INTRODUCCIÓN
La creciente publicación de artículos relacionados con el ejercicio de conductas agresivas entre pares dentro del contexto escolar (Postigo, Gonzaléz, Montoña & Oroñez, 2013) muestra la pertinencia de investigar las formas en que los estudiantes interactúan y establecen vínculos entre ellos. Al respecto, se ha descrito el fenómeno del bullying como un desequilibrio de poder en la relación entre pares dentro del contexto escolar, en el cual el estudiante con más poder intimida y acosa intencional y periódicamente a algún compañero con menos poder (Olweus, 1998). A partir de la conceptualización del bullying se identificaron formas de ejercer esta violencia a través de conductas agresivas físicas, verbales y relacionales. En las primeras se encuentra la forma más evidente de agresión, como golpes, empujones, patadas, etcétera. En la categoría de agresiones verbales se concentran los insultos o apodos y, finalmente, las agresiones relacionales, que tienen como objetivo impedir el desarrollo social del estudiante con su grupo, de tal forma que se emplean métodos como la exclusión social o el esparcimiento de rumores sobre algún compañero o compañera (Del Barrio et al., 2008; Valadez-Figueroa, 2008).
Este último tipo de conductas son quizá las más difíciles de identificar, ya que su ejecución es más sutil y muchas veces invisible para las autoridades escolares encargadas del manejo de la disciplina. Su ejercicio se ha asociado principalmente a las mujeres (Reynolds & Repetti, 2010; Simmons, 2006).
De acuerdo con Salmivalli (2010), el bullying es un fenómeno que acontece en un contexto grupal, donde cada uno de los estudiantes tiene un rol específico. Se han identificado a partir de la nominación entre ellos mismos los roles de víctima, agresor y observadores o no implicados. Dentro de este último, se encontraron escolares que evitan los eventos agresivos, otros que participan directamente en el evento, los que refuerzan de manera indirecta las acciones agresivas (con risas, por ejemplo) y, finalmente, quienes defienden a la víctima (Salmivalli, Lagerspetz, Björqvist, Österman & Kaukiainen, 1996). Para algunos autores es importante distinguir dos tipos de víctimas: las pasivas y las activas; las últimas por sus características corren un mayor riesgo de convertirse en agresores más adelante, surgiendo así la categoría de víctima-agresor que describe a un estudiante que ha sido víctima de bullying y que al reaccionar ante cualquier provocación de manera agresiva se convierte en agresor (Estévez, Jiménez & Moreno, 2010). En algunos estudios, el criterio que se utiliza para identificar a los agresores diferenciando a las víctimas-agresores es separando a aquellos escolares que reportaban conductas de intimidación pero que nunca habían sufrido ningún tipo de conductas de bullying (Ayenibiowo & Akinbode, 2011).
Aún es importante profundizar en la investigación de los roles para encontrar una delimitación precisa de estos, ya que algunas investigaciones muestran que los roles no son fijos y se intercambian incluso durante un mismo ciclo escolar (Valadez-Figueroa, 2008). Sekol & Farrington (2010) sugieren que no existen diferencias cualitativas entre las categorías de víctima-agresor y los agresores puros. Sin embargo, otros estudios mencionan que la diferencia radica en las motivaciones (Barragán-Ledesma et al., 2010).
En diferentes trabajos se menciona que la popularidad y la búsqueda de estatus son los principales motivadores para el ejercicio de conductas agresivas hacia los pares dentro del contexto escolar (Buelga, Murgui & Pons, 2008; Estévez, Murgui & Musitu, 2008; Povedano, Estévez, Martínez & Monreal, 2012).
A pesar de que existe un acuerdo en la literatura internacional en la manera que se caracteriza este fenómeno, se ha observado que existen inconsistencias al evaluarlo, sobre todo por los elementos de intencionalidad y temporalidad presentes en la definición de bullying (Vivolo-Kantor, Martell, Holland & Westby, 2014).
Se ha investigado la percepción que tienen estudiantes españoles sobre sus formas de relacionarse y se observó que tienden a legitimar las conductas agresivas como parte de su interacción típica entre pares, principalmente para sentirse parte del grupo (Cuadrado, 2011).
