INTRODUCCIÓN
El crecimiento poblacional y la expansión urbana en las últimas décadas han provocado un grave impacto ambiental, reflejado en un mayor auge en las áreas periurbanas dado el constante cambio de uso del suelo (CUS) (Aguilar y Santos, 1022). En particular, la deforestación, como acción principal de CUS, conlleva la modificación y la desaparición parcial o total de los ecosistemas forestales, así como la degradación de sus funciones y servicios ecosistémicos (SE) (Thompson, 2011). Entre los SE, entendidos como beneficios que la humanidad obtiene de los ecosistemas forestales (Fischer et al., 2009), se encuentran: i) de provisión o abastecimiento (agua, alimento, materiales), ii) de regulación (ciclo hídrico y de nutrientes), iii) culturales (tradiciones y recreación), y iv) de soporte (procesos físico-químicos del suelo) (MEA, 2005). A pesar de su importancia, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (www.fao.org) resalta que, a nivel global, los bosques y selvas disminuyen 13 millones de hectáreas por año, y en México se pierden alrededor de 500 mil hectáreas anualmente (Rosete-Vergés et al., 2014).
Es importante agregar que, la propiedad de la tierra en territorios forestales se encuentra en un 80% en las manos del Estado (bosques públicos), seguido por el sector empresarial, con un 11%, y la posesión comunitaria en un 8% (Bull y White, 2009). La mayor proporción de bosques comunitarios e indígenas se encuentra en América Latina, con un 32.9% de la superficie total, seguida por Asia, con un 30.6% (www.cifor.org). En este sentido, si se considera que los países de América Latina y El Caribe albergan el 22% de los bosques del mundo (Cordero, 2011), resulta evidente la importancia de territorios forestales como medio de sustento de vida para sus poblaciones, de las cuales depende su conservación y el mantenimiento, y, por tanto, la preservación de múltiples SE. En México, aproximadamente 80% de los bosques se encuentran bajo la gestión comunitaria -ejidos y bienes comunales- (Bray et al., 2005), y en la periferia de la Ciudad de México, la capital del país, es de casi 90% (Perevochtchikova, 2016).
Con el propósito de incentivar las actividades de conservación forestal en la periferia urbana, y con esto, la provisión de los SE (Niemelá et al., 2012), se han implementado varios instrumentos de política pública ambiental a nivel mundial, del tipo de compensación por SE (Rojo Negrete, 2018). En México son reconocidos los programas de Pago por Servicios Ambientales (Perevochtchikova 2016), aplicados en la CDMX desde los niveles federal y local (Pérez-Campuzano et al., 2016). En el caso de la Ciudad de México (CDMX), entre los principales SE que provee este territorio se destacan: hídricos (Jujnovsky et al., 2012; PAOT-SMA, 2012; Martínez et al., 2015), captura de carbono (Vela-Correa et al., 2012) y preservación de hábitat (Saavedra-Díaz et al., 2011; PAOT-SMA, 2012). Es importante comentar que los instrumentos de conservación forestal implementados en la CDMX no poseen sistemas de monitoreo que confirmen su efectividad ambiental (Perevochtchikova et al., 2016; Rojo Negrete, 2018). Entre las causas de la falta de este tipo de herramientas se han mencionado, a nivel internacional, la carencia de recursos humanos, el alto costo de adquisición de equipo y materiales para poder cubrir las observaciones continuas, sobre todo en grandes extensiones territoriales (Cohn, 2008). Como alternativa a esta problemática, se puede considerar el desarrollo de la ciencia ciudadana (Dickinson et al., 2012), en particular, para el monitoreo público participativo (Geilfus, 2002; Shirk et al., 2012) y el monitoreo comunitario participativo (MCP) de la naturaleza (Sharpe y Conrad, 2006; Conrad y Daoust, 2008; Burgos et al., 2013). Estos esquemas de monitoreo requieren de colaboración para la observación ambiental entre los científicos y la ciudadanía (Shirk et al., 2012); con base en el trabajo voluntario de los observadores (Cohn, 2008), que reciben capacitación para realizar las observaciones ambientales sustentadas científicamente (con protocolos), aunque reconociendo algunas fallas que pueden presentarse en el proceso (Deutsch y Ruiz-Córdova, 2015).
Cabe mencionar que en México existen varias iniciativas de MCP, casi todas de agua (Burgos et al., 2013; Flores-Díaz et al., 2013, 2018; Perevochtchikova et al., 2016). En el caso de la CDMX, se ha evidenciado la experiencia de dos comunidades forestales (Perevochtchikova, 2016; González Meneses, 2018), pero no en términos de ser referente para la implementación de esquemas comunitarios de monitoreo de los SE o efectos de los programas de conservación. Por lo que el presente trabajo aporta a la discusión de la utilidad de estos esquemas, apoyándose en el marco conceptual de MCP (Conrad y Daoust, 2008). Para esto, se presentan los resultados del monitoreo del agua en el área forestal y urbana de una comunidad ubicada en la periferia de la CDMX, realizado durante 2015-2017 por un equipo colaborativo (academia-comunidad), y se reflexiona sobre el empoderamiento de las comunidades a través de la información generada, que permite tomar decisiones a escala local en relación con los procesos ambientales identificados, adecuando los esquemas de monitoreo a problemáticas emergentes.
