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Tópicos (México)
versión impresa ISSN 0188-6649
Tópicos (México) no.38 México jul. 2010
Artículos
Metáfora y analogía en Aristóteles. Su distinción y uso en la ciencia y la filosofía
Daniel Vázquez*
Universidad Nacional Autónoma de México. svazqueh@gmail.com
Recibido: 24-02-10.
Aceptado: 13-05-10.
Resumen
El uso y límites de la analogía y la metáfora en la ciencia aristotélica pueden ser confusos. En algunos pasajes, Aristóteles usa ambos elementos en las explicaciones y defiende su claridad. Sin embargo, en otros textos la metáfora es excluida de la ciencia. En este artículo, analizaré las diferencias entre metáfora y analogía y examinaré en qué contexto se pude utilizar la metáfora. Mi tesis es que Aristóteles usa la analogía como una estrategia argumentativa captada por ἐπαϒωϒή. En el caso de las metáforas, éstas deben ser excluidas de la ciencia, aunque son una estrategia válida para cierto tipo de discursos y como elementos pedagógicos en las explicaciones.
Palabras clave: metáfora, analogía, argumentación, ciencia, lenguaje.
Abstract
Usage and limits of analogy and metaphor in Aristotle's science could be confusing. In some passages Aristotle uses both elements in explanations, and their clarity is defended. However, in other texts the metaphor is excluded from science. In this article, I will analyze the difference between metaphor and analogy and examine in what context can be used the metaphor. My thesis is that Aristotle uses the analogy as an argumentative resource understood by ἐπαϒωϒή. On the case of metaphors, they should be excluded from science, but is a valid strategy for some kind of speeches and as a pedagogical element of explanations.
Key words: metaphor, analogy, argumentation, science, language.
1. Introducción
El desarrollo de la ciencia ha sido una constante tensión entre dos objetivos que aparentan ser contradictorios. Se intenta, por un lado, hacer de la ciencia y la filosofía un discurso claro y preciso. Sin embargo, también se insiste en la necesidad de una mayor versatilidad argumentativa y en las consecuencias negativas de limitar el lenguaje científico. A primera vista parece que ambos objetivos son excluyentes, se intenta lograr uno en detrimento del otro. Esta tensión puede observarse, de manera más concreta, en la discusión del uso o no de la analogía y la metáfora en la ciencia.
En la articulación de ambas posturas es posible -y tal vez una referencia obligada- recurrir a Aristóteles.1 Sin embargo, conocer cuál es su planteamiento al respecto no es tan sencillo. Se pueden encontrar en el Corpus pasajes en donde se utiliza la metáfora y la analogía y se defiende su claridad. Por el contrario, existen pasajes en donde la metáfora es excluida. En mucha de la literatura crítica sobre Aristóteles, la metáfora no se ha analizado a profundidad, y algunos comentaristas y estudios críticos sobre el tema no distinguen con claridad entre analogía y metáfora analógica.2 La importancia de la distinción es crucial, si por ejemplo se piensa en el uso de premisas en un silogismo, en donde los términos deben predicarse con propiedad y no de forma metafórica. El presente trabajo tiene como objetivo aclarar esta distinción. Para lograrlo, es necesario: 1) analizar la diferencia entre metáfora y analogía y 2) examinar en qué contexto y bajo qué condiciones pueden ser utilizada la metáfora (la analogía es utilizada en todo el Corpus y no existe una crítica específica contra su uso).3 Para ello explicaré primero la metáfora y sus diferentes tipos, luego expondré la analogía para poder comprenderla y diferenciarla de la metáfora analógica; por último, intentaré responder cuándo y cómo puede utilizarse la metáfora.
Mis tesis son las siguientes: Aristóteles hace uso de la analogía como un recurso argumentativo captado por , pero importante por ser el único disponible para explicar algunos temas. La metáfora debe ser excluida de la ciencia y la filosofía (al menos en su parte demostrativa), pero es válido recurrir a ella para los discursos retóricos y dialécticos, así como para el inicio de la indagación filosófico-científica o como elemento didáctico al final de las demostraciones. Todo ello debe comprenderse en el marco del convencionalismo del lenguaje que defiende Aristóteles y que hacen de estas premisas reglas heurísticas nunca logradas del todo.
2. Las metáforas
2.1. Definición
Una metáfora se forma, en general, al cambiar una palabra habitual para un contexto determinado por otra poco común, en virtud de alguna comparación. Por ejemplo, en la frase: "El inicio de la vida", cambiar 'inicio' por la palabra 'primavera', para tener "La primavera de la vida".
Tal como aparece el tema en Poetica 21 y en Rhetorica 2 III (1404b.25-ss.), las metáforas están en el nivel del nombrar. Ahora bien, si la metáfora afecta a los nombres y los nombres son la parte de la oración que garantizan el significado,4 entonces las metáforas también afectarán el significado de la oración (si bien una metáfora necesita también del contexto para que tenga sentido un cambio de nombres). Aristóteles nos dice que: "Metáfora es transferencia del nombre de una cosa a otra".5 Esto implica -como señala García Bacca (1946: XCVII)- que "cada cosa tiene su nombre; que este nombre se le ajusta perfectamente". Sin embargo, habría que matizar esta afirmación. Aristóteles está muy lejos de asignar un nombre a cada objeto por medio de una relación natural entre el nombre y la cosa (naturalismo).6 Es en la ciencia y, en general, en toda indagación, en donde Aristóteles intenta que las palabras signifiquen la realidad de la manera menos obscura posible. No es que cada cosa tenga su nombre de manera fija, sino que Aristóteles reconoce que hay nombres ordinarios, que usamos7 para nombrar propiamente. Esta característica depende de la comunidad lingüística y del estatuto convencional del lenguaje, no de una relación natural.
