Introducción
En 1980, inició en México una ola de cambios en la administración pública que trajo consigo una serie de transformaciones económicas y políticas. Se reflejaron en la modificación de leyes y normas que afectaron la producción y consumo de alimentos, así como los programas asistenciales (Ortiz, 2014). En este estudio de caso realizado en dos comunidades rurales de Calakmul, Campeche: Nueva Flor y Miramontes, se examinan los efectos no deseados de algunos programas gubernamentales en la producción y consumo de alimentos, en particular, del Programa de Inclusión Social (Prospera), el Programa de Apoyo Alimentario (PAL), el Proyecto Estratégico de Seguridad Alimentaria (PESA), Cocinas Escolares y de manera paralela Procampo, cuyo propósito es, precisamente, la mejora en la producción y consumo de alimentos. Se empleó una metodología mixta con diversas técnicas de recolección y análisis de datos: entrevistas, encuestas con cuestionarios estandarizados y observación participante.
En las dos comunidades la alimentación de los hogares ha empeorado en los últimos treinta años, a pesar de una larga tradición agrícola y del apoyo de diversos programas alimenticios federales y estatales (Gurri, 2011; Schmook et al., 2013). Esta situación resulta, entre otras, de una creciente dificultad para acceder a los alimentos que se producían en el campo (Olson, 2008). Un ejemplo de esa situación ha sido el paso de una producción suficiente de maíz en superficies extensas que se podían vender a un precio garantizado, a otra en la que disminuyó la producción agrícola. En la transformación de la economía, la baja producción agrícola se acompañó de un incremento en la migración nacional e internacional, así como de un alza en los precios de los alimentos, especialmente de aquellos que son parte de la alimentación tradicional de los mexicanos como el maíz y el frijol (Crawford, 2011; Yúnez-Naude, 2003; Foley, 1995; Olson, 2008), lo que llevó a que millones de hogares se encuentren en situación de pobreza alimentaria (Gurri, 2011). En este contexto, el gobierno mexicano ha instrumentado diversos programas sociales para subsanarla. Existen varios estudios que demuestran que los programas sociales han tenido un impacto desigual y efectos no esperados en el patrón de consumo de alimentos como sobrepeso en los y las menores sin una mejoría significativa en la condición de pobreza (Handa y Davis, 2006; Banegas y Mora, 2012). Valencia (2008), por ejemplo, señala que los niños en edades de 2 a los 6 años siguen padeciendo anemia como un problema grave, con 20%-30% de niños con deficiencia de hierro y baja estatura, lo que contradice lo señalado en un diagnóstico realizado sobre los programas de apoyo alimentario de la Sedesol, específicamente Oportunidades,1 en el que se reporta que "aumentó la producción para autoconsumo, en un 22%, lo que significó una reducción del 10% de anemia en niños" (Sedesol, 2012:25), y el programa PAL del que se reportan como beneficios un mayor consumo de alimentos balanceados (Sedesol, 2012).
Estos programas, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut, 2012), muestran una importante cobertura en la región sur de México: Oportunidades, 33.4% de los hogares; Cocinas Escolares del DIF con 12.4% y PAL con una cobertura del 2.3%. En cuanto a la disminución de pobreza, se ha reportado que, como resultado de la operación de los programas sociales, sólo uno de cada diez hogares logró mejorar su condición de pobreza en un periodo aproximado de 3.4 años (Banegas y Mora, 2012), lo que resulta insuficiente para disminuir de manera significativa la condición de vulnerabilidad de los hogares del medio rural.
Reestructuración de las políticas de apoyo alimentario
El Estado mexicano inició, en los años ochenta, una mayor liberalización del comercio y redujo las inversiones públicas de apoyo al campo (Pardo, 2010). Desmanteló, también, programas sociales y juntas de comercialización estatales (Olson, 2008). Durante la década de 1990, los cambios al artículo 27 constitucional de 1992 y la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio con América del Norte y Canadá (TLCAN) en 1994, impactaron negativamente al sector agrícola. Durante esas dos décadas, las instituciones y programas de desarrollo social que apoyaban la producción agraria fueron liquidadas en su mayoría y/o transformadas en una nueva generación de programas gubernamentales con fines específicos de focalización de recursos (Navarro-Olmedo, 2014; Schmook et al., 2013). Un ejemplo de ello es el Sistema Alimentario Mexicano (SAM) desaparecido en 1982 y la Compañía Nacional de Subsistencia Populares (Conasupo) desaparecida en 1999 (Herrera, 2009; Yúnez-Nau-de, 2003). En ausencia de estos programas, y como transición a las nuevas políticas al campo "... en 1994, surge Procampo para amortiguar los efectos del TLCAN, específicamente la eliminación de los precios de garantía de los alimentos básicos" (Crawford, 2011: 462). Paradójicamente, después de la entrada en vigor del TLCAN, Estados Unidos aumentó las subvenciones a la agricultura y duplicó el apoyo a productos básicos, mientras México disminuyó el apoyo a la agricultura (Wise, 2007) y aumentó las importaciones de maíz desde Estados Unidos, lo que llevó a millones de agricultores mexicanos a una fuerte presión económica por la caída de precios en los granos básicos (Nadal y Wise, 2004). Esta imposición de bajos precios con el propósito de desplazar la producción local describe una práctica llamada dumping, que favorece los monopolios, la sobreproducción y el acaparamiento de alimentos. Un ejemplo de ello es el precio del maíz proveniente de Estados Unidos, que es casi 20% menor al promedio de los costos de producción de los agricultores mexicanos (Murphy et al., 2005). Lo anterior también se acompañó de una concentración de comercialización de los alimentos. En México, podemos ver un ejemplo de lo anterior en la empresa Maseca, que tiene el monopolio de la venta de harina de maíz que se distribuye en las tortillerías, lo que implica el acaparamiento del grano. Es de esperarse que, existiendo control por parte de una empresa privada en medio de la escasez productiva, aunado a la fuerte demanda del grano, se haya afectado a los consumidores locales con precios más altos (Olson, 2008).
