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Alteridades

versión On-line ISSN 2448-850Xversión impresa ISSN 0188-7017

Alteridades vol.21 no.41 Ciudad de México ene./jun. 2011

 

La enseñanza de la antropología "propia" en América Latina

 

La construcción del pensamiento antropológico ecuatoriano: derroteros y perspectivas*

 

The construction of anthropological thought in Ecuador: aims and perspectives

 

Fernando García S.**

 

** Profesor-investigador del Programa de /Antropología, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), sede Ecuador. Calle La Pradera E7-174, Quito, Ecuador <fgarcia@flacso.org.ec>.

 

* Artículo recibido el 19/05/10
y aceptado el 24/05/11.

 

Abstract

The present article reflects on the aims of the construction of anthropological thought in Ecuador, analyzing its relation with Latin American anthropologies. It distinguishes three stages: the beginning in the 1960s, the professionalization and institutionalization in the 1980s and its consolidation from the 1990s to date. It ends proposing some future perspectives to achieve that Southern Ecuadorian anthropologies consolidate their place in the regional and national anthropological debate.

Key words: own anthropologies, national anthropology traditions, Latin American anthropologies, anthropologies from the South, Ecuadorian anthropology.

 

Resumen

El presente artículo reflexiona sobre los derroteros que ha seguido la construcción del pensamiento antropológico ecuatoriano, además de analizar su relación con las antropologías latinoamericanas, para lo cual se distinguen tres etapas: los inicios en los setenta, la profesionalización e institucionalización en los ochenta y la consolidación de los noventa a la fecha. Finaliza planteando algunas perspectivas de futuro para lograr que las antropologías del Sur y la antropología en el Ecuador se consoliden en el debate antropológico regional y nacional.

Palabras clave: antropologías propias, tradiciones nacionales de la antropología, antropologías latinoamericanas, antropologías del Sur, antropología ecuatoriana.

 

Actualmente en Ecuador existen tres instituciones universitarias que enseñan antropología: dos en el nivel de pregrado, la Pontificia Universidad Católica del Ecuador y la Universidad Politécnica Salesiana, ésta también en el nivel de posgrado, junto con la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), sede Ecuador.1 Desde 1981 el gremio profesional se encuentra asociado en el Colegio de Antropólogos y Lingüistas de Pichincha (CALP).2

La situación de los centros de formación antropológica con que cuenta el país muestra parcialmente el proceso histórico vivido por la disciplina y da cuenta del surgimiento del pensamiento antropológico ecuatoriano, como parte de las denominadas antropologías del Sur (Krotz, 1993) o periféricas (Cardoso, 1998), que se inscriben en la corriente iniciada por un conjunto de antropólogos provenientes de lugares que no son considerados centros de elaboración del pensamiento antropológico, entre ellos los latinoamericanos, que están empeñados en pensar las denominadas antropologías del mundo (Lins Ribeiro y Escobar, 2008) y no una antropología universal, como un forma de recuperar uno de los ejes sobre los cuales ha girado la antropología como ciencia, la diversidad tanto científica como conceptual.

El presente artículo girará alrededor del proceso de construcción del pensamiento antropológico ecuatoriano y su relación con las antropologías latinoamericanas, para lo cual distinguirá tres periodos: el inicio, la institucionalización y profesionalización, y la consolidación.

 

Los derroteros

El inicio (los setenta)

En enero de 1971, un grupo de once intelectuales, la mayoría latinoamericanos, ninguno indígena, se reunió en la isla caribeña de Barbados para considerar la relación entre las ciencias sociales y un tema que apenas emergía en el escenario político regional: "la liberación indígena". La declaración de Barbados I, que resultó de esa reunión y posteriormente adquirió cierta fama, incluyó el siguiente párrafo sobre "la responsabilidad de la antropología":

La antropología que se requiere ahora en América Latina no es la que toma al indígena como objeto de estudio, sino, que percibe la situación colonial y se compromete a la lucha por su liberación. En este contexto, el rol de la antropología es el de proveer a los pueblos colonizados los datos e interpretaciones, sobre ellos mismos y sus colonizadores, que serán de utilidad para sus luchas propias por su liberación.3

Esta afirmación, sencilla pero potente, trajo a colación una serie de preguntas claves para la antropología de los setenta. ¿Por qué era necesario descolonizar la antropología latinoamericana? ¿De qué manera el pensamiento indigenista vigente en ese momento debía ser cuestionado fuertemente, al ser otra forma de colonización antropológica? ¿Cómo plantear una antropología en la cual los "objetos" de investigación exigían ser "sujetos"?

