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Investigaciones geográficas
versión On-line ISSN 2448-7279versión impresa ISSN 0188-4611
Invest. Geog no.51 Ciudad de México ago. 2003
Escenarios demográficos en América Latina y el Caribe
Demographic scenarios in Latin America and the Caribbean
María Inés Ortiz Álvarez* María Elena Cea Herrera* Jorge González Sánchez*
* Instituto de Geografía, UNAM, Ciudad Universitaria, 04510, México, D. F. E-mail: mioa@servidor.unam.mx; jorgos@servidor.unam.mx
Recibido: 3 de febrero de 2003
Aceptado en versión final: 4 de julio de 2003
Resumen
El trabajo presenta algunos de los cambios demográficos registrados en América Latina y el Caribe, básicamente en el período 1970-2000.
Desde los años sesenta se da en el área en estudio un incipiente proceso de envejecimiento por el aumento en la esperanza de vida de sus habitantes, derivado de la tendencia decreciente de la natalidad y de la mortalidad, tanto infantil como general. Se advierten alteraciones de la estructura de la población por edad o por sexo.
Asimismo, resaltan los importantes cambios sucedidos a lo largo del siglo XX en la distribución de la población urbana de la región, originados básicamente por las constantes corrientes migratorias, las cuales han dado lugar a que en el año 2000, tres de cada cuatro personas de América Latina y el Caribe habiten en localidades urbanas.
Palabras clave: Demografía, Geografía de la población, Latinoamérica, Caribe.
Abstract
This work reports some of the demographic changes recorded in Latin America during 1970-2000.
Since the sixties an ageing process has risen in the area from the increase in the life expectancy of its inhabitants, a result of the decreasing trends in natality and child and general mortality.
Likewise, important changes in the distribution of urban population in this region took place during the twentieth century derived mostly from the constant migration, which have resulted in three of every four persons living in urban areas.
Keywords: Demography, Population Geography, Latin America, Caribbean.
INTRODUCCIÓN
La región de Latinoamérica y el Caribe está conformada por 35 países con gran diversidad geográfica, ya que existe heterogeneidad de superficie, población, características socioeconómicas y culturales, grado de desarrollo, etc. Ejemplo de estos contrastes son Brasil, cuya población asciende a 166 millones de habitantes, en una superficie de 8.5 millones de km2, y Saint Kitts y Nevis, con 41 mil habitantes y menos de 10 km2 de extensión territorial. En general, su proceso demográfico se había caracterizado por muy altos índices de natalidad o fecundidad y elevada mortalidad, sobre todo infantil. La alta tasa de aumento de la población llegó a constituirían serio problema, que en 1961 la CEPAL realizó un consenso con el fin de instrumentar el proceso de cambio, conocido como transición demográfica, trabajando con las principales componentes: fecundidad y mortalidad, y no sólo en el crecimiento de la población y su monto. Así, se establecieron períodos y etapas del cambio demográfico "para establecer el modelo de crecimiento futuro y su relación con el desarrollo económico sobre todo en los países atrasados" (Benitez,1993).
Este trabajo tiene como objetivo señalar algunos de los fenómenos más significativos de la transición demográfica que se han dado en América Latina y el Caribe, región en la cual los escenarios demográficos son múltiples y diferentes entre sí.
En el enfoque de la transición demográfica el cambio demográfico es conceptualizado como el tránsito desde una sociedad tradicional, caracterizada por altos y no controlados niveles de fecundidad y mortalidad, hacia una sociedad moderna, caracterizada por bajos y controlados niveles de esas variables demográficas (Canales, 2001:4).
Es un proceso que afecta actualmente a todos los países del mundo, la única diferencia que existe entre ellos es la fase de transformación en la cual se encuentran. Este grado de avance depende de varios factores, aunque uno de los agentes determinantes será el nivel de desarrollo que presente cada una de las sociedades; este desarrollo se puede observar en diversas variables como son: la escolaridad, la incorporación de la mujer a la fuerza de trabajo, el aumento del nivel de vida, etc., lo cual se puede traducir en cambios en los niveles reproductivos de la población. Reiterando el concepto, Abellán y Chackiel (1998:66) mencionan que: "En las sociedades tradicionales, las tasas de natalidad y de mortalidad son elevadas, mientras que en las sociedades avanzadas son bajas."
En el caso particular de América Latina y el Caribe, es en 1930 cuando se empiezan a observar cambios demográficos, que son los primeros indicios de una transición demográfica; se presenta descensos significativos en la mortalidad, sobre todo infantil, esto gracias a la eficacia de la medicina moderna y a algunos programas sanitarios que se difundieron en todo el continente. "Como resultado, las esperanzas de vida se duplicaron entre 1930 y 1960, y llegaron en esa fecha a 60 años en la mayoría de los países" (Zavala de Cosio, 1995:32).
