INTRODUCCIÓN
Definir conceptualmente al espacio rural resulta una tarea compleja que ha dado lugar a la producción de interesante literatura procedente de diversas disciplinas sociales. La revisión de algunos autores (Sili, 2002 y 2004; Sili, Guibert y Bustos Cara, 2015; Ares, Mikkelsen y Rodríguez, 2022) permite expresar que dicho espacio se caracteriza por una baja densidad poblacional, un desarrollo de actividades estrechamente ligadas a los bienes naturales y un vínculo directo con la tierra. Estadísticamente, en Argentina el espacio rural es definido a partir de un umbral demográfico que identifica por debajo de los dos mil habitantes a la población rural y por encima de este valor, y con ciertas características de agrupamiento, al espacio habitado por la población urbana (INDEC, 2001).
Desde 1990, en la academia se refiere a un giro en el modo de estudiar y comprender al espacio rural y a la ruralidad (Alvarado-Sizzo y Costa, 2019). Dicho giro se asocia al pluriempleo, la protección ambiental y la interacción con la urbanidad, dejando de lado el debate agrarista para centrarse en el ruralista. Tal como lo expresa Gaudin, se plantean múltiples enfoques de tratamiento de la ruralidad: el de brechas, el poblacional, el funcional, el del continuo rural-urbano y el territorial. Por tanto, la ruralidad debe ser entendida como un sistema complejo, compuesto por sectores productivos, tradiciones, culturas y hábitos sociales (Gaudin, 2019).
La explicación a la reestructuración conceptual precitada se asocia con cambios en las formas de funcionamiento del sistema global y el rol asignado a lo urbano y rural. Teubal (2001) explica estas modificaciones de la mano del avance de las lógicas del mercado, la intensificación del dominio del capital sobre el agro y el arribo de la agricultura industrial o científica; aspectos que se hacen observables en el incremento de los vínculos por el aprovisionamiento de alimentos, rol tradicional del espacio rural, sumado a la prestación de servicios y bienes vinculados al uso y disfrute de los recursos naturales y culturales a través de lugares de recreación y turismo, en un nexo de fuerte terciarización. Tal como mencionan Sanz y Rodríguez Fajardo (2021), a partir de la devaluación de la moneda argentina en 2002, surgieron problemáticas por la facilidad de acceso internacional a nuestros recursos y la puesta en valor de nuevas tierras para usos asociados a la producción agropecuaria, la explotación minera y el auge del turismo relacionado al ambiente y lo alternativo.
Ante tal contexto, la propuesta de este trabajo consiste en analizar desde el punto de vista espacial la variación del turismo y la recreación en el espacio rural de Argentina, empleando para ello como fuente de información los Censos Nacionales Agropecuarios (CNA) 2002 y 2018, relevados por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC). Se comparan e interpretan los resultados censales a partir del nivel subprovincial y de las distintas variables que refieren al turismo y la recreación que se ofrecen desde las explotaciones agropecuarias (EAP), o unidades estadísticas de estos censos particulares. El abordaje de esta temática no solo resulta del análisis de las fuentes enunciadas, sino también de la revisión de literatura especializada. A nivel operativo, se emplea un Sistema de Información Geográfica (SIG) de libre acceso. El trabajo se organiza en cuatro apartados, correspondientes al debate teórico-conceptual, la fase operativa, la presentación de los resultados y las conclusiones.
NOTAS PARA UNA DELIMITACIÓN CONCEPTUAL
Ante la difusión que durante las últimas décadas cobraron conceptos como turismo rural y agroturismo, en este apartado se presentan los argumentos que conducen a la decisión de utilizar una expresión genérica como la de ‘actividad turística y recreativa en el espacio rural’. Esta elección tiene que ver con la fuente de datos a la que se recurre para responder a nuestro objetivo, es decir, los CNA de 2002 y 2018.
Como corroboraron Rodrigues Ferreira y Sánchez-Martín (2022), el debate acerca del turismo rural, el agroturismo y otras modalidades turísticas que tienen lugar en los espacios rurales sigue abierto, en tanto existe disparidad de conceptualizaciones que pueden complementarse o contraponerse. De acuerdo con la revisión sistemática de literatura de origen internacional llevada adelante por estos autores, en el caso del turismo rural y el agroturismo “queda patente cierta indefinición en la frontera que separa ambas actividades” (2022, p. 244), incluso elementos que en un determinado lugar se atribuyen a una de estas modalidades, se conciben como parte de la otra modalidad en un contexto diferente.
No obstante, a pesar del despliegue contemporáneo de opciones turísticas y recreativas en los espacios rurales como resultado de procesos vinculados al desarrollo rural local y el retorno a la tierra (Manzanal, 2006; Nates Cruz y Raymond, 2007), estos espacios siempre fueron testigos del acontecer ligado al ocio. Más aún en Argentina, donde, desde los inicios de la práctica turística, determinados fragmentos rurales dieron acogida a las jornadas de excursión de quienes provenían de las grandes ciudades o devinieron en lugares de residencia temporal para la aristocracia urbana (Monteverde, 2015). En palabras de Torres, Pastor, Grosso y Scoones, “Las casas de campo constituyeron una primera alternativa para el descanso semanal o estival, secundada por las quintas en la periferia inmediata de las ciudades” (2018, p. 8).
