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Tópicos (México)

versión impresa ISSN 0188-6649

Tópicos (México)  no.57 México jul./dic. 2019

 

Reseñas

Thomas Murner. (2017). El Juego de Cartas de Lógica. Edición bilingüe, traducción, introducción y notas de Jorge Medina. Prólogo de Mauricio Beuchot. México: Editorial Notas Universitarias, 286 p.

Juan Manuel Campos Benítez* 

*Benemérita Universidad Autónoma de Puebla uancamposb@hotmail.com

Murner, Thomas. 2017. El Juego de Cartas de Lógica. Medina, Jorge. México: Editorial Notas Universitarias, 286p.


El libro de Thomas Murner (1475-1537) que reseñamos y cuyo título completo es Logica memorativa. Chartiludium logice sive totius dialectice memoria et novus Petri hyspani textus emendatus: Cum iucundus pictasmatis exercitio: Eruditi viri .f.Thome Murner Argentini ordinis minoris:theologie doctoris eximij (Estrasburgo 1509) constituye una gran aportación a la historia de la lógica y su didáctica, además de proporcionarnos mucha información sobre su época y sus relaciones con textos de lógica medievales.

Thomas Murner nace en 1475 cerca de Estrasburgo ―nos informa el traductor― y a los quince años entra a la orden franciscana. Estudia artes liberales, matemáticas, teología en diferentes lugares: Friburgo, París, Cracovia, Colonia, Praga, Viena y Bruselas. Enseñó en Friburgo, Berna, Frankfurt, Basilea, Cracovia y Estrasburgo. Tuvo contacto con grandes humanistas de la época como Erasmo y Tomás Moro y participa en algunas polémicas con Lutero y seguidores, incluyendo una polémica que incluía panfletos y canciones con Michael Stifel, amigo de Lutero y matemático. Aparte del Chartiludium logiceescribe otros dos textos donde hace uso de imágenes, Ludum studentum Friburgensium y su exposición de las Institutiones de Justiniano en el Chartiludium institute sumarie. Traduce además a Virgilio al alemán, y oraciones en hebreo. Muere en Obernai en 1537.

El libro que reseñamos contiene un prólogo y un exordio del autor, a la manera de la época. En el prólogo muestra la actitud tan renacentista de elogiar a Aristóteles y menospreciar un poco a Pedro Hispano, autor de las famosos Tractatus o Summulae logicales; y no solo elogiar a Aristóteles sino también darle créditos “mayores”: “Pues todo lo que hay de culto, docto, puro y verdadero Pedro lo tomó de la lógica de Aristóteles, pero lo que de bárbaro, falso y fastidioso haya en él, todo eso fue lanzado a su craso ingenio por Minerva”. Podemos encontrar este elogio ya desde el mismo Ockham. En efecto, Ockham pensaba que Aristóteles no habló de lo que hoy conocemos como operadores epistémicos y otros porque lo que había dicho acerca de los operadores modales se aplicaba muy bien a los otros (y es cierto; hoy se reconocen esas analogías estructurales en las lógicas modales, pero los medievales hablaron explícitamente de ellas). Ese menosprecio incluye críticas a sus tesis lógicas, en las que no es explícito, y a su latín “bárbaro e inculto” (barbaro ineruditoque), y se queja de que el texto del Hispano carezca de imágenes. Son las imágenes precisamente lo que Murner va a proporcionar en un juego de cartas que “ejercita y divierte los ánimos de los practicantes” y “con deseada brevedad, sin dilación, pone fin a los temas lógicos, ya que las cosas largas suelen despreciarse, y está de moda gozar de la brevedad”. Su exordio está dirigido a los jóvenes y les recuerda que fue escrito durante su juventud.

