Introducción
Hoy en día, aparentemente, el éxito de cualquier causa política es directamente proporcional a la cantidad de likes, en Facebook; retuits, en Twitter; o reproducciones, en YouTube, que pueda despertar una causa. En los últimos años hemos asistido a una creciente participación ciudadana en campañas globales a través de las redes sociales. Solo basta recordar el video KONY 2012, de la organización Invisible Children o la campaña solidaria #IceBucketChallenge para recaudar fondos, que alcanzaron millones de reproducciones y batieron records en YouTube (Clarín, 2014).
Sin embargo, algunos autores consideran que no se trata de una verdadera participación, sino de simples acciones facilitadas por las herramientas tecnológicas que permiten a los usuarios intercambiar información, pero sin involucrarse real y personalmente con las causas. Esto es lo que algunos críticos han denominado peyorativamente slacktivismo (Morozov, 2009). El término surge de la combinación de activism (activismo) y slacker (holgazán, vago, ocioso, flojo) y sirve para describir un cúmulo de actividades políticas que no tienen impacto en la vida real, pero sirven para aumentar la sensación de bienestar de los ciudadanos que las realizan (Christensen, 2011; Glenn, 2015; Morozov, 2009).
La pregunta general que nos movió a realizar esta investigación es la siguiente: teniendo como punto de partida la perspectiva de la Teoría de Movilización de Recursos (TMR), de finales del siglo pasado, ¿se puede considerar el slacktivismo como un recurso de movilización y participación ciudadana a través de las redes sociales? Para eso quisimos analizar el hashtag #BringBackOurGirls, con el que se protestó por el secuestro de 276 niñas, a manos de Boko Haram, en Nigeria3.
El hashtag #BringBackOurGirls lo utilizó por primera vez un abogado nigeriano, el 23 de abril de 2014, para comentar un discurso de un evento de la UNESCO (Lyons, Robinson & Chorley, 2014).
En cuestión de dos semanas, el hashtag dio la vuelta al mundo (Bajo, 2014; Collins, 2014). La acción más popular de la campaña, a la que se unieron muchas celebridades, era publicar fotos en las cuentas de redes sociales como Facebook, Twitter o Instagram, sosteniendo carteles que decían #BBOG. (Fernández, 2014). Como afirman Litoff (2014) y Morse (2014), #BBOG se convirtió en un “grito de guerra” en pro de las niñas.
Para hacer una exploración descriptiva del comportamiento de #BBOG se tomó como ejemplo el uso del hashtag en Twitter, entre abril y diciembre de 2014. Este trabajo se asemeja a estudios que utilizan los tuits como fuente de investigación y análisis tanto a nivel descriptivo y exploratorio, como a nivel macro a través del trabajo de big data (Berry, 2011; Borra & Rieder, 2013; Boyd & Crawford, 2012; Lomborg & Bechmann, 2014).
En nuestro caso, quisimos aprovechar los datos públicos y las APIs (Interfaces de programación de aplicaciones, siglas en inglés) que permite al software de las redes sociales "hablar" con otro software y responder por determinados movimientos y actividades (Lomborg & Bechmann, 2014). Se trabajaron sus datos desde dos categorías: la viralidad y la influencia, alcanzadas por el hashtag.
Con el análisis de los resultados se concluye que #BBOG es un típico caso de slacktivismo, pero, lejos de demonizar estas campañas, por considerar que no conducen a una acción política eficaz, este trabajo busca darles el lugar que les corresponde dentro de una efectividad concreta como recursos de movilización.
Marco teórico
Existen numerosos estudios sobre si Internet potencia la participación. Algunos autores caen en el escepticismo, sosteniendo que la Red tiene un efecto negativo en la participación, al reemplazar las relaciones interpersonales de los ciudadanos (Putnam, 2000). Sin embargo, otros se muestran más optimistas en cuanto al efecto positivo de Internet en la participación (De Marco & Robles Morales, 2012; Margolis & Resnick, 2000; Norris, 2001) o al hecho de que ayuda a movilizar individuos que de otra manera permanecerían inactivos y al margen del proceso participativo tradicional (Anduiza, Gallego & Cantijoch, 2010; Cantijoch, 2009; Delli Carpini, 2000; Di Genaro & Dutton, 2006; Quintelier & Vissers, 2008; Ward, Gibson & Lusoli, 2003).
