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Política y cultura
versión impresa ISSN 0188-7742
Polít. cult. no.38 México ene. 2012
La relación Estado-iglesias
Sergio Méndez Arceo y su visión internacionalista
Tania Hernández Vicencio*
* Investigadora de la Dirección de Estudios Históricos, Instituto Nacional de Antropología e Historia, México [thernandez.deh@inah.gob.mx].
Artículo recibido el 19-09-11
Artículo aceptado el 10-08-12
Resumen
Este artículo es producto de un primer acercamiento a la información contenida en el archivo personal de Sergio Méndez Arceo, VII obispo de Cuernavaca. El objetivo es mostrar, a partir de algunas de sus principales homilías, su compromiso con un proyecto internacionalista centrado en la esencia del panamericanismo, es decir, el esfuerzo unificador y solidario de los países de América Latina, frente a las fuerzas imperialistas. Esta perspectiva hizo de Méndez Arceo un personaje clave en el proceso de liberalización política y social del México de la segunda mitad de la década de 1970 y la de 1980.
Palabras clave: internacionalismo, teología de la liberación, panamericanismo, populismo, relaciones internacionales.
Abstract
This article is a product of the first assay to the information contained in the personal file of Sergio Méndez Arceo, Bishop of Cuernavaca. The objective is to review some of its main homilies, which shows its commitment to a project internationalist focused on the original essence of panamericanism, understood as the unifying effort and solidarity of the countries of Latin America in front of the imperialism forces. This approach made that Méndez Arceo was an important character in the process of political and social liberalization of Mexico in the second half of the 1970s and the 1980s.
Key words: internationalism, liberation theology, panamericanism, populism, international relationships.
INTRODUCCIÓN
La trayectoria de Sergio Méndez Arceo, al igual que la de otros obispos latinoamericanos,1 es clave para comprender la fractura al interior de la Iglesia católica aun antes del Concilio Vaticano II (1962-1965) y el desarrollo de una propuesta cristiana centrada en la unidad de los pueblos latinoamericanos y la reivindicación de los sectores marginados de la sociedad. Sin duda, dentro de la Iglesia católica en México, Méndez Arceo renovó la producción litúrgica y transformó el uso de ésta como instrumento de reflexión sobre el evangelio, en contraposición a la realidad inmediata; particularmente durante la década de 1970, su trabajo pastoral contribuyó al desarrollo de nuevas estrategias de organización en el terreno de los movimientos sociales.
En el marco de los gobiernos populistas de Luis Echeverría (1970-1976) y José López Portillo (1976-1982), Méndez Arceo se fue convirtiendo en un actor político importante. Hay que recordar que estos gobiernos, que fueron parte del periodo conocido como guerra sucia, en el manejo de la política interior estuvieron marcados por la ambivalencia de un discurso aperturista y una acción persecutoria contra la oposición; mientras que en la política exterior buscaron la cooperación internacional entre los pueblos latinoamericanos. En esta perspectiva, en el presente artículo me centro especialmente en el trabajo político que realizó Méndez Arceo en el plano de las relaciones internacionales, al cual abonó en términos de la producción de un nuevo significado de éstas y de su potencial para la revalorización de los pueblos latinoamericanos. Insistió en el impulso de una revolución cultural, centrada en un espíritu de solidaridad que contribuyese a la liberación de los grupos sociales excluidos en México, Centro, Sudamérica y el Caribe, un esfuerzo unificador que iría más allá de las religiones, de los Estados y las instituciones, para tejer la hermandad entre los pueblos contra los gobiernos autoritarios de la zona y el imperialismo estadounidense.2
El trabajo es producto de un primer acercamiento a la información contenida en el archivo personal. Méndez Arceo, quien llegó a ser conocido como el "Patriarca de la solidaridad liberadora en América Latina";3 y para ilustrar su pensamiento y acción política reviso algunas de las principales homilías de quien fuese el VII obispo de Cuernavaca.4 En los extractos que recupero se muestra el compromiso de Méndez Arceo con un proyecto internacionalista fincado en la esencia del panamericanismo, entendido éste como el esfuerzo unificador y solidario de los países de América Latina.5
EN EL CONTEXTO, LAS REVOLUCIONES
Al concluir la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) se articuló un nuevo orden internacional a partir de dos grandes bloques encabezados por la Unión Soviética y Estados Unidos, países que defendían dos modelos de desarrollo: el socialista y el capitalista. En un principio parecía que ambos grupos podrían coexistir de manera pacífica, pues tanto soviéticos como estadounidenses creían que sus proyectos representaban la victoria contra el nazismo en el mundo; sin embargo, esto no fue así. Por más de 40 años las superpotencias buscaron asumir el papel hegemónico y ampliar sus redes de apoyo, a lo largo del periodo conocido como la Guerra Fría, el cual habría de prolongarse hasta el final de la década de 1980, generando distintos impactos al interior de los países.
A manera de escenario general hay que decir que el periodo que va de 1940 a 1960 constituyó para México una etapa caracterizada por el crecimiento económico y cierta estabilidad social y política. El primero se produjo sobre la base del modelo de desarrollo estabilizador instrumentado por los gobiernos emanados del entonces partido hegemónico, el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Los gobiernos priistas adoptaron los postulados esenciales de la política económica propuesta por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), instancia que promovía un enfoque latinoamericanista con relación al proceso de modernización, frente a la estrategia expansionista de los países poderosos.6 La base del modelo era el esquema de sustitución de importaciones suntuarias y el apoyo a la industria nacional, como motor del crecimiento económico. El Estado mexicano se convirtió en el principal promotor del desarrollo para lo cual instrumentó políticas basadas en el incremento del gasto público y la inversión destinada al proceso de industrialización; situación que fue apuntalada por la ampliación de obras de comunicación, transporte y electrificación, que en conjunto configuraron un amplio mapa de centros urbanos.7 De una economía predominantemente agrícola y rural, México se fue transformando en una economía urbana e industrial, por lo que poco a poco disminuyó la importancia de las actividades primarias en el Producto Interno Bruto y como fuente de empleo. A pesar de las dificultades que la política económica experimentó en ciertos momentos, la burguesía nacional creció y se fortaleció, y la clase media experimentó una mejora general de sus condiciones de vida. Un rasgo de este periodo fue el incremento general de los salarios reales y la ocupación, tendencia que persistió durante las décadas de 1950, 1960 y la primera mitad de la de 1970. La mejoría también fue producto de la edificación de un fuerte aparato institucional que generó una importante cantidad de empleos asalariados y estables para atender las demandas de educación, salud, vivienda y bienes y servicios; así como de un eficiente mecanismo de control político que integró a los distintos sectores sociales al Partido Revolucionario Institucional.
El gobierno lograría mantener viva en la población la expectativa de mejoramiento económico y social dentro de un clima de relativa paz social, prácticamente durante dos décadas y media, pero hacia el final de la década de 1960, el desarrollo estabilizador comenzó a mostrar signos de deterioro, particularmente respecto a la creación de empleos. El sistema corporativo y el uso de redes clientelares que habían funcionado eficientemente en materia de intercambio de bienes económicos y sociales por apoyo político-electoral, también mostraron sus perversiones en el terreno de la organización social. A lo largo de los años se habían creado una serie de prácticas antidemocráticas dentro de los sindicatos y organizaciones vinculadas al PRI, lo que había obstaculizado la creación de grupos independientes y el avance de la sociedad civil. La revolución mexicana institucionalizada, a través del partido oficial y sus gobiernos, efectivamente había logrado mejorar las condiciones generales de vida de buena parte de la población urbana, pero había descuidado el desarrollo del campo y había coartado la libertad de organización. La creación de un amplio sector de pobres y el descontrol sobre la disidencia política por parte del Estado comenzaron a ser parte de la nueva realidad nacional. Los ideales de la Revolución Mexicana y las demandas de los grupos más necesitados parecían seguir vigentes. A continuación destaco varios rasgos del periodo que contribuyeron a complejizar el panorama de aparente bonanza.
Desde la segunda mitad de la década de 1950, América Latina comenzaría a ser reconocida como un continente estratégico para los fines expansivos de un actor político clave: la Iglesia católica. En 1955 se creó la Conferencia del Episcopado Latinoamericano (Celam), cuyo objetivo, de acuerdo con la Santa Sede, era atender los problemas religiosos de la región. Sin embargo, el conflicto cubano haría que los asuntos del ministerio religioso pasaran a un segundo plano y que las cuestiones políticas cobraran centralidad en las discusiones de la jerarquía eclesiástica en el continente. El 1 de enero de 1959 el entonces presidente Fulgencio Batista y su círculo más cercano abandonaron Cuba, como resultado del triunfo de la lucha encabezada por el Movimiento 26 de julio, el Partido Socialista Popular, del Directorio Estudiantil y varias organizaciones más. El desarrollo de la Revolución Cubana impactó a todo el continente americano y particularmente a México. La mutua influencia que ambos países ya mantenían en relación con su desarrollo social y político venía de tiempo atrás; Cuba había sido uno de los países latinoamericanos en donde la Revolución Mexicana había tenido mayores repercusiones. De tal forma que cuando a mediados del mes de abril La Habana fue bombardeada, la revolución se declaró socialista y el gobierno estadounidense respaldó la invasión a la isla organizada por grupos contrarrevolucionarios, muchos mexicanos salieron a la calle en una gran marcha en repudio al ataque de Estados Unidos.
