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Política y cultura
versión impresa ISSN 0188-7742
Polít. cult. no.22 México ene. 2004
La socioeconómica
Cómo rebuscársela: trabajo informal en tiempos de crisis
Ana María Menni*
*Universidad Nacional del Comahue, Argentina
casanasmenni@neunet.com.ar
Recepción de original: 05/01/04
Recepción de artículo corregido: 21/06/04
Resumen
En este trabajo se presentan seis microhistorias de vida que muestran el modo en que la crisis producida en Argentina desde 1998 arrojó a millones de personas al desempleo. Esta crisis es el resultado de la aplicación acrítica de las políticas neoliberales a partir de la última dictadura militar, profundizada durante la presidencia de Carlos Menem y los gobiernos subsiguientes. En este contexto, el trabajo informal se convierte en una metáfora de las desigualdades, tanto estructurales como dinámicas, que atraviesan a nuestra sociedad.
Palabras clave: desigualdad, pobreza, sector informal, rebusque, trayectorias laborales.
Abstract
This paper presents six short life stories that show how the crisis that broke out in Argentina in 1998 left millions of people unemployed. This crisis was caused by the acritical implementation of neoliberal policies following the last military dictatorship, which was taken further during the presidency of Carlos Menem and the governments that came afterwards. In this context, informal work became a metaphor for the inequalities – structural and dynamic alike – that permeate our society.
Keywords: inequality, poverty, informal sector, getting by, working histories.
EL MODELO NEOLIBERAL EN ARGENTINA
La aplicación del modelo neoliberal en Argentina modificó la estructura del país respecto a la concentración de la riqueza, la distribución regresiva del ingreso, la descentralización del trabajo como factor identificatorio y de integración social, las variaciones en la composición social y la precarización del empleo. Estos aspectos condujeron a la exclusión social de millones de personas. Pero para comprender lo ocurrido es preciso considerar los rasgos generales del modelo, su puesta en práctica en Argentina y las particularidades del mundo del trabajo.
Las políticas de ajuste propias de la década de 1980 fueron profundizadas por la aplicación de medidas neoliberales, tendentes a disminuir la presencia del Estado, a privatizar las empresas públicas, a abrir la economía y a incrementar la “bancarización”. Políticas que no fueron exclusivas de la última década, sino que estaban ya presentes en el gobierno de la dictadura militar encabezada por el general Videla y su ministro Martínez de Hoz.
El modelo de desarrollo hacia afuera dejó de ser privativo de las dictaduras militares desde la presidencia de Raúl Alfonsín. Durante su gobierno se fue avanzando en la atracción de capitales externos, la concentración de capital, el incremento de la productividad, así como un nuevo “estilo” de Estado basado en su reducción y participación selectiva en el ámbito económico. Comenzaron las privatizaciones, pero se limitó el ingreso de capitales transnacionales.
Mediante el Plan Austral se cambió la moneda y, conforme a las pautas de los organismos financieros internacionales, se planteó el control del déficit público por medio de la reducción del gasto, la reforma del Estado y una mayor recaudación fiscal, provocando el incremento de tarifas de los servicios públicos, el deterioro del salario merced al mantenimiento de la legislación del “Proceso” y su congelamiento en virtud del Plan Austral de 1985 y a la reducción del gasto social.
Las tendencias más sobresalientes en el ámbito del trabajo fueron el estancamiento y la disminución del empleo asalariado, el crecimiento de la subocupación horaria y el incremento del sector informal. Un rasgo llamativo fue el aumento del trabajo no declarado, que en la región del Alto Valle rionegrino llegó a 28.3% de acuerdo con informaciones del Ministerio de Trabajo de la Nación.
Asimismo, hubo retracción de la ocupación de mano de obra con bajo nivel de escolaridad que, según informes de la cámara correspondiente, se debió a la caída de la demanda en la construcción. Lo propio ocurrió con la mano de obra calificada, para la cual hubo una demanda inicial y un posterior estancamiento. También con los ingresos, que luego de una recuperación inicial se estancaron hasta llegar prácticamente hasta la actualidad con variaciones mínimas. Todos estos procesos provocaron una efectiva disminución del salario real.
Las manifestaciones más relevantes de los nuevos tiempos fueron la caída de los ingresos en un marco de inestabilidad e inflación; esta última llevada a extremos insospechados por los brotes hiperinflacionarios de 1989-1990. En conjunto, se redujo la calidad de vida de los sectores asalariados y se incrementó la desigualdad distributiva.
Aunque existen diferentes interpretaciones sobre el inconcluso gobierno de Alfonsín, lo cierto es que el temor despertado por la hiperinflación posibilitó que gran parte de la sociedad aceptara el neoliberalismo propio de la década de gobierno menemista.
A partir de 1991 se profundizó el alineamiento existente. Entre otras medidas sobresalen la reducción de la inflación, la sanción de la ley de convertibilidad, una mayor recaudación impositiva, la apertura brusca de la economía, la privatización de las empresas públicas, la concentración de la producción, la centralización del capital y la disminución de las funciones tuitivas del Estado.
Las medidas adoptadas por el posterior gobierno de la Alianza sólo agravaron las condiciones existentes, generando el estallido popular que provocó la renuncia del presidente Fernando de la Rúa a dos años de iniciado su mandato.
En palabras del economista Aldo Ferrer,1 hubo en Argentina una adaptación pasiva a las condiciones internacionales y a las indicaciones de los organismos de crédito, sin considerar que la globalización no implica países iguales.
EL ALTO VALLE DE RÍO NEGRO: CONDICIONES DE VIDA INÉDITAS
Entre los fenómenos más resonantes del proceso iniciado durante la última dictadura militar y continuado por los gobiernos constitucionales durante dos décadas, se encuentra el incremento del desempleo a límites inaceptables en el plano internacional: la tasa de 12.6% alcanzada en marzo de 2002 en una economía regional de exportación como la del Alto Valle de Río Negro (con una población total de 216 242 habitantes y una población económicamente activa, PEA, de 89 149 personas) pone de manifiesto la magnitud del problema, en virtud de las características de la estructura económica de la zona.
El mercado laboral regional ofrece un repertorio limitado de alternativas, puesto que la agricultura presenta variaciones estacionales marcadas, la industria tiene un escaso desarrollo, y aunque el comercio es un soporte fundamental de la actividad económica, sus salarios son exiguos. Esta distribución se debe a que la producción, el acondicionamiento, el empaque, la conservación en frío, así como la distribución y comercialización interna y externa de peras y manzanas concentran la actividad económica.
En todo el país y en la mayor parte de los sectores sociales, el paradigma de la seguridad cedió paso a la incertidumbre. En el esfuerzo realizado para resignificar las inéditas condiciones de existencia aparecieron nuevas modalidades de subsistencia caracterizadas por la creatividad y centradas en el trabajo familiar, en la autoexplotación o en la conjunción de redes solidarias. Los nuevos trabajos “inventados” por los desocupados modificaron el paisaje urbano.
