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Comunicación y sociedad
versión impresa ISSN 0188-252X
Comun. soc no.11 Guadalajara ene./jun. 2009
Artículos
La relación entre la semiótica y los estudios de la comunicación: un diálogo por construir
Carlos E. Vidales Gonzáles1
1 Universidad de Guadalajara, México. Correo electrónico: morocoi@yahoo.com
Fecha de recepción: 10/10/2008.
Aceptación: 26/11/2008.
Resumen
El artículo sintetiza varias etapas de investigación sobre la relación entre la semiótica y los estudios de la comunicación, por lo que se encuentra organizado en tres secciones. En la primera se presentan los retos epistemológicos que han enfrentado los estudios de la comunicación al incorporar el punto de vista semiótico a su reflexión teórica y la forma en que el concepto de comunicación ha sido usado y conceptualizado desde la semiótica. En la segunda se presenta la importancia de la biosemiótica para los estudios de la comunicación y, finalmente, en la tercera se esboza la propuesta de la semiótica de la comunicación, un modelo teórico de integración preliminar entre la semiótica y la teoría de la comunicación.
Palabras clave: semiótica, teoría de la comunicación, estudios de la comunicación, epistemología, biosemiótica.
Abstrac
The article synthesizes several stages of research the author has carried out for several years now, concerning the relationship between semiotics and communication studies. For that reason, the article has been organized into three sections. In the first section the author presents the epistemological challenges that communication studies have faced when the semiotic point of view is incorporated into that field, and the way in which the concept of communication has been used and conceptualized within semiotics. In the second section the author explores the importance of biosemiotics for communication studies, and finally, the third section outlines a model of preliminary integration between semiotics and communication theory.
Key words: semiotics, communication theory, communication studies, epistemology, biosemiotics.
INTRODUCCIÓN
El interés por relacionar a la semiótica con los estudios de la comunicación y específicamente con la teoría de la comunicación, nació hace cerca de ocho años atrás, periodo donde también se formularía el primer esquema para un programa de investigación a largo plazo. Por lo tanto, el presente artículo es un intento por sintetizar los hallazgos, los problemas y las rutas posibles que existen en la relación entre la semiótica y los estudios de la comunicación, es decir, sintetizar los primeros años de un proceso de investigación que, si bien aún se encuentra en desarrollo, ya ha dado algunos resultados que es importante poner a discusión.
El programa de investigación al cual se hace referencia se configuró con base en tres momentos específicos. Por principio, para poder relacionar a la semiótica con los estudios de la comunicación lo importante fue reconocer lo que el primer elemento describe, es decir, aparecía como necesaria la tarea de recuperar y reconstruir la historia conceptual de la semiótica con la finalidad de entender en realidad de qué forma se construye el pensamiento semiótico o qué es la propuesta semiótica y cómo se ha relacionado con los estudios de la comunicación. En este primer momento del programa de investigación, una primera tarea implicó recuperar y reconstruir la historia de la semiótica en su vida académica, independiente de la comunicación y su campo académico. Lo importante fue identificar los textos, los autores básicos, los conceptos y los juicios fundamentales, en síntesis, el mapa conceptual de la semiótica. El movimiento posterior consistió en vincular lo sucedido con la semiótica en el pensamiento en comunicación; aquí el énfasis fue en la historia de la semiótica dentro del campo académico de la comunicación, apoyada en los textos y los autores básicos, así como el mapa conceptual correspondiente de la semiótica en el espacio académico de la comunicación.
Si bien del primer momento de investigación ya se tiene un resultado preliminar (Vidales, 2008a y 2008b), lo importante a resaltar es que ese primer momento permitió reconocer tres problemas que la semiótica enfrenta en su relación con los estudios de la comunicación (específicamente en México). Primero, su reducción de una lógica general a una herramienta metodológica; segundo, la confusión en el uso de sus sistemas conceptuales, y tercero, su poca o casi nula presencia en los estudios de la comunicación, por lo menos en México. Más aún, fue posible identificar que la relación entre la semiótica y los estudios de la comunicación ha arrojado consecuencias de orden epistemológico y ontológico. Para la semiótica, la comunicación ha sido un elemento de organización y estructuración, pero para el estudio de la comunicación, la semiótica ha sido tan sólo una aproximación metodológica e inclusive una técnica instrumental de investigación.
Estos primeros problemas hicieron emerger una serie de preguntas, las cuales tienen al centro el interés por clarificar el porqué de la instrumentalización de la semiótica, el de su reducción epistemológica y el de su poca presencia en los estudios de la comunicación, un primer límite de la investigación. Sin embargo, las primeras indagaciones también hicieron posible emerger una primera hipótesis de trabajo que proponía a la semiótica como un marco epistemológico posible, como una matriz de organización, como un punto de vista lógicoformal.
La semiótica describe procesos de comunicación no en términos de intercambio de mensajes, sino en términos de producción de sentido, de acción de los signos, de semiosis, de procesos de producción de significado, de sistemas de significación, de procesos culturales o de intercambios simbólicos, todo lo cual parece expandir el espacio de pertinencia no sólo del objeto "comunicación" sino de su naturaleza ontológica, epistemológica y fenoménica. Es decir, desde el punto de vista semiótico, la comunicación no sólo aparece como la emisión y recepción de mensajes y tampoco aparece necesariamente vinculada a los medios de comunicación de masas, sino que aparece como algo más, como un elemento constructivo y generador de estructuralidad tanto a nivel biológico como a nivel social. La pregunta, por tanto, fue: ¿qué le sucede a la comunicación si se piensa semióticamente?
La tarea consistió entonces en tomar como base los resultados del primer momento de indagación para plantear un segundo momento, el cual tuvo al centro dos tareas fundamentales. Primero, el reconocimiento de la forma en que la semiótica conceptualiza y utiliza a la comunicación en sus sistemas conceptuales y, segundo, en la forma en que los estudios de la comunicación han utilizado a la semiótica. De este segundo momento también emergen dos datos importantes. Por un lado, la comunicación apareció en el programa semiótico como un elemento de configuración y estructuración de lo biológico y lo social, y fuertemente ligada a la teoría matemática de la información. Por el contrario, la semiótica emergió en los estudios de la comunicación tan sólo como una técnica de análisis y no como un principio constructivo. En consecuencia, el "objeto comunicación" y sus dimensiones ontológicas y epistemológicas son diferentes en ambos espacios reflexivos (Vidales, 2008c, 2007 y 2006).
Con base en lo anterior nace el tercer momento en la investigación, un intento por integrar ambos espacios dentro de un modelo epistemológico, es decir, es la propuesta por una "semiótica de la comunicación", un tercer momento que toma como base la propuesta de la biosemiótica, la cual ha hecho emerger en el centro de su programa la necesidad de reflexionar sobre la comunicación. Por lo tanto, lo que aquí se presenta es una síntesis que da cuenta de parte de ese programa general y del cual cada una de las secciones que aquí se presenta es una síntesis de un proceso más general.