En este contexto, surge una nueva generación de programas gubernamentales de transferencias monetarias condicionadas. Se ha ajustado la política social a una estrategia de desarrollo que busca estimular el crecimiento económico a través del mercado; no obstante, se ha señalado que este tipo de programas orientados a elevar el capital humano no son un medio adecuado ni suficiente para salir de la pobreza a corto o mediano plazo (Banegas y Mora, 2012). Los programas están pensados para transferencias monetarias de baja denominación con un conjunto de condicionamientos establecidas en las reglas de operación de cada programa. Por ejemplo, en 1988 surge en México el Programa Nacional de Solidaridad (Pronasol) con fines específicos de focalización de recursos públicos comparable al de Bolsa Escola de Brasil que surgió en 1986, los cuales fueron pioneros en el tema de los subsidios públicos sin apoyo de los bancos de desarrollo (Handa y Davis, 2006). Posteriormente, tras su "éxito", el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) financiaron préstamos para inversiones de capital humano en toda América Latina y el Caribe (Handa y Davis, 2006). El Pronasol ha tenido diversos cambios de nombre a lo largo de su existencia: en 1997 es nombrado Programa de Educación, Salud y Alimentación (Progresa); en 2002 cambia de nombre al Programa de Desarrollo Humano (Oportunidades) (Herrera, 2009) y, en 2013, es renombrado como Programa de Inclusión Social (Prospera). Los apoyos son entregados únicamente a mujeres y las beneficiadas son elegidas por la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) mediante un estudio socioeconómico. Las beneficiadas están obligadas a cumplir con las condiciones establecidas por el programa, mismas que incluyen actividades físicas, visitas médicas, asistencia escolar de sus hijos y talleres para el auto-cuidado de la salud (Ortiz, 2014; Banegas y Mora, 2012). Las beneficiadas que han cumplido con esas condiciones, obtienen al bimestre transferencias monetarias de baja nominación (los montos pagados por los programas se mencionan más adelante en el apartado programa Prospera); a quienes no cumplan con las obligaciones se les descuenta 50% del apoyo económico o se les retira el apoyo de manera definitiva.
En 2003, surge el Programa de Apoyo Alimentario (PAL), su antecesor fue el programa Paquete Alcance y el Programa Te Nutre. El PAL atiende a la población que se encuentra en pobreza y marginación y no cuenta con Prospera. Los beneficiados son elegidos por la Sedesol a través de un estudio socioeconómico. Cuentan con apoyos monetarios directos y la entrega de trece productos de la canasta básica. Los apoyos se dan bimestralmente únicamente a mujeres, quienes no tienen ninguna corresponsabilidad con el programa, excepto el asistir los días de pago (Sedesol, 2015).
Por otra parte, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) creó, en 1994, el Programa Especial de Seguridad Alimentaria (PESA) que, en 2002 comenzó a operar en México; en 2007 la Cámara de Diputados le asignó a PESA una partida presupuestal (Sagarpa, 2015), buscando incidir en las zonas rurales marginadas del país teniendo como principal interés el tópico alimentario (Herrera, 2009).
El programa de Cocinas Escolares del Desarrollo Integral de la Familia (DIF), nació antes de las reformas estructurales, sus antecedentes se remontan a las acciones de una mujer de la alta sociedad, alrededor de 1887, que organizaba la distribución de desayunos a hijos de madres trabajadoras, hecho que, décadas después, fomentó la institucionalización del programa "Gota de leche" en 1929. En la actualidad, como Programa Desayunos Escolares, otorga desayunos a niños en edad escolar en zonas marginadas acompañados de orientación alimentaria (DIF, 2016).
En general, se asume que estos programas tienen un impacto positivo en las poblaciones más vulnerables, que mejora la alimentación y nutrición y, con ello, contribuye a elevar las condiciones de vida de la población. Como fue señalado previamente, se han reportado resultados contradictorios del efecto de los programas sociales gubernamentales. En este trabajo se propuso analizar efectos no deseados de los apoyos gubernamentales del Programa de Inclusión Social Prospera, Programa de Apoyo Alimentario (PAL), Programa Estratégico para la Seguridad Alimentaria (PESA) y Cocinas Escolares, en la producción y en el patrón de consumo de alimentos en dos comunidades de Calakmul, Campeche. En la primera parte se describen los programas sociales de apoyo alimentario, sus efectos no deseados, así como las características y organización a nivel ejidal y municipal. Posteriormente, se describe la producción de granos básicos, frutas, hortalizas y la cría de animales por hogar. Finalmente, se analiza la frecuencia y fuentes de obtención de alimentos con base en los datos del cuestionario, las entrevistas y observaciones de cada uno de los aspectos mencionados.