A partir de 2001, las dos plazas céntricas de General Roca, ciudad de 90 000 habitantes ubicada en el Alto Valle de Río Negro, habitualmente vacías (contrariamente a lo que ocurre en otras ciudades del interior), comenzaron a poblarse durante los fines de semana de una actividad frenética.
Tres organizaciones: Mujeres en Lucha, la Cámara de Microemprendedores de General Roca y la Pastoral Social se pusieron en contacto, unificaron sus esfuerzos e intereses y lograron la colaboración del municipio para poner en marcha una “Feria de Artesanos” cuyos objetivos predominantes fueron la protección y promoción de la producción y elaboración artesanal local. Así, se considera posible la creación de un canal de comercialización directo entre productores y consumidores que permita abaratar productos básicos y generar empleos.2
La estación del ferrocarril, llevada casi al desuso por la aplicación acrítica de las políticas neoliberales, se reconvirtió en el ámbito físico del Club del Trueque de sectores populares, así como de espectáculos de títeres y teatro “a la gorra”. Las esquinas con semáforos se convirtieron en sitio privilegiado de payasos, mimos y malabaristas. No sólo el centro de la ciudad se convirtió en escenario de ocupaciones nunca vistas o de la reaparición de algunas olvidadas: lustrabotas y lavadores de autos idearon estrategias novedosas para trabajar frente a supermercados y confiterías. Los puestos de venta callejera, asociados a otros países de América Latina, aparecieron en el norte de la Patagonia bajo la forma de un hombre ofreciendo sus churros a un lado de la puerta del hospital; en niños de corta edad que montan su escenografía —al decir de Goffman— de venta de rosquitas en el parque de la Facultad de Derecho, hombres que venden manzanas y bolsitas con leña para los asados o señoras de mediana edad que invaden las oficinas con canastos repletos de golosinas caseras o recogiendo pedidos de pastas y productos dietéticos para el fin de semana. A ello se agrega la venta de puerta en puerta de miel, panes, tortas, verduras, huevos, especias, frutillas, frambuesas o cerezas según la temporada, plumeros y baldes.
Es pertinente el registro de la variedad de actividades laborales, en cuanto posibilita apreciar las repercusiones de las reformas socioeconómicas en el trabajo informal. Nuevos y viejos oficios han reemplazado la venta de artículos importados, propios de la era de la convertibilidad, por una producción cada vez más artesanal. Pero también permite dar cuenta de trabajos que, aunque invisibles para la sociedad, constituyen la base del sustento de una familia.
Los conceptos:
a) Del sector formal al rebusque
Pero ¿qué ocurrió en una zona del país tradicionalmente “rica” como el Alto Valle de Río Negro para que se produjera semejante catástrofe? Nada más que las consecuencias de los procesos por todos conocidos que se produjeron en el país en los últimos veinticinco años, precisamente los del neoliberalismo “triunfante”.
Si bien la condición de pobreza constituye una problemática antigua, no lo es la forma de caer en ella. Por ejemplo, cuando en marzo de 1984 la desocupación en el Alto Valle era de 1%, si una persona era despedida o perdía su trabajo era previsible que hallara otro con rapidez. Ahora, con 15.6% de desocupación fuera de temporada, no hay otro puesto de trabajo esperando para ser ocupado. Esto significa que los problemas de pobreza y empleo son inseparables, al ser la pérdida de un empleo asalariado la causa principal de empobrecimiento, aunque en general se tienda a omitir la relación por la adopción de pautas propias de los países centrales.3 Parcialmente, esto ocurre en nuestro país por las características de las políticas sociales aplicadas y por la desigualdad crónica en la distribución del ingreso.
Por otra parte, existen diferencias conceptuales entre la situación de una persona que pierde un empleo por dificultades ocasionales del mercado laboral y la desocupación como consecuencia de la aplicación sistemática de políticas destructoras del empleo.4 En efecto, la estabilidad laboral, protegida desde 1934 por la ley 11.729,5 fue atacada duramente desde 1976 a partir de la derogación del artículo 71 de la ley 20.744 de Contrato de Trabajo, ataque que alcanzó su punto culminante con la sanción de la ley 25.250 en abril de 2000. Ley doblemente escandalosa porque las sospechas de soborno a los legisladores se suman al hecho de que la ley constituye la prueba evidente de la contradicción entre el accionar y el discurso del gobierno de la Alianza.
Es preciso hacer referencia al empleo formal porque si bien muchos enfoques del sector informal suponen el dualismo formal-informal, el trabajo de campo realizado en esta etapa de la aproximación al tema pone al descubierto la existencia de una relación dialéctica de ambos niveles de la economía. Desocupación en el sector formal, pobreza, ingreso en el sector informal, búsqueda de un trabajo asalariado, son eslabones que muestran las interrelaciones de ambos sectores. Por otra parte, como señala Lazarte,6 la inserción de la población económicamente activa en el mercado de trabajo no es tan visible como en los países centrales.
Al tratar del trabajo asalariado formal deben considerarse como factores coadyuvantes de su precarización la caída del salario real, el deterioro del poder adquisitivo por el estancamiento salarial, el pago con bonos, la pérdida de bonificaciones, el retraso en el pago del sueldo anual complementario o aguinaldo y el “reordenamiento” de precios luego de la devaluación de enero de 2002. Muchas de estas condiciones determinaron el paso de numerosas personas al sector informal.
El discurso de las personas entrevistadas lleva a pensar que el trabajo informal no constituye una elección laboral sino una manera de rebuscársela, creando una fuente de ingresos que permita la propia subsistencia y la manutención del grupo familiar en forma provisoria (¿provisoria?), ya que la aspiración de los entrevistados está dirigida a lograr un empleo permanente que permita satisfacer sus necesidades.