La instalación soviética de plataformas lanzamisiles en Cuba representó para Estados Unidos el avance inminente del comunismo sobre el continente americano. El gobierno cubano comenzó a exportar la revolución comunista a varios países latinoamericanos con el apoyo económico y político de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), lo que para los Estados Unidos significaba una afrenta a su hegemonía y al sistema capitalista. La tensión entre ambas potencias sólo fue controlada con la firma de un tratado de convivencia pacífica y con el lanzamiento de la Alianza para el Progreso (1961-1970), propuesta oficial del gobierno estadounidense a partir de la cual destinó una fuerte inversión a los países de América Latina con el fin de contrarrestar las influencias revolucionarias y apoyar medidas reformistas para promover el desarrollo de la región.
En el marco de ese conflicto, el tema de la Cuarta Asamblea Ordinaria de la Celam, realizada en 1959, sería el avance del comunismo y el debilitamiento del catolicismo en América Latina, por lo que la jerarquía eclesiástica se pronunció por asumir un papel más activo para transformar las estructuras sociales y promover la justicia social en el continente. En México, por su parte, la Iglesia católica había iniciado un importante proceso de reorganización frente al Estado desde mediados de esa década, tratando de recuperar los espacios perdidos en el terreno de la organización social. Hay que recordar que después del conflicto entre la Iglesia católica y el Estado mexicano, y concretarse los pactos de paz en 1929, ambos actores habían entrado en un periodo conocido como modus vivendi, caracterizado por la tolerancia. Pero a mediados de la década de 1950, en el ocaso de dicho periodo, la Iglesia comenzó a desplegar una intensa campaña de politización de sus fieles8 y, con motivo de las elecciones de diputados federales de 1955, la alta jerarquía católica deslizó la idea la feligresía de que los candidatos idóneos para ser votados provenían del opositor Partido Acción Nacional (pan). La Iglesia que estaba encabezada por una jerarquía conservadora además había dado cobijo a varias organizaciones laicales integristas y de ultraderecha, que coincidían en su anticomunismo y la utilización fanática de la religión con fines netamente políticos, y que ante la emergencia de la Revolución Cubana se movilizaron bajo la consigna: "cristianismo sí, comunismo no".
El periodo que transcurre entre el sexenio de Adolfo López Mateos (19581964) y el de Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970) fue una etapa clave para la producción de cambios importantes en la sociedad mexicana. Un sector de ésta, insistía en una urgente apertura política, mientras que otra parte clamaba la reactivación de los más férreos mecanismos de control. El gobierno de López Mateos fue visto con cierto recelo por parte de los grupos de derecha que consideraban que su discurso tenía un cariz populista y que su política mantenía un "espíritu socializante". La élite empresarial criticó la relación que mantenía el gobierno mexicano con su homólogo cubano y catalogó al presidente López Mateos como una persona afín a la idea de la lucha de clases. Un elemento que contribuyó a este clima de desconfianza fue que el jefe del Ejecutivo impulsó una política exterior basada en la diversificación de los lazos económicos, políticos y culturales, y en la defensa de los principios tradicionales de autodeterminación y no intervención.9 Aunque la política del gobierno no implicaba la defensa de la Revolución Cubana en sí, sino de la concepción mexicana de no intervención, la derecha interpretó la actitud del gobierno como una amenaza a la estabilidad nacional. Por otro lado, en el plano nacional el gobierno instrumentaba una política de choque contra la oposición política, tal como ocurrió con las movilizaciones encabezadas por trabajadores de la educación (1958) y por los ferrocarrileros (1959). Esta tendencia habría de recrudecerse y llegaría a su máxima expresión durante el siguiente sexenio.
Con la realización del Concilio Vaticano II, entre octubre de 1962 y diciembre de 1965 se fue gestando un fuerte proceso de diferenciación dentro de la Iglesia católica. Comenzó a perfilarse con claridad la propuesta de los grupos más progresistas, entre los que se encontraban varios obispos latinoamericanos, entre ellos Sergio Méndez Arceo, comprometidos con las causas de los grupos marginados. Durante las siguientes dos décadas, esta vertiente produciría una revolución en su actividad pastoral y, con ello, en su compromiso político y social. Si el Concilio Vaticano II terminó por legitimar las experiencias progresistas europeas, la Conferencia de Medellín, celebrada en 1968 con el fin de estudiar y releer los temas conciliares desde América Latina, abrió paso a la experiencia cristiana vivida como compromiso con los oprimidos y explotados.10 Fue quedando atrás la defensa de los beneficios producidos por el desarrollismo y se empezó a hablar de fe y liberación. Poco a poco, una definición de la identidad cristiana pueblo céntrica comenzó a desplazar la tradicional visión eclesiocéntrica, lo que significó el abandono de una teología de la cristiandad para emprender el camino de una teología de la liberación.11 Se dio paso a una nueva concepción teológica basada en el análisis histórico, económico, político y social de la realidad, y se cuestionó la visión sobre el mensaje evangélico como "profecía".12 Ante esta situación el sector conservador de la jerarquía eclesiástica se sintió amenazado por los equipos y movimientos laicales que buscaban corresponsabilidad y cogestión en la vida eclesial, así como por clérigos y obispos que insistían en un compromiso verdadero con su actividad pastoral. La mayoría de los obispos mexicanos optaron por la concepción tradicional y conservadora, pero la experiencia de Méndez Arceo en la Diócesis de Morelos y del monasterio de Santa María de la Resurrección de Cuernavaca, y de su prior Gregorio Lemercier, sin duda marcaron un hito en relación con el nuevo proyecto.13
La promesa del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970) fue la búsqueda de la estabilidad en todos los órdenes de la vida nacional. En el terreno económico el gobierno se propuso un crecimiento sostenido pero moderado, por lo que comenzaron a aplicarse las primeas políticas de austeridad. En el plano político, Díaz Ordaz no buscó tanto la ausencia de conflictos, pero sí intentó controlarlos, llegando a la represión. La embestida del gobierno al movimiento estudiantil de 1968 mostró el autoritarismo del régimen, al mismo tiempo que constituyó una prueba para la derecha de que el gobierno haría imperar el orden a cualquier precio. En un contexto de omisión por parte de la mayoría de los miembros de la alta jerarquía eclesiástica y a pesar de la plena vigencia del artículo 130 de la Constitución que prohíbe a los ministros de culto inmiscuirse en política, la voz de Méndez Arceo se hizo escuchar de forma contundente en su sermón del 29 de septiembre de ese año:
Me aterroriza ser perro mudo [...] Me conmueve la impotencia, la frustración, la impaciencia, la rebeldía de los jóvenes ante las estructuras inoperantes [...] También nosotros, tus obispos mexicanos, hemos anunciado en tu nombre la injusticia de la marginación, de la discriminación, de la pobreza institucionalizada [...] Hemos manifestado los temores de que la violencia de un orden envejecido llegase a provocar la violencia de los oprimidos o impotentes. No entiendo el legalismo, la dureza, la incomprensión, la amenaza, la impaciencia del poder; me confunden sus pasos contradictorios, el empleo de la fuerza violenta, la ausencia de su flexibilidad tradicional. Me hace hervir la sangre la mentira, la deformación de la verdad, la ocultación de los hechos, la autocensura cobarde, la vanalidad, la miopía de casi todos los medios de comunicación. Me indigna el aferramiento a sus riquezas, el ansia de poder, la ceguera afectada, el olvido de la historia, los pretextos de la salvaguardia del orden, la pantalla del progreso y del auge económico, la ostentación de sus fiestas religiosas y profanas, el abuso de la religión que hacen los privilegiados.14
La represión estudiantil de 1968 fue un punto de quiebre para la vida política y social del país, pero también para la actividad pastoral del obispo de Cuernavaca. Con mayor fervor, desde ese momento, Méndez Arceo insistiría en echar a andar una revolución distinta, un cambio profundo de las estructuras sociales, económicas y culturales.15 Lo importante no era derrocar al gobierno autoritario, sino hacerse escuchar con la esperanza de que hubiese un cambio en su actitud, un cambio que también era necesario en la propia sociedad. Si bien respetaba las posiciones oficiales de su Iglesia, creía en la necesidad de una transformación que derivara en un compromiso claro con los grupos más necesitados, razón por la que abogaría por una teología encarnada en la experiencia que hiciera de las masas el principal agente del cambio social. Asumiendo su papel de líder, pero sin llegar a la confrontación irreconciliable con la alta jerarquía de su Iglesia y con el propio gobierno, el obispo hizo una crítica recuperando la historia para cuestionar el abuso, la intolerancia y la violencia ante una sociedad en proceso de cambio. Don Sergio visitaría a los presos políticos en la cárcel de Lecumberri, en la navidad de 1969.16 El sentimiento de solidaridad con las luchas de otros pueblos sería, a partir de este momento, una convicción más fuerte que alimentaría su trabajo pastoral, pero también su actuación política.