La experiencia de la segunda reunión de Barbados, celebrada en 1977, proporciona algunas pistas para comenzar a contestar estas preguntas. Después del éxito de la primera, el siguiente paso lógico fue sentar las bases para un diálogo entre los antropólogos solidarios y los intelectuales indígenas que protagonizaban sus luchas. Según el relato de un antropólogo participante, la discusión sobre la relación entre antropología (o ciencias sociales en general) y los movimientos indígenas resultó sumamente polémica, y al final fue imposible llegar a acuerdos perdurables. Por ende, la declaración asociada con esta segunda relación obvia el tema por completo, para enfocarse de manera exclusiva hacia la necesidad de una "organización política propia", que luche en contra de la "dominación física y cultural". El inciso que más se acerca al tema de investigación sigue esta misma línea de desarrollo autónomo; enfatiza la necesidad de "conservar y reforzar las formas de comunicación interna", y de "mantener los esquemas culturales básicos especialmente relacionados con la educación del propio grupo". Pareciera que los protagonistas indígenas de esa reunión no encontraron ningún rol para los antropólogos solidarios que, seis años antes, se habían proclamado en favor de la "liberación indígena".

Simultánea a la primera declaración fue la publicación en 1970 del manifiesto titulado De eso que llaman antropología mexicana, que marcó el relevo generacional de los antropólogos mexicanos y el paso del indigenismo al denominado indianismo. Entre sus autores estaba Guillermo Bonfil Batalla, uno de los participantes de las reuniones de Barbados. Se trataba de una nueva versión del relativismo cultural, que proclamaba la aculturación como etnocidio y, por consiguiente, condujo a ontologizar la indianidad y absolutizar la diferencia entre la población indígena con la no indígena. El Estado mexicano debió pasar de una política integracionista respecto de los pueblos indígenas hacia una política de gestión étnica, iniciando así una nueva etapa de la antropología latinoamericana.

El Ecuador, como país, va a enfrentar en esta etapa un conjunto de cambios sociales clave, las leyes de reforma agraria de 1964 y 1973 terminan con las relaciones de trabajo obligatorio de los campesinos indígenas en la sierra, y permiten, en la costa, el acceso a la tierra a los pequeños productores no indígenas. La crisis social se vio agravada por la crisis financiera y económica, y paralelamente dio comienzo al establecimiento del modelo económico neoliberal impulsado por el Fondo Monetario Internacional, que condujo al abandono del agotado modelo de industrialización sustitutiva de importaciones y lo reemplazó por las leyes del libre mercado. El Estado empezó un proceso de desconcentración, descentralización y regionalización de los servicios públicos, a la vez que inició un agresivo proceso de privatización de los mismos. La crisis económica también llegó acompañada de un sistemático proceso de endeudamiento internacional con la banca bilateral y privada, cuyo pago acaparó un porcentaje significativo de las divisas nacionales.

En este contexto económico y social, la antropología ecuatoriana desarrolló dos temas: los estudios de diversidad cultural y étnica y los relacionados con la etnohistoria mesoamericana y andina, que la van a vincular con la antropología mexicana. Cada uno de ellos requiere un tratamiento por separado, sin embargo la relación que se establece entre ambas antropologías tiene un doble vínculo mediante la formación de profesionales ecuatorianos en México desde finales de los sesenta y de la creación del primer Departamento de Antropología en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, en 1971.