Zagal (2002: 55) comentando el pasaje de Poetica 21 nos dice que "La metáfora asigna un nombre extraño a un objeto. Por 'extraño' entiendo no usual, contrapuesto a lo común, no a lo propio." Y tiene razón si entendemos por 'propio' uno de los predicables. Pero en realidad, no es sólo el uso común, sino lo que se dice con propiedad ().8 De que los nombres puedan decirse con propiedad de ciertas cosas y de otras no, depende que tenga sentido la 'transferencia',9 de un nombre por otro. Sin embargo, este aspecto que posibilita la metáfora, también es la clave para comprender que la metáfora está fuera de lo que se dice con propiedad, aspecto necesario para la formación de premisas y silogismos. No obstante, debe quedarnos claro que, al ser el lenguaje convencional, la frontera entre lo que se dice con propiedad y lo metafórico es difusa y depende del auditorio.10
3. Tipos de metáforas
Aristóteles enuncia cuatro tipos de metáfora: "desde el género a la especie, o desde la especie al género, o desde una especie a otra especie, o según la analogía."11 A continuación pone ejemplos para cada una de ellas:
[a] Metáforas desde el género a la especie
Este tipo de transferencia es sencilla. Se trata de llamar a algo no por el nombre de su especie, sino por el de su género. Aristóteles pone el siguiente ejemplo: "Del género a la especie: pongo por caso, 'he aquí que mi nave se paró',12 porque el anclar es una especial manera de pararse".13 El género sería 'pararse', la especie 'anclar'. Debe notarse que el género con el que se sustituye es el género de la especie, es decir, que el género contiene a la especie a sustituir.
El problema es que por definición, el género debe tener otras especies.14 Esto haría que al hacer la transferencia de nombres, se da pie a interpretar erróneamente que se incluye también a las demás especies, o se refiere a otra de las especies del género. En el ejemplo de la Odisea que pone Aristóteles: 'he aquí que mi nave se paró', la metáfora puede haber sido por sustituir 'ancló', como quiere Aristóteles, pero también podría haber sido porque 'encalló'.
El ejemplo de la nave es una frase particular. ¿Qué pasaría si se tratase de un enunciado universal? Si cambiáramos la especie 'hombre' por su género 'animal', y luego formáramos el siguiente enunciado: 'Todo animal es racional', sería falso.15 Por ello Aristóteles comenta que "las especies participan de los géneros, pero no los géneros de las especies: pues la especie admite el enunciado del género, mientras que el género no admite el de la especie."16 Sin embargo, puede formularse de manera particular el enunciado, pues 'Algún animal es racional', refiriéndose al hombre, sería correcto. Sin embargo no sería lo mismo que decir 'Algún hombre es racional', pues aunque las dos proposiciones son correctas, no se refieren a lo mismo. En el primer caso está indeterminado si se refiere a toda la especie 'hombre', o sólo a alguna parte.
[b] Metáforas desde la especie al género
Aristóteles pone el siguiente ejemplo: "De la especie al género: 'miles y miles de esforzadas acciones llevó a cabo Ulises',17 porque miles de miles es mucho, y aquí úsase miles de miles en vez de mucho."18 En este caso se llama al género con el nombre de una de sus especies. Sería también incorrecto porque se dejaría fuera a las otras especies del género. Zagal (2002: 56) nos dice que "no es exacto nombrar al género por una de sus especies. Todo caballo es cuadrúpedo, pero no todo cuadrúpedo es caballo". En el ejemplo dado por Aristóteles 'miles de miles' es una especie de 'mucho'. No parece del todo afortunado el ejemplo, pues 'mucho' es una categoría de relación y sus especies dependerían en relación a lo que se está diciendo.
[c] Metáforas desde una especie a otra especie
El ejemplo dado en Poetica 21 es el siguiente: "De especie a especie: 'sacándole el ánima con el bronce', y 'cortando con el infatigable bronce', aquí se dice sacar por cortar y cortar por sacar; las dos son maneras de quitar."19 Es importante notar que las dos especies son miembros de un mismo género. La transposición se hace entonces dentro de un mismo género, sin tomar en cuenta las diferencias específicas de las especies. Por esta misma razón es inválida lógicamente.
Hasta aquí, los tres tipos de metáfora expuestos dependen de las nociones de género y especie. Vistos desde el punto de vista lógico, su invalidez es patente. Esto se debe a que "todo género se predica de las especies con propiedad." 20 Las metáforas, como ya hemos dicho, son maneras de decir 'impropias'. Su comprensión depende de que el auditorio comprenda el contexto.
[d] Metáforas según analogía
A diferencia de las anteriores, Aristóteles da a este tipo de metáforas una explicación más amplia y una importancia considerable. Explica que:
Digo que habrá [metáfora] por analogía cuando se hayan el segundo término con el primero como el cuarto por el tercero, porque en tal caso se empleará en vez del segundo el cuarto y en vez del cuarto el segundo, y a veces se añade todavía el término al que se refiere el reemplazado por la metáfora.21
Explicaré este pasaje en dos pasos. Primero veremos qué es la analogía y después qué es una metáfora según analogía.
4. La analogía
En Ethica Nicomachea Aristóteles explica la analogía de la siguiente manera: "La analogía es una igualdad de razones y requiere, por lo menos cuatro términos."22 Siguiendo la explicación de este pasaje y el de Poetica 21 se obtiene una proporción del tipo A: B :: C: D. La noción aristotélica de analogía está tomada de las proporciones matemáticas. Sin embargo, las proporciones matemáticas parecen no tener nada que ver con las analogías que Aristóteles presenta en Poetica, Rhetorica y en los tratados biológicos. En matemáticas, una proporción como a/b = c/d, tendría las siguientes soluciones: a = bc/d, c = ad/b, b =ad/c, d = bc/a. No es claro cómo pueda aplicarse estas soluciones a las analogías del mundo natural. Esta dificultad ha dado pie a que algunos intérpretes de la Poetica consideren que Aristóteles toma la proporción matemática sólo como inspiración. Por ejemplo, García Bacca (1946: CI) comenta que "esta terminología de apariencia matemática no tiene que entenderse según los criterios matemáticos, sino de manera simbólica, o si queremos, análoga ella misma con la noción matemática." Se trataría en el mejor de los casos, de una exportación de un modelo matemático, al seno de la retórica, poética y en las ciencias naturales (cfr. Zagal 2002: 58).