En este sentido, la literatura académica marca una línea de independencia de la participación política online, con respecto a la offline, convirtiendo el activismo digital en una nueva forma de participación con mecanismos y recursos propios (Best & Krueger, 2005; Gibson, Lusoli & Ward, 2005).
El presente trabajo considera el activismo digital como un fenómeno que afecta la lógica de la participación política, gracias a la reducción en los costos de participación (Bimber, 2000; Borge, Cardenal & Malpica, 2012; Kiesler, Zdaniuk, Lundmark & Kraut, 2000). Y es precisamente ahí, donde conecta con la teoría clásica de movilización de recursos.
Algo parecido a lo que observamos hoy en los índices de participación y viralidad de acciones políticas en redes, ocurría también durante los años setenta, con la llamativa intervención ciudadana en procesos de movilización. Por entonces, McCarthy & Zald (1977), intentaron explicar el fenómeno mediante dos hipótesis. Según la primera, los ciudadanos participaban por acontecimientos que disparaban la movilización; y, según la segunda, la participación se debía al aumento de los recursos disponibles para la movilización (Ortíz, 2015). Esta última opción los sedujo más y fue el postulado que dio lugar a la Teoría de la Movilización de Recursos (TMR), a la que rápidamente se sumaron otros autores (Edwards & McCarthy, 2004; Jenkins, 1982; McCarthy & Zald, 1977; Rogers, 1974; Tilly, 1978).
Ahora bien, aunque la TMR sea previa a la aparición de la Internet, las posibilidades de conexión y participación que ha demostrado esta última, han renovado su actualidad. La Red ha disminuido ostensiblemente los costos de participación, que siempre han sido un elemento motivador para la movilización ciudadana (Olson, 1968). Desde las redes sociales, muchos individuos están pudiendo hacer contribuciones más pequeñas pero que, en conjunto, dan cuenta de una movilización mayor (Butler, 2011; García & del Hoyo, 2013).
Se entiende que la reducción de costos de participación va más allá de lo monetario y tiene en cuenta otros elementos que explican la multiplicación de acciones políticas colectivas a través de Internet. Primero, el incremento exponencial y sin precedentes de la información que circula en la Red (Anduiza, Gallego & Jorba, 2009; Bimber, 2001). Segundo, las posibilidades técnicas que permiten que los ciudadanos tengan una interacción directa en las decisiones políticas; se trata de acciones descentralizadas, sin necesidad de intermediarios, con menos lazos de conexión directa con los partidos políticos, los sindicatos o los propios colectivos que inician la protesta (Batlle & Cardenal, 2006; Bennett, Breunig & Given, 2008). Y, finalmente, el hecho de que la Red permita la creación de “espacios” para la discusión y deliberación sobre temas de interés común (Karakaya, 2005).
Paralelamente, así como disminuyen los costos de participación, las formas de movilización son también distintas a las anteriores. En estas acciones, se perfila un nuevo tipo de “activista”, el click-activista, con una identificación política flexible, menos compromiso personal y menores tensiones ideológicas (Bennett & Segerberg, 2012; Butler, 2011; Henríquez, 2011; Resina de la Fuente, 2010).
En este contexto, la visibilidad sigue siendo, al igual que en el activismo clásico, un eje central y en muchos casos, más que el cambio social, las campañas y protestas necesitan, ante todo, recabar apoyo y visibilidad pública, ante la población y los medios, aunque respetando la pluralidad de los manifestantes que cuentan con sus códigos propios y personalizados (Sampedro, 2005). Se trata más bien, de lo que Rheingold (2002) llama multitudes inteligentes, individuos anónimos que son capaces de actuar sin conocerse, por sentirse atraídos por un mensaje y sin comprometer su identidad política.
Muchas campañas globales, entre ellas #BBOG, han recibido numerosas críticas, al ser consideradas un simple ejemplo de slacktivismo, un activismo de bajo costo y poco riesgo, en redes sociales, que busca sensibilizar y dar satisfacción emocional a las personas que se involucran en la actividad (Lee & Hsieh, 2013).
