Introducción
En un contexto de expansión y hegemonía de las producciones concentradas y con alta utilización de insumos tecnológicos que se subsumen a la lógica del agronegocio, nos interesa en este trabajo recopilar experiencias de agricultura alternativa que tienen lugar en la provincia de Buenos Aires (Argentina). En tanto forma parte de una de las regiones más fértiles del país, la zona tuvo una amplia y temprana difusión del agronegocio que fue arrinconando otras lógicas productivas. Sin embargo, en los últimos años ha alcanzado una creciente difusión el surgimiento o persistencia de ejemplos cuyos planteos socio-productivos son profundamente diferentes y alternativos.
Para llevar a cabo este trabajo hemos conformado una base de datos de casos de agricultura alternativa. La misma se nutrió tanto de aportes de informantes clave en consultas personales y entrevistas2 como de diarios, revistas, informes públicos, video entrevistas, y documentos de organizaciones y productores. Con las fuentes se sistematizó información productiva de cada experiencia y se las clasificó dentro de las diversas corrientes de agricultura alternativa a partir de los siguientes criterios: existencia de certificaciones oficiales para el caso de los orgánicos; características específicas de cada unidad productiva; procesos de autodefinición de los productores a partir de posicionamientos públicos o comunicaciones; e inserción de las experiencias en espacios más amplios de articulación política que se caractericen por el impulso de algún tipo específico de agricultura alternativa. Todo este análisis se volcó a un mapa provincial para su mejor visualización. A ello se sumó el relevamiento de los repositorios digitales de los 135 municipios bonaerenses y medios periodísticos locales a fin de identificar y analizar ordenanzas que restrinjan el uso de agroquímicos. La búsqueda arrojó resultados positivos en 58 municipios, los 77 partidos restantes no contaban con legislación o las fuentes de información disponible no fueron suficientemente exhaustivas.
En términos estructurales, el trabajo comienza con un apartado teórico donde se definen diversas formas de agricultura alternativa a partir de bibliografía especializada. Luego se describen las transformaciones agrarias recientes en la provincia de Buenos Aires y la legislación referente a la utilización de agroquímicos. En tercer término, se presenta la información de nuestra base de datos ordenada según el tipo de agricultura alternativa identificada. Seguidamente, se abordan casos de transición hacia la agricultura alternativa impulsados por organizaciones sociales. Finalmente, cerramos este trabajo con un par de reflexiones e interrogantes que queremos compartir con el resto de los colegas.
Referencias teóricas
Durante los últimos años, el mundo rural pampeano ha pasado por un proceso de enormes cambios. Este proceso tuvo como hito la expansión de la producción granaria, especialmente la soja, pero su alcance ha sido más profundo y heterogéneo. Giarracca y Teubal (2008) lo caracterizan como el avance de la lógica del agronegocio que, a partir de la eliminación de regulaciones estatales,3 propició: un aumento de las escalas productivas; una creciente participación del capital financiero en el agro; la incorporación a gran escala de “tecnología de punta” controlada por empresas transnacionales o transnacionalizadas: la concentración y centralización del capital en la cadena agroalimentaria. En paralelo, estas transformaciones productivas han generado impactos socioambientales entre los que se destacan: el efecto negativo sobre la salud humana de los agroquímicos; el despojo y acaparamiento de tierras de poblaciones campesinas e indígenas; el deterioro de las condiciones productivas y el entramado social agrario; la pérdida de nutrientes del suelo; la disminución de la calidad alimentaria a nivel nacional; la transformación de los ecosistemas producto del avance frontera agropecuaria, principalmente a través del desmonte.4
A pesar del devenir hegemónico y excluyente del agronegocio, han surgido experiencias que se le contraponen e incluso lo disputan. Proponemos abordar estos casos a partir de la noción de agricultura alternativa entendida como aquellos sistemas o prácticas que intentan proporcionar un medio ambiente balanceado, rendimiento y fertilidad del suelo sostenidos y control natural de plagas, mediante el diseño de agroecosistemas diversificados y el empleo de tecnologías de bajos insumos (Altieri, 2009:70). Dentro de este paradigma hay diversas corrientes que si bien suelen solaparse merecen identificarse. Una de ellas es la agricultura orgánica o ecológica. Según Altieri y Toledo (2011), ésta se centra en el sustitución de insumos sintéticos por otros orgánicos o biológicos. Sin embargo, estas producciones suelen mantener monocultivos, depender de insumos externos, basarse en certificaciones costosas y orientarse al mercado mundial y/o de alto ingresos (Altieri y Toledo, 2011). Desde una perspectiva crítica, Guzmán y Morales (2011) afirman que, más allá de las ventajas agronómicas que tiene este modelo, sus prácticas no abordan los problemas de sostenibilidad a nivel de agroecosistema ni del sistema agroalimentario en su conjunto.
En segundo lugar, podemos considerar a la agricultura biodinámica. Fundada por Rudolf Steiner en la década de 1920, considera a la unidad productiva como un organismo vivo, el cual tiene capacidad de autorregulación, crecimiento, desarrollo y reproducción. Los componentes de este “organismo-granja” son el ser humano, el suelo y el cosmos que deben estar en equilibrio. En el caso de los cultivos se emplean preparados específicos que se aplican en cantidades pequeñas como remedio para la finca enferma. Esta corriente le asigna marcada importancia a las variables astronómicas y el rol de la contemplación y los sentidos en el aprendizaje (Martínez, 2004).