Sin embargo, si consideramos que entre la proporción matemática y la analogía de cualquier otra índole, hay sólo una semejanza por analogía, no resolvemos nada. Se estaría definiendo con lo definido. Esta problemática interpretación se debe, posiblemente, a dos carencias. El desconocimiento de la teoría matemática de la proporción y su desarrollo en la época de Aristóteles, y, por otro lado, la poca atención a algunos pasajes de Analytica Posteriora y Topica que comentan esta teoría de manera directa.23
4.1. La proporción o analogía matemática
En matemáticas, la proporción (o analogía) es precisamente una igualdad de razones que requiere cuatro términos, tal como se expresa en EN V, 3, 1131a.31-32. En esta igualdad de razones el primer término se haya en el segundo como el tercero en el cuarto, tal como lo establece en Poet. 21, 1457b.16-20. De modo que A: B :: C: D. En época de Aristóteles, ya se sabía que las proporciones tenían la propiedad de admitir la trasposición de sus términos en un cierto orden. En An. Post. I, 5, 74a.17-18, se comenta que "lo proporcional también <se da> en orden alterno."24 El orden puede alternar cambiando los términos medios, los extremos o ambos. De tal forma que A: B :: C: D se puede alternar, sin que se pierda la proporción, de las siguientes formas:
Sin embargo, en los Elementa de Euclides (365-275 a. C.), sólo se demuestra la alternancia de los medios (cfr. Elem. V def.16 y VII. prop.13), es decir, que A: C :: B: D (cfr. Byrne 1997: 251: n. 60). Por esta razón, lo más probable es que Aristóteles sólo haya conocido esta prueba. De todos modos, aunque hubiera conocido las tres posibles alternancias de la proporción, ninguna se corresponde con lo que dice en Poetica 21, 1457b.17 cuando sostiene que "en tal caso se empleará en vez del segundo el cuarto y en vez del cuarto el segundo", pues quedaría A: D :: C: B. Lo que ocurre es que en esta parte del texto, Aristóteles no habla ya de la analogía, sino de cómo se forma la metáfora según analogía. Este tipo de metáforas, no sólo harán un cambio de los términos, sino que, basados en el intercambio, expresarán sólo que "A es D" o que "C es B". Pero antes de pasar a esta parte, debemos analizar más a fondo la analogía matemática.
Aristóteles no sólo reconoció que los términos de la proporción admiten la alternancia de los medios, sino que además se preguntó la causa de esto. En An. Post. II, 17, 99a.8, leemos "¿por qué <entre los términos de> la analogía <es posible> el intercambio?"25
Para poder comprender esto, primero tendré que explicar un concepto central para entender la proporción qué es la 'igualdad de razones'. Byrne (1997: 113) comenta que la definición de 'igualdad de razones' que Aristóteles tenía en mente era el procedimiento por el cual se encontraba el máximo común divisor de los dos números. Este procedimiento se llama 'reducción'. En Topica VIII, 3, 158b.34-36, Aristóteles sostiene que 'las extensiones y las líneas tienen la misma reducción. Y esta es la definición de idéntica proporción."26 Es decir, que cuando dos cantidades tienen la misma reducción, su proporción es idéntica. Se menciona también que las extensiones y las líneas tienen la misma reducción. Esto se debe a que en las matemáticas de la antigua Grecia (anteriores a Eudoxo), se consideraban a los números, las líneas y las extensiones como géneros distintos. Una de las razones de dicha distinción fue el descubrimiento de las líneas inconmensurables. Este era el nombre que daban a cantidades que ahora conocemos como números irracionales. Baldor (1966: 29) nos cuenta que Euclides, "estudió en el libro X de sus Elementos, ciertas magnitudes que al ser medidas no encontramos ningún número entero ni fraccionario que las exprese. Estas magnitudes se llaman inconmensurables, y los números que se originan al medir tales magnitudes se llaman irracionales."27 Como este tipo de cantidades no se encontraba en los números racionales (divisiones de enteros), se consideraban géneros distintos.
Ahora bien, para encontrar la razón entre dos números, se seguían los siguientes pasos. Sigo el ejemplo dado por Byrne (1997: 113-114):
Suponiendo que queremos descubrir la razón entre 6 y 15, se inicia restando el número menor al mayor: 15 - 6 = 9. Si el resultado es mayor al más pequeño de nuestros números iniciales, a saber 6, se debe restar de nuevo éste al resultado: 9 - 6 = 3. Como esta vez el resultado es menor a 6, se invierten los papeles y se resta 6 - 3 = 3. Después, se resta el sustraendo al residuo, es decir 3 - 3, quedando ningún residuo (los griegos no usaban el cero). Como al final no queda ningún residuo, se concluye que 3 es el máximo común divisor.
Ahora bien, el procedimiento para saber cuál es la 'razón común' o 'igualdad de razones' entre dos pares de números es ligeramente más compleja. El ejemplo es 4: 10 :: 6: 15. Si se hacen los dos procesos de reducción tenemos que el patrón seguido por ambos es paralelo:
Una vez teniendo los máximos comunes divisores de ambos pares de números, se dividen los términos entre su respectivo máximo común divisor y queda la razón común. A saber:
Para 4: 10, se divide 4/2 = 2 y 10/2 = 5; y para 6: 15, se divide 6/3 = 2 y 15/3 = 5. De tal manera que la razón común a ambos pares de números es 2/5.
El procedimiento de la reducción siempre termina en la unidad o en que no haya residuo alguno. Pero en el caso de las líneas, puede suceder que no se encuentre ninguna medida, debido a la inconmensurabilidad de ciertas líneas. Por ello, se había hecho la demostración de la proporción de manera separada para cantidades, líneas, etc.
En el capítulo 5 de Analytica Posteriora I (74a.17-24), Aristóteles comenta que:
Y el que lo proporcional [] también <se da> en orden alterno, en cuanto números y en cuanto líneas y en cuanto sólidos y en cuanto tiempo, al igual que se demostró por separado en alguna ocasión, sería admisible demostrarlo acerca de todos con una sola demostración; pero al no ser posible dar un nombre único a todas estas cosas, números-longitudes-tiempos-volúmenes, y al diferir entre sí en especie, se tomaron por separado. Pero ahora se demuestra universalmente, pues lo que se supone que se da universalmente <en esas cosas> no se daba en cuanto líneas o en cuanto números, sino en cuanto tal cosa.28
En este pasaje, Aristóteles se preocupa por aquellos casos en los que el género superior (en este caso el género que tuviera como especies a números, longitudes, tiempos y volúmenes), no tiene nombre. Nos deja ver que ya conocía una demostración que servía para todas las especies de cantidad. Esta demostración, tanto de la proporción como de la transposición de sus términos, fue hecha por Eudoxo.29 La proporción consistía -explico de manera sucinta-, en que A: B :: C: D, es verdadera si para dos múltiplos, m y n, se da alguno de los siguientes casos:
Esta definición de proporción funciona aunque no se puedan sacar las razones de cada par de números, porque aún así se muestra que el patrón es igual en ambos lados de la proporción. La definición se sostiene aunque m y n sean irracionales (Fitzpatrick 2005: 291: n. 60). Por ello la demostración funciona tanto para números como para líneas, extensiones y tiempos.