Hay que tener en cuenta que, aunque las características de las actividades políticas on-line son particularmente propensas a esta acusación, el slacktivismo no las abarca todas. El fenómeno excluye acciones como las realizadas por los hackers, porque se considera que requieren un mayor esfuerzo y, por tanto, sí son considerados ejemplos válidos de participación política. Tampoco se considera slacktivismo, la difusión de bromas con matiz político, que no tienen otro propósito que el entretenimiento. Según la definición de Morozov (2009), para que una acción se considere slacktivismo debe tener una clara intención de influir en las decisiones políticas y debe tener un núcleo político, aunque se encuentre un poco escondido.
¿Qué tipo de acciones se hacen por slacktivismo? todas las iniciativas en las que cualquiera que tenga una conexión a Internet pueda participar: dar un like para mostrar apoyo en plataformas como Facebook o Instagram; viralizar hashtags y contenidos en Twitter; firmar peticiones en línea; reenviar cartas, videos u otros contenidos a través de las cuentas de redes sociales; hacer donaciones de pequeñas cantidades de dinero; cambiar el estatus de los perfiles personales; crear causas en Facebook; subir fotos y selfies mostrando apoyo a una campaña, etc. (Christensen, 2011).
Como recuerda Knibbs (2013), algunos consideran que el slacktivismo solo produce el efecto de unas “palmaditas en la espalda” que hace que el individuo se sienta bien al dar like o comentar un asunto social, sin hacer nada más (Gladwell, 2010; Lee & Hsieh, 2013; Morozov, 2009, 2011; Waugh, Abdipanah, Hashemi, Rahman & Cook, 2014). También recibe otros nombres despectivos como: “activismo de brazos cruzados”, “activismo de sofá” o “activismo de teclado” (Butler, 2011), que buscan desvirtuar su efectividad, porque se puede hacer cómodamente, sin salir de casa. Morozov (2009) llega a decir que el slacktivismo es un activismo online con ningún impacto político o social.
Por lo anterior, el slacktivismo se ha puesto de moda al tratar de degradar a las versiones de participación política digital. Sus detractores no parecen tener problemas con las causas en sí mismas, sino con la actitud de estos nuevos “activistas”, ya que sus acciones se consideran insuficientes para alcanzar los objetivos propuestos (Christensen, 2011).
Sin embargo, otros autores no lo condenan tan rápido y buscan el lado positivo de este activismo digital, que en las manos adecuadas puede ser eficaz y permitir ampliar el alcance de las acciones gracias a formas más rentables de protesta (Knibbs, 2013; Vie, 2014). Autores como Christensen (2011) y Chiluwa y Ifukor (2015), ven que el slacktivismo puede ser exitoso, porque sensibiliza con los problemas contemporáneos y puede ayudar a la movilización, siempre y cuando, vaya acompañado de otras acciones offline, como las que se presenciaron en Túnez, Egipto o Libia.
Metodología
En la investigación, optamos por una metodología cuantitativa (Hernández, Fernández & Baptista, 2006) con la que se pudieran trabajar los datos que recolectamos de las APIs online, en un análisis de tipo descriptivo (Dankhe, 1989) que arrojó resultados sobre el comportamiento del hashtag #BringBackOurGirls y su evolución, entre abril y diciembre de 2014.
La cantidad de aplicaciones on-line que se relacionarán a continuación, se explica porque no se encontró una única herramienta que midiese todas las variables que se necesitaban para el estudio. Luego de hacer un rastreo de las características de distintas plataformas se optó por trabajar con seis de ellas: Topsy, TalkWalker, Twitonomy, TweetArchivist, CartoDB y Hastagify.me; que permitieron medir el comportamiento de #BBOG desde su aparición en abril de 2014.
En cuanto al período de tiempo que comprende la investigación, se presentarán los resultados de tres momentos distintos que luego se compararon entre sí:
Período I: Primeras dos semanas de aparición de #BBOG (23-04-2014 a 06-05-2014), para observar el éxito y viralidad inicial de la etiqueta.
Período II: Histórico del hashtag (23 de abril a 15 de diciembre de 2014, al hacer el corte de la muestra), para conocer la tendencia del hashtag a lo largo del tiempo y sus influenciadores4 más destacados en Twitter.
Período III: Recolección de información en un período aleatorio posterior (noviembre a diciembre de 2014), para analizar la visibilidad de #BBOG y las características de los influenciadores luego de ocho meses de actividad del hashtag. Este análisis nos permitió comparar los perfiles de las personas más influyentes a lo largo de la campaña con aquellos que la mantenían viva al final del año.