MARCO CONCEPTUAL DE MONITOREO COMUNITARIO PARTICIPATIVO
Los esquemas de observación ecológica mediante la participación ciudadana se han posicionado alrededor del mundo como mecanismos importantes para el apoyo a la toma de decisión política y social (Lilja et al., 2001; Lawrence, 2006; Dickinson et al., 2012; Deutsch y Ruiz-Córdova, 2015). Pero su historia no es nueva, los inicios del monitoreo biológico participativo se ubican en el siglo XVIII (Jardine et al., 1996) como simple observación; con posterior evolución y énfasis en el aporte de la información obtenida a los documentos oficiales y planeación territorial (Ashby, 2003).
Para el monitoreo participativo de la naturaleza se han utilizado diversos términos, como “locallybased monitoring”, “cummunity-based monitoring”, “citizen science”, “stakeholder participation” and “public participation” (Danielsen et al., 2005; Dalahmed et al., 2009; Conrad y Hilchey, 2011; Shirk et al., 2012). Sin embargo, todos estos términos han sido aplicados en el mismo sentido, del desarrollo de actividades de monitoreo ambiental referidas a la recolección y análisis sistemático de la información, así como a la toma de decisiones al respecto de los cambios detectados. Lo que supone la participación e involucramiento de la población local (comunidades y ejidos en el contexto de recursos forestales en América Latina y, particularmente, en México) en todas las etapas de monitoreo, dentro de distintos intereses y objetivos (Evans y Guariguata, 2008, p. 6).
El proceso de monitoreo comunitario participativo (MCP) es continuo, e implica una amplia gama de actividades para la construcción de la información sobre los cambios observados en la naturaleza, que puede llevar a establecer mecanismos de remediación y control. Pero, como lo sintetizan Evans y Guariguata (2008, p. 12), para que inicie y funcione el MCP es necesario cumplir con ciertos requerimientos: i) obtener financiamiento y establecer compromisos adecuados antes de empezar el trabajo; ii) capacitar a los voluntarios sobre los protocolos de monitoreo, análisis de datos y posibilidades de rediseño de monitoreo; iii) entender los motivos de su participación y crear un esquema de reconocimiento; iv) utilizar metodologías de observación sencillas y sustentadas científicamente, y v) enfocarse en resultados que sean útiles para todos los participantes y la toma de decisión a distintas escalas.
El término participación tiene un significado con múltiples facetas, desde lo social, ideológico, político y metodológico, lo que implica el involucramiento de distintos actores, incluyendo a la academia, el gobierno y la ciudadanía, en el proceso de MCP de recursos naturales (Danielsen et al., 2005, 2010; Conrad and Hilchey, 2011). A escalas locales se da la participación de las comunidades u otras agencias de carácter civil, no gubernamental, lo que puede significar el empoderamiento social en cuestiones de construcción del conocimiento para la gestión ambiental y territorial (Clayton et al., 1997; Goodwin, 1998). En relación con el grado de involucramiento de la sociedad en el proceso de MCP ambiental, Lawrence (2006) y Conrad y Hilchey (2011) proponen cuatro etapas: i) consultivo (pasivo), cuando el papel de la sociedad es el de contribuir a la información; ii) funcional (instrumental), se entrena y se capacita a la sociedad para la recolección de datos ambientales; iii) colaborativo (consenso), permite construcción del conocimiento y la planeación en forma conjunta; iv) transformativo (autogestión), cuando la sociedad se empodera del proceso de la generación del conocimiento, y toma decisiones con base en la información obtenida.
Actualmente se cuenta con la experiencia de MCP en muchos países del mundo:
Europa: Inglaterra (Hamilton et al., 2001), Holanda, Finlandia (Battersby y Greenwood, 2004) y Suecia (Franzén et al., 2015)
Norteamérica: Nueva Escotia (Sharpe y Conrad, 2006), EE. UU. (Bagby et al., 2003) y Canadá (Whitelaw et al., 2003; Lawrence, 2006)
África: Namibia (Stuart-Hill et al., 2005), Tanzania (Topp-Jorgensen et al., 2005), Kenia, entre otros (Bennun et al., 2005)
Asia: Nepal (Ojha et al., 2003), India (Ghate y Nagendra, 2005), Tailandia (Steinmetz et al., 2006), China (Van Rijsoort y Jinfeng, 2005), Tailandia (Danielsen et al., 2005)
América Latina: Brasil (Shanley y Stockdale, 2008; García dos Santos et al., 2011), Ecuador (Becker et al., 2005), Bolivia (Noss et al., 2005), Colombia (Loaiza Cerón et al., 2011), Costa Rica (Geilfus, 2002) y México (Burgos et al., 2013; Perevochtchikova et al., 2016).
El MCP se ha aplicado para diferentes propósitos y observaciones del estado de los ecosistemas; específicamente, en el sector forestal, para los monitoreos de productos maderables y no maderables, y para medir y mejorar el bienestar humano y la elaboración de políticas públicas (Evans y Guariguata, 2008).
De la amplia bibliografía sobre MCP, en relación con el agua en general, se pueden ubicar diferentes publicaciones sobre temas como la planeación hídrica, la gestión integrada y por cuencas (Dungumaro y Madulu, 2003); la administración del agua para las necesidades agrícolas (Barnes et al., 2013; Franzén et al., 2015); el manejo de aguas residuales en comunidades rurales (Dalahmeh et al., 2009), y la planeación del uso del recurso en territorios indígenas (Hoverman y Ayre, 2012). Esta participación se refiere no solo a la obtención de datos sobre un recurso, sino que comprende la contribución del conocimiento para generar propuestas de acciones para revertir o prevenir el problema detectado (Evans y Guariguata, 2008).