UN LLAMADO A LA SOLIDARIDAD LATINOAMERICANA
Cuando Luis Echeverría asumió la Presidencia de la República (1970-1976) el ámbito internacional ya no era presa de las tensiones y conflictos generados por la Guerra Fría; había un clima de mayor tolerancia y disposición a la cooperación internacional. Ese contexto aperturista dio la oportunidad al gobierno de Echeverría de crear acuerdos bilaterales y multilaterales, y en especial de buscar nuevos socios comerciales en Centro, el Caribe, especialmente con Cuba, y con Sudamérica, con el fin de mantener cierta independencia de Estados Unidos. La estrategia de diplomacia comercial se complementó con un modelo económico denominado crecimiento compartido y con una política exterior más plural, por la que incluso llegó a reconocer al socialismo como una opción de gobierno. De forma paralela, en el plano interno, enarboló un discurso que apelaba al diálogo con las oposiciones, tratando de limpiar su imagen como corresponsable de la matanza de Tlatelolco. Propuso alentar la apertura política y planteó la necesidad de que fuesen creados nuevos partidos que expresaran el sentir opositor y fortalecieran la vida democrática. Echeverría quiso marcar distancia de lo que dijo eran "las tendencias conservadoras surgidas de un largo proceso de estabilidad" y planteó como su principal objetivo la construcción de un proyecto de modernización económica y renovación política.17 Para el presidente, la mejor forma de atender los problemas internos era crear confianza para dar un giro al modelo económico y apoyar la construcción de un bloque progresista que resarciera la imagen del Estado mexicano.18
Como parte del proceso de apertura de todos los órdenes de la vida nacional, la diferenciación iniciada dentro de la Iglesia católica mexicana a mediados de la década de 1950, se fue profundizando. Comenzaron a expresarse tres grupos que, sobre la base del principio de separación de la Iglesia y el Estado, tenían como denominador común la búsqueda de la instauración de una sociedad cristiana, pero insistían en diferentes estrategias para avanzar en este sentido.19 Una fracción de la jerarquía eclesiástica abogaba por caminar dentro del mismo marco de tolerancia con el gobierno, con la idea de participar activamente en la reconstrucción del proyecto nacional. El segundo grupo, que representaba la corriente más progresista, coincidía en que era necesario replantear las relaciones entre la Iglesia y el Estado, pero fundamentalmente que el papel de aquélla debía concentrarse en la atención de la problemática social. El tercer grupo, que era el mayoritario, pugnaba por alcanzar un nuevo régimen para la Iglesia católica en México, pero actuando dentro de un marco de cooperación; este grupo controlaba la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) e incluía a buena parte de la jerarquía y del clero nacional.
En ese contexto de cambios dentro de la Iglesia católica, de cierta tolerancia del gobierno mexicano y de los actores del escenario internacional, el obispo de Cuernavaca habría de formular una condena al capitalismo y al imperialismo al hablar ante tres mil estudiantes de la Universidad de Puebla. En esa ocasión se pronunció por el socialismo, presentándolo como el sistema más coherente con los principios evangélicos, toda vez que la palabra de Dios era considerada por él como el elemento revolucionario para la transformación de las personas.
El espíritu evangélico de comunión y comunidad entre los hombres no se puede realizar en el sistema capitalista, individualista y materialista, es necesario un socialismo democrático [...] La Iglesia no es una sociedad perfecta, es un pueblo que va peregrinando, buscando la verdad [y] los sacerdotes deben cambiar estructuras dentro de la propia Iglesia, para que luego ésta sea agente del cambio de las estructuras en la sociedad.20
Después de declararse públicamente partidario del socialismo, Sergio Méndez Arceo ratificó esta opción asistiendo al Primer Encuentro Latinoamericano de Cristianos por el Socialismo celebrado en Chile entre el 23 y el 30 de abril de 1972.21 Aunque la invitación a este evento se hizo extensiva a los obispos progresistas de América, además de sacerdotes, religiosas y laicos en general, a ese encuentro sólo asistió el obispo de Cuernavaca.22 En dicha reunión, Sergio Méndez Arceo fue uno de los principales promotores de la discusión de textos sobre la ideología marxista, así como sobre los temas del cambio social, el fenómeno religioso y su influencia en el proceso de transformación de las sociedades latinoamericanas. Un mes después de dicha reunión, Méndez Arceo hablaría en los siguientes términos sobre el papel de su Iglesia:
La Iglesia debe denunciar la injusticia dentro de sí misma y la violencia de los opresores, aunque sean sus hijos. La experiencia histórica muestra que la clase privilegiada no renuncia nunca espontáneamente a sus posiciones [...] la exigencia de la lucha es ante todo renovación doctrinal, pero también práctica: es una revolución cultural profunda [...] Hay que cambiar por tanto, las razones culturales y las razones estructurales [...] El amor cristiano serio implica comprometerse por la liberación de los oprimidos y por la transformación global del sistema, "fábrica de pobres [...] Es necesario [...] rencontrar un cristianismo renovado que rescate creativamente, en un esfuerzo de fidelidad evangélica, el carácter conflictivo y revolucionario de su inspiración originaria.23
En febrero de 1973, Méndez Arceo participaría en una reunión de los obispos de las comunidades diocesanas, en la que el tema principal sería "el compromiso cristiano ante las opciones sociales y políticas". A fines de dicho mes y a pocos días de las elecciones intermedias en Chile, él expresaría sus expectativas sobre la reunión y sobre los comicios en el país sudamericano:
Mis deseos son que el análisis de la realidad mexicana sea un avance más allá de los realizados en la Carta Pastoral sobre el desarrollo de mayo del '68 y en el documento de la justicia en México para el Sínodo del '71. Es necesario que no hagamos explícita o implícita una opción elogiosa y esperanzada por el capitalismo reformista. Lo contrario hemos podido leer en declaraciones del papa, de episcopados de América Latina, de la Comisión Social del mundo obrero en Francia. Particularmente deseo que nuestras voces no disuenen, antes bien se integren en la búsqueda de una teología liberadora latinoamericana [...] Sería un escollo muy grande el no conocer suficientemente el análisis estructural de las injusticias que lleva a muchos cristianos al concepto de "lucha de clases". Sería nefasto no distinguir los niveles presentados por el mismo papa Pablo VI en la consideración de los socialismos aun en los de inspiración marxista. Tendríamos que tener muy en cuenta los análisis históricos y sociológicos de la realidad mexicana y latinoamericana [...] Hermanos, después de lo dicho me va a ser muy fácil invitaros a pedir porque en Chile en las elecciones del próximo 4 de marzo el pueblo decida por su liberación [...] puedo equivocarme, pero creo que de un lado está el capitalismo más o menos reformista [...] y en del otro en la lucha por la libertad y por la igualdad auténticas en un socialismo democrático con posibles correcciones corregibles. Pero todo esto en el marco de un sistema interamericano y mundial de imperialismos y dependencia.24
El término liberación no era nuevo en el terreno de la teología,25 pero la novedad en relación con la teología latinoamericana estaba situada en el terreno de la relación teoría-práctica.26 La teología de la liberación, en este sentido, se planteaba como una teología de la praxis.27 El teólogo debía ser un hombre comprometido con la causa de la liberación de los pobres. El hecho de que naciera una teología de la liberación significaba que una iglesia determinada o un sector de la Iglesia se comprometían con una práctica pastoral liberadora de los pobres. El punto de partida no era el individuo, sino las grandes mayorías del continente, que llenaban las periferias de las ciudades y las zonas rurales; se trataba de la irrupción de los pobres en la escena pública y en la Iglesia. La propuesta implicaba una dimensión social y un carácter político, pues intentaba la transformación de las bases de la sociedad, tenía carácter estructural, colectivo, transformador, liberador, y estaba directamente vinculada con la justicia social.28 Desde el punto de vista de la teología de la liberación, la expresión de la fe se daba en el proceso de concientización y ésta era compromiso político y acción. El proceso debía ser integral; ese compromiso político se traduciría en solidaridad militante y en lucha por el cambio e incluso por la revolución.29 Por sus declaraciones a favor del socialismo y por ser un activo promotor de la teología de la liberación en América Latina, Sergio Méndez Arceo llegaría a ser conocido como el obispo Rojo y llegaría a proponer la unidad latinoamericana, incluso por encima de la fe religiosa.