Por lo tanto, en la primera sección se explora la forma en que se ha dado la relación a nivel conceptual entre los estudios de la comunicación y la semiótica, enfatizando las consecuencias de orden epistemológico para uno y otro espacio reflexivo en el marco de lo sucedido principalmente en México, es decir, es la síntesis del primer y segundo momento de la investigación que ya se han comentado. En segundo lugar, se exploran las consecuencias de la sistemática aplicación de la semiótica al campo de la biología a través de lo sucedido con la biosemiótica, de la cual se extrae su reflexión sobre la comunicación, reflexión que ha sido central en este relativamente nuevo campo de estudio. Por último, en la tercera sección se presenta un modelo preliminar de integración entre la semiótica y los estudios de la comunicación, es decir, el "modelo de la semiótica de la comunicación", propuesta central de este artículo y que sintetiza el tercer momento en el proceso de investigación, un momento que, como ya se ha comentado, aún se encuentra en desarrollo. Como se podrá observar, la ruta que aquí se plantea no es la única, pero sí una de la que se da cuenta en cada momento de su proceso de construcción.
DOS RELACIONES CONCEPTUALES: LA COMUNICACIÓN EN LA SEMIÓTICA Y LA SEMIÓTICA EN LOS ESTUDIOS DE LA COMUNICACIÓN
Como se ha mencionado, en el intento por identificar los problemas a nivel conceptual en la relación entre la semiótica y los estudios de la comunicación, una primera tarea implicó recuperar y reconstruir la historia de la semiótica en su vida académica, independiente de la comunicación y su campo académico. Lo importante fue identificar los textos, los autores básicos, los conceptos y los juicios fundamentales de la semiótica. El movimiento posterior consistió en vincular el espacio de ésta con el pensamiento en comunicación; aquí el objetivo fue identificar el mapa conceptual correspondiente de la semiótica en el espacio académico de la comunicación. De este proceso ya se tiene un primer apunte (Vidales, 2008a, b) y de ello se advertirá brevemente en esta sección.
El primer problema que surgió en la reconstrucción genealógica fue la necesidad de tomar una posición frente a un recuento histórico determinado, dado que éste sugería de entrada una posición epistemológica frente al pensamiento semiótico y perfilaba una forma de relación específica con el estudio de la comunicación. El punto central aquí fueron las formas o "tipos" de reconstrucciones que el propio espacio semiótico ha sugerido, tipos de los que fue posible inferir la existencia no de una semiótica, sino de varias.2 La pregunta por tanto fue: ¿qué historia seguir, por qué y para qué? Según Veikko Rantala "dado que la semiótica es heterogénea y su ámbito muy extenso, es natural que su historia sea larga pero desconectada" (Rantala, 1992:8, traducción del autor).
Lo anterior impone dos responsabilidades a cualquier reconstrucción histórica que se persiga; primero, la necesidad del establecimiento de un criterio analítico para relacionar lo disperso y, segundo, un objetivo de la reconstrucción. En este caso, en particular, el criterio analítico fueron los conceptos, dado que el objetivo no fue reconocer progresiones temporales, sino matrices conceptuales, mapas genealógicos. De esta forma, ni lo temporal ni lo geográfico fueron determinantes en la unión de lo disperso, sino las relaciones conceptuales entre los autores. Sin embargo, dado que la intención de este trabajo no es profundizar en la historia de la semiótica sino únicamente apuntar el desarrollo de la investigación que relaciona el pensamiento semiótico con el estudio de la comunicación, lo importante a resaltar son las genealogías reconocidas.
La primera de ellas tiene como contexto histórico el pragmatismo estadounidense y se configura bajo la propuesta de Charles Sanders Peirce (18391914), la cual será continuada por Charles Morris (19011979) desde el pragmatismo conductista y por Thomas Sebeok (19202001) en la biología. En esta genealogía, la semiótica transita de un pensamiento lógico hacia una forma de configuración biológica y social sobre la base de la semiosis y la comunicación. La segunda genealogía tiene como contexto histórico la lingüística de finales del siglo XIX y se identifica con la propuesta de Ferdinand de Saussure (18571913). En esta genealogía es complicado identificar una semiótica como tal, dado que lo que prevalece es la aplicación del modelo lingüístico de Saussure a sistemas de signos no lingüísticos.3
La tercera genealogía la encabeza Umberto Eco (1932 ) desde Italia, en su intento por integrar las dos propuestas fundacionales, la de Peirce y la de Saussure. Sin embargo, apuntando a la relación posterior de la semiótica con la comunicación, sus trabajos periodísticos y sus reflexiones sobre los medios masivos de comunicación serán centrales no para el desarrollo de la semiótica sino para su relación con las ciencias sociales en general y con la comunicación en particular. Finalmente, la cuarta genealogía y la menos explorada en los estudios de la comunicación, es la que tiene a Iuri Lotman (19221993) como su principal representante, aunque se reconoce la fuerte influencia de la Escuela de Tartu y el llamado "formalismo ruso".
En ambos casos, tanto en Eco como en Lotman, su genealogía posterior no es tan clara, dado que les toca emerger en un momento en el que comienza simultáneamente la expansión y generalización del pensamiento semiótico, su apertura y relación con otros espacios académicos, lo que podría ser considerado como el rasgo característico de la semiótica contemporánea, su dispersión. Por lo tanto, las barreras artificiales generadas entre las distintas genealogías4 tienden a hacerse borrosas y en algunos casos inútiles cuando se trata de observar el movimiento conceptual de cada una de ellas en los círculos académicos actuales. Pero no obstante las complicaciones de una lectura del estado actual del pensamiento semiótico, lo que las genealogías permitieron identificar fue la forma en que cada una de ellas conceptualizó a la comunicación. Las genealogías se sintetizan en el esquema 1.
Aparece entonces un segundo gran problema: la identificación de la conceptualización de la comunicación en las genealogías semióticas reconocidas. El problema es que la reflexión sobre la comunicación en la semiótica no siempre es explícita. Lo que aparece en las primeras propuestas (Peirce y Saussure, por ejemplo) son conceptos que sugieren un elemento comunicacional o una configuración comunicativa, pero no son propuestas explícitas.5 Como se puede observar, una cosa es que la "comunicación" aparezca sólo como palabra y otra muy diferente su aparición como elemento dentro de un sistema conceptual, es decir, su aparición como concepto constructivo.6 Por lo tanto, un elemento central a resaltar del estudio es la aparición de la comunicación como un elemento constructivo en tres autores pertenecientes a tres de las cuatro genealogías: en Thomas Sebeok (1979 y 2001) (de la genealogía peirceana), en Umberto Eco (1999a y 2000) y en Iuri M. Lotman(1996 y 1998).
Los resultados preliminares del estudio de las distintas conceptualizaciones de la comunicación desde la matriz semiótica y sobre las propuestas explícitas de modelos y teorías de la comunicación de cada genealogía, fue el reconocimiento de la comunicación como un elemento constructivo general. Para la semiótica la comunicación ha funcionado como un elemento de organización de lo biológico (Sebeok 2001) y de lo social (Verón, 1998; Eco, 2000; Lotman, 1996, 1998 y 1999). Pero también ha sido considerada como un elemento de estructuración de un principio mayor: la semiosis (Martinelli, 2007) y la teoría semiótica general (Deely, 1990; Sebeok, 2001 y Klinkenberg, 2006).
Por otro lado, también fue posible identificar que cuando la comunicación aparece como concepto constructor o como elemento generador de dinamismo en los sistemas semióticos, ésta siempre se encuentra apoyada en los fundamentos de la teoría matemática de la información, de lo que se puede inferir que la semiótica no ha dialogado con los estudios de la comunicación ni con la producción de principios teóricos dentro de dichos estudios, sino que ha dialogado con la propuesta matemática y sus desarrollos posteriores, como es el caso de la cibernética, por ejemplo. En un movimiento contemporáneo, la comunicación ha pasado al centro de la reflexión en el espacio semiótico,7 por lo tanto, si la semiótica ha utilizado a la comunicación como elemento constructivo, la pregunta obligada es, ¿qué pasó con la semiótica en el campo académico de la comunicación? Sobre este punto se centran las siguientes líneas.
