INTRODUCCIÓN
La construcción de sociedades generadoras de bienestar, equitativas, responsables con el ambiente y los recursos naturales, deben respetar los derechos humanos de los ciudadanos que las componen. Este enfoque se posiciona como una prioridad en agendas de sociedades y gobiernos que aspiran a un desarrollo sustentable. Actualmente algunas de las economías industrializadas, como en algunos de los llamados países emergentes, se hacen esfuerzos por una transición en esa vía.
Entre los derechos humanos fundamentales reconocidos por instancias nacionales e internacionales, se encuentra el derecho de las personas que habitan los asentamientos humanos a vivir en un ambiente saludable. Esta inquietud se formaliza en la Agenda 2030 que establece los objetivos que los gobiernos de los países del Mundo deben impulsar a través de una serie de estrategias para cumplir metas específicas en los próximos 12 años. La Agenda 2030 reconoce que las políticas públicas tienen que ser formuladas de manera transversal considerando los objetivos del desarrollo sustentable. De los 17 objetivos planteados se destacan los que se refieren al derecho al agua apta para el consumo humano y su debido saneamiento, y a la generación de ciudades y comunidades sostenibles (ONU, 2015). Para ello resulta indispensable que los centros de población no sólo cuenten con áreas urbanizadas con infraestructura necesaria, equipamiento, servicios y reservas territoriales para su crecimiento, sino también con áreas destinadas a la conservación y preservación de los recursos naturales que garanticen el mantenimiento de mejores condiciones de vida.
Las áreas de conservación representan superficies que desempeñan un papel indispensable para la población humana en virtud de los múltiples servicios ambientales y ecosistémicos que aportan, tales como la provisión de agua en calidad y cantidad, la captura de carbono, la absorción de contaminantes, la generación de oxígeno, la regulación de la temperatura, el amortiguamiento del impacto de los fenómenos naturales, el mantenimiento de procesos ecológicos esenciales, la conservación del hábitat para la vida silvestre, la protección de la biodiversidad, de los ecosistemas y formas de vida, la recuperación de los suelos, la recreación a través del contacto con la naturaleza y el mantenimiento del paisaje, entre otros (Pedlowski et al., 2003; Mohar y Rodríguez-Aldabe, 2008; Balvanera et al., 2009; Sosa-Escalante y KantúnPalma, 2013). En esencia, estos servicios benefician a las personas y repercuten directamente en el bienestar social, económico y ambiental a largo plazo.
Si bien las áreas de conservación pueden o no representar espacios protegidos, una estrategia que se ha seguido para su protección, ha sido el decreto de Áreas Naturales Protegidas (ANP). Las ANP son zonas del territorio nacional y aquellas sobre las que la nación ejerce su soberanía y jurisdicción, en donde los ambientes originales no han sido significativamente alterados por la actividad del ser humano o que requieren ser preservadas y restauradas (LGEEPA, 1988).
Puede existir en el imaginario colectivo la percepción social de que las ANP son sitios que están destinados a la conservación y protección y que deben estar lejanos de las ciudades, ya que en ellas se conserva la biodiversidad, se protegen especies en peligro de extinción, ecosistemas, cuerpos de agua, paisajes, etcétera. Sin embargo, es indispensable que la sociedad reconozca y valore que los centros urbanos en donde habita dependen también de la protección de los servicios ecosistémicos que provee la naturaleza, ya que la población humana se beneficia directamente de las áreas de conservación indispensables para la supervivencia (Pisanty et al., 2009; Balvanera et al., 2011).
Es relevante que la población de los centros urbanos asuma que las áreas de conservación tienen una influencia directa en la vida cotidiana en actividades como disponer de agua para beber y bañarse, respirar aire limpio, vivir libres de plagas, subsistir sin excesos de calor, no padecer enfermedades estomacales (diarrea) o transmitidas por vectores (dengue, zika, chikunguña), convivir con la naturaleza, esparcimiento, entre otros beneficios. Disponer de áreas verdes y protegerlas, garantiza su propia calidad de vida y el mejoramiento de sus condiciones socioeconómicas (Delgado, 2008; Castillo et al., 2009; Paré et al., 2018).