Empeñado en una lucha de renovación del pensamiento y de acción de los cristianos, empeñado en un compromiso por el hombre nuevo en la América Latina [...] yo quisiera reflexionar directamente sobre el texto de esta parábola del Buen Pastor, en un sentido amplio latinoamericano, desafiador para nosotros. Esta misa que se llama Panamericana y que tiene ocho vibraciones continentales en sus cantos, es también como símbolo conocido a lo largo de América Latina nos recuerda que el hecho auspiciado y prometido por el Señor [...] todavía está lejos. No entiendan por favor en el sentido estrecho de caso domesticación religiosa como si fuera necesario reducir todo al mismo grupo a una misma confesión religiosa. Lo más serio me parece, la urgencia de la unidad, del único y solo rebaño que manifiesta en tantos hechos de nuestra vida social y política.30
El llamado a la unidad latinoamericana que venía haciendo Méndez Arceo definitivamente se acrecentó en el contexto de los regímenes militares y del recrudecimiento de las condiciones de explotación y pauperización de las sociedades del continente. Hay que recordar que con la Política de Seguridad Nacional y en el contexto de la Guerra Fría, Estados Unidos había definido varias acciones de política exterior tendientes a que las fuerzas armadas de los países latinoamericanos garantizaran el orden interno, con el fin de combatir aquellas ideologías, organizaciones o movimientos que, dentro de cada país, pudieran favorecer o apoyar al comunismo. Con dicha política se había legitimado la toma del poder por parte de las fuerzas armadas y la violación sistemática de los derechos humanos. Las acciones concretas en cada país fueron puestas en práctica mediante el entrenamiento de los distintos ejércitos latinoamericanos en la Escuela de las Américas en Panamá, donde durante décadas fueron enviados militares procedentes de distintos países latinoamericanos para instruirse en técnicas de contrainsurgencia.31 Sobre el golpe militar del 11 de septiembre de 1973 al presidente chileno Salvador Allende, Méndez Arceo habría de pronunciar su condena:
Hermanos, permitidme que yo reflexione sobre la sabiduría humana y la sabiduría de Dios en el dolorosísimo acontecimiento del asesinato del presidente Allende y de la brutal represión tendiente a restablecer, se dice, el orden y la paz y el bienestar, impuestos por el poder militar [...] Me voy a referir, como ya lo hice aquí el domingo 16 y lo continué el martes 18 en el auditorio "Justo Sierra" de la Universidad Autónoma de México (sic) a la actitud de la Iglesia. Ante una primera exhortación del cardenal de Santiago a los verdugos a moderarse y a no ejercer, así lo llamó, innecesarias represalias y ante la invitación a todos los chilenos a cooperar en los que él llamó nobles propósitos de las autoridades actuales expresada en un acto ecuménico, no precisamente misa el 18 de septiembre dentro de un templo en unión con otros representantes de otras iglesias cristianas o grupos religiosos, presente la Junta Militar, yo hablé de palabras muy desalentadoras. Considero que en los medios de comunicación periódica de México ha sido unánime y sin matices la reprobación, salvo en algunos muy significados paladines el golpe militar de Chile, en México y paladines de la sabiduría humana, de la sociedad de consumo, de competencia, de lucro de acumulación, bajo las ideologías de la libertad del orden y del progreso.32
Sobre las dictaduras, el obispo diría:
No podemos olvidar a nuestra comunidad latinoamericana, donde tantas arbitrariedades que se cometen, donde no logramos superar la desigualdad, porque no queremos optar por sistemas sociales que puedan eliminar esa desigualdad [...] No sólo hay quienes no se resuelven a superar esa desigualdad sino por el contrario quieren mantenerla, establecerla más firmemente. Me refiero a los regímenes militares particularmente, pues es más patente el mantenimiento de la desigualdad económica, política, cultural, por medio aun de la crueldad y de la muerte.33
Dos años después de la muerte de Allende, Méndez Arceo recibió la visita de su viuda, Hortensia Bussi, quien hablaría en la Catedral de Cuernavaca, agradeciendo la solidaridad del obispo mexicano con el pueblo chileno.34
El 9 de febrero de 1974, por primera vez en la historia de México un presidente de la República visitaba oficialmente la Santa Sede y al líder de la Iglesia católica, Pablo VI. Dicha entrevista era relevante pues representaba una nueva actitud de ambos actores. En particular, el presidente Echeverría agradeció al papa su apoyo a la propuesta mexicana de la Carta Internacional de Derechos y Deberes Económicos de los Estados, lo que significaba también implícitamente el reconocimiento de la relevancia moral del pontífice en el ámbito internacional. Ante ese acontecimiento, Méndez Arceo se mostró optimista sobre la posibilidad de que en un futuro llegaran a reanudarse las relaciones entre el gobierno mexicano y el Estado Vaticano, pero insistió en la construcción de una actitud distinta de ambas partes:
Pidámosle al Señor no con menos intensidad [...] por el encuentro del presidente con el papa. Pidámosle que nos conceda a los cristianos y especialmente a los católicos mexicanos, no interpretar este encuentro como un triunfo. Pidámosle que no se susciten entre nosotros aspiraciones al poder [...] Acompañemos al presidente en su libertad de espíritu al buscar la voz profética del papa en su realidad histórica de anunciador de la paz. Pero pidámosle al Señor también, que el papa en esta coyuntura, sepa ser testigo fiel de Cristo muerto y resucitado sin confiar en la fascinación del arte, de la cultura, del aparato administrativo y ceremonial acumulado por siglos.35
En la búsqueda de un acercamiento a otras realidades y en aras de construir la unidad frente a los poderosos, Méndez Arceo apoyó desde el púlpito la postura del gobierno de Luis Echeverría en relación con Centro, Sudamérica y el Caribe, a fin de hacer de los países del Tercer Mundo una fuerza social y política frente al imperialismo. En el tenor de las relaciones internacionales del gobierno de Echeverría y su visita a Cuba, el obispo de Cuernavaca oró porque el presidente fuese receptivo a la situación del pueblo cubano y a sus logros:
Hermanos, permitidme invitaros a orar por el éxito de la visita del presidente Echeverría a Cuba. Este es el momento más importante de su gira. La coherencia de la posición de México frente al injusto aislamiento de la experiencia socialista del país hermano tenía que conducir a este coronamiento. Hemos de desear que el jefe del gobierno mexicano perciba el sentido de los logros en la alimentación, la salud, en la educación en el vestido del pueblo mayoritario cubano, así como en la lucha contra la corrupción política y administrativa.36
Y si bien Méndez Arceo admiraba la lucha del pueblo cubano, como expresión de un proyecto revolucionario y de toma de conciencia, también demandaría la responsabilidad de sus líderes sobre su desarrollo futuro.
En Cuba [...] el Partido Comunista tras de sus avasalladoras victorias contra el imperialismo exterior y contra las desigualdades injustas internas tiene en su próximo congreso la responsabilidad histórica ante el mundo entero para impulsar un diálogo global a todos los niveles, interesados en que la Iglesia sea efectivamente pluralista, anticapitalista, en lucha por la justicia social. Alcanzar esto supone salvar un obstáculo importante para el logro de un socialismo dinámico y pluralista también.37
Un nuevo modelo de iglesia habría de desarrollarse con la creación de las Comunidades Eclesiales de Base (CEB), consideradas como una Iglesia en movimiento,38 con el compromiso de muchos cristianos con las luchas populares, con la proliferación de grupos de defensa de los derechos humanos, así como con la emergencia, en el contexto mexicano del surgimiento de una "teología india.39 La teología de la liberación impulsó la articulación de relaciones entre teólogos y los grupos de base, y al interior de las CEB se concretó un trabajo verdaderamente revolucionario en relación con la comprensión del Evangelio. La actuación de los católicos simpatizantes de la teología de la liberación se dio también entre grandes esperanzas y expectativas de cambio, alentadas por las movilizaciones sociales producto de un proceso de concientización y organización popular.