Tal como lo define el Diccionario de la Real Academia Española , el rebusque es una “solución ocasional e ingeniosa con que se sortean las dificultades cotidianas”. En este trabajo se considera que ésta puede ser una caracterización —aunque paralela— altamente expresiva del trabajo informal.
b) La pobreza
Para entender los rasgos de la pobreza en los últimos años, hay que hablar de “las pobrezas”, resaltando el plural porque asistimos a situaciones diversas: aquellas a las que designamos, parafraseando al artista plástico argentino Ernesto de la Cárcova, como de “sin pan y con trabajo”, a la desocupación por sobrecalificación o al fenómeno de la aleatorización en las posibilidades de hallarse entre los “perdedores” o los “ganadores”, en correspondencia con lo señalado por Jean-Paul Fitoussi y Pierre Rosanvallon.7 Y, luego, es preciso tener en cuenta la acción de un proceso de polarización por el cual no sólo los ricos incrementan su riqueza y los pobres estructurales profundizan sus carencias, sino que los sectores medios se empobrecen con dispersión, y otro proceso de heterogeneidad, que se resume en la categorización de “pobres estructurales” y “nuevos pobres”.8 Si bien estos conceptos se han incorporado al lenguaje habitual de los medios masivos, la aceleración de los cambios en los últimos años los han desbordado. Feijoo agrega que “los rasgos más llamativos son la persistencia y la profundización de la pobreza de la población en general y de algunos grupos específicos de edad, como es el caso de los jóvenes y de la tercera edad”.9
Con frecuencia se reitera que la esencia de la pobreza es la desigualdad. El economista francés François Bourguignon señaló, en una entrevista radial durante su visita al país en 2002, que “la pobreza es la combinación de una disminución de ingreso promedio y una distribución desigual”. Pero interesa agregar una conceptualización antropológica como la expuesta por Charles Valentine10 hace más de treinta años al decir que “la pobreza consiste en carecer de algo necesario, deseado o de reconocido valor” porque muestra con claridad que “el estado de pobreza es, pues, un continuo antes que un punto sobre una escala de valores absolutos. Se define esa condición con respecto a una variedad de criterios cuantitativos y cualitativos que cambian a medida que lo hacen las sociedades y culturas”.
Precisamente interesa mostrar la heterogeneidad de los estados de carencia, su condición de relativos y la variedad de actividades que desempeñan los sujetos, si bien se tiene en claro, en coincidencia con lo expresado por Feijoó, que así conceptuada, la pobreza parece insistir más en los rasgos individuales que en las relaciones sociales implicadas.
Hay una tendencia a utilizar el concepto de exclusión social con preferencia al de pobreza porque algunos autores estiman que éste es exclusivamente económico, en tanto que el de exclusión traduce mejor la complejidad de los fenómenos actuales.11 Sin embargo, históricamente los trabajos antropológicos sobre el tema han contemplado la multidimensionalidad del fenómeno.
b) El sector informal
Caracterizar con precisión el sector informal, las actividades informales y a los trabajadores informales, no es tarea sencilla. Existe complejidad, polisemia y arbitrariedad en la elección de los rasgos utilizados para definir este fenómeno.
Algunas conceptualizaciones que resultan útiles para caracterizar los casos aquí ejemplificados son: la informalidad como sector refugio del desempleo y subempleo, como unidades de pequeña escala en el medio urbano con rasgos de empresa familiar, como “la suma total de actividades que producen ingresos a las que se incorporan miembros de una familia, excluyendo aquellos provenientes de empleos contractuales y legalmente regulados”, según la difundida definición de Alejandro Portes, como “cuentapropismo de supervivencia”, como el excedente de mano de obra disponible dada la incapacidad del sector formal de la economía de absorberlo. Como sector residual de la economía capitalista, se trata de un sector que concentraría el subempleo y la subremuneración, siendo una especie de colchón amortiguador del desempleo del sector formal. Elementos así reunidos en función de nuestro interés inmediato, pero que se vinculan a las siguientes posturas teóricas:
Un enfoque es el que parte de la definición original de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para los países africanos, definición que fue adoptada por el Programa Regional de Empleo para América Latina y el Caribe (PREALC).12 Este último se vincula conceptualmente con la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) al considerar que la informalidad es una expresión de la heterogeneidad estructural de las economías en desarrollo.
El eje de este enfoque es la forma de producción, razón por la cual centra su interés en las unidades productivas de pequeña escala en el medio urbano. Posteriormente, en 1993, la OIT hizo hincapié en la falta de separación entre el capital y el trabajo en las microempresas con rasgos de empresas de hogar, en las que también se incluyen los trabajadores familiares y los asalariados sin contrato.
En esta visión es fundamental el hecho de que predomine la lógica de supervivencia sobre la de acumulación. Esto significa que se habla de microempresarios que no tienen posibilidades de actuar de otra manera porque no tienen ingresos que les permitan pagar impuestos o efectuar los aportes de ley y resulta muy relevante en la concepción de la OIT porque es el rasgo que permite distinguir entre el sector informal y la economía oculta o subterránea.
Los autores seguidos en esta síntesis13 señalan que la definición de la OIT “parte de un eje que permite, en forma más nítida, diferenciar los estratos productivos marginales del núcleo central económico capitalista”.
El otro enfoque es alternativo al de la OIT porque se concentra en las relaciones con el Estado. En esta perspectiva pueden distinguirse dos líneas.
La primera, representada por los trabajos de Portes, que acentúa la importancia de los aspectos regulativos. En ellos se destaca el carácter ilegal de las actividades informales y la economía subterránea. Señala el carácter de asalariados encubiertos de los trabajadores de las microempresas, dando de esta manera mayor amplitud a la definición original, situación que criticaron Klein y Tokman a fines de los años ochenta. También critican que el concepto, en lugar de referirse a una forma de producir —como en la definición original de la OIT—, pasa a identificarse con una forma de utilización laboral. Concretamente, la precariedad laboral.
Comparte con el PREALC el rechazo del paradigma neoliberal. Asimismo, “este enfoque se enfrenta a la perspectiva dualista del sector informal al destacar más bien una estrecha articulación y complementariedad de los sectores formal e informal como parte de una economía unificada”.14
En vinculación con esta línea se encuentra Hernando de Soto, quien presentó en 1986, con gran repercusión mediática, la perspectiva “del otro sendero” que hace hincapié en las circunstancias (“el muro de papel”) que hacen que los sujetos elijan distanciarse de las vías legales para desarrollar sus actividades económicas, buscando de ese modo disminuir la presión estatal.
La segunda línea se centra en la economía subterránea en relación con los países desarrollados y vinculada a las políticas públicas desde una perspectiva neoliberal. En este enfoque la realización de estudios técnicos para determinados sectores empresarios buscaba mostrar que los marcos regulatorios eran obstáculos para la prosperidad de personas y grupos. Estos últimos debían autoexiliarse del sistema para tener éxito. Este caso, igual que el anterior, queda fuera de la asociación informalidad-pobreza.15
Victoria Arribas y Guillermo Quirós16 ironizan diciendo que en “El otro sendero” los informales aparecen como las vanguardias de una nueva revolución liberal. Las perspectivas resumidas en los últimos párrafos se apartan del espíritu del concepto original de informalidad. Si bien esto no es negativo en principio, se establecen confusiones al utilizar el mismo término para designar fenómenos diferentes. En estos enfoques se presta atención a las personas y los grupos que utilizan las deficiencias del sistema regulatorio para efectuar negocios al margen de la legalidad, circunstancia que lleva —conceptualmente— a separarlos de inmediato de la informalidad de supervivencia o de las actividades de baja productividad. Es así como, usando una expresión coloquial, se retuerce el concepto. Un caso diferente es el de los cuentapropistas argentinos que, durante los cincuenta años de vigencia del modelo de sustitución de importaciones, preferían montar diferentes negocios de producción de bienes y servicios, merced a los cuales obtenían ingresos superiores a los del trabajo asalariado.
