | -0.264** | 0.003 | 0.066 | 0.084* | -0.030 |
(0.048) | (0.040) | (0.045) | (0.042) | (0.022) | |
$12 000 a $20 000 | -0.254** | 0.079 | 0.027 | 0.094* | -0.019 |
(0.051) | (0.061) | (0.048) | (0.045) | (0.026) | |
Más de $20 000 | -0.283** | -0.027 | 0.049 | 0.110 | -0.046 |
(0.055) | (0.056) | (0.056) | (0.072) | (0.029) | |
Región (referencia: Ciudad de México y Estado de México) | |||||
Norte | -0.016 | -0.009 | -0.001 | -0.059 | -0.017 |
(0.049) | (0.038) | (0.034) | (0.031) | (0.020) | |
Centro | -0.019 | -0.065 | -0.004 | -0.020 | -0.024 |
(0.049) | (0.034) | (0.033) | (0.035) | (0.019) | |
Sur | -0.032 | -0.041 | -0.013 | -0.058 | -0.034 |
(0.048) | (0.037) | (0.035) | (0.034) | (0.020) | |
Tamaño de muestra | 725 | 740 | 670 | 670 | 2 805 |
Notas: Modelos de probabilidad logísticos. * p<0.05 y ** p<0.01. Se considera el diseño muestral de la encuesta con estratos a nivel estatal y factores de expansión a nivel individual. Las definiciones de las variables se presentan en el cuadro 1.
Fuente: Encovid-19 de mayo, junio, julio y agosto de 2020.
Los resultados anteriores sugieren que las características de la desocupación en mayo y agosto son marcadamente distintas: mientras que en mayo las pérdidas de empleos se concentraron claramente en los trabajadores que recibían menos ingresos, en agosto este perfil parece haber cambiado hacia trabajadores de mayor edad y niveles de remuneración medios. El cambio en el perfil de desocupación puede estar asociado con la duración de la crisis y la falta de estímulos hacia las empresas: mientras que en un primer momento la pérdida de empleo se enfocó en puestos de baja remuneración (muy probablemente del sector informal y con costo muy bajo o nulo de despido), la persistencia de condiciones económicas adversas puede estar llevando a la pérdida de empleos de mayor remuneración y de otros grupos demográficos.
A nivel hogar, en la Encovid-19 de abril se encontró que 61.6% de los hogares reportaban tener un menor ingreso que antes de la pandemia, y que en uno de cada tres esta reducción había sido de 50% o más de sus ingresos. Entre mayo y agosto, el porcentaje de hogares que reportaron un menor ingreso se mantuvo arriba de 65%, y el porcentaje de hogares que reportan una pérdida de ingreso mayor o igual a 50% fue mayor a 30%. Estos resultados sugieren que la recuperación en los ingresos de los hogares no ha seguido una tendencia similar a la observada en los niveles de desocupación, lo que ha creado una creciente presión financiera en los hogares para evitar alteraciones en su bienestar.
Una forma de aproximarse a las presiones ocasionadas por la caída continuada en los ingresos de los hogares es a través de la medición de las estrategias que suelen utilizar los hogares para afrontar situaciones de restricción de liquidez. En ese sentido, en la Encovid-19 se incluyó una batería para identificar las estrategias a las que podían estar recurriendo los hogares ante las reducciones en su ingreso, tres de las cuales se incluyen en la gráfica 11.
Notas: TDC se refiere a tarjetas de crédito. Se usan factores de expansión a nivel hogar. El tamaño de muestra efectivo de la Encovid-19 es de 1680 individuos de 18 años o más en mayo, 1666 en junio, 1 517 en julio y 1 538 en agosto.
Fuente: Encovid-19 de mayo, junio, julio y agosto de 2020.
La gráfica 11 muestra que, entre mayo y agosto, el porcentaje de hogares que recurrieron a dejar de pagar deudas o tarjetas de crédito, pedir préstamos a conocidos, o empeñar objetos de valor, se ha incrementado ininterrumpidamente. Por ejemplo, el porcentaje de hogares que reportan haber pedido un préstamo a algún conocido pasó de 24.4% en mayo a 37.7% en agosto. Además, en este último mes, tres de cada 10 hogares habían dejado de pagar deudas o tarjetas de crédito y uno de cada cinco había empeñado algún objeto de valor.
Las crecientes presiones financieras a las que se enfrentan los hogares pueden derivar en una reducción del consumo de productos necesarios, como los alimentos. Sin embargo, es de esperarse que los hogares recurran a diversas estrategias antes de decidir reducir la cantidad y la calidad de los alimentos que consumen, por lo que se esperaría que en el corto plazo muy pocos hogares se vean obligados a recurrir a esta estrategia (Romer-Lovendal y Knowles, 2006; Romer-Lovendal, 2007). Utilizando como marco de referencia la ELCSA (Comité Científico de la ELCSA, 2012), la Encovid-19 incluye una medida que permite distinguir cuatro niveles o grados de seguridad alimentaria: seguridad alimentaria, inseguridad alimentaria leve (asociada principalmente con experiencias de preocupación sobre el acceso a los alimentos en el hogar), así como inseguridad alimentaria moderada y severa (asociadas con experiencias de falta de alimentos en el hogar).