Esta baja tan acelerada de la mortalidad impactó fuertemente los niveles de fecundidad, que aún era de tipo natural, es decir, no había control de la natalidad. Durante este período, la población se multiplicó fuertemente, provocando un rejuvenecimiento de la misma.
A partir de 1965 y debido a la aplicación de métodos de control natal, comenzaron a disminuir también los índices de natalidad. En la década de 1980, además del uso de los métodos anticonceptivos, se promovió fuertemente la esterilización femenina. Para 1990, como resultado de estos controles de la natalidad, los niveles de fecundidad pasaron de más de 6 a 2.5 hijos por mujer en las áreas metropolitanas de Latinoamérica.
Cabe mencionar que este cambio no se registra de manera uniforme en toda la región; en primer lugar, la composición étnica va a ser un factor importante dentro de este avance, ya que países como Argentina, Brasil, Chile y Uruguay, que presentan patrones socioculturales con importante influencia europea, altos niveles de escolaridad y nupcialidad tardía, están en una etapa más plena en la transición, ya que desde la década de los años treinta algunas regiones de estos países ya tenían niveles muy bajos de fecundidad, situándose alrededor de dos a tres hijos por familia (Ibid.:29-47).
En el caso contrario, los sectores más pobres, al igual que las áreas más rezagadas y las poblaciones indígenas, presentan aún niveles altos en su mortalidad y natalidad, así como patrones reproductivos descontrolados, por lo cual se encuentran en una fase de mayor atraso en la transición demográfica, tanto por su situación socioeconómica desfavorable, como por su inaccesibilidad a mejores condiciones sanitarias y de salud.
En cuanto a las etapas por las que atraviesa la transición demográfica, se proponen tres fases, con base en los niveles de natalidad y de mortalidad, y cinco tipos demográficos (Abellán et al., 1998:69).
En la primera fase de la transición demográfica, se observa el primer tipo demográfico, en el cual las tasas de natalidad y mortalidad son muy elevadas (Bolivia y Haití). Esta fase se presenta en países con economía de autosubsistencia y es característica de todas las sociedades en su más temprana historia.
La segunda fase es la de transición demográfica propiamente dicha, en ella se pueden diferenciar tres tipos: el segundo tipo, que se caracteriza por presentar niveles de natalidad aún elevados, mientras que la mortalidad desciende lentamente (El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Paraguay), esto gracias a la intervención en las mejoras sanitarias y de salud; en el tercer tipo la natalidad presenta un ligero descenso, mientras que la mortalidad continúa a la baja; se caracteriza por registrar un rápido crecimiento de la población (Brasil, Colombia, Costa Rica, Ecuador, México, Panamá, Perú, República Dominicana y Venezuela); en el cuarto tipo se tiende al final de la transición demográfica, donde se muestran niveles controlados de natalidad y mortalidad (Argentina, Chile, Cuba y Uruguay). Al término de éste, ambas tasas convergen, provocando una desaceleración progresiva en el crecimiento demográfico.
En la tercera fase domina el tipo 5, el cual comienza con esa baja de la tasa de natalidad hasta el nivel de la tasa de mortalidad; como consecuencia de ello, el crecimiento de la población es nulo o muy débil, y a largo plazo puede llegarse a un crecimiento natural negativo.
De acuerdo con la tipología anterior, la mayor parte de los países latinoamericanos se puede ubicar en la segunda fase de la transición demográfica y en el tercer tipo de esta fase, etapa en la cual los países registran explosión demográfica, ya que la natalidad sólo presenta un ligero descenso, mientras que la mortalidad continúa a la baja con una tendencia poco oscilatoria.
Cabe señalar que, en 1993, la CEPAL/CELADE estableció cuatro categorías dentro de la transición demográfica (Bajraj et al, 1995:20; Chackiel y Plaut, 1994:16-20), las cuales, de alguna manera, coinciden con los cuatro primeros tipos planteados por Abellán et al. (1998):
a) Transición incipiente: altos índices de mortalidad y de natalidad, crecimiento medio anual moderado (cercano al 2.5%).
b) Transición moderada: el índice de mortalidad decrece más que el de natalidad; crecimiento medio alto (cercano al 3%).
c) Plena transición: la natalidad decrece más que la mortalidad; crecimiento medio anual cercano al 2%.
d) Transición avanzada: fuerte decremento tanto en el índice de mortalidad como en el de natalidad; tasas de crecimiento medio anual cercanas al 1% o incluso inferiores.
Las diversas etapas de la transición demográfica conllevan cambios en la estructura por edad y sexo de la población, con el aumento de los grupos de edad de adultos y ancianos y la paulatina disminución de los grupos de niños y jóvenes. Además, las implicaciones sociodemográficas de estas variaciones han dado lugar a modificaciones en la distribución espacial de la población, como los desmedidos incrementos del tamaño y número de las ciudades, el despoblamiento de las áreas rurales depauperadas o la reciente tendencia a la desurbanización en las ciudades más importantes de los países de economía más avanzada.