El MCP del agua, vinculado a la preservación de los servicios ecosistémicos, resulta ser un campo para desarrollar (Firehock y West, 1995; Ely, 2002; Wilderman, 2005; García y Brown, 2009; Barnes et al., 2013). Particularmente, en la relación “bosque-agua” de los ecosistemas forestales aún son menos las publicaciones científicas que se puede encontrar (Becker et al., 2005; Asquith et al., 2008). Sin embargo, son reconocidas varias iniciativas de programas masivos del MCP del agua en todo el mundo, como el programa voluntario de Alabama, que tiene casi 30 años de experiencia (Deutsch y Ruiz-Córdova, 2015), entre otros, apoyados por los gobiernos de los EE. UU., Canadá y Australia, mencionados en Perevochtchikova et al. (2016).
Entre estas experiencias se destaca el papel de la organización Global Water Watch (GWW) en la implementación y la certificación de las redes de MCP del agua en Argentina, Brasil, Ecuador, México y Perú (http://www.globalwaterwatch.org). En México las experiencias más importantes y con observaciones a largo plazo han sido efectuadas en los estados Veracruz (desde 2005) y Michoacán (desde 2010), donde se han formado las redes de MCP del agua mediante la colaboración científico-social, con apoyo en la certificación de la GWW (Aranda et al., 2008; Flores-Díaz et al., 2013, 2018; Burgos et al., 2013). Otras experiencias en el MCP del agua en México hacen referencia al área de la CDMX (Perevochtchikova et al., 2016; González Meneses, 2018). Todas estas iniciativas confirman el interés y la importancia de llevar a cabo el MCP (Lawrence, 2006) para una mejor comprensión de los recursos hídricos, mediante la apropiación de técnicas sencillas de observación y el uso de la información generada para la gestión local (Danielsen et al., 2010).
Zona de estudio
Los bienes comunales de San Miguel y Santo Tomás Ajusco (en adelante, la comunidad Ajusco) se ubican en la periferia suroeste de la Ciudad de México (CDMX), la capital del país (Figura 1). Esto es dentro del territorio denominado Suelo de Conservación (SC), que posee un 45% de cobertura forestal y alberga un 12% de la biodiversidad nacional (PAOT-SMA, 2012); donde un 90% del territorio forestal del SC se encuentra en propiedad colectiva -comunidades y ejidos- (Scheinbaum, 2011). El SC, dada la cercanía a la ciudad de México, padece serios problemas ambientales, muchos relacionados con el cambio de uso del suelo (Schteingart y Salazar, 2003), y particularmente con la deforestación (Pérez-Campuzano et al., 2012).
De acuerdo con el Departamento de Asuntos Agrarios y Colonización (DOF, 1975), la comunidad de Ajusco cuenta con 7619.2 hectáreas y 604 comuneros (que poseen título de la propiedad de la tierra). El órgano máximo de la autoridad comunal es la asamblea comunitaria (donde participan los comuneros o sus descendientes con carta poder), en la cual se elige al presidente y al comité de vigilancia cada tres años, se discuten y se aprueban todos los asuntos importantes de interés para toda la comunidad (incluyendo la participación en programas gubernamentales), con base normativa interna del estatuto comunal (Almaraz, 2014).
Geográficamente, la posición de la comunidad corresponde a la frontera suroeste del parteaguas de la Cuenca de México y llega a las alturas hasta 3900 msnm (Figura 1), donde se cuenta con un clima templado, que se caracteriza por la precipitación promedio anual de 700 a 800 mm, y las lluvias de mayo a octubre (PAOT-SMA, 2012). Estas condiciones climatológicas y orográficas han favorecido la existencia de una gran biodiversidad en la zona y la provisión de múltiples servicios ecosistémicos a escala regional y local (Cram et al., 2008); en particular, de la regulación del ciclo hídrico, la captura de carbono, preservación de hábitat y recreación, entre otros (Perevochtchikova et al., 2016).
En cuanto a servicios ecosistémicos hídricos (SEH), el territorio de la comunidad contribuye con la recarga de agua subterránea a escala regional, como SEH de regulación (Zabala et al., 2017), y a la provisión del agua a escala local y regional mediante captura del recurso en manantiales del sistema “Pueblos” (Monte Alegre, Viborillas, Potrero Chico y La Sauceda) (DGCOH-GDF, 1999; SACM-GDF, 2003). Por otro lado, la comunidad ha participado en múltiples ocasiones en el programa federal de Pago por Servicios Ambientales Hidrológicos (PSAH), llegando a ocupar bajo esta modalidad más de 5 mil ha (Perevochtchikova, 2016); además de incorporarse recientemente a los apoyos de conservación de SE a escala local de la CDMX. Para determinar los efectos del PSA, durante 2012-2017 se desarrollaron en la comunidad dos proyectos de investigación científica,1 dentro de los cuales, en 2015 surgió la iniciativa que llevó a la capacitación en el MCP del agua por la GWW.
Etapas y técnicas aplicadas
Con base en los antecedentes bibliográficos sobre el MCP del agua y, especialmente en México (Aranda et al., 2008; Deutsch et al., 2010; Deutsch y Ruiz-Córdova, 2015; Flores-Díaz et al., 2013, 2018; Burgos et al., 2013; Perevochtchikova et al., 2016; González Meneses, 2018), se determinaron varias etapas para el desarrollo de este trabajo. También se solicitó el apoyo de la organización Global Water Watch (GWW), sede México, para la capacitación certificada en el MCP del agua (http://mexico.globalwaterwatch.org/).