En agosto de 1975, habría de realizarse en Madrid el Sexto Encuentro Cristiano y, en México, el Quinto Congreso de Teología. En ambos casos se reunieron sectores eclesiásticos críticos del oficialismo católico y reflexionaron especialmente sobre la situación de América Latina. Sobre el segundo encuentro, Méndez Arceo dijo:
Hermanos: mañana se abre en la ciudad de México un encuentro latinoamericano de teología al conjuro de la memoria de Fray Bartolomé de las Casas. Es una nueva manera de hacer teología desde las prácticas políticas. Es un método inductivo con su propia epistemología. Esta teología está buscando sus símbolos y su formalización en la lucha misma liberadora, pues si no la teología anterior dominante intentará usar las mismas palabras, pero sin el sentido y significación adecuado. En la relectura de la Biblia hecha por los dominados es necesario que se elabore una eclesiología práctica [...] Habrase (sic) de caminar hacia una institucionalización inédita dentro de la Iglesia; para que aun las experiencias del compromiso político puedan expresarse en estructuras y símbolos, no tradicionales contrarios a sus vivencias sino renovados conforme a su inteligencia de la Fe.40
Y agregó:
Cada vez es más urgente que contribuyamos a que los misioneros tomen conciencia de no presentar el evangelio como artículo importado. Deberían despojarlo de las formas culturales occidentales para que el Reino de Dios pueda tomar las formas religiosas y sociales propias de la cultura por evangelizar [Ya] el presidente de la República ha atraído la atención sobre México de los países del tercer mundo, casi todos países de misión. ¿Será atractiva para esos países la imagen de la Iglesia en México? ¿En el pasado y en el presente? Ahora que después del Concilio Vaticano II es más clara para todos la dimensión sociopolítica del evangelio y la reacción anticolonial y los anhelos de liberación crecen incontenibles, también dentro de las iglesias cristianas en esos países, como se vio en el Sínodo '74 y el papa lo ha venido comentando. ¿Cómo verán a nuestra iglesia? [...] ¿Qué pensarán del anticomunismo irreflexivo generalizado entre los católicos y no sólo entre los católicos mexicanos? ¿Qué pensarán en los países de misión con mayor número de obreros y las consiguientes tensiones entre obreros y patrones de la situación del mundo obrero en un país declarado cristiano como el nuestro?41
Durante las décadas de 1960 y 1970, Sergio Méndez Arceo había mostrado su solidaridad y apoyo a los procesos revolucionarios en varios países del continente americano. Durante la siguiente década, abrazaría con mayor fuerza la defensa de los derechos humanos, concepto incluido de forma novedosa en el Concilio Vaticano II, pero desarrollado con mayor claridad tanto desde el punto de vista conceptual como organizativo a la luz del clima de apertura internacional que emergió hacia el final de la Guerra Fría. En esa tónica, el obispo se daría a la tarea de estrechar sus lazos con organizaciones no gubernamentales del continente americano y Europa, y en México formaría varios grupos de apoyo a los refugiados políticos.
LA RADICALIZACIÓN DEL DISCURSO REVOLUCIONARIO
El gobierno de José López Portillo (1976-1982) prestó atención a los conflictos centroamericanos, siguiendo la tendencia diplomática del gobierno anterior, pero también porque éstos representaban una amenaza para la estabilidad latinoamericana. Una de sus primeras acciones de política exterior sería apoyar la movilización por la soberanía del Canal de Panamá. Internamente, el proceso formal de liberalización política nacional daría inicio con la publicación, en 1977, de la Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales (LOPPE), la cual abrió mayores espacios a la oposición, pues introdujo la figura de diputados de representación proporcional, reconoció al Partido Comunista y dio luz verde para que los partidos políticos afianzaran sus alianzas con actores políticos extranjeros. En octubre de 1979, el presidente se dirigió a los jefes de Estado latinoamericanos y expresó su crítica a lo que llamó "neocolonialismos". López Portillo, estrechó las relaciones del gobierno mexicano con Cuba a pesar del bloqueo económico de los Estados Unidos, e importante fue la intervención mexicana ante el deterioro de la relación entre ambos países, sobre todo en el momento en que se llegó a hablar de una invasión militar estadounidense a la isla. Cuando al final de la década de 1970 la problemática en América Central empeoró, especialmente en Nicaragua, México apoyó a las fuerzas revolucionarias, aunque no de manera directa. Esta oposición quedó muy clara en la Organización de Estados Americanos (oea), donde México mostró ser partidario de la no intervención. Para 1980, México y Venezuela, que a estas alturas eran líderes de la defensa de los intereses de los países latinoamericanos frente al imperialismo estadounidense, establecieron un acuerdo de cooperación con Centroamérica y el Caribe, y firmaron el Pacto de San José, el cual buscaba garantizar el suministro de hidrocarburos a los países latinoamericanos a precios razonables, a fin de mantener la estabilidad en la zona. Con dicho acuerdo, se buscó además dejar fuera de los conflictos latinoamericanos a los Estados Unidos, mantener el liderazgo regional, a través del control del petróleo y procurar la estabilidad latinoamericana.42 El gobierno de López Portillo apoyaría los movimientos revolucionarios en América Latina y mantendría a salvo el derecho de los asilados que escapaban de las dictaduras de sus países, en esta perspectiva, en 1980 fue creada la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (CMAR).
En ese contexto y como resultado del recrudecimiento de la política militar en Sudamérica, Sergio Méndez Arceo recordó, en septiembre de 1976, la muerte de Allende como una muerte libertaria:
Hermanos: no he perdido el recuerdo de que ayer hace tres años a las siete de la noche las campanas de esta catedral, al unísono con algunas otras campanas y algunos otros campanarios de esta ciudad tocaron a duelo únicas en el mundo por la muerte del compañero Salvador Allende [...] Hoy festejamos la conciencia y la perseverancia de la resistencia interior, a pesar del hambre, del desempleo, de la intimidación, de las cárceles, de las torturas padecidas por el pueblo chileno [...] tenemos la seguridad de que el imperialismo americano con la doctrina de la Seguridad Nacional, hoy preponderante en nuestra América Latina, no logrará dominar la fe cristiana. La ideología de la seguridad en su geopolítica, en su estrategia total, y en sus agentes las fuerzas armadas, pretende utilizar junto a la democracia y a la ciencia, el cristianismo como sistema de símbolos, no porque su contenido les importe [...] en una guerra total contra el marxismo [...] estamos seguros de que la Iglesia no caerá en la trampa, de seguir uncida al capitalismo tan de verdad repudiado por ella misma, en sus principios y en sus consecuencias; pero practicado por los cristianos bloqueados por su egoísmo y por su consiguiente incapacidad de percibir las coincidencias innegables, de los anhelos del reino con el marxismo, en el amor y en la liberación del hombre, aunque los ensayos hasta ahora intentados no hayan sido perfectos.43
Y cuando las relaciones internacionales dejaron de ser vistas como una política exclusiva de los Estados y de los gobiernos, y comenzaron a cobrar sentido para los partidos políticos44 y la sociedad civil, Méndez Arceo se movilizó con mayor naturalidad buscando el apoyo de organismos internacionales y de las redes de defensa de los grupos marginados. Parte importante de esta estrategia pudo ser posible gracias a la Acción Ecuménica por los Derechos Humanos en América Latina, que cobró relevancia entre las décadas de 1970 y 1990.45 El obispo realizó un intenso trabajo social con organizaciones sociales de diversos países de Centroamérica y el Caribe, como en Nicaragua donde participó en el Comité Manos Fuera de Nicaragua y en alguna ocasión diría: "No vengo de paseo... Vengo como revolucionario, como amigo".
Con el inicio del Pontificado de Juan Pablo II, en octubre de 1978, en el Vaticano comenzó a consolidarse un grupo compacto con una postura fuertemente conservadora que pugnaba por la búsqueda de apoyos con los gobiernos de países del continente americano donde los católicos tuvieran una importante representación, al mismo tiempo que buscaba contrarrestar a las corrientes progresistas al interior de la Iglesia, particularmente a la teología de la liberación y a los movimientos carismáticos.46 La llegada a México del nuncio apostólico Girolamo Prigione, ese mismo año, fue fundamental para apuntalar la política de la Santa Sede a partir del acercamiento entre el papa y la élite gobernante. En esa línea sería posible la primera visita del papa a México en enero de 1979. En esa ocasión Méndez Arceo fue cauto al reconocer que Juan Pablo II cuestionaba los excesos que podían generarse con la nueva visión sobre el trabajo pastoral de los Obispos latinoamericanos y, en cambio, destacó que el líder de la Iglesia avalaba la esencia de este proyecto:
[...] después de que la presencia del papa en México ocupó la mente, se puede decir de todos los mexicanos hasta el día mismo de su salida y aún más hasta su llegada a Roma, nos debemos quedar en donde él hubiera querido permanecer, con los obispos reunidos en la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. En oración, reflexión y trabajo, ahí, donde dejó como prenda espiritual algunas palabras pronunciadas con ansias de pastor y afecto de padre [...] No fueron palabras condenatorias de las preocupaciones en las descripciones de la realidad, en los análisis de la misma y en las fórmulas pastorales, tan variadas en el pueblo cristiano de América Latina [...] De Puebla nos llegan las noticias de cómo la Asamblea con gran libertad y resolución ha tomado en sus manos la dirección de los trabajos al elegir una comisión para encauzarlos [...] Particularmente los mismos obispos van respondiendo a las preguntas dominantes en el ambiente. Sobre si, por ejemplo, el papa condenó la teología de la liberación. Muy explícitos han sido el arzobispo de Lima, cardenal Landázuri y el obispo de Riobamba, monseñor Proaño, en explicar cómo el papa se refirió a excesos o defectos que no comprometen la esencia de ese empeño teológico latinoamericano.47
El periodo comprendido entre el final de la década de 1970 y la de 1980 se caracterizó por el ascenso en el mundo del neoliberalismo económico y del neoconservadurismo político y social. El nuevo paradigma de política económica fue la respuesta del sistema capitalista a la crisis producida por el agotamiento del modelo de acumulación en su fase expansiva. El mundo bipolar había llegado a ser una camisa de fuerza para la reproducción del capital y éste requería de nuevas formas para mantener sus niveles de ganancia. Comenzó así un proceso de globalización liderado por Estados Unidos, cuyo principal requisito era la apertura de las economías nacionales. Se condenó la existencia de monopolios estatales, pero se fomentó la existencia de monopolios privados. Las tendencias neoconservadoras surgieron como reacción a las ideas de la contracultura de izquierda, aquéllas defendían la superioridad moral de Estados Unidos sobre el resto del mundo y mostraban una actitud intransigente respecto a las manifestaciones sociales y políticas alternativas. Los gobiernos de Margaret Tatcher en Inglaterra (1979-1985) y Ronald Reagan en Estados Unidos (1981-1989) fueron emblemáticos de esta nueva etapa y a su amparo cobró forma en América Latina el Estado neoliberal que comenzaría a perfilarse como la solución a los problemas que enfrentaban las economías nacionales. Las posiciones neoconservadoras se convirtieron en la perspectiva oficial de muchos gobiernos frente a los conflictos políticos y sociales. El gobierno de Estados Unidos financió y armó a grupos contrarrevolucionarios en Centroamérica, ordenó la intervención militar en defensa de los intereses americanos e impulsó el programa de la Guerra de las Galaxias, base de un nuevo desarrollo armamentista.