Parte de la historia del campo académico de la comunicación es su relación con otros campos conceptuales de los que comienza a importar principios constructivos, los cuales van a ser más tarde principios epistemológicos. Por lo tanto, parte de esa historia es su relación con la semiótica, la cual se establece en un primer momento como una fuente metodológica en los años sesenta a raíz de los trabajos de Umberto Eco en Italia, sobre todo los que tenían que ver con la concepción de la cultura de masas, tema que interesó e interesa de forma relevante al campo académico de la comunicación (Eco, 1999b y 2004).8 Pero después no es mucho lo que ha sucedido, pues ha continuado siendo utilizada generalmente como herramienta de análisis de la "comunicación de masas" y es así como se le muestra en algunos de los manuales u obras que plantean las diferentes líneas de estudio que se han generado en el campo académico de la comunicación (Fiske, 1984; McQuail, 1991; Wolf, 1987).
En México, la historia no ha sido muy diferente, dado que la semiótica ha tendido a ser reducida a un instrumento metodológico (Corral, 2003; Lozano, 1996). En este mismo sentido, concita el interés que en un balance reflexivo sobre la comunicación en México publicado en 2005, la semiótica haya sido presentada precisamente así, como una metodología en las ciencias sociales (Becerra, 2005). Sin embargo, el problema real no es la instrumentalización de la semiótica, sino la "finalidad" de su utilización.
Para algunos autores, la semiótica comenzó considerándose, precisamente, como la "ciencia de la comunicación",9 lo que la llevó a producir sus propios modelos sobre la comunicación y a construir una compleja tipología de la cultura; pero al plantear a la comunicación como uno de sus ejes centrales estaba implícitamente construyendo un puente con otras ciencias que, de alguna manera, también trabajaban con el objeto comunicación, como la biología, la física, la psicología y, por supuesto, con los estudios de la comunicación. El vínculo es entonces la reflexión sobre el objeto comunicación, de la que se convierten en modelos explicativos, tanto de la semiótica como de los estudios de la comunicación; sin embargo, en el proceso de intercambio conceptual, esos estudios han tendido a ignorar las particularidades de la semiótica al importar conceptos aislados de sus contextos teóricos de enunciación, lo que ha tenido, como consecuencia principal, investigaciones donde se mezclan autores, teorías y conceptos que la semiótica mantiene, por criterios epistemológicos, separados.
Hablar de semiótica en los estudios de la comunicación, específicamente en México, es hablar de signos y significados, un primer lugar común. El problema se hace mucho más complejo cuando los estudios de la comunicación ven a la semiótica únicamente como un método capaz de identificar la producción y circulación de significados. Lo que sucede es que cualquier interpretación, de la naturaleza que sea, encuentra en la semiótica una justificación epistemológica posible para sus propias interpretaciones. Así, lo que se tiene en el estudio de la comunicación en México son muchas veces términos y no conceptos, un conjunto de autores y no un principio teórico, lugares comunes y no una fundamentación semiótica.
Formulamos la hipótesis anterior gracias a la elaboración del mapa genealógico descrito anteriormente, en el que se pudo rastrear y hacer evidente cómo una misma palabra tiene conceptualizaciones diferentes dependiendo de la genealogía a la que pertenezca. Pero más importante aún fue identificar sistemas conceptuales y no sólo conceptos aislados. Derivado de este segundo ejercicio ubicamos los conceptos clave de cada autor y rastreamos su ruta hacia adelante y hacia atrás en el tiempo (véase esquema 1). Una vez con los mapas conceptuales en las manos, fue posible realizar una comparación preliminar con algunos trabajos realizados en el campo de estudio de la comunicación en México que se dicen semióticos o estudios que se plantean como puntos de vista semióticos.10 El resultado, en la gran mayoría de los casos, fue la imposibilidad de reconocer las matrices conceptuales que cada trabajo proponía como marco teórico explícito. Es decir, no había un marco semiótico.
Se identificaban conceptos pertenecientes a más de una genealogía y con más de una forma de ser entendidos, aparecían autores igualmente pertenecientes a genealogías poco relacionadas y todo se mezclaba en una suerte de "amalgama" conceptual. En síntesis, no había sistemas conceptuales, sólo términos interrelacionados entre sí; más aún, lo que fuera que la investigación tratase de demostrar, se hacía al margen de la semiótica; entonces, ¿qué función tenía la semiótica en esos trabajos?, ¿sólo legitimación? ¿Qué es lo que quedaba una vez eliminado el marco semiótico sugerido?, ¿ideología? ¿Por qué la semiótica ha sido tan sólo una metodología en el campo de estudio de la comunicación y qué efecto ha tenido en el propio campo? Por ahora, las preguntas anteriores representan un segundo límite en la investigación.
Una primera hipótesis, con base en lo descrito anteriormente, sugiere que el campo de estudio de la comunicación (por lo menos en México) ha usado a la semiótica no sólo como herramienta de análisis sino que implícitamente le ha otorgado cierto valor epistemológico a los conceptos que importa de ésta, lo que la ha convertido simultáneamente en una forma de justificación de todo tipo de interpretaciones que se puedan hacer sobre cualquier objeto o proceso comunicativo. La coartada sugiere que, dado que los signos son su objeto de estudio, entonces la semiótica permite establecer el "significado o sentido" de cualquiera de ellos que intervenga en la comunicación. De esta forma, se abren las puertas de la semiótica al campo de aquella y cualquier autor procedente de éste es una fuente epistemológica posible que brinda no sólo un método, sino una lista de conceptos posibles.
El campo semiótico se reduce, entonces, a enfoques sobre lo comunicativo y pasa de ser considerado un punto de vista general (Deely, 1990) a ser visto como una técnica de análisis.11 En este punto es importante reconocer que hay una diferencia en la forma en que la semiótica ha incorporado a la comunicación a sus sistemas conceptuales y en la forma en que los estudios de la comunicación han incorporado a la semiótica a sus sistemas conceptuales. El resultado es que en ambos casos se entiende algo diferente por comunicación y algo diferente por semiótica. Menudo dilema.
Los estudios semióticos no han dialogado con la teoría producida en los estudios de la comunicación, sino que cuando utilizan a la comunicación como concepto constructor voltean la mirada hacia la teoría matemática de la información y a la cibernética en busca de principios constructivos. Por lo tanto su configuración ontológica y epistemológica del concepto de comunicación no se relaciona con aquella de base en los estudios de la comunicación, es decir, con el modelo del emisor, el mensaje y el receptor. Por otro lado, para los estudios de la comunicación, la semiótica es tan sólo una técnica de análisis. En consecuencia, para algunos autores, la teoría semiótica se encuentra por encima de la teoría de la comunicación (Deely 1990; Sebeok, 2001; Martinelli, 2007). Por lo tanto, en este punto el cuestionamiento es obligado: ¿la semiótica está por encima de la teoría de la comunicación? ¿Cuál teoría de la comunicación?