El proceso de capacitación, financiado por los proyectos de investigación, y realizado por la GWW en enero de 2015, permitió formar a ocho monitores: cuatro desde la comunidad (tres hombres y una mujer designados desde la representación comunitaria) y cuatro desde la academia (tres alumnos de posgrado y el coordinador técnico de los proyectos). Los criterios que determinaron este proceso fueron (tal como lo comentan Evans y Guariguata, 2008): el presupuesto disponible para la adquisición de equipo y materiales de monitoreo, el acuerdo sobre la voluntariedad del monitoreo, y el compromiso de invertir el tiempo en la realización del monitoreo en los siguientes 2-3 años, con posibilidad de rediseñar el monitoreo.
El proceso de capacitación empezó con un taller para la determinación de los sitios de interés para el MCP del agua en la comunidad de Ajusco. En este se llevó a cabo el mapeo participativo que reflejó el conocimiento local sobre el territorio, con la ubicación de zonas forestales y fuentes de agua, y permitió ubicar las principales problemáticas de la contaminación, el deterioro de recursos y las zonas de conservación forestal (incluyendo las que han obtenido el apoyo de PSAH). Como prioridad para el MCP, desde la comunidad fue identificada la necesidad de observar el estado de las fuentes de abastecimiento de agua potable, referidos a dos manantiales (Ojo de Agua y Agua Grande) y un arroyo (Monte Alegre, en el ejido vecino de San Nicolás Totolapan), ubicados en zona forestal que ha obtenido apoyo de PSA federal, y en su zona urbana, por la provisión de SEH a escala local (Figura 1).
Dentro de las características de la calidad del agua se seleccionaron para el MCP: i) parámetros físico-químicos (temperatura de aire y agua (T, °C), potencial de hidrógeno (pH), oxígeno disuelto (OD, PPM), saturación de oxígeno (SAT, %), alcalinidad (en mg/l), dureza (en mg/l), turbidez (en unidades de turbidez Jackson, JTU); y ii) bacteriológicos (en unidades formadoras de colonias, UFC, de bacterias coliformes en 100 ml, Escherichia coli o E. coli, y otras bacterias). Se capacitó a los monitores en el uso de técnicas de medición in situ, cultivo de bacterias e incubación, con posterior interpretación de los resultados obtenidos, según el manual de Deutsch et al. (2010).
Para lo anterior, se habilitó a los participantes en el uso del maletín “Water Quality Test Kit” (con sustancias químicas preparadas para ser usadas dentro del protocolo de medición para cada parámetro). Para la medición de bacterias E. coli se construyó una incubadora portátil (con hielera, lámpara y cable), se adquirieron los medios de cultivo Coliscan EasyGel y las placas Petri pretratadas. Adicionalmente, se aprovechó del equipo disponible dentro de los proyectos para el monitoreo de la cantidad del agua (caudal Q, m3/s), con el medidor automático de flujo “Global Water”. El proceso de MCP del agua en la parte forestal de la comunidad se realizó de forma mensual durante 2015-2017. Por lo que en la primera etapa del trabajo se presentan los resultados del MCP del agua en las fuentes de abastecimiento del agua potable de la comunidad (con un total de 23 salidas de campo realizadas).
En la segunda etapa, se desarrolló el monitoreo en la parte urbana de la comunidad durante el mes de julio de 2016, con 23 domicilios y dos tanques de agua T2, T6 visitados, siguiendo las líneas de distribución del agua por tandeo de la comunidad (Figura 1), acompañados de una encuesta sobre la percepción social del servicio dotado existente del agua (vinculada al bienestar comunitario). Para el monitoreo en la parte urbana se implementaron las mismas técnicas de medición de parámetros in situ, complementándolas con el análisis de salinidad (S, ppm), solidos totales disueltos (STD, ppm) y conductividad eléctrica (CE, µS), con el medidor TRACER Pocketester de LaMotte. Por su parte, el cuestionario aplicado a jefes de hogares contenía 30 preguntas agrupadas en 3 bloques temáticos sobre: i) datos generales del encuestado, ii) servicio del agua en casa (cantidad, calidad, frecuencia, pago y posibles mejoras), iii) conservación de manantiales y bosque (conocimiento de recursos naturales comunitarios y medidas de preservación) (Anexo 1).
Para corroborar la rigurosidad de los datos de la calidad del agua obtenidos durante el MCP, se tomaron en julio de 2016 varias muestras del agua (filtradas y acidificadas) para el análisis de laboratorio (de principales aniones y cationes),2 que fueron procesadas en el laboratorio de calidad ambiental de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Campus Juriquilla (Anexo 2). En total se procesaron 6 muestras (con una de control): 3 de las fuentes de abastecimiento del agua (los dos manantiales y el arroyo arriba mencionados), 2 en la parte urbana de la comunidad (domicilios 9 y 20), y una en el tanque de almacenamiento (T2). Todo esto ayudó a reflexionar sobre el proceso de MCP, la rigurosidad y la utilidad de la información obtenida para el empoderamiento comunitario en la gestión de sus recursos naturales y la planeación territorial.
RESULTADOS
Calidad del agua en las fuentes de abastecimiento
Los resultados de MCP para tres sitios monitoreados, ubicados en el área forestal (dos manantiales y un arroyo) se presentan en la Figura 2.
Con estas observaciones se determinaron los rangos óptimos en relación con la calidad del agua para la vida acuática y el uso humano, basándose en el manual de Deutsch et al. (2010) (Cuadro 1).
