Las cartografías sociales, como aquellas aproximaciones cartográficas que integran las formas de entender y vivir el mundo de las comunidades y grupos sociales que las producen, se han convertido en una herramienta importante en la lucha de poblaciones latinoamericanas para defender su territorio frente a la desposesión y el extractivismo. Estas cartografías han sido tanto formas de producir conocimientos sobre territorios y paisajes como elementos útiles para las comunidades en sus luchas por el reconocimiento territorial. Como artefactos políticos, los mapas están limitados a su construcción bajo lógicas espaciales cartesianas, que no necesariamente reflejan las formas de entender y vivir los territorios por parte de las comunidades, por lo que la participación o conducción por parte de estas en la producción de mapas ha generado nuevas formas de representación y compartición de conocimientos sobre el territorio y paisajes (Barragán-León, 2019). Su utilización y aplicación ha generado debates en torno al uso del conocimiento producido; así, diferentes formas de cartografías sociales han servido como instrumento en los esquemas de desarrollo y de las luchas territoriales de las comunidades lo que demuestra la diversidad de aproximaciones que han tenido en la región latinoamericana.
Radical Cartographies presenta una serie de reflexiones sobre las cartografías sociales, más allá de las formas convencionales del mapeo participativo, proponiendo las “cartografías sociales radicales” como una nueva fase en la producción de representaciones territoriales. Un nuevo horizonte que considera estas nuevas prácticas en las luchas por la justicia territorial, epistémica, comunitaria, etc. Y se caracteriza por la amplia diversidad de propósitos y técnicas que amplían, más allá de los mapas participativos, las cartografías sociales como una opción para contrarrestar las formas estatales de producción cartográfica (Sletto, 2020). Como menciona Charles Hale en el epílogo del libro, lo radical refiere al énfasis en “formas de autodeterminación tanto de largo tiempo como emergentes que las cartografías sociales ayudan a producir, refinar y justificar” (Hale, 2020, p. 219). El volumen busca dar voz a las experiencias y prácticas sobre las posibilidades de las cartografías radicales sociales al mismo tiempo que se reflexiona sobre las “limitaciones de las tecnologías como formas cartesinas de comprender el espacio” (Sletto, 2020, p. 6). De manera que, como menciona Joe Bryan (2020), en el comentario final del volumen, estas cartografías radicales buscan proliferar las diferencias, en lugar de una tendencia universalizadora que homogeneice y establezca parámetros únicos entre personas y lugares.
El libro es producto del trabajo de académicos, intelectuales, activistas y practicantes de las cartografías sociales y se originó en un taller sobre mapeo participativo, cambio climático y derechos sobre los bosques en la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia en 2011. De esta experiencia surgió la idea de realizar el presente volumen y en subsecuentes talleres en la Universidad de Texas en Austin se discutieron los trabajos para el presente volumen y se reflexionó de manera crítica sobre las prácticas de cartografía participativa (Sletto, 2020).
El libro recoge los trabajos y reflexiones de investigadores y activistas que han trabajado en cuestiones relacionadas a las cartografías en diversas áreas de Latinoamérica. Los editores del volumen, Bjorn Sletto, Alfredo Wagner Berno de Almeida, Joe Bryan y Charles Hale, han realizado investigaciones con y sobre cartografías participativas a lo largo de las últimas décadas desde acercamientos críticos que han abierto espacios de reflexión sobre el devenir de esta práctica cartográfica y su influencia en las comunidades y paisajes donde se implementan. La variedad de regiones desde donde los autores de los capítulos exploran el mapeo social abona a la discusión de las diferencias que las enriquecen y les otorgan su posibilidad de transformar territorios. Así, los trabajos exploran experiencias desde México, Brasil, Colombia, Ecuador (particularmente en la zona amazónica), Chile (en el territorio mapuche), Perú (igualmente en la región amazónica), Argentina (en el territorio mapuce) y Venezuela.