Por esta razón, Aristóteles, al preguntarse por el intercambio de los términos en una proporción comenta: "En efecto, la causa es distinta e idéntica en el caso de las líneas y en el de los números: en cuanto línea, es distinta, pero, en cuanto susceptible de tal o cual aumento, es idéntica. Así en todos los casos."30 Lo que permite que una misma demostración se use para las líneas y los números es que ambas especies son susceptibles de tal o cual aumento.
4.2. La analogía no matemática
Las proporciones o analogías no sólo se dan con respecto a especies susceptibles de aumento. El problema es que no puede darse la misma demostración tanto para cantidades como para cualidades. Aristóteles pone el siguiente caso:
En cambio, respecto a que el color es semejante al color y la figura a la figura, <la causa> es distinta en cada caso. En efecto, semejante, en estos casos, es homónimo: pues aquí [En las figuras geométricas] quizá <la semejanza consiste en> que tienen los lados proporcionales y los ángulos iguales; en cambio, en el caso de los colores, en que la sensación es única, o alguna otra cosa por el estilo.31
La semejanza que se da en las cantidades es que todas, ya sea números, líneas o extensiones, son susceptibles de aumento. Pero en el caso de las cualidades, o cualquier otra cosa, la semejanza posible es de otra índole. Pero esto no es problema de la noción de analogía, sino de la categoría a la que pertenezcan sus términos. No se puede esperar que una analogía cuyos términos no son susceptibles de aumento, tenga las propiedades de una analogía de cantidad. Entre 6: 15 :: 4: 10 y tarde: día :: vejez: vida, no hay analogía numérica. Eso no quiere decir que cada una, por separado no sea analogía. Lo que pasa es que sus términos son de distinta categoría. Cuando Aristóteles nos dice que la analogía es "cuando se hayan el segundo término con el primero como el cuarto por el tercero",32 lo importante es saber qué enunciado corresponde al como, a la semejanza (), pues esta semejanza es la que actúa como género entre los dos lados de la analogía. El modelo de la analogía es idéntico en todos los casos, pero tiene características distintas dependiendo de la categoría a la que pertenezcan sus términos. Como hemos visto, en las analogías cuantitativas hay un procedimiento para conocer el enunciado de la semejanza, pero no en las otras analogías. Sin embargo, si conocemos la semejanza, la analogía queda aclarada del todo. Por ejemplo, en: 4: 10 :: 6: 15. El enunciado de la semejanza es 2/5. Y en tarde: día :: vejez: vida, podemos decir que el enunciado de la semejanza es 'la última parte'. Si se explicita la semejanza, se elimina la ambigüedad de la analogía. El problema es que no existe una fórmula o procedimiento para conocer la semejanza no numérica.33
Estas semejanzas muchas veces no tienen nombre, pues en cada lado de la analogía hay términos que corresponden a distintas especies. Por ello, en An. Post. II, 14, 98a.20-23, Aristóteles propone la analogía como método para determinar un género que no tiene nombre:
Otro modo [de determinación del género], además, es el de elegir <los géneros> en función de la analogía. Pues no es posible tomar un único y mismo <nombre> con el que llamar al esqueleto de la sepia, a la espina y al hueso: en cambio, habrá cosas que se sigan a éstas como si hubiera una única naturaleza de esta clase.34
Lo importante en una analogía es encontrar el enunciado de la semejanza, pues éste, a falta de un nombre, será tomado como género. En este tipo de argumento, si las premisas son particulares, será un paradigma retórico, como se expone en Rhetorica:
Como que Dionisio pretendía la tiranía al pedir la escolta; pues también Pisistrato, anteriormente, pretendiéndola, pedía escolta y, habiéndola recibido, se hizo tirano. También Theágenes en Mégara; y otros a cuantos se conoce, todos se hacen paradigma de Dionisio, quien no se sabe, si acaso por esto la pedía.35
Este tipo de razonamiento sólo es una inducción válida como recurso retórico o dialéctico, pues recuérdese que en un silogismo apodíctico no se puede formar sólo a partir de premisas particulares.
Debemos tener claro que la analogía en Aristóteles está enunciada de la misma manera que en las matemáticas y que Aristóteles tenía conocimiento de los distintos procedimientos para demostrar una analogía y para demostrar la alternancia de sus términos. La diferencia entre la analogía en las cantidades y la analogía en otro ámbito no es una diferencia en la definición, sino en el enunciado de la semejanza. Si dicho enunciado no es igual, no se puede hacer una demostración común. Si es igual, se puede hacer la demostración aunque los términos no sean de la misma especie, como en el caso de los números y las líneas. Incluso, aunque no exista un nombre para designar el género en el que quedan englobados los cuatro términos de la analogía. Sin embargo, la metáfora por analogía es algo distinto.
5. La metáfora por analogía
La metáfora por analogía es la que toma una analogía y hace una sustitución de nombres. En específico, Aristóteles nos dice que habremos de sustituir el nombre del segundo término por el cuarto y el cuarto por el tercero. Tomemos como ejemplo la analogía tarde: día :: vejez: vida. En Poetica 21 se explica de la siguiente manera: "la vejez es a la vida como la tarde al día; se diría según esto, que la tarde es 'la vejez del día' o que la vejez es 'la tarde de la vida', como lo dice Empédocles."36 Ya veíamos en el apartado anterior que dicha alternancia no es posible en las analogías matemáticas. Si así fuera, no sería una metáfora, seguiría siendo una analogía. Aristóteles no da ninguna demostración de la validez de esta alternancia. De hecho, no se ha dado ningún procedimiento para validar las analogías que no son cuantitativas, pero parece que se captan por inducción. Tal es la opinión de García [Peláez] (2002: 88), quien comenta que:
La es un tipo de conocimiento, en el cual no hace falta la definición. Las "herramientas" de las que se vale el entendimiento, son otras. La analogía se comprenderá, como se entienden los individuos, al ser contemplados a manera de inducción.
El conocimiento por , si bien, diferente, es igualmente conocimiento.