Durante las décadas de los sesenta y setenta, dos generaciones de antropólogos ecuatorianos realizaron estudios de pregrado y posgrado en la Universidad Iberoamericana y en el recién creado (1973) Centro de Investigaciones Superiores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (CISINAH), hoy Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS). La figura central de estas dos instituciones fue el antropólogo Ángel Palerm Vich, refugiado español nacionalizado mexicano, quien, junto con otros profesores, también expulsados de sus instituciones por haber participado en el movimiento estudiantil de 1968, revolucionó la enseñanza de la antropología social mexicana, con la interesante combinación de profesores y alumnos provenientes de la propia Iberoamericana, de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) y de diversos centros de formación eclesiástica (sobre todo jesuitas), que por entonces experimentaban tiempos de revisión y renovación, bajo la influencia del Concilio Vaticano II (1964), del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELEAM), reunido en Medellín (1968) y en Puebla (1979), que generó el surgimiento de la Teología de la Liberación.

De regreso al país, los antropólogos formados en México, junto con otros ecuatorianos formados en Estados Unidos, Francia y Alemania, ponen en marcha el Departamento de Antropología de la Universidad Católica, que a partir de 1977 gradúa a los primeros antropólogos formados en el Ecuador y profesionaliza la disciplina en el país. Este departamento tiene sus antecedentes en la Facultad de Filosofía San Gregorio, que formaba a estudiantes jesuitas y no jesuitas en esta disciplina. El decano de esa facultad, el jesuita Hernán Malo González,4 al llegar al rectorado de la Universidad Católica a inicios de los setenta, propone la creación de la Facultad de Ciencias Humanas, con los Departamentos de Filosofía y Antropología, a los cuales se unió más adelante el de Sociología.

En cuanto al tema de los estudios mexicanos de la diversidad cultural y étnica, planteados desde el marxismo y la antropología política de la época, a la luz de las teorías de A. V. Chayanov, Eric R. Wolf y Sidney Mintz, se inicia un largo ciclo de los denominados estudios campesinos, con la peculiaridad de que Palerm y sus seguidores introducen en sus investigaciones la relación estrecha entre la antropología y la historia, por un lado, y, por otro, la práctica investigativa basada en largas temporadas de trabajo de campo, para después hacer ciencia.

Si se revisa los títulos de las tesis de los primeros estudiantes graduados en el Departamento de Antropología de la Universidad Católica, el tema de la economía y política campesina es reiterativa.5 Este interés en los dos países deriva más tarde en el retorno a los estudios étnicos con énfasis en el tema indígena, y luego en los demás grupos diversos que conforman ambos países: afrodescendientes, mujeres, diversidades sexuales, etcétera.

El campo de los estudios etnohistóricos andinos y mesoamericanos va a ser impulsado en forma simultánea desde la academia estadounidense y latinoamericana. Algunos pensadores marxistas, como Karl Wittfogel, Stanley Diamond, William Sanders, Pedro Carrasco, Richard Schaedel, John Murra, Franklin Pease, Carlos Iván Degregori, María Rostworoswki, Jorge Flores Ochoa y Andrés Guerrero, recogieron la discusión de la formación del Estado y en especial de las sociedades hidráulicas, tanto de las civilizaciones maya y azteca como de la inca, y la juntaron con la etnografía de las sociedades campesinas e indígenas contemporáneas.

En realidad, tanto Palerm desde México, a través del CISINAH, como Murra6 desde los Andes, a través del Instituto de Estudios Andinos, se convirtieron en los animadores de la investigación etnohistórica de ambas realidades; la amistad que juntó a estos dos autores, que se conocieron en Estados Unidos, dio como resultado la formación de grupos de investigadores locales, que fueron importantes contribuciones a la antropología de los dos países.

Además, estos dos investigadores inauguraron un ejercicio que ha sido poco desarrollado entre las antropologías del Sur, el ejercicio comparativo, que constituye un método de larga data en la antropología; desgraciadamente no ha tenido continuidad en el paso del tiempo, y en la actualidad se vuelve indispensable para el desarrollo de la disciplina.