El libro presenta 11 casos de experiencias con la cartografía social divididos en tres secciones. El primero examina formas de concebir el espacio, lugar y paisaje a través de los mapas y de las críticas a las formas estandarizadas de mapeo participativo. Por ejemplo, en el caso de México, Melquiades (Kiado) Cruz presenta una reflexión en torno a la experiencia de las comunidades del Rincón Zapoteco en Oaxaca frente a un proyecto de cartografía participativa que terminó en un acto de geopiratería financiado por el ejército de los Estados Unidos. De esta experiencia el autor cuestiona el sentido de los mapas, reflexiona sobre la apropiación de las cartografías para servir a los propósitos de las comunidades y la necesidad de transgredir representaciones cartográficas tradicionales. El autor enfatiza la oralidad, como un aspecto que “representa la multiplicidad de temporalidades y memorias que son lo suficientemente flexibles para crear una narrativa colectiva de la comunidad, una cartografía de su historia, un mapa del tejido comunitario” (Cruz, 2020, p. 22). Los siguientes dos capítulos examinan, por un lado, la “poligrafía social” en la construcción de solidaridades a través del mapeo con comunidades en el caso de Colombia y por el otro, la experiencia de mapeo participativo para el reconocimiento de tierras de pueblos indígenas frente a proyectos de infraestructura en Venezuela.
En la segunda sección cuatro capítulos se centran en las posibilidades que las prácticas cartográficas abren para hacer frente al extractivismo y formas de desposesión a través de la lucha por el reconocimiento de los derechos territoriales de las comunidades. El primero analiza las “confrontaciones cartográficas” en las que las comunidades se han visto envueltas al enfrentarse a las políticas extractivistas, particularmente de petróleo, en la región amazónica del Perú, señalando las profundas diferencias entre prácticas de mapeo desde el Estado y las basadas en las prácticas de las comunidades indígenas. En el capítulo “Mapuche Cartography. Defending Ixofillmogen” los autores discuten su experiencia en la construcción de cartografías sociales y un lenguaje mapuche cartográfico, basado en los conceptos del espacio geográfico y vida del pueblo indígena, y su uso frente al proyecto de infraestructura hidroeléctrica que afecta a varias comunidades. Los restantes dos capítulos se centran en las experiencias de etnocartografías con comunidades kichwa, en Ecuador, y los procesos políticos que de ello emergieron, y las experiencias de cartografía social en comunidades afrodescendientes en Colombia, a través de las cuales la autora reflexiona sobre los alcances, limitaciones y las posibilidades que abre esta aproximación cartográfica para generar visiones colectivas para las comunidades.
La última sección presenta cuatro capítulos enfocados en experiencias cartográficas en el sur del continente, entre Brasil y Argentina. Los capítulos exploran los horizontes que las nuevas prácticas cartográficas abren, por ejemplo, desde el proyecto de la Nueva Cartografía Social, donde Alfredo W. Berno de Almeida propone metodologías innovadoras y un entendimiento de la pluralidad de formas de entender y vivir el mundo. De manera que lo “nuevo” refiere al continuo cambio y movimiento en el que los mapas son entendidos como procesos políticos críticos en la defensa de derechos territoriales. Vinculado a este proyecto cartográfico, el siguiente capítulo examina el caso de comunidades indígenas urbanas y el uso de las cartografías sociales para el reconocimiento, pero también la negociación interna de conflictos. En este mismo tenor el capítulo de David Pereira Junior examina el caso de la cartografía social en comunidades quilombola como formas de enfrentar las representaciones hegemónicas que han invisibilizado su territorio, sus derechos y conocimientos, especialmente en áreas afectadas por una base espacial, así como su papel como investigador y miembro de la comunidad. Por último, esta sección incluye un capítulo en que la autora, María Laura Nahuel, explora “el mapeo participativo cultural” como otra forma de representación territorial de su pueblo mapuce, en Argentina, que emerge desde las epistemologías propias de las comunidades y que aboga por su descolonización
Radical Cartographies presenta una amplia diversidad de aproximaciones a las cartografías sociales y nos adentra en nuevas formas y prácticas donde las comunidades, activistas e investigadores modifican los mapas en nuevas opciones para transformar territorios y comunidades. Asimismo, diferentes capítulos refieren a la trayectoria por la que esta reelaboración y transgresión de la cartografía ha transitado por varias décadas en la región latinoamericana, siendo de esta manera un referente para comprender las genealogías de las cartografías sociales. El libro se enfoca, dentro de la literatura de los mapas participativos, en los aspectos prácticos y teóricos, en los nuevos horizontes, así como en las limitantes que viene arrastrando en su devenir.