Métodos
El trabajo de campo se realizó durante los meses de febrero a mayo de 2015. Se empleó una metodología mixta que combina diferentes métodos para proporcionar un entendimiento más detallado del fenómeno de interés, incluyendo su contexto y adquirir mayor confianza en las conclusiones generadas por el estudio de evaluación (Greene et al., 1989). Lo anterior se hizo con la finalidad de responder a la problemática planteada de variables cualitativas y cuantitativas con diversas técnicas de recolección de datos: entrevistas, aplicación de cuestionarios estandarizados y observación participante (Jick, 1979). Se usaron seudónimos en los nombres de las comunidades y de los entrevistados para proteger a los informantes. Para identificar la producción de alimentos, sobre todo los granos básicos como maíz y frijol, en la milpa,2 la producción de traspatio y/o solar, y la composición de la dieta en los hogares de dos comunidades de Calakmul, Campeche, se elaboró un cuestionario con el apoyo del censo de vivienda del 2015 realizado por la clínica local. Se realizó una prueba piloto en un ejido de la región. La fórmula para el tamaño de la muestra fue un muestreo aleatorio simple: n = N 1+[e2*N-1/z2*p*1-p], con una tasa de no respuesta del 10.0% (Olabuénaga, 2012), lo que resultó en un total de 46 cuestionarios estandarizados aplicados en viviendas habitadas de ambas localidades: 25 en Nueva Flor y 21 en Miramontes. El cuestionario tiene dos segmentos: a) producción de alimentos por hogar (hortalizas, cría de animales y granos básicos) de los últimos doce meses y, b) consumo de alimentos por hogar. Para las personas que no sabían leer ni escribir, el apartado de consumo de alimentos, fue diseñado con imágenes, lo que facilitó las respuestas. El cuestionario se dejó en los hogares seleccionados durante siete días, al término de los cuales, fue recogido. Para el análisis de la información se construyó una base de datos a partir de los cuestionarios clasificando los alimentos en a) alimentos no cocina,3 b) alimentos industrializados,4 c) alimentos industrializados tradicionales5 y d) alimentos industrializados modernos.6 Se analizó la frecuencia y fuentes de obtención de alimentos 1) cultivados y criados, 2) comprados, 3) obtenidos por medio de los programas sociales. Los resultados de la obtención de los alimentos no fueron claros ya que los hogares de la muestra marcaban las tres opciones. Dado que los alimentos consumidos provenían tanto de su propia producción como de la compra de los mismos, se confundió la tercera opción debido a que algunos alimentos los produjeron con el apoyo de algún programa como PESA, Prospera, Cocinas Escolares y del PAL, por lo que la observación y las entrevistas fueron primordiales para describir este apartado.
Para identificar los efectos positivos y los "no deseados" de los programas Prospera, PAL, Cocinas Escolares y PESA en la producción de alimentos y la composición de la dieta, se realizó observación participante y fueron tomadas notas en el diario de campo. Se aplicaron 32 entrevistas a profundidad y semiestructuradas a miembros de la comunidad y funcionarios de los programas gubernamentales a partir del muestreo de bola de nieve (Biernacki y Waldorf, 1981). También fueron entrevistados propietarios de tiendas de abarrotes, agricultores, apicultores, amas de casa, autoridades municipales y voluntarias de los programas estudiados. Guest et al. (2006) recomiendan realizar doce entrevistas para obtener información confiable sobre algún tema en particular de acuerdo a la variabilidad temática y su análisis. Las dos comunidades presentaron diferencias (ver en la siguiente página) por lo que, el formato de entrevistas y las preguntas aplicadas fueron distintas para cada comunidad. Se realizó un análisis temático a partir de matrices analíticas para sistematizar los datos (Mariscal, 2001; Guest et al., 2006) en los siguientes aspectos: producción de alimentos, composición de la dieta y efectos no deseados de los programas mencionados. La información obtenida por entrevistas y cuestionarios estructurados fue triangulada con el propósito de dar mayor validez y confiabilidad a los resultados (Tarrés, 2001).
Comunidades de estudio
La mayor parte de la Península de Yucatán presenta un clima cálido subhú-medo con una temperatura promedio anual de 25.8 a 26.3 °C (Márdero et al., 2012). Calakmul es parte de un paisaje kárstico, con suelos delgados y pedregosos; en la región hay pocos cuerpos de agua superficial y se encuentran en su mayoría en la parte sur de la Reserva de la Biósfera de Calakmul (Navarro-Olmedo et al., 2016; Schmook et al., 2013). A finales del siglo XIX inició la formación de ejidos a través de campamentos chicleros y la extracción de maderas comerciales (Konrad, 1987). Posteriormente, en los años 1970 y 1980, el gobierno federal promovió la colonización y formación de nuevos ejidos. Incluidos Nueva Flor y Miramontes, sus habitantes provienen de Veracruz, Tabasco, Chiapas y Campeche (Navarro-Olmedo, 2014). Ambos ejidos tienen un grado de marginación alto (Conapo, 2010); el 40% de la población se encuentra en condiciones de pobreza alimentaria (Martínez, 2010).
Las comunidades seleccionadas se eligieron con base en investigaciones previas del equipo de trabajo al cual pertenecen dos de las autoras. Las dos localidades mantienen diferencias en: actividades económicas, ubicación, tamaño, número de habitantes y explotación de recursos naturales. Nueva Flor se localiza al norte de la cabecera municipal (Xpujil). Es un ejido forestal dotado en 1970 de 52,800 hectáreas. Cuenta con una población de 393 habitantes y 84 viviendas habitadas (Conapo, 2010). Se extrae madera y produce carbón vegetal, a diferencia de Miramontes que no tiene áreas forestales porque fue fundado como ejido agrícola y cuenta con poca superficie (Navarro-Olmedo et al., 2016). Miramontes se ubica al sur de la cabecera municipal, consta de 4,271 hectáreas dotadas en 1987. Su población es de 282 habitantes y 69 viviendas habitadas (Conapo, 2010). Desde la creación del ejido y hasta el año 2000 fue productor de chile jalapeño. Ambos ejidos presentan migración femenina hacía las costas de Quintana Roo y migración masculina a Estados Unidos (Haenn, 2011). Actualmente, los ejidos cuentan con producción agrícola de subsistencia, cría de ganado a pequeña escala y apicultura. Para el cultivo de maíz, los campesinos practican el sistema agrícola tradicional de roza, tumba y quema, que rinde aproximadamente 700 kg de maíz por hectárea. El cultivo del frijol que intercalan con el maíz rinde de entre 20 y 40 kg por hectárea (Martínez, 2010).
Resultados
Programas de apoyo alimenticio
Los resultados de las entrevistas y el análisis de los datos oficiales arrojaron que la localidad Nueva Flor cuenta, respecto a la localidad Miramontes, con mayor número de beneficiados del programa Prospera y PAL (367, 94%, y 213, 75%, respectivamente).