En esta primera etapa hay un tema que surge desde los Andes como un aporte propio de la antropología ecuatoriana: la reflexión sobre historia y antropología, con el aporte inicial de Murra (1975) y su modelo de control vertical de un máximo de pisos ecológicos, y su posterior aplicación a la propuesta de control microvertical de Salomon (1980) en los Andes del Norte (actual Ecuador).7 Desde un punto de vista más metodológico hay otro tema que sobresale desde el inicio de la enseñanza de la antropología: la importancia de la realización del trabajo de campo y del uso de las fuentes históricas como pilar fundamental de la formación de los estudiantes. Sin lugar a dudas, la influencia tanto de Palerm como de Murra en este enfoque es evidente.

 

La institucionalización y profesionalización (los ochenta)

Este periodo está marcado políticamente por el retorno a la democracia en 1979 y por una relativa estabilidad democrática hasta mediados de la década de los noventa. Desde inicios de la década empieza en el país un proceso de ajuste económico estructural. El carácter pro cíclico de las políticas sociales asistenciales y universales desemboca en una aguda crisis, generada por las condiciones adversas del mercado internacional de hidrocarburos y por diversos desastres naturales de esos años.

Entre los elementos más notables de este periodo se deben destacar: la restricción presupuestaria, la disminución de la burocracia, la vigencia de la máxima "menos Estado más mercado", el cobro por servicios de salud y educación, el impulso de iniciativas de autogestión o administración tercerizada de empresas estatales, y la insurgencia e irrupción de los movimientos sociales, en especial el obrero, el indígena, el ambiental y el de mujeres.

Tal como lo señala Moreno Yáñez (2008), la antropología ecuatoriana, al igual que otras antropologías latinoamericanas, muestran influencias de cinco paradigmas operantes en la modernidad de nuestra disciplina: la escuela estructural-funcionalista, de inspiración británica; el estructuralismo levistraussiano, diversas modalidades del marxismo, el culturalismo angloamericano y el interpretacionismo geertziano. Estas influencias acompañan el desarrollo de dos temas trascendentales en este tiempo: los estudios amazónicos y los de religiosidad popular, tal como lo menciona Martínez (2007). En el primero, la influencia de la misión salesiana permitió el inicio de la publicación de Mundo Shuar, en 1975, luego la de Mundo Andino, en 1980, para converger las dos en ese gran esfuerzo iniciado en 1983, la editorial Abya-Yala,8 impulsada desde su fundación y hasta la fecha por el antropólogo Juan Botasso, y cuyo objetivo es promover el respeto por los pueblos indígenas entre los latinoamericanos no indígenas, y a la vez proveer de materiales a las comunidades indígenas para una reflexión sobre su propia identidad.

Todos estos esfuerzos salesianos se ven concretados en la creación de la carrera de Antropología Aplicada en 1987, de modalidad semipresencial, dirigida sobre todo a la formación de agentes pastorales y funcionarios de organizaciones no gubernamentales. Esta carrera de pregrado se institucionalizó definitivamente con la creación de la Universidad Politécnica Salesiana en 1994.

Desde el Departamento de Antropología de la Universidad Católica se alentaron también los estudios amazónicos; autores como Bustamante (1988) y Salazar (1986) intentaron explicar la articulación de los pueblos indígenas amazónicos a los procesos de colonización y penetración estatal y capitalista. Estas investigaciones recibieron especial impulso con el aporte de dos discípulos de Lévi-Strauss, Philippe Descola (1996) y Anne Christine Taylor (1985), que investigaron la nacionalidad achuar entre 1976 y 1980, y que ejercieron la cátedra en la Universidad Católica. Similar es el caso de Laura Rival (1996), de la Universidad de Manchester, que luego fue docente del programa de antropología de la Flacso, cuya investigación sobre la nacionalidad waorani se realizó entre 1989 y 1990.