La clave para las preguntas antes planteadas sugiere localizarse en el reconocimiento y diferenciación de los dos conceptos al centro de cada espacio reflexivo, es decir, en diferenciar a la semiosis y a la comunicación, discusión fundamental en la biosemiótica, una de las ramas de la semiótica contemporánea que ha puesto a la comunicación al centro de su programa de estudio y que proviene de la genealogía peirceana. Con la entrada de la semiótica a la biología se hace evidente el problema que argumentamos. Primero, que la semiótica no ha dialogado con la producción teórica dentro de los estudios de la comunicación, sino que lo ha hecho con las propuestas informacionales y, segundo, que sus principios teóricos pueden resultar complementarios para una propuesta teórica de la comunicación, pero no pueden ser comprendidos como teorías de la comunicación en sí y mucho menos como principios generales por encima de ellas. Sobre este punto se desarrollan las siguientes líneas.
BIOSEMIÓTICA Y COMUNICACIÓN: LA CENTRALIDAD DE LA SEMIOSIS Y LA EMERGENCIA DE LA SEMIOSFERA
La biosemiótica, en un intento por integrar los descubrimientos de la biología y la semiótica, es un campo creciente que estudia la producción, acción e interpretación de los signos en el reino físico y biológico, por lo que una de sus metas principales es la formación de una nueva visión de la vida y el significado como elementos inmanentes del mundo natural (Emmeche, 2003). La biosemiótica pretende usar conceptos semióticos para contestar preguntas sobre la emergencia del significado biológica y evolutivamente, sobre la intencionalidad y sobre el mundo psíquico. Por lo tanto, la biosemiótica ve la evolución de la vida y la evolución de los sistemas semióticos como dos aspectos de un mismo proceso. Sin embargo, lo que hace a la biosemiótica importante e interesante para la ciencia en general y para los estudios de la comunicación en particular, son sus intentos por investigar los orígenes del fenómeno semiótico y, conjuntamente, establecer un camino de intersección entre las humanidades y las ciencias naturales, entre la cultura y la naturaleza a través del entendimiento apropiado de la relación entre la "naturaleza interna y externa" (Hoffmeyer en Kull, 1999).
Para Jesper Hoffmeyer (1997) el punto a reconocer es que las ciencias de la vida del siglo XX han sido caracterizadas por dos grandes tendencias. La primera tendencia es la reducción molecular y genética. La segunda, menos notada, pero a la larga igual de importante que la primera, es la semiotización de la naturaleza; así, la semiotización de la naturaleza, como una tendencia en las ciencias de la vida del siglo XX, está siendo discutida dado que se afirma que la semiosis es una propiedad emergente, en nuestro universo, que aparece con la primera forma de vida cerca de cuatro billones de años atrás. La primera manifestación de esta tendencia es el trabajo del alemán Jakob von Uexküll (18641944), a través de la propuesta y desarrollo del concepto de Umwelt, el cual se refiere a los mundos fenoménicos de los organismos, es decir, los mundos alrededor de los organismos vivos y ellos mismos percibiéndolos.
Posteriormente, Konrad Lorenz (19031989), inspirado por el trabajo de Uexküll junto con el naciente campo de la etología, es el siguiente paso en la semiotización de la naturaleza; sin embargo, es Thomas Albert Sebeok (19202001) el primero en observar y hacer notar que la etología es más que un caso especial de diacronía semiótica, y propuso en 1963 el término "zoosemiótica" para describir un primer espacio de intersección entre el reino animal y la semiótica. Según Hoffmeyer (1997) una ruptura mayor de nuestro entendimiento del carácter semiótico de la vida fue el establecimiento, en 1953, del modelo del ADN y el subsiguiente desciframiento del código genético.
Hasta este punto, el entendimiento semiótico de la naturaleza había estado preocupado básicamente por los procesos comunicativos entre los organismos, procesos a los que Sebeok denominó "exosemióticos" (fuera de los organismos vivos), pero ahora ha sido posible identificar que el proceso semiótico era también prevaleciente al nivel bioquímico ("endosemiótico"). Sin embargo, debido a la inclinación reduccionista del campo de la biología, este aún no ha incorporado la terminología semiótica; así, en lugar de hablar de procesos sígnicos los bioquímicos prefieren hablar de intercambio de información, tomando como base (como ya se ha mencionado anteriormente) a la teoría matemática de la información, para la cual la información es una entidad objetivamente existente y medible, una propiedad, por así decirlo, de un determinado objeto.
El supuesto detrás de la idea de la información biológica parece ser que es de la misma clase que la de la información "matemática", es decir, que la información es algo que puede ser movido o transportado. Pero la información, desde el punto de vista biológico, es muy diferente desde el de la física. Mientras que para los físicos la información no tiene conexión con los valores, la relevancia o el propósito, para los biólogos la información está más relacionada con el sentido común; de hecho, la información biológica siempre tiene un propósito en el sistema, nada menos que promover la supervivencia.
El propósito de Hoffmeyer (1997) de reflexionar sobre la semiótica y de poner en el centro del programa a la semiosis, es colocar a la semiótica, en la forma de la biosemiosis, como una "nueva síntesis" en la biología, por lo que vale la pena explorar brevemente las particularidades de su propuesta, dado que, desde su punto de vista, debe ser recordado que la tarea de una biología unificada, es decir, una síntesis moderna, es entender que el mundo se convirtió en un lugar para los seres humanos; por ejemplo, cómo la vida se origina en un mundo sin vida y cómo ha evolucionado hacia las entidades vivientes en todos los grados de complejidad de hoy en día, incluyendo el ser humano.
Para Hoffmeyer (idem), la semiosis, en su forma más modesta, emerge en el proceso primario que creó el primer sistema vivo en la Tierra, pero desde este comienzo primitivo el aspecto semiótico de los procesos materiales gradualmente incrementó su autonomía, de tal modo que generó una "semiosfera" mucho más sofisticada, una que finalmente (después de tres y medio billones de años) tuvo el poder de generar sistemas semióticos, como pensamientos y el lenguaje, mismos que son sólo ligeramente dependientes del mundo material del que son un derivado primario. Si bien desde esta posición la semiosis es el centro de la nueva síntesis en biología, esta no ha sido la única síntesis. La primera síntesis fue la teoría de Charles Darwin sobre la "selección natural de las especies" y la segunda la propuesta del código genético, el ADN. Sin embargo, la incorporación de la selección natural como principio de integración de la biología se enfrentó a los malentendidos semánticos de la noción de "selección" y al problema de su mala interpretación más allá de las fronteras de la biología.
Por otro lado, el segundo intento de la integración a través del reduccionismo genético (ADN), tuvo como principal consecuencia la reducción de los sistemas vivos. Según Hoffmeyer (1996 y 1997), podemos decir que cuando la vida, y por lo tanto la selección natural, emergió dentro del sistema de la Tierra, ya habíamos pasado más allá de la esfera segura de la física hacia la esfera de la comunicación y la interpretación. En esta esfera, la dinámica de la historia (evolución) cambió y comenzó a individualizarse, por lo que cada pequeña sección de la historia se convirtió en única y de aquí en adelante ninguna fórmula puede ser comprendida como la explicación de todo el proceso. Según el mismo autor (Hoffmeyer, 1997), los dos sistemas de integración pasados (selección natural y reduccionismo genético) fallaron en integrar el comportamiento comunicativo o semiótico de los animales dentro de sus esquemas explicativos.
La comprensión de la comunicación como "nada más que" la transmisión de señales (como por ejemplo los genes) favoreció a la genética cuantitativa pero con un costo muy grande sobre la desestimación de la competencia interpretativa o semiótica de los sistemas vivos. El punto es que los animales no sólo son genes y células interactuando, sino que parte de la supervivencia del animal depende de su capacidad de relacionarse con su entrono natural. Para Hoffmeyer (1997), Darwin tenía razón en ver a la selección como el proceso central de la naturaleza, pero por más de cien años los darwinistas se han resistido a considerar todas las consecuencias de esta visión. Es necesario, ahora, tomar en serio dichas consecuencias y aceptar lo obvio, el hecho de que el proceso selectivo presupone la interpretación y, por lo tanto, la mala interpretación, el error.