En tercer término, la permacultura surgió en la década de 1970 a raíz de las inquietudes en torno a la dependencia alimentaria de las ciudades con respecto al campo y la posibilidad de “retorno” a la vida rural de personas desencantadas con la vida urbana. Bajo este paradigma se organizan grupos de tamaño variable en zonas urbanas marginales o espacios rururbanos5 que lleva adelante una producción altamente diversificada de vegetales y animales orientada al autoconsumo y el mercado local (Martínez, 2004). Para ello se prioriza la planificación de los sistemas ecológicos como herramienta para recomponer la degradación de los bienes comunes (agua, tierras, paisaje).
Finalmente, la agroecología es uno de los paradigmas más amplios aunque también sujeto a debates sobre sus características. Altieri (2009) lo define como una forma de producción agropecuaria atravesada por una consideración nodal del medio ambiente y los entramados sociales que involucra. Bajo este paradigma, los ecosistemas agrícolas deberían orientarse hacia el balance entre las variables edafológicas, energéticas, biológicas, económicas y sociales. El objetivo central es desarrollar agroecosistemas con una dependencia mínima de agroquímicos y subsidios de energía, enfatizando planteos biodiversos y complejos, en los cuales las interacciones ecológicas y los sinergismos entre sus elementos biológicos provean los mecanismos para que los sistemas subsidien la fertilidad y protección del suelo y los cultivos manteniendo la productividad (Altieri, 2009: 71). Por su parte, Sevilla Guzmán profundiza el planteo definiendo a la agroecología como el manejo ecológico de losrecursos naturales a través de formas de acción social colectiva que presentan alternativas a la actual crisis civilizatoria (2011: 13). Esta dimensión política obliga a considerar tanto las relaciones que operan en las diversas escalas (finca, comunidad, comarca, sociedad local y mayor) como los actores y sistemas de conocimiento implicados (local, campesino y/o indígena).6 En la riqueza de este entramado se buscan las herramientas para potenciar la biodiversidad ecológica y sociocultural en pos de lograr sociedades sostenibles (Sevilla Guzmán, 2011).
El desarrollo del agronegocio en la provincia de Buenos Aires
La provincia de Buenos Aires es la unidad subnacional más poblada y extensa de la Argentina. En 20167 tenía 16.841.135 de habitantes y una superficie de 307.571 km². Ubicada en el centro-este del país cuenta con un clima templado y forma parte de la región pampeana, una de las llanuras más fértiles del planeta.
La extensión de la lógica del agronegocio tuvo un sólido impacto en esta provincia. El primer punto a destacar es la concentración de la producción agropecuaria. El Censo Nacional Agropecuario de 2002 registró una superficie agropecuaria de 257.886,69 km² en las cuales se extendían 51.107 explotaciones agropecuarias (EAP). 8 Como se observa en el Cuadro 1, ello implicó un descenso del 32,39% en relación a las 75.479 EAP registradas en 1988. Además, el impacto fue desigual pues la reducción en el peso de las explotaciones más pequeñas llegó casi al 10% mientras los segmentos de los establecimientos medianos y grandes ganaron un 6,01% y el 4,27% respectivamente.
CNA 1988 | CNA 2002 | |||
EAP | % | EAP | % | |
Pequeñas explotaciones (menos de 200 ha.) | 47478 | 62,9 | 26895 | 52,62 |
Medianas explotaciones (entre 201 y 1000 ha.) | 21871 | 28,98 | 17882 | 34,99 |
Grandes explotaciones (más de 1000 ha.) | 6130 | 8,121 | 6330 | 12,39 |
TOTAL | 75479 | 100 | 51107 | 100 |
Fuente: INDEC.
Durante dicho periodo, el requerimiento de maquinaria para desarrollar las nuevas formas de producción, que en el caso de la Argentina se encarnaron en el trinomio semilla transgénica9/glifosato/siembra directa, llevaron a un fuerte endeudamiento y la hipoteca de más de doce millones de hectáreas hacia la segunda mitad de los años noventa (Teubal, 2006: 19). La trayectoria de aquellos productores que perdieron sus explotaciones fue diversa. En algunos casos, esto implicó una salida definitiva del mundo rural; en otros, se desarrollaron estrategias de reinserción a partir de la asociación con otros productores para incrementar la escala productiva (en la mayoría de los casos a través del arrendamiento), la prestación de servicios agrarios (fumigación, cosecha, siembra) en campos de terceros, el trabajo en relación de dependencia con los nuevos dueños de las tierras (Cloquell, 2013; Giarracca y Teubal, 2005; Gras y Hernández, 2009). Si bien no existen datos cuantitativos fiables de la estructura agraria argentina durante los últimos quince años, la tendencia hacia la concentración de la producción parece haberse profundizado (Giarracca y Teubal, 2008; Martínez, 2016).
La agriculturización trastocó las pautas productivas de la provincia y el área sembrada con los principales cultivos de invierno (girasol, maíz y soja) creció un 163.3%, pasando de 3.52 millones de ha en la campaña 1990/91 a 9.27 millones en 2015/16. De esta área, la soja ocupaba 72.69%, siendo el cultivo que más creció en el periodo (413,4%), detrás del maíz (102.63%) mientras que el girasol descendió un 43.8%.10
En tanto el maíz y la soja son, en su mayoría, transgénicos, principalmente resistentes al glifosato, se ha incrementado el uso de plaguicidas cuyo consumo nacional subió casi 800% entre 1993 y 2014. El principal impulso lo dieron los herbicidas (donde se ubica el glifosato) que en 1993 representaban el 67.9% de los plaguicidas y para 2014 su participación relativa había alcanzado el 94.2%, mientras que la cantidad de toneladas de ingredientes activos de herbicidas usados en Argentina creció un 1007.9%.11
En este escenario de profundas transformaciones productivas, varios municipios de la provincia de Buenos Aires promulgaron legislaciones que limitaron de alguna manera las fumigaciones. En el nivel provincial existe una ley marco (la 10699 de 198812) que fijó algunas consideraciones generales en torno a la utilización de agroquímicos, pero sin regular detalles específicos de su aplicación. Recién con la promulgación de su decreto reglamentario (Nº499/1991), se prohibió la operación de vehículos aéreos para fumigación en un radio menor a dos kilómetros de los centros poblados. A lo largo de la década de 1990 sólo se promulgaron tres normas. La primera de ellas fue la ordenanza 7541 de 1991 del municipio de La Plata (capital de la provincia de Buenos Aires) que circunscribió las fumigaciones aéreas a aquellos lugares donde no podían acceder los equipos terrestres y prohibió la aplicación de los agroquímicos más tóxicos en ámbitos urbanos, escuelas y los 300 metros que los rodean. El segundo caso fue en 1991 cuando el Concejo Deliberante de Arrecifes dictaminó que toda fumigación realizada a menos de 3,000 metros de los poblados debía ser asistida por un ingeniero agrónomo. En tercer lugar, el municipio de Colón realizó una ordenanza con similar contenido en 1996.