Según Rodrigues Ferreira y Sánchez-Martín (2022), el turismo rural alude a una modalidad turística genérica, abarcadora de la ruralidad en sus múltiples aspectos. No obstante, en trabajos como los de Such Climent y García Carretero (2001) y Nogar y Capristo (2010) se explica que no cualquier servicio asociado al ocio brindado en espacios rurales vale para su denominación como turismo rural. Existe una diferenciación conceptual básica entre las nociones de turismo en el espacio rural, donde el espacio geográfico actúa simplemente como un soporte para las actividades turísticas y recreativas, turismo rural propiamente dicho y agroturismo.
De acuerdo al último conjunto de investigaciones que se citaron, la categoría turismo rural corresponde a los casos en los cuales el turismo y la recreación transcurren fuera de las EAP, en espacios donde hay mayor probabilidad de interactuar con la variabilidad de actores sociales que conforman a una población local, como, por ejemplo, visitando pueblos o parajes rurales, antiguas estaciones de ferrocarril o almacenes de ramos generales. En lugares de este tipo, los servicios ligados al ocio pueden constituir alternativas para la generación de empleo, la retención de jóvenes, la disminución de las desigualdades socioeconómicas de la población y la revalorización de la cultura local.
Por su parte, el agroturismo se suele reconocer como la parte del turismo rural que está estrechamente vinculada al sector agropecuario. Refiere a la unión entre turismo, recreación y agricultura, ganadería y producción forestal, a partir de actividades de entretenimiento y educación realizadas en establecimientos rurales privados (Gil Arroyo et al., 2013, en Rodrigues Ferreira y Sánchez-Martín, 2022). En estos casos, se puede decir que la inversión es realizada desde una unidad de producción y de ella no escapan los ingresos (Nogar y Capristo, 2010).
Si bien las enunciaciones del párrafo precedente delimitan al concepto agroturismo, también se prestan a discusión dado que no necesariamente en todos los establecimientos agropecuarios de particulares la oferta turística o recreativa guarda relación estricta con el sector primario. En el trabajo de Rodrigues Ferreira y Sánchez-Martín (2022) se indica que la localización del alojamiento, dentro o fuera de una EAP, y el producto turístico, sustentado o no en actividades agrarias a partir de la participación u observación de procesos y tradiciones locales, marcan las principales diferencias entre agroturismo y turismo rural. No obstante, la realidad es más compleja, ya que existen unidades de producción que reciben visitantes por motivos como el aprovechamiento y la readaptación de infraestructura ociosa posicionada frente a paisajes naturales valorados turísticamente, o la inclusión de sierras dentro de sus establecimientos, aspectos que puede incitar actividades como el trekking, el campamentismo y la fotografía.
En resumen, si se tiene en cuenta que “el agroturismo debe entenderse de forma más restrictiva y válida para los casos en que la actividad agrícola es el elemento de la motivación turística” (Rodrigues Ferreira y Sánchez-Martín, 2022, p. 250), la fuente de datos que se emplea en esta investigación sobrepasa dicho concepto, dado que contiene entre sus indicadores al total del EAP con oferta de pesca, o, incluso, al total del EAP con oferta de recreación sin participación en tareas de campo. Contrariamente, ante la consideración de la EAP como unidad estadística de los censos agropecuarios, hecho que implica tener presente a una figura física o jurídica en el rol de productor agropecuario a cargo, la fuente utilizada parece quedarse corta ante la categoría de turismo rural, idónea para casos en los cuales la organización y ejecución de las actividades turísticas y recreativas son llevadas adelante en términos societales, o por la comunidad rural en conjunto (Nogar y Capristo, 2010).
SOBRE LOS CENSOS NACIONALES AGROPECUARIOS
Las fuentes de información empleadas para responder al objetivo propuesto son los CNA de 2002 y 2018. Si bien el INDEC desarrolló otro operativo en 2008, solo los anteriores permiten abordar al sector agropecuario de manera integral (Azcuy Ameghino y Fernández, 2019) y comparar datos de índole turística y recreativa. De acuerdo con Román y Ciccolella (2009), fue la importancia adquirida por el turismo en el espacio rural durante los años previos al CNA 2002 lo que llevó a incorporar algunas variables relativas a él en las cédulas censales.
El CNA es el operativo más relevante y exhaustivo del sector agropecuario, base fundamental para el desarrollo de un sistema integrado de estadísticas agropecuarias. De acuerdo con el INDEC, “Constituye la única fuente de información que proporciona datos actualizados de la realidad con un eximio nivel de desagregación socioeconómica y geográfica” (INDEC, 2021, p. 11).
Respecto a este último punto, los datos que se utilizan en este artículo se hallan ajustados a la subdivisión territorial de segundo orden de Argentina, denominada en todas las provincias como departamentos, a excepción de la provincia de Buenos Aires, donde históricamente se conocen como partidos. En conjunto, la matriz de datos manejada constó de 512 unidades espaciales.