El fenómeno de la expansión urbana en las ciudades latinoamericanas representa uno de los principales desafíos en términos de justicia ambiental (Azuela, 2016). Dicha problemática ha sido estudiada desde diferentes perspectivas. Por ejemplo, en la ciudad de Córdoba, Argentina, se abordó las relaciones entre el consumo de suelo urbano y las demandas reales de vivienda (Marengo, 2013) y entre la expansión urbana y la segregación socio espacial (Cervio, 2015). Para el caso de Mérida, se ha profundizado en el papel que las políticas urbanas han tenido en los procesos de expansión urbana (Iracheta y Bolio, 2012).
En consecuencia, se requiere establecer con precisión y claridad los vínculos entre la expansión urbana y sus impactos sobre superficies destinadas a la conservación. En sitios donde las zonas urbanizadas están en colindancia con áreas de conservación, la calidad de vida de los habitantes de las ciudades tiene una fuerte dependencia de los servicios ambientales que estas le proveen (Pisanty et al., 2009). Este es el caso del municipio de Mérida y zona metropolitana con relación a la Zona Sujeta a Conservación Ecológica Reserva Cuxtal.
En este artículo se analizan los cambios ocurridos en el suelo de conservación de la Reserva Cuxtal durante los últimos 20 años, para evidenciar la falta de cumplimiento de la normativa vigente ante el embate de las presiones de uso del suelo que se expresan como expansión urbana a través de la construcción de fraccionamientos habitacionales y de infraestructura para actividades productivas, lo que se traduce en pérdida de áreas de conservación, de recursos bióticos y de procesos ambientales que la Reserva Cuxtal debe proteger .
ANTECEDENTES
El crecimiento histórico de la Zona Metropolitana de Mérida es un proceso sin parangón en el Sureste de México, con una dinámica socioeconómica altamente diferenciada (Iracheta y Bolio, 2012; García-Gil y Sosa Escalante, 2013; López-Santillán y Ramírez-Carrillo, 2014). La zona Norte en conexión con la ciudad portuaria de Progreso, ha tenido un crecimiento mediante megaproyectos de expansión urbana con base en un modelo que considera la construcción de fraccionamientos de lujo, campestres o semi campestres, centros universitarios privados y plazas comerciales. Entre 2004 y 2009 el municipio autorizó 11 programas parciales de desarrollo urbano, de los cuales 10 se localizan en la periferia de Mérida con lo cual 10,400 hectáreas se potencializaron como suelo urbanizable, es decir, a través de estas políticas públicas cuyo interés era detonar el crecimiento de las comunidades de la periferia, se cambiaron los usos del suelo, los cuales pasaron a ser de uso rural a desarrollos inmobiliarios habitacionales (Fernández, 2016).
En el Sur de la ciudad el modelo de expansión es distinto; ahí se ha impulsado la construcción de naves industriales, maquiladoras, cementeras, instalaciones de servicios, terminal aérea, bancos de extracción de materiales pétreos y fábricas de agregados para la construcción, entre otras. En el Sur de la ciudad de Mérida destaca la construcción de fraccionamientos habitacionales de vivienda unifamiliar y de fabricación en serie en espacios mínimos.
El proceso de expansión urbana que ocurre en los bordes de la ciudad de Mérida, como en otras del país, se encuentran lejos de los principios que reconoce la planeación urbana sustentable. La planeación se puede entender como un ejercicio virtual en la medida de la gran brecha que normalmente existe entre lo propuesto en la planeación urbana y los procesos reales que provocan el crecimiento de las ciudades (Garza, 1998). Se reconoce que el ejercicio de planeación es un reto para los gobiernos responsables de normar el crecimiento urbano y cumplir con los objetivos de la planeación en la práctica (Vásquez y Salgado, 2009).