La escasa deliberación acerca de la problemática pone de manifiesto que a comienzos de los años noventa el tema era aún incipiente y sólo se replicaba en ámbitos sociales acotados. Sin embargo, a la par del creciente uso de plaguicidas se extendió cierta problematización en torno a las fumigaciones y, a partir de 2006, al menos 55 distritos bonaerenses promulgaron ordenanzas sobre el tema. La gran parte de ellas ratificaba los límites provinciales a las aplicaciones aéreas, aunque un grupo de partidos (por ejemplo Alsina, Rivadavia, Junín y Tandil) fijaron distancias menores. En contraste, Gral. Alvear y Saladillo ampliaron la restricción aérea a 5,000 metros, mientras que Campana, Cañuelas, Gral. Las Heras, Luján, Marcos Paz, Moreno, Pinamar y Ramallo prohibieron completamente esta actividad, y Gral. San Martín, Lanús, Lomas de Zamora y Vicente López vedaron completamente el uso de agroquímicos para la eliminación de pastizales y especies vegetales. En paralelo, y como se observa en el Cuadro 2, hacia 2017 al menos 41 partidos bonaerenses contaban con ordenanzas que vedaban la fumigación terrestre a diversas distancias de los poblados. Sus alcances van desde distritos que prohíben la aplicación en toda su área, muchos de ellos se ubican en el continuo urbano y rururbano de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), hasta los 50 m, aunque la mayoría se halla entre los 500 y 300 metros.13
Municipio | Todo el municipio | Fumigaciones terrestre | Restricciones, pero sin campos libres de fumigaciones | ||||||||
2000 | 1000 | 500 | 300 | 200 | 150 | 100 | 50 | ||||
Prov. de Buenos Aires | X | ||||||||||
1 | Gral. San Martín | X | |||||||||
2 | Lanús | X | |||||||||
3 | Lomas de Zamora | X | |||||||||
4 | Marcos Paz | X | |||||||||
5 | Pinamar | X | |||||||||
6 | Vicente López | X | |||||||||
7 | Gral. Las Heras | X | |||||||||
8 | Campana | X | |||||||||
9 | Cap. Sarmiento | X | |||||||||
10 | L. N. Alem | X | |||||||||
11 | Las Flores | X | |||||||||
12 | Luján | X | |||||||||
13 | Mercedes | X | |||||||||
14 | Pres. Perón | X | |||||||||
15 | Saladillo | X | |||||||||
16 | Arrecifes | X | |||||||||
17 | C. Tejedor | X | |||||||||
18 | Gral. Viamonte | X | |||||||||
19 | Guaminí | X | |||||||||
20 | Moreno | X | |||||||||
21 | Puán | X | |||||||||
22 | Ramallo | X | |||||||||
23 | San Pedro | X | |||||||||
24 | Trenque Lauquen | X | |||||||||
25 | 9 de Julio | X | |||||||||
26 | Cañuelas | X | |||||||||
27 | Tornquist | X | |||||||||
28 | Saavedra | X | |||||||||
29 | Tandil | X | |||||||||
30 | A. Alsina | X | |||||||||
31 | Cnel. Pringles | X | |||||||||
32 | F. Ameghino | X | |||||||||
33 | Gral. Alvear | X | |||||||||
34 | H. Yrigoyen | X | |||||||||
35 | Pergamino | X | |||||||||
36 | Rivadavia | X | |||||||||
37 | S. A. de Areco | X | |||||||||
38 | S. A. de Giles | X | |||||||||
39 | Bragado | X | |||||||||
40 | Gral. Pinto | X | |||||||||
41 | San Nicolás | X | |||||||||
42 | 25 de Mayo | X | |||||||||
43 | Alberti | X | |||||||||
44 | B. Juárez | X | |||||||||
45 | Chacabuco | X | |||||||||
46 | Colón | X | |||||||||
47 | Exaltación de la Cruz | X | |||||||||
48 | Gral. Alvarado | X | |||||||||
49 | Gral. Madariaga | X | |||||||||
50 | Gral. Pueyrredón | X | |||||||||
51 | Junín | X | |||||||||
52 | La Plata | X | |||||||||
53 | Laprida | X | |||||||||
54 | Olavarría | X | |||||||||
55 | Pehuajó | X | |||||||||
56 | Rauch | X | |||||||||
57 | Salliqueló | X | |||||||||
58 | Salto | X |
Fuente: elaboración propia a partir de digestos municipales.