Las modificaciones en los indicadores que se presentan tienen que ver con las peculiaridades económicas, sociales, culturales, religiosas y étnicas, entre otras, así como con los adelantos médicos y sanitarios, en Latinoamérica prácticamente se han presentado en los últimos cincuenta años, con ritmos diferenciales. Así, tanto México como los países de América Central y el Caribe y algunos de Suramérica aún se encuentran en la fase tres del proceso de transición demográfica (Abellán et al., 1998:72).
Otros fenómenos que no son producto de la transición demográfica también están afectando en forma importante a América Latina y el Caribe, como advierte Reques, (manuscrito inédito):
En la actualidad, los contrastes demográficos y los desequilibrios económicos y sociales entre los países más desarrollados y los del Tercer Mundo... son crecientes. La desigual incidencia que los avances en la medicina y la genética tendrán entre unos y otros grupos de países y entre las diferentes clases sociales de éstos; la importancia progresiva que los movimientos migratorios internacionales adquirirán..., la hiperurbanización en los países menos desarrollados y la desurbanización en los económicamente más avanzados, la ganancia de años a la vida -y de vida a los años- en los países del Norte -especialmente entre sus clases más privilegiadas- y la caída de la esperanza de vida en una buena parte de los países llamados del Cuarto Mundo y en los países que estuvieron sometidos al orden socialista en la Europa Oriental y en la actual Rusia, los desiguales efectos económicos, sociales, tecnológicos, laborales y culturales de la globalización, son algunas de las luces -y de las sombras- que el horizonte próximo permite entrever.
Cambios de la población en América Latina y el Caribe
En lo que se refiere a las características demográficas, aspecto fundamental de la planeación del desarrollo de cualquier país o región, la población, base de éstas, ha registrado tendencias crecientes desde fines del siglo XIX1 y los inicios del XX. Cabe destacar que, entre 1920 y 1930, la tasa de crecimiento medio anual de la población latinoamericana fue de 1.8%, en contraste con la de América del Norte de 1.4% y la del resto del mundo de 1.0% (Kingsley, 1964, citado por Urquidi, 1967).
En América Latina y el Caribe "el siglo XIX se caracteriza por ser el despegue del poblamiento; de los 34 millones de habitantes que había en 1850 pasó a 75 millones para 1900, es decir, en menos de 50 años la población se duplicó", en lo cual influyó, como componente importante, la inmigración, sobre todo hacia los países de América del Sur. Para la primera mitad del siglo XX, además de un alto incremento en la natalidad, se registró un importante descenso en la mortalidad: "así, de 75 millones de personas que había en 1900 pasó a 165 millones en 1950", duplicándose otra vez la población en 50 años (Bajraj y Chackiel, 1995:15); se calcula que en el 2000 la población latinoamericana era de alrededor de 510 millones de habitantes, con lo cual, en los últimos 50 años, excedió en tres veces a la de 1950 y para el 2025, con similar proporción de aumento, ascenderá a 783 millones de habitantes (Zavala de Cosío, 1995), aun cuando las tasas de natalidad hayan disminuido desde 1965.
El crecimiento natural de la población latinoamericana y del Caribe ha repercutido en el considerable aumento de la densidad de población, de 7.7 personas por kilómetro cuadrado en 1950 a 14 en 1970, a 21.8 en 1990 y a 25 en 1998.
Según datos del CELADE (1976), las áreas con 50 o más habitantes por kilómetro cuadrado, que en 1950 ocupaban el 1.4% de su superficie, se extendieron al 5.3% en 1970, y la población que las habita aumentó del 20.6% al 41.2% de la población total en las fechas mencionadas.
En la Tabla 1 y en las Figuras 1 y 2, referentes a la población total y estructura por edades en 1970 y 1998, se advierten los cambios sustanciales que ha generado el aumento de la población. Entre los países que más destacan en este rubro están Brasil, que aumentó en más de 70 millones de habitantes, y México, en 45.5 millones de personas. El aumento de población registrado por estos dos países representa más de la mitad del incremento total de población de América Latina y el Caribe. Les siguen, con menores aumentos en el número de habitantes, Colombia (19.4 millones), Venezuela (12.6), Argentina (12.2) y Perú (11.6). Estos seis países a su vez concentraron el 77.5% de la población total latinoamericana de 1998, que ascendió a 499.5 millones de personas (CEPAL, 1998).