La línea de los estudios de religiosidad popular fue iniciada por Marco Vinicio Rueda (1982), jesuita formado en la Escuela de Altos Estudios de París, docente e investigador del Departamento de Antropología de la Universidad Católica. La propuesta de Rueda, centrada en el análisis de los símbolos, mitos y rituales, vinculados a las prácticas de la religiosidad popular, intenta juntar las propuestas de Turner, Lévi-Strauss y Geertz con las de Manuel Marzal, el más importante antropólogo de la religión en los Andes, con el fin de analizar procesos como el sincretismo, las celebraciones y festas y los nuevos procesos de conversión religiosa.

Desde la perspectiva de la antropología ecuatoriana, lo más destacable de esta época es la contribución de los estudios amazónicos, o la de los llamados "amazonistas"; este tema, muy propio de la antropología sudamericana (nueve países lo comparten por pertenecer a la cuenca amazónica), aparece inscrito en una relación a la cual la antropología en general le ha dado mucha importancia, se trata de la relación entre naturaleza y cultura, que actualmente debate problemas como la explotación de los recursos naturales no renovables, la sustentabilidad y gobernanza ambiental y la propiedad intelectual colectiva.

De igual manera, al revisar el pensum de la carrera de Antropología de la Universidad Católica y de la Universidad Politécnica Salesiana es necesario resaltar la incorporación de dos materias a partir de los ochenta como parte de la formación de los estudiantes: Antropología Latinoamericana y Antropología Ecuatoriana. Esta última dio lugar a la publicación de dos tomos sobre el tema (Moreno Yáñez, 1992). También debe mencionarse que al inicio el Departamento de Antropología de la Universidad Católica mantuvo un convenio de cooperación con su par de la Pontificia Universidad Católica del Perú, que permitió durante dos años contar con la presencia de profesores visitantes peruanos en Quito.

Luego de 40 años de la creación de la licenciatura en Antropología en el país, que implican el paso de 39 promociones de estudiantes en la Universidad Católica y de 15 en la Universidad Politécnica Salesiana, se ha logrado la graduación de alrededor de 300 antropólogos que ejercen su tarea profesional en el país.9

 

La consolidación (los noventa hasta inicios del siglo XXI)

La tercera y última etapa se caracteriza por significativos cambios políticos y económicos que trastocaron al Estado ecuatoriano luego de su retorno a la democracia en 1979. El modelo económico neoliberal y sus medidas de ajuste estructural se colapsaron con la quiebra bancaria de 1999 y el inicio de la dolarización de la economía en el 2000. La inestabilidad política se volvió crítica al sucederse doce presidentes durante las dos últimas décadas; la insurgencia del movimiento indígena como actor político y los intentos de reforma política por medio de dos procesos constituyentes (1998 y 2008) cambiaron las estructuras de poder y las reglas del juego de la sociedad ecuatoriana.

La Flacso inicia en 1991 el posgrado en Antropología, con dos fases, una de 1991 a 1995, y luego de una corta interrupción de cuatro años la segunda: de 1999 hasta la fecha. Ambas etapas contaron con la participación de estudiantes provenientes de los seis países de la región andina y también del resto de América Latina.

En la primera fase los estudios se concentraron en tres ejes: la teoría antropológica, los temas andinos y los temas amazónicos.10 Se sucedieron dos convocatorias con un total de 44 estudiantes (profesores originarios de la región y extranjeros especialistas en temas andinos y ecuatorianos). Los temas de tesis son una combinación de lo étnico (todavía con énfasis en lo indígena), lo racial, lo campesino, el desarrollo y los temas urbanos, que abren nuevas perspectivas.

La segunda fase se inicia con la maestría en Estudios Étnicos, dirigida a estudiantes indígenas de nueve países de América Latina, surgida como iniciativa del Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas de América Latina y el Caribe, la Cooperación Técnica Belga y la Flacso.11 Esta maestría tuvo tres promociones, con un total de 50 estudiantes, y su concentración estuvo en las áreas de teoría antropológica, desarrollo y etnicidad. Este programa permitió incorporar a docentes tanto indígenas como no indígenas, lo cual, junto con la experiencia de cada uno de los estudiantes, permitió el desarrollo de espacios de conocimientos interculturales, el denominado diálogo de saberes, que actualmente es uno de los retos de la educación superior latinoamericana.