Gómez-Nashiki (2013) menciona que los escolares de los últimos años de primaria, identificados como acosadores, ejercen conductas agresivas hacia sus pares motivados por la atención del grupo que lograrán a través de la transgresión de reglas. Estas conductas son reforzadas por su entorno y forman parte de su imagen ante el grupo. Es por esto que al joven acosador le cuesta trabajo renunciar a las dinámicas agresivas, ya que eso representa una pérdida de poder y un trastrocamiento en su imagen. Con respecto al ejercicio de conductas agresivas de las mujeres, específicamente las agresiones físicas, son valoradas de modo positivo por el resto de sus compañeros.
Por consiguiente, es posible señalar que lo que se busca obtener a través del ejercicio de conductas agresivas es algo simbólico relacionado con el reconocimiento de los otros, que a su vez refuerzan lo que les gustaría ser (García & Madriaza, 2005).
En un estudio realizado con mujeres de secundaria se observó que la razón de sus conductas era la defensa del honor y el prestigio o la defensa ante una ofensa que las descalificara moralmente (Mejía-Hernández & Weiss, 2011).
Cuando se estudia la percepción que tienen los estudiantes, tanto hombres como mujeres, que han observado o recibido agresiones, estos son capaces de identificar la intención de causar daño, de molestar al otro, además de reconocer la posición que gana el compañero que ejerce las agresiones dentro del grupo (Haro-Solís, García-Cabrero & Reidl-Martínez, 2013).
Resulta importante explorar la complejidad de las relaciones entre pares que se desarrollan a través de la presencia de diferentes conductas agresivas, las cuales en ocasiones funcionan para establecer vínculos cercanos entre compañeros, y en otras lastiman y crean entornos violentos dentro del contexto escolar.
Dado lo anterior, en este estudio se planteó como objetivo conocer la forma como se relacionan a través de conductas agresivas estudiantes de una secundaria de la Ciudad de México.
MATERIALES Y MÉTODOS
A partir de la investigación cualitativa es posible conocer y describir cómo son las relaciones entre pares dentro del contexto escolar desde la experiencia de estudiantes de secundaria. De esta forma, se rescata la voz de los actores que viven de manera cotidiana las prácticas que surgen en la interacción entre pares, siendo ellos quienes tienen acceso de forma profunda a los procesos que se generan en las relaciones y que en ocasiones se tornan agresivas.
El primer contacto con la escuela se realizó a través del Departamento de Orientación, y posteriormente se obtuvo la autorización de la Dirección para recolectar la información en dos fases, a través de observación no participante y en cuatro grupos focales.
Técnica de recolección de información
La información fue obtenida en dos fases: 1) observación con implicación parcial y 2) grupos focales.
La primera fase consistió en realizar observación con una implicación parcial (Del Rincón, Latorre, Arnal & Sans, 1995), ya que la interacción con los estudiantes durante la misma fue limitada. Se llevó a cabo durante cuatro semanas dentro del contexto escolar. Se realizaron diferentes visitas a la escuela en el horario matutino, se hicieron diarios de campo de cada visita, y a partir de estos se pudo reconocer el entorno escolar y se pudieron observar ciertas conductas agresivas entre pares, como algunos golpes o burlas durante las clases de educación física y el receso, mismas que no parecían generar molestia en los compañeros. De tal forma, se percibieron como parte de la manera cotidiana de relacionarse entre estudiantes.
Como resultado de la observación y de la revisión de la literatura se generó una guía temática que se sometió a revisión de cuatro expertos en el tema, quienes evaluaron la pertinencia de los temas incluidos, así como las preguntas detonantes en relación con el objetivo planeado. Los principales cambios, posterior a la revisión de los expertos, consistió en generar preguntas detonantes que evocaran relatos y que no indujeran respuestas monosilábicas.
La guía temática quedó conformada con un guion inicial de introducción y los siguientes temas:
Conductas agresivas entre pares dentro del contexto escolar: con este tema se buscó evocar las descripciones de cómo se presentan las conductas agresivas (gritos, insultos, golpes, empujones, exclusión social o humillaciones públicas) en la relación de pares, en qué momentos y bajo qué características del contexto.