La gráfica 12 muestra la evolución del porcentaje de hogares en cada grado de seguridad alimentaria en la Encovid-19. Como es posible observar, el porcentaje de hogares en seguridad alimentaria (es decir, que no han experimentado falta de alimentos ni preocupaciones sobre el acceso a los mismos en el hogar) se ha reducido notoriamente entre abril y julio, con un pequeño repunte en agosto de 2020. Paralelamente, se ha observado un aumento importante en la inseguridad leve, mientras que la inseguridad moderada y la severa han permanecido en niveles relativamente estables. El patrón anterior es consistente con la hipótesis de un efecto rezagado entre las restricciones de ingreso y las experiencias de inseguridad alimentaria: en los primeros meses de crisis los hogares buscarán estrategias que les permitan satisfacer sus necesidades básicas como la alimentación, aunque conforme persistan las restricciones a los ingresos la preocupación sobre cómo obtener alimentos se va incrementando.
Notas: Las letras en la base de cada columna corresponden al mes del levantamiento: abril (A), mayo (M), junio (J), julio (J) y agosto (A). Se usan factores de expansión a nivel hogar. El tamaño de muestra en abril fue de 819 hogares; en mayo, 850; en junio, 1 655; en julio, 1 560, y en agosto, 1 538.
Fuente: Elaboración propia con base en datos de la Encovid-19 de abril, mayo, junio, julio y agosto.
Los resultados en materia de ingresos, las estrategias para hacer frente a la crisis y la seguridad alimentaria apuntan a un empeoramiento continuado de las condiciones de los hogares, las cuales hacen más precaria su situación en caso de que un rebrote de la pandemia en México obligue a un nuevo periodo de confinamiento. En este contexto, es aún más prioritario promover medidas más agresivas de prevención de los contagios, pues en un contexto de recursos limitados para proveer de transferencias monetarias a la mayoría de la población, las consecuencias para el bienestar de los hogares pueden ser considerables.
La conjugación de los cambios en el empleo y la ocupación, la reducción en los ingresos y la creciente presión financiera a la que están sometidos los hogares, pueden agravar la sensación de inseguridad e incertidumbre asociadas a la pandemia y llevar a una degradación significativa de la sa-lud mental de grandes grupos de la población (Galea, Merchant y Lurie, 2020). La Encovid-19 permite disponer de una aproximación a esta compleja situación al combinar en un solo instrumento medidas sobre las afectaciones económicas y de salud mental en la población mexicana. La gráfica 13 muestra la evolución de una medida de ansiedad basada en la versión corta de la Escala Generalizada de Ansiedad (Garcia-Campayo et al., 2012). En las cinco columnas de la derecha se observa que desde el primer levantamiento de la Encovid-19 el porcentaje de la población que experimenta síntomas severos de ansiedad se ha mantenido entre 30.9% y 32.5%. Sin embargo, al diferenciar por nivel socioeconómico, es posible ver que las personas en los hogares de menores recursos (niveles D y E de la escala AMAI) son considerablemente superiores a los de la población de mayores recursos (niveles A/B y C+ de la escala AMAI).
Notas: Se usan factores de expansión a nivel individual. El tamaño de muestra en abril fue de 790 individuos; en mayo, 1 631; en junio, 1 633; en julio, 1 523, y en agosto, 1 538.
Fuente: Elaboración propia con base en datos de la Encovid-19 de abril, mayo, junio, julio y agosto de 2020.
Al combinar las medidas de presión financiera, laboral y de ansiedad (ver gráfica 14), es posible identificar que existe una asociación importante entre la ansiedad y las experiencias de reducción de ingreso y pérdida de empleo en el hogar. Usando como referencia el mes de mayo, la gráfica 14 muestra que si bien en la población total la prevalencia de síntomas severos de ansiedad era de 31.4%, cuando alguien en el hogar había perdido su empleo este porcentaje subía a 44.4%. Si, en cambio, reportaba que el ingreso de su hogar se había reducido en 50% o más, el porcentaje que reportaba síntomas de ansiedad era de 42.5%. Sin embargo, cuando se combinaban ambas situaciones, pérdida de empleo e ingreso, la prevalencia de la ansiedad subía hasta 52.7%. En todos los casos, cuando el entrevistado era mujer, la presencia de síntomas de ansiedad se incrementaba, adicionando un factor más de vulnerabilidad a esta población.
Nota: Se usan factores de expansión a nivel individual.
Fuente: Elaboración propia con base en la Encovid-19 de mayo de 2020.
Los datos presentados hasta ahora dibujan un primer panorama de las profundas consecuencias económicas y sociales que la pandemia de Covid-19 ha tenido en la población mexicana. Sin embargo, también sugieren líneas de acción específicas sobre áreas en las que la política pública puede contribuir para reducir el sufrimiento por el que están pasando millones de hogares. Con el propósito de contribuir a esta discusión y al diseño de políticas públicas para la superación de la pandemia y sus efectos, la información recopilada en la Encovid-19 estará disponible al público para su análisis, con el fin de contribuir al estudio de los efectos de corto y mediano plazo de la crisis por la pandemia (Teruel Belismelis et al., 2020).
Conclusiones
La Encovid-19 proporciona información para contar con un diagnóstico sobre los cambios en la situación del empleo, la salud mental y la seguridad alimentaria en los hogares mexicanos derivados de la crisis por la pandemia de Covid-19. La magnitud y la severidad de esta crisis llaman a generar respuestas contundentes y que sean sensibles al sufrimiento de los millones de trabajadores y familias que en pocas semanas perdieron sus medios de subsistencia, así como a paliar la crisis y a realzar la necesidad de una respuesta más contundente por parte del gobierno federal.
En particular, en los países de ingreso medio y bajo como México, en los que los sistemas de protección social son limitados y el espacio fiscal para implantar medidas de ajuste se encuentra muy restringido, será crucial que las medidas permitan una rápida recuperación de la actividad económica y fomenten la menor pérdida de empleo posible. De lo contrario, el empobrecimiento generalizado resultante puede repercutir en que la recuperación sea más lenta y se prolongue el sufrimiento en millones de hogares.