El modelo de crecimiento adoptado por las diversas administraciones municipales en los últimos 22 años ha sido en su mayoría omisas en su responsabilidad en cuanto a regular el crecimiento urbano. Ha prevalecido en muchos casos la ilegalidad en materia de construcción de infraestructura que ha derivado en expansión anárquica y segregación social. Ha dejado grandes vacíos en la zona urbana (superficies sin ocupar rodeadas por la urbanización), por lo que se ha configurado una ciudad difusa, policéntrica y extendida (García-Gómez y Bolio-Arceo, 2007; Iracheta y Bolio, 2012; García-Gil et al., 2012; García-Gil y Sosa-Escalante, 2013; INEGI, 2015; Ortiz-Pech et al., 2016).
El área urbanizada de la ciudad de Mérida ha tenido una vertiginosa expansión en las últimas dos décadas, invadiendo los espacios rurales cercanos, así como el suelo que había sido destinado para conformar la reserva territorial (Iracheta y Bolio, 2012; López-Santillán y Ramírez-Carrillo, 2014) e impactando negativamente las áreas de conservación del municipio. La Reserva Cuxtal no ha sido la excepción.
La Reserva está ubicada al Sur de la ciudad con una superficie de 10,757 hectáreas e incluye dentro de su poligonal las comisarías de Dzununcán, Molas y las siete sub comisarías de Tahdzibichén, Xmatkuil, San Pedro Chimay, San Ignacio Tesip, San José Palomeque, Hunxectamán, y Dzoyaxché; además de una superficie de reciente colonización formada por diez colonias de la ciudad de Mérida en terrenos que pertenecieron a las comisarías de Dzununcán, Xmatkuil y tablajes de San Antonio Xluch y Kanasín (Figura 1).
La Reserva Cuxtal fue promovida por el gobierno municipal de Mérida durante el periodo 1991-1993. Su establecimiento como ANP fue aprobado por el cabildo el 28 de junio de 1993 y su decreto publicado en el Diario Oficial del Gobierno del Estado de Yucatán el 14 de julio del mismo año (DOGEY, 1993). De esta forma la Reserva Cuxtal se constituyó como la primera y única ANP de competencia municipal en Yucatán. La normativa mexicana establece que, a partir del decreto de un ANP, la autoridad responsable tiene un año para publicar el programa de manejo; sin embargo, la Reserva Cuxtal careció de dicho instrumento durante 11 años hasta que el 4 de octubre de 2004 fue legalmente publicado (DOGEY, 2004). Además, la ley establece que el programa de manejo de un ANP debe ser modificado por lo menos una vez cada cinco años (LGEEPA, 1988). En el caso de la Reserva, después de 14 años, el programa de manejo fue modificado y actualizado en su totalidad (GMAM, 2018).
Ocho administraciones municipales han pasado desde que la Reserva Cuxtal fue decretada. Actualmente, afronta problemas de expansión urbana de la ciudad de Mérida y por actividades comerciales e industriales que implican cambios en el uso del suelo y que inducen la pérdida de la cobertura forestal. El incumplimiento de la normativa dispuesta en el programa de manejo de la Reserva del 2004 (DOGEY, 2004) y el disímil interés mostrado por las administraciones municipales, muestran que la Reserva de Cuxtal ha significado más un obstáculo para la expansión urbana, que una oportunidad para la protección y la conservación del patrimonio biológico, arqueológico y cultural con un enfoque de sustentabilidad.
Es importante destacar que la autoridad municipal había carecido de un posicionamiento con respecto a la relación que existe entre la expansión urbana y sus consecuencias ambientales. Actualmente, es necesario interpretar el fenómeno urbano desde el concepto de la justicia ambiental, sin soslayar la importancia de los derechos de tercera generación (Baretta, 2012), entre los que se destaca la defensa de intereses colectivos que en determinado momento están amenazados por alguna externalidad, como el derecho al ambiente saludable, que está sustentado en los artículos 4, 25, 27 y 73 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que precisa que toda persona tiene el derecho fundamental a la protección del ambiente, para garantizar que contribuya a su desarrollo y bienestar (Calvillo, 2013). El desafío consiste en establecer las relaciones entre el concepto de justicia ambiental y lo que jurídicamente se entiende como el derecho que todo individuo tiene para vivir en un ambiente que promueva su desarrollo y bienestar.
