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Investigaciones geográficas

versión On-line ISSN 2448-7279versión impresa ISSN 0188-4611

Invest. Geog  no.96 Ciudad de México ago. 2018

https://doi.org/10.14350/rig.59717 

Reseñas

Boyer, Christopher R. (2015). Political Landscapes. Forest, Conservation and Community in Mexico. Durham: Duke University Press, 360 pp. ISBN: 978-0-8223-5832-9

Gerónimo Barrera de la Torre* 

* Institute of Latin American Studies. University of Texas at Austin

Boyer, Christopher R.. 2015. Political Landscapes. Forest, Conservation and Community in Mexico. Durham: Duke University Press, 360p. ISBN: 978-0-8223-5832-9.


En las últimas décadas se han generado nuevas dinámicas socioterritoriales con la implantación de reformas neoliberales y la presencia de corporaciones extranjeras en la explotación de recursos naturales. En el caso de los bosques estos cambios responden a una larga historia de conflictos y negociaciones políticas y económicas, así como epistémicas en tanto que nuevas formas de conocer y manejar el bosque han sido implementadas con diferentes resultados en el país. Actualmente el manejo comunitario se consolida como uno de los mecanismos que imperan en poblaciones indígenas y campesinas en todo el país. Political Landscapes presenta una historia detallada de la forestería comunitaria en México desde finales del siglo XIX con la imposición de una lógica liberal y de modernización con el Porfiriato hasta finales del siglo XX con las reformas neoliberales. Christopher Boyer examina de manera cronológica los modelos de manejo de bosques: la “forestería revolucionaria” (revolutionary forestry) en los años 1930, las intervenciones desarrollistas de las décadas del 1950 y 1960 y el modelo de “forestería estatal” (state forestry), hasta la “forestería comunitaria” que se genera con el “repliegue” del Estado. Si bien el autor examina las condiciones generales del país en cada época, los ejemplos concretos en los que se centra son Michoacán y Chihuahua.

A través del libro el autor muestra los patrones en los que diferentes modelos de manejo del bosque devinieron; los ciclos socio-económicos y las estructuras que han definido las formas de aprovechamiento forestal, así como la participación de las comunidades que habitan y usan los bosques en cuestión. Boyer nos ofrece una investigación detallada y contextualizada en términos de los acontecimientos generales que marcaron las transformaciones sociales y económicas en México, pero se enfoca en las políticas, regulaciones y acontecimientos que caracterizaron el establecimiento y transformación de dichos modelos de forestería. Claramente, lo que este libro busca enfatizar es cómo los paisajes forestales son más que “paisajes naturales” o ecosistemas que pueden ser entendidos y manejados desde una perspectiva únicamente biológica, sino que implican aspectos políticos, económicos, culturales, etc. que intersectan conformando espacios de disputa, paisajes de despojo, pero también de lucha, negociación y resistencia.

Political Landscapes propone que la situación actual con los programas de bosques comunitarios es similar a lo que sucedía durante la implantación de políticas liberales en el Porfiriato. A través del texto se pueden encontrar los diversos mecanismos de alienación, liberalización de mercados, explotación, colonización y degradación que durante el siglo XIX tuvieron consecuencias desastrosas. Aun así, el libro detalla cómo, si bien existen aspectos que se repiten, las circunstancias específicas contemporáneas abren nuevas posibilidades para el manejo de bosques por parte de las comunidades rurales, cuyos habitantes pueden participar o inclusive mantener el control sobre el territorio. Political Landscapes traza las continuidades y discontinuidades de la forestería comunitaria en México, proponiendo que los modelos cooperativos de la década de 1930 fueron los primeros experimentos a nivel global de lo que ahora se conoce como forestería “social” o “comunitaria” cuyo legado ha servido para el establecimiento de renovados modelos.

El libro está estructurado cronológicamente en seis capítulos divididos en dos secciones, con una introducción que plantea los alcances del libro, las fuentes y los conceptos centrales del acercamiento. La primera sección, “The making of revolutionary forestry”, corresponde al periodo comprendido entre los años 1890 y 1940, mientras que la segunda parte, “The development imperative”, aborda los años de 1940 hasta 1990. Antes de delinear los capítulos que integran este libro me interesa señalar dos ideas centrales del argumento del autor que sirven para explicar los ciclos y cambios en el aprovechamiento forestal. El “bosque revolucionario” (Revolutionary forest) representa para el autor uno de los mecanismos en que después de la guerra de revolución se implementó un modelo particular de manejo forestal caracterizado por “una producción ejidal de pequeña escala supervisada por guardabosques profesionales, que proveyeron a las poblaciones rurales de una fuente de ingreso al mismo tiempo que hicieron disponible los productos necesarios para la reconstrucción económica de México” (2015: 248). Cuestión que además se basó en la (supuesta) superioridad del conocimiento científico/occidental/masculino que definió la forestería en México desde el siglo XIX.