Los principales factores que dieron lugar a esta tendencia creciente de la población latinoamericana son las elevadas tasas de natalidad, combinadas con el importante descenso de la mortalidad, lo cual originó el notable aumento de la esperanza de vida, y la alteración de la estructura por edad de la población en la mayoría de los países de la región. Esta modificación, consistente en el incremento de la proporción de jóvenes y adultos, trajo consigo el aumento de la fecundidad, que provocó un elevado crecimiento demográfico, cuyo máximo se registró en el decenio 1960-1970.
Cambios en la estructura por grupos de edad
Como se dijo, hacia el decenio de los ochenta, además de la disminución de la mortalidad, en la mayoría de los países latinoamericanos y del Caribe empiezan a decrecer las tasas de fecundidad, lo cual conlleva alteraciones en la estructura de la población por grupos de edad, y éstas a su vez repercuten en algunos aspectos demográficos y socioeconómicos; por ejemplo, al reducirse la población del grupo de 0 a 14 años disminuye la demanda escolar básica; los niveles de población en edad reproductiva y laboral se refuerzan con el paso de los niños a adultos jóvenes, quienes al alcanzar proporciones más elevadas, conservan o incluso aumentan el potencial de crecimiento de la población, agudizando la problemática socioeconómica por el incremento en las demandas de empleo, vivienda y otros satisfactores; asimismo, al aumentar la proporción de adultos mayores y ancianos se presenta un paulatino envejecimiento de la población, por lo cual se requerirá de medidas preventivas en materia de salud y de seguridad social para este creciente sector de la población.
El grupo de edad de 0 a 14 años, clasificado como niños, se redujo notablemente en todos los países entre 1980 y 2000; su promedio bajó cerca del 18%. Los países que redujeron en mayor escala su proporción de niños son Bahamas, México, Guyana, Cuba y Jamaica (Tabla 1 y Figuras 1 y 2).
El grupo de edad de 15 a 64 años se clasifica como adultos; su proporción promedio se incrementó en más del 11% entre 1980 y 2000. Con la única excepción de Uruguay, en que este grupo disminuyó el 0.1%, los demás países registraron aumentos de diversas magnitudes. Los más importantes son Guatemala, México, Bahamas, Guyana y Jamaica. Este predominio de los adultos en la estructura por edad de los países latinoamericanos hace evidente la gran necesidad de incrementar la disponibilidad tanto de fuentes de empleo, para esa fuerza de trabajo, como de los diversos satisfactores que sustenten una mejor calidad de vida. La estructura por edad promedio de la población de América Latina y el Caribe para el año 2025 se calcula que estará conformada por el 23.9% de menores de 15 años, el 67% de entre 15 y 64 años y el 9.1% de mayores de 65 años (Ordorica, 1995:154-155). Según estudios recientes (Bravo, 2000), el grupo de población mayor de 60 años, que en la actualidad es de 40 millones y representa el 8% de la población de América Latina, se duplicará en los próximos 20 años.
La relación de dependencia de la vejez se acrecentará a un ritmo mayor que el de las sociedades envejecidas existente, ya que si éstas tardaron de seis a diez décadas en ser clasificadas como tales, los países de Latinoamérica y el Caribe sólo tardarán de dos a tres décadas y en algunos casos, como Brasil y México que se caracterizan por estar muy poblados, se presentarán estos síntomas en sólo veinte años. La población de ancianos se verá afectada por la ineficiencia de los sistemas de pensiones, ya que la demanda de apoyo económico tenderá a fluctuar entre el 5% y el 20% del PIB.
Por los aspectos descritos acerca de la disminución de la mortalidad y el aumento en la proporción de ancianos, se infiere un incremento en la esperanza de vida al nacer, que en Latinoamérica y el Caribe era de sólo 26 años a fines del siglo XIX, y que con el avance de la ciencia y la tecnología ha aumentado significativamente, aunque en forma diferencial en los distintos países y en los dos sexos, ya que la esperanza de vida al nacer de las mujeres sobrepasa aproximadamente en 10 años a la de los hombres.
En la Tabla 2 se aprecia el avance de este indicador, cuyo promedio en Latinoamérica, entre los quinquenios 1970-1975 y 19952000, se incrementó en 9.3 años. En las mujeres este promedio alcanzó 76.3 años y el de los hombres fue de 66 años en el período 1995-2000. Los países que registraron mayor esperanza de vida al nacer en el quinquenio 1990-1995 son Costa Rica, Cuba y Chile, con más de 75 años. Por el contrario, los de menor expectativa de vida al nacer son Haití, Bolivia, Guatemala y Guyana, con menos de 65 años. Los cambios más notables en este rubro entre 1970-1975 y 19952000 se presentaron en Honduras, que aumentó 15.8 años su esperanza de vida, Bolivia 14.7, Nicaragua 13 y Perú 12.8 años.