Motivos de las conductas: la intención de este tema era conocer a qué se atribuye el ejercicio de conductas agresivas entre pares.
Roles participantes: al evocar este tema se abrió la discusión sobre los roles que participan en el ejercicio de conductas agresivas entre pares.
Norma institucional: con este tema se recolectó información sobre la manera como los jóvenes se relacionan con las reglas y las figuras de autoridad dentro del entorno escolar.
Finalmente, se incluyó un apartado que señalaba la información que se esperaba en cada tema (Montero, 2009).
En la segunda fase se realizaron cuatro grupos focales con estudiantes de ambos sexos de la secundaria. A partir de esta técnica se obtuvo información cualitativa, a través de los jóvenes de secundaria que comparten el mismo espacio y tiempo dentro del contexto escolar. Los grupos focales permitieron discutir temas referentes a las relaciones entre pares, y partiendo de preguntas estratégicas enfocar la conversación de los participantes en cómo son las formas de relacionarse con sus compañeros y amigos dentro del contexto escolar
Participantes
Participaron 40 estudiantes (de 13 a 15 años de edad) de segundo y tercer año de una secundaria ubicada al oriente de la Ciudad de México. 20 participantes, 10 mujeres y 10 hombres presentaban antecedentes de generar conductas agresivas hacia sus pares dentro del contexto escolar, mientras que otros 20, 10 mujeres y 10 hombres no tenían antecedentes de conductas agresivas hacia sus pares y dentro del contexto escolar.
Procedimiento de los grupos focales
Con el apoyo del Departamento de Orientación se identificó a los jóvenes que se invitaría a participar en la investigación. Se explicó a los orientadores del plantel escolar que se buscaba identificar a los estudiantes que generaran constantemente agresiones hacia sus pares como golpes, empujones, burlas, insultos o exclusión social; de esta manera se realizó una lista de hombres y mujeres. Se revisó que en los expedientes de los probables participantes existieran antecedentes de eventos agresivos hacia sus pares dentro del contexto escolar. De esta forma se seleccionaron a 20 participantes. Del mismo modo se pidió al Departamento de Orientación que identificara a 20 estudiantes de ambos sexos que no tuvieran antecedentes de generar conductas agresivas hacia sus pares. Posteriormente, durante las inscripciones para el siguiente ciclo escolar se pidió a los padres de familia de los participantes que se seleccionaron su consentimiento para la colaboración de sus hijos. Se les explicó el objetivo y el procedimiento que se llevó a cabo y se pidió su consentimiento para trabajar con sus hijos. Se obtuvieron 40 consentimientos informados de padres de estudiantes con y sin antecedentes de conductas agresivas.
Se formaron cuatro grupos con 10 integrantes cada uno: 1. hombres con antecedentes de conductas agresivas; 2. hombres sin antecedentes de conductas agresivas; 3. mujeres con antecedentes de conductas agresivas y 4. mujeres sin antecedentes de conductas agresivas.
En cada grupo participó un moderador y un auxiliar que tenía la tarea de registrar información que llamara la atención. Cada grupo se realizó en una sola sesión con duración de 60 min aproximadamente.
Los grupos se llevaron a cabo en la biblioteca del plantel, donde se acomodaron las sillas en círculo, de tal forma que todos los integrantes pudieran verse de frente.
Se iniciaron los grupos focales con la presentación del moderador y del auxiliar; se explicó nuevamente a los participantes que el objetivo de la actividad era conocer su opinión y sus experiencias alrededor de ciertos temas referentes a las formas de relacionarse entre jóvenes de manera cotidiana. En cada grupo se buscó obtener información sobre las siguientes temáticas: 1. conductas agresivas entre pares, 2. motivos de las conductas, 3. roles participantes y 4. norma institucional. Se buscó que todos los participantes dieran su opinión en relación con cada tema. Cada que se abordó un tema, y los estudiantes comentaron su opinión y su experiencia, se incitó a llegar a un acuerdo grupal en relación a cada tópico.