Los temas de tesis hicieron hincapié en la realidad de los pueblos indígenas, en especial en la educación bilingüe intercultural, el desarrollo con identidad, la migración, los procesos de reconstitución étnica, la participación política y el papel de los intelectuales y las élites indígenas. Ningún estudiante eligió un tema de tesis relacionado con los otros, los no indígenas.

En 2001, a la par de esta maestría, la Flacso reabrió la maestría en Antropología, iniciada en 1995, que se mantiene hasta la actualidad junto con la maestría en Antropología Visual, abierta en 2008. Esta última propuesta es resultado de un esfuerzo interdisciplinar de colaboración entre la antropología y las diversas representaciones artísticas, con el fin de formar especialistas en teorías antropológicas sobre la imagen y el sonido, adiestrados en el manejo del enfoque etnográfico. El programa brinda especial atención a las discusiones sobre la ética y la política de la representación audiovisual. La malla curricular está diseñada para ofrecer una sólida formación teórica en antropología visual, documental contemporáneo, historia de la visualidad y el diálogo entre antropología y arte contemporáneo.

El programa de antropología pretende la formación de profesionales capaces de incorporar la perspectiva etnográfica en el análisis de los problemas políticos, económicos, sociales y culturales de América Latina y de los Andes. Esta perspectiva es fundamental para entender fenómenos como la etnicidad, el racismo, la construcción de ciudadanía y las formas de funcionamiento del poder. También se orienta hacia la problematización y comprensión de los imaginarios sociales y los cambios que se producen en la cotidianidad y en las identidades en el contexto de la globalización y la cultura de masas.

Desde el 2005 el programa ofrece el diplomado en Derecho Indígena y Pluralismo Jurídico, destinado a jueces, magistrados, abogados y demás operadores en la administración de justicia, indígenas y no indígenas, en materia de interculturalidad, pluralismo jurídico y derecho(s) indígena(s). Esta opción de formación bajo la modalidad semipresencial cuenta con cuatro convocatorias y cerca de 40 estudiantes que han culminado sus estudios. Intenta fortalecer el campo de la antropología jurídica a partir de la rica experiencia que muestran los países latinoamericanos desde las reformas constitucionales iniciadas en 1991 y la jurisprudencia creada a partir de situaciones de inter-legalidad.

La Universidad Politécnica Salesiana inició en 2005 una maestría en Antropología y Cultura que ha llevado adelante dos convocatorias, con un total de 19 estudiantes, su modalidad es semipresencial y cuenta con una primera graduada. Su propuesta nace de la crítica que hace la corriente de los estudios culturales a la antropología andina, con el fin de comprender los fenómenos que la globalización ha provocado en la región, en particular el proceso de migración nacional e internacional, las relaciones de poder, género y masculinidad, las nuevas realidades urbanas: la violencia y la inseguridad, y la llamada nueva ruralidad: la agroindustria, el trabajo de maquila y los efectos de la migración.

Merece especial atención la realización del Congreso Ecuatoriano de Antropología y Arqueología como un espacio de balance y proyección del pensamiento antropológico y arqueológico ecuatoriano.12 En las tres ocasiones que se han realizado los congresos se ha contado con la presencia de los colegas ecuatorianos junto con un representativo número de colegas latinoamericanos que han contribuido con su visión crítica y comparativa.

A manera de ilustración se da cuenta del II Congreso Ecuatoriano de Antropología y Arqueología, en el que se presentaron 122 ponencias. Se organizaron alrededor de 12 simposios que mostraron los diferentes desarrollos que la antropología ecuatoriana ha tenido en los últimos años, a saber: antropología de la salud y la enfermedad; antropología jurídica; identidad y etnicidad; antropología y género, que incluyó tres mesas temáticas: maternidad e identidades masculinas y femeninas, género y ambiente, familias y mujeres en la migración; arqueología, naturaleza y cultura; cultura y religiosidad; musicología y etnomusicología; educación e interculturalidad; comunicación y cultura; etnohistoria y memoria; y política social e interculturalidad.