Ahora bien, se podría objetar que la alternancia de los términos sólo se ha tratado en su versión matemática, y no se puede tomar la demostración de la alternancia matemática como demostración de alternancia en analogías de otra índole, justo porque las matemáticas y nuestro ejemplo no tienen el mismo enunciado de semejanza. Pero esta objeción no nos lleva a validar la alternancia entre el segundo término por el cuarto, sino a invalidar toda posible alternancia, hasta que se demostrase lo contrario. Pero haciendo el experimento, cosa que Aristóteles no hace, se podría mostrar que la analogía sigue siendo válida para los casos siguientes:
Por alternancia de medios: tarde: vejez :: día: vida.
Por alternancia de extremos: vida: día :: vejez: tarde.
Por alternancia de ambos: vida: vejez :: día: tarde.
Cabe notar que, si bien se conserva la analogía, parece que el enunciado de la semejanza tendría que ser distinto. Si para el caso de tarde: día:: vejez: vida, dimos como semejanza: 'la última parte', para que pueda decirse que 'la tarde es la última parte del día, como la vejez es la última parte de la vida', en el caso de alternar los términos no puede seguirse aplicando 'la última parte' como enunciado de la semejanza. De hecho, al alternar los medios, por ejemplo, no es que la tarde se dé en la vejez como el día en la vida, sino que la tarde 'se parece a' la vejez, como el día a la vida. Sin embargo esta dificultad apoyaría nuestra idea de que no deben alternarse los términos.
Lo que sí nos dice Aristóteles es que "En efecto, de las cosas análogas, si unas son diferentes, también las otras."37 De manera que tiene en mente que lo que afecta a un lado de la analogía, afecta al otro. Lo que parece más probable es que Aristóteles supiera de la invalidez de cambiar el segundo término por el cuarto. De esta manera, la diferencia crucial entre analogía y metáfora analógica es que la primera se mantiene en el ámbito del nombrar con propiedad, mientras que la metáfora no.
6. Uso de la metáfora
Una vez establecidas las diferencias entre analogía y metáfora podremos comprender mejor los pasajes en los que Aristóteles rechaza el uso de la metáfora, mientras que sigue utilizando la analogía. Sin embargo, tendremos que atender también los pasajes en los que se defiende a la metáfora. Tal es el caso de Rhetorica III, 2, 1404b.30-37:
"[E]l [nombre] usual y el peculiar y la metáfora son los únicos útiles para la elocución de los discursos llanos. Y es signo el que éstos solos utilizan todos; pues todos conversan con metáforas y con los peculiares y con los usuales, de manera que es evidente que si alguien compone bien, será una cosa extraña y también será posible que pase inadvertida y será clara; y ésta es la virtud del discurso retórico."38
El argumento que se infiere del pasaje -fijándonos sólo en la metáfora- es el siguiente: dado que todos conversan con metáforas, entonces son útiles para la elocución de discursos, ya que o serán casa extraña o pasarán inadvertidas y serán claras. Lo que Aristóteles reconoce en este pasaje es que usamos de manera común las metáforas (en general), por lo que hacer un discurso con metáforas puede no ser extraño; sin embargo, deja abierta la posibilidad a que digamos alguna metáfora (en específico) que no sea clara y resulte extraña, o que la afirmemos con propiedad, con lo cual diríamos cosas falsas.39 Por ello Aristóteles nos dice que: "Es, con todo, grandemente importante saber usar convenientemente de cada una de las cosas dichas: [...], pero lo es mucho más y sobre todo el saber servirse de las metáforas." 40 Esto explica porqué se toma un espacio considerable en Poetica para explicar los tipos de metáfora, que más allá de defender su uso, nos habla de la preocupación de Aristóteles por no abusar de la metáfora dado que obscurece el discurso. Pero, ¿cómo saber cuándo una metáfora es clara y cuándo es obscura? La respuesta parece estar en lo que Aristóteles nos dice poco después: "en verdad, esto sólo no se puede aprender de otro, y es índice de natural bien nacido [], porque la buena y bella metáfora es contemplación de semejanzas."41 Este aspecto de la metáfora da a sus creadores cierto mérito, pero también restringe el número de personas que pueden comprenderlas. Se puede inferir que una misma metáfora es clara para algunos (los que tienen talento natural) y obscura para otros (los que no tienen el talento de 'ver' las semejanzas).42 Esto también daría oportunidad a la elaboración de metáforas claras para la mayoría, a condición de que la semejanza sea muy común y conocida, lo que reduciría al máximo la posibilidad de que alguien no entienda. Para ello Aristóteles recomienda que se hagan metáforas "no lejos, sino de cosas congéneres y de la misma especie."43
Sin embargo, la metáfora, por más clara que sea la semejanza desde la que se construye, conserva un elemento que Aristóteles llama ('ser dicho oscura o enigmáticamente', pasado de ), o con el sustantivo ('enigma, adivinanza'). En Rhetorica III, 2, 1405b3-5, nos dice que: "de las cosas que son bien enigmáticas es posible tomar metáforas convenientes; pues las metáforas guardan enigma, de manera que es evidente que han sido bien metaforizadas."44 También comenta esta cualidad en Poetica: "enigma, si la dicción se compone de metáforas."45 Aristóteles explica que: 'la esencia del enigma, consiste en que se diga lo que una cosa es en sí misma mediante una combinación verbalmente imposible. Combinación imposible de hacer cuando se usan otros nombres; posible, sirviéndose de metáforas."46 No parece suficiente la información que ofrece Aristóteles sobre el enigma, pero podemos destacar dos características: i) se dice lo que las cosas son en sí mismas; pero ii) sirviéndose de metáforas (u otras combinaciones verbalmente imposibles). Aventuramos una interpretación: si se entiende la metáfora, es decir, si se capta la semejanza, sabremos que se refiere a 'lo que las cosas son en sí mismas', pero es el interlocutor o el auditorio quien lleva a cabo esta labor, en la que algunos aciertan y otros no. En ese aspecto, quien dice la metáfora, deja la responsabilidad de captar la semejanza al otro. El que dice metáforas oculta algo, hace una adivinanza a su interlocutor. El ejemplo que da Aristóteles es el siguiente: "vi un varón que con fuego apagaba bronce sobre otro varón."47 Ramírez Trejo (2002: CCIX: ad. 1405a.37-38) comenta que el enigma debió ser muy conocido y "se le atribuye a la poetiza Cleobulina (Diehl, Anth. Lyr., I 130)", según García Bacca (1946: xxxi: n. 188) se trata de una ventosa con forma de copa de bronce, que al ser aplicada caliente sobre la piel, causaba una afluencia de sangre.
