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Tópicos (México)

versión impresa ISSN 0188-6649

Tópicos (México)  no.46 México jun. 2014

 

Reseñas

 

Rémi Brague: Le propre de l'homme. Sur une légitimité menacée

 

David Torrijos Castrillejo

 

Paris: Flammarion, 2013, pp. 259

 

Universidad Eclesiástica San Dámaso.

 

Esta obra, junto a la anterior Les ancres dans le ciel. L'infrastructure métaphysique (L'ordre philosophique, Paris, Éditions du Seuil, 2011) revela las recientes investigaciones de R. Brague, profesor en la Sorbona y en la Universidad Ludwig-Maximilian de Múnich, actualmente dedicado a la escritura de su Le Règne de l'homme. Este libro constituye el tercer volumen de una trilogía comenzada con La Sagesse du monde. Histoire de l'expérience humaine de l'univers (Paris, Fayard, 1999; traducción española: La sabiduría del mundo. Historia de la experiencia humana del universo, Madrid, Encuentro, 2008) y seguida por La Loi de Dieu. Histoire philosophique d'une alliance (Paris, Gallimard, 2005; traducción española: La ley de Dios. Historia filosófica de una alianza, Encuentro, Madrid, 2013). El presente tratado en buena parte depende de las conferencias pronunciadas por el autor en la Universidad Católica de Lovaina desde la cátedra Cardinal Mercier durante el mes de marzo de 2011.

Brague declara que, para nuestro tiempo, el problema acuciante no es ya cómo debería ser promovido el humanismo, sino más bien si debería ser promovido (p. 12). De esta manera, se confronta con distintas propuestas contemporáneas que pretenden acabar con el humanismo, muchas de ellas con un alto nivel de difusión entre la opinión pública. Para ello, hace un recorrido histórico, en el cual despliega la amplia y escogida erudición que distingue a este autor. La legitimidad de lo humano había sido puesta en cuestión ya en la época medieval, aunque será en nuestros días cuando alcance un relieve mucho más preocupante. Sin embargo, el discurso no se detiene en la crítica, pues termina con una inflexión propositiva en la que aparece el retorno a la creación, suscitado por un acercamiento filosófico al Dios bíblico. Afirmar un Creador significa una escapatoria al callejón sin salida en el cual se halla bloqueado el hombre contemporáneo debido a determinadas líneas de pensamiento: «... dans la vie de tous les jours, pour un piéton comme pour un automobiliste, revenir en arrière est la conduite la plus raisonnable lorsque l'on constate qu'on s'est engagé dans un cul-de-sac» (p. 189). Así, con fórmula provocadora, Brague augura la inminente e ineludible entrada en un nuevo Medioevo (p. 248), pero su postura no constituye un ingenuo e historicista restauracionismo. Por el contrario, el humanismo moderno, nacido del proyecto ilustrado, acaba traicionado por sus propios hijos. Éstos, los así llamados postmodernos, nos ponen en el dilema de optar entre la razón y el hombre. Frente a ello, Brague presenta un retorno a la trascendencia de un Dios personal, que sostenga el Bien y la Providencia como fuentes de sentido para el hombre. De tal modo, la época histórica por venir merecerá el nombre de Edad Media por tratarse de un nuevo exorcismo contra la gnosis; ésta fue el rival del primer Medioevo, pero los hechos parecen confirmar que ni éste ni la Modernidad lograron superarla definitivamente (pp. 77, 187).

El libro se desarrolla en nueve capítulos. En el primero, se expone el nacimiento de la idea humanista según el sentido específico que tuvo en el siglo XIX, a pesar de hendir sus raíces en la tradición greco-cristiana. Enseguida se despertaron entonces movimientos explícitamente "antihumanistas". Nuestro autor no puede dejar de hacerse eco de las profundas reflexiones de H. de Lubac (Le Drame de l'athéisme athée, Paris, Spes, 1944), a quien considera empero demasiado optimista. Según éste, el ateísmo pretendidamente humanista podría ser capaz de crear una civilización, aunque ésta fuera inhumana. Brague piensa que, en realidad, el ateísmo sólo puede abocar a la destrucción del hombre (p. 36). En el capítulo segundo plantea las amenazas que efectivamente se ciernen sobre lo humano, mientras que en el tercero se adentra en una cuestión todavía más inquietante, a saber, el hecho de haber sido puesta en cuestión la legitimidad misma de lo humano.