Característica medida | Rango observado | Determinación cualitativa | Caracterización para vida acuática y uso humano |
---|---|---|---|
Temperatura de agua | 7-17° C | Baja | Óptimo para vida acuática (menos de 32° C); corresponde a saturación de oxígeno de 10-11mg/l |
pH | 7-7.5 | Neutral | Óptimo para vida acuática (pH=6.5-8.5); calidad de agua destilada |
Dureza (Ca, Mg) | 10-40 mg/l | Suave y moderadamente suave | Suave (0-20 mg/l), moderadamente suave (20-60 mg/l); calidad óptima |
Alcalinidad (CaCO3) | 25-50 mg/l | Sistemas estables | Buen sistema amortiguador (20-80 mg/l); ambiente estable para vida acuática |
Oxígeno disuelto | 5.8-7.5 ppm | Bueno | Bueno (4-7 ppm) para mayoría de animales acuáticos; bueno para peces tropicales; bajo para peces de aguas frías |
Saturación de oxígeno | 50-65 % | Pobre o aceptable | Menos de 60% es agua pobre (caliente o bacterias usando oxígeno); 60-79% aceptable para mayoría de vida animal |
Turbidez | 2-5 JTU | Sin sedimento | Óptimo para vida acuática, permite la penetración de luz |
E. coli | 0-500 UFC | Potable a recreación | 0-agua potable, 250-600 recreación, 2000-agua antes de tratamiento |
Otras bacterias | 0-3500 UFC | Potable a contaminada | 0-agua potable, 250-600 recreación, 2000-agua antes de tratamiento |
Fuente: trabajo de campo y manual de Deutsch et al. (2010).
A partir de estos datos se pudo observar la tendencia general de la preservación de buena calidad físico-química del agua en los tres sitios de monitoreo, cumpliendo con la normatividad mexicana del agua potable (NOM-127-SSA1-1994: DOF, 2000), con la excepción de las concentraciones de bacterias E. coli y Otras bacterias. Las últimas están presentes de forma constante en el arroyo Monte Alegre, algunas veces en el manantial Agua Grande, y prácticamente ausentes en el Ojo de Agua. Las concentraciones aumentan con crecidas de caudal y el arrastre de materia orgánica de las riveras hacia las fuentes de agua.
Los resultados obtenidos pasaron por un proceso de revisión por parte de la GWW, y después de la recapacitación de los monitores en enero de 2016, la información se incorporó a la base de datos (http://mexico.globalwaterwatch.org/datos-deagua/ver-datos/). Así mismo, los resultados fueron presentados en marzo de 2017 ante las autoridades comunitarias, el comité del agua y otros comuneros interesados. En esta reunión se decidió informar a la asamblea general comunitaria y también llevar el mensaje a comunidades y ejidos vecinos, ante la necesidad de actuar de manera sinérgica para el control de actividades productivas, vinculadas al uso de agroquímicos, el libre pastoreo y el tiradero de basura en las riberas de los arroyos y áreas cercanas a los manantiales. Además de presentar los datos observados ante la Comisión Nacional Forestal (que promueve el programa federal de PSAH), como una forma alternativa de llevar a cabo el monitoreo de efectos ambientales (hídricos) dentro de la zona forestal apoyada por el programa.
Calidad del agua en la parte urbana de la comunidad
Como se puede observar del Cuadro 2, se presenta una tendencia general en la preservación de buena calidad físico-química del agua en los sitios de monitoreo. Con los siguientes rangos de parámetros: pH entre 7.14-8.35, dureza 20-30 mg/l, alcalinidad 25-40 mg/l, saturación de oxígeno 65-100 ppm y turbidez de 2 JTU. Los parámetros se encuentran dentro de los límites permisibles para la calidad de agua potable recomendada para el consumo humano, según la normatividad mexicana (NOM-127SSA1-1994). La excepción presenta solo sólidos totales suspendidos (30-90 ppm), los cuales no deben estar presentes en el agua destinada para consumo humano, igual que salinidad (20-60 ppm) y, asociada a la concentración de sales, conductividad eléctrica (50.1-135 µS).