 

Las perspectivas

Una primera reflexión relaciona producción académica y contexto político; la primera y la tercera etapa se desenvolvieron en periodos de cambio e inestabilidad política profunda; la tercera especialmente es una época de gran producción y creación de instancias de formación académica antropológicas, lo cual muestra que una gran dinámica social es generadora de reflexión y producción. La segunda fase corresponde al periodo político más estable, lo que propició y garantizó la posibilidad de la institucionalización de la disciplina y de las instancias de formación.

Una de las características de la práctica de las ciencias sociales en Ecuador, incluida la antropología, es ser parte activa de los procesos sociales y políticos; es difícil que se conciba esa práctica como una actividad estrictamente "académica", es decir, desligada de la realidad que viven los principales movimientos sociales y políticos. La urgencia de esta definición difícilmente puede ser eludida por parte de los colegas, lo cual transforma a la práctica académica en un ejercicio continuo de participación política.

En cuanto a los énfasis en los diferentes campos que constituyen la antropología, en Ecuador se ha concentrado en la antropología social y la arqueología;13 otros dominios, como la lingüística, han tenido un desarrollo parcial al cerrarse en la década de los noventa la única escuela de formación que había en la Universidad Católica. Por otro lado, la antropología física no ha contado con un espacio de formación.

Otro hecho significativo es la concentración espacial de los diferentes centros académicos en la capital del país, con excepción de la escuela de arqueología que funcionó en Guayaquil y se cerró en 2003 y de una nueva escuela de antropología en la Universidad Luis Vargas Torres, de la ciudad de Esmeraldas, que empezó en 2006. Este hecho es una limitación para la formación de profesionales en provincias, de alguna manera resuelta con la carrera de la Universidad Politécnica Salesiana, que tiene la modalidad semipresencial.

Se puede apreciar que el pensamiento antropológico ecuatoriano ha mantenido una relación muy estrecha con tres antropologías del Sur: la mexicana, sobre todo, por los ecuatorianos formados en ese país; la peruana, por ser el referente de los estudios andinos; y la colombiana, por la vecindad y por compartir características y problemáticas semejantes. A pesar de lo cual no existen hasta la fecha, con pocas excep-ciones,14 procesos sostenidos de colaboración docente e investigativa entre los diferentes colectivos nacionales que enfrentan problemáticas comunes, que podrían generar soluciones creativas y propias para la región.

Paradójicamente conocemos muy poco de las otras antropologías del Sur, en particular de las latinoamericanas, me refiero a las antropologías del Cono Sur, como por ejemplo la brasileña y la argentina. Sobre todo la primera, que en la actualidad constituye, junto con la mexicana y andina, el marco de referencia obligado de la antropología latinoamericana. Vínculos importantes de relación con la antropología brasileña son los ya señalados estudios amazónicos sobre pueblos indígenas y los generados en fechas recientes sobre el tema de los afrodescendientes.

Desde esta perspectiva cobra especial relevancia el surgimiento y la consolidación de espacios de debate y discusión surgidos en los últimos años. Me refiero en concreto a tres: la Asociación Latinoamericana de Antropología (ala), creada en 1990 en un congreso de la Asociación Brasileña de Antropología (aba) en Florianópolis, que ha realizado dos congresos, el primero en Rosario, Argentina, en 2005, y el segundo en San José, Costa Rica, en 2008. La Red Latinoamericana de Antropología Jurídica (Relaju), formada en 1997 en Quito, Ecuador, en el marco del 49 Congreso de Americanistas. Hasta la fecha ha convocado a seis congresos regionales y realizará su octava reunión en Cochabamba, Bolivia, en 2012. Por último, la Reunión de Antropología del Mercosur (ram), que es un encuentro bienal que se realiza desde 1995, organizado por instituciones e investigadores de los países del Mercado Común del Sur (Mercosur), en 2009 llevó a cabo la octava reunión en la ciudad de Buenos Aires, Argentina, que prácticamente se convirtió en un evento de carácter latinoamericano por el número y el origen de sus participantes.

