En su texto Sobre el concepto de historia, Walter Benjamin realiza una crítica a la historia universal entendida como “la masa de los hechos para llenar el tiempo homogéneo y vacío” (316). A la sucesión vacía de los años y las eras el filósofo opone el “tiempo-ahora”, una categoría que sólo puede desplegar su sentido y su trascendencia gracias al historiador capaz de realizar un “salto de tigre hasta el pasado” (316). El sujeto que piensa el tiempo-ahora se niega a entenderlo como un conjunto de hechos estáticos y eternos. Para Benjamin, “articular el pasado históricamente no significa reconocerlo ‘tal y como propiamente ha sido’. Significa apoderarse de un recuerdo que relampaguea en el instante de un peligro” (307).
Si bien Martín Luis Guzmán no pretendía hacer un recuento histórico de la Revolución en La sombra del Caudillo —al menos no en el sentido de lo que actualmente se entiende, bajo cierto consenso, como el quehacer del historiador en el ámbito académico—,1 vale la pena pensar esta novela teniendo en cuenta las reflexiones de Benjamin. En La sombra del Caudillo se puede encontrar ese salto de tigre literario que penetra en las entrañas de esa época convulsa de la historia nacional. La escritura de Guzmán indaga “en el instante de un peligro” para articular los acontecimientos, las voces y las contradicciones que construyeron el relato revolucionario. El fiero animal también habita en la novela como un elemento fundamental que define la mirada del Caudillo; sin embargo, para el investigador Daniel Zavala Medina “esos soberbios ojos de tigre son también los de Martín Luis Guzmán” (15). En un recorrido reflexivo que traslada un elemento novelístico al propio autor, el crítico afirma que para constatar la mirada felina del escritor mexicano basta con “leer cualquiera de sus páginas: sus descripciones son una constatación de que el escritor lo ha percibido —y lo ha plasmado con un estilo magistral— prácticamente todo” (15).
Daniel Zavala recupera la presencia del tigre desde el título de Soberbios ojos de tigre, libro con el que se hizo acreedor al Premio Bellas Artes de Ensayo José Revueltas en el 2018. El volumen se conforma de cinco textos que analizan y comentan diferentes aspectos de La sombra del Caudillo que, señala el investigador, han sido relegados por una crítica que se ha preocupado, principalmente, por desentrañar la dimensión histórica de la novela. La frase que alude a la fiera mirada del Caudillo es uno de los motivos que forman parte del ensayo “Soberbios ojos de tigre: la bestia, el soberano, los rebaños”. Daniel Zavala retoma los trabajos del especialista Gabriel Giorgi sobre animalidad y biopolítica en la literatura, así como las propuestas teóricas que Derrida expuso en su Seminario La bestia y el soberano.
A pesar de que existe una idea más o menos extendida de que la animalización de los personajes en una narración funciona en detrimento de su humanidad, Zavala cuestiona que en La sombra del Caudillo la presencia zoológica tenga una intención unívoca que se base únicamente en las connotaciones de inferioridad y subordinación que suelen constreñir al mundo animal. El estudioso abreva de los planteamientos de Derrida para entender la humanidad como una condición que se construye políticamente mediante su oposición, discrepancia o cercanía con la vida zoológica. Como parte de estas reflexiones, el investigador pone la obra de Martín Luis Guzmán en diálogo con uno de los títulos fundamentales de la literatura latinoamericana del siglo XIX: el cuento “El matadero”, de Esteban Echeverría. El análisis comparativo entre la novela de la Revolución y el cuento decimonónico revela, entre otras cuestiones, los mecanismos que ambos autores ponen en funcionamiento para evidenciar la explotación capitalista de los cuerpos y la pauperización de otredades que se vuelven irreconocibles como vidas dignas.
Además de la explotación animal, en la narración de Guzmán se presenta otro tipo de relación abusiva con respecto a los recursos naturales: la extracción del oro negro. Daniel Zavala dedica su ensayo “Oscuro dios mineral: dos capítulos sobre el petróleo en La sombra del Caudillo” a pensar los pasajes novelísticos que se construyen en torno a las disputas y ambiciones de la industria petrolífera. El investigador hace un breve y útil recuento de las obras que forman parte de la denominada “novela del petróleo” en México. Esa información permite al lector hacerse una idea de los recursos narrativos que configuran ese conjunto de obras; también ofrece un recorrido histórico que expone los diversos intereses intelectuales, ideológicos y políticos de los que los autores han dejado constancia en sus relatos literarios. Zavala hace referencia a varios artículos que Martín Luis Guzmán publicó sobre el asunto para explicar la postura crítica del escritor frente a la apropiación extranjera de los recursos petrolíferos mexicanos.