Consideraciones éticas
Se informó a los padres de los jóvenes el objetivo de los grupos focales: conocer mejor las formas de relacionarse entre pares dentro del contexto escolar. Del mismo modo, se enfatizó que la participación era voluntaria y se aseguró guardar la confidencialidad de los datos. También, se aclaró que no habría ningún tipo de consecuencia negativa o positiva en el plantel escolar en relación con la colaboración en los grupos focales. Se les comentó que los resultados serían utilizados con fines de divulgación académica. Antes de iniciar los grupos se acentuó la participación voluntaria y la posibilidad de abandonar el estudio en el momento que se deseara para posteriormente pedir el asentimiento por parte de los estudiantes.
En el desarrollo de los grupos focales, la discusión se llevó en torno a la opinión de los participantes sobre la presencia de conductas agresivas entre ellos. No se buscó que identificaran a algún compañero en particular.
Se realizó un directorio de instituciones que proporcionan atención a jóvenes, el cual se entregó al Departamento de Orientación. Al inicio de cada grupo focal se mencionó la existencia de este directorio y la posibilidad de apoyar en el proceso de canalización de ser requerido por algún estudiante.
Análisis de la información
Cada grupo fue audiograbado y la información fue transcrita de manera textual. Posteriormente se llevó a cabo una condensación de significados. Se leyó cada transcripción de los grupos focales y se identificaron las unidades de significado natural del texto; esto es, los significados que expresaron los jóvenes de manera textual referente a un tema en el desarrollo de los grupos. Se nombraron estas unidades y se organizó temáticamente la información. Finalmente, se simplificó cada unidad temática y se generó una matriz que permitía cruzar la información de estas unidades con cada grupo focal realizado (Kvale, 2011). En las Tablas 1 y 2 se puede observar la matriz utilizada con un testimonio representativo, a manera de ejemplo.
En el presente artículo se habla de la información obtenida en la unidad temática nombrada “Así nos llevamos”.
En todos los grupos focales realizados se hizo referencia al término llevarse, como una descripción de la interacción cercana entre pares, la cual en muchas ocasiones está cargada de conductas agresivas. De este modo, la unidad temática “Así nos llevamos” concentra la información sobre las dinámicas de interacción entre pares a través de conductas agresivas.
RESULTADOS
A continuación, se muestran los resultados de la unidad temática “Así nos llevamos”, describiendo en un primer momento la forma de relacionarse a partir de conductas agresivas de los hombres, los roles que identifican y los motivos de la agresión (Tabla 1), para posteriormente presentar los resultados de los grupos focales de las mujeres (Tabla 2).
¿Cómo se llevan los hombres?
Agresiones físicas y verbales
En ambos grupos de hombres se concluyó que las conductas agresivas verbales y físicas son parte de la forma de llevarse entre ellos; es así como se relacionan, incluso en un vínculo de amistad.
El grupo de hombres que ha generado conductas agresivas habló sobre la interacción con algunas compañeras con quienes se llevan “pesado”. Mencionan que el contacto con ellas es físico, con golpes y patadas, ya sea que solo se trate de una compañera o varias a quienes les hacen bolita . Ante esto, ellos solo se limitan a esquivar y contener los golpes.
La exclusión social
Los hombres que han generado agresiones mencionan que todos se “llevan”, y comentan que aunque los empujones y burlas son parte de la interacción cotidiana entre pares, hay ocasiones en que sus compañeros están de mal humor y perciben estas acciones como agresión. En consecuencia, excluyen a los compañeros que “no toleran” las bromas para evitar ser acusados con algún superior. Sin embargo, también mencionan que se excluye a los otros por conveniencia, independientemente de si se llevan o no como amigos.
El grupo de hombres que no ha generado agresiones hacia sus compañeros menciona que esta dinámica en la interacción de pares no forma parte de un vínculo de amistad, y refieren que cuando se llevan mal con alguien los excluyen o los evitan.