Cambios en la natalidad
Los índices de natalidad de América Latina y el Caribe registraron una tendencia creciente desde 1930 hasta mediados de la década de los sesenta; en la segunda mitad de ese decenio y, sobre todo, en el de 1970, se empezaron a difundir importantes campañas de planificación familiar y control natal, las cuales contribuyeron a que esa tendencia se revirtiera. Otro factor que ha incidido en forma importante en esa reducción de la natalidad, sobre todo para el período 1970-2000, es la paulatina inserción de la mujer en las actividades productivas (Tabla 2 y Figura 3).
La tasa media anual promedio de natalidad decreció más del 31% entre el quinquenio 1970-1975 y el de 1995 y 2000. En todos los países latinoamericanos las cifras se redujeron, destacando México, Panamá, Ecuador, Perú, Honduras, El Salvador, República Dominicana, Cuba y Brasil. Como ejemplo está el caso de México, donde
la natalidad se mantuvo prácticamente constante (incluso con un ligero aumento) entre 1950 y 1965, en un nivel de aproximadamente 46 nacimientos por 1000 habitantes. La diferencia entre ambas tendencias -natalidad y mortalidad- y sus respectivos niveles condujo a un considerable aumento del crecimiento de la población, de 1.8% en 1930 hasta alcanzar el máximo de 3.4% en 1965. A partir de entonces, comienza a advertirse una significativa disminución de la natalidad, la cual se extiende hasta el momento actual (CONAPO, 1998).
Para el período 1995-2000 su tasa media anual de natalidad fue de 24.6 nacimientos por millar; la proporción en que disminuyó, en comparación con el quinquenio 19701975, fue de 46.5%.
Por otra parte, existe un grupo de países que muestra cambios poco significativos, entre éstos se encuentran Uruguay y Argentina que, ya desde 1970, presentaban valores bajos de natalidad en la región.
En una estrecha relación con la natalidad se encuentra la fecundidad, cuya tasa global en América Latina y el Caribe en el decenio de 1960 era de las más altas del mundo; "el número de hijos por mujer al terminar su vida fértil era de 6" (Ordorica, 1995:154).
Como se dijo, a partir de 1965, cuando la fecundidad promedio en las zonas rurales latinoamericanas alcanzaba entre ocho y diez hijos por mujer, se inició una notable tendencia a la disminución del número de hijos, ya que, como resultado de la difusión de las campañas de control de natalidad, la presión por la escasez de recursos económicos y la baja en los niveles de vida y, posteriormente, por la crisis económica de la década de los ochenta, se recurrió masivamente a los diferentes métodos y técnicas de anticoncepción, modificando con ello las características reproductivas de esta región. Asi, la tasa global de fecundidad de Latinoamérica y el Caribe para el quinquenio 19701975 se calculó en un promedio de 5.2 hijos por mujer; este promedio descendió a 2.9 hijos por mujer para 1995-2000 (CEPAL, 1998) y se calcula que "para el período 2020-2025 disminuirá a 2.2 hijos por mujer" (Ordorica, op. cit.:149).
En esa disminución influyen, tanto los niveles de desarrollo económico, de urbanización, de escolaridad y alfabetismo, como los factores étnicos, culturales, religiosos e históricos que inciden en las costumbres reproductivas y en la apertura de la población a las campañas de difusión de los métodos modernos de control natal. Debido a ello, el descenso en general se registró antes y de forma más evidente en las áreas urbanas, con mayores niveles de escolaridad y de trabajo asalariado, y posteriormente se extendió, aunque con menor efectividad, a las áreas rurales y a las de más bajos niveles socioeconómicos. Cabe señalar que, si bien el número de hijos por mujer ha disminuido notablemente, el volumen de nacimientos anuales aún sigue siendo elevado, debido a la gran cantidad de mujeres en edad de procrear.
Los países que tuvieron los mayores índices de fecundidad entre 1990 y 1995, ya desde 1970-1975 presentaban cifras elevadas: Guatemala, Nicaragua, Bolivia y Haití, Honduras y Paraguay, por mencionar sólo a los que en el último período excedieron de cuatro hijos por mujer. Algo similar sucede en los países con menores valores de este indicador: Cuba -con la tasa más baja- y otras islas del Caribe, Brasil y Guyana (Tabla 2).
El país que entre los quinquenios 1970-1975 y 1995-2000 registró el decremento más notable en su tasa de fecundidad fue México, que bajó en 3.6 hijos por mujer; le siguieron Honduras, con una disminución de 3.1, y Ecuador y Perú, que bajaron 3.0.
Cambios en la mortalidad
La mortalidad en América Latina y el Caribe, como en el resto del mundo, se ha reducido de manera notable gracias a la evolución de la medicina y de las condiciones de sanidad e higiene, con los descubrimientos de insecticidas, vacunas, antibióticos y otros medicamentos, el saneamiento ambiental, la creación de instituciones públicas y privadas de atención a la salud, etcétera.