El punto central de este manuscrito evidencia cómo el modelo de ciudad expansiva y los cambios de uso de suelo sobre la Reserva Cuxtal, ponen en riesgo las condiciones ambientales que tienen que ser protegidas mediante la aplicación del programa de manejo.
MATERIALES Y MÉTODOS
Con el fin de realizar un análisis comparativo para conocer los cambios en la distribución de la cobertura de la selva baja caducifolia ocurridos durante los últimos 20 años en la Reserva, se recurrió a la consulta de diferentes fuentes de información que incluyeron la interpretación manual de fotografía aérea pancromáticas del INEGI del año 1995. Posteriormente se realizó la interpretación de orto fotografías INEGI del 2005 (F16C52a), (F16C52d), y finalmente se hizo una interpretación manual de una imagen satelital SENTINEL 2015 de la zona de estudio, en donde se realizó una interpretación manual de los tipos de vegetación y uso del suelo.
Los resultados obtenidos, a partir del trabajo de verificación en campo y en gabinete mediante la interpretación de las fotografías aéreas e imagen satelital, fueron utilizados para construir una base geográfica digital, la cual fue procesada en los programas QGIS 2.18® y ARCGIS 10.6® , a partir de las cuales se obtuvieron mapas del Sur del municipio de Mérida y de la Reserva. Para cada una de las fechas analizadas, se realizó el cálculo de superficies de las categorías consideradas y se obtuvieron tasas de cambio de la vegetación y usos del suelo.
El cálculo de las tasas de cambio se realizó a partir de los datos obtenidos según el lapso establecido, con el fin de analizar la transformación de la cobertura forestal. Los usos del suelo se realizaron a partir de las categorías o niveles de agregación previstos en la clasificación, a lo largo de los periodos 1995-2005 y 2005-2015. Dichas tasas representan una estimación de la variación entre los periodos analizados:
e1)
En donde:
TC: |
Tasa de cambio |
S 2 : |
Superficie en hectáreas del año 2 |
S 1 : |
Superficie en hectáreas del año 1 |
n: |
Número de años comprendidos en el periodo. |
Debido a que el polígono envolvente de la Reserva contiene varias inconsistencias y errores de desplazamientos no sistemáticos, se hicieron algunos ajustes de vértices y se corrigieron errores de trazo de la poligonal envolvente. El procedimiento consideró información identificada en las fotografías aéreas, tomando como referentes mensuras de predios, límites ejidales, vías de comunicación, veredas y caminos, entre otros rasgos. Estas correcciones permitieron reducir discrepancias y apegarse a los límites de los rasgos visibles establecidos.
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
Cambio de uso del suelo en la Reserva Cuxtal 1995-2015
El estado de Yucatán es la entidad con mayor deforestación en la Península; es la entidad que conserva la menor superficie forestal al compararse con los estados vecinos de Campeche y Quintana Roo. El Noroeste del estado, en donde se ubica el Municipio de Mérida, forma parte de la denominada “ex zona henequenera”, la cual es una de las que tiene mayor alteración de la cobertura forestal a nivel estatal, solo después del Oriente del estado que ha sido transformado en pastizal dedicado a la producción de ganado bovino (García-Gil y SosaEscalante, 2013).
La “ex zona henequenera” se conforma como una matriz que alberga distintos usos del suelo y varios estados de sucesión vegetal (González, 2004). En su mayoría corresponde a vegetación en proceso de recuperación con fragmentos de selva baja caducifolia que pueden llegar a tener entre 40 y 50 años. Históricamente en la región y, particularmente en la Reserva Cuxtal, la vegetación dominante ha sido la selva baja caducifolia, la selva baja caducifolia con asociaciones de cactáceas y la selva baja caducifolia secundaria o en recuperación (etapas serales) (Baéz y Zamora, 2012; Tetetla et al., 2012).