Los totales distritales refieren a la unidad estadística de los CNA, que es la EAP. Esta se define como una unidad de organización de la producción que cuenta con una superficie no menor de 500 m2 y se ubica dentro de los límites de una misma provincia, independientemente del número de parcelas que la integren. La EAP reúne los siguientes atributos: producir bienes agrícolas, pecuarios o forestales destinados al mercado; tener una conducción única que ejerce la gestión, recibe los beneficios, asume los riesgos y, por lo tanto, tiene un único tipo jurídico, y utilizar en todas las parcelas que la integran algunos de los mismos medios de producción de uso durable y parte de la misma mano de obra permanente.
En lo que concierne al CNA 2018, Azcuy Ameghino y Fernández (2019) indican que representa una base de datos valiosa para actualizar el conocimiento sobre el sector agropecuario, aunque reconocen que, a nivel operativo, contiene “algunos puntos oscuros en cuanto a la ejecución del registro” (2019, p. 5). Pese a ello, los resultados generales revalidan la tendencia a la concentración económica basada en la disminución de la cantidad de pequeñas y medianas EAP.1
Tanto en 2002 como en 2018, los indicadores en común referidos al turismo y la recreación son: total de EAP con límites definidos con turismo rural, total de EAP con actividad recreativa de caza, pesca, participación en tareas de campo y no participación en tareas de campo, total de EAP con hospedaje y número de plazas,2 según departamento y partido.
RESULTADOS
Con inicios aproximados a fines de los años 1980, algunas estimaciones realizadas en Argentina situaban entre mil y mil quinientos los emprendimientos rurales que ofrecían servicios turísticos y recreativos (Torres et al., 2018).
La Tabla 1 muestra que durante el período en análisis se incrementó la oferta de establecimientos en un 30%, lo que se traduce en una incorporación de 325 unidades de producción al sector de servicios turísticos y recreativos, a un promedio de 20 o 21 EAP por año. Tomando de referencia los trabajos de Román y Ciccolella (2009) y Sili, Guibert y Bustos Cara (2015), la oferta de establecimientos reúne a las categorías: estancia-finca, bodega-viñedo, chacra-granja, emprendimiento de turismo activo y de turismo rural comunitario. A excepción del número de unidades de producción que incluyen caza y pesca como alternativas de recreación, el resto de las variables recabadas, relacionadas con otras actividades recreativas y hospedaje, presentan alzas. No obstante, la cantidad de establecimientos que brindan la posibilidad de participar en tareas de campo como alternativa de entretenimiento resalta sobre el resto de los indicadores por su destacado crecimiento.
CNA | Total de EAP |
Total de EAP con actividades turístico- recreativas (*) |
EAP según tipo de actividad | Hospedaje | |||||
Caza | Pesca | Recreación | Otras | EAP | Plazas | ||||
Con participación en tareas de campo |
Sin participación en tareas de campo |
||||||||
2002 | 333 533 | 1086 | 144 | 217 | 296 | 414 | 193 | 407 | 5768 |
2018 | 250 881 | 1411 | 92 | 162 | 577 | 538 | 275 | 495 | 7085 |
2002-2018 | -24.7 | 29,9 | -36.1 | -25.3 | 94.9 | 30.0 | 42.5 | 21.6 | 22.8 |
(*) El total no se corresponde con la suma de los parciales porque los tipos de actividad no son excluyentes.
Fuente: elaboración personal. Datos: INDEC, CNA 2002 y 2018.
Por su parte, la Figura 1 muestra la cantidad de unidades de producción que incluyen actividades turísticas y recreativas por provincia para ambos censos. Es notable el crecimiento en la provincia de Mendoza, hasta el punto de haber duplicado su oferta y desplazado a Buenos Aires en el rol de provincia con mayor cantidad de unidades agroproductivas vinculadas a lo turístico y recreativo. El resto de las provincias se ubican por detrás de estas dos, aunque en diversas condiciones. San Juan y Jujuy cuadruplicaron su oferta. Al igual que Mendoza; Corrientes, Catamarca y Chaco redoblaron el número de establecimientos. Por su parte, La Pampa, Entre Ríos, Córdoba, Misiones, Santa Cruz y Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur registraron descensos, tal como Buenos Aires. Dentro de este último grupo, La Pampa es la única provincia donde la oferta se contrajo más del 50%.
Total de EAP turísticas y recreativas
Para la representación cartográfica del total de EAP con actividades turísticas y recreativas (Figura 2), se establecieron cinco categorías. El intervalo de clase denominado ‘crecimiento’ engloba a los distritos en los cuales se registró un aumento de la actividad. La ‘estabilidad’ concierne a las unidades espaciales que obtuvieron la misma cantidad de establecimientos en ambos censos. El intervalo ‘disminución’ reúne a las jurisdicciones donde se redujo este tipo de servicios. Por su parte, la categoría ‘sin EAP turístico-recreativas’ se incorpora para señalar una estabilidad distinta a la anterior, ya que refiere a los lugares donde no se registraron durante los operativos censales de 2002 y 2018 unidades de producción abiertas al turismo y la recreación. Por último, se incluye el intervalo ‘sin EAP’, correspondiente a sitios con estructura territorial urbana: la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), partidos del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), como General San Martín, Lanús, San Isidro y Vicente López, partidos del frente marítimo bonaerense, como Pinamar y Villa Gesell, y departamentos que son núcleos de aglomeraciones, como Capital de San Juan y Mendoza.