Roles
Para los hombres que no han agredido a sus compañeros es fácil identificar que algunos estudiantes de su grupo son quienes generan agresiones contra los compañeros. También mencionan que las personas que reciben las agresiones no son siempre las mismas, pero que sí han visto que se sienten tristes y sin apoyo para enfrentar la situación. En relación con el rol de observador, comentan que en ocasiones ellos se ríen y en otras prefieren no decir nada a alguna autoridad escolar por miedo a que se desquiten con ellos o por apatía ante la situación agresiva entre pares. En contraste, los hombres que han generado conductas agresivas no refieren estos roles. Mencionan que la mayoría de compañeros del grupo se llevan y que las dinámicas que incluyen insultos y empujones o algunos golpes se dan entre todos. De tal forma que no hay agresores ni víctimas. En cuanto a los observadores, los excluyen para que no los acusen con los encargados de la disciplina de la escuela.
Motivos de las agresiones
El grupo de hombres sin antecedentes de conductas agresivas comentó que la misma conducta podría ser agresiva o no, dependiendo de la forma de llevarse. Cuando se llevan, las conductas que intercambian como insultos o empujones no tienen la intención de lastimar al otro, por el contrario, es una manifestación fraternal. Ello determina si se llevan o no, son las actividades compartidas dentro y fuera del contexto escolar; por ejemplo, pasar los recesos juntos o verse fuera de la escuela para ir al cine.
Para los hombres que ejercen agresiones, los motivos de las conductas agresivas como empujones o apodos son parte de la convivencia fraternal entre todos los miembros del grupo.
¿Cómo se llevan las mujeres?
Agresiones físicas y verbales
Tanto las mujeres que presentan antecedentes de generar agresiones como las que no los tienen coinciden en que los insultos y los empujones están presentes en la interacción cotidiana entre pares. Mencionan que es el vínculo que existe entre compañeras el que determina si estas conductas son parte de una amistad o si es una manera de agredir.
Particularmente, las mujeres que han generado agresiones comentaron que incluso en la amistad hay límites y las conductas agresivas pueden hacer que surja molestia en la relación. Del mismo modo, las mujeres que han generado agresiones mencionaron que interactúan con algunos compañeros “muy pesado” a través de contacto físico como golpes o empujones. Comentan que ellos no responden los golpes porque si les responden ellas tienen conocidos que las defienden.
La exclusión social
De la misma forma, para ambos grupos de mujeres la exclusión social no es un tipo de conducta que suceda entre amigas. En particular para las mujeres que no han generado agresiones, la exclusión es una manifestación de rechazo que sucede frecuentemente después de que hubo un conflicto entre compañeras que antes se hablaban.
El grupo de mujeres que ha generado agresiones apunta que la exclusión social es una herramienta usada cuando algún miembro del grupo no les cae bien, y señalan que en ocasiones pueden incitar al grupo a que las apoyen y se burlen de esa persona.
Roles
Las mujeres que no han generado conductas agresivas reconocen que son algunos miembros de su grupo quienes reciben agresiones de manera frecuente por parte de ciertos compañeros. Estos compañeros o compañeras que inician agresiones también son siempre las mismas. En cuanto a las personas que observan, mencionan que si no dicen nada es por miedo a que los molesten a ellos. También hay algunos compañeros que al observar las bromas siguen la corriente a la burla o a la broma.
El grupo de mujeres que ha generado agresiones coincide en que son algunas personas quienes constantemente reciben y realizan agresiones.
Motivos de las agresiones
El grupo de mujeres que ha provocado agresiones menciona que el motivo por el cual las personas reciben agresiones de manera constante es por no saber defenderse. Y atribuyen esta poca habilidad a tener baja autoestima. Del mismo modo, comentan que las personas que ejercen conductas agresivas seleccionan a las personas que no se saben defender.
Para las mujeres que no han generado agresiones, aceptar un apodo puede ser una forma de iniciar la interacción con los otros, pero con el tiempo puede convertirse en una molestia que se “tiene” que tolerar, “porque el que se lleva, se aguanta”. Al respecto, las mujeres que han generado conductas agresivas mencionan que si no se aguantan no se llevan, y si se llevan se tienen que aguantar.