Los autores seguidos en esta presentación del tema (Beccaria, Carpio y Orsatti) estiman que hay una tendencia a modificar nuevamente la definición para que abarque el fenómeno de la flexibilidad laboral.
Por último, la noción de informalidad resulta de enorme valor para el análisis y la interpretación de la problemática que interesa presentar. Particularmente, a partir de la siguiente conceptualización: “En nuestra opinión, este último [el concepto de informalidad] pierde toda ambigüedad si es recuperado a partir de la idea de ‘estrategias de sobrevivencia’ desplegadas por los miembros del excedente bruto de trabajo.
”En tal perspectiva, el Sector Informal Urbano sería el conjunto de puestos de trabajo generados por la fuerza laboral excluida del sector moderno.”17
¿DE VÍCTIMAS A ACTORES?
Elegimos como objeto de análisis las ocupaciones refugio o las estrategias de supervivencia o el autoempleo porque son las formas más novedosas en el mercado laboral regional. Hemos privilegiado la asociación informalidad-pobreza porque, siguiendo a Carr y Chen,18 “existe una relación —más marcada en las mujeres que en los hombres— entre el trabajo en la economía informal y la pobreza”.
Asimismo, hemos adoptado el concepto de actores sociales para referirnos a nuestras protagonistas porque a través de las conversaciones mantenidas con ellas, hallamos que, como se ha repetido en innumerables ocasiones, los sujetos se convierten en actores sociales cuando logran comprender y alcanzar sus intereses. Por ende, como un modo de subrayar la capacidad de aquéllas para modificar, aunque sólo sea mínimamente, su realidad con el propósito de mejorar su calidad de vida.
En el relato que hicieron de los motivos de su ingreso al sector aparecen en su totalidad: a) como víctimas de un sistema, y b) como personas que engrosaron la lista de “perdedores”. Sin embargo, todas ellas intentaron reconducir sus vidas y sus familias constituyéndose en actores, esto es, en personas con capacidad para producir acontecimientos, como alguna vez señaló Alain Touraine.
Desde otra perspectiva, pueden concebirse como personas que partieron de una situación económica precaria y crearon nuevas condiciones para obtener ingresos: el aprovechamiento de las calles de la ciudad para sus microtransacciones, el reacondicionamiento de su vivienda para instalar un negocio y el desplazamiento personal.
En conjunto, se trata de acciones individuales. No existe otro grado de organización para fortalecer la acción. En uno de los casos hubo un intento de inserción a través de un sindicato, pero fue negativo. Probablemente los límites para emprender acciones de esta naturaleza sean muy estrechos y los resultados poco gratificantes, de modo que el esfuerzo se concentra en el mantenimiento de las relaciones sociales dirigidas a aumentar la clientela o a incrementar el volumen del capital social disponible.
METODOLOGÍA
En este trabajo se analizan casos que consideramos modélicos de diversas motivaciones, situaciones de ingreso al Sector Informal Urbano (SIU), características, posibilidades y retribuciones, y que también son representativos de posiciones teórico-metodológicas que aún constituyen objeto de discusión.
En la elección de las personas que habrían de ser entrevistadas se aplicaron los siguientes criterios: 1) personas de las que se tuviera conocimiento directo y cuyas actividades laborales permitieran considerarlas trabajadores informales; y 2) que estuviesen dispuestas a proporcionar información y tuviesen las condiciones personales adecuadas para tratar los temas de interés de la investigación.
Se realizaron con ellas entrevistas cualitativas utilizadas como la técnica más semejante a una conversación espontánea y dentro del tipo de entrevistas basadas en un guión, que consistió en un enlistado de grandes bloques temáticos y durante el transcurso de las entrevistas se utilizó la estrategia de no interrumpir el discurso del entrevistado; sólo se hicieron mínimas acotaciones. Cada entrevista fue acordada previamente, fijando los temas generales, la fecha y el lugar. Con cada persona se tuvieron al menos dos encuentros de entre noventa minutos y dos horas de duración repartidos a lo largo de tres meses. Posteriormente se les envió el texto y las protagonistas efectuaron aportes y sugirieron modificaciones.
El interés inicial por los trabajadores informales surgió de un trabajo anterior que había demostrado las dificultades de subsistencia en trabajadores asalariados. A ello se agregó la observación de nuevos fenómenos como la feria del trueque19 y la feria de artesanos, ambos investigados desde la perspectiva del diagnóstico comunicacional por nuestros estudiantes de la cátedra de “Comunicación comunitaria e institucional” de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional del Comahue y el cuestionamiento derivado de la observación de la vida cotidiana.
El resultado fue el recorte metodológico que permitió construir la muestra seleccionada que ilustrara la diversidad de situaciones existentes y que simultáneamente actuara como indicador de la complejidad de la realidad social y de la dificultad de los marcos referenciales en uso para reflejarla.
Los intereses mencionados se resumen en la tentativa, muy incipiente (y aventurada) de comenzar a construir tipos destinados a resumir esa complejidad. En los casos presentados, los polos están dados por los migrantes recientes que se instalan en la sociedad receptora por medio de la caridad y por la estudiante universitaria que busca realizar un proyecto de vida independiente. Entre ambos, se encuentran los demás casos analizados.
Respecto al enfoque, se privilegió una aproximación de corte antropológico con énfasis en la relación cara a cara, de perspectiva del actor en el sentido de acercamiento a la experiencia “del otro”, de microanálisis, que sea posible contrastar con el marco teórico.
La metodología utilizada para presentar los casos es la siguiente: 1) microhistoria de vida desde una perspectiva etic; 2) representación esquemática de las categorías ocupacionales de los actores; 3) descripción de casos similares; 4) análisis de los casos en función de variables seleccionadas; 5) inserción de la perspectiva etic en el análisis efectuado.
LAS HISTORIAS LABORALES
Caso 1: la familia García
María y Remigio llegaron al Alto Valle desde la Línea Sur de Río Negro. Ella era empleada doméstica de los maestros. Él recorrió toda la provincia trabajando en la construcción, en caminos, en estancias. Cuando él se enfermó, se vinieron al Valle. Con ellos vino Oriana, su hija. Vivían en un barrio ubicado en la zona productiva de la ciudad. Pudieron instalarse porque el párroco los puso como encargados de la capilla católica del barrio y se ocupaban de dar “la merienda” o refrigerio a los niños carenciados del lugar. También alojaban a los grupos juveniles que llegaban a misionar en el verano. Al principio, Oriana trabajó en un invernadero de tomates y en una quinta. Apenas unos años después, cuando se mudaron a un barrio suburbano, María volvió a trabajar en tareas domésticas, y siempre vinculada con Cáritas, entidad dependiente de la Iglesia católica.