Para comprender las variaciones entre 2002 y 2018 hay que contemplar el perfil de la demanda. Basándose en estadísticas e indagaciones de organismos especializados, Haag afirma que “casi siete de cada diez turistas que consumen propuestas de turismo rural en Argentina son residentes en el país” (2015, p. 39). El turismo interno y de procedencia urbana representa una importante proporción de los consumidores, debido no solo a la restricción económica que posee gran parte de la población para viajar al exterior, sino también a la política de ampliación de feriados nacionales y días puente con fines turísticos, que se utilizan para viajes de corta distancia y duración (Haag, 2015). Sin embargo, pese a la preeminencia de una demanda nacional, no se debe descuidar la existencia en paralelo de una demanda externa, tanto en formato de excursión como de estadía, que en determinados puntos del mapa ocasiona significativas transformaciones territoriales asociadas al lujo, la estetización y las lógicas del enclave y el extractivismo (Torres et al., 2018).
Entre los distritos que registraron crecimiento, amerita destacar casos en los cuales, se puede decir, surgió la actividad, producto de la inexistencia de unidades de producción vinculadas a lo turístico y recreativo durante el relevamiento del CNA 2002 y su aparición en el CNA 2018. Si bien son 98 las unidades espaciales que comparten esta característica, las mayores manifestaciones de establecimientos se produjeron en Valle Grande (Jujuy), Iruya (Salta), Malargüe (Mendoza) y Sauce (Corrientes). Si bien no es posible profundizar en cada uno de estos departamentos, es importante tener en cuenta causas explicativas. Por ello, a continuación, se toma de ejemplo a Valle Grande, puesto que lidera en esta particularidad, contabilizando cero EAP abiertas al turismo y la recreación en 2002 y 15 en 2018.
Según Troncoso (2016), Valle Grande representa al área de las Yungas (selvas serranas) jujeñas, un lugar que en los últimos años comenzó a ser promocionado como destino turístico remoto y poco explorado, ideal para quienes buscan permanecer al margen de los circuitos de concurrencia masiva, localizados, por ejemplo, en el caso de Jujuy, sobre la Quebrada de Humahuaca (Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO). A partir de las últimas décadas del siglo XX, comienzan a perder peso actividades productivas tradicionales, como la producción azucarera (Troncoso, 2016). En vinculación a este proceso, como la zona continúa estando enlazada a un imaginario geográfico de exuberancia y alejamiento (Troncoso, 2016), la misma parece haber empezado a ser aprovechada turísticamente por varios de los propietarios de las tierras.
Así como en algunos departamentos y partidos parece que surgió la actividad, en otros creció, pero sobre la base de una oferta ya existente en 2002. En este caso, son 93 las unidades espaciales que cumplen con esta característica. No obstante, los distritos mendocinos de San Rafael y Luján de Cuyo registraron un aumento que sobresale del resto, pasando de 11 EAP con turismo y recreación en 2002 a 46 en 2018, el primer caso, y de 12 a 41, el segundo.
El avance de esta clase de emprendimientos en la provincia cordillerana de Mendoza se explica por las decisiones y acciones de actores del sector público y privado; nacionales y extranjeros. Tal como reflejan Torres et al. (2018) en su estudio sobre el Valle de Uco, integrado por los departamentos de Tupungato, Tunuyán y San Carlos, los cuales también denotaron crecimiento de la actividad, el turismo en esta zona adquiere dos modalidades principales. Por un lado, el turismo enológico, desarrollado en viñedos y bodegas, muchas de ellas propiedad de capitales extranjeros y que apuestan a un turismo de lujo, basándose en la modernización y estetización de la vid, cultivo emblemático de la región cuyana. Por otro lado, el turismo de estancias, que promociona las tradiciones del campo argentino. En conjunto, “Proveen la oportunidad de experimentar, en pocos días y en una misma localización, los íconos más destacados de la cultura argentina” (Torres et al., 2018, p. 25).