En la Reserva Cuxtal existen ocho localidades (dos comisarías y seis sub-comisarías) en donde viven 8,211 habitantes y diez colonias que pertenecen a la ciudad de Mérida en una franja en torno al periférico con 15,952 habitantes (INEGI, 2015). De acuerdo con el Registro Agrario Nacional, la Reserva Cuxtal comprende propiedad ejidal, terrenos comunales (fundos legales) y pequeñas propiedades. Aproximadamente el 84% de la superficie sobre la que se creó la Reserva fue propiedad social, el 10% propiedad privada y el 6% propiedad pública. En 2004 se reconocía que menos de la mitad (40%) de la superficie de la Reserva pertenecía a terrenos ejidales y comunidades bajo el régimen de uso común; mientras que más del 60% ya había pasado ser pequeña propiedad, debido a que se habían realizado los deslindes mediante el programa de titulación de solares urbanos. Prácticamente todos los ejidos se encuentran parcelados mediante la iniciativa gubernamental denominada “Programa de Certificación de Derechos Ejidales y Titulación de Solares Urbanos”.
El decreto de la Reserva de Cuxtal no indica la superficie que ocupaban los tipos de vegetación y usos de suelo al interior de la Reserva al momento de su formación (DOGEY, 1993). Sin embargo, los resultados obtenidos en este trabajo mediante la fotointerpretación de fotografías aéreas de pares estereoscópicos, indica que en 1995 la selva baja caducifolia y los parches de vegetación arbórea, cubrían la mayor superficie de la Reserva con 7911.86 hectáreas que representan el 73.4% de la superficie que mantuvo la cobertura forestal. Las áreas con vegetación secundaria, ocupadas con vegetación en proceso de recuperación (herbácea y arbustiva) y algunas superficies dedicadas a uso agropecuario y cultivos perennes, ocuparon 2,142.84 hectáreas con el 19.8% de la Reserva. La superficie utilizada para diversas obras de infraestructura y servicios, vivienda, (zonas urbanizadas, sub urbanizadas, rurales), granjas, bancos de materiales pétreos en operación y abandonados, ocuparon 723.04 hectáreas con el 6.71% del total de la Reserva. las superficies en donde ha ocurrido cambio de uso del suelo se pueden encontrar en toda la Reserva a excepción del extremo Sureste; sin embargo, dichas áreas se encuentran principalmente en las periferias de las localidades urbanas, en menor medida en las localidades rurales y de manera preponderante a lo largo de las vías de comunicación. Los mayores impactos por efecto del proceso de expansión de la urbanización y los cambios de uso del suelo ocurren sobre la principal vía de comunicación que entra a la Reserva, la carretera Mérida a Xmatkuil (Figura 2).
En 2004, el primer programa de manejo de la Reserva Cuxtal, publicado en el Diario Oficial del Gobierno del Estado de Yucatán (DOGEY, 2004), no indicó una cifra específica de la superficie ocupada por la selva baja y los usos del suelo. Sin embargo, de acuerdo con la información obtenida en este trabajo a partir de la interpretación de Ortofotografías del INEGI del año 2005, después de 12 años de haberse creado la Reserva y en comparación con lo obtenido para 1995, la superficie ocupada por la selva baja caducifolia y vegetación secundaria arbórea tuvo una disminución importante, ya que se redujo a 5694.7 hectáreas, por lo que representó el 52.8%. La superficie ocupada en la categoría de vegetación secundaria (herbácea y arbustiva), áreas de uso agropecuario y cultivos perennes se incrementó de forma considerable, ya que cubrió una superficie 3,601.6 hectáreas que representó el 33.4%. La superficie ocupada por infraestructura industrial y comercial, superficies urbanas y periurbanas se incrementó a 1055.5 hectáreas lo que representó el 9.7% del total de la Reserva. Las principales afectaciones fueron ocasionadas en la zona de contacto con la ciudad de Mérida, debido al fenómeno de expansión urbana lo que afectó el Norte de la Reserva. En el centro y Sur de la Reserva se encuentran predios en donde fue eliminada la selva baja, sin embargo, no se les dio otro uso, por lo que se mantienen como vegetación secundaria herbácea y arbustiva, la zona con menores cambios es el Sureste en donde se encuentra la Planta potabilizadora Mérida 1 (Figura 3).