Así como la selección es un proceso natural, la semiosis es un proceso natural: la semiosis se extiende a lo largo del tiempo y en todos los niveles de la biosfera.
Se puede temer que tal posición ponga a la biología por fuera del espacio seguro de las ciencias naturales, dado que la interpretación parece presuponer la existencia de un tipo de subjetividad. La unificación moderna de la biología, por lo tanto, debe estar basada en la naturaleza semiótica fundamental de la vida (Hoffmeyer, 1997, traducción propia).12
Por lo tanto, las implicaciones de la organización de la semiosis justifica la relación de la biosemiótica con los estudios de la comunicación, pues, como se ha mencionado, es la generadora del puente entre la semiótica, la comunicación y la biología.
Según lo que se ha apuntado hasta este momento, es posible afirmar que el fenómeno que distingue la vida de otras formas inanimadas de objetos es la semiosis, la cual se extiende más allá de las fronteras de la semiótica o de una sola disciplina, pues cada una de ellas tiene la posibilidad de desarrollar su propio nivel de semiosis. Como afirma John Deely (2006), se piensa que las células simples se fusionan para formar la compleja confederación celular que forma cada ser vivo. Las células son integradas dentro de órganos, órganos dentro de organismos, formando sistemas sociales cada vez más complejos. Por lo tanto, la física, la biología, la psicología y la sociología, cada una desarrolla su propio y peculiar nivel de semiosis. De esta forma, el movimiento que sugiere el paso de la biosemiótica a la antroposemiótica es el paso de la células y la organización biológica hacia el lenguaje y la organización social. Pero este paso es muy delicado, pues en el medio hay un concepto que emerge como posible contacto entre uno y otro: la comunicación.
En este punto hay un elemento problemático a resaltar. De los cinco reinos de la vida (monera, protista, fungi, planta y animal), el tráfico de los mensajes entre cuatro de los cinco reinos es exclusivamente no verbal y el verbal sólo es particular de una subespecie, el Homo sapiens sapiens.
Por lo tanto, el lenguaje no puede ser el criterio de distinción, dado que se comprende desde un marco semiótico mucho más general. El punto es que un organismo no percibe un objeto en sí mismo sino de acuerdo a su propio tipo particular de modelo mental preexistente que le permite interpretar el mundo de seres, objetos y eventos en una forma biológicamente programada (Sebeok, 2001 y Hoffmeyer, 1997). Así, el resultado es un programa para estudiar el conocimiento humano como una capacidad biológica que transforma las respuestas de base sensorial y afectivamente motivadas dentro de un mundo de modelos mentales (Sebeok, 2001). Emerge entonces el criterio semiótico como criterio analítico general.
De esta forma, la comunicación está fundamentada en el sistema semiósico del organismo, y por lo tanto uno no pude ser estudiado independiente del otro. Y esto es lo que lleva a Thomas Sebeok a afirmar que:
El objeto de estudio de la semiótica, es comúnmente entendido como el intercambio de cualquier tipo de mensajes, en una palabra, comunicación. Pero a esto tendría que ser adicionado también que la semiótica focaliza su preocupación hacia el estudio de la significación. La semiótica es por lo tanto clasificable como esa rama de enlace dentro de la ciencia integral de la comunicación (2001:2728, traducción propia).
La semiosis y la comunicación se enfrentan, convergen en el cuerpo, por lo tanto, la pregunta central a resolver es: ¿cuál es la diferencia entre semiosis y comunicación? Si no es posible diferenciar una de otra entonces no lo será hablar de un marco semiótico de la comunicación.
Una primera pista es la propuesta de Dario Martinelli, quien al fundamentar el espacio de la zoosemiótica argumenta que:
Para enfrentar este problema, primero tenemos que cuestionarnos a nosotros mismos con otra pregunta: ¿cuál es el verdadero objeto de la investigación semiótica? Porque si es la comunicación, entonces tenemos todo el derecho de objetar la legitimidad de la biosemiótica dentro del panorama de la semiótica. No obstante, de hecho, el ámbito de la semiótica es uno ligeramente diferente, un poco más extenso, que es la semiosis. Como ya hemos mencionado, la semiosis puede ser definida como la acción de los signos, o en palabras de Charles Morris, el proceso en el que algo es un signo para algún organismo. Lo que normalmente sucede es que nosotros tendemos a identificar la semiosis con la comunicación, sólo porque ésta última es la más evidente y predecible manifestación de la primera. Pero en el fondo, la comunicación es una forma de semiosis, no el todo de ella (Martinelli, 2007:20, traducción propia).
Como se puede observar, el problema es serio. Desde esta posición la comunicación sólo es una manifestación posible de la semiosis y, finalmente, el espacio que recubre a todo bajo una forma general es la biosemiótica. Como afirma Hoffmeyer,
En su versión más radical la biosemiótica se ve a sí misma como una "semiótica general" mientras que el estudio de los sistemas de signos humanos de la semiótica tradicional es vista sólo como una parte de ésta. Este entendimiento puede ser relacionado con una visión cosmológica de la evolución como una tendencia general de nuestro universo de fortalecer la autonomía de la esfera semiótica relativa a la esfera física de la cual depende (Hoffmeyer en Martinelli, 2007:2324, traducción propia).
Según Hoffmeyer (1994) la biología sólo ha incorporado muy a su pesar los aspectos comunicativos de la vida dentro de su sistema teórico. Por lo tanto, los ecosistemas de este planeta son entendidos principalmente en términos de conceptos como biomasa, flujo energético o cadenas alimenticias. Claramente, el comportamiento de la vida animal así como sus aspectos comunicativos son considerados pero raramente se les permite jugar un rol fundamental en la dinámica de los ecosistemas o en la teoría de la evolución.
Para Hoffmeyer (1997) puede haber poca duda de que una tendencia importante en la evolución ha sido el desarrollo de animales con Umwelts cada vez más complejos y es debido a esta tendencia que la red ecológica semiótica ha ganado una creciente autonomía relativa al sistema semiótico genético. Por ejemplo, la autoridad de tomar decisiones fue gradualmente delegada de los sistemas genómicos hacia los mismos organismos.
Así, gradualmente una red semiótica fue establecida alrededor de la superficie de la Tierra por lo que para Hoffmeyer podemos expresar esto como la emergencia de una esfera autónoma de comunicación: una semiosfera (Hoffmeyer, 1994:934).
Así, la semiosfera
[...] es una esfera como la atmósfera, la hidrosfera o la biosfera. Penetra estas esferas y consiste en comunicación: sonidos, olores, movimientos, colores, campos eléctricos, olas de cualquier tipo, señales químicas, etc. La semiosfera posee condiciones de límite o de frontera con los Umwelts de poblaciones dado que éstas son forzadas a ocupar nichos semióticos específicos; por ejemplo, tendrán que manejar un conjunto de signos de origen visual, acústico, olfativo, táctil y químico para poder sobrevivir en la semiosfera. Y es enteramente posible que las demandas semióticas de las poblaciones sean un reto decisivo para el éxito. La dinámica de los ecosistemas, por lo tanto, deben incluir un entendimiento apropiado de las redes semióticas operando en los ecosistemas. Así, sorpresivamente, desde un punto de vista biosemiótico, la biosfera aparece como una categoría reduccionista que tendrá que ser entendida a la luz de la categoría más comprensiva de la semiosfera (idem, traducción del autor).