La tabla 1 es una síntesis de cómo se abordó cada uno de los objetivos de investigación en el seguimiento de #BBOG, según las dos categorías de análisis: viralidad e influencia, y las herramientas con las que se trabajó cada una. Las otras dos columnas explican los recursos que ofrecen las herramientas y el período de tiempo al que se aplicaron, según los tres momentos estudiados.
Sabemos que el concepto “viralidad” no existe en el diccionario de la Real Academia de la Lengua, sino que se trata de un tecnicismo para designar el fenómeno por el que ciertos contenidos, normalmente con gran carga emocional, logran reproducirse de forma masiva a través de distintos medios sociales y tradicionales (Berger & Milkman, 2012). Para nuestro objetivo es importante, ya que el slacktivismo se relaciona con contenidos virales, que se ponen de moda y despiertan el repentino interés de los usuarios.
Concretamente, para conocer la viralidad de #BBOG, se utilizó CartoDB, una plataforma que permite crear mapas interactivos para análisis y visualización de datos. Con esta herramienta se pudo generar un mapa con los lugares de aparición de los tuits que contenían #BBOG, entre el 23 de abril de 2014 (primera aparición de la etiqueta) y el 6 de mayo. En solo dos semanas, el hashtag había dado la vuelta al mundo y presentaba más focos de interacción fuera que dentro de la propia Nigeria.
En diciembre de 2014, #BBOG seguía activo en Twitter, por lo que decidimos hacer otra medición en torno a la viralidad, pero con datos en tiempo real. Escogimos de manera aleatoria, una semana (4 a 11 de diciembre de 2014) e introdujimos el hashtag en la interfaz TalkWalker para conocer dónde surgían las publicaciones y en qué idioma se escribían. Los hallazgos se graficaron en dos mapas diferentes, que junto al de CartoDB, dejan ver la diversidad de lugares y países involucrados en la causa.
A continuación, aparece la segunda categoría que hemos denominado “influencia”, en consonancia con el término influenciador que aparece constantemente. En este punto, el análisis no se centra en cómo se populariza el uso del hashtag, sino en qué usuarios lograron hacerlo, estos son los “influencers”, por seguir el término de la literatura anglosajona (Bakshy, Hofman, Mason & Watts, 2011).
Para determinar el comportamiento de los influenciadores se trabajó con los datos tanto de la evolución histórica del uso del hashtag, como con los que lo estaban moviendo en tiempo real, las etapas II y III de la muestra. Gracias a Hastagify.me, pudimos conocer cuáles habían sido los seis usuarios más influyentes desde que se creó el hashtag, el 23 de abril.5 Para la etapa III, se determinó quiénes eran los influenciadores en tiempo real al momento de hacer el análisis6, contrastando los datos de Topsy y TweetArchivist que permiten medir la frecuencia de #BBOG y el tuit más influyente de cada día.
Finalmente, estudiamos el perfil de los usuarios influenciadores de ambas etapas desde Twitonomy según: menciones, retuits, número de seguidores, cantidad de favoritos, uso de hashtags e hipervínculos en sus mensajes, etc.
Con estas dos categorías de viralidad e influencia se pudo establecer cómo fue la difusión de #BBOG, qué tanta visibilidad logró la etiqueta como fenómeno de movilización global y las características de los usuarios más influyentes.
Análisis y resultados
Viralidad de #BBOG en 2014
En abril de 2014, días después del ataque de Boko Haram, reinaba la desinformación en torno al caso. Por entonces, el gobierno nigeriano afirmaba que el número de niñas secuestradas ascendía a 85, cifra que fue incrementándose hasta alcanzar las 276.
La primera persona que convirtió el tema en una tendencia fue la política nigeriana, Oby Ezekwesili, una de las principales abanderadas de la campaña, que comenzó a twittear con #WhereAreOur85Daughthers, el 20 de abril de 2014. Dos días después, el hashtag se convirtió en Trending Topic en el país africano. Sin embargo, esta etiqueta no logró la popularidad de #BringBackOurGirls, que fue empleada por primera vez, el 23 de abril, por Ibrahim M. Abdullahi, mientras observaba por televisión el discurso de Ezekwesili. Según los datos recogidos por Topsy, en sólo dos semanas, el hashtag alcanzó 1 334 864 publicaciones (Neubauer, 2014).