Por otra parte, los paisajes políticos (political landscapes) son definidos por el autor como las “geografías que adquieren su significado a través de la interacción de intereses privados, acción colectiva, y la continua y desigual aplicación del poder del Estado en formas que un grupo social o las interpreta como ilegítima” (2015: 10). En este sentido, lo político de los paisajes es definido por el autor en relación a la intervención del Estado en la compleja y mutable vida rural, que transformó los bosques en paisajes políticos en formas que deterioraron los ecosistemas y acentuaron las injusticias sociales (2015: xiv). Así, para Boyer las medidas impopulares, regulaciones parciales y la desestabilización de las regulaciones medioambientales, entre otras cuestiones, politizaron los paisajes forestales y representan, a su vez, una de las mayores amenazas para la integridad ecológica. Igualmente, el autor argumenta que el repliegue del Estado con el neoliberalismo significa que estos paisajes ya no son los espacios altamente políticos que fueron en etapas pasadas.

La primera sección del libro está dividida en tres capítulos. El primero, “The Commodification of Nature, 1880-1910”, examina el proceso de alienación de los bosques y la desposesión de los territorios indígenas con las reformas implementadas durante el Porfiriato. El autor se centra en ejemplos de privatización de tierras y bosques en comunidades purépechas de Michoacán y procesos de neocolonización en la Sierra Tarahumara en Chihuahua como espacios de conflicto que pusieron en la mira los territorios y la autonomía indígena. La construcción de vías ferroviarias, la minería, la explotación comercial de los bosques y la implantación de una forestería científica y “moderna” definen esta etapa como un periodo de acumulación y exclusión profunda de las comunidades indígenas y rurales. El segundo capítulo (“Revolution and Regulation, 1910-1928”) examina qué sucedió con los bosques durante el conflicto bélico y cómo es que la revolución afecto el desarrollo de la forestería a nivel nacional, por ejemplo, a través de los conflictos por la tierra y su restitución a comunidades rurales. Boyer presenta los casos en que estas reformas empezaron a renovar la forestería en la Sierra Tarahumara y en el contexto de Michoacán.

Uno de los aspectos centrales del libro aparece en el capítulo tres, “Revolutionary Forestry, 1928-1942”, donde Boyer examina cómo el dominio del sector forestal por parte del capital extranjero y la revolución forzaron a las élites políticas y científicas nacionales a integrar a la población rural y sus bosques en los proyectos por el futuro ecológico de la nación. Siguiendo la discusión de Arun Agrawal (2005), este capítulo argumenta que los intelectuales de la época consideraron necesario educar y brindar asistencia técnica para construir una consciencia ambiental entre las poblaciones rurales, de manera que los pobladores se constituyeran como sujetos modernos y auto-disciplinados en términos ambientales, así como instruirlos para entender cómo sus acciones afectaban el mundo natural. Es aquí donde Boyer (2015:95) propone que durante este periodo se generó un tipo de manejo y forma de gobierno que denomina “forestería revolucionaria” y se caracterizó por ser “una ideología socioambiental que buscó otorgar a la población rural cierta libertad para trabajar los bosques, sujetos a una supervisión paternalista por parte de los expertos forestales, siempre y cuando estas comunidades se constituyeran en organizaciones oficiales” apegadas a los modelos de nación, ciudadanía y modernidad que el Estado estipuló. Los ejemplos de cooperativas y proyectos de modernización que presenta el autor evidencian que prevaleció la explotación industrial y la planificación científica a escala regional sin tomar en cuenta las necesidades de las poblaciones rurales.

La segunda sección del libro inicia con la transformación del modelo de cooperativas hacia uno industrial. Así, en “Industrial Forest, 1942-1952” se examina el inicio de los programas de desarrollo en el país y específicamente en las zonas forestales. Estos programas dan continuidad a la lógica racionalista que ha prevalecido en los modelos de manejo desde el Porfiriato y promovieron la industrialización de los bosques con nuevas tecnologías y maquinaria, así como vedas o neo-concesiones (Unidades Industriales de Explotación Forestal) que priorizaban la producción a gran escala con tecnología reciente. Los 16 años que comprenden este periodo establecieron las bases institucionales para apoyar a las corporaciones y un proyecto de industria moderna que hizo del desarrollo económico un asunto ecológico.

Entre los años 1952 y 1972 el autor examina la consolidación de modelos de desarrollo para el aprovechamiento forestal que responden a las estrategias del poder estatal, con el PRI convertido en una “cleptocracia ambiental”, para inculcar un mayor sentido de apego al proyecto nacional. Así, el capítulo “The Ecology of Development, 1952-1972” analiza dos proyectos que buscaron integrar la producción local con la forestería industrial que se valieron de las “Comisiones de Cuenca” y el Instituto Nacional Indígenista para integrar las poblaciones indígenas y rurales a la sociedad dominante. Tanto en el caso de Cusáre en la sierra Tarahumara y Michoacana de Occidente, Boyer (2015) detalla los esfuerzos de modernización de los paisajes forestales y los fracasos en cuanto al cumplimiento de promesas de desarrollo en la región y la generación de foresterías en las comunidades.