Lo anterior coloca claramente al mundo natural como una forma de semiosfera donde no sólo la semiosis es posible, sino donde la vida se desarrolla. De esta forma, ambos conceptos adquieren una dimensión general, contextual. Pero como ya se ha dado cuenta, todo organismo vivo requiere como condición mínima necesaria de su existencia; la capacidad de interactuar con signos requiere de procesos de semiosis interna y externa, es decir, requiere de procesos de comunicación donde los signos sean interpretados, traducidos a los códigos necesarios o simplemente interpretados para la supervivencia del propio organismo. La interpretación de la información sígnica al nivel biológico interno y la información sígnica compartida entre organismos biológicos genera la evolución de la vida misma y, sólo en el caso de la especie humana, genera además un segundo sistema que es la cultura, la cual retroactúa sobre el resto de los sistemas vivos, por lo menos en lo que a su entendimiento se refiere. Este es el proceso evolutivo de los sistemas semióticos, cercanos a las particularidades biológicas y cercanas a las codificaciones sociales. Como se puede observar, el movimiento es circular, dado que el proceso constante de semiosis modifica necesariamente el contexto de la semiosfera general y, con el transcurso del tiempo, modifica igualmente al mundo natural y social.
Finalmente, es necesario apuntar que, pese a que la comunicación, desde el punto de vista de la biosemiótica, está subordinada a una categoría más general (semiosis), no están del todo claro sus funciones dentro de la semiosfera. Por un lado, la presencia del modelo matemático de la información en la propuesta biosemiótica es clara, lo cual quiere decir que la biología ha dialogado con ese principio comunicativo y no con los propuestos desde los estudios de la comunicación, pero, por otro lado, el concepto de comunicación adquiere nuevas características, emerge como producto de la complejización progresiva de los sistemas semióticos. En este punto, la comunicación enlaza procesos de significación de distinta naturaleza desde aquellos que implican la semiosis entre organismos vivos, pasando por la semiosis interna de los organismos hasta llegar a los intercambios cuasi energéticos, de materia, por ejemplo. Así, parafraseando la pregunta que hace Hoffmeyer sobre la pertinencia de la biología dentro del ámbito de las ciencias naturales, aquí se pregunta ¿por qué debe la comunicación ser considerada firmemente una parte de las ciencias sociales?
La biosemiótica, pese a que tomó como base el modelo matemático de la información, ha ido configurando una noción comunicativa mucho más general que nos aleja de los modelos tradicionales de carácter centralmente antroposemiótico y centrado en el envío y recepción de mensajes entre emisores y receptores. De esta forma, la tercera y última sección plantea una posible integración entre ambos espacios reflexivos, entre la semiótica y los estudios de la comunicación a través de los desarrollos de la biosemiótica.
HACIA LA SEMIÓTICA DE LA COMUNICACIÓN: UNA PROPUESTA DE INTEGRACIÓN ENTRE LA SEMIÓTICA Y LOS ESTUDIOS DE LA COMUNICACIÓN
De acuerdo con lo apuntado en el apartado anterior, la biosemiótica ha planteado un contexto general que incluye no sólo organismos vivos y formas simbólicas, sino cualquier materia capaz de llevar a cabo la relación semiótica básica: algo A que está en lugar de algo B (Danesi, 2003). Ese contexto general es la semiosfera, capaz inclusive de ponerse a sí misma en la relación semiótica de representación cuando se trata, por ejemplo, de pequeños ecosistemas, o bien cuando se trata de generalidades globales como la biosfera del planeta. Más aún, al poseer una frontera y un espacio interior, la semiosfera delimita un sistema semiótico y sus elementos en el interior, al tiempo que hace posible la existencia de material extrasistémico o que se encuentra en la frontera de la sistematicidad, así que tiene al mismo tiempo la posibilidad de generar un cierto orden de los elementos fuera y dentro de ella, los cuales, a su vez, reproducirán el orden a través de las relaciones que establezcan con el resto de elementos.
Esta cualidad de la semiosfera le permite establecer patrones de representación en cada organismo vivo, es decir, sistemas modelizados del mundo o, en términos semióticos, es lo que permite a cada organismo dar cuenta de su propio Umwelt, el cual será, evidentemente, diferente para cada especie, e inclusive diferente para dos organismos que compartan un mismo ecosistema. Por otro lado, la semiosfera también posibilita la relación entre organismos y la formación de grupos a través de efectos de interacción semiótica, es decir, a través de la semiosis, de fenómenos de relación semiótica en los que algo A está en lugar de algo B. Por lo tanto, la existencia misma de la semiosfera permite segmentar el mundo natural en tres grandes niveles, a saber: a) un "nivel general de producción semiótica", b) un "nivel de reproducción semiótica y biológica" y, c) un "nivel semiótico de reproducción social".
Con base en lo anterior, el nivel de reproducción semiótica y biológica se encuentra caracterizado por la capacidad de cada organismo de modelizar su entorno y a sí mismo, de subsistir de una forma no física y, sólo en el caso humano, de producir modelizaciones sobre mundos inexistentes. Esta suerte de génesis semiótica puede ser leída en términos biosemióticos, dado que, como ya se ha dicho, cada especie produce y entiende determinados tipos de signos para los que ha sido programado biológicamente, los cuales van desde los muy simples como los emitidos por el cuerpo, hasta las complejas y avanzadas estructuras simbólicas como las palabras. Desde el punto de vista biosemiótico, la existencia de los signos permiten a cada especie convertir en signos su existencia, comunicar mensajes dentro de la misma especie y modelar información proveniente del mundo externo (Sebeok, 2001). Este nivel implica la definición del Umwelt de cada organismo, el cual puede ser leído como una configuración de organismos individuales y, en el caso de los humanos, como el nivel psicogenético.
Sin embargo, es sólo a través de la sociabilidad que los organismos son capaces de sobrevivir en el tiempo como formas no físicas, como información extrasistémica, como memoria (semiótica o no). Así que es el nivel semiótico de reproducción social el que permite dar cuenta de esa noinformación que se encuentra en el espacio de la extrasistematicidad pero que puede en cualquier momento pasar al orden de lo sistémico. Si bien esa memoria puede desarrollarse a nivel individual, la que aquí importa es aquella que logra actualizarse a través de efectos de interacción entre organismos, a través de la semiosis, la cual, sólo en el caso humano, es capaz de producir a la cultura y convertirse a sí misma en una categoría de segundo orden que permite observar a las otras dos y a sí misma.
Finalmente, es la existencia de un nivel general de producción semiótica lo que permite explicar tanto a la modelización de cada organismo como la relación entre lo biológico y lo social. Es el nivel de la teoría semiótica. Es en este nivel de organización, el nivel más general, donde desde el punto de vista que aquí se plantea es posible trazar la relación y diferencia entre la semiosis y la comunicación. Es el nivel epistemológico propiamente, es la existencia de una teoría semiótica que da cuenta de los fenómenos descritos. Bajo este contexto, a diferencia de la semiosis, la comunicación aparece vinculada a dos ejes que cruzan a los tres niveles, es decir, a la acción y al tiempo. La biosemiótica ve a la vida como la prueba de la acción de los signos y a la evolución de los organismos como la prueba del tiempo, sin embargo, no todo pueden ser signos, modelización y significación, sino que también hay presencia (Gumbrecht, 2005) y un tiempo que no sólo transcurre sino que también organiza. La semiosfera existe gracias a la semiosis, pero es la comunicación la que permite su operación.