Del mismo modo que se destacó el surgimiento de EAP turísticas y recreativas en determinados distritos, amerita también hacer referencia a la contracara de este proceso, correspondiente a lugares donde se registraron unidades de producción vinculadas a estas actividades durante 2002, pero desaparecieron en 2018. En este sentido, pese a ser 74 los departamentos y partidos que revisten esta cualidad, Islas del Ibicuy (Entre Ríos) se presenta como ‘caso anómalo’ a nivel nacional porque el desvanecimiento de este tipo de oferta parte de un valor considerable en 2002, momento en el cual se registraron 17 establecimientos. En realidad, la Figura 2 permite apreciar que esta jurisdicción conforma, junto a otros distritos del Sur entrerriano (Victoria, Gualeguay, Gualeguaychú, Tala y Uruguay), un área de contracción general de la actividad. Pese a la probable insuficiencia en el barrido territorial de la fuente empleada (Azcuy Ameghino y Fernández, 2019), interesa expresar que, aproximados al período del relevamiento censal, Boschetti et al. (2016) reconocían el crecimiento del turismo en Islas del Ibicuy y un 47% de su población rural empleada en el sector de servicios. También se requiere considerar como contexto general que Entre Ríos se encuentra entre las provincias con mayor porcentaje de reducción de EAP entre 2002 y 2018 y que Islas del Ibicuy es el departamento con mayor pérdida relativa de unidades de producción. Mientras que el porcentaje de decrecimiento provincial fue del 36.2 (Azcuy Ameghino y Fernández, 2019), el porcentaje del distrito en cuestión fue del 64.2.
Finalmente, se observa que en 82 departamentos y partidos del país la actividad turística y recreativa llevada adelante en unidades de producción sobrevivió, a pesar de haber reducido la oferta de establecimientos. En este caso, las disminuciones más acentuadas se hallan en los departamentos cordobeses Calamuchita, Punilla y Totoral, más Loventué (La Pampa), Guaymallén (Mendoza) y Güer Aike (Santa Cruz).
Caza y pesca: de la reducción en valores absolutos a la diversidad en términos espaciales
La representación cartográfica de la variación del total de EAP con actividad de caza por departamentos y partidos (Figura 3) muestra una dispersión de las categorías. La unidad espacial que registró mayor crecimiento de la actividad cinegética fue Sauce (Corrientes). Allí, si bien en 2002 no se censaron establecimientos agropecuarios con esta clase de oferta recreativa, en 2018 se contabilizaron nueve unidades. Acompañan a esta jurisdicción otros 30 distritos esparcidos por distintas regiones del país.
En comparación a la situación de crecimiento, la disminución de la actividad cinegética en EAP acapara el doble de unidades de producción. En este caso, fueron los departamentos de La Pampa Loventué y Utracán aquellos que evidenciaron mayor disminución. Aquí es donde se vuelven a manifestar los denominados por Azcuy Ameghino y Fernández (2019) ‘puntos oscuros’ en referencia a probables subregistros o insuficiencias en el barrido territorial. Al tiempo que los resultados del CNA 2018 retratan el decaimiento de esta práctica en La Pampa, pasando de 45 EAP en 2002 a 14 en 2018, la investigación de Comerci (2018), que triangula análisis de fuentes estadísticas provinciales con trabajo de campo, concluye que “se han expandido los establecimientos asociados con la caza y para el año 2017 llegaban a 190 las explotaciones registradas en el rubro y la provincia se posiciona como la primera en cantidad de establecimientos cinegéticos (...) a escala nacional” (2018, p. 75). Los datos censales muestran que Loventué pasó de 18 EAP con actividad de caza en 2002 a ocho en 2018, y que, en el caso de Utracán, se bajó de nueve a dos.
La diferencia de valores entre las dos fuentes mencionadas es considerable. Si bien Comerci (2018) señala que existen diferentes categorías de predios, como los cotos de caza y los campos inscriptos, o incluso distintos perfiles productivos, entre los que se encuentran las EAP medianas y pequeñas y los establecimientos más capitalizados y especializados, muchos de ellos en manos de extranjeros; a ninguna categoría por sí sola podría adjudicarse el dato censal.
Más allá de este punto crítico, se observa correspondencia en lo que respecta a la distribución espacial de la actividad a nivel provincial, ya que los departamentos que presentan EAP con actividad de caza se yuxtaponen en gran medida con la superficie correspondiente al bosque de caldén que integra a la ecorregión del espinal (cfr. Comerci, 2018). Por cierto, esta área contiene los porcentajes más elevados de extranjerización de tierras rurales, proceso asociado a la promoción de la actividad cinegética como negocio e inversión (Comerci, 2018). En parte, la atracción hacia estos lugares radica en las grandes dimensiones que ostentan los predios, lo que a su vez repercute en sensaciones demandadas para este tipo de práctica, como la libertad de desplazamiento y la visión lejana del horizonte (Comerci, 2018).
Por último, se destaca que, si bien en seis distritos se mantuvo estable la oferta de caza, en todos los casos se trata de valores bajos, concernientes a uno o dos establecimientos con esta clase de práctica. En términos generales, con esta categoría ocurre lo mismo en todas las variables.
Al igual que con la caza, la representación cartográfica de la variación del total de EAP con actividad de pesca por departamentos y partidos (Figura 4) muestra dispersión de las categorías entre las distintas regiones del país.