Las metáforas son de esta forma algo que todos usan, por lo que no es extraño utilizarlas en los discursos. Sin embargo, su claridad depende de la claridad de la semejanza, por un lado, y del talento de los interlocutores para captarlas. En última instancia dejan abierta la interpretación al no explicitar la semejanza. Por ello Aristóteles nos dice que lo que se dice en metáfora también se puede decir como símil: "es posible decir todos éstos como símiles y también como metáforas; pues cuantas, dichas como metáforas son de buena estima, es claro que éstas también serán símiles, y los símiles, metáforas carentes de la palabra."48 Carentes de "la explícita explicación del símil; es decir, de la partícula comparativa " (Ramírez Trejo 2002: CCLXXV: n. 56). Pero ¿qué diferencia hay en explicitar la semejanza o no? Aristóteles no se lo pregunta, pero parece evidente: ante una misma metáfora, podrían encontrarse varias semejanzas y no sólo a la que el autor se refería. Por ejemplo en la metáfora 'el escudo de Dionisio', basada en la analogía 'la copa a Dionisio como el escudo a Ares', podría darse como enunciado de la semejanza 'es símbolo', pues la copa es símbolo de Dionisio como el escudo es símbolo de Ares, pero también podría utilizarse 'instrumento de poder' o 'pertenencia de', etc. Por ello es siempre más claro decir la analogía y la semejanza o los géneros y especies. Se puede decir que una metáfora es clara sólo en dos sentidos: 1) con respecto a otras metáforas cuya semejanza sea menos evidente y 2) con respecto al talento o no que tenga el interlocutor.
Sin embargo, esto no quiere decir que las metáforas no tengan cierto valor cognitivo. En primer lugar, porque si logran ser captadas, informarán sobre la semejanza que existe entre varias realidades. Pero esta información es expresada de manera más clara si se explicita la analogía o los géneros y especies. Ya hemos mencionado con motivo del carácter enigmático que, de ser 'adivinada' la semejanza, las metáforas dicen lo que las cosas son en sí mismas. La diferencia es que son expresadas de manera impropia y con el problema de que no se garantiza que todos entiendan la semejanza.
Algunos filósofos han insistido en que las metáforas también tienen un valor cognitivo porque redescriben la realidad (cfr. Ricoeur 1975: 35) o reconceptualizan la información (cfr. Feder 1987: 39). Sin entrar a fondo en tal polémica, quiero hacer la siguiente aclaración: si las metáforas redescriben o reconceptualizan, lo hacen en el nivel enunciativo, no en el asertivo. Para Aristóteles el lenguaje es convencional (cfr. De Int. 1 y 4), por lo que podemos cambiar los nombres ya que éstos no tienen una relación natural con las cosas. Sin embargo, "no todo enunciado es asertivo, sino <sólo>aquel en que se da la verdad o la falsedad: y no en todos se da, v.g.: la plegaria es un enunciado, pero no es verdadero ni falso",49 ni en este caso las metáforas. Esto se debe a que en un enunciado asertivo se presupone que los términos se dicen con propiedad, justo lo que no ocurre con la metáfora. Aristóteles nos dice que:
Cabe también que el que ha dicho la metáfora declare falsamente que ha hablado con propiedad: pues la definición enunciada no se ajustará, por ejemplo, a la templanza:50 en efecto, toda consonancia se da en los sonidos. Además, si la consonancia fuera el género de la templanza, la misma cosa estaría en dos géneros que no se engloban mutuamente: en efecto, ni la consonancia engloba la virtud, ni la virtud a la consonancia.51
Pero si entendemos la frase como un enunciado manifestativo, sabremos que se trata de un nombrar impropio que esconde alguna semejanza no explícita.
Distinta es la cuestión acerca de si la metáfora puede utilizarse en la filosofía. Algunos autores han sostenido que de tener valor cognitivo la metáfora (en el sentido de redescribir o reconceptualizar), entonces su uso es válido en filosofía. Por ejemplo, con respecto a la metáfora analógica, López Farjeat (2002: 422) comenta que: "el uso metafórico es muy válido en el discurso filosófico a pesar de ser una analogía impropia. Hay un valor expresivo y cognitivo de las metáforas analógicas en la filosofía. La metáfora analógica es sumamente útil para todo discurso, incluido el filosófico."52 Sin embargo, esta afirmación requiere precisar dos cuestiones: en primer lugar, el sentido en que se entienda la filosofía será determinante, y luego, habrá que especificar cuál es el papel que juegan las metáforas en la filosofía. De lo contrario, será difícil explicar porqué Aristóteles rechaza la metáfora en los Topica y los Analytica Posteriora II.