En México, la década de 1980 constituyó una etapa de inflexión para el proyecto del Estado, pero también para el desarrollo de las oposiciones políticas y sociales. Ente otras cosas, el ascenso de la tecnocracia priista dentro del gobierno provocó un importante proceso de cambio en la relación Estado-sociedad. Durante esta etapa, Sergio Méndez Arceo se convirtió en un ferviente defensor de la revolución sandinista en Nicaragua, el proceso revolucionario en Guatemala y en El Salvador, por lo que fue un apoyo fundamental para todos los movimientos en contra del imperialismo estadunidense, incluyendo a los de los ciudadanos de Estados Unidos. Aún impactado por el asesinato de monseñor Óscar Arnulfo Romero, acontecido en marzo de 1980, Méndez Arceo denunció los atropellos estadounidenses en América Latina y dio a conocer la formación del Comité Ecuménico de Estadunidenses Radicales en México, bajo el siguiente comunicado:
Como integrantes del Comité Ecuménico de ciudadanos estadunidenses en México que nos hemos agrupado recientemente con el fin de expresar nuestra solidaridad con los pueblos de América Latina, y dados los valores cristianos de humanidad, de paz, y justicia que nos animan, vemos con seria preocupación el creciente apoyo que nuestro gobierno presta a los regímenes represivos de América Latina, así como la falta de respeto por los derechos humanos que caracteriza a nuestro hemisferio, creemos que la política intervencionista del secretario de Estado Haig y el presidente Reagan en los asuntos internos de otros países y de Guatemala, Nicaragua y El Salvador en particular, no sólo es inmoral e injusta, sino que también hace peligrar gravemente las relaciones entre los Estados Unidos y las otras naciones americanas, acercándonos a la posibilidad de un conflicto global de orden nuclear [...] Nuestro comité participó en la marcha de más de 30 mil personas el pasado 22 de enero en la Ciudad de México que se realizó para protestar por la intervención estadounidense en Centroamérica, y el 26 de febrero dimos respuesta sobre El Salvador por medio de una carta abierta al secretario de Estado Haig. También nos hemos dirigido a grupos eclesiásticos de México y hemos establecido contactos activos con organizaciones locales de solidaridad.48
El endurecimiento de la política del gobierno de Estados Unidos se reflejaba también en un tema fundamental para el gobierno mexicano: el problema de los migrantes. Sobre este asunto Méndez Arceo diría:
[...] hoy deseo presentarles una gran intención para los cristianos mexicanos. El encuentro del presidente de la República con el presidente electo de los Estados Unidos en Ciudad Juárez. Muchos asuntos han de negociarse entre dos países vecinos en amplísimas extensiones de mar y tierra. Nos interesa mucho la situación de nuestros hermanos emigrantes. No podrán resolverse todas las cuestiones pendientes o emergentes en los últimos tiempos [...] Sin duda que no todos los aquí presentes coinciden con todas las decisiones del presidente de México; pero hemos de estar unidos con él para fortalecerlo ante el poderoso vecino y pedirle al Señor que lo ilumine y no le permita flaquear.49
Al igual que demandó atención al problema migratorio, reclamó del presidente José López Portillo una mayor contundencia en relación con la solidaridad del gobierno mexicano hacia los pueblos latinoamericanos:
¿Qué nos está pidiendo Dios a través de los acontecimientos del mundo? Por ejemplo, en la reunión de nuestro presidente con el presidente de los Estados Unidos. Antes de que saliese para Estados Unidos yo les pedí a los que estaban presentes que orásemos por el presidente, que orásemos con esperanza. [Yo] tenía muchas esperanzas al pedir que su presencia en Estados Unidos fuera una presencia testimonial de la solidaridad de México con nuestros hermanos en las naciones latinoamericanas de todo Centroamérica y el Caribe, y de hecho así fue, fue una presencia testimonial de objeción a la acción militar, de objeción a la exclusión de algunas naciones y de rechazo a la pretensión de dividir así en Centroamérica la oposición del oriente y del poniente, del este y del oeste, para decirlo con nombres de los Estados Unidos y la Unión Soviética [...] ahora pongo a la consideración de ustedes pedirle al Señor que eso tenga efecto, que no nada más se haya quedado en palabras, que tenga efecto para beneficio de nuestros hermanos, de esa nación [El Salvador] desangrada [...] donde se encuentran todas las formas de tortura y de martirio [...] y que no podemos nunca hacer la comparación de lo que significa la pérdida de hombres de lo que hacen los guerrilleros que están en una lucha justa para la liberación de su pueblo y que no es un invento llegado desde fuera, que es algo nacido desde el interior de un pueblo oprimido y tenemos, hermanos, que rogar y rogar particularmente por la Iglesia, por la Iglesia en esos países. Que Dios ilumine a los obispos, ilumine a los sacerdotes para acompañar al pueblo en su liberación, a no equivocarse, a no engañarse [...] Su obispo siempre los tiene en este camino de la solidaridad, seguro de que ahí se está jugando el destino de México y que eso repercute en toma de conciencia para nosotros, para que haya entre nosotros justicia.50
El 23 de marzo de 1982 dio inicio la etapa más cruenta en la historia de la represión social en Guatemala, cuando el general Ríos Montt dio un golpe de Estado contra el gobierno del general Romeo Lucas García. Ríos Montt era en esa época, pastor en la iglesia evangélica protestante "Iglesia de la Palabra" y en su discurso inaugural declaró que su presidencia había sido producto de la voluntad de Dios. Él gozaba de un fuerte apoyo del gobierno de Ronald Reagan, quien lo había ayudado a formar una junta militar que anuló la Constitución, disolvió el Congreso, suspendió los partidos políticos y anuló la ley electoral. Ríos Montt intentó derrotar a los guerrilleros con acciones militares y reformas económicas que buscaban el apoyo del pueblo guatemalteco a su gobierno. En ese marco, en mayo del mismo año la Conferencia de Obispos Católicos lo acusaría de fomentar la militarización del país y continuar las masacres de civiles por medios militares. Al respecto, el obispo Méndez Arceo diría desde el púlpito:
Me ha parecido que es día para hablar de Guatemala. Las circunstancias nos han llevado a pensar después de Nicaragua, en El Salvador. Por un lado, la figura gigante del arzobispo asesinado Óscar Arnulfo Romero, conmueve a las Iglesias abiertas a la fidelidad al Señor en su pueblo. Por el otro lado las organizaciones populares de El Salvador, agotados los medios de liberación del pueblo oprimido en el juego de las instituciones, emprenden la lucha armada y se imponen a la conciencia del mundo como interlocutores imprescindibles para la pacificación justa, según lo ha declarado el comunicado conjunto de México y Francia. Nuestros vecinos más cercanos, los guatemaltecos, nos están pidiendo con los grandes clamores de la realidad que les prestemos atención. El último llamamiento es el documento de los obispos del 6 de agosto de 1981. Ante la campaña de amedrentamiento y desprestigio contra los agentes de pastoral, obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, y laicos, sobre todo catequistas, por donde cualquiera, en especial los cuerpos paramilitares aceptados por el gobierno, se consideran autorizados a amenazar y a atacar.51
Sergio Méndez Arceo terminó su función como obispo de Cuernavaca en 1982, y su sucesor fue Juan Jesús Posadas Ocampo (1982-1987). Aun retirado de su cargo institucional, siguió escribiendo sus reflexiones y apoyando a todas las movilizaciones en pro de la defensa de los más necesitados. Sus últimos diez años de vida los pasó en la Casa de las Hermanas Misioneras Franciscanas de la Inmaculada, en Ocotepec, Morelos, donde todavía está resguardado el archivo personal de cuya información se ha nutrido este trabajo.