Esta reducción de las tasas de mortalidad se ha presentado de manera diferencial en los distintos países de la región e incluso entre las áreas rurales y urbanas o con desigualdades en los indicadores del desarrollo económico y social.
Entre las causas de mortalidad que predominaban anteriormente, se encuentran los decesos neonatales o de las madres en etapa perinatal, las enfermedades infectocontagiosas y la desnutrición; éstas han tendido a disminuir en comparación con las enfermedades no transmisibles como el cáncer, las cardiovasculares y las debidas a factores externos, como los traumatismos por accidentes, las originadas por la violencia y las adicciones o las enfermedades mentales como la depresión, generando con ello la llamada "transición epidemiológica". La tasa de mortalidad general en América Latina, de un promedio de 9.1 defunciones anuales por millar de habitantes en el período 1970-1975, descendió a 6.0 entre 1995 y 2000.
Entre los factores que han contribuido a la reducción de la mortalidad están ei control de enfermedades como la malaria, la pulmonía, la tuberculosis y el paludismo, entre otras, y las amplias campañas de vacunación contra el sarampión, la difteria, la tifoidea, el tétanos, la tuberculosis y la poliomielitis, entre otros; con lo que se han modificado no sólo las tasas de mortalidad, sino también las características de la morbilidad en la región.
Sin embargo, esta modificación en las causas de la mortalidad de las enfermedades transmisibles a las no transmisibles todavía presenta variaciones considerables en los diferentes países y se ha visto alterada por la aparición del SIDA, el repunte de otras enfermedades de transmisión sexual o el resurgimiento de otras enfermedades transmisibles como el paludismo y la fiebre del dengue, que permiten entrever la posibilidad de una "contra-transición" epidemiológica (Frenk et al, 1994:91-92).
La distribución de la mortalidad general guarda cierta similitud con la de la mortalidad infantil, tanto en los países con más alto decremento como en los de menor disminución. Entre los primeros, Bolivia disminuyó en 9.8 el número de defunciones anuales por millar, Honduras 8.2, y Haití y Nicaragua 6.9. Si bien estos países reportan importantes bajas de la mortalidad, cabe mencionar que las cifras alcanzadas por este indicador en el período de origen, 1970-1975, eran mucho más elevadas, e incluso algunas excedieron en ambos períodos al promedio general latinoamericano (Tabla 2 y Figura 4).
Entre los países en que la disminución de 1970-1975 a 1995-2000 es menos apreciable, se registra un solo caso, el de Cuba, donde la tasa anual de mortalidad, en lugar de bajar, se incrementó en 0.5 defunciones anuales por millar; en Uruguay bajó en 0.6 el número de decesos por cada mil habitantes, en Argentina 1.0 y en Trinidad y Tobago 1.2.
Por lo que se refiere a la mortalidad infantil, ésta constituye un importante indicador de los notables contrastes en las condiciones de vida de la población, a través de los avances o rezagos socio-sanitarios en los distintos países. Por ejemplo, de acuerdo con Chackiel y Plaut (1994:26), los
... niños de mayor riesgo se ubican en zonas rurales y proceden de madres analfabetas,... tienen probabilidades de morir que, en ciertos casos, cuadruplican las correspondientes a los hijos de madres con estudios universitarios.
A pesar del proceso de urbanización, y debido en parte a la mayor fecundidad rural, ... la mitad o más de los nacimientos ocurren en la población rural... ellos generan aproximadamente dos tercios del total nacional de defunciones infantiles [que] ocurren en hogares de mujeres sin instrucción (entre 60 y 80 por ciento), en razón de las condiciones de atraso en que viven y de su mayor fecundidad. Así, en general se observa que la mortalidad infantil se relaciona directamente con los niveles de fecundidad, de pobreza y de ruralidad e inversamente con los años de estudio de la madre o del jefe de familia y el nivel socioeconómico alcanzado.
En América Latina y el Caribe la tasa de mortalidad infantil bajó de 73.9 decesos promedio por millar de nacidos vivos en el quinquenio 1970-1975 a 29.2 en el período 1995-2000. Los países que tuvieron mayor disminución en la tasa de mortalidad infantil son Bolivia, Haití, El Salvador, Honduras y Perú; al igual que en la mortalidad general, las cifras de mortalidad infantil del período 1970-1975 en estos países fueron más elevadas. Como ejemplo se destacan las que excedieron de 100: Bolivia, Haití, Perú y Honduras. En contraste, se observan los países con menores decrementos: Paraguay y Trinidad y Tobago (Tabla 2 y Figura 4).
Cambios en el crecimiento demográfico
El crecimiento de la población de América Latina y el Caribe adquiere un impulso notable en 1930, año en que "se empezó a romper el equilibrio demográfico tradicional cuando se partió de un crecimiento lento, con fuerte mortalidad y elevada natalidad, hacia un crecimiento explosivo, con una reducción pronunciada de la mortalidad" (Zavala de Cosío, 1995), dando lugar a la denominada explosión demográfica.