La interpretación manual realizada en la imagen satelital SENTINEL del 2015, registra un incremento en la deforestación, principalmente en la superficie ocupada por vegetación secundaria (herbácea, arbustiva) y, en menor medida, en el uso agropecuario y cultivos perennes que en conjunto ocuparon una extensión de 4224.7 hectáreas (39.2%). La superficie ocupada por la selva baja caducifolia y parches de vegetación arbórea fue de 4731.0 hectáreas (43.9%). La categoría que agrupa localidades rurales, superficies urbanizadas y sub urbanizadas, infraestructura comercial, industrial y de servicios, se incrementó alcanzando una superficie de 1,864.1 hectáreas (17.3 %) (Figura 4), cifras que reconoce el nuevo programa de manejo vigente de la Reserva (GMAM, 2018).
Los mapas muestran que el proceso de expansión urbana ocurre principalmente a lo largo de la vías más importantes de comunicación, especialmente la carretera Mérida a Xmatkuil y en terrenos cercanos al periférico, la urbanización en algunos casos se consolida y en otros se expande sobre las periferias, creando áreas sub urbanizadas. Al Norte en la zona de contacto con la ciudad de Mérida, existe un incremento de actividades industriales y de servicios que deforestó las superficies de vegetación en estado de recuperación; en la zona centro y en el Sur de la Reserva, en menor medida, se deforestaron predios en donde se realizan prácticas agrícolas.
La información obtenida a partir de la interpretación de fotografías aéreas e imagen satelital sobre los cambios de uso del suelo y la permanencia de las selva baja caducifolia en los 20 años analizados, hacen evidente que debido al abandono o poco interés de algunas administraciones municipales, la Reserva Cuxtal ha carecido de un manejo continuo y respetuoso de su programa de manejo; en el periodo de 20 años analizado, se ha permitido el crecimiento de la urbanización de forma anárquica e informal a través del cambio de uso del suelo.
La selva baja pasó de 7911.8 hectáreas (73.4%) a 4731.0 hectáreas (43.9%), lo que significa una pérdida de cobertura forestal de 3180.8 hectáreas. El uso del suelo que corresponde a expansión urbana infraestructura y servicios registra el mayor incremento dentro de la Reserva, ya que aumentó de 723.0 hectáreas en 1995 a 1864.1 hectáreas en 2015, lo que representa un crecimiento de 1141.1 hectáreas. La superficie ocupada por vegetación secundaria o en fases incipientes de recuperación, y en menor medida el uso agropecuario y cultivos perenes aumentó de 2142.8 hectáreas a 4224.7 hectáreas, que significa un incremento de 2081.9 hectáreas (Figura 4).
Tasa de cambio de uso del suelo en la Reserva Cuxtal 1995-2015
La superficie cubierta por la selva baja y vegetación secundaría arbórea en la Reserva Cuxtal ha tenido una disminución por deforestación y cambio de uso del suelo. Para el final de la primera década (1995-2005), se estimó una pérdida de 1566.33 hectáreas, por lo que desciende anualmente a una tasa negativa de 2.2%. Durante la segunda década (2005-2015), la pérdida de cobertura de selva baja fue un poco menor, ya que se deforestaron 840.6 hectáreas que representa una tasa anual de 1.4%. Si se considera el comportamiento del periodo completo, se tiene un decremento absoluto de superficie equivalente a 2406.9 hectáreas, con una tasa anual de 1.8%. (Cuadro 1).