Por lo tanto, la semiótica permite a la comunicación vincular los procesos biológicos y psicogenéticos de cada organismo con los procesos sociales y de configuración sistémica, le permite ver relaciones de comunicación más allá del ámbito humano. Pero la comunicación permite a la semiosfera operar y subsistir como sistema, le otorga precisamente esa capacidad de interconexión en múltiples niveles. La biosemiótica se ha planteado a sí misma como una nueva síntesis entre la biología y las humanidades, pero no ha logrado explicar cómo es que el nivel biológico afecta, por ejemplo, las interacciones humanas basadas en elementos culturales. Los humanos no son sólo organismos biológicos sino también organismos sociales, así que la entrada de la comunicación puede también ser la clave para la síntesis que la biosemiótica propone. La comunicación aparece entonces como un elemento capaz de cruzar los tres niveles descritos.
En síntesis, la propuesta es explorar y explicitar cada uno de esos niveles, partiendo del nivel de reproducción semiótica y biológica, pasando por el nivel semiótico de reproducción social para plantear, en última instancia, el nivel general de producción semiótica. Por lo tanto, de lo que se trata es de poner a discusión un marco semiótico general, explorar sus alcances e identificar sus problemas; se trata pues, de comenzar a desarrollar un programa de investigación a largo plazo cuyo centro sea la relación entre la semiótica y los estudios de la comunicación a un nivel epistemológico, tarea que ayudará en mucho a ambos espacios a clarificar sus propios principios constructivos.
Como ya se ha mencionado, el hecho de que se pueda dar cuenta de la existencia del nivel de reproducción semiótica y biológica, y del nivel semiótico de reproducción social es por la existencia misma de la semiosis y de una teoría que da cuenta de ella, la semiótica. La idea es que todo proceso de formalización de un objeto determinado necesariamente tiene que ser un segundo paso, uno que tendrá que ser precedido por el entendimiento conceptual y operacional de lo que se pretende formalizar (Maturana y Varela, 2003). Así que el nivel general de producción semiótica es la propuesta formalizada de la semiosis, es decir, de la teoría semiótica. Lo anterior supone que puede haber semióticas particulares, semióticas de objetos conceptuales, semióticas de ciencias particulares o niveles semióticos generales sobre ciencias generales. Pero al mismo tiempo supone que es posible estudiar un objeto determinado por medio de la semiótica con la finalidad de producir una cierta formalización de él tal y como se ha hecho en este artículo.
Sin embargo, hay que hacer una distinción importante: al pensar semióticamente la comunicación, lo que aquí se ha formalizado no ha sido el objeto "comunicación" sino un punto de vista sobre él, uno que se encuentra construido sobre una base semiótica, lo que no elimina algunos de los problemas planteados al inicio, sino que los convierte en problemas irrelevantes desde este marco. El envío y recepción de mensajes o los problemas de su relación le ceden el paso a la producción y reproducción semiótica a nivel social y biológico, a la extensión de la semiosis y la comunicación como principios constructivos y a la configuración sistémica de los organismos, la cultura y de la vida en general. La semiótica es, antes que nada, una forma específica de pensar que permite establecer un procedimiento lógicoexperimental para el estudio no sólo de objetos materiales, sino también de objetos conceptuales como se ha mostrado.
La semiótica no aparece, por tanto, necesariamente sobre la base de los signos, de los significados y de la libre interpretación, sino que emerge como un aparato riguroso para la producción de sistemas conceptuales, de modelos y de principios teóricos sobre casi cualquier clase de objetos de estudio, de hecho también posibilita su construcción. Por lo tanto, la semiótica de la comunicación se presenta aquí como el resultado preliminar, todavía en fase de experimentación, de la integración de sistemas conceptuales sobre su base lógica. Pero, ¿de dónde viene y cuál es la propuesta de la semiótica de la comunicación? ¿Cómo se relaciona con lo antes expuesto? En este punto es importante hacer una consideración final con base en una distinción fundamental que hace John Deely de que:
Lo que estamos estudiando directamente no es la acción de los signos en el mundo de la naturaleza y de la cultura, sino únicamente el conocimiento de esa acción en cuanto entra en ese cuerpo de conocimiento sistemático llamado semiótica (Deely, 2006:216, traducción propia).
Entonces, a los tres niveles antes presentados les hace falta un elemento fundamental: la "acción" misma.
Por lo tanto, lo que aquí se plantea es que esa acción, como ya se ha mostrado, es precisamente "la comunicación", el segundo elemento de un mismo proceso. Así que de la misma forma que se argumenta la evolución de los sistemas semióticos y la evolución de los sistemas vivos como dos aspectos de un mismo proceso, a este debe ser agregada la "evolución de los sistemas comunicativos", el tercer elemento de la triada constructiva.
Por lo tanto, lo que aparece como tarea imprescindible para la "semiótica de la comunicación" es el desarrollo de los tres niveles comunicativos análogos a los tres niveles semióticos aquí presentados. Es decir, lo que aparece es un nuevo programa de investigación, el cual se encuentra organizado por seis niveles, tres semióticos y tres comunicativos: a) un nivel general de producción semiótica, b) un nivel de reproducción semiótica y biológica, c) un nivel semiótico de reproducción social, d) un nivel general de la teoría de la comunicación, e) un nivel de reproducción comunicativa y biológica, y f) un nivel comunicativo de acción social.
Por ahora, los últimos tres niveles representan el tercer límite de esta investigación. La propuesta es que un diálogo entre la semiótica y los estudios de la comunicación y su diferenciación epistemológica será posible a través del nivel general de producción semiótica y el nivel general de la teoría de la comunicación (los cuales a su vez implican a los otros dos) y la integración de ambos niveles es precisamente la propuesta de la semiótica de la comunicación. Evidentemente, lo que aparece en el horizonte es una configuración sistémica y semiótica de la comunicación: no se comunica, se toma parte en una comunicación, es decir, la comunicación no sólo produce significados, sino que los supone para la generación, transformación o construcción de sistemas y estructuras (biológicas/sociales) nuevas, diferentes.
Mientras los tres niveles semióticos descritos intervienen en la evolución de los sistemas semióticos, los tres niveles comunicativos intervienen en la evolución de los sistemas comunicativos y ambos intervienen en la evolución de cualquier sistema vivo. La semiótica de la comunicación se propone, entonces, como un modelo preliminar sobre la base de lo biológico que se extiende a lo social y lo cultural en el caso del ser humano y a lo semiótico y comunicativo de cualquier ser vivo.
Si bien aún se encuentra en una etapa inicial, la apuesta del modelo es integrar, desde los tres niveles comunicativos, algunas propuestas teóricas de la comunicación que se han desarrollado desde el campo de estudio que así se autonombra, como es el caso, por ejemplo, de la propuesta de Manuel Martín Serrano (2007). El modelo descrito se sintetiza en el esquema 2.
Finalmente, si bien la síntesis es posible, habrá que esperar a que ofrezca resultados comprobables, habrá que esperar a que se haga uso de ella, se le critique o se le modifique para saber con certeza si en realidad permite observar cosas sobre el mundo biológico y social no visibles antes de su integración, pues de lo contrario su integración no tendrá razón de ser. Como se ha mostrado, lo que se configura en el horizonte no es un tipo de relación específica o determinada a priori entre la semiótica y el estudio de la comunicación, sino que se configura un programa de investigación que pone al centro la necesidad de reflexionar sobre la semiosis y la comunicación como elementos centrales de los procesos de organización y desarrollo de los organismos vivos, las sociedades, la cultura y la circulación de significados.