Para el abordaje de esta variable, se rescata la apreciación de Puente (2001), quien señala la ausencia de estudios sobre los aspectos sociales y económicos de la pesca recreativa en Argentina. Basándose en los sitios de pesca, este autor divide al país en cuatro grandes áreas. A continuación, se presenta cada una de ellas, junto al análisis de la distribución espacial resultante de la comparación entre CNA:
1) Provincia de Buenos Aires: pesca marítima, en grandes ríos, lagos y lagunas (Puente, 2001). En concordancia con la evolución general de la actividad a escala nacional, predomina la disminución frente al crecimiento. Partidos de renombre por sus lagunas, como Junín, Chascomús, Castelli, Pila, General Madariaga, General Lavalle, Mar Chiquita, Tornquist, Villarino, Guaminí y Trenque Lauquen, registraron descensos, y en algunos casos no contabilizaron para 2018 unidades de producción con ofrecimiento de pesca recreativa. Por su parte, el crecimiento se produjo en 11 partidos y, dentro de este conjunto, resalta la contigüidad espacial entre los distritos paranaenses San Pedro, Baradero, Zárate y Campana.
2) Provincias patagónicas: pesca marítima, en grandes lagos, lagunas y ríos de montaña (Puente, 2001). Dentro de este agrupamiento se hallan los departamentos que poseen mayor cantidad de unidades de producción envueltas en la actividad de pesca recreativa a nivel nacional. Específicamente, las dos jurisdicciones que registraron el crecimiento más alto entre 2002 y 2018 fueron los distritos neuquinos Los Lagos y Huiliches. Este último se ve representado por Junín de los Andes, localidad promocionada oficialmente como la capital nacional de la trucha.
3) Provincias del norte y nordeste: pesca en grandes ríos, lagunas y esteros (Puente, 2001). En este caso se evidencia una configuración espacial variopinta, con áreas de crecimiento, por ejemplo, en torno al río Bermejo en la provincia de Chaco (departamentos Libertador General San Martín y General Güemes) y los esteros del Iberá en Corrientes (departamentos Ituzaingó y Mercedes), y áreas con menor cantidad de registros que en 2002, por ejemplo, a lo largo del río Paraná, en lugares como Itatí, San Cosme, Goya, Esquina (Corrientes), General Obligado y San Javier (Santa Fe).
4) Provincias centrales y cordilleranas (hasta las patagónicas): pesca en diques, lagos y ríos de montaña (Puente, 2001). Tal como se aprecia en la Figura 4, en el área cuyana y pampeana occidental la pesca recreativa ofrecida en EAP se encuentra desarrollada en menor número de distritos que en otras regiones del país. Malargüe (Mendoza) pasó de no censar establecimientos con esta característica en 2002 a poseer tres en 2018. En contrapartida, Calamuchita (Córdoba) resultó ser uno de los departamentos donde más decayó la oferta, contabilizando seis establecimientos menos que en 2002.
Situándose por fuera del dilema de las fuentes, el notorio decaimiento general del turismo cinegético y de pesca deportiva (rever Tabla 1) puede enlazarse con el viraje global hacia la promoción de un turismo responsable, sostenible y respetuoso con la naturaleza, lo que conduce al alejamiento de formas tradicionales de turismo ahora valoradas como una expoliación del ambiente por ofrecer como alternativa de recreación acciones que implican la lesión, captura y muerte de otras especies. Sobre este punto amplían autores como Fennell y Sheppard (2020) y López López y Quintero Venegas (2021). Mientras los primeros establecen una escala de justicia a partir del estudio de las diferentes posturas éticas vinculadas al uso de animales en el turismo, los segundos realizan un análisis crítico de la relación entre turismo y animales, postulando una geografía del turismo fundada en las perspectivas zooética y poshumanista.
Recreación con participación en tareas de campo: del aumento excepcional a nivel general a la heterogeneidad en el plano espacial
Como se demostró en la Tabla 1, las variables denominadas turismo y recreación con participación en tareas de campo y sin participación en tareas de campo son las de mayor incremento. No obstante, en este apartado se analiza la opción de participación en tareas de campo dado que obtuvo un crecimiento sin igual, registrando en 2018 solo una diferencia de 15 EAP para duplicar su registro de 2002. Además, como bien señalan Román y Ciccolella (2009), si se toma de referencia a esta categoría, se puede hacer un análisis exclusivo de la modalidad agroturismo.
En relación a estos últimos señalamientos, la Figura 5 exhibe que el desarrollo de este tipo de actividad recreativa, expresada en posibilidades tales como cuidar animales, recolectar frutas y flores, ordeñar al ganado y participar en la vendimia, no se halla circunscripto a una sola región. Por el contrario, se trata de una oferta atomizada y dispersa por el territorio nacional. Esta característica contribuye en reconocer la heterogeneidad de opciones agroturísticas que existe dentro de las EAP argentinas, no solo como resultado de la diversidad natural del territorio, variable que influye sobre la caza y la pesca, sino como resultado de aspectos sociales, vinculados a la variedad de producciones regionales y la pluralidad de ruralidades que subyacen hacia el interior del país.