En términos de viralidad, la causa nigeriana tuvo un progreso similar al de la lucha #StopKonny en 2012 (Bogart, 2014), en el sentido de que surgió en África, pero en pocos días fue más popular en Estados Unidos y Europa y desde allí se irradió al resto de continentes. La figura 2 resume, a través de un mapa de calor, la situación de #BBOG en las primeras dos semanas, cuando Estados Unidos y Europa se imponían por encima de los países del África occidental.
Estos focos se mantuvieron a lo largo del año. Con la medición en tiempo real que se hizo entre el 4 y el 11 de diciembre de 2014, el hashtag seguía activo en todos los continentes. En esta ocasión, Estados Unidos seguía siendo el lugar donde más veces se usaba la etiqueta (4 600 tuits) y Europa pasó al tercer lugar (1 800 tuits), por detrás de Nigeria y sus países vecinos (3 800 tuits).
En cuanto a los idiomas más empleados con #BBOG, en la medición de diciembre, el inglés se impuso por encima de las demás lenguas. Esto no es llamativo, dada la preponderancia del tema en Estados Unidos y que Nigeria es un país angloparlante, lo interesante es que el segundo idioma más recurrente fuera el español, a pesar de lo poco que se habló del tema desde Latinoamérica.
Los influenciadores como motores de visibilidad de #BBOG
Si se entienden las acciones de la campaña #BBOG como una estrategia de slacktivismo, hay que reconocer que es fundamental aumentar la viralidad del hashtag a través de su expansión por medio de usuarios que lo propaguen. En este sentido, se trata de influir con mensajes que alcancen a muchas personas (cantidad de seguidores) y muchas repeticiones (retuits que reciben los tuits en los que usan este hashtag).
Desde la aparición de #BringBackOurGirls, los seis usuarios más influyentes en la red social han sido en su orden: la actriz, Emma Watson; la presentadora, Ellen DeGeneres; los cantantes, Katy Perry y Chris Brown; UNICEF y CNN. Aquí entendemos por influencia, no la cantidad de veces que usaron el hashtag, sino las impresiones que tuvieron en los time line de otros usuarios.
Gran parte de la estrategia de la campaña nigeriana, se concentró en la moda de tomarse fotos con un cartel que tuviera algún mensaje y el hashtag. La persona más influyente en el histórico es la actriz Emma Watson, quien solo lo usó el 9 y 10 de mayo de 2014.
Sumando los números de ambos tuits, la cuenta obtuvo 62.000 retuits y 93 000 favoritos, en dos días. Su capacidad reside en el promedio de retuits por publicación (5 115.17) que como se ve en el gráfico, es la mayor de los seis usuarios más influyentes.
Ocho meses después, el tema no era protagonista del debate público, pero las niñas permanecían en poder de Boko Haram y el hashtag seguía activo en Twitter. Los datos arrojados por Topsy, muestran la tendencia que mantuvo la etiqueta entre el 9 de noviembre y el 9 de diciembre de 2014.
Según el gráfico, el pico más alto de popularidad lo tuvo un tuit de la cuenta de noticias @bbcbreaking, el 13 de noviembre y que alcanzó 2 852 apariciones en los timeline de otros usuarios.
Una vez extraídos los 30 tuits más influyentes del mes, procedimos a analizar el perfil de las cuentas. Nuevamente encontramos diversidad de protagonistas, en este caso se pudo establecer que 12 de ellas, eran cuentas de medios de comunicación o periodistas; otras 12, de ONGs o activistas que se reconocen a sí mismos como tal; tres más, de ciudadanos comunes a quienes no se les pudo establecer una ocupación concreta según los datos de Twitter; dos de celebridades y una de una política nigeriana.
Analizada la evolución del hashtag, seleccionamos el top seis de usuarios más influyentes durante ese período, para analizar su perfil y compararlos con el top seis de usuarios históricos. El primer hallazgo es que los usuarios que mantenían vivo el hashtag eran, en su mayoría, ciudadanos, activistas o políticos nigerianos.
En segundo lugar, el promedio de tuits por día es mucho más alto. Vemos, por ejemplo, al usuario más influyente @Remember_1914, con un promedio de más de 500 tuits por día; o a la cuenta de la cadena de noticias @nairapark, con un promedio de más de 700 tuits diarios. Sin embargo, a pesar del alto número de publicaciones, no alcanzan los índices de RT de los usuarios históricos.