N | Fecha | Altura | T aire |
T agua |
pH | OD | Sat | Alcalinidad | Dureza | Turbidez | CE | S | STD | E.coli | Otras bacterias |
---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
msnm | °C | °C | ppm | % | mg/L | mg/L | JTU | μS | ppm | ppm | UFC | UFC | |||
1 | 09/07/2016 | 2893 | 16.5 | 13.6 | 7.38 | 10 | 100 | 25 | 20 | 2 | 50.1 | 20 | 30 | 33 | 1500 |
2 | 09/07/2016 | 2900 | 17 | 16.8 | 7.36 | 9.3 | 100 | 25 | 20 | 2 | 51.6 | 20 | 30 | 0 | 400 |
3 | 09/07/2016 | 2893 | 19 | 14.8 | 7.47 | 7.2 | 71 | 30 | 30 | 2 | 75.8 | 30 | 50 | 0 | 0 |
4 | 09/07/2016 | 2878 | 21 | 15.5 | 7.57 | 7.8 | 79 | 25 | 20 | 2 | 28.1 | 20 | 30 | 0 | 0 |
5 | 14/07/206 | 2877 | 15.3 | 13.4 | 7.82 | 9.0 | 78 | 25 | 20 | 2 | 52.4 | 30 | 40 | 0 | 0 |
6 | 14/07/2016 | 2897 | 16 | 13.7 | 7.6 | 9.6 | 91 | 35 | 20 | 2 | 59.2 | 20 | 10 | 0 | 0 |
7 | 14/07/2016 | 2860 | 18 | 15.5 | 7.56 | 8.9 | 79 | 35 | 20 | 2 | 58.5 | 20 | 30 | 0 | 0 |
8 | 14/07/2016 | 2879 | 20.5 | 16.5 | 8.35 | 6.6 | 65 | 35 | 20 | 2 | 101.6 | 40 | 50 | 0 | 0 |
9 | 14/07/2016 | 2962 | 19.6 | 15.5 | 7.32 | 6.7 | 66 | 35 | 20 | 2 | 74 | 30 | 50 | 0 | 100 |
10 | 14/07/2016 | 3005 | 18.5 | 16.5 | 7.75 | 7.2 | 73 | 35 | 20 | 2 | 72.5 | 30 | 50 | 33 | 300 |
11 | 15/07/2016 | 2837 | 17.5 | 12.9 | 7.76 | 8.8 | 82 | 35 | 20 | 2 | 74 | 20 | 50 | 33 | 1400 |
12 | 15/07/2016 | 2970 | 19.3 | 12.6 | 7.96 | 7 | 65 | 30 | 20 | 2 | 62.3 | 20 | 40 | 0 | 1367 |
13 | 15/07/2016 | 2955 | 19.2 | 12.6 | 7.76 | 7.4 | 68 | 25 | 20 | 2 | 64.5 | 20 | 40 | 0 | 1367 |
14 | 15/07/2016 | 2962 | 18 | 17.3 | 7.51 | 8.8 | 92 | 25 | 20 | 2 | 72.4 | 30 | 50 | 0 | 933 |
15 | 15/07/2016 | 2988 | 18.6 | 14.5 | 7.77 | 6.9 | 66 | 30 | 20 | 2 | 75 | 40 | 60 | 0 | 533 |
16 | 15/07/2016 | 2973 | 18.6 | 12.6 | 7.35 | 7.8 | 72 | 25 | 30 | 2 | 71.7 | 30 | 40 | 0 | 933 |
17 | 20/07/2016 | 2924 | 14.5 | 14 | 7.45 | 8 | 76 | 25 | 20 | 2 | 52.4 | 30 | 40 | 133 | 4567 |
18 | 20/07/2016 | 2926 | 13.8 | 12.5 | 7.5 | 8.2 | 77 | 20 | 20 | 2 | 54.9 | 20 | 30 | 0 | 3400 |
19 | 20/07/2016 | 2950 | 16 | 13.6 | 7.4 | 9.2 | 87 | 30 | 20 | 2 | 62.6 | 20 | 30 | 0 | 3600 |
20 | 20/07/2016 | 2892 | 18 | 14.6 | 7.47 | 7.9 | 79 | 25 | 20 | 2 | 60.5 | 20 | 40 | 0 | 3367 |
21 | 20/07/2016 | 2918 | 17.5 | 16.3 | 7.57 | 9 | 91 | 25 | 20 | 2 | 52.9 | 20 | 30 | 67 | 1967 |
22 | 20/07/2016 | 2900 | 16 | 13.6 | 7.14 | 9.6 | 91 | 30 | 20 | 2 | 101.1 | 40 | 60 | 0 | 1800 |
23 | 20/07/2016 | 2857 | 18.7 | 17.3 | 7.47 | 8.1 | 85 | 40 | 30 | 2 | 135 | 60 | 90 | 33 | 1967 |
Promedio | 17.7 | 14.6 | 7.58 | 8.2 | 80 | 30 | 21 | 2 | 69.5 | 27 | 43 | 14.5 | 1287 | ||
T2 | 09/07/2016 | 3009 | 17 | 11.8 | 7.57 | 7.2 | 65 | 30 | 20 | 2 | 48.3 | 20 | 30 | 0 | 1433 |
T6 | 15/07/2016 | 2850 | 18.8 | 16 | 7. | 4.8 | 48 | 35 | 20 | 2 | 73.4 | 30 | 50 | 0 | 833 |
Promedio | 17.9 | 13.9 | 7.29 | 6.0 | 57 | 33 | 20 | 2 | 60.9 | 25 | 40 | 0.0 | 1133 |
Fuente: trabajo de campo.
Pero la característica de mayor preocupación ha resultado la concentración de colonias de E. coli y otras bacterias, dado que se encontraron E. coli en 5 tomas domiciliarias, y otras bacterias fueron presentes en dos terceras partes de los sitios monitoreados y en dos tanques almacenadores del agua (T2 y T6), lo que viola la Norma Oficial Mexicana (NOM-127-SSA1-1994). En este sentido, es importante agregar que, por la información del comité del agua de la comunidad, en los tanques no funcionaba el sistema de cloración, tampoco se ha hecho revisión de su estado físico (para determinar posibles infiltraciones), ni limpieza en años.
Percepción social del servicio de agua en la comunidad
De la encuesta aplicada se pudo observar que los domicilios de la comunidad albergan en promedio de una a 23 personas, de los cuales 95.6% son familiares directos, a los que en un 30% se les avisó del monitoreo. Por otro lado, al 91% de los encuestados les pareció una buena idea contribuir a esta iniciativa, dado que permite “… saber con seguridad que es agua limpia”, “saber cómo está” y “que consumen” (datos de encuesta, 2016).