Finalmente, para los últimos años del siglo XX se establecen nuevos mecanismos de control que respondieron a lo que Boyer (2015: 206) denomina “forestería estatal” y que consistió en “una serie de políticas que crearon instituciones públicas y altamente burocratizadas cuyo propósito fue incrementar el acceso de la población rural a la tierra, equipo y créditos”. Con ello se dio prioridad también a la colonización y la deforestación para la expansión agrícola y ganadera. Es interesante la discusión del autor quien al final de este capítulo (The Romance of State Forestry, 1972-1992) propone que las reformas neoliberales representaron una nueva oportunidad para el control de territorios y recursos por parte de las comunidades. Con el resurgimiento de las foresterías comunitarias, y por primera vez desde la década de 1930, las poblaciones rurales vuelven a estar en una posición que les permite (hasta cierto grado) manejar y aprovechar sus bosques sin la presencia ominosa del Estado.

Political Landscapes representa un importante esfuerzo de síntesis y presenta a detalle los procesos que han generado distintos modelos de aprovechamiento forestal, así como casos concretos de implementación. Aun así, el libro por su misma estructura está definido por un acercamiento lineal, teleológico, que, si bien permite identificar ciertos patrones y estructuras, también implica que ciertos aspectos circunstanciales o a otras escalas de análisis queden fuera de su perspectiva. En este sentido, la forma cronológica y lineal asimismo invita a visualizar ciertas relaciones causa efecto que no necesariamente tiene el mismo resultado en otras regiones del país. Por ejemplo, el autor centra su análisis en casos concretos de Michoacán, principalmente en la región purépecha, y en Chihuahua, en la Sierra Tarahumara y la población rarámuri. Estos ejemplos pueden ser generalizables y explicativos de los procesos examinados como también mostrar casos aislados que, como tales, no son representativos de una tendencia nacional.

Por otra parte, lo político de los paisajes también abre una serie de cuestiones que no quedan, en mi perspectiva, resueltos. Lo político se vincula, como he mencionado con lo estatal, es decir, lo político de los paisajes es en tanto que el Estado intervine. Aún más, considerando el vínculo de esta intervención y los efectos negativos de degradación e injusticia social, lo político puede ser entendido en términos únicamente adversos. De esta manera pareciera que, si lo político como mediación del poder estatal desaparece, es decir, “paisajes naturales”, la degradación sería menor. El autor llega a decir que “un análisis detallado de la historia de las políticas de manejo de los bosques durante el siglo XX en México sugiere que la destrucción de los bosques proviene no tanto por el anárquico [sic] uso ineficiente de los comunes sino por regulaciones punitivas, corrupción oficial, y modelos de desarrollo pobremente concebidos que transformaron el bosque en paisaje políticos” (2015: 247).

La transformación de los bosques en paisajes políticos se da debido a que se generan “espacios donde el conflicto por el uso del bosque provoca y es provocado por la intervención del Estado que los actores han considerado como ilegítimo” (2015: 254). Así, mal uso y desigualdad en la aplicación de la autoridad es lo que politiza estos paisajes, mientras que con el “repliegue” del Estado de las zonas rurales los paisajes forestales devienen menos politizados. Con el neoliberalismo y el colapso de la forestería estatal comienza la despolitización de los paisajes forestales. Considero, pues, que con esta definición se omiten otras formas políticas externas al Estado y, además, pareciera que el repliegue del Estado con el neoliberalismo no es un acto político. No es claro entonces cómo es que nos enfrentamos a paisajes despolitizados cuando existe cada vez una mayor polarización, desigualdad y degradación de los bosques, así como a nuevas formas de dominación. En cambio, lo político está en constante transformación por lo que presenciamos más bien renovados arreglos que responden a continuidades y rupturas.

Political Landsacpes es un interesante estudio que nos permite comprender mejor las circunstancias actuales del uso y manejo de los bosques en México. También para entender cómo es que diferentes formas de conocer y concebir los bosques han ido de la mano de procesos sociales, económicos y ambientales. Y de qué manera se han impuesto formas “superiores” de generar conocimiento sobre los bosques que han relegado históricamente a los pueblos indígenas y campesinos. Epistemologías dominantes que, siguiendo el argumento del autor, generan condiciones desiguales, injusticias y degradación ambiental. Este libro sirve como referencia para continuar discutiendo las implicaciones políticas y culturales que tienen los bosques, y sobre todo, para hacer evidente que las otras formas de conocer, comprender y vivir en y con los bosques han sido excluidas. Considero que el libro es de utilidad para estudiantes y académicos interesados no solo en los bosques sino en la historia del uso, manejo y el conocimiento de los “recursos naturales” del país.

REFERENCIA

Agrawal, A. (2006). Environmentality: technologies of government and the making of subjects. Nueva Delhi: Oxford University Press. [ Links ]

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