Selva baja caducifolia | Infraestructura | Agrícola-Pecuario-Cultivos perennes | |||
1995-2005 | -2.2% | 1995-2005 | 4.0% | 1995-2005 | 3.3% |
2005-2015 | -1.4% | 2005-2015 | 5.7% | 2005-2015 | 1.5% |
1995-2015 | -1.8% | 1995-2015 | 4.8% | 1995-2015 | 2.4% |
Fuente: elaboración propia.
El uso habitacional e infraestructura comercial y de servicios aumentó a una tasa de 4.0% anual durante el periodo 1995-2005, lo que se traduce a un incremento de 347.7 hectáreas de cobertura en 10 años. Para el periodo 2005-2015 hubo una tendencia alta, ligeramente más elevada, se incrementó a 793.325 hectáreas, lo que representó una tasa anual de crecimiento del 5.7%. Para el periodo completo de 1995-2015 se registró un incremento de 1141.1 hectáreas de suelo dedicado a habitación e infraestructura, que creció anualmente a una tasa de 4.8% en 20 años (Cuadro 1).
La cobertura de uso agrícola, ganadero y tierras en descanso con vegetación secundaria, en 1995 fue de 2142.8 hectáreas aumentando a 2964 hectáreas en 2005. Esto significa un incremento a una tasa anual de 3.3% en el periodo 1995-2005, con un total de hectáreas de 821.207 para 2005. Para el periodo 2005-2015, la tasa de cambio indica una disminución, pues solo tuvo un incremento de 489.8 hectáreas con una tasa anual de 1.5%. La tasa de cambio para el periodo completo indica una tendencia considerable al alza con una tasa anual de 2.4%.
Ubicación geográfica del cambio de uso del suelo en la Reserva Cuxtal 1995-2015
Mediante el procedimiento de sobre posición cartográfica de ambas fechas (1995-2015), se identificó cual es la ubicación geográfica de los cambios en el uso del suelo y a qué tipo de uso del suelo se dio en ese cambio. Se observa que se recuperaron 665.8 hectáreas que estaban siendo utilizadas principalmente como parcelas agrícolas en 1995 y que en el 2015 se identificaron como vegetación secundaria. Estas parcelas se encuentran principalmente distribuidas en la parte centro y Sur de la Reserva en torno a las comisarías y subcomisarias (Figura 5).
La pérdida de selva y vegetación secundaria arbórea se aprecia en tres circunstancias distintas. El primer caso se refiere a 485.6 hectáreas de parcelas agrícolas en 1995 que cambiaron su uso a áreas habitacionales de vivienda rural o urbana, o bien infraestructura para granjas, bodegas, edificaciones, que se encuentran principalmente al Norte de la Reserva que es la zona más cercana al periférico y la ciudad de Mérida. El segundo cambio relevante se refiere a 3212.23 hectáreas de fragmentos de selva en 1995 que fueron deforestados o perturbados y cambiados a uso agrícola o pecuario o se encuentran en una fase reciente de recuperación como vegetación secundaria herbácea o arbustiva. Estos predios se ubican principalmente al centro, Norte y en el límite Oeste de la Reserva (Figura 5).
El tercer caso significativo es la pérdida de 684.13 hectáreas de fragmentos de selva que fueron deforestados para inducir un cambio de uso a suelo suburbano, urbano, infraestructura comercial o edificaciones, lo cual ocurre principalmente en el Norte de la Reserva y sobre las principales vías de comunicación. En síntesis, los cambios más significativos de pérdida de selva baja caducifolia ocurren principalmente al Norte de la Reserva, en la zona de contacto con la ciudad de Mérida, En contraste en el centro y Sur de la Reserva los cambios son menores y son susceptibles a recuperación mediante un manejo sustentable.