La amplitud del área donde la aplicación de agroquímicos está vedada o restringida a muy pocos productos (véase mapa ubicado al final del documento), provocó un escenario de disputas donde se desplegaron complejos procesos de adaptación, resignificación de los usos de la tierra e incluso reiteradas violaciones y revisiones de las ordenanzas. Es significativo que en aquellos municipios donde las legislaciones fueron impulsadas y respaldadas por colectivos de vecinos, son áreas que representaron una oportunidad para el desarrollo de agriculturas alternativas. En algunos casos, los escenarios se articularon con experiencias anteriores, mientras en otros es llamativa la ausencia o dificultad de encontrar ejemplos específicos en las áreas restringidas. Para ahondar en este proceso presentaremos diversas experiencias de agricultura alternativa en la provincia de Buenos Aires, atendiendo a su vínculo con las condiciones estructurales en las que se insertan.
Agricultura orgánica
A pesar de la hegemonía del agronegocio, en la provincia de Buenos Aires desde hace varios años se desarrollan diferentes experiencias de agricultura orgánica. En 2014 el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA, 2014) contabilizó 125 establecimientos pertenecientes a 77 razones sociales dispersos en 46 partidos bonaerenses (véase mapa ubicado al final del documento). De ellos, 80 realizaban agricultura, 9 ganadería, 8 agricultura y ganadería, 4 apicultura, 10 fruticultura, 10 horticultura y 4 fruti-horticultura. Los mismos eran certificados por Argencert S. R. L., Food Safety S. A., Letis S. A., u Organización Internacional Agropecuaria S. A. En 2015 la cantidad de establecimientos ascendió a 144 con una superficie bajo seguimiento de 132.027 hectáreas lo que implicó una media por establecimiento de 930 hectáreas. Además, Buenos Aires contaba con casi 30.000 hectáreas de superficie orgánica cosechada (39.55% del total nacional) principalmente de cereales (trigo y avena) y oleaginosas (soja) que se destinó principalmente a Estados Unidos, Brasil, Canadá y Corea del Sur. Además allí se concentraba el 28% de los vacunos criados orgánicamente del país (10.253 cabezas) cuya carne se exportó a la Unión Europea y Suiza.14 De hecho, en 2014 sólo el 1% de la producción orgánica certificada de Argentina fue destinada al mercado interno (SENASA, 2015:17).
Esta población puede dividirse entre productores orgánicos extensivos e intensivos. Los primeros crían ganado y hacen agricultura en extensiones amplias, varios de ellos se aglutinan en el Grupo Pampa Orgánica del Movimiento Argentino para la Producción Orgánica. Allí participan productores de las provincias de Buenos Aires, Córdoba, La Pampa y Santa Fe que suman cerca de 23,000 hectáreas certificadas, el 80% destinadas a la producción vacuna y el 20% al cultivo de girasol, maíz, soja, mijo, trigo, cebada, centeno y avena. Además, hay casos de integración vertical como Rivara S. A., una empresa molinera y aceitera que comenzó procesando y vendiendo productos certificados y, luego, incorporó la producción directa de más de 1,000 hectáreas propias y arrendadas en los partidos bonaerenses de 9 de julio, Bolívar, Dolores y Saladillo (SENASA, 2014 y Lacaze, 2009).
Por su parte, las producciones orgánicas intensivas se ubican principalmente en los paisajes rururbanos de los cinturones fruti-hortícolas de las grandes ciudades. De los 24 establecimientos de este tipo relevados (SENASA, 2014), 16 se encuentran en partidos circundantes a la CABA (principalmente hacia el norte) y de los núcleos urbanos de La Plata y Mar del Plata. En su caracterización de los productores orgánicos de la zona, Souza Casadinho (2014) afirma que, en términos generales, se trata de propietarios de parcelas de entre 5 y 20 hectáreas que contratan mano de obra para el trabajo en la finca mientras ellos realizan las tareas de gestión. Esos productores no utilizan agroquímicos, pero destinan la producción al mercado sin recurrir al autoconsumo familiar. Dentro este grupo podemos ubicar a La Anunciación, uno de los casos bonaerenses de agricultura periurbana más destacados ubicado en el Gran La Plata. Desde finales de los ochenta produce alrededor de 40 variedades de hortalizas orgánicas certificadas por Food Safety en un área al aire libre de nueve hectáreas a la que se suman tres, bajo invernadero. Las ventas son al por mayor al exterior y dentro de Argentina a través de cadenas de supermercados, restaurantes y sistemas de entregas a domicilio (Lacaze, 2009). Una trayectoria similar presenta la huerta Tallo Verde que vende, a través de canales telefónicos y digitales, frutas y hortalizas certificadas que produce en un predio de 55 hectáreas en el partido de Luján a 85 km de la CABA.
Agroecología
El universo de la agroecología aparece más amplio, diverso y, por tanto, más difícil de sistematizar. Si bien existen experiencias de larga data, en los últimos años éstas se han extendido, haciendo que varios productores devengan en agroecológicos o se califiquen como en transición hacia este tipo de agricultura (véase mapa ubicado al final del documento). Nuevamente, la división entre las producciones extensivas e intensivas sirve como primer paso para su clasificación.
Recientemente, el primer grupo ha crecido, adquiriendo visibilidad en los medios de comunicación. Uno de los casos más difundidos es “La Aurora” en Benito Juárez, un establecimiento de tipo familiar de 650 hectáreas que lleva más de quince años de explotación extensiva bajo el enfoque agroecológico en un contexto donde las técnicas del agronegocio son mayoritarias (Cerdá, Sarandón y Flores, 2014). El éxito económico y la persistencia en el tiempo de esta experiencia, la han convertido en un espacio de aprendizaje para quienes quieren iniciarse en la agroecología,15 por lo que asiduamente recibe visitantes que buscan información de primera mano.