En este caso se advierte que el sector informal no sólo permite el ingreso de los migrantes al mundo urbano, como señaló Souza en 1986,20 sino que se convierte en “el trabajo”. Es pertinente agregar que como etapa previa a su inserción urbana, las personas entrevistadas pasaron de la zona rural de la provincia al ámbito rur-urbano de la ciudad.21
Caso 2: Pamela y Marcelo
Marcelo era encargado de mantenimiento en un club, pero su categoría era ayudante de jardinero. “Para pagarle menos”, agrega Pamela. Trabajaba “en Negro”. Tuvo un accidente y lo echaron. Pamela buscó ayuda, que recibió del Sindicato de Desocupados. Ahí compraban bolsas de manzanas que luego vendían en la calle. Hizo eso una temporada hasta que, junto con su madre, decidieron comprar verduras en las chacras. Un año después, Marcelo, que seguía desocupado, comenzó a trabajar con ella. Ahora los dos venden toda clase de verduras en bicicleta de puerta en puerta y han logrado tener una clientela más o menos fija.
En este caso, el trabajo informal está basado en la autoexplotación. Otro caso similar, pero con menores exigencias, es el de Claudio y su pareja. Él es actor, pero todas las mañanas recorren algunas oficinas vendiendo tortas fritas. Dice que lo hacen porque “necesitan dinero en efectivo para pagar los servicios”.
Caso 3: Luly y David
Luly trabajó seis años en el comercio como asalariada no registrada y también como registrada. Cuando se casó, su marido, empleado en una carnicería, no quiso que trabajara. Hacía algunos trabajos de costura y artesanales en su casa. La crisis llevó al dueño del comercio a reducirlo y David perdió el trabajo. Puso un taller de arreglo de motos en su casa pero, en sus palabras, “no pasa nada”. Unos años después, Luly comenzó a trabajar irregularmente en el servicio doméstico. También ayuda en una discoteca en la que David trabaja en servicios varios.
También en este caso el trabajo informal es la base de la subsistencia familiar; la diferencia con el anterior es que Luly percibe su trabajo como complementario de la actividad de David.
Aunque el empleo doméstico ha sido incluido por la OIT en el SIU, existen diferencias importantes entre el caso de Luly y el del personal doméstico que trabaja con días y horarios fijos en un mismo lugar. Ella trabaja como empleada doméstica eventual que privilegia sus responsabilidades familiares e intenta ser incluida en algún plan oficial.
Caso 4: Lara y Omar
Lara y su marido tenían un afamado comercio con salón de belleza. El ingreso de los supermercados en la ciudad y —cuenta Lara— “las campañas de prevención del SIDA por la televisión en la zona produjeron cierto pánico a solicitar la práctica de depilación, limpieza de cutis, manicuría y podología. Por lo tanto ese público se inhibió”. Esos hechos fueron determinantes en el cierre del negocio. Omar ensayó otras actividades y Lara trabajaba en su casa. Por razones diversas se mudaron a la provincia de Córdoba, en el centro del país. Desde allí, hace más de cinco años, Lara viaja mensualmente a Roca y Buenos Aires para seguir ejerciendo su profesión, con asiento en casa de familiares y amigos.
Este caso es un exponente ligeramente atípico de clase media empobrecida, en el que las condiciones globales determinaron el paso del sector formal a la informalidad. Por ello, en caso de modificarse las condiciones del país, se encontrarían en excelentes condiciones para recuperar su posición inicial “antes de la caída”. Mejoría que podría lograrse por su inserción social previa, la conservación de un recurso como la vivienda, el capital cultural y social, así como una cosmovisión que les permite aprovechar situaciones, tal como señalaron Murmis y Feldman.22
Casos similares se producen en situaciones de “nueva pobreza”. Se trata de actividades de subsistencia o de complemento de ingresos familiares que se realizan a domicilio o en el domicilio. Son las manicuras, peluqueras, masajistas, costureras, etc., que están imposibilitadas de tener acceso a locales comerciales por los elevados costos de instalación, mantenimiento y exigencias impositivas.
Caso 5: Roxana y Antonio
Roxana trabajaba en servicio doméstico por horas. Hace catorce años ingresó en la administración pública como personal de maestranza y luego ascendió a una categoría de mayor responsabilidad, en la que continúa “estancada” por la falta de movilidad del sector. Además, hace venta directa de cosméticos. Su marido, trabajador de la construcción, fue afectado por la crisis. Al tiempo, se relacionó con una papelera y consiguió cierta exclusividad en la recolección de cartones de dos supermercados. Roxana trabaja de mañana en la oficina y por la tarde colabora en la clasificación del material. Cuentan con la ayuda de un chico, al que le dan algún dinero, comida, ropa; es decir, una remuneración también informal.
Este caso muestra la coexistencia laboral en ambos sectores, que en la zona es muy común. Se trata de trabajadores que se encuentran en el circuito de la economía formal y realizan actividades informales que les permiten incrementar sus ingresos.
Similar es el caso de Enrique, técnico en computación. Tuvo un comercio que debió cerrar. Durante varios años dictó cursos, arregló y vendió máquinas. Actualmente ocupa un puesto de su especialidad en la administración pública.
Caso 6: Federica
Federica es graduada en periodismo en una universidad del conurbado bonaerense. “Me fui de Buenos Aires por cansancio de buscar trabajo”, explica. Por contactos familiares estuvo en Bariloche y en Neuquén, hasta que se radicó en General Roca para complementar su título con la licenciatura en comunicación social. Trabajó en radio con diversas modalidades: canje, venta de publicidad y producción. Ahora conduce un programa de televisión por cable, pero como trabajadora precaria.
Se insertó en el sector formal al obtener horas cátedra en el nivel medio de la educación pública. Continúa dando clases particulares de diversas asignaturas y tiene capacitación formal en inglés. Por encargo, también prepara algunas comidas.
En este caso se observa la interdependencia de todos los sectores de la actividad laboral, ya que es posible pasar de un sector al otro en función del estado del mercado y de la capacitación previa.
Existen otros ejemplos de estudiantes universitarios que ocasionalmente son trabajadores informales. Así, María C., estudiante de comunicación social, hace diseño gráfico, catálogos, decoración de salones y diseño de tarjetas, pero aclara que no adquiere más compromisos laborales porque quiere finalizar su carrera.
¿POR QUÉ SON TRABAJADORES INFORMALES?
En este apartado se analizarán algunos rasgos que aparecen en la mayoría de las caracterizaciones del SIU y que se consideraron relevantes para comprender los casos estudiados.