Primero distinguiré dos aspectos del discurso filosófico. Está el aspecto de hecho, en el que podemos comprobar empíricamente que tanto Aristóteles como cualquier otro autor, utiliza aquí o allá, alguna metáfora. Otro es el aspecto teórico, en el que Aristóteles establece hacia donde debe tender el discurso filosófico de acuerdo a los fines que se intentan alcanzar. Será distinto entonces: a) encontrar metáforas en la filosofía, que b) sostener como método filosófico el uso de metáforas. La postura teórica de Aristóteles con respecto a la metáfora puede resumirse de la siguiente manera: se acepta y recomienda para la retórica y la poética, pero se rechaza para la ciencia y la filosofía. Esto se debe a que los primeros son discursos manifestativos y los segundos asertivos.53 También debe tenerse en cuenta que los diferentes discursos buscan alcanzar fines distintos (lo que en una terminología distinta será la intención). De esta manera, los discursos retóricos intentan persuadir (cfr. Rhet. I, 2, 1355b.25-ss.), los poéticos deleitar y purificar (cfr. Poet. 6, 1449b.24-ss.), mientras que la dialéctica intenta razonar a partir de cosas plausibles (cfr. Top. I, 1, 100a.18-ss.), y la ciencia de los Analytica busca demostrar (cfr. An. Pr. I, 1, 24a.10-ss.). Tal vez la diferencia entre estos dos grupos de discursos es que en los segundos se busca la verdad (en el sentido de adecuación), mientras que en los otros se busca un resultado distinto, como persuadir o deleitar. Sin embargo debe tenerse en cuenta que, con respecto a la retórica y la dialéctica Aristóteles nos dice que: "Ambas, en efecto, versan acerca de cosas tales, que, comunes en cierto modo, de todas es competencia conocerlas",54 y con respecto a la dialéctica también nos dice en Top. I, 2, 101a.36-37: "es útil para las cuestiones primordiales propias de cada conocimiento".55 Esto nos indica que en todo discurso, incluso el filosófico, se utilizan recursos retóricos y dialécticos en algunos momentos. Lo que intentaré precisar es que en el caso específico de la ciencia la metáfora no se puede utilizar para formar premisas ni silogismos, ni para dar nombre a los géneros o especies. No obstante, puede jugar un papel en dos momentos: al inicio de una investigación y como recurso didáctico cuando ya se ha expresado de manera clara y con propiedad algún tema.56
En la ciencia, las metáforas no pueden ser utilizadas para nombrar realidades que no tienen nombre, por la misma razón que no pueden ser utilizadas para formar premisas y silogismos. Porque pueden ser confundidas por enunciados asertivos, en un contexto donde se espera que se nombren las cosas con propiedad. Por ejemplo, Aristóteles recomienda la analogía cuando no hay nombre para el género, pero no recomienda la metáfora para darle nombre (si bien, hay algunos lugares donde parece hacerlo, ya explicaremos bajo qué condiciones). En Topica nos advierte que hay que:
Mirar también si se ha dado como género lo dicho en metáfora, v.g.: que la templanza es una consonancia: en efecto, todo género se predica de las especies con propiedad, mientras que la consonancia no se predica con propiedad de la templanza, sino en metáfora: pues toda consonancia se da en los sonidos.57
Por consiguiente, la transferencia de nombres debe excluirse de la ciencia. Por ello también nos dice que:
[E]n las definiciones es preciso que se de la claridad [...] Y, si no hay que discutir con metáforas, está claro que no hay que definir con metáforas ni hay que definir todo aquello que se dice con metáforas: pues <en tal caso> será necesario discutir con metáforas."58
Por otra parte, en el nivel de los nombres nos dice que "Además, <mirar> si el nombre se ha dicho metafóricamente, o una cosa se ha predicado de sí misma como si fuera otra distinta."59 Lo que busca Aristóteles es garantizar que los términos, las premisas de los silogismos y las definiciones, se han dicho con propiedad, pues de tener un término o una premisa metafórica, caeremos en homonimia y nuestro silogismo no concluirá o lo hará erróneamente.
Sin embargo, Aristóteles parece aplicar una metáfora analógica con estos propósitos en EN III, 12, 1119a.33-b.5, cuando nos dice que:
Aplicamos también el nombre de intemperancia a las faltas de los niños, y tienen, en efecto, cierta semejanza. Cuál ha dado el nombre a cuál no nos importa ahora, pero es evidente que el posterior lo ha recibido del anterior. La transferencia de nombre no parece haberse verificado sin motivo: hay que contener, en efecto, al que tiende a cosas feas y tiene mucho desarrollo, y tal apetito se da principalmente en los niños.60
No es nada nuevo que en matemáticas se puede tener una analogía en la que uno de los términos es desconocido: 6: 15 :: 4: x. La solución es sencilla: x = 15 · 4/6, es decir, 10. Por desgracia, esta solución sólo funciona para las cantidades. Las analogías que tienen como semejanza algo distinto, no pueden hacer una operación para llegar a x. Consideremos el siguiente caso: Claudio, emperador romano del año 41 al 54 d. C., fue asesinado por Agripina, su cuarta esposa. Por otro lado, Galba, emperador romano de 68 al 69 d. C., fue asesinado por la Guardia Pretoriana, pero se desconoce el nombre del asesino (cfr. Hadas 2005: 59-64). De tal manera que podemos formar una analogía del siguiente modo: Claudio: Agripina :: Galba: x. El enunciado de la semejanza sería 'fue asesinado por'. Si hacemos la metáfora analógica, tendríamos que x (el asesino) es 'la Agripina de Galba'. Bella metáfora, pero no puede usarse propiamente, porque Agripina no mató a Galba, sino a Claudio. Si sustituyéramos el nombre del asesino de Galba por el de Agripina y lo afirmáramos con propiedad, el nombre de 'Agripina' sería homónimo para el caso de Claudio y Galba; no se referiría a la misma persona. Seguimos sin saber quién mató a Galba. Lo que sabemos es que hay una semejanza entre ese desconocido y Agripina, pero eso es mérito de la analogía, no de la metáfora.
En el pasaje de EN III en donde se hace una trasposición, Aristóteles salva la situación con dos recursos. Primero, declara que el nombre no es del todo propio y menciona su origen. En segundo lugar, explica las razones por las cuales cree que con tal denominación no afectará la investigación que lleva a cabo. Por último, muestra que lo que hace es ampliar el significado del nombre.
Podría también interpretarse el pasaje como una metáfora de la especie al género. Se usaría 'intemperancia' que es una especie usada para los niños, para nombrar al género, que contendría a niños y adultos. Ante esta interpretación hago dos comentarios:
1. El pasaje puede leerse como una aclaración del origen de la palabra 'intemperancia'. Si el origen de la palabra fue metafórico no importa, si al momento de usarla es ya de uso común.
2. La palabra intemperancia no es el nombre de la especie. El sentido con el que se había usado hasta cierto momento -puede interpretarse- sólo incluía a los niños. Aristóteles lo que dice es que también es un concepto, tal como se entiende para los niños, extensivo a los adultos (si la causa de la intemperancia de niños y adultos es distinta es otra cosa).
También se debe comentar que la metáfora, ya sea analógica o de alguno de los otros tres tipos, no es una transposición del nombre de manera arbitraria. Por ello se han dado los cuatro modos posibles de la metáfora. Aristóteles parece indicar que otro tipo de transposición sería aún más problemática y obscura. Nos advierte del siguiente caso:
Algunas cosas no se dicen ni con homonimia ni en metáfora ni con propiedad, v.g.: la ley es la medida o la imagen de las cosas justas por naturaleza. Tales <enunciados> son inferiores a la metáfora. En efecto, la metáfora hace de alguna manera cognoscible lo significado gracias a la semejanza (pues todos los que metaforizan lo hacen de acuerdo con alguna semejanza); esto último, en cambio, no hace cognoscible la cosa: pues ni se da una semejanza según la cual la ley sea medida o imagen, ni es costumbre decirlo así. De modo que, si uno dice que la ley es con propiedad la medida o la imagen, dice falsedad (pues una imagen es algo que se produce por imitación: y esto no se da en la ley); y si <dice que> no lo es con propiedad, es evidente que ha hablado obscuramente y de manera inferior a cualquiera de las cosas que se dicen en metáfora.61
Las metáforas sí nos dicen algo del significado, pero esto depende de la semejanza que puede ser también expresada con propiedad, ya sea con los géneros y especies o con la analogía. El recurso a la metáfora es superado por los nombres comunes.
