En tiempos de coronavirus, de su reflexión inquieta, inteligente, Robert Boyer hace fluir nuevas ideas que caracterizan la naturaleza de esta catástrofe sanitaria por la que atraviesa la humanidad, los impactos en la economía y la urgencia de encontrar nuevos senderos.
La nouveauté radicale du coronavirus a été de bousculer la domination de la finance sur l’économie, de l’économie sur la politique, de la politique sur les choix de santé publique et -ce n’est pas sans importance- de l’égoïsme national par rapport à la constitution de biens publics mondiaux. L’année 2020 a marqué l’entrée dans une grande crise, non pas seulement du fait des pertes économiques en termes de pib et de paupérisation de certaines fractions de la société, mais aussi et surtout d’arrivée aux limites de régimes socioéconomiques incapables de reproduire les conditions de leur reproduction à long terme.
El autor reivindica la revisión teórica que lleva a replantear que cada crisis tiene una diferenciación, temporalidad y regímenes de regulación. Justamente son las diferencias institucionales, que se expresan en el mercado del trabajo, relación salarial, régimen financiero -la moneda-, sistema económico, jerarquías y temporalidades, los ejes centrales que distinguen la teoría de la regulación.
En ocho capítulos expone con lucidez su análisis. En el primero, Boyer diferencia la naturaleza de esta crisis sanitaria de las grandes crisis financieras precedentes de los años 1929 y 2008. Tras de revisar la caracterización teórica de ellas, el economista francés destaca que la actual no concierne a una crisis especulativa de la bolsa, ni de sobreproducción, tampoco de las Prime, pero sí ha puesto al descubierto las fragilidades de la economía, acentuadas después del 2008. En el 2020, el desplome de las finanzas no se debió a ninguna de las causas descritas, sino que, con la pandemia de la Covid-19, se abrió la caja de Pandora, mostrando la debilidad de los sistemas de salud de las naciones, en diversos grados.
La difusión de un nuevo virus desconocido se desplegó a una enorme velocidad a inicios de 2020 atravesando países y continentes. Crecientes contagios y mortalidad; ausencia de medicamentos y vacunas capaces de inmunizar a la población. Frente a esta realidad, varios gobiernos optaron por el confinamiento, frenando así la economía, con severos efectos en la producción, el consumo, la inversión, el gasto público, el trabajo, las finanzas.
Esta coyuntura indujo a replantear los valores y los objetivos de las sociedades: la salud antes que la economía, destaca Boyer. Asimismo, subraya la impresionante y pronta movilidad de la comunidad científica internacional buscando identificar el virus y, por consiguiente, desarrollar diversas vacunas, en una confluencia de instituciones de investigación, universidades, firmas farmacéuticas y gobiernos.
En el marco de las configuraciones institucionales de las naciones, y por tanto, de las trayectorias nacionales, el capítulo dos disecciona el proceso en que los gobiernos han reducido los costos de salud, obstaculizando severamente la rápida respuesta a las crisis sanitarias nacionales e internacionales. La actual pandemia muestra una naturaleza distinta a las previas, tal como la realidad lo evidencia, asociada a las políticas de salud diferenciadas entre países: se manifiesta la heterogeneidad institucional, expresada en la divergencia económica y social. La Covid-19 tiende a agravar las desigualdades, con efectos en un horizonte amplio, especialmente en los capitalismos dominados por el principio de la competencia, apunta Robert Boyer. El retorno del Estado en materia de salud se plantea como un cambio institucional imprescindible, que deberá asociarse a cambios en varias dimensiones de la economía y, tal vez, nuevos regímenes socio-económicos.
Tiempos de incertidumbre radical van a la par de una pandemia novedosa como el SARS-COV2. En tal sentido, en el capítulo tres se reconoce la presencia de cambio de expectativas racionales frente esa inseguridad provocada por el virus. El confinamiento conduce a pérdidas enormes de las empresas, caída del pib y por tanto del ingreso per cápita. Cada gobierno busca una solución, la mimetización dependerá de sus capacidades institucionales y de organización. En tal contexto de duda, la eficiencia de las estrategias puestas en marcha por los gobiernos será conocida ex post, ¿Cuál será la respuesta ciudadana frente a la administración de salud y de las políticas en su conjunto? Por mientras, los habitantes del mundo claman simultáneamente por la atención sanitaria y por el respeto a los derechos individuales.
El análisis del papel de los gobiernos, el descubrimiento, desarrollo de vacunas y difusión de vacunas frente a un tiempo en que el virus continúa gobernando a la economía y las finanzas está presente en el capítulo cuatro. Asimismo, la incertidumbre del retorno a la economía funcional, en un clamor de numerosos ciudadanos de que los cuidados sanitarios en esta pandemia se traduzcan en una reducción de las libertades y los derechos individuales al concluir ésta.
Robert Boyer reflexiona en el capítulo cinco sobre la fragilidad humana que ha quedado exhibida durante la pandemia y cuestiona hacia dónde podría apuntar la inflexión duradera de la sociedad. ¿Dar continuidad a los patrones de acumulación, de producción, al cambio tecnológico que agota continuamente los recursos naturales? En contraste, se podría encontrar una propuesta sensible a la población ávida de buena salud, al acceso a la cultura y la formación de talentos mediante sistemas educativos eficaces. La propuesta es un nuevo modelo de desarrollo denominado por Boyer “antropogenético”, concebido por la producción del hombre mediante el trabajo. En suma, la búsqueda del bienestar humano debe ser la piedra angular de las sociedades y a escala internacional. Una gestión novedosa que conduzca a que el sector antropogénico se establezca como un círculo virtuoso, que logre rescatar los aspectos favorables de algunos capitalismos: un sistema educativo que construya capacidades; un sistema de formación profesional y de cultura que dé lugar a la formación de una clase ciudadana; un sistema de salud que garantice y extienda una vida saludable y remonte las desigualdades sanitarias.
En el capítulo seis se conjetura cómo la Covid-19 dará lugar a la transformación de los modos de regulación. El autor pone en el tapete de la discusión diversas preguntas relativas a los cambios en las rutinas laborales, de consumo, de movilidad internacional, la continuidad de las cadenas de valor. Analiza la emergencia del capitalismo digital, que conlleva al cambio de naturaleza del trabajo: el teletrabajo. ¿La digitalización es la solución a la pandemia? ¿Existen diferencias entre el capitalismo ortodoxo y el capitalismo digital, y cuáles son dichas diferencias?
Las reflexiones y propuestas se autodenominan ambiciosas en lo que concierne a la extensión de la solidaridad internacional y la competencia en un mercado único. Las dudas se mantienen al observar cómo el nacionalismo gana terreno, especialmente en la región europea, según el análisis del capítulo siete.
Finalmente, con el capítulo ocho, Robert Boyer recapitula en cómo la Covid-19 ha hecho visibles las fragilidades de la competencia, pero también de la acción colectiva del Estado. Expone la necesidad de cambios institucionales que aseguren sistémicamente la coordinación eficaz en el ámbito de la salud, gestión pública, intercambios sectoriales, especialmente en tiempos en que la toma de decisiones esté impregnada por la incertidumbre radical.
Varias lecciones dejan la lectura de este libro, por lo cual lo recomendamos ampliamente.