No más fronteras, no más patrias…
no más leyes, sino la sola naturaleza.
-Élisée Reclus, 1984
(referido por Delpit, A., 1881
y citado por Ferretti, 2019)
En el pensamiento geográfico al espacio se le asignan propiedades, características y cualidades que, en la explicación de quienes las sostienen, denotan diversas posturas que forman parte del “estado de la cuestión” de los estudios geográficos. El espacio se describe, se habita, se vive, se construye, se limita, se interviene, se organiza, pero, también, el espacio se emancipa. Esta manera libertaria de concebir al espacio es una de las formas que utiliza la geografía anarquista para exponer su discurso crítico sobre la reconstitución de un pensamiento axiomático que ha sido dejado de lado por el corpus dominante de las llamadas “nuevas geografías”. Expresa un sentido de espacialidad concreta, de interrelaciones múltiples y conexiones no jerárquicas, se refiere al espacio de dimensión universal en su relación con la vida colectiva que procura alcanzar un estado de autonomía por cese de la sujeción a alguna autoridad o potestad.
Singer Springer1 ofrece una lectura sobre el quehacer de la geografía desde la posición del pensamiento radical anarquista y como práctica de vida. Su libro, The Anarchist Roots of Geography: Toward Spatial Emancipation publicado en su versión original en 2016 por la Universidad de Minessota, y en 2019, en traducción al español por el Instituto de Geografía de la UNAM con el título Las raíces anarquistas de la geografía: Hacia la emancipación espacial (traducción de Gerónimo Barrera de la Torre), representa un aporte muy actual de lo que ha sido, desde el siglo XIX, una tradición geográfica libertaria del pensamiento anarquista, si bien poco difundido en las universidades y escuelas de países de la periferia poscolonial. En palabras del autor: “Mi intención con este libro es reintegrar los estudios anarquistas al centro del mapa disciplinario de la geografía” (p. 23).
A lo largo de sus páginas se constata un reiterado reconocimiento a los aportes de los dos más importantes precursores de la geografía anarquista, el geógrafo francés Élisée Reclus (1830-1905) y el geógrafo ruso Piotr Kropotkin (1842-1921), si bien se detallan con amplitud referencias a una pléyade de pensadores sobre el anarquismo,2 geógrafos, historiadores, ecólogos, filósofos y de otras diversas disciplinas que han aportado a sus estudios y prácticas políticas y sociales. Sobre la influencia de estos dos precursores de la geografía radical, Springer afirma que sus ideas han sido tan poderosas que continúan vigentes en tiempos presentes. Señala en el capítulo 2: “se mantiene la forma en que los geógrafos reflexionan sobre la etnicidad y la “raza”, las cuestiones de organización social y la acumulación del capital, las conceptualizaciones de la planificación urbana y regional, así como las discusiones que rodean al ambientalismo (p. 45).”
El objetivo del libro se centra en convalidar el poder que tiene en la actualidad el pensamiento anarquista: la posibilidad de instaurar un mundo comunitario resultante de “restaurar el balance y la igualdad entre los humanos y la biosfera” (p. 28) y en acción permanente por “la emancipación espacial” (p. 44). Springer cumple este objetivo a partir de exponer las raíces del pensamiento anarquista en la Geografía y presentarlas como una respuesta activa a las múltiples formas de dominación social,3 en las que incluye la actual etapa neoliberal. Sostiene una postura divergente sobre el monopolio de las corrientes marxistas en el corpus de la geografía radical y del pensamiento crítico (particularmente interesante es el capítulo sexto del libro donde, al respecto, Springer sostiene un diálogo asincrónico con la obra de David Harvey y la de otros destacados geógrafos marxistas y neomarxistas) y aboga por una nueva epistemología libertaria bajo principios de justicia social. Razón relevante de sus divergencias tienen que ver con el “aquí y ahora” practicado por las “geografías del anarquismo” que hacen alusión “al lugar” y “al momento” y que convalidan movimientos y espacios antisistémicos que son relatados y estudiados por diversas disciplinas, pero también, estas diferencias las sostiene Springer a través de posicionamientos teóricos y construcciones conceptuales que están incorporadas en “las geografías anarquistas” (las teorías en la geografía), más como construcción de la geografía académica y practicante de estos postulados, que, a lo largo del siglo XXI, amplía los campos de acción de la geografía radical.4
El libro postula una metodología de vida, razona sobre alternativas y prácticas sociales (comunitarias) equipadas de una geografía racional y a la vez pragmática, que opone la libertad del ser humano al control institucionalizado y operado mediante el ejercicio centralizado del poder (la dominancia de las políticas públicas y el monopolio del Estado).5 En los seis capítulos que componen la obra hay una reiterada invitación a asumir está posición académica beligerante por parte de los gremios universitarios y con ello emprender un verdadero ejercicio autocrítico sobre conceptos, postulados, alcances y principios de la geografía, que desde sus orígenes, la geografía radical ha planteado como “axioma” del conocimiento científico.
La cronología de la obra se sustenta en grandes momentos de la historia y la geografía de la humanidad: a) las simientes de la geografía anarquista a partir de Reclus y Kropotkin a finales del siglo XIX; b) un periodo oscuro de invisibilidad de las ideas anarquistas por el predominio de las izquierdas institucionalizadas; c) la década de los setenta, donde el anarquismo geográfico reaparece como parte de las “geografías radicales” que confrontan los grandes cambios sistémicos; d) el surgimiento de la política neoliberal de los ochenta y mitad de los noventa que anima el reposicionamiento de la geografía anarquista y, e) los movimientos feministas, antiglobalización y de crisis ambiental de finales de los noventa y del siglo XXI que motivan una circulación más amplia de estas posiciones anarquistas.
Reconoce el autor que es a partir de la década de los setenta, caracterizada por el surgimiento de la Nueva Izquierda y los movimientos contraculturales que el anarquismo volvió a estar en la agenda y a ser considerado por los geógrafos académicos, “que utilizaron las teorías marxista, feminista, posestructuralista y anarquista para establecer las pautas de lo que ahora se conoce como geografía radical” (Chouinard, 1994; Peet, 1977, citados por Springer, 2019). En los capítulos 4, 5 y 6 Springer sustenta su contenido a partir de esta situación renovada del anarquismo geográfico, que plantea en la emancipación del espacio la expresión de un anarquismo integral y en los que se sustentan los horizontes de la práctica anarquista por venir.
Las geografías insurreccionales de lo cotidiano que propone Springer, son una manera de advertir la posibilidad de un anarquismo sin violencia, uno sostenido en la acción directa, la ayuda mutua y la asociación voluntaria, una manera de imaginar alternativas y pugnar por un futuro construido desde la emancipación comunal. Esto reafirma su planteamiento anarquista por una renovada geografía radical, la cual, si bien ha sido crítica al marxismo dogmático, en este apartado, la postura del autor pone a ambos, anarquismo y marxismo, como dos socialismos alternativos (pp. 64-83).
El orden capitular de los contenidos del libro es irrelevante, en cada uno de ellos Springer sostiene la invitación a recurrir a los orígenes del anarquismo para explicar las cualidades de una geografía alternativa que devenga en posturas académicas conciliables con “otras geografías”, y que ocupe un lugar significativo en el conocimiento geográfico a través de la práctica del aquí, el ahora, el día a día, como expresiones vivas de un espacio construido a partir de procesos emancipatorios de la comuna universal.