Junto a este establecimiento hay cerca de 20.000 hectáreas que se encuentran en manejo o transición hacia la agroecología, asesoradas por el mismo ingeniero agrónomo de La Aurora, Eduardo Cerdá. Allí se encuentran algunos productores del partido de Guaminí que, a raíz del debate en torno a la regulación municipal de las fumigaciones con agroquímicos, conocieron al mencionado ingeniero en una charla organizada por el Director de Medio Ambiente de la localidad. Con apoyo del estado municipal comenzaron en 2014 ensayos en cien hectáreas y, para 2017, se habían ampliado a 1,500 hectáreas trabajadas por ocho productores que cultivan avena, vicia, trébol rojo, sorgo, trigo, etc. en rotación con ganadería para carne y leche. Este proceso organizativo se extendió y lograron abrir un molino harinero para procesar su trigo y vender harina integral a bajo precio, dividiendo los beneficios entre los productores e instituciones públicas de la localidad (Aranda, 2017).
Por su parte, la experiencia individual más grande de este grupo se encuentra en el partido de Bolívar. El establecimiento La Primavera cuenta con 1,800 hectáreas, de las cuales 800 están bajo manejo agroecológico con la perspectiva de extenderlo al resto del área. Inicialmente, este proyecto se ha enfocado en reducir el uso de agroquímicos, y de los costos asociados a ellos, e intensificar la diversificación productiva. Sin embargo, el avance de la agroecología también tuvo lugar en ese municipio a partir del trabajo del Colectivo Tierra Viva Bolívar. La organización conjunta a unas veinte personas que trabajan por el desarrollo de una producción diversificada y sin agroquímicos, pero que no tiene por qué ser para una élite (Gabriela, integrante del Colectivo Tierra Viva Bolívar citada en Ciancaglini, 2017). Además, impulsan una ordenanza municipal que restringe a las fumigaciones terrestres a 1,000 metros de zonas pobladas, escuelas rurales y cursos de agua.
En articulación con algunas de estas experiencias se ha conformado la Red Nacional de Municipios y Ciudadanos que fomentan la Agroecología (Renama), donde actores públicos y privados debaten estrategias para abandonar la agricultura con alta utilización de insumos. En el oeste de la provincia de Buenos Aires esta iniciativa cuenta con un corredor de ocho o nueve municipios que impulsan nuevas experiencias a partir de talleres, charlas y recorridas a campos. Asimismo, la Renama busca trascender paulatinamente el plano netamente rural a partir de la construcción de una red de intercambio de semillas para siembra, la puesta en marcha de un molino harinero y la venta de miel. El proyecto incluye el desarrollo de una certificación local agroecológica y una red de monitoreo ambiental en el que participarán universidades, organizaciones sociales y consumidores. Desde esta perspectiva, aún en las experiencias de agriculturas extensivas donde las grandes dimensiones y las distancias son el factor común, emerge el interrogante sobre los circuitos de comercialización como espacio de encuentro:
[…] el camino que estoy siguiendo es tratar de conectar el ciudadano con los alimentos, con la comida y con su ambiente en su urbanidad con el productor, con un modelo que visibilice que no es factible producir con ese modelo, porque no puede controlar la tecnología que usa, si se le vuela es porque no lo puede controlar […] Hoy por hoy los que producimos sin agroquímicos no tenemos la libertad para hacerlo, eso no puede pasar, es muy injusto. El visibilizar esto hace que se genere una presión en los municipios, los municipios tomen conciencia, empiecen a restringir, a monitorear, a cuidar lo que dijeron que no pasaba nada pero pasa. No puede ser que las camionetas circulen con bidones, que los mosquitos los estacionen en cualquier lado, que haya depósitos, porque tiene una peligrosidad mucho más alta que la que nos dijeron las empresas. Entonces empezar a controlar todo eso, a restringir zonas, empiezan a aparecer zonas para producir de otra manera, entonces trabajando en esos espacios con los que quieren, con lo que la ven, los que no lo ven no (Cerdá, 2017).
En paralelo, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) también ha impulsado en los últimos años una red de agroecología para conectar académicos, técnicos, productores y organizaciones. En ese marco, en la Estación Experimental de Bordenave (partido de Puán) tienen una unidad demostrativa experimental basada en los principios de la agroecología. La misma cuenta con 45 hectáreas trabajadas en un sistema mixto agroforestal-apícola que produce miel, granos, forraje, madera y carne.
En el caso de la agroecología, por las particularidades de su producción esto hace más dificultosa la división tajante entre las experiencias extensivas e intensivas. Un ejemplo de ello es la chacra La Bonita ubicada a dos kilómetros de la ciudad de Saladillo en el centro de la provincia de Buenos Aires. Si bien se encuentra fuera de la zona de restricción de fumigaciones terrestres, este establecimiento de 14 hectáreas produce agroecológicamente hortalizas, carne (vacuna, ovina y aviar), leche, frutas, etc., para autoconsumo y venta local. La experiencia la llevan adelante desde 2001 miembros de la agrupación Ecos de Saladillo quienes impulsaron una de las ordenanzas más restrictivas (la N° 77/2008) que prohibió las fumigaciones aéreas a 5,000 metros de los poblados y las terrestres a 500 metros.