Mientras que en los mapas del apartado precedente sobresalen en términos visuales y de acumulación de unidades espaciales las categorías denominadas ‘sin EAP turísticas con actividad de caza o pesca’, en este caso el protagonismo lo adquiere el intervalo referido al crecimiento. Fueron 178 los distritos en los cuales se registró un aumento en la cantidad de establecimientos con oferta recreativa que involucra algún tipo de participación en tareas de campo. En contrapartida, fueron 103 las jurisdicciones englobadas bajo la categoría ‘sin oferta de recreación con participación en tareas de campo’.
Entre los ejemplos más destacados de crecimiento se encuentran departamentos del Noroeste argentino, como Tafí del Valle (Tucumán), que pasó de registrar dos EAP adscriptas a esta clase de oferta recreativa en 2002 a 12 en 2018, Cafayate (Salta), con cero establecimientos en 2002 y 12 en 2018, Valle Grande (Jujuy), con cero en 2002 y diez en 2018, y Humahuaca (Jujuy), con cero en 2002 y nueve en 2018. Otras unidades espaciales con variaciones similares, pero localizadas en otras regiones del país, son Iriondo (Santa Fe), San Rafael, Luján de Cuyo y Maipú (Mendoza), Libertador General San Martín (Chaco) y Bariloche (Río Negro).
Sobre este indicador, se puede tomar el caso de departamentos con emprendimientos de turismo rural comunitario, como San Carlos y Cafayate (Salta), y Tafí del Valle (Tucumán). Cáceres, Troncoso y Vanevic (2013) revelaron que, en esta zona sur de los valles Calchaquíes, tienen lugar procesos asociativos de turismo alternativo, que promueven un intercambio cultural genuino a partir de una actitud activa, responsable y comprometida del turista hacia el ambiente y la comunidad receptora. Estos territorios integran la Red Argentina de Turismo Rural Comunitario (RATuRC), que promueve la autogestión de las familias campesinas y descendientes de pueblos originarios. Entre las actividades vinculadas a la participación en tareas de campo, se citan prácticas que poseen un fuerte sesgo educativo (Cáceres, Troncoso y Vanevic, 2013), como la elaboración de pan casero, comidas típicas, el corte de alfalfa y el arreo de animales.
Por último, las disminuciones más pronunciadas de la posibilidad de participación en tareas de campo corresponden a dos jurisdicciones misioneras, General Manuel Belgrano y Leandro N. Alem. En ambos casos, se pasó de registrar seis EAP con esta clase de oferta recreativa en 2002 a cero en 2018. Al igual que lo comentado sobre Islas del Ibicuy (Entre Ríos), estos son otros casos que a futuro ameritan mayor investigación.
Variables relativas al alojamiento: más crecimiento general y más mosaicos espaciales
Los últimos dos indicadores analizados a partir de su distribución espacial están vinculados a la variable alojamiento. La Figura 6 exhibe el resultado de la comparación entre 2002 y 2018 de la cantidad de EAP con hospedaje por departamento y partido. Es importante tener en cuenta que no en todas las unidades de producción abiertas al turismo y la recreación se halla la posibilidad de pasar la noche. Si esto se ajusta a criterios formales y definiciones institucionales, como las de la Organización Mundial del Turismo (OMT), que sirven de base para la elaboración de estadísticas y que plantean, por ejemplo, la distinción entre turista y excursionista a partir del hecho de pernoctar o no en el lugar visitado; se podría establecer una clasificación entre EAP turísticas como aquellas que cuentan con servicio de hospedaje y EAP recreativas como aquellas que no incluyen dicho servicio. Esto alumbra un abanico de roles para las unidades de producción, pudiendo adquirir desde un funcionamiento a modo de enclave, en el sentido de espacio que opera de manera independiente y que reduce la necesidad del turista de tener que concurrir al área extrapredial colindante, hasta un papel menor, en tanto sitio de excursión al que se acude para realizar una actividad específica en el marco de un programa turístico cuyo centro de estadía puede ser un paraje rural, un pueblo o una ciudad próxima al establecimiento agropecuario.
El departamento con mayor representatividad en cuanto a crecimiento de la oferta de hospedaje fue San Rafael (Mendoza), el cual en 2018 registró 21 EAP más que en 2002. De acuerdo a la exploración realizada en el sitio web oficial de la Dirección de Turismo de San Rafael,3 bajo el rótulo de turismo rural se promocionan variedad de formas de alojamiento, desde complejos de cabañas, hoteles rurales y fincas de estilo colonial hasta emprendimientos hoteleros vitivinícolas, que incluyen bodegas boutique con partidas limitadas de vinos y ofrecen la posibilidad de celebrar eventos, y ecoposadas de gestión familiar que se basan en sistemas constructivos sustentables de alojamientos adaptados, como por ejemplo contenedores. Por detrás de San Rafael, destacan también por su crecimiento Bariloche (Río Negro), San Carlos e Iruya (Salta).
Por otra parte, los casos que representan la disminución de este indicador son Loventué y Toay (La Pampa), Tornquist (Buenos Aires), Calamuchita (Córdoba) y Gualeguaychú (Entre Ríos). A excepción de Toay, el resto de los distritos ya fueron distinguidos a lo largo de este artículo por manifestar otras disminuciones.