En términos del sistema de servicio, se observó que un 95.6% de los encuestados tiene el acceso a la tubería directa, pero hay solo un 69.5% a los que le llega el agua al terreno; el consumo constante de agua por medio de pipas lo utiliza un 30%, y, a veces, de otras fuentes un 30%. Sobre la frecuencia del abasto, solo un 13% mencionó contar con el servicio constante, el 26% varios días a la semana; en cuanto un 65% comenta sobre el abasto por tandeo con frecuencia de una vez cada 15-20 días. En este sentido, un 26% considera que el volumen suministrado no les alcanza para cubrir las necesidades en este periodo, pero, en general, la gente en un 100% recurre al almacenamiento del agua en diferentes tipos de recipientes. De estos, un 22% almacena en tinacos subterráneos, 19% en tinacos ubicados en el techo de la vivienda, 16% en una cisterna en el patio, y los demás en diversos tipos más, como tambos, botes, piletas, etc. Un 38% comenta que lavan los recipientes cada 3-6 meses, 21% cuando estos se vacían, 13% cada mes, 8% cada 15 días, y hay un 12% que no los lava nunca.
Por otro lado, un 61.6% de los encuestados piensan que el agua que les llega a domicilio es de buena calidad, y un 13% que lo es a veces; esto lo explican dado que un 60.9% considera que se ve bien el agua (otros 13% que lo es a veces), un 73% que no percibe olor alguno o solo de cloro a veces. Pero, un 72.8% detecta la presencia de sedimento en el agua, sobre todo en la época de lluvia, cuando el agua llega turbia (y hasta de color negro, al inicio de bombeo) a sus domicilios.
Considerado en el territorio comunitario el agua como recurso común , un 95.6% de los encuestados no paga por este servicio. Pero casi todos comentan (en 95.6%) que el servicio de abasto puede ser mejorado mediante la renovación de infraestructura (100%), mejora en la calidad del agua (95.6%) y conservando el bosque de la comunidad (100%). En este sentido, a la pregunta sobre el origen del agua que llega a sus casas, un 87% detecta sus fuentes en los manantiales de la comunidad y un 52% en las de comunidades vecinas, incluso un 61% saben con precisión donde se encuentran los manantiales y los arroyos.
En este sentido, un 87% de los encuestados considera que hay una conexión entre los manantiales y el bosque, por lo que todos aseguran que habría que preservarlo para garantizar el servicio del agua a tiempo prolongado. Entre las medidas de conservación forestal ubican las acciones, como no tala, recolección de basura y reforestación, además de “… no dejar que los animales pasten cerca de los manantiales”, “no quemar, no sacar tierra y ni piedra”, “no permitir a los turistas mal uso del bosque”, y “contribuir con faena comunitaria” (datos de encuesta, 2016). Por lo que un 91% está dispuesto en aportar a la realización de actividades de conservación, y un 65%, voluntariamente; comentando que están constantemente contribuyendo a las faenas (como limpieza de barrancas) que son obligatorias para los comuneros, y en conjunto influyen en el bienestar comunitario.
Rigurosidad de datos del MCP de agua
A partir de los resultados de las muestras de agua procesadas en laboratorio (Anexo 2), se puede constatar que prácticamente no se observa variación entre la calidad del agua en las fuentes de abastecimiento (dos manantiales y un arroyo) y en la parte urbana de la comunidad, en cuanto a sus características físico-químicas. Los rangos de parámetros observados fueron: K=1.08-2.2 mg/l, Mg=1.482.67 mg/l, Mn=0.023-0.071 mg/l, Na=2.7-5.06 mg/l, Si=8.91-18.83 mg/l, Cl=0.58-0.90 mg/l, NO3-=0.63-1.05 mg/l, SO42-=3.85-4.82 mg/l. Tampoco hubo diferencias para los parámetros de pH=7.1-7.2, conductividad eléctrica=55.1-92.3 µS, entre otros, y solo la temperatura del agua resultó restante, con 21.3° C en laboratorio (más alta por la transportación de las muestras), lo que se encuentra dentro de la normatividad mexicana para el agua de consumo humano (NOM-127SSA1-1994; DOF, 2000).
Las concentraciones de E. coli (0-1266 UFC) y otras bacterias (33-3433 UFC) se hallaron con una mayor presencia en los sitios monitoreados en la parte urbana de la comunidad. Lo que, sin duda, preocupa por su seguridad alimentaria y requiere de implementación urgente de medidas de purificación del agua. Pero, en general, los datos obtenidos de la calidad del agua en laboratorio, no se diferencian (se complementan) de los parámetros físico-químicos medidos en el campo, que puede indicar el cumplimiento de los protocolos de muestreo por los monitores y confirma la rigurosidad de datos obtenidos por el MCP y se vincula con la utilidad del monitoreo como alternativa para observaciones ambientales continuas.
DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES
A partir del MCP del agua desarrollado en 2015-2017 en la comunidad de Ajusco, se observó que la calidad del agua en las fuentes de abastecimiento de la comunidad (dos manantiales y un arroyo) y en la parte urbana (23 domicilios y dos tanques almacenadores) presentaron las mismas características físico-químicas, calificadas como aptas para consumo humano dentro de la normatividad mexicana (NOM-127-SSA1-1994; DOF, 2000). Existe la preocupación en el caso de las colonias E. coli y de otras bacterias, por su presencia en el arroyo y varios sitios dentro de la comunidad. En relación con esta problemática habría que tomar medidas de acción urgentes para el control de la contaminación, no solo al interior de la comunidad, sino en conjunto con otras comunidades y ejidos, para establecer sinergias en cuando a actividades productivas que implican impacto sobre los SEH, tal como lo comentan Flores-Díaz et al. (2018).