1) No requieren educación formal
Numerosos autores hacen hincapié en que las ocupaciones informales no requieren certificaciones de educación formal o formas complejas de calificación.
Sin embargo, existe un proceso de incorporación de pautas de comportamiento, conocimientos, habilidades y destrezas que, como hemos mostrado en otro trabajo,23 se combinan y potencian cuando el sujeto reformula las normas que ha adquirido en el seno de la familia y en su “pasaje” por la escuela y, a partir de aquí, construye un conjunto de saberes que pone en juego e intersecta con otras pautas adquiridas posteriormente en el medio laboral, considerado éste como un ámbito de socialización específico. Esto significa que la posesión de cierto capital cultural permite tener mejores posibilidades en cualquier actividad que se ejerza.
Todas las entrevistadas tienen el nivel primario completo. Cinco tienen secundario completo, una posee estudios relacionados con su trabajo y una tiene un título universitario de tres años. Una de ellas tiene secundario incompleto; decidió dejar de estudiar para empezar a trabajar. Poseen capital cultural incorporado o institucionalizado.
Este capital cultural es puesto en juego en cada momento de la venta que se realiza o del servicio que se presta porque facilita la interacción social, de modo que es preciso relativizar la afirmación con que se inició este apartado. Es posible vender verdura o cosméticos o pastelitos sin necesidad de una educación formal, pero el tenerla permite el acceso a/o generar circuitos de mayor rentabilidad. Por otra parte, las condiciones del macrocontexto que provocan la llamada “expulsión al sector informal” operan sobre los individuos y los grupos, cualquiera que sea su nivel de escolaridad.
2) La facilidad de entrada al sector
El trabajo es informal, el acceso también, pero con gran incidencia del capital social de las personas, sus familiares o amigos, aun en el caso de las actividades consideradas marginales, como la venta en la vía pública.
Oriana vio facilitado su ingreso al trabajo por los contactos que sus padres habían hecho en el barrio. Son sus padres quienes conocen a los quinteros bolivianos.
A Pamela la llevó su madre y lo refiere así: “Mi mamá me vino a hablar del Sindicato de Desocupados. A la mañana siguiente me levanté diferente. Había que ser afiliado, por eso tuvimos una discusión, porque nosotros somos independientes. Te daban seis bolsas para vender a $1 cada una. Del total quedaban $4 para vos y $2 para el sindicato. O sea que, para poder empezar a vender, tenías que poner los $2. Y mi mamá y yo no teníamos nada. Tuvimos que ir a pedirle a un primo que trabaja cerca de ahí. Nunca pasamos tanta vergüenza y humillación”.
Luly y David viven en la casa de un familiar con quien comparten gastos. Gracias a ese pariente, Luly se convirtió en trabajadora doméstica eventual.
Aunque se fue a Córdoba, Lara conservó la relación con antiguas clientas que, a su vez, la recomendaron a otras personas. Ella lo resume así: “En mi caso se dan tres factores que, combinados, me permiten seguir viniendo: mi familia, en cuya casa atiendo; los pacientes, que más que eso o clientes son amigos, y la calidad de mi servicio”. Sus clientas aceptan las limitaciones de su atención.
En el caso de Roxana se dan dos situaciones diferentes. Una relativa a la venta directa donde se trata de “una clientela conformada en el lugar de trabajo y unas pocas clientas ‘seguras’ de afuera”, y otra en referencia al trabajo que comparte con su esposo. No es demasiado explícita al respecto, pero comenta que tienen “un arreglo con el señor de la papelera”. En el caso de la venta directa, el acceso al sector se hizo por la vinculación con numerosas personas en el lugar de trabajo, que en cierto modo operaba como condición de posibilidad para arriesgarse a realizar ventas.
Federica consigue algunos alumnos particulares gracias a personas conocidas.
Al extender las descripciones de los casos tratados, se tuvo la intención de mostrar que, tanto o más importante que el ingreso, son las estrategias que permiten el mantenimiento y la continuidad en ocupaciones inestables por naturaleza.
3) La heterogeneidad de las actividades
Es una de las características más típicas. Al constituir una muestra sesgada, las personas entrevistadas ejemplifican los diferentes casos que configuran el sector informal urbano.
Oriana representa el trabajo al margen de la regulación estatal. No por su parte, sino por sus empleadores.
Pamela y Marcelo son las personas que, al no poder ocuparse en el sector formal, se ven obligadas a crear una actividad que les permita la sobrevivencia del grupo familiar. Como dice Lazarte, es una salida forzada del sistema.
Luly y David son típicos trabajadores informales en el sentido de que desempeñan tareas poco calificadas, de fácil ingreso y baja remuneración.
El caso de Lara y Omar responde a la conceptuación de nuevos pobres, que logran la supervivencia en función de la calificación laboral y de las redes de relaciones previas.
Roxana y Antonio representan la pequeña intermediación.
Federica muestra el aprovechamiento de una calificación obtenida desde la infancia, que es el dominio de un idioma, para generar recursos. Genera una fuente de ingresos basándose en la posesión de cierto capital cultural.
4) Ausencia de toda protección social (obra social, accidentes de trabajo, protección a futuro: aportes jubilatorios)
Todas las personas entrevistadas carecen de protección social, excepto las que trabajan simultáneamente en ambos sectores.
5) Ingresos bajos e irregulares
Es la variable que permite efectuar la asociación pobreza-informalidad porque muestra las decisiones adoptadas por las personas para “gambetear la pobreza”, como dice el tango, por medio del trabajo informal.
En la percepción de la pobreza, los componentes subjetivos adquieren gran importancia. Como lo expresa Federica: “En una de ésas yo estoy más abajo que uno que se desespera, lo importante es no sentirlo”.
Reiteramos: si bien existen mediciones objetivas como las Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) o la línea de pobreza, la percepción de la pobreza es subjetiva en última instancia. Porque desde una perspectiva etic , el caso de Oriana representa un estado de carencia significativa asociada a una gran inestabilidad laboral y escasísimos ingresos (“son centavitos”, dice Oriana). Sin embargo, su condición actual, comparada con la vida en la meseta rionegrina, es infinitamente superior porque: 1) la Iglesia le proporciona casa y servicios; 2) el desayuno y la merienda son provistas por aplicación de políticas sociales, y 3) algunos familiares asalariados le ayudan. En la práctica, tiene la supervivencia asegurada aunque se queje de que “no sale nada”.
Pamela dice: “Me siento ‘pobre estable’ porque no les puedo dar a mis hijas lo que quisiera. Tienen ropita, están limpias, no les falta nada de lo mínimo indispensable. Pero para uno, el futuro ya se pasó”.