Si se mira con detenimiento la tabla anterior, se comprueba que estos usuarios son mucho más activos que los analizados como más influyentes en el histórico de #BringBackOurGirls, tanto por la cantidad de tuits que tienen en sus cuentas, como por el promedio de tuits diarios que alcanzan.
Conclusiones
#BBOG es un ejemplo de slacktivismo. Entre abril y mayo de 2014, el hashtag logró colmar agendas mediáticas y se convirtió en trending topic en redes sociales. Muchas celebridades y políticos subieron fotos a sus cuentas, posando con carteles en los que se leía la etiqueta. Algunos nunca más la utilizaron y probablemente hoy no sepan qué pasó con las niñas, pero no podían permanecer al margen de la protesta mundial de entonces. No obstante, y tal vez sin pretenderlo, hicieron su aporte al servir de altavoces a una causa que quizás, de otra manera, hubiera pasado desapercibida.
Estos slacktivistas hacen parte de una audiencia reactiva que participa en ciertos procesos de forma puntual, directa e independiente, gracias a las posibilidades que les dan las redes, pero sin pasar de ahí. Sin embargo, el alcance de este recurso se mide con otros estándares. Estas acciones no buscan el compromiso político convencional, su eficacia radica en ser un motor de opinión y visibilidad con el que se genere sensibilidad y solidaridad transnacional. En el caso del secuestro de las niñas nigerianas, la ola de opinión que desató #BBOG en las redes, logró atraer la mirada de países como: Francia, Estados Unidos y Reino Unido, que presionaron y ayudaron al Presidente de Nigeria para que intensificara la búsqueda de las niñas.
Datos recolectados entre el 5 y el 12 de diciembre de 2014. Fuente: Elaboración propia a partir de Twitonomy.
El slacktivismo encaja con la TMR por varios motivos. En primer lugar, porque obedece a un aumento de los recursos disponibles para la ciudadanía. Segundo, porque significa una reducción en los costos de movilización. Y, tercero, porque los mensajes son tan incluyentes, que logran atraer de forma masiva a personas de toda clase y condición social que se sienten identificadas con la causa. De ahí la importancia de ver el manejo de redes como un recurso de movilización, pues del diseño de mensajes y hashtags que sean capaces de cautivar a usuarios influenciadores, depende el éxito de la campaña, más que de las estructuras de organización y otro tipo de recursos materiales y económicos.
La evolución del caso es interesante en cuanto a la curva que siguió. El hashtag surgió de un abogado nigeriano sin capacidad de influencia en las redes, pero cuando pasó por la esfera mediadora de medios de comunicación y personajes públicos, de Estados Unidos y Europa, dio un salto de popularidad, suficiente para mover la causa. Es ahí cuando se dispara el slacktivismo, como fruto de la conmoción mundial. Ocho meses después, el perfil de los usuarios más influyentes en el uso del hashtag en Twitter, es diferente, con un tinte más local y político: ciudadanos nigerianos, activistas y políticos. Unos perfiles más comprometidos con la causa y que siguen la situación de las niñas a diario.
Por otra parte, el análisis sirvió para testear distintas APIs gratuitas on-line, que se pueden utilizar con fines académicos. En el estudio de las redes sociales las empresas han invertido grandes cantidades en la compra de software y APIs comerciales con las que puedan interpretar los flujos de contenido, desde el marketing y la reputación empresarial. El uso de estas interfaces puede resultar novedoso, pero comprobamos que es útil en un primer nivel exploratorio y descriptivo. Si se quiere profundizar en el análisis, se necesita un trabajo de Big Data con el que se pueda estudiar con más detalle y profundidad el flujo de las redes.
Este estudio no quiere alinearse en la visión idealista que considera que con las redes sociales se están transformando las estructuras socio-políticas. Tampoco gira en el extremo contrario y pesimista de no reconocer que se está dando un cambio. Lo único que busca es mostrar las posibilidades de acciones como las que hemos mencionado anteriormente. Es cierto, que para que una movilización sea efectiva, debe ir acompañada de otras estrategias de participación convencionales, pero esto no significa que el slacktivismo no sea un recurso de sensibilización y visibilidad de una causa.