La evaluación constante y cronológica del cambio de la cobertura vegetal, aporta al conocimiento de trayectorias de pérdida, ganancia y uso (Berry et al., 1996; Lambin et al., 2001; Velázquez et al., 2002), lo cual puede ser considerado como un indicador eficiente de la perturbación por expansión urbana en la planeación a nivel regional de procesos de manejo como la restauración y conservación.
CONCLUSIONES
El área de conservación Reserva Cuxtal no ha cumplido a cabalidad con los objetivos de su creación, lo que se explica por el incumplimiento de la normativa y la escasa vigilancia a los cambios de uso del suelo que en su mayoría posiblemente hayan sido ilegales. El suelo de conservación se ha convertido en un territorio fragmentado en donde ocurren diversas relaciones socio espaciales, que incluye la creación de nuevos fraccionamientos, usos conflictivos y antagónicos del suelo incompatibles con los objetivos de conservación de la Reserva, tales como la operación de minas para la extracción de materiales pétreos o la construcción de fraccionamientos habitacionales.
En la Reserva Cuxtal, el proceso de expansión urbana y el cambio de uso del suelo obedecen a dos lógicas distintas. La primera se ubica al Norte de la Reserva, en donde la deforestación y el cambio de uso del suelo es producto del avance de la urbanización de la ciudad de Mérida y la construcción de fraccionamientos habitacionales de alta densidad, parques industriales, almacenes, depósitos, bancos de extracción de materiales pétreos, fábricas de agregados para la construcción, cementeras, bodegas e instalaciones de servicios. Esta situación ha derivado en un proceso de crecimiento del área urbanizada irregular y desordenado.
La segunda ocurre al Sur de la Reserva, en donde los cambios de uso del suelo se deben a las acciones de particulares y, en menor medida, pequeños productores que realizan desmontes e inducen cambios en el uso del suelo. Estas prácticas ocurren en una escala menor debido a que existe de manera generalizada un abandono de las actividades agrícolas y pecuarias. Únicamente el 12% de las familias se dedican a actividades relacionadas con prácticas agrícolas y pecuarias muchas de las cuales se realizan en los huertos familiares, mientras que el grueso de la población trabaja fuera de la localidad.
Las personas que viven dentro de la Reserva, a pesar del impacto del crecimiento urbano que los desplaza, mantienen expectativas para continuar con actividades mediante formas tradicionales de uso múltiple de los recursos naturales, por ejemplo, la meliponicultura (manejo de abejas nativas sin aguijón) y la horticultura de traspatio practicada en el solar maya.
Todas las actividades que implican pérdida de la cobertura vegetal y cambio de uso del suelo tienen un impacto sobre la Reserva y su biota. Aún existen relictos de vegetación que suman 3000 hectáreas de selva baja caducifolia que han cambiado a vegetación en estado de recuperación de menos de 10 años (en menor medida, se transformó a uso agrícola y pecuario). Es necesario que las políticas públicas urbanas y los instrumentos de planeación y regulación de los usos del suelo consideren la normativa vigente, ya que la Reserva Cuxtal es la fuente hídrica más importante para la zona metropolitana de Mérida, posee una cobertura vegetal que contribuye a la conservación de la biodiversidad regional e incluye poblaciones en situación de vulnerabilidad.
Es pertinente abordar estas problemáticas desde la perspectiva de la justicia ambiental y la sustentabilidad del modelo de ciudad expansiva, así como discutir sobre la eficiencia de los instrumentos jurídicos y la gestión del suelo, toda vez que a pesar de tener un programa de manejo desde el 2004, la expansión urbana y los cambios de uso de suelo han continuado. En consecuencia, habría que redimensionar el derecho al medio ambiente en todos los instrumentos jurídicos que regulan el uso del territorio municipal.
Es impostergable la aplicación del nuevo programa de manejo de la Reserva (GMAM, 2018), así como generar alternativas productivas para los pobladores locales, para una mayor eficiencia y eficacia en la regulación del uso del territorio del ANP y zonas de influencia, otorgar un mayor orden en la administración del desarrollo socioeconómico, en la conservación de la biodiversidad y en la procuración de justicia ambiental.