CONCLUSIONES
Sin duda, el pensamiento y la actuación de Sergio Méndez Arceo en México y América Latina fueron fundamentales para la transformación que experimentó la Iglesia católica a partir de la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, como he querido mostrar a lo largo de este texto, también es cierto que su visión internacionalista y su búsqueda de la unidad latinoamericana lo llevaron a aportar valiosos elementos a la discusión nacional sobre el proceso de apertura política del México de la segunda mitad del siglo XX.
Méndez Arceo fue un crítico de las desigualdades producidas por el modelo económico y del autoritarismo del régimen político mexicano, pero siempre expuso sus cuestionamientos en la lógica de la construcción del diálogo y la búsqueda de acuerdos. En el contexto de una fuerte crisis económica y de legitimidad del régimen político, impulsó la organización de los sectores populares, pero también el diálogo con las élites en distintos ámbitos de la vida nacional.
Su proyecto y acción pastoral lo convirtieron en un líder innovador en el terreno de la acción colectiva en México. Su reconocimiento del proyecto socialista y de la necesidad de un diálogo entre cristianos y marxistas hizo de él una voz discordante respecto a la mayoría conservadora de la jerarquía eclesiástica, pero también mostró su capacidad para construir puentes y observar las convergencias. Su reivindicación sobre el papel de las masas (obreras, campesinas, populares) como sujeto histórico, lo colocó a la vanguardia de la acción católica y le permitió tejer redes de solidaridad allende las fronteras.
En el marco del ascenso del conservadurismo acontecido en el mundo hacia el final de la década de 1970 y durante la de 1980, el obispo de Cuernavaca, al igual que otros obispos de América Latina, insistió en la búsqueda de la unificación latinoamericana como la única vía posible para enfrentar al poder imperialista y, en particular para México, como un medio para reconocerse como parte de una región cultural en proceso de reconstrucción de su propia identidad y proyecto futuro.
1 Como Pedro Casaldáliga, en Brasil, Óscar Arnulfo Romero, en El Salvador; y Camilo Torres, en Colombia, por dar algunos ejemplos.
2 Agradezco a Leonardo Ballesteros y Carlos Villanueva su apoyo en la búsqueda de información sobre el contexto político del periodo en cuestión.
3 Carlos Sergio Méndez Arceo nació en Tlalpan, en la Ciudad de México, el 28 de octubre de 1907 y murió en 1992, en Cuernavaca, Morelos. Durante su infancia se vio influenciado por el catolicismo y el pensamiento liberal; sus padres tenían parentesco con el obispo Mora y del Río y con el general Lázaro Cárdenas del Río. En 1921, Méndez Arceo ingresó al Seminario Conciliar de la Ciudad de México, donde cursó humanidades grecolatinas y filosofía. En plena etapa del conflicto Estado-Iglesia, en 1927 el joven Méndez Arceo se trasladó a Roma para continuar su carrera eclesiástica en el Colegio Pío Latino Americano. En la Universidad Gregoriana de esa ciudad obtuvo una licenciatura en Teología y el 28 de octubre de 1934 recibió las órdenes sacerdotales. En los años siguientes estudió ciencias históricas en la Universidad Gregoriana y, en 1939, obtuvo el doctorado en historia eclesiástica. Sergio Méndez Arceo fue ordenado VII obispo de la Diócesis de Cuernavaca el 30 de abril de 1952. Fue pionero del agiornamiento en su diócesis aun antes del Concilio Vaticano II, en el que participó activamente. Sus 31 años de trabajo episcopal se caracterizaron por varios proyectos pastorales reconocidos de vanguardia en la historia de la Iglesia contemporánea. Méndez Arceo dejó de ser obispo de Cuernavaca en 1983.
4 Las homilías corresponden a la llamada Misa Panamericana, encabezada por Méndez Arceo los domingos a las once de la mañana en la Catedral de Cuernavaca, Morelos. Ésta se volvió famosa no sólo por el uso de la música de mariachi o de jazz, sino por el contenido de la prédica del obispo, reproducido durante varios años en la edición del lunes de los periódicos Excélsior y El Correo del Sur. Este artículo recupera extractos de varios documentos importantes contenidos en la Serie Liturgias, Subserie Homilías, de 1971 a 1981, dos años antes de que Méndez Arceo dejase de ser obispo. Una selección más amplia de las homilías aparecerá en una antología que la autora se encuentra preparando para su publicación.
5 Por panamericanismo se entiende el movimiento diplomático, político, económico y social que ha buscado crear, fomentar y ordenar las relaciones, la asociación y cooperación entre los países de América en diversos ámbitos de interés en común. La desviación de la esencia panamericanista se observa, sin embargo, con las intervenciones de Estados Unidos, sobre todo en el área del Caribe y Centroamérica, en la que se han aplicado particularmente los principios de la Doctrina Monroe, la cual consideró a Latinoamérica como una zona directa de expansión y protección de los intereses comerciales estadounidenses.
6 La crisis capitalista de la década de 1930 fue determinante para la formulación de la teoría de la dependencia en América Latina. El eje de la argumentación era la modernización periférica que experimentaban los países de América Latina y la cual reclamaba, para paliar las disparidades sociales, un papel muy activo por parte del Estado. La estrategia sugerida era la industrialización por sustitución de importaciones, política que sería adoptada en primera instancia por los países más industrializados de la zona, tal era el caso de Argentina, México, Brasil y Chile. Sobre esta teoría puede consultarse Fernando H. Cardoso y Enzo Faletto, Dependencia y desarrollo en América Latina, México, Siglo XXI Editores, 1969. [ Links ]
7 Luis Medina Peña, Hacia el nuevo Estado. México 1920-1994, México, Fondo de Cultura Económica, 1994, pp. 168-194. [ Links ]
8 Roberto Blancarte, Historia de la Iglesia católica en México, México, Fondo de Cultura Económica. 1992, p. 149. [ Links ]
9 Wolf Grabendorff, "La función externa de la política exterior mexicana", Nueva Sociedad, núm. 31, 1977, p. 93. [ Links ]
10 Véase Carlos Fazio, "Don Sergio Méndez Arceo: patriarca de la solidaridad liberadora" [http://www.sicsal.net/articulos/node/347], fecha de consulta: 15 de septiembre de 2011. [ Links ]
11 Idem.
12 Idem.
13 Dos textos interesantes al respecto son: Gregorio Lemercier, Diálogos con cristo, Barcelona, Ediciones Península, 1968; [ Links ] y Lya Gutiérrez Quintanilla, Los volcanes de Cuernavaca: Sergio Méndez Arceo, Gregorio Lemercier, Iván Illich, Cuernavaca, La Jornada, 2007. [ Links ]
14 El pronunciamiento del obispo sobre la matanza de estudiantes era parte de su homilía del domingo 29 de septiembre de 1968, misma que fue publicada un día después en la página 8 de El Correo del Sur.
15 Ya en el Informe Rockefeller (1968) se sostenía que el catolicismo era "un centro peligroso de revolución potencial", que la Iglesia no era "un aliado seguro para Estados Unidos" y que sería "larga y difícil la absorción de estos países por Estados Unidos, mientras sean países católicos". Un año más tarde, el gobierno de Estados Unidos iba más allá, al afirmar que era preciso remplazar a los católicos latinoamericanos por "otro tipo de cristianos".
16 El 10 de diciembre de 1969, los presos políticos del movimiento de 1968 comenzaron una huelga de hambre en la cárcel de Lecumberri en protesta por la lentitud de los procesos y en reclamo de su libertad. El 12 de diciembre, Sergio Méndez leyó su homilía en la catedral de Cuernavaca y se refirió a los noventa detenidos. Dijo: "Todos somos responsables. No podemos permanecer indiferentes y excusarnos [...] Pidamos al Señor que ilumine a todos, a los presos y a las autoridades, en especial al supremo magistrado, de quien en México, para bien o para mal todo depende, a fin de que, en espera y como anuncio de la transformación de las estructuras de pecado, opresoras e injustas, superando los términos legales, haya un encuentro conciliador en la generosidad de la amnistía inmediata y general". Esa navidad, Méndez Arceo asistió a la cárcel; cuando finalmente las autoridades le permitieron entrar, dijo a los presos: "He venido a regocijarme porque ustedes están trabajando por la liberación". Véase Carlos Fazio, "Méndez Arceo y el '68" [http://www.jornada.unam.mx/2008/01/06/sem-carlos.html], fecha de consulta: 7 de agosto de 2012. [ Links ]
17 Luis Medina Peña, Hacia el nuevo Estado. México 1920-1994, op. cit., p. 222.
18 En el terreno de la diplomacia internacional, fueron tres los actos clave en su política tercermundista. Su discurso pronunciado en la Asamblea General de las Naciones Unidas, en octubre de 1971, en el que llamó a la solidaridad latinoamericana. La Carta de Derechos y Deberes de los Estados presentada en la III United Nations Conference on Trade and Development. Y el establecimiento de un vínculo cercano con el gobierno de Salvador Allende, quien encabezó un conglomerado de partidos de izquierda conocido como Unidad Popular; así como con el gobierno del venezolano Carlos Andrés Pérez, del Partido Socialdemócrata, perteneciente a la Internacional Socialista.