En el quinquenio 1960-1965, esta región registró la más alta tasa de crecimiento medio anual del mundo, con un promedio de 2.8%. Su población aumentó de 111 millones en 1930 a 280 millones en 1970.
A partir de 1965 se observa una tendencia a la disminución de la fecundidad, que derivó en un menor crecimiento medio anual de la población de Latinoamérica y el Caribe, el cual, en el período 1970-1980, fue de 2.5 % y bajó a 2.1 entre 1980-1990 y a 1.7 entre 1990 y 1997. Para el período 1995-2010, se espera un crecimiento medio anual de 1.4% y de 0.9% para el quinquenio 2020-2025 (Ordorica, 1995).
Los países que más abatieron la tasa de crecimiento de su población entre los quinquenios 1970-1975 y 1995-2000 son México y Venezuela, que la redujeron en 1.5%, Cuba en 1.4%, y Brasil y Panamá en 1.1 (Tabla 2 y Figura 3).
Los países del área en estudio con mayor crecimiento medio anual de la población entre 1995 y 2000 registraban una tasa elevada desde el quinquenio 1970-1975: Honduras y Nicaragua, Guatemala, Paraguay, Costa Rica y Bolivia; de igual manera, las tasas más bajas de crecimiento, que se presentaron en general en las islas del Caribe y Uruguay, desde 1970 registraron bajos índices.
Cambios de la población urbana de América Latina y el Caribe
Otro aspecto que caracteriza al área de estudio es el continuo y creciente proceso de concentración demográfico-urbana que ha predominado en la mayor parte de estos países.
El fuerte incremento de la población urbana en la región es relativamente reciente, de hecho, en 1900 ninguna ciudad latinoamericana alcanzaba e! millón de habitantes.
En 1920 las ciudades de Buenos Aires y Río de Janeiro registraron 1.57 y 1.15 millones de habitantes respectivamente; en 1950 fueron seis las ciudades que rebasaron ese límite: Buenos Aires (5.1 millones), Río de Janeiro (3.28), Ciudad de México (3.19), Sao Paulo (2.58), Santiago (1.35) y Lima (1.17); cabe destacar que, para ese año, todas estas ciudades se habían extendido espacialmente y habían generado áreas metropolitanas en sus alrededores. Para 1980 fueron 25 las ciudades que agrupaban a más de un millón de habitantes, incluso dos, Ciudad de México y Sao Paulo, excedieron de 10 millones; en 1995 fueron 39 las ciudades con más de un millón de habitantes y tres estuvieron por arriba de los 10 millones, a las dos anteriores se agregó Buenos Aires. Para el año 2000 dos de ellas encabezan las listas de las ciudades de mayor tamaño en el mundo, la Ciudad de México y Sao Pauto, sólo superadas por la aglomeración de Tokio,
La mayor aceleración del proceso de crecimiento urbano en América Latina y el Caribe se inició a partir de 1940; en los últimos 60 años la proporción de población rural descendió de manera constante, debido a la intensa migración del campo hacia los centros urbanos, esto a su vez generó altísimos crecimientos demográficos en algunas ciudades; por ejemplo, de 1940 a 1950 Cali tuvo un crecimiento de 8% anual, Caracas de 7.6% y Sao Paulo de 7.4%; entre 1950 y 1960, Guadalajara creció 6.7% y, en valores absolutos, en los años setenta, la Ciudad de México aumentó 5.1 millones de habitantes y Sao Paulo 4 millones.
En la mayoría de los países de la región existe una marcada primacía entre las zonas urbanas: con contadas excepciones, el principal centro metropolitano es mucho más grande que cualquiera otra ciudad; esto ha sido una característica constante a lo largo del tiempo y ha generado que casi en todos los países latinoamericanos se hayan desarrollado sistemas urbanos distorsionados (Gilbert, 1997:55).
Las causas del rápido crecimiento urbano han sido diversas: las altas tasas de crecimiento demográfico general originaron mayor presión sobre las áreas rurales, en las cuales la situación de la tenencia de la tierra nunca ha sido equilibrada, esto a su vez derivó en una notable movilidad interna de la población, propiciando la importante migración rural-urbana.
Los inmigrantes generalmente llegaban a residir en áreas de mínima o nula infraestructura urbana, formando asentamientos irregulares precaristas, constituidos en su mayoría por viviendas de autoconstrucción, denominados "ciudades perdidas", "favelas", "chabolas", "villas miseria", "tugurios", "mocambos", "campamentos", "barriadas", etc. Así, una considerable proporción de la población urbana vive en condiciones de pobreza. Se ha calculado que este tipo de asentamientos concentran la tercera o cuarta parte de la población de las grandes ciudades de Colombia, Perú, Venezuela, México, Ecuador o Paraguay (Tomas, 1997:19).