CONCLUSIÓN
En los resultados de los cuatro grupos focales se puede observar que tanto hombres como mujeres con y sin antecedentes de conductas agresivas concluyen que las agresiones físicas y verbales forman parte del vínculo fraternal entre compañeros. Esto coincide con lo propuesto por Cuadrado (2011), ya que se observa un proceso de normalización de la violencia que se ejerce entre pares. Sin embargo, es importante tomar en cuenta que no en todas las conductas agresivas que se dan entre estudiantes están presentes los elementos de intimidación e intencionalidad, que forman parte de la definición de bullying. Como se mencionó en la introducción, existen inconsistencias al evaluar el bullying en la literatura internacional (Vivolo-Kantor et al., 2014).
Debido a esto, es importante ser cuidadosos al evaluar el bullying a partir de conductas agresivas verbales y físicas. La incidencia de estas conductas puede dar un panorama de las agresiones presentes entre pares, que igualmente son objeto de intervención, pero para la evaluación del bullying es necesario utilizar métodos que permitan identificar la intencionalidad y la intimidación de las conductas.
En cuanto a las agresiones relacionales como la exclusión social, las mujeres con y sin antecedentes y los hombres que no han generado conductas agresivas coinciden en que este tipo de comportamiento no forma parte de un vínculo de amistad y están más relacionadas con la intención de hacerle daño a algún compañero. El grupo de hombres con antecedentes de conductas agresivas menciona que esta exclusión se realiza por conveniencia, dependiendo qué actividad se vaya a realizar, pero no refirieron la intención de dañar al otro. Sin embargo, también realizan la exclusión social como una herramienta de protección a las formas agresivas de relacionarse, relegando a quien creen que puede poner en riesgo esa forma de interacción al acusarlos con alguna autoridad. Esto puede ser una manifestación, como menciona Gómez-Nashiki (2013), de salvaguardar la imagen y el poder ante el grupo de pares.
Del mismo modo, es importante continuar investigando cómo los estudiantes, hombres y mujeres, realizan la exclusión social. Aunque este es un tipo de agresión que se ha relacionado con las prácticas de las mujeres (Simmons, 2006), se puede observar que los hombres también la realizan. Igualmente es importante conocer la finalidad de estas acciones para los jóvenes; mientras que para hombres la exclusión puede ser un método proteger las dinámicas de interacción entre pares, para las mujeres es la herramienta que utilizan para defender su honor (Mejía-Hernández & Weiss, 2011).
De igual modo, para todos los grupos, excepto para el de los hombres con antecedentes de generar conductas agresivas, el vínculo previo y las actividades compartidas fuera y dentro de la escuela les permite identificar quiénes son las personas con quienes se llevan. De esta manera, si comparten actividades y experiencias es probable que una mala palabra represente ese vínculo fraterno, mientas que si no se tiene esta convivencia el mismo insulto resulta una agresión. Los hombres que generan conductas agresivas hacia sus pares perciben que todo el grupo se lleva, por lo tanto para ellos nada es agresión. Por ello, una confrontación se explica, desde su perspectiva, como consecuencia del mal humor temporal de sus compañeros.
Lo mismo sucede con el reconocimiento de roles, ya que para los estudiantes hombres que han generado conductas agresivas estos no existen. En cambio, para el resto de los participantes, hombres y mujeres, es claro que hay un grupo de personas que de manera constante molestan a los compañeros y transgreden las reglas. Incluso, para las mujeres que ejercen agresiones hacia sus pares es posible reconocer los roles, y se justifican diciendo que es una dinámica en la que tienes que entrar y defenderte desde la primera vez que te agreden. Es importante buscar clarificar mejor la manera en como se establecen los roles y si estos cambian, como menciona Valadez-Figueroa (2008), ya que es probable que los estudiantes que provocan las conductas agresivas perciban este intercambio de roles debido a que interpretan como interacciones amistosas las reacciones defensivas de los otros compañeros.
En los grupos de mujeres se concluyó que cuando alguien te agrede solo se tienen dos opciones: no hacer nada o defenderte; si se opta por la defensión se debe asumir que se entra en una dinámica de la que es difícil escapar y se deben tolerar las agresiones constantes porque “El que se lleva, se aguanta”. En caso que se decida no hacer nada, de cualquier forma se tendrán que tolerar las agresiones.