Por otro lado, es importante considerar medidas de conservación en la parte forestal a largo plazo por el alcance regional de los SEH de provisión y regulación que ofrece este territorio (Zabala et al., 2017); esto implica la realización de las actividades establecidas dentro de los programas de compensación por SEH, como el PSAH federal o mecanismos locales (Perevochtchikova, 2016). Para la medición de sus efectos se podría apoyar en el MCP, que permite involucrar la población local, minimizar los costos de inversión y mantenimiento, sin disminuir la calidad y cantidad de los datos obtenidos (Deutsch y Ruiz-Córdova, 2015). En este sentido, el ejercicio realizado en la comunidad Ajusco confirma que la calidad del agua de las muestras de laboratorio correspondió al análisis realizado in situ, lo que corrobora la rigurosidad de los datos del MCP, siempre y cuando se realice y se mantenga la capacitación de monitores, el seguimiento estricto del protocolo y el acompañamiento colaborativo de campo (Cohn, 2008).
La parte importante en el proceso de la identificación de procesos naturales bajo esquemas del MCP es el establecimiento de la “línea base” (baseline) para poder determinar las modificaciones y así detectar cambios abruptos (Barnes et al., 2013), que, en el caso de la comunidad de Ajusco, pueden ser referidos al trabajo de Zabala et al. (2017). Con esta línea histórica de calidad y cantidad del agua determinada, construida con base en registros oficiales (DGCOH-GDF, 1999; SACM-GDF, 2003) y, ahora con la experiencia de dos años de la comunidad, se puede continuar con un esquema de mediciones del agua que se adapte a las necesidades emergentes de la comunidad, e incluso puede cambiar de enfoque o periodicidad de datos a tomar.
En cuanto a la toma de decisiones a partir de la información generada sobre la calidad, la cantidad y el servicio del agua en un territorio; tal como lo comentan Danielsen et al. (2010), este proceso puede tardar de 3-12 meses a 3-9 años (dependiendo de la escala de acción), desde su formulación hasta la implementación de medidas. Esta situación compleja se da porque en la gestión y la planeación territorial siempre se involucran diversos actores que se rigen bajo diferentes intereses (Danielsen et al., 2005; Reutebuch et al., 2008). Lo mismo se ha observado en la comunidad de Ajusco en cuanto al proceso de la generación del conocimiento dentro del MCP sobre recursos hídricos que llevaba varios años y la comunicación apenas estaba en sus inicios, pero, depende completamente de las prioridades y la voluntad de la representación comunitaria en curso (Perevochtchikova, 2016).
Es de notar que, el éxito del MCP, como lo comentan Barnes et al. (2013), García y Brown (2009), Lawrence (2006), Danielsen et al. (2010), depende de múltiples factores y el compromiso de los actores involucrados. En específico, es importante contar con un financiamiento inicial para realizar la capacitación de los monitores y la adquisición del equipo y materiales, pero también es importante trabajar en la comunicación y la educación ambiental para promover la formación de la conciencia ambiental y cohesión social en el grupo monitor y en la comunidad. Esto permitiría evitar las situaciones de la falta de interés de los monitores, su fluctuación (a cuadros sin preparación previa), y atender a tiempo el cambio de prioridades, los intereses o las problemáticas emergentes (Flores-Díaz et al., 2013, 2018; Burgos et al., 2013; Perevochtchikova et al., 2016). Pero, además, influenciaría el proceso de cambio del MCP de consultivo y funcional (solo aprovechando la participación ciudadana en la obtención del dato) a colaborativo y transformativo, cuando la sociedad se empodera del proceso de la generación del conocimiento, y toma decisiones con base en la información obtenida para planeación territorial, uso y aprovechamiento de recursos naturales (Lawrence, 2006).
En este sentido, en el caso de la comunidad de Ajusco, se observó una predisposición inicial para la capacitación en el MCP del agua y el compromiso de los monitoreos a corto plazo, que implicó una adaptación del esquema de monitoreo a necesidades propias de la comunidad. Los resultados del trabajo presentado permitirán determinar las medidas de control de la contaminación en las fuentes de abastecimiento y en el trayecto del agua a los domicilios de la comunidad, pero también aportarían la información importante para la planeación territorial y la mejora del bienestar comunitario (en v í nculo al servicio del agua). Además de contar con un instrumento de autogestión que podría usarse para atender otras problemáticas (Fernández Jiménez et al., 2008; Dickinson et al., 2012); como, por ejemplo, en expandir la experiencia del MCP del agua a otras comunidades para el estudio de efectos de instrumentos de política pública ambiental implementados en el SC de la CDMX, o a otros aspectos ambientales (biodiversidad, reforestación, regeneración natural, suelo) y socio-culturales (tradiciones, usos y costumbres) que podrían ser observadas y documentados para el empoderamiento comunitario y la toma de decisiones locales (Conrad y Hilchey, 2011).
Por otro lado, la participación ciudadana en la generación de la información ambiental (Danielsen et al., 2005, 2010; Conrad y Hilchey, 2011; Dickinson et al., 2012), en el contexto de la expansión urbana, podría ser útil para el desarrollo de los instrumentos gubernamentales de planeación territorial y programas masivos de conservación a escala regional (Cohn, 2008). En situaciones de carencia presupuestaria para la implementación de programas forestales, el mecanismo de MCP podría transformarse en esquemas efectivos de monitoreo y vigilancia ambiental, con base en el manejo de técnicas sencillas, pero rigurosas científicamente hablando, de observación ambiental (Rojo Negrete, 2018). Por último, el MCP tiene un potencial para ser incluido en el diseño y la implementación de los instrumentos de política pública, como el ordenamiento ecológico territorial, los inventarios forestales, los programas de pago por servicios ambientales, entre otros.