En 1970 y 2000 la población urbana en América Latina y el Caribe tuvo un incremento importante, pasó de agrupar el 57.3% de la población total al 75.6%, es decir, tres de cada cuatro personas de la región vive en localidades que se definen como urbanas en sus respectivos países. Los datos absolutos muestran incrementos aún más evidentes, en 1970 residían en centros urbanos 159.6 millones de personas, en el año 2000 fueron 376.7 millones, lo cual representa un aumento equivalente al 136% de la población que había en 1970 (datos calculados con base en la información estadística de CEPAL, 1999).
Con respecto a la distribución de la población urbana, en 1970 América Latina y el Caribe mostraron una enorme diversidad; mientras que en Haití sólo el 19.8% de su población se definió como urbana, en Uruguay este porcentaje alcanzó el 82.1 de la población total. La mayoría de los países se agruparon en la categoría de baja población urbana (del 25 al 50% de su población total): todos los países de Centroamérica, la mayoría de los del Caribe (con excepción de Cuba), Guyana, Paraguay, Ecuador y Bolivia. Los países más poblados, Brasil y México, junto con Colombia y Perú, registraron una proporción de población urbana media (del 50 al 60%) y en la categoría de alta población urbana (del 60 al 80% de su población total) se encontraban Cuba, Venezuela, Chile y Argentina. (Tabla 1 y Figuras 5 y 6).
La situación de la población urbana en la región latinoamericana y el Caribe para el año 2000 muestra valores crecientes constantes en todos los países; el valor medio para la muestra estadística varió del 48.4 en 1970 al 61.4 en el año 2000. En Haití ascendió a 38.1 y Uruguay continuó siendo el país con mayor porcentaje de población urbana de América Latina y el Caribe, de 91.2. El número de países en la categoría de baja se redujo. México, Cuba, República Dominicana, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Dominica y Trinidad y Tobago registraron valores altos de población urbana. Todos los países con valores urbanos superiores al 80% de su población total, pertenecen a América del Sur (Tabla 1 y Figuras 5 y 6).
Los espacios urbanos en Latinoamérica y el Caribe muestran una aparente contradicción; todas las ciudades presentan grandes desigualdades y comparten marcados extremos de pobreza y riqueza; además, la forma parecida en que se ha dado la expansión urbana ha generado la existencia de suburbios prácticamente idénticos, aunque también se registran notables diferencias, a nivel local, nacional o subregional, determinadas por las contrastantes condiciones físico-geográficas, económicas, sociales y políticas. Algunos de los rasgos que comparten estas ciudades, entre ellos la proliferación de asentamientos irregulares, son resultado de procesos que no están uniformemente generalizados en la región, pero sí son característicos de las formas de crecimiento urbano en las grandes ciudades de América Latina y el Caribe.
CONSIDERACIONES FINALES
El incremento demográfico en la región latinoamericana y del Caribe implica a su vez el aumento de las necesidades de satisfactores de diversa índole, así como la necesidad de incrementar las inversiones para la infraestructura de los servicios urbanos y rurales, educación, vivienda, salud y bienestar, etc., y para el impulso a la tecnificación en las actividades agropecuarias y el fomento a la industrialización y al comercio, aspectos que favorecerían el mejoramiento de las condiciones de vida y la mayor disponibilidad de fuentes de trabajo para esa creciente población.
La heterogeneidad de características que presentan los países de América Latina hace difícil comparar sus realidades sociales.
Si se hace una clasificación de los países de acuerdo con su grado de modernización, de disminución de la fecundidad y de baja de la mortalidad, se observaría la gran semejanza en la integración de los distintos grupos, en los cuales coincidirán como más avanzados Argentina, Uruguay, Cuba, Chile; de avance medio Brasil, Colombia, Costa Rica, Ecuador, México, Panamá, República Dominicana y Venezuela y, con menor avance, Guatemala, Honduras, El Salvador y Perú.
Además, internamente, los países de América Latina y el Caribe presentan profundas desigualdades y diferencias crecientes entre los grupos sociales extremos, por lo cual resulta esencial desarrollar políticas demográficas, educativas, de salud, de apoyo laboral y socioeconómico dirigidas a disminuir esas desigualdades, y a que los grupos sociales menos favorecidos cuenten con atención prioritaria.
RECONOCIMIENTOS
Se agradece la colaboración de Lorena Pájaro Díaz en el apoyo documental y estadístico y en la elaboración de la cartografía.
NOTA:
1 Urquidi (1967) refiere un descenso de la población en términos absolutos en los siglos XVI y XVII y lento crecimiento posterior hasta fines del siglo XIX.
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