Aunque en una aproximación estimativa pueden tener ingresos por encima de la línea de pobreza, en la práctica no pueden continuar la construcción de su casa por un plan estatal, “pero ahora —continúa Pamela—, empezamos a pagar deudas a gente que me ayudó” y termina diciendo que “la ventaja es que la verdura, si no la vendés, te la comés”.
Objetivamente, Luly y David tienen ingresos muy bajos y esporádicos, pero con una ventaja: “por ahora tenemos asegurada la vivienda”. En sentido estricto, se trata de personas que sufren procesos de distancia y acercamiento a la pobreza estructural.
Lara y Omar son nuevos pobres. Típica clase media a la que las circunstancias perjudicaron. Lara comenta que “cada paciente representa algo concreto: los pasajes, un servicio atrasado, los impuestos”, y en función de esas necesidades por satisfacer son los días que permanece fuera de su casa, trabajando a 900 km de su hogar. Reconoce que hubo momentos muy duros en los que “una cajita de sahumerios que podía vender era el pan o la leche”. Aún ahora, el capital social está siempre presente. En la casa que le sirve de gabinete, en un salón que comparte con amigas en Buenos Aires, en “el canje” que existe en forma permanente, “una limpieza de cutis o una armonización la puedo cambiar por una prenda para mi hija”. Esto significa que una parte importante de la subsistencia familiar se posibilita merced a los intercambios realizados en el marco de las redes de reciprocidad y ayuda mutua establecidas previamente. Seguramente sus ingresos están por encima de la línea de pobreza, pero el esfuerzo es enorme y los riesgos excesivos. Lara lo presenta así: “En mi casa nadie se puede enfermar. Porque eso es plata”.
Roxana dice: “Yo ahora, gracias a Dios, estoy bien”, aunque su empleo público la tiene estancada en una categoría inferior a la que debería tener.
Y Federica trata de subsistir en un proyecto de vida independiente de su familia diciendo: “No estuve insegura ni siquiera el año pasado, cuando se me habían acabado los ahorros y no tenía ingresos como para pagar el alquiler”.
Es preciso agregar una última característica:
6) La relación costo-beneficio o la distancia entre el esfuerzo realizado y el resultado obtenido
El trabajo de Oriana en el invernadero de tomates es de gran exigencia física, como todo trabajo agrícola.
Ella dice: A las 7 salgo de acá, llego 7 y media, en bicicleta de 7 y media a..., por ahí hacemos hasta 12 y media; después, de las 4 a las 8.
Agrega: Si dejás, te duele más el cuerpo.
E: ¿No quedás dolorida?
O: Sí, con los tomates andás con un balde de 20 [kg], lo vas llenando, lo bajás, lo vas llenando, lo bajás, lo llevás, lo traés, es pesado, por eso tengo moradas las piernas: de apoyar el balde.
E: ¿Y cuántos baldes llevás y traés por mañana?
O: No me he fijado, como no es por tanto, no los he contado.
E: ¿Y cuánto te pagan por día?
O: Doce pesos.
Marcelo relata: “Cada viaje a las chacras es de unos ocho kilómetros, 16 cada viaje de ida y vuelta a las chacras. El máximo fue un día que hice tres viajes. Los sábados se lava. Los domingos salimos a las chacras. No hay día de descanso”.
A Luly y a David, desplazarse a los lugares de trabajo les representa mucho tiempo; para él, ir a trabajar a Villa Regina, a unos 50 km de Roca, los sábados por la noche, le parece peligroso y no se compensa con la remuneración.
Lara vive en Córdoba y trabaja en Roca y en Capital Federal. Le gustaría poder desarrollar su actividad laboral en su ciudad.
Roxana está segura de la desproporción que existe entre el esfuerzo y los resultados. “Es así. Depende de la urgencia, vas pagando esto y postergando lo otro. Siempre primero lo imprescindible, el gas y la luz, porque hasta el agua puede esperar. Y el cable, podés decir que no es tan importante, pero según... porque nosotros no somos de salir a bailes, nunca. Entonces, te quedás en casa y mirás algo.”
Por último, Federica comenta: “Yo estoy conforme, sé que conseguí mucho, y además, haciendo un poco de estadística, el año pasado estaba peor que ahora, o sea que la tendencia es ascendente”.
COMENTARIOS FINALES
Los casos hasta aquí analizados muestran situaciones personales y laborales variadas. Sin embargo, todas tienen en común: 1) ninguna de las personas entrevistadas eligió ejercer una actividad económica informal: fueron las condiciones del contexto socioeconómico las que las empujaron al sector; 2) ninguna de las personas entrevistadas eligió estar fuera de la legalidad, pero simultáneamente ninguna de ellas logra la rentabilidad suficiente para inscribirse como monotributista o para pagar aportes al sistema de seguridad social; 3) el capital cultural y el capital social revisten gran importancia en el ingreso, la continuidad y la rentabilidad de la actividad; 4) todos los casos se inscriben en la informalidad “típica” en la que predomina la lógica de supervivencia sobre la lógica de acumulación; 5) la posición de todos está desvinculada de sus capacidades y méritos; es más, se observa una desproporción evidente entre el esfuerzo realizado y los resultados obtenidos; 24 6) se está ante una pobreza “distinta”, en el sentido de que si bien todos carecen de dinero efectivo y de reservas, poseen un acceso a bienes y servicios (teléfono, vehículos) que habla de un acercamiento social dado en parte por la expansión tecnológica, y 7) excepto uno, los casos descritos se refieren a parejas o grupos familiares, pues aunque sólo uno de ellos sea trabajador informal, es indispensable la colaboración del otro.
Las personas cuyas experiencias relatamos son informales porque deben suplir, complementar o generar trabajos como resultado de la consolidación de un sistema laboral que Robert Castel25 caracterizó como centrado en la desestabilización de los estables, la instalación en la precariedad y un déficit en los lugares ocupables.
Queda la duda acerca de si el trabajo de las personas cuyas vidas hemos atisbado y entrevisto es necesario en el actual contexto socioeconómico. ¿No son algunos de ellos, los trabajadores supernumerarios, superfluos, que han señalado numerosos autores en los últimos años? Algunos de ellos, ¿no ejemplifican la prescindibilidad de algunas actividades “productivas”, como señala Monza?26 ¿Conservan aún un lugar en la sociedad o se están deslizando imperceptiblemente hacia la exclusión social? ¿Tienen posibilidades de obtener reconocimiento social? ¿O son acaso quienes en sus rebusques para poder sobrevivir ponen en cuestión este orden social específico?
Pero veámoslo desde la perspectiva de Pamela cuando dice: “Vivíamos en una nube que no te das cuenta de lo que pasa alrededor tuyo. Nos despabilaron. Mis hijas tienen una mentalidad distinta a la que teníamos nosotros cuando éramos chicos. Todo lo ven, todo lo preguntan”.