Fuente: elaboración propia con los resultados del trabajo campo 2015 e información de las dependencias correspondientes, PESA y Sedesol.
*Los beneficiados son por hogar y se logró obtener los porcentajes respecto al total de viviendas habitadas registradas por Conapo (2010).
Programa Prospera
De acuerdo con los datos de las entrevistas y la observación participante, se comprobó que las titulares del Prospera son únicamente mujeres, quienes obtienen transferencias monetarias bimestralmente de $950, más $240 por cada niño de 0-5 años de edad. Para los estudiantes de 6 a 22 años de edad las transferencias van desde $350 hasta $2,000, según el grado escolar que va de primaria a nivel superior.
Para que cada titular pueda obtener los apoyos bimestrales, existe una organización municipal y otra local por parte del programa (Figura 1). Las vocales y voluntarias, mismas que son sólo titulares del Prospera, en el nivelde las comunidades se encargan de vigilar y atender la salud familiar, la nutrición y la asistencia escolar dentro de la comunidad (Figura 2). Ellas registran el cumplimiento o no, de las obligaciones que se establecen en las reglas de operación del programa. Adicionalmente, las titulares deben realizar diversas tareas que surjan en la comunidad.
De acuerdo con datos de las entrevistas y las observaciones en campo las vocales están obligadas a dar las pláticas sobre el autocuidado personal, nutrición y salud, según los temas que la asistente rural (encargada de la casa de salud) designe. Las beneficiadas del Prospera están obligadas a asistir o de lo contrario se les descuenta el 50% del apoyo económico y, de continuar la inasistencia de las beneficiadas, el apoyo de Prospera les es retirado definitivamente. Además de las obligaciones del programa, el comisario municipal suele solicitar ayuda a las titulares beneficiadas para otras tareas en la comunidad como el mejoramiento de la casa de salud (limpiar, pintar, compra de equipo médico: glucómetro, baumanometro, levantar el censo poblacional para la clínica, aportar dinero y/o trabajo para algún tipo de proyecto en la comunidad, etc.). Estas actividades suelen establecerlas la asistente rural y el comisario municipal, mismo que reitera las reglas de operación de los programas. El siguiente testimonio recopilado en una reunión de la casa de salud, muestra el descontento que existe entre las titulares del Prospera respecto de las tareas adicionales que les son encomendadas.
Los que recibimos el Prospera y PAL no somos los únicos beneficiados por la casa de salud, por lo que todo el ejido debe ayudar; y yo creo que esto es una extorsión del gobierno que hace con las personas beneficiadas de estos programas, ya que nos obliga a muchas cosas, y que si el gobierno quiere ayudar, pues que simplemente lo haga. Sin que obligue a los que nos da ciertas ayudas económicas (Córdoba, 2015).
Programa de Apoyo Alimentario (PAL)
Las entrevistas y el trabajo de campo revelaron que los apoyos de PAL son bimestrales y se entregan los días de pago del Prospera. El apoyo consiste en la entrega de 13 artículos de la canasta básica, y en caso de tener hijos con edad entre 0 a 9 años las madres reciben $240 por cada niño. Durante las pláticas con las beneficiadas de PAL (Figura 3) se mencionó que el apoyo que reciben de este programa les permite viajar para trabajar fuera de su comunidad, principalmente a la Riviera Maya y regresar los días de pago.
En general, los empleos que obtienen son del sector terciario: servicios turísticos, restaurantes y hoteles. Esto es posible debido a que no tienen obligaciones como el resto de las mujeres que reciben Prospera, como se muestra en el siguiente testimonio.
Mi hija es presidenta del PAL, pero ella ahorita no está, está trabajando en Playa del Carmen y solo viene los días de pago del Prospera, qué no ve que entregan las despensas del PAL el mismo día (Collado, 2015).
Aquí hay mucha gente que va y viene, van a trabajar a Cancán y a Playa por temporadas y siguen recibiendo sus apoyos como del Procampo y PAL (Montes, 2015).
Adicionalmente, las entrevistas con beneficiarias y propietarios de tiendas de abarrotes arrojaron información sobre la percepción que se tiene respecto al uso de la transferencia monetaria del Prospera. La mayoría coincide en que los apoyos son utilizados para la adquisición de alimentos en la localidad o en la cabecera municipal de Xpujil. Por lo regular, una vez obtenida la transferencia económica, se paga la mercancía (fiada) obtenida un mes antes del pago del programa. También se utiliza el dinero para la compra de materiales para gallineros, hortalizas, gallinas ponedoras, alimento para aves, semillas o cualquier otro insumo que necesiten para la producción en el solar. El siguiente testimonio recabado en Miramontes muestra lo importante que es para la economía familiar el apoyo de Prospera y el conflicto que representa el estudio socioeconómico que realiza el programa en la comunidad, y que identifica a las familias y mujeres que serán beneficiadas de las que serán excluidas del programa.
Esto de que el gobierno elige quién sí necesita y quién no necesita el Prospera, es muy injusto, pues llega a mi casa el encuestador y veía que tenía: televisión, refrigerador, piso firme, etc. Pero él no veía cuanto nos había costado y que, además, aquí viven tres familias en una (mis hijos y sus parejas). Y pues no es justo que a nosotros ya no nos den el apoyo, ya que se ve en las familias que sí lo reciben; como son beneficiadas y mejora su calidad de vida, comiendo y vistiendo mejor. Y pues acá todos lo necesitamos, necesitamos comer mejor (Monteo, 2015).