No dejaré de mencionar el interés que muestran los colectivos nacionales de antropólogos por convocar de manera periódica sus congresos nacionales: Brasil, Argentina, Chile, Perú, Ecuador, Colombia, Costa Rica y México.

Finalmente acojo una de las sugerencias de Krotz (2007) de estudiar las antropologías del Sur haciéndolas visibles para aprender desde el Sur y no únicamente desde el Norte. La lección aprendida es mirar no sólo hacia Europa y Estados Unidos para generar teoría antropológica, sino a América Latina para que podamos iniciar un gran ejercicio, propio también de la antropología, de comparación y de sistematización de nuestra realidad, para visibilizarla y enseñarla en nuestros centros de formación académica. Se hace indispensable un activo intercambio de docentes y estudiantes entre nuestras universidades y el inicio de investigaciones sobre temas comunes, que reúnan a antropólogos y a los demás colegas de las ciencias sociales.

 

Bibliografía

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Notas

1 En la Universidad de Cuenca en la década de los ochenta se ofreció una maestría en Antropología del Desarrollo que tuvo una sola convocatoria; la Universidad Luis Vargas Torres de Esmeraldas se encuentra actualmente culminando la primera promoción de la carrera de Antropología, se desconoce si se hará una nueva convocatoria. La Escuela Superior Politécnica del Litoral (Espol) mantuvo un pregrado en Arqueología desde 1980 hasta 2003, que gradúo a 30 profesionales. La misma institución se encuentra hoy en día planificando una maestría en Arqueología.

2 Esta asociación nació bajo el auspicio del Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales (CEAS) de México, creado en 1976.

3 <www.enlaceindigenas.gob.ve/doc/1971DeclaracionBarbados.pdf>.

4 Quiero reivindicar el papel jugado por este intelectual ecuatoriano, cuyo lema al llegar al rectorado de la Universidad Católica fue "ecuatorianizar la universidad", además fue el mentalizador del naciente Consejo Nacional de Universidades y Escuelas Politécnicas (Conuep), la actual Secretaría Nacional de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación (Senescyt), que reúne a las universidades públicas y privadas del país.

5 Para profundizar más en el tema véase Martínez (2007).

6 El primer contacto de Murra con los Andes fue en 1941, cuando llegó al Ecuador a hacer una investigación arqueológica sobre la presencia de la cultura chavin en los Andes del Norte, como parte del proyecto de Donald Collier, profesor de la Universidad de Chicago (Castro, Aldunate e Hidalgo, 2000).

7 La propuesta de Murra del archipiélago vertical (aprovechamiento complementario de los diversos pisos ecológicos andinos) fue replanteada por Salomon en los Andes del Norte como microverticalidad, es decir, el mismo aprovechamiento complementario de los diversos pisos ecológicos andinos en distancias más cortas.

8 Se trata de una editorial ecuatoriana especializada en antropología y en los temas indígenas.

9 Por no contar con datos actualizados sobre el tema se trata de una cifra estimada.

10 Además del programa de antropología la Flacso abrió un programa de estudios amazónicos.

11 Para mayor información véase García (2008).

12 Hasta la fecha se han realizado tres congresos: el primero en 1996, en Quito (véase Landázuri, 1998); el segundo en 2006, también en Quito (véase García, 2006), y el tercero en Guayaquil en 2008 (véase Valdez y Zapater, 2011).

13 Siguiendo el clásico enfoque planteado por Boas a inicios del siglo pasado, en el que mencionaba cuatro campos de enseñanza: antropología cultural, antropología física, lingüística y arqueología.

14 Una de ellas se realizó entre 2006 y 2008, en la cual participé junto con colegas de seis países latinoamericanos en una investigación comparativa sobre el tema "Gobernar desde la diversidad: experiencias indígenas desde América Latina" (véase Burguete, Leyva y Speed, 2008).

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