Por su parte, los cultivos hortícolas pueden ubicarse más fácilmente en el nivel de la producción intensiva. Souza (2014) plantea que los productores agroecológicos del área hortícola bonaerense constituyen un amplio conjunto que suele estar afectado por una tenencia precaria de su tierra (normalmente parcelas de entre 0,5 y 10 hectáreas) y asentar su producción en el trabajo familiar y, menormente, asalariados temporarios. Su perspectiva de los bienes comunes naturales pone a la sustentabilidad por encima de la productividad a corto plazo. Asimismo, presentan una amplia diversificación entre la horticultura, los animales de granja y la producción de frutales, y sus técnicas de producción se emparentan con los principios de la agroecología, aunque carecen de certificación que les permita acceder a mercados diferenciados. Un buen ejemplo de ello es el caso de Bernardo Castillo que trabaja junto a su familia una chacra de 1.5 hectáreas en Berazategui, producen seis mil kilogramos anuales de hortalizas y tres mil docenas de flores sin agroquímicos. Siguiendo un enfoque agroecológico, ha reemplazado los insumos sintéticos por la diversificación de cultivos, el uso de plagas benéficas y de preparados caseros. Esta experiencia no sólo contó con el apoyo de universidades e instituciones estatales como el INTA y el SENASA, sino que también está profundamente atravesada por la dimensión organizativa pues la familia responsable de la explotación forma parte de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT). Como veremos más adelante, el colectivo realiza acciones en pos de la obtención de precios y condiciones de trabajo justas para los quinteros, incorporando también la perspectiva agroecológica dentro de los horizontes del movimiento.
Más allá de los márgenes de las ciudades de La Plata y Buenos Aires también se encuentran producciones agroecológicas intensivas. Por ejemplo, en el partido de Mercedes existe una huerta agroecológica surgida en 2015, dos años después de que el Concejo Deliberante municipal prohibiera la aplicación de agroquímicos dentro de los 500 metros que rodean los poblados. En un predio de diez hectáreas contiguo a la traza urbana se estableció Pura Vida que produce aproximadamente 200 kilogramos de verdura por semana que son distribuidos directamente a los consumidores.
Casos similares se encuentran en las inmediaciones de la ciudad de Trenque Lauquen donde la ordenanza 3,965 de 2013 prohibió el uso de agroquímicos en un radio de 300 metros a la redonda de las poblaciones, lo cual representa un área de 3.378 hectáreas donde se encuentran 25 propietarios que son afectados en la totalidad de sus tierras (Iturralde, 2015: 11). A partir de ello, se desplegó un proyecto de investigación y acción participativa que incluyó el desarrollo de alternativas productivas para los afectados por la prohibición (Iturralde, 2015). En este contexto, se destacan tres proyectos surgidos luego de 2013 en los alrededores de la ciudad de Trenque Lauquen. El primero de ellos es Humus Agricultura Orgánica una huerta de 2.7 hectáreas que produce agroecológicamente verduras distribuidas en el mercado local por encargues particulares o ferias semanales. El terreno donde se asienta era una antigua chacra porcina y se encuentra a 200 metros de las últimas casas de la ciudad. La segunda experiencia es la finca El Paraíso de 55 hectáreas, situada a 200 metros del límite urbano. Antes de la restricción, allí se trabajaba convencionalmente con agroquímicos y en la transición se diversificó combinando horticultura con agricultura extensiva. En tercer lugar, está el caso de Biofertilizantes ecológicos ubicado dentro de la ciudad, allí se practica horticultura y se elaboran preparados biológicos, principalmente abonos, para vender en otras producciones agroecológicas. Más allá de la obvia cercanía y pertenencia al entramado rururbano es notable cómo las experiencias surgidas tras la promulgación de la ordenanza se insertan en redes que incluyen a productores, académicos, consumidores. De hecho uno de los canales de venta de los productos agroecológicos es la Feria EcoFines impulsada por estudiantes jóvenes y adultos del Plan de Finalización de Estudios Secundarios (FinES) y que tiene un importante alcance y participación en la ciudad.
Más allá de la información específica, es importante destacar que muchos de los casos recientes de agricultura alternativa en general, y agroecología en particular, están en conexión directa con el contexto social abierto a partir de una problematización social en torno a las fumigaciones. Como uno de los emergentes críticos más directos del modelo del agronegocio, este tema ha trascendido el nivel de la protección ambiental dando lugar a un espacio propositivo encabezado tanto por organizaciones como individuos. Más aún, allí donde la práctica agroecológica se desarrolló sin que exista una ordenanza específica, una de las primeras iniciativas en torno a la cual se nuclean diversos actores, ha sido la obtención de algún resguardo normativo para sus producciones.
Casos relevantes de permacultura, biodinamia y otras formas de agricultura alternativa
Existen experiencias de agriculturas alternativas dispersos por la provincia de Buenos Aires que por su especificidad y trascendencia merecen considerarse. Ubicada a diez kilómetros de la ciudad de Navarro, la Ecovilla Gaia produce bajo los principios de la permacultura desde 1996. El predio de 20.3 hectáreas, que antiguamente era una fábrica de lácteos, se distribuye en diez hectáreas destinadas a las viviendas, instalaciones y actividades productivas, mientras las restantes se mantienen como bosque. Allí se producen frutas, verduras, miel, semillas y forestación mayormente para autoconsumo aunque se venden algunos productos, a los que se suman los servicios de hotelería en construcciones naturales. Dentro del mismo paradigma, la finca Yamay que se encuentra a dos kilómetros del pueblo de Villa Pardo (partido de Las Flores) y combina un servicio de hotelería en construcciones naturales con producción agraria bajo el paradigma de la permacultura.
Otro caso es Las Ondinas ubicado a aproximadamente diez kilómetros de la ciudad de San Andrés de Giles. En un predio de veinte hectáreas donde funcionaba un horno de ladrillos y se realizaba agricultura con agroquímicos, se desarrolla actualmente una experiencia de agricultura biodinámica donde se producen cereales, ganado, lácteos y se presta un servicio de hotelería que incluye el acercamiento a esta forma de producción.