Proyecto Estratégico de Seguridad Alimentaria (PESA)
Datos de las entrevistas y observación en campo muestran que actualmente el PESA en Calakmul cuenta con un padrón de proyectos como: cisternas recolectoras de agua pluvial, gallineros, hortalizas, mecanizado7 para una hectárea de maíz o de chihua, cría de borregos, puercos o bovinos. Cada hogar beneficiado puede escoger un proyecto según sus necesidades. Los proyectos deben cumplir con las siguientes condicionantes: a) la supervisión del facilitador de campo quién evalúa el proyecto según criterios de PESA: limpieza, dedicación, constancia y cumplimiento y, b) presupuesto anual disponible de PESA. En el caso de los gallineros y las hortalizas los beneficiarios reciben la infraestructura como malla sombra y semillas para la elaboración de los mismos. Cada hogar debe de conseguir sus propias aves de corral (por lo regular los días de pago de Prospera, PESA pone a la venta gallinas ponedoras en $27). Los hogares beneficiados deben cultivar sus hortalizas únicamente en el solar. Respecto del mecanizado, PESA apoya en efectivo para producir una hectárea de maíz o chihua. Este apoyo no se puede repetir al año siguiente. Sin embargo, el programa tiene cierta flexibilidad puesto que los beneficiados tienen la opción de realizar el mecanizado con recursos propios y, posteriormente, pesa devuelve el dinero correspondiente al costo de producción del área trabajada.
Para asignar los apoyos del PESA, se realiza un diagnóstico comunitario, en una asamblea frente a los beneficiarios de cada localidad y los representantes del programa PESA. Lo anterior es explicado por la facilitadora de campo del PESA:
Al principio vino casi toda la población, pero poco a poco fueron quedando pocas personas porque ellos decían que a veces vienen otras dependencias y les ofrecen cosas y nunca dan nada, nada más vienen y piden credenciales y documentos y se van y nunca vuelven. El primer año trabajamos nosotros con once personas, se hicieron cisternas por eso cada familia tiene un captador. Eso salió por medio de los talleres, ahí la gente empezó a exponer cuáles eran sus primeras necesidades. Salieron varias necesidades, pero ellos priorizaron las más importantes. Llegaron a la conclusión de que les hacía más falta el agua y por eso se hicieron las cisternas. El segundo año se trabajó con proyectos de gallineros en traspatio. A cada familia se le dio un proyecto (Rivero, 2015).
En Calakmul se ha controlado y condicionado durante años a los habitantes con "la promesa de darles algo". Durante el trabajo de campo observamos como que los habitantes de las comunidades de estudio cotidianamente tienen alguna actividad respecto a algún programa social, avisos, pláticas, actividades, fajinas, elaboración de desayunos, pagos, etc. En los ejidos la instrumentación de talleres por parte de PESA no está coordinada con ningún otro programa de apoyo alimentario. Sin embargo, los funcionarios de diversas agencias mencionaron que la Cruzada Nacional Contra el Hambre, busca unificar los objetivos de todos los programas sociales que tienen un enfoque alimentario. Los talleres sobre alimentación del PESA son impartidos cada año por nutriólogos recién egresados que recluta PESA para cumplir su servicio social, y tiene una duración de seis meses. Los facilitadores de campo o empleados directos de PESA son el vínculo directo con los beneficiados; ellos proporcionan pláticas sobre las tres estrategias de PESA: suelo y agua, nutrición y micro ahorro. De igual forma capacitan a las personas de los hogares beneficiados sobre los proyectos (Figura 3).
Aunque PESA promueve la producción de alimentos para subsistencia y venta, dentro de la misma comunidad, la producción no es significativa por lo que sólo hay ventas ocasionales y la producción en general es de subsistencia. También promueve un tipo de producción de alimentos en los que puedan utilizar los recursos con los que cuentan en la comunidad (solar, monte, etc.); sin embargo, algunos de los alimentos cuya producción es estimulada, son poco conocidos o no saben cocinarlos, como algunas hierbas, tubérculos y cactáceas. Durante las pláticas con habitantes de las comunidades escuchamos que hay algunos alimentos que producen y no les gustan o no los consumen, como es el caso de los nopales, hierbas y tubérculos, entre otros, son utilizados para la alimentación de los animales.
Cocinas Escolares
El programa de Cocinas Escolares en Nueva Flor comenzó a operar en 1997 y hasta la fecha se mantiene activa, a diferencia de Miramontes donde permaneció cerrada durante el trabajo de campo. En pláticas con la presidenta de la Cocina Escolar y mujeres de la comunidad, se mencionó que la cocina permaneció cerrada debido a la falta de tiempo, organización e interés por parte de las madres voluntarias. En Calakmul, el DIF proporciona trimestralmente a las comunidades donde opera el programa los utensilios de cocina y los alimentos como: leche Liconsa light líquida de 250 ml, avena, azúcar, chocolate en polvo, frijol, arroz, pastas, verduras enlatadas, harina de maíz, aceite, entre otros. Las encargadas de cocinar y limpiar son mujeres voluntarias organizadas en cada localidad. Se nombra una presidenta que tiene el papel de organizar la Cocina Escolar para su adecuado funcionamiento. Esto incluye organizar grupos de voluntarias para el trabajo diario, informar a la comunidad sobre las condiciones de la cocina y solicitar los alimentos e insumos necesarios al DIF. En la Figura 4 se puede observar la estructura de organización a nivel local y municipal.