La segunda y última figura referida a la variable alojamiento muestra la distribución espacial de la comparación entre 2002 y 2018 del número de plazas en EAP por distrito (Figura 7). Aquí se debe resaltar al partido de Mercedes (Buenos Aires), puesto que, de no contabilizar unidades en 2002, ascendió a la cuarta posición a nivel nacional en 2018 con 232 plazas, ubicándose por detrás de Bariloche (Río Negro), San Rafael (Mendoza) y Colón (Entre Ríos). Probablemente este aumento no solo se deba a iniciativas de propietarios de tierras rurales que refuncionalizan infraestructura ociosa de sus predios y construyen cuartos de hotel, sino a la gestión política a favor de insertar a este territorio como destino turístico rural y de escapadas de fines de semana, aprovechando su cercanía respecto a la demanda del AMBA, y aprobando para ello toda una oferta recreativa complementaria, compuesta, por ejemplo, por grandes complejos recreativos y piscinas. La contracara de esta situación se ve representada por Calamuchita (Córdoba), ya que en el operativo de 2018 se registraron 252 plazas menos que en el censo de 2002.
Si sobre la matriz de datos trabajada se aplica el coeficiente de correlación de Pearson (r)4 entre este indicador y el anteriormente analizado se obtiene como resultado una correlación fuerte (r = 0,741). Esto demuestra que se trata de dos series de datos que, emparejados, fluctúan en simultáneo y se asocian positivamente, en el sentido que, la mayoría de los distritos, al aumentar o disminuir la cantidad de EAP con hospedaje, también acrecientan o reducen el número de plazas.
CONCLUSIONES
El crecimiento general de la actividad turística y recreativa en los espacios rurales de Argentina es un proceso que tiene que ver con tendencias globales que versan sobre el retorno a la naturaleza, la reminiscencia respecto de espacios de crianza, la preservación de las tradiciones y la visión del turismo como alternativa de desarrollo. Desde hace décadas, este conjunto de servicios viene constituyéndose como un sector importante y emergente de la economía en diversos países, como por ejemplo España, Estados Unidos, Rumania y China (Ruiz-Real, Uribe-Toril, Valenciano y Gázquez-Abad, 2022). Sobre este contexto internacional y panorama nacional previamente retratado hay que añadir las consecuencias, aún no totalmente registradas, de la crisis global ocasionada por la propagación del SARS-CoV-2, ya que, según Hiernaux-Nicolas (2020), plantean una renovación de los imaginarios y las formas de transcurrir el tiempo libre que colocarían en un lugar central a lo rural por su vinculación con la no masividad y la valoración de la proximidad regional.
Si bien dicho crecimiento es un hecho que señala la evidencia estadística oficial, el decrecimiento en determinados sectores del mapa nacional también lo es. Curiosamente, esto no parece ser algo tan investigado o debatido por la academia y la comunidad geográfica, a pesar de un contexto teórico de posturismo que debate el modelo de la practica extractivista y que en este trabajo se hace notorio respecto de la caza y la pesca. Tanto el turismo rural como el agroturismo suelen definirse como alternativas de crecimiento o estrategias frente a contextos productivos advenedizos, pero, por lo menos para el tipo de oferta aquí analizada, parecen no siempre expresarse así.
Interesa destacar que el trabajo representa una mirada parcial, sujeta al uso de una sola fuente, pero que cuenta con la potencialidad del barrido nacional y de mostrar sus resultados a nivel de los distritos en su comportamiento espacial. Por tanto, se consolida como una primera fotografía espacial sobre la cual es posible realizar futuros zooms interpretativos que permitan complejizar el análisis e interpretar al turismo y la recreación en el espacio rural de la mano de otras fuentes y variables. Se hace necesaria la triangulación metodológica, puesto que a lo largo del proceso de investigación llamaron la atención datos que parecen ilustrar situaciones opuestas a la comentada en estudios de caso que aplican trabajo de campo y emplean otras fuentes. En este sentido, y pese a reconocer su valor, se entiende que los ‘puntos oscuros’ del operativo censal de 2018 (Azcuy Ameghino y Fernández, 2019) también afloran al trabajar con la dimensión turístico-recreativa.
Finalmente, en lo que respecta a casos especiales, se puede resaltar que siete departamentos registraron crecimiento en todas las variables analizadas. Ellos son: Diamante (Entre Ríos), Valle Grande (Jujuy), Malargüe (Mendoza), Huiliches y Los Lagos (Neuquén), 25 de mayo (Río Negro) y Tafí del Valle (Tucumán). Contrariamente, diez unidades espaciales siempre evidenciaron disminuciones; a saber: Tapalqué (Buenos Aires), Calamuchita, Punilla y Río Cuarto (Córdoba), Gualeguaychú (Entre Ríos), Loventué (La Pampa), General Pedernera (San Luis), Deseado y Güer Aike (Santa Cruz) y Las Colonias (Santa Fe). La indicación de estos lugares representa un aporte de utilidad para la selección de casos de estudio y la toma de decisiones a través de la focalización e instrumentación de políticas sectoriales.