Asimismo, hay casos de agriculturas alternativas que por su dinámica o las perspectivas de los actores no puede ubicarse en ninguno de los apartados anteriores pero que consideramos necesario mencionar. Entre ellos podemos incluir al ProHuerta, principal programa nacional de autoproducción de alimentos a cargo del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación y el INTA. El mismo no sólo impulsa la autoproducción comunitaria, escolar y familiar de alimentos, sino que también promueve la agricultura orgánica16 como forma predilecta de producción en las huertas y granjas del programa que suelen estar ubicadas en ciudades, pueblos y paisajes rururbanos. Los datos para la provincia de Buenos Aires,17 muestran que tras dos campañas con un ascenso importante en la cantidad de huertas (2002/2003) se entró, hasta la campaña Otoño-Invierno 2011, en una meseta que oscilaba entre los 80,000 y 90,000 casos. Sin embargo, tras dicho periodo hubo una caída abrupta y para el otoño-invierno 2013 (último dato disponible) el programa tenía la mitad de las huertas de años anteriores. Algo similar ocurrió con la población alcanzada por el programa, que hasta otoño-invierno 2010 rondaba en 400,000 personas para caer en las campañas siguientes más del 50 por ciento. En términos relativos, los cultivos comunitarios fueron los que más se retrajeron, lo que marca una tendencia hacia la circunscripción de las prácticas de producción hacia el ámbito familiar frente a otras más colectivas.
Por su parte, en la localidad de Ramallo donde están vedadas las fumigaciones terrestres a menos de 300 metros de los núcleos urbanos, el INTA lleva adelante un proyecto de agricultura sustentable en colaboración con la Cooperativa Agrícola de Ramallo y el municipio. Ubicada en un predio de nueve hectáreas a menos de 300 metros de la localidad de El Paraíso, esta experiencia busca comparar un lote de soja producido con el modelo de insumos intensivos con otro, que se encuentra dentro de la zona de exclusión, trabajado agroecológicamente. Para ello se relevan rendimientos, impacto ambiental, costos y rentabilidad.
Asimismo, uno de los puntos más importantes de encuentro y materialización de las experiencias de agricultura alternativa, principalmente periurbanas, son las diversas ferias en donde se comercializan individual o colectivamente la producción. La mayoría de estos espacios surgen de la articulación de diferentes instituciones. A modo de ejemplo, la Feria del productor al consumidor, ubicada en el predio de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires, ofrece un punto de venta de productos diversos de las economías familiares. En una línea similar, la Feria Manos de la Tierra surgió como parte de los proyectos de extensión de la Universidad Nacional de La Plata y allí se comercializan hortalizas frescas, plantas y flores, miel pura y huevos orgánicos. Finalmente, cabe mencionar la experiencia de Pueblo a pueblo, una red de comercialización de hortalizas producidas por integrantes del Movimiento de Pequeños Productores y Productoras que distribuye bolsones de vegetales en las localidades de Vicente López, San Isidro, San Martín, la ciudad de Buenos Aires y La Plata. Si bien los productores mantienen una agricultura tradicional, la organización ha comenzado el proceso de formación para la transición hacia la agroecología.
Transiciones en movimientos
El último conjunto de experiencias que queremos destacar incluye los procesos transicionales llevados adelante por organizaciones sociales. Éstos se presentan como las múltiples derivaciones en el camino a la incorporación de principios ecológicos al manejo de los agroecosistemas que atraviesan la vida social de los actores (visiones del mundo, identidades, conflictos, negociaciones, etc.) (Schmitt, 2010).
Uno de estos casos es la mencionada UTT que nuclea 800 familias de productores de frutas, hortalizas y flores de las zonas aledañas a la ciudad de La Plata y Buenos Aires (Florencio Varela, Berazategui, San Vicente, Escobar, etc.). A partir de un pormenorizado análisis de las implicancias del modelo del agronegocio en su sector, la organización ha desarrollado una plataforma política que incluye reclamos en torno al acceso a la tierra, maquinarias y canales de comercialización de manera colectiva o cooperativa, la producción de alimentos para los sectores populares, y el impulso de la agroecología. Este último punto incluye el objetivo de desarrollar conocimiento e insumos productivos que se asienten en una perspectiva agroecológica que pueda rescatar la tradición campesino-indígena de sus miembros. Una parte importante de este proceso se condensa en el Consultorio Técnico Popular como instancia de aprendizaje y compartición de experiencias y conocimientos. Actualmente, la organización ha logrado convertir completamente 50 hectáreas en las zonas periurbanas (entre las que se incluye el caso desarrollado en el apartado sobre agroecología) y cuenta con un espacio de nuevas tierras donde han comenzado con esta agricultura alternativa desde cero. Este terreno es uno de los logros más destacados de la UTT, pues surge de una ocupación de 80 hectáreas de tierras estatales en 2015 en la localidad de Jáuregui (Luján) tras diversas negociaciones con el Estado. A finales de ese año, las tierras fueron entregadas en posesión a las familias dando origen a la Colonia Agrícola Integral de Abastecimiento Urbano. 20 de Abril Darío Santillán. Unión de Trabajadores de la Tierra. Para 2017 había al menos 53 familias asentadas, la mayoría provenientes del cordón hortícola del Gran La Plata, para producir diversificadamente alimentos sin agroquímicos a precios accesibles a los sectores populares a partir de la búsqueda de canales de comercialización alternativos (venta directa de los productos y participación en ferias y mercado populares).