En Nueva Flor, las madres voluntarias atienden la cocina escolar de lunes a jueves. Cada grupo de voluntarias cocina lo que le parece adecuado de acuerdo a la disponibilidad de alimentos. Observamos que pocos habitantes de la comunidad asistían a desayunar o a comprar el desayuno para sus hogares. El costo para los habitantes es de dos pesos. De acuerdo con los lineamientos del DIF, el dinero que es recaudado por el programa se invierte en la compra de otros insumos, ya sean alimentos o productos de limpieza. Sin embargo, en Miramontes a pesar de que la Cocina Escolar permaneció cerrada, el DIF entregó los alimentos a la presidenta de la Cocina Escolar de esta comunidad, sin que se supiera el destino de estos. De acuerdo con las funcionarias del DIF, en Calakmul la venta de los alimentos y el cierre de las Cocinas Escolares es cada vez más común. También observamos que el cierre de la Cocina Escolar en Miramontes propició la venta de los alimentos entre algunas mujeres de la comunidad. Si bien es cierto que el programa de Cocinas Escolares no cuenta con reglas de operación estrictas ni con talleres de orientación alimentaria, el DIF municipal difunde información sobre los riesgos de consumir alimentos altos en azúcar y promueve la importancia del desayuno para los niños. Por ejemplo, el DIF municipal eliminó los productos altos en azúcar entre las Cocinas Escolares de Calakmul.
Cultivos básicos
Respecto a los granos básicos (maíz y frijol), la información de campo reveló que la milpa es importante para la alimentación de las familias en ambas comunidades. El trabajo en la milpa incluye a los integrantes de la familia y, eventualmente, algunos hogares contratan jornaleros. Hay dos ciclos del cultivo de maíz: enero-septiembre llamada "de temporal" y "tornamil" de septiembre-febrero. El cultivo de maíz se combina con el del frijol o la chihua (semilla de calabaza), o bien se siembra como monocultivo (Cuadro 2). Ambas opciones, la milpa como policultivo o monocultivo, dependen, por ejemplo, de la fuerza de trabajo disponible en cada hogar. Estos cultivos de subsistencia también son utilizados para alimentar a los animales de traspatio. Se observó que los hogares dependen de las cosechas de la milpa para que haya suficientes alimentos en el hogar y la para la cría de animales.
Producción de frutas y hortalizas
Respecto de la producción de frutas y hortalizas observamos que algunos hogares venden ocasionalmente entre sus vecinos, anonas, ciruelas, coco, papaya, plátano, guanábana, tamarindo, chayote, cilantro, zanahoria, tomate y cítricos (Cuadro 3). De acuerdo con los datos obtenidos por encuesta, las hortalizas son cultivadas en los solares como en la milpa. Se cultiva tomate, espinaca, lechuga, yuca y zanahoria. Se observó que las hortalizas más importantes en las comunidades de estudio son aquellas que sirven para sazonar y acompañar los alimentos como cilantro, perejil, rábano, epazote, tomate, albahaca, chayote, yuca, zanahoria, camote, lechuga, entre algunos otros. Percibimos hortalizas en los hogares beneficiados por PESA, y en otros casos los beneficiados sólo contaban con los insumos como: malla sombra, tierra, madera, más no tenían ninguna hortaliza sembrada. Estos hogares se podían diferenciar de aquellos que sembraban tradicionalmente sus hortalizas en el solar y siempre tenían algún tipo de hortaliza en el traspatio sin el apoyo del PESA.
Cría de animales
De acuerdo con los datos obtenidos en las entrevistas, la cría de animales es la actividad más frecuente, incluso mayor que la milpa (Cuadro 4). Encontramos que los animales de traspatio más comunes son las aves de corral que incluyen pavos, patos y gallinas para la venta local o consumo familiar seguido de la cría de puercos y borregos. Pocos hogares cuentan con ganado bovino. El ganado bovino generalmente es para la comercialización, y ocasionalmente son consumidos por la familia, por ejemplo, cuando hay fiestas familiares o el hogar tiene alguna necesidad. Las transferencias monetarias que perciben los hogares beneficiados del Prospera son utilizadas por lo general para la compra de alimentos, animales para cría e insumos. Mientras que de los apoyos de PESA obtienen insumos para la producción de traspatio y milpa. Las voluntarias de la Cocina Escolar compran aves de corral que se crían en los hogares de la comunidad para preparar los desayunos escolares, beneficiando así a la economía familiar. También observamos que en los hogares beneficiados por PESA no había aves de corral a diferencia de otros hogares no beneficiados por PESA, los cuales contaban con gallineros precarios, pero con bastantes aves.
Consumo de alimentos
La información obtenida en las encuestas respecto del consumo de los alimentos muestra que la dieta en ambas comunidades consiste en tortillas de maíz, harina de maíz (tortillas, pozol y tamales), frijol, pollo, huevo, pasta, arroz, pan, galletas, plátano, papa, cebolla, tomate y en menor proporción carnes: res, puerco, pescado, borrego, animales de monte como el venado, tepezcuinte (Cuniculus paca), faisán (Crax rubra), entre otros. Los cítricos son utilizados para la preparación de aguas frescas, en tanto la bebida tradicional de pozol es preparada con maíz, harina de maíz o cacao según el gusto de la familia. También se toma café y refrescos industrializados. Los dueños de las tiendas de abarrotes explicaron que los alimentos de mayor venta son productos para cocinar como el aceite, azúcar y harina de maíz, entre otros. Nos explicaron que el consumo de refrescos industrializados, las sopas instantáneas y las galletas han aumentado, sobre todo en los días de pago del Prospera. Con respecto a las preferencias de consumo se mencionó lo siguiente:
Fíjate que antes sí vendía frutita, cuando estaba más barato. Los meloncitos no estaban caros pues me los llevaban rápido, después me empezaron a salir malos los melones y la gente se chiveó y no los compraban; la piña salía muy agria últimamente y ya no la compré, son cosas que casi no salen. Pero lo que si sale, es la leche, arroz, azúcar, la sal, galleta, pan, cebolla y papas (Encargada de la tienda, Sra. Perales, 2015).
Para la mayoría de los hogares el consumo de cualquier alimento depende de su disponibilidad y de la solvencia económica de la familia, por lo que la es-tacionalidad agrícola y la presencia de los programas aquí mencionados juegan un papel muy importante. El consumo de los alimentos no industrializados en ambas comunidades presentó resultados similares, lo mismo que el consumo de alimentos industrializados tradicionales (Cuadro 5). Respecto a los alimentos industrializados modernos, la preferencia de las dos comunidades es fuerte. Alimentos como refrescos industrializados, pastas y galletas dulces, son de consumo importante en ambas comunidades, en particular entre los jóvenes y los niños.