Especialmente la información que surge del grupo de mujeres que ha generado conductas agresivas, coincide con lo que señala Mejía-Hernández & Weiss (2011) en relación con mantener el honor y el prestigio. La información describe cómo las mujeres que han iniciado agresiones reaccionan de forma agresivas inmediatamente ante cualquier provocación, mismas conductas que se han relacionado con el rol de víctima-agresor (Estévez et al., 2010) y atribuyen sus conductas a la defensión y a la necesidad de interactuar bajo esa dinámica para no pertenecer al grupo que molestan constantemente; sin embargo, no mencionan haber sido víctimas en algún momento, pero buscan evitarlo con las reacciones agresivas. A pesar de que en el presente estudio no se asignaron roles a los participantes y solo se agrupó a los estudiantes de acuerdo con sus antecedentes de generar o no conductas agresivas, es probable que, a diferencia de lo mencionado por Sekol & Farrington (2010), sí existan diferencias entre los roles de agresor y víctima agresor. Estas diferencias pueden ser cualitativas, referentes a las motivaciones del ejercicio de conductas agresivas, ya que se puede observar que las motivaciones de las mujeres que han ocasionado agresiones son distintas a la de los hombres que generan agresiones, para ellos la motivación es interactuar amistosamente con los demás miembros del grupo.
Estos datos muestran la necesidad de analizar el fenómeno de las agresiones entre pares a través de la perspectiva de género, ya que se observan diferencias entre los hombres y las mujeres respecto a las motivaciones para generar conductas agresivas hacia sus compañeros. Mientras que para los hombres estas dinámicas son parte de sus vínculos fraternales, para las mujeres estas conductas agresivas se convierten en herramientas para defenderse en las dinámicas de interacción establecidas en el contexto escolar.
Del mismo modo, son todos menos los hombres agresivos quienes se dan cuenta que hay elementos de popularidad y estatus que se atribuyen a los estudiantes, hombres y mujeres, que ejercen conductas agresivas; esto coincide con lo mencionando por Haro-Solís et al. (2013), solo que además de los escolares que han observado agresiones se incluyen las mujeres que también han agredido a sus compañeros.
Así, tolerar las agresiones es la única salida, y además se debe interactuar de la misma manera si se busca pertenecer al grupo dominante. Es decir, si se defienden de alguna forma no confrontativa, como avisándole a algún superior, eso significa que serán excluidos de las actividades intragrupales y se verá afectada su pertenencia al grupo, o sea, vivirán exclusión social.
Finalmente, igual que lo reportado por Gómez (2010), llama la atención cómo en los grupos de hombres y mujeres que han generado conductas agresivas se valoran como cercanas las relaciones con el sexo opuesto a través del contacto físico como los empujones y los golpes.
Al evaluar la violencia que se suicita en el entorno escolar, es importante considerar que la presencia de conductas agresivas no representa necesariamente la existencia de bullying en las relaciones de pares, sobre todo las agresiones verbales y físicas. Aunque es igualmente importante identificar que estas se encuentran normalizadas como parte de un vínculo fraternal.
La exclusión social la realizan ambos géneros, pero con fines distintos; igualmente, las agresiones físicas y verbales son usadas también por las mujeres. En particular las mujeres que han generado agresiones se perciben como fuertes y con alta autoestima al ser agresivas, lo que dificulta que cambien de actitud hacia sus compañeros.
Es probable que estas formas de interacción entre pares a partir de conductas agresivas sean la antesala del bullying, ya que poco a poco los estudiantes van aprendiendo y normalizando que con el ejercicio de agresiones hacia sus pares se puede ganar un estatus dentro del grupo escolar. Del mismo modo, la aceptación del grupo tiene un papel importante para tolerar algunas conductas agresivas y, de la misma forma, es a partir de la exclusión grupal que los jóvenes perciben la agresión.
Sería importante pensar en intervenciones grupales enfocadas a promover relaciones entre pares no agresivas, pues así se podría propiciar un ambiente escolar favorecedor para los estudiantes, además de prevenir el bullying, generando relaciones no violentas.