También en el partido de Luján, desde 2014, existe una experiencia de resistencia productiva gestionada por el Colectivo Orilleros. En 20 hectáreas que eran parte deuna antigua estación ferroviaria (bautizada por la organización “Parada Libertad”) se crían gallinas, pollos, conejos y cerdos y se cultivan alimentos en huertas bajo un modelo en transición a la agroecología. Las tierras son disputadas por otra persona lo que ha llevado a intentos de desalojos, amenazas con armas de fuego, hostigamientos y destrucción de instalaciones por parte de matones y policías.
En una línea similar, se encuentra la Asociación de Productores Hortícolas de la 1610 de Florencio Varela quienes desde hace un tiempo utilizan las redes sociales para vender bolsones de verdura de entre ocho y diez kilogramos de acelga, tomate, albahaca, remolacha, zapallo anco, berenjena, morrón, pepino, zapallito, repollo y lechuga según la época del año. Esta Asociación también impulsa la transición hacia prácticas agroecológicas, aunque sin sello ni certificación, a la vez que participa del Mercado Territorial en articulación con la Universidad de Quilmes y otras organizaciones sociales como canal comercial alternativo donde vender sus productos.
Como vimos en Bolívar y Saladillo, los colectivos que denuncian los impactos socio-ambientales del agronegocio suelen contener a diversos productores que buscan construir alternativas. Ese es el caso de Germán Neffen,un miembro de la Asambleapor la Protección de la Vida, la Salud y el Ambiente del partido de Pergamino. En doscientas hectáreas heredadas de su padre cultiva trigo para hacer harina integral, pan y prepizza y los comercializa en Rosario (Aranda, 2014).
Todos los ejemplos reseñados en este apartado, ponen en evidencia la presencia de una politización de la producción, venta y consumo de alimentos en las sociedades contemporáneas. Mientras en los casos extensivos, la organización ha surgido desde la difusión de productores que practicaban los lineamientos técnicos generales de la agroecología que luego se ampliaron a partir inquietudes y debates (algunas veces con la intervención del estado municipal) con otros actores, organizaciones como la UTT, Orilleros o la Asociación de Productores Hortícolas de la 1610 han emprendido otros caminos. La búsqueda de prácticas productivas alternativas al agronegocio ha sido resultado de un proceso de politización en donde la adopción de nuevas técnicas está en estrecha relación con la evaluación de condiciones sociopolíticas más amplias como el acceso a la tierra. Así las experiencias de transición se presentan como campos de experimentación alternativos donde convergen los conocimientos académicos con la recuperación de saberes invisibilizados que los productores tienen en su acervo. De allí la importancia que se le asigna a las raíces campesinas e indígenas que tienen algunos de los miembros de las organizaciones, los cuales no sólo se ponen en diálogo con las propuestas de los asesores sino también con los nuevos territorios en los que habitan.
Conclusiones
Reflexiones e interrogantes
El primer punto, o más bien interrogante, que nos despierta esta recopilación es el complejo proceso de problematización pública y privada de la cuestión alimentaria. No sólo en lo referente a la aplicación de agroquímicos cerca de las poblaciones sino también en las posteriores respuestas locales que se desarrollan tras él. Es inevitable considerar que en este camino la disputa territorial con el agronegocio adquirirá mayor intensidad a medida que se pongan en juego más predios, metros y hectáreas.
En segundo lugar, gran parte de las experiencias parecen insertarse en nuevas formas de conexión de lo rural y lo urbano. La importancia de los canales de comercialización es algo así como la punta del iceberg en este tema, pero claramente no se agota allí. Bajo esta problemática subyace la posibilidad de tensionar la escisión entre los mundos de vida de los productores de alimentos y los consumidores urbanos acostumbrados a acceder a su comida a partir de la mediación de las empresas procesadoras y grandes cadenas de comercialización. De hecho, gran parte de las organizaciones que más fuertemente disputan la construcción o transición hacia agriculturas alternativas en la provincia de Buenos Aires se insertan en el paisaje rururbano.
Asimismo, existen procesos de politización diversos que merecen destacarse. Las experiencias agroecológicas extensivas relevadas parecen haber transitado su proceso organizativo desde la difusión de establecimientos que aplican los lineamientos técnicos de la agroecología hacia inquietudes y debates más amplios. La intervención de múltiples actores, entre los que se incluye el estado a nivel municipal, ha motorizado la aparición de organizaciones como la Renama o canales de procesamiento alternativo como el molino harinero de Guaminí. Por su parte, organizaciones de corte más territorial, como la UTT, Orilleros o la Asociación de Productores Hortícolas de la 1610, han emprendido la búsqueda de alternativas al agronegocio como resultado de la evaluación de sus condiciones socio-políticas, entre las cuales el acceso a la tierra es central. En este marco, la transición agroecológica se presenta como un horizonte al que abonan tanto los conocimientos académicos como los saberes (campesino-indígenas) invisibilizados que los productores tienen en su acervo y los construidos en los nuevos territorios que habitan. Queda preguntarse sí en el caso de las producciones extensivas puede darse una recuperación de las prácticas chacareras (farmers) para articularse con la dimensión académica de la agroecología.
Finalmente, y como punto positivo, surge de nuestro relevamiento la certeza de que a pesar del despliegue abrumador del agronegocio hay múltiples experiencias que persisten y recrean formas alternativas de agricultura basándose en modelos productivos que buscan mantener un medio ambiente balanceado, con menor demanda de insumos externos, niveles de fertilidad y rendimiento sostenido, y la imbricación en redes de circulación basadas en el comercio justo. Lo llamativo además no es sólo la gran cantidad de casos que pueden contabilizarse sino también su heterogeneidad. Esta reflexión nos recuerda la necesaria práctica de una Sociología de las emergencias que apueste a credibilizar, ampliar simbólicamente las posibilidades de ver el futuro a partir de aquí (Santos, 2006:30-31), aunque sin idealizar las experiencias.