Fuentes de obtención de alimentos
La información de las encuestas y entrevistas muestra que los apoyos de Prospera y PESA ayudan a la cría de animales de traspatio, el cultivo de milpa, frutas y hortalizas, así como la compra de insumos para su mantenimiento. Los alimentos industrializados tradicionales como la tortilla, pozol y tamales, generalmente los elaboran con harina de maíz Maseca o maíz de la propia cosecha: mientras que alimentos como café, azúcar, aceite y avena, entre otros, se compran con los apoyos de los programas sociales. Por ejemplo, PAL entrega algunos alimentos como aceite, azúcar, avena y café. Cocinas Escolares entrega leches líquidas de Liconsa, avena en sus diversas formas de preparación y tortillas hechas con harina de maíz. Respecto de los alimentos industrializados modernos, los hogares en ambas localidades prefieren los alimentos de bajo costo.
Discusión
En las comunidades estudiadas las actividades del solar como la cría de animales de traspatio, la producción de frutas y hortalizas, la ganadería, la venta de pollo de granja, el mantenimiento de pastizales, apicultura, trabajo de jornalero, los apoyos gubernamentales y las remesas, han tenido un papel relevante en la economía familiar (Navarro-Olmedo, 2015; Schmook y Radel, 2008; Haenn, 2011). La persistencia de los espacios dedicados a la producción de alimentos, permite a las familias campesinas el autoabastecimiento, la com-plementación de la alimentación y de la economía familiar (Cahuich, 2012).
No obstante, estos espacios se ven amenazados por las políticas públicas de corte neoliberal que afectan de forma directa los derechos sociales de los ciudadanos sobre el acceso a la alimentación. Actualmente "uno de los campos donde es posible reconocer la promoción de las ideas neoliberales es el de las políticas públicas, específicamente las relativas al desarrollo social" (Ortiz, 2014:171). Un ejemplo de ello son los programas de transferencia condicionada y los dirigidos a la producción de alimentos, tal como ha venido pasando desde la modificación de la administración pública desde principios de la década de 1980, en donde se han cambiado leyes y normas, hasta proyectos y programas de desarrollo social. Los impactos en la vida rural son diversos y las causas son multifactoriales. Esta investigación reveló que las familias de Calakmul enfrentan una fuerte dependencia de las subvenciones de los programas gubernamentales como PESA, Prospera, PAL y Cocinas Escolares, entre otros. Aunque sin duda estos programas permiten disminuir de manera temporal la vulnerabilidad alimentaria en los hogares, no han sido la vía para eliminar la vulnerabilidad estructural y reducir la pobreza inter-generacional a corto o mediano plazo (Banegas y Mora, 2012). Esto debido a que actualmente las políticas públicas se encuentran dirigidas al individuo o al hogar y no a la economía regional en su conjunto. Además, los programas sociales han venido trazando un marco de efectos no deseados en su instrumentación que al parecer, buscan sujetar a los habitantes a la lógica reglamentaria y empresarial de los proyectos (vivienda, salud, educación, producción agropecuaria, etc.) y apoyos a la alimentación, obligándolos a contraer compromiso con los programas sociales, lo que puede provocar (aún sin intención), la desarticulación de sus modos de producción y consumo. En esta lógica de efectos no planeados por los programas sociales, es importante reconocer su efecto positivo, aunque el balance en general sea negativo (Coneval, 2016). Nuestros resultados muestran que los apoyos de Prospera y PESA contribuyen a la cría de animales de traspatio, el cultivo de milpa, frutas y hortalizas, así como la compra de insumos agrícolas.
El flujo constante de las transferencias monetarias de Prospera permite a los hogares contar con dinero en efectivo y comprar insumos para los cultivos y la cría de animales, pero también la compra de alimentos y bebidas procesados, contribuyendo a un cambio no positivo en el patrón alimentario. Entre otros factores que contribuyen al consumo de alimentos industrializados se encuentra la desinformación, el bajo nivel educativo, la nula educación nutrimental y la gran disponibilidad de alimentos industrializados.
Por su parte, PESA promueve un tipo de alimentación en la que puedan utilizar los recursos con los que cuentan en la comunidad, desde cactáceos, tubérculos, hierbas, animales de monte y la producción de los hogares en sus traspatios y milpas, aunque no todos los alimentos promovidos son utilizados para la alimentación humana. Del programa PAL, el principal efecto positivo observado fue mayor movilidad entre las mujeres beneficiadas, porque no tienen que cumplir con condiciones más que estar presentes el día de pago. Para Cocinas Escolares resulta significativo el hecho que cada vez más niños tienen acceso al desayuno que ofrece el programa, en particular los niños de Nueva Flor.
En general, los cuatro programas sociales aquí vistos inciden en la dieta de los hogares mediante la compra, otorgamiento o producción de alimentos. Además de esos programas, ambas comunidades desarrollan actividades que les permiten obtener subsidios o producir para comercializar. Es el caso de la producción de carbón y pastizales en Nueva Flor que cuenta con subsidios por parte de la Secretaria de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa). Para Miramontes, que es un ejido diez veces más pequeño en superficie que Nueva Flor, la búsqueda de dinero extra se realiza a través de programas que apoyan la apicultura, la conservación o la crianza de bovinos. Además, estos programas sociales han difundido información sobre los riesgos de los alimentos altamente energéticos, ricos en grasas, azúcares y sodio. La orientación alimentaria que hacen esos programas es de suma importancia para las localidades rurales. Sin embargo, los programas sociales que han apoyado la alimentación en estas comunidades, han generado entre los beneficiarios dependencia hacia ellos, reforzada por la insuficiente producción de alimentos, tanto para la subsistencia, como para la comercialización, generando una situación compleja, tanto para la superación de la pobreza, como para el abasto alimentario, ya que, además, han favorecido, incremento de la compra de alimentos industrializados, que tiende a empeorar la condición nutricional de la población.