En su novela, Guzmán denuncia a la clase política que, abusando de su poder y corrompiendo las justas reivindicaciones revolucionarias, aprovecha la lucha por la soberanía energética nacional para hacerse de una fuente de enriquecimiento personal e ilícito. Daniel Zavala pone especial énfasis en un gesto autoral: entre la primera versión periodística de La sombra del Caudillo y su publicación en forma de libro mediaron una serie de modificaciones y supresiones realizadas por Guzmán; sin embargo, las páginas que retratan los manejos tramposos del hidrocarburo permanecieron a pesar de que “se habrían podido suprimir sin una pérdida irremediable” (89). Soberbios ojos de tigre subraya el importante lugar que la corrupción política tuvo como parte de las preocupaciones intelectuales y literarias del escritor mexicano, en igual forma contribuye a dimensionar la trascendencia estética e histórica de su narración dentro de la novela del petróleo.
Las relaciones formadas bajo el signo de la subordinación y la complicidad criminal, aunque dominantes, no son las únicas presentes en la narración. En “La amistad, una interpretación en clave aristotélica”, Daniel Zavala también se interesa por otro tipo de vínculos, entre otros, los de carácter más cercano a lo afectivo y lo íntimo. Como anuncia su título, el ensayo parte de las formulaciones aristotélicas, en concreto la Ética a Nicómaco, para indagar en las relaciones que el protagonista Ignacio Aguirre establece con los personajes a su alrededor. Zavala señala la pertinencia de estudiar el tema tomando como base la ética aristotélica, pues el “interés y conocimiento de la antigüedad clásica no es exclusivo de Martín Luis Guzmán, sino una de las señas de identidad de los miembros de la generación a la cual se afilia: el Ateneo de la Juventud” (57). El investigador propone una clasificación que permite un primer acercamiento: relaciones por conveniencia o utilitarias, relaciones por placer y relaciones que se asemejan a la amistad entendida como “perfecta” por Aristóteles. La exposición muestra la maestría de Guzmán para construir personajes complejos con relaciones que cambian conforme avanza la narración. Las amistades, los compadrazgos y las colaboraciones ilícitas que el escritor incorpora en su novela no permanecen en una sola tipología, sino que, como demuestra Zavala, evolucionan y, en el proceso, involucran características de distintas categorías.
En “Del teatro griego a ‘La película de la Revolución’: Martín Luis Guzmán a 24 fotogramas por segundo”, el ensayista realiza un recuento de las diversas conexiones entre la obra del escritor y la cinematografía: el interés intelectual y artístico que Guzmán manifestó en diversos artículos acerca del mundo fílmico, su elaboración de guiones para el cine, el trabajo de adaptación que llevó a cabo para el montaje de La sombra del Caudillo y el aspecto cinematográfico de la narración en dicha novela. Podríamos resumir la enumeración anterior en los siguientes puntos: la escritura de Guzmán sobre el cine, la escritura para el cine y lo cinematográfico del relato guzmaniano en sí. Resulta sumamente sugerente que, para hablar del último elemento, Zavala recupere un pasaje de la novela en el que la focalización de la voz narrativa se centra en un personaje, Axkaná, que tiene los ojos vendados. La narración supera la limitación visual y recrea hábilmente el recorrido que Axkaná realiza a bordo del automóvil en el que se encuentra secuestrado. El estudioso dilucida sobre ese fragmento del relato de Guzmán para cuestionar la manera en la que se ha definido y entendido tradicionalmente el concepto de escritura cinematográfica en La sombra del Caudillo. Zavala invita al lector a cuestionarse, por ejemplo, “¿cómo resolvería un director el problema técnico de filmar esta escena donde, sin el auxilio de la mirada, debe mostrarse con toda fidelidad el paisaje urbano?” (23).
En las primeras páginas de Soberbios ojos de tigre, su autor advierte sobre la desatención que la novela ha padecido por parte de la crítica literaria, pues, aunque se han publicado varios artículos y se han elaborado múltiples tesis que la estudian, los libros dedicados exclusivamente a comprender la obra de Guzmán son escasos, especialmente si se toma en cuenta el importante lugar que la novela ocupa en el canon literario mexicano de principios del siglo XX. “Presencia de La sombra del Caudillo en la narrativa mexicana contemporánea”, último ensayo del volumen, ahonda en la influencia y el reconocimiento que la novela ha tenido en diferentes títulos de la literatura mexicana reciente. Personajes como Martín Luis Guzmán conjugan en su trayectoria —tanto intelectual como biográfica— difíciles y polémicos episodios de la historia y la política nacional. En Soberbios ojos de tigre encontramos una investigación relevante que actualiza e interpela al trabajo crítico ya existente y, a la vez, exhorta a revalorar la trascendencia de Guzmán como pensador y artista que contribuyó, en lo político y en lo ideológico, a configurar una forma de hacer literatura que continúa vigente hasta nuestros días.