1 Aldo Ferrer, Hechos y ficciones de la globalización: Argentina y el Mercosur en el sistema internacional , Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1997, p. 9. [ Links ]
2 Los estudiantes de nuestra cátedra de la licenciatura en Comunicación Social encuestaron a los feriantes. A la pregunta sobre los motivos por los cuales acudieron a la feria, 72% de los entrevistados respondieron que “por estar desocupado”, y a la pregunta sobre qué significa la feria para usted, 65% contestó que “lo considera un trabajo”.
3 En conversaciones mantenidas con beneficiarios de planes sociales, éstos destacan que las sumas percibidas son sólo un paliativo y que de ninguna manera permiten una existencia digna.
4 A la destrucción de empleo producida por el vaciamiento de empresas o su fusión, el uso de la tecnología como pretexto para expulsar mano de obra, la flexibilización interna y externa, la polifuncionalidad o la falsedad económica implícita en la ley de convertibilidad, se agrega la adopción de pautas culturales tendentes a favorecer la asimilación de las nuevas condiciones de trabajo, tales como el énfasis en el individualismo, el “exitismo”, la creación de nuevos hábitos de consumo y la valoración selectiva de los grupos de edad.
5 La ley 11.729, que reformó el Código de Comercio y reguló el trabajo comercial e industrial, fue llamada Ley de Despidos porque al modificar el artículo 157 del Código de Comercio implantó, por primera vez en la historia laboral argentina, un resarcimiento o indemnización para los casos de despido sin causa. Fue un precedente de gran importancia, no sólo para los empleados de comercio, sino que constituye parte de la base de la legislación laboral del país.
6 Rolando Lazarte, “El ‘sector informal’”: una revisión conceptual bibliográfica”, en ALAI, América Latina en movimiento, página web. http://www.alainet.org, 19/11/2002. [ Links ]
7 Jean-Paul Fitoussi y Pierre Rosanvallon, La nueva era de las desigualdades, traducción de Horacio Pons, Buenos Aires, Manantial,1997, pp. 131-138. [ Links ]
8 Alberto Minujin, Cuesta abajo. Los nuevos pobres: efectos de la crisis en la sociedad argentina, Buenos Aires, UNICEF/ Losada, 1993; pp. 16 y ss. [ Links ]
9 María del Carmen Feijoo, Nuevo país, nueva pobreza, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2001, p. 9. [ Links ]
10 Charles Valentine, La cultura de la pobreza, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1972, pp. 23-24. [ Links ]
11 “En esta definición operativa la exclusión social se puede considerar como un fenómeno de segundo grado producido por la interacción de una pluralidad de procesos o factores que afectan a los individuos y a los grupos humanos, impidiéndoles acceder a un nivel de calidad de vida decente y/o a utilizar plenamente sus capacidades. Dichos procesos son múltiples y pueden definirse como factores de riesgo social....”, Gabrielle Quinti, “Exclusión social: el debate teórico y los modelos de medición y evaluación”, en Jorge Carpio e Irene Novacovsky (comps.), De igual a igual: el desafío del Estado ante los nuevos problemas sociales , Buenos Aires, Siempro/Flacso/FCE, 1999. [ Links ]
12 Paulo Renato de Souza, en Rolando Lazarte, op. cit., considera que no hay un único “enfoque PREALC”, sino que hay tres ejes principales de aproximación al sector informal: 1) una dimensión descriptiva y cuantitativista, 2) una dimensión de formulación de políticas de empleo y renta, y 3) una dimensión teórica.
13 Luis Beccaria, Jorge Carpio y Álvaro Orsatti, “Argentina: informalidad laboral en el nuevo modelo económico”, en Jorge Carpio, Emilio Klein e Irene Novacovsky (comps.), Informalidad y exclusión social, Buenos Aires, OIT/CFE/Siempro, 2000, pp. 139-160. [ Links ]
14 Luis Beccaria et al., op. cit., p. 141.
15 Rolando Lazarte (op. cit.), al analizar el desarrollo del concepto de informalidad en la bibliografía brasileña, observa que numerosos autores definen el sector informal “por el nivel de remuneración de los trabajadores en determinadas ramas de actividad, asimilando la noción de informalidad a la de pobreza”.
16 Victoria Arribas y Guillermo Quirós, “Sector informal y economía informal”, Cuadernos de Antropología, núm. 1, Antropología y Economía, Luján, Universidad Nacional de Luján/Eudeba, 1988, pp. 59-81. [ Links ]
17 Daniel Carbonetto, “El sector informal y la exclusión social”, en Ernesto Villanueva (coord.), Empleo y globalización: la nueva cuestión social en la Argentina, Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, 1997, pp. 273-274. [ Links ]
18 Marilyn Carr y Martha Chen, “La globalización y la economía informal: las repercusiones del comercio y la inversión mundial sobre los trabajadores pobres”, en El trabajo decente y la economía informal , Ginebra, OIT, 2002, p. 2. [ Links ]
19 El Club del Trueque congrega, en los 31 nodos existentes en la ciudad de General Roca, a más de 4 000 jefes de familia para el intercambio de bienes como medio de subsistencia. (Diario Río Negro, General Roca, 6/09/2002).
20 Rolando Lazarte, op. cit., 2002.
21 Llamamos así a los barrios localizados en la zona productiva de las ciudades del Alto Valle. Miguel Hángel González y Ana María Menni, Fichas de cátedra, Carrera de Servicio Social, Neuquén, 1987 (mimeografiado). [ Links ]
22 Miguel Murmis y Silvio Feldman, “Las ocupaciones informales y sus formas de sociabilidad: apicultores, albañiles y feriantes”, en Sociedad y sociabilidad en la Argentina de los 90, Buenos Aires, UN de General Sarmiento y Biblos, 2002, pp. 171-221. [ Links ]
23 Ana María Menni, “Los saberes de los no calificados”, en Libro de Oro: Los saberes populares en el fin de milenio. Ponencias del V Congreso Binacional de Folklore Chileno y Argentino, Tandil, agosto, 1999. Chile, Academia Nacional de Folklore Chileno y Argentino, Universidad Católica de Valparaíso, 2000. [ Links ]
24 Jean Paul Fitoussi y Pierre Rosanvallon, op. cit., p. 84: “Es cierto, la suerte, el azar, siempre desempeñan un papel en el devenir de los individuos, y está bien que así sea. Pero cuando en promedio se convierten en los principales determinantes de su destino, son profundamente desmovilizadores para el conjunto de la sociedad”.
25 Robert Castel, La metamorfosis de la cuestión social, Buenos Aires, Paidós, 1997. [ Links ]
26 Alfredo Monza, “La situación ocupacional argentina: diagnóstico y perspectivas”, en Alberto Minujin (ed.), Desigualdad y exclusión, Buenos Aires, UNICEF/Losada, 1996. [ Links ]