En este punto de la explicación, alguien podría preguntar: ¿qué papel juega la metáfora en la ciencia y la filosofía? No debemos olvidar que en varios tratados del Corpus, Aristóteles toma metáforas de sus predecesores o de los poetas. Por otra parte, hay lugares en los que el propio Aristóteles hace metáforas. En cuanto al primero caso, la introducción de metáforas es un primer paso en la investigación. Se busca en lo que han dicho sabios y poetas, puntos de inicio de una investigación metódica. De hecho, Aristóteles critica las metáforas y busca una manera de establecer las cosas con claridad, abandonando el uso metafórico del lenguaje. Esto iría en total acuerdo con lo que hemos visto. El segundo caso aunque hemos dicho ya que es distinto el metaforizar de hecho, que proponerlo como método, podríamos analizar la famosa metáfora del ejército en desbandada de los Analytica Posteriora II, 19:
Entonces, ni los modos de ser son innatos como tales, ya definidos, ni proceden de otros modos de ser más conocidos, sino de la sensación, al igual que en una batalla, si se produce una desbandada, al detenerse uno se detiene otro, y después otro, hasta volver al <orden del> principio. Y el alma resulta ser de tal manera que es capaz de experimentar eso.62
Dos precisiones al respecto: (1) Según lo expuesto, al parecer, la afamada metáfora es más bien una analogía. Lo que ocurre es que no hay nombre para designar lo que pasa en el alma. Sería algo como 'La sensación es a x, como una batalla a la desbandada'. En donde el enunciado de la semejanza sería: al detenerse uno se detiene otro, y después otro, hasta volver al orden del principio. (2) Justo después de este pasaje, Aristóteles intenta decirlo con más claridad "Lo que se dijo ya bastante antes, pero no de manera clara, digámoslo de nuevo."63 Si la nueva explicación no basta para algunos es otro asunto. ¿Entonces se podría decir que Aristóteles tiene un lapso de poeta? Más económica parece la explicación de que, en algunos momentos, cuando ya se ha llegado al límite de la investigación o cuando se intenta explicar los principios, que son puntos no discursivos, se puede tratar de dar, como recurso didáctico, una analogía.
7. Conclusiones
Las metáforas están fuera de lo que se dice con propiedad, y así, de la ciencia y la filosofía aristotélica. En concreto, los tres primeros tipos de metáforas, a saber, desde el género a la especie, desde la especie al género y desde una especie a otra especie, dependen del uso impropio de las nociones de género y especie, las cuales son usadas con propiedad en la ciencia.
Con respecto al cuarto tipo de metáfora, las que se forman según analogía, hemos tratado de aclarar la distinción entre analogía y metáfora según analogía, estableciendo que la primera es un recurso débil, pero válido en la ciencia, mientras que la metáfora queda excluida de la ciencia y la filosofía. Hemos recalcado que la analogía depende del enunciado de la semejanza y que en matemáticas permite hacer ciertas demostraciones que no pueden hacerse en otro tipo de analogías. Pero esto no se debe a la estructura de la analogía, sino a que los términos son distintos. No se puede probar lo mismo para analogías cuyos términos son susceptibles de aumento que para analogías cuyos términos son de otra categoría. Ya en la metáfora según analogía, mostramos que la diferencia con la analogía es que la transposición de nombres es inválida. Por ello deja de ser analogía y se convierte en metáfora. La metáfora depende de la analogía, pero hace una sustitución inválida; presupone también la anterioridad del uso ordinario de los términos. El uso de las metáforas queda así restringido a la enunciación manifestativa, pues no dicen ni verdad ni falsedad, sino que ocultan la semejanza, haciendo que la claridad dependa de lo común de la semejanza o del talento del interlocutor. Lo que se dice en metáfora puede decirse de manera propia con los géneros y especies o con una analogía. Por ello, en la investigación, Aristóteles toma metáforas sólo como inicio de la indagación, para después criticar su obscuridad e intentar una formulación más clara.
Por último, he insistido que cuando Aristóteles parece usar metáforas, ya sea para explicar algo, o para nombrar algo que no tiene nombre, en realidad aclara el origen de la palabra, reconoce si es impropio y luego dice si la expansión del sentido es válida o no. De no ser así, regresa y trata de formularlo de manera más clara. Por ello las metáforas sólo juegan un papel inicial en la investigación, o didáctico, una vez que se ha explicado las causas de manera propia.
Sin embargo, no debemos radicalizar la postura. Que el propósito de la ciencia sea decir las cosas con propiedad y de manera clara, no es algo que pueda lograrse de manera absoluta. Hay que recordar que la propiedad depende de la convencionalidad del lenguaje, que es dinámica y diacrónica. Por ello debemos reformular de continuo nuestras conclusiones. Por otro lado, la claridad o no de lo que digamos no depende del todo de nosotros, nuestro interlocutor también participa en reconocer si lo que decimos es claro o no. Por ello la claridad es un propósito hacia donde debe apuntar la investigación, no algo que se logre con absoluta certeza. En este contexto debe entenderse la afirmación de que las metáforas no tienen lugar en la ciencia. Su eliminación no es algo que se logre de manera absoluta, sino algo a lo que debe apuntar la ciencia en sus enunciados asertivos. De hecho, se pueden usar metáforas en la ciencia siempre y cuando: 1) se admita y avise el uso metafórico; 2) se intente después, reformular con propiedad lo dicho antes en metáfora. De esta manera, podremos empezar a conciliar nuestra necesidad de claridad con la de versatilidad en la argumentación.
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* Agradezco a los miembros de la Generación del '06, a Luis Xavier López Parjeat, Héctor Zagal, Vicente de Haro, José Luis Rivera y a dos árbitros anónimos por sus valiosos comentarios. Nadie salvo yo, es responsable de los errores que aún pueda contener el texto.