Después del exordio vienen las instrucciones para jugar la baraja, para reconocer a qué capítulo pertenece y dentro del capítulo el lugar que ocupa. Cada capítulo trata uno o varios tratados medievales, y se reconoce por una figura; el número de barajas dedicadas a cada capítulo no es uniforme, según veremos, indicando tratado, figura y número de barajas. 1. La enunciación, un cascabel, ocho barajas. 2. El predicable, una langosta, seis barajas. 3. El predicamento, un pez, ocho barajas. 4. El silogismo, una bellota, cuatro barajas. 5. El lugar dialéctico, un alacrán, siete barajas. 6. La falacia, un sombrero femenino, 8 barajas. 7. La suposición, un corazón, 3 barajas. 8. La ampliación, un grillo, una baraja. 9. La restricción, un sol, una baraja. 10. La apelación, una estrella, una baraja. 11. La distribución, un ave, una baraja. 12. La exposición, una luna, una baraja. 13. La exclusión, un gato; una baraja para éste y los dos siguientes. 14. La excepción, un blasón. 15. La reduplicación, una corona.16. El descenso, una serpiente enroscándose, una baraja. Sin duda el lector notará el lugar privilegiado de los temas aristotélicos por el número de barajas dedicadas, como bien se insinuaba en el prólogo.

Al comienzo de la obra hay una imagen tomada, nos informa el traductor, de Margarita philosophica, de Gregor Reisch, publicada en Friburgo en 1503 y en Estrasburgo en 1504. Aunque de un estilo muy diferente, esa imagen nos ayudará a entender las barajas de Murner. Consiste en un cuadro donde una dama armada con arco, una espada parecida a una cimitarra y sonando una trompeta avanza hacia un bosque; la acompañan dos galgos y una liebre que corren cerca de unas flores y abrojos. En la imagen encontramos varias palabras cerca de los objetos: los perros son la verdad y la falsedad, la liebre la potencia. El arco es la questio, la cimitarra el silogismo, de la trompeta salen dos flores que indican dos premisas; el bosque, leemos, es el bosque de las opiniones formado por las escuelas albertista, tomista, ockhamista y la más frondosa, la escotista. El traductor nos advierte que esta frondosidad no se encuentra en el original de Reisch; nos recuerda también que Escoto era franciscano, como Murner. Las florecillas son los manuales de lógica (parva logicalia) y las espinas y abrojos son los insolubles y las obligaciones, dos de los temas más complejos de la lógica medieval. El lector podrá darse cuenta que la dama es la dialéctica que avanza entre espinas con sus armas, y sabe encontrar la verdad, la falsedad, y la posibilidad. Se trata más bien de una alegoría, algo muy medieval. Pues bien, en las barajas de Murner encontramos, sin ser alegóricas, esta técnica, pero casi no hay palabras (si acaso en la carta 26, aparecen letras para indicar la reducción de silogismos, en la baraja 34 aparece una palabra ilegible que ejemplifica un solecismo, en la 38 la palabra quies que separada dice otra cosa qui es, en la baraja 49 encontramos escritas en una pizarra las palabras in illo tempore). No hay palabras que nos digan “esto es esto” (este perro es la verdad y este otro la falsedad, por ejemplo).

El autor comienza exponiendo brevemente la doctrina lógica, presumiblemente de Pedro Hispano (pues el traductor nos recuerda que una fuente importante de Murner es el comentario al Hispano por parte del escotista italiano Pedro Tartareto). La distribuye en oraciones breves, numeradas, a veces con varias secciones (p.e. 1a, 1b, 1c) que explican la baraja, que contiene esos números y el lector sabe entonces lo que quieren decir las imágenes. Al ver la baraja nos encontramos no con palabras sino con números que nos remiten la explicación de Murner y encontramos sentido a todo.