Desafortunadamente los esfuerzos de los programas gubernamentales para remediar la pobreza alimentaria son insuficientes debido a que las estructuras políticas y económicas benefician a ciertos actores en la escena nacional e internacional como empresas transnacionales, agricultores tipo empresario con grandes extensiones de tierra y la producción en monocultivos (Banegas y Mora, 2012; Handa y Davis, 2006; Valencia, 2008). Respecto de la preferencia de los alimentos modernos industrializados, ricos en azúcares, hidratos de carbono simples y grasas animales, que ahora constituyen una parte importante de la dieta habitual de las comunidades estudiadas, se puede decir que la población en situación de pobreza generalmente selecciona estos alimentos por su bajo costo (Isunza, 2004 citado en Pérez et al., 2012). Lo anterior pudiese estar, asociado a que, a un menor costo económico se puede obtener una gran cantidad de calorías y llegar a la saciedad, sumado el aumento de circulación en efectivo que hay en las comunidades, ya sea por remesas o por las transferencias monetarias de los programas gubernamentales, adicionado al cambio de actividades económicas en ambas comunidades (Popkin, 1993). En este mismo sentido, Gurri (2011) observó para la península de Yucatán, cómo los alimentos producidos tanto en la milpa como en el traspatio, han sido sustituidos por los que se ofertan en las tiendas locales, que añaden una gran cantidad de azucares, grasas y carbohidratos refinados a la dieta; tal como muestran nuestros resultados. La situación antes descrita pudiese indicar una forma de alimentación que ya se encuentra presente en zonas urbanas y ahora se desplaza a zonas rurales, sumando alimentos industrializados modernos a la dieta habitual y, con frecuencia, desplazando a los alimentos y bebidas no industrializadas y tradicionales.
Control y efectos no deseados de los programas
El poder en la vigilancia jerarquizada funciona como una maquinaria, a través de su organización piramidal, en donde los gobiernos colocan a un jefe en cada nivel, pero es el aparato entero el que produce poder (Foucault, 1975). Un ejemplo es el control que realizan las mujeres que se encuentran a cargo del cumplimiento de las acciones de los programas gubernamentales sobre otras mujeres beneficiadas; ello crea un ambiente de conflicto potencial debido, por una parte, a la exclusión de algunos hogares de los beneficios de los programas sociales mediante un diagnóstico y, por otra, porque resulta en un registro permanente de las visitas médicas, asistencia escolar, actividades físicas y los talleres del autocuidado, impartido por las mismas. En otras palabras, las mujeres vocales vigilan el cumplimiento de las reglas de operación de cada programa, y son ellas quienes reportan al programa los incumplimientos, generando conflictos entre ellas y las beneficiarias "Crean diferenciaciones individuales que son los efectos coactivos de un poder que se multiplica, se articula y se subdivide" (Foucault, 1975:202). En este caso, las mujeres vocales, mediante cargos voluntarios, cumplen funciones del Estado como son el vigilar y reportar, convirtiéndose de forma consciente o inconsciente, en parte del engranaje del poder a nivel local. "La vigilancia pasa a ser un operador económico decisivo, en la medida en que es a la vez una pieza interna en el aparato de producción y un engranaje especificado del poder disciplinario" (Foucault, 1975:180).
Conclusiones
Los resultados del estudio muestran algunos efectos no esperados de los programas Prospera, PESA, PAL y Cocinas Escolares. Estos programas han afectado el sistema de producción de alimentos y el patrón alimenticio indirectamente, al generar una profunda dependencia de la población hacia los apoyos gubernamentales, lo que les convierte en meros receptores. Los programas influyen en las decisiones de la población del medio rural para la producción de alimentos y en la elección de alimentos que consumen. Lo anterior ha sido causado por la omnipresencia de las agencias gubernamentales en dichos escenarios, vigilando y guiando a los habitantes a través de visitas, talleres, y apoyos sociales, provocando en los habitantes la dependencia de los programas gubernamentales, aunado a la falta de participación activa de los habitantes de las comunidades frente a las reglas de operación de los diversos programas federales y estatales.
Los programas sociales orientados a mejorar la alimentación y nutrición, deben ser repensados, no solamente en sus aspectos operativos que generan conflicto y exclusión, sino en sustentos conceptuales. Uno de esos aspectos clave es la generación de participación activa de los beneficiados respecto a los apoyos que reciben requerirían componentes educativos más claros respecto a la calidad de los alimentos consumidos. Aunque no es el objetivo central de los programas analizados de fomentar la producción local de alimentos deben de estimular la producción de alimentos tradicionales y sanos mediante programas educativos, hasta lograr la suficiencia alimentaria a la vez que se fortalezcan los lazos internos y la autonomía de las familias y de las comunidades.
Nos gustaría mencionar algunas estrategias que pueden mejorar las acciones de los programas sociales en estas dos regiones de estudio: a) disminuir las obligaciones de cada programa social, b) eliminar la vigilancia entre los beneficiados, c) coordinación entre los programas sociales sobre los talleres (pláticas) en alimentación, salud y nutrición d) fomentar la participación activa de los beneficiados respecto a los apoyos que reciben y e) que los programas sociales enfoquen sus esfuerzos en atender la producción local de alimentos. Lo anterior para evitar en lo posible que las familias campesinas se vean obligadas a buscar nuevas fuentes de ingreso fuera del ejido. Por ejemplo como actualmente sucede con los hombres que migran a Estados Unidos y las mujeres que se ven en la necesidad de buscar fuera de la comunidad trabajos temporales, para complementar la alimentación y la económica familiar.