La impugnación de lo humano como tal es examinada por Brague en tres de sus exponentes, a los que dedica sendos capítulos. En primer lugar, son mencionados los "hermanos sinceros" o "hermanos de la pureza", autores islámicos anónimos de una obra que data de la mitad del siglo décimo. En ella, los animales dialogan con el ser humano, disputándole su presunta superioridad y aventajándolo aparentemente en todo. Sin embargo, según estos autores, el alma humana racional es representante de Dios sobre la tierra. Así, Brague advierte sobre la importancia de un elemento externo para poder comparar las distintas especies de vivientes. En segundo lugar, es estudiado A. Blok, poeta lírico ruso fallecido en 1921, a quien quizá debamos la invención del término "antihumanismo", pero que sobre todo importa por sus reflexiones sobre ese tema. Blok anuncia un hombre nuevo, «une nouvelle race humaine» y, según él, el antihumanismo consistiría en «ne plus définir l'homme par ce qui en lui est humain» (pp. 126s.). En tercer lugar, es considerado el pensamiento de M. Foucault, declarado antihumanista. Pasa revista al desmoronamiento del hombre que éste enseña, advirtiendo en el discípulo de Nietesche una idéntica derrota ante el amor fati como sorprendente consecuencia de llevar la voluntad de poder hasta su término (p. 149; cf. p. 195). Efectivamente, la muerte de Dios significa la muerte del hombre pero, a decir verdad, el deicidio nunca estuvo justificado. Aquello que Foucault atacaba era tan sólo una imagen arcaica de la divinidad, no el Dios bíblico liberador del hombre.

A continuación, disponemos de un capítulo dedicado a H. Blumenberg citando su obra, Die Legitimität der Neuzeit (Francfort, Suhrkamp, 1988), en la cual se ha inspirado el título del libro que estamos comentando. Blumenberg fue quien comprendió la misión histórica del Medioevo como la refutación de la gnosis y, puesto que fracasó en su intento —aseveraba—, hubo de venir la Modernidad para completar tal tarea. Brague pone en duda que esto último sea verdad y cree que la dirección seguida por la Edad Media había sido más acertada, dado que la aventura humana tan sólo puede sostenerse bajo la benevolente guía de la Providencia.

La cuestión clave es, pues, Dios como origen del hombre. Este aspecto es afrontado en el capítulo octavo, subrayando justamente la bondad divina como único garante posible de la bondad del mundo. Sin embargo, esta bondad no es dada al hombre al margen de su libertad: el hombre es el "plenipotenciario" (pp. 159, 216) del don divino, receptor responsable con una tarea por hacer. Así llegamos al último capítulo de la obra, donde se nos presenta un razonamiento que bien podría ser llamado —con Gilson— una "metafísica del éxodo" (p. 241), sólo que Brague la extrae más bien del relato genesiaco de la creación. Desarrolla una interesante exégesis filosófica de éste proponiendo el "Sea" pronunciado por Dios como el primer mandamiento de la Escritura. Así, demuestra que el cimiento teológico del obrar moral supera el fingido dilema entre heteronomía y autonomía, a la vez que logra esquivar las aporías de Moore, quien creyó ver una "falacia naturalista" en fundamentar ontológicamente la ética.

El libro de Brague reúne un saber que desborda fronteras nacionales y lingüísticas no menos que barreras históricas y culturales. Sin embargo, consigue hacer asequible tales conocimientos a cualquiera sin convertir su discurso en mera erudición o disputa académica. A través de una reflexión histórica seria y documentada, este eminente estudioso traza su propio pensamiento, exponiendo sus ideas ante el lector con claridad meridiana. Los temas tratados son, por lo demás, de gran actualidad e incidencia. El antihumanismo, el posthumanismo, determinados movimientos ecológicos extremistas... son corrientes de pensamiento con amplia resonancia en la opinión pública y de gran influencia en la educación y la cultura. La actitud de nuestro filósofo es deliberadamente crítica ante ellos y advierte del peligro que podría suponer atenerse a sus programas. De manera convincente, desenmascara este lado negativo proponiéndonos, simultáneamente, una alternativa viable: explorar de nuevo la postura teísta y, en particular, la creencia en el Dios bíblico. En definitiva, sería bien deseable una traducción española de esta obra, que nos abra el apetito para el volumen Le Règne de l'homme cuya aparición esperamos sea próxima.

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