Debemos decir que las barajas son todo un espectáculo visual, complejo, que aglutina sentidos que conocemos solo al leer la explicación, en un ejercicio reiterado de la segunda impositio medieval, la atribución convencional de significados a signos que ya lo tienen pero que en la explicación de las barajas adquieren otro. Hay figuras humanas: el rey, la reina, el siervo, la sierva, y más, pues encontramos al leñador, al pintor, al alfarero, y muchos que el lector de la época reconocería. Las figuras animales forman también legión: caballos, gatos, palomas, peces, gallos, pollos, perros, gansos, urracas, serpientes, unicornios. Más interesante son esas figuras tal y como las presenta Murner: hombres y mujeres con manos y patas de caballo, hombres con cabeza de demonio y aureola de santos, balanzas donde en un extremo hay una cabeza humana con un rosario en la boca, un ángel con un hacha en la mano, una reina a caballo mostrando en una mano la cabeza cortada de Holofernes y en la otra las tijeras de Dalila, el pintor bosquejando “El nacimiento de Venus”, un hombre de cuya boca parecen salir agujas. Los animales son también curiosos: un unicornio con cuernos de venado, gatitos amarrados unos a otros por las patas o por el lomo o mordiendo un contrato, perros que parecen echar fuego por la boca, un gallo con bufanda o capa. No faltan los artefactos: juegos de ajedrez, lanzas, espadas, escobas, un compás, un blasón, relojes de arena y mecánicos, coronas, sombreros, escaleras, plomadas, cuerdas, trompetas, balanzas, cucharas de albañil, sierras, vasijas, reglas, llaves, cerraduras, flechas, dardos y sus blancos, espejos, botas, calzados femeninos, ruedas, morteros, la cruz de San Andrés, canastas, panes, la pizarra que dice in illo tempore. Esta última expresión es rica en su ambigüedad: por una parte hace recordar aquellos mitos y aquellos cuentos populares que comienzan así, y por otra puede remitirnos directamente a los Evangelios, pues varios capítulos comienzan con esa frase. La cesta con panes recuerda inmediatamente la multiplicación de los panes que fueron distribuidos entre la multitud, y Murner aprovecha esto para ilustrar la “distribución” lógica, tema que involucra el cuantificador universal, pues todos recibieron su pan. }

Hay que notar también cierta sátira en las imágenes. La urraca, nos dice en una de ellas, es la dialéctica, pero como la dialéctica es cosa de dos, muestra dos urracas para simbolizar ese aspecto de la discusión, del debate entre proponente y oponente. ¿Cómo no pensar en aquellos cuervos antiguos que graznaban en los tejados sobre cuál era el condicional correcto? Ciertamente Murner es alguien que ejerció la sátira incluso contra Lutero en una guerra panfletaria, pero esto escapa a nuestra reseña.

Expuestos los tratados, viene un “ejercicio” donde Murner abunda en las instrucciones para echar las barajas e indicar su tratado, lugar dentro del tratado y sus significados; es un ejercicio difícil y reporta que sus estudiantes le llaman “muerte súbita” (subitaneam mortem appelare) y muestra una imagen que sintetiza los tratados. Le sigue un testimonio de un profesor de Cracovia que relata ciertas peripecias: los alumnos aprendían tan rápido cosas complejas que se pensó que Murner ejercía artes non sanctas con ellos (y si uno recuerda barajas con hombres con patas animales no es difícil pensar en cosas del demonio). Fue llamado y tuvo que presentar sus cartas, explicarlas mostrando su mnemotécnica y fue contratado como profesor numerario.

Finalmente, Murner se despide del lector y del estudiante recordando las palabras del Papa Juan (se refiere a Pedro Hispano ahora en un tono diferente) cuando decía que la lógica es la ciencia de las ciencias. Les recuerda también que aunque gasten dinero en la compra del libro, agradecerán por el provecho que pueden recibir. Por mi parte es también de agradecer al traductor por su gran labor, su ayuda al lector explicando en notas a pie de página varias partes oscuras, señalando algunos errores de Murner (p. e. en la nota 247), sus referencias a textos medievales y clásicos latinos tan aclaratorias, su traducción tanto al español como a la lógica simbólica contemporánea de aquellos pasajes que lo ameritan.

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