Sin embargo, lo anterior se plantea sobre la base de la relación entre la biosemiótica y la comunicación, pero ¿qué hay de otras propuestas semióticas, qué hay de la teoría propuesta desde el campo de estudio de la comunicación? Como se puede observar, desde el punto de vista que aquí se plantea, la relación entre la semiótica y los estudios de la comunicación se considera como una propuesta en construcción, como una relación a construir en el futuro.
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2 Por ejemplo, existe un tipo de reconstrucciones que pueden ser denominadas como "extensas", dado que implican largos espacios temporales, además de tener un fuerte énfasis en la historia del signo más que en la historia de la semiótica propiamente (Deely, 1990,1982 y 2006; Beuchot, 2001 y 2004; Santaella, 1992). Un segundo tipo de reconstrucción está basada en autores o en una "progresión cronológica" (Zecchetto, 2003 y 2005; Pérez, 2000; Rantala, 1992), y en un tercer grupo podríamos hablar de reconstrucciones "temáticas", es decir, historias cuya reconstrucción persigue un objetivo determinado dentro de alguna disciplina académica (Sebeok, 1979 y 2001; Blasco et al. 1999). En este punto es importante mencionar que la clasificación tiene únicamente fines expositivos y no propiamente epistemológicos.
3 En esta genealogía destacan los aportes de Louis Hjelmslev (18991965) desde la lingüística comparativa y sus intentos de proponer una ciencia de la lingüística; los aportes de Roland Barthes (19151980) desde la semiótica literaria y de la cultura y los trabajos de AlgirdasJulien Greimas (19171992) en semiótica del texto.
4 Para una exposición más detallada de cada una de las genealogías y de los principios constructivos podrán consultarse los dos trabajos del autor antes citados (Vidales, 2008a, b).
5 Este es el caso, por ejemplo, de la propuesta de Peirce, en la que la comunicación no aparece como concepto o como reflexión central (Bergman, 2004) sino que ha sido una tarea posterior impulsada por la intersección entre la semiótica peirceana y los estudios de la comunicación (Pietarinen, 2003; Bergman, 2000). Sin embargo, en otras genealogías la comunicación es un elemento central, llegando incluso a proponerse modelos para su conceptualización y estudio, como es el caso de Lotman (1996 y 1998), Eco (2000) o Klinkenberg (2006).
6 Las nociones de sistema conceptual y de principio constructivo se encuentran estrechamente ligadas. Por principio, la idea de sistema(s) conceptual(es) que aquí se propone está basada en la propuesta de Mario Bunge (2004), para quien los objetos conceptuales o constructos son una creación mental aunque no un objeto mental psíquico (tal como una percepción, un recuerdo o una invención) de los que se distinguen cuatro tipos: conceptos, proposiciones, contextos y teorías. Para el mismo autor, los conceptos son los átomos conceptuales, las unidades con las que se construyen las proposiciones, las cuales satisfacen algún cálculo proposicional y que, por añadidura pueden ser evaluados en lo que respecta a su grado de verdad, aun cuando de hecho no se disponga de procedimientos para efectuar tal evaluación en algunos casos. Por su parte, el contexto es un conjunto de proposiciones formadas por conceptos con referentes comunes y, por lo tanto, una teoría es un conjunto de proposiciones enlazadas lógicamente entre sí y que poseen referentes en común (idem). Por lo tanto, desde la posición que aquí se plantea, los conceptos pueden ser leídos semióticamente, dado que están en lugar de algo más, no son meras figuras retóricas, sino elementos que sustituyen a ideas, sensaciones, nociones, colores, formas, etcétera, en síntesis, los conceptos son signos y, a final de cuentas su poder estriba en su capacidad de representar las ideas por las cuales los usamos. Así, si el concepto es la unidad de pensamiento y es a la vez un signo, entonces un signo es una unidad de pensamiento. Pensamos en signos. El mismo Peirce ya había contemplado este hecho (1992, 1955 y 1998). Teniendo en cuenta lo anterior, lo que aquí se plantea es que las teorías pueden ser vistas como sistemas sígnicos o sistemas conceptuales, dado que son un conjunto de signos (conceptos) con referentes en común (contextos) para la especificación de un punto de vista sobre un fenómeno u objeto determinado (teoría). De esta forma, lo que sucede en una teoría es que los conceptos se vuelven "autorreferentes", es decir, necesitan de otros conceptos (signos) para especificar su "significado", los cuales, a su vez, remiten a otros signos y así sucesivamente. En un punto, un determinado grupos de conceptos (signos) ya no necesita más signos para definirse (definir su significado) y es entonces cuando el sistema conceptual se completa. Ahora bien, una vez completado el sistema, cada elemento que lo conforma se convierte en un elemento constructivo del sistema conceptual, y así las relaciones que se establecen entre los elementos constructivos son a lo que aquí se denomina principios constructivos del sistema conceptual.
7 Por ejemplo, el Noveno Congreso de la International Association for Semiotic Studies (IASS/IAS) (Communication: understanding/missunderstanding) llevado a cabo en Finlandia en junio de 2007, tuvo a la comunicación como tema central. Inclusive, más llamativa aún fue la presencia de mesas de trabajo dedicadas a la reflexión sobre la comunicación. También es de llamar la atención la fuerte presencia de la reflexión sobre comunicación en la International Conference on Charles Sanders Peirce's Thougth "Applying Peirce" convocada por el Helsinki Peirce Research Centre en coordinación con la Universidad de Helsinki y la Philosophical Society of Finland en junio de 2007. Finalmente, también atrae que el Décimo Congreso Mundial de la IASS/IAS, a llevarse a cabo en septiembre de 2009 en La Coruña, lleve por título "Cultura de la Comunicación. Comunicación de la Cultura".
8 Es importante resaltar que los trabajos a los que se hace referencia no son trabajos académicos, sino trabajos periodísticos publicados por Umberto Eco en los años sesenta y setenta en revistas y periódicos.
9 Véase por ejemplo la introducción que hace Jorge Lozano al libro de Iuri Lotman (Lotman, 1999).
10 Para esta primera aproximación se tomaron como objeto de estudio todos los trabajos listados bajo el descriptor "semiótica" en el Catálogo de Documentación en Ciencias de la Comunicación, CCDOC (en México), lo cual conformó un corpus inicial de 132 documentos, la gran mayoría de ellos de autores mexicanos o producidos en México. Para una descripción detallada del estudio véase Vidales, 2008b.
11 Por ejemplo, para Felipe López Veneroni, en efecto, "la semiología y lingüística, como binomios de un mismo propósito, no se nos aparecen como un cuerpo disciplinario "autónomo", sino como técnicas de análisis especializadas y rigurosas cuya utilidad se extiende al proceso del conocimiento científico en general y que, en el caso particular del conocimiento científico de lo comunicativo, constituyen un verdadero principio metodológico que nos abre la posibilidad de poner rigor en la aproximación a los procesos colectivos de representación objetivaexpresión simbólica sobre los que se construye toda posibilidad de relación comunicativa" (López, 1997:106).
12 Dado que el artículo al que se hace referencia ha sido consultado en Internet, no será posible indicar el número de página en la referencia bibliográfica.