19 Manuel Canto y Raquel Pastor, ¿Ha vuelto Dios a México? La transformación de las relaciones Iglesia-Estado, México, Universidad Autónoma Metropolitana, 1991, p. 91. [ Links ]
20 Véase Carlos Fazio "Don Sergio Méndez Arceo: patriarca...", op. cit.
21 En la primera mitad de la década de 1970, Méndez Arceo acogió a sacerdotes extranjeros para que colaboraran con él en las labores de la Diócesis de Cuernavaca, tal fue el caso de Gerardo Thijssen, de origen holandés, quien echó a andar el Movimiento de Cristianos por el Socialismo en Chile.
22 Información de la Fundación Sergio Méndez Arceo [http://www.fundaciondonsergio.org/esp/gerardo.html], fecha de consulta: 17 de septiembre de 2011. [ Links ]
23 Homilía del 17 de mayo de 1972, pronunciada al concluir la peregrinación a la Basílica de Guadalupe, Serie Liturgias, Subserie Homilías, Caja 65, Exp. 12, años 1971-1975.
24 Homilía del 25 de febrero de 1973, Serie Liturgias, Subserie Homilías, Caja 65, Exp. 12, año 1971-1975. En las elecciones parlamentarias del 4 de marzo de 1973, realizadas en Chile, a las que hace referencia el obispo, si bien resultó triunfadora la alianza de fuerzas políticas conservadoras reunidas en la Confederación Democrática, en oposición a la gobernante Unidad Popular, aquélla no logró su objetivo de obtener los dos tercios necesarios en el Senado para destituir al presidente Salvador Allende.
25 Joao Batista Libanio, Teología de la liberación, Santander, España, Editorial Sal Terrae, 1989, p. 12. [ Links ]
26 Sobre la teología de la liberación en América Latina puede consultarse, entre muchos textos, Malik Tahar Chaouch, "La teología de la liberación en América Latina: una relectura sociológica", Revista Mexicana de Sociología, vol. 69, núm. 3, julio-septiembre, 2007, pp. 427-456; [ Links ] y Luis Del Valle, "Teología de la liberación en América Latina", en Roberto Blancarte (comp.), El pensamiento social de los católicos mexicanos, México, Fondo de Cultura Económica, 1996, pp. 230-265. [ Links ]
27 Los antecedentes más importantes de esta teología se encuentran en Brasil, donde a partir de 1957 comenzó en la Iglesia católica un movimiento de Comunidades de Base que para 1964 ya era digno de ser considerado en el "Primer Plan Pastoral Nacional 1965-1970".
28 Joao Batista Libiano, Teología de la liberación, op. cit., p. 129.
29 Roberto Morozzo, Monseñor Romero, Salamanca, Ediciones Sígueme, 2010, p. 212. [ Links ]
30 Homilía del 13 de mayo de 1973, Serie Liturgias, Subserie Homilías, Caja 65, Exp. 12, años 1971-1973.
31 Empleando esta política, Estados Unidos consiguió unificar a la reacción en distintos países y fomentar las dictaduras latinoamericanas, como la de Augusto Pinochet en Chile (1973-1990), Alfredo Stroessner en Paraguay (1954-1989), la dictadura que se dio con el llamado Proceso de Reorganización Nacional en Argentina (1976-1983), el gobierno dictatorial de Juan María Bordaberry en Uruguay (1973-1985), el del general Hugo Banzer en Bolivia (1971-1978), la dinastía de los Somozas en Nicaragua, de los gobiernos de El Salvador y del gobierno colombiano de Julio César Turbay Ayala con su "Estatuto de Seguridad" (1978-1982).
32 Homilía del 23 de septiembre de 1973, Serie Liturgia, Subserie Homilías, Caja 65, Exp. 12, años 1971-1975.
33 Homilía del 14 de abril de 1974, Serie Liturgia, Subserie Homilías, Caja 65, Exp. 12, años 1971-1975.
34 Un extracto del discurso de la viuda de Allende es el siguiente: HERMANOS DE CUERNAVACA Y DE MEXICO: Cómo hilvanar las mejores palabras que puedan expresar en su exacta dimensión la profundidad de nuestros sentimientos para decirles a ustedes la emoción que sentimos al estar en esta luminosa mañana, en la Catedral de Cuernavaca, por iniciativa del señor obispo de esta Diócesis para recordar, rendir homenaje y elevar votos de fe y esperanza por el sufrimiento del pueblo chileno [...] Nuestro pueblo agradece a monseñor y a cada uno de ustedes el profundo significado de esta misa por los caídos y perseguidos de Chile y esto nos alienta para ratificar el triunfo de Chile y de su pueblo expresado en las últimas palabras del presidente Salvador Allende, en la Moneda: "MUCHO MÁS TEMPRANO QUE TARDE, DE NUEVO SE ABRIRÁN LAS GRANDES ALAMEDAS POR DONDE PASE EL HOMBRE LIBRE PARA CONSTRUIR UNA SOCIEDAD MEJOR". Catedral de Cuernavaca, misa del 31 de agosto de 1975.
35 Homilía del 3 de febrero de 1974, Serie Liturgia, Subserie Homilías, Caja 65, Exp. 12, años 1971-1975.
36 Homilía del 27 de agosto de 1975, Serie Liturgias, subserie Homilías, caja 65, Exp. 12, año 1971-1975.
37 Idem.
38 Al respecto, véase María Alicia Puente Lutteroth (ed.), Innovaciones y tensiones en los procesos eclesiales. De la acción católica a las Comunidades Eclesiales de Base, México, CEHILA-Conacyt, Cuernavaca, 2002. [ Links ]
39 Samuel Ruiz García, Cómo me convirtieron los indígenas, México, SICSAL-SERAPAZ, 2006. [ Links ]
40 Homilía del 10 de agosto de 1975, Serie Liturgia, Subserie Homilías, Caja 65, Exp. 12, años 1971-1975. La eclesiología es la rama de la teología que "estudia desde el punto de vista filosófico, histórico y teológico, el orden, esencia e identidad de la Iglesia de Cristo". Diccionario enciclopédico, México, Grijalbo, 1986, pp. 659 y 1794. [ Links ]
41 Homilía del 19 de octubre de 1975, Serie Liturgia, Subserie Homilías, Caja 65, Exp. 12, años 1971-1975.
42 Rosa María Mirón, Germán Pérez Fernández del Castillo, López Portillo: auge y crisis de un sexenio, México, Plaza y Valdés, 1988, pp. 98-99. [ Links ]
43 Homilía del 12 de septiembre de 1976, Serie Liturgia, Subserie Homilías, Caja 66, Exp. 17, años 1976-1982.
44 Un ejemplo en este sentido fue el caso del PAN, que desde que fue publicada la LOPPE comenzó a estrechar los lazos con la democracia cristiana. Al respecto, véase Tania Hernández Vicencio, "El Partido Acción Nacional y sus vínculos con la democracia cristiana", en Perfiles Latinoamericanos, México, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, núm. 35, enero-junio de 2011; [ Links ] y "Hacia la internacionalización. Una nueva fase en la institucionalización del PAN", ponencia presentada en el IV Congreso Internacional y el XXII Nacional de Estudios Electorales, Sociedad Mexicana de Estudios Electorales, Ciudad de México, agosto-septiembre de 2011. [ Links ]
45 Véase Charles Harper, El acompañamiento, Montevideo, Ediciones Trilce/Consejo Mundial de Iglesias, 2007. [ Links ]
46 Manuel Ceballos, "Iglesia, Estado y sociedad en México, una visión histórica del presente", en Carlos Martínez Assad (coord.), Religiosidad y política en México, México, Universidad Iberoamericana/Societé Internationale de Sociologie des Religions, 1992, p. 122. [ Links ]
47 Homilía del 4 de febrero de 1979, Serie Liturgia, subserie Homilías, Caja 66, Exp. 17, años 1976-1982.
48 Homilía del 3 de mayo de 1981, Serie Liturgia, Subserie Homilías, Caja 66, Exp. 17, años 1976-1982.
49 Homilía del 4 de enero de 1981, Serie Liturgia, Subserie Homilías, Caja 66, Exp. 17, años 1976-1982.
50 Homilía del 14 de junio de 1981, Serie Liturgia, Subserie Homilías, Caja 66, Exp. 17, años 1976-1982.
51 Homilía del 6 de septiembre de 1981, Serie Liturgia, Subserie Homilías, Caja 66, Exp. 17, años 1976-1982.