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Problemas del desarrollo

versión impresa ISSN 0301-7036

Prob. Des vol.36 no.143 Ciudad de México oct./dic. 2005

 

Reseñas

 

Sergio Bagú. Un clásico de la teoría social latinoamericana, de Jorge Turner y Guadalupe Acevedo (coordinadores)

 

Carlos Véjar Pérez-Rubio*

 

México, UNAM-FCPys-Plaza y Valdés, 2005, 240 pp.

 

* Facultad de Arquitectura, UNAM. Director general de Archipiélago. Revista Cultura de Nuestra América.

 

A Horacio Labastida, in memoriam

Rendir homenaje póstumo en un libro a un intelectual autor de numerosos e importantes libros, como lo es Sergio Bagú (1911-2002), no es cosa fácil. Y sin embargo, el Centro de Estudios Latinoamericanos (CELA) de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, del que fuera colaborador el sociólogo argentino casi tres décadas y en donde encontrara las condiciones idóneas para realizar una parte significativa de su obra, lo ha hecho exitosamente en el que aquí reseñamos: Sergio Bagú. Un clásico de la teoría social latinoamericana. Y lo ha logrado porque, más allá de los autores participantes —amigos, compañeros, colegas y discípulos del maestro— y de los temas seleccionados, la empresa está marcada por el afecto, el entrañable afecto y el respeto intelectual que un hombre del calibre de Bagú sembró en su entorno a lo largo de los años. Y eso, vale oro.

Parte importante del mérito de la publicación debe atribuirse a sus coordinadores, Guadalupe Acevedo y Jorge Turner, quienes hablan en la presentación en nombre de la comunidad del CELA y explican en líneas generales el origen y las características del libro. Nos enteramos ahí que se recoge en sus páginas algunos de los trabajos presentados en ocasión del festejo rendido a Bagú por sus 90 años en 2001, el cual coincidió con la conmemoración de los 50 años de la fundación de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales y el cuadragésimo aniversario del CELA. Y que desde entonces se pensó que el agradecimiento al maestro debería redondearse con una recopilación de testimonios y análisis de su obra, en los que tendrían que aparecer también rasgos definitorios de su personalidad, de su trayectoria vital y de sus sueños.

Se acometió así de inmediato la tarea de preparar este libro, el cual Bagú lamentablemente no podría ver terminado, al fallecer a fines de 2002, cuando estaba próximo a cumplir 92 años de edad. Un día antes, por cierto, había impartido lo que sería su última clase en la facultad para el Posgrado en Estudios Latinoamericanos: "Elementos definitorios de América Latina". En la trinchera hasta el final.

El libro está estructurado en cuatro secciones: Presentación, Un clásico de la teoría social latinoamericana, Testimonios y Entrevistas, en las cuales se integra el perfil del homenajeado y el análisis de su obra. Participan en la primera, además de Guadalupe Acevedo y Jorge Turner, el director de la facultad, Fernando Pérez Correa, quien evoca el arribo de Sergio Bagú Bejarano a México y a la UNAM, a fines de 1974, cuando América Latina ardía y el debate de sus problemas cobraba renovado impulso; y Claudio Bagú Barnad, único hijo del maestro, quien realizó una acuciosa investigación de los datos curriculares de su padre, incluida la extensa lista de sus publicaciones. En la segunda sección, dedicada al análisis de la obra y la proyección de sus ideas, participan catorce autores: Pablo González Casanova, Irene Sánchez Ramos, Raquel Sosa Elizaga, Lucio Oliver Costilla, Norma de los Ríos Méndez, Márgara Millán Moncayo, Esther Iglesias Lesaga, Rosa María Larroa Torres, Alfonso López Ramírez, José E. Villaseñor Cornejo, Patricia E. Salcido Cañedo, Alonso Aguilar Monteverde, Jorge Turner y Horacio Labastida. En la tercera sección, de carácter testimonial, participan María Guadalupe Acevedo López y Gregorio, Pedro Daniel y Liliana Weinberg, estos últimos integrantes de una destacada familia intelectual argentina residente largo tiempo en México, y entrañables amigos de Bagú y los suyos. En la última sección, la de entrevistas, se recogen las interesantes conversaciones que tuvieron con el maestro, Luis Gómez y Eduardo Ruiz Contardo.

¿Qué nos dejan en claro todas estas reflexiones y testimonios de tan variado abanico intelectual latinoamericano? Es interesante. Lo primero de ello, que Sergio Bagú aportó definitivos cambios a las ciencias sociales latinoamericanas del siglo XX desde una posición interdisciplinaria, desmitificadora y crítica, novedosa para entonces, adoptada desde sus inicios en esos menesteres. "Siempre me he movido en el límite de la Historia y la Sociología, y por lo tanto en el límite de la Economía y de la vida social", le confiesa a Gómez (p. 209). Habría que recordar que su primer libro, escrito a los veintitrés años, es una exégesis de la obra de Almafuerte, periodista, poeta y ensayista argentino que, según Esther Iglesias, "influenció en el joven Sergio Bagú, ya aventajado estudiante y con una excelente pluma, de manera tal que despertó su inquietud para indagar más allá de la obra poética del autor, abocándose también a la tarea de recopilar sus trabajos en prosa, hasta entonces aún dispersos" (p. 124). Y que el segundo, Vida ejemplar de José Ingenieros, escrito dos años después, es un sentido homenaje al autor de El Hombre Mediocre, hijo de un revolucionario italiano que, siendo un joven estudiante de medicina, fundó en 1894 el Centro Socialista Universitario en el Hospital de Clínicas. Ingenieros, otra de sus más claras influencias, es, en sus palabras, "el más enjundioso, entusiasta y consecuente" de los inspiradores de la reforma universitaria iniciada en Córdoba en 1918, a cuya segunda generación Bagú pertenecía. "En la biografía de Ingenieros —escribe Alonso Aguilar Monteverde— Bagú recuerda que, en 1925, éste y otras persona crearon en Argentina la Unión Latinoamericana, con la que se pretendía impulsar la lucha continental contra el imperialismo y a favor de la unidad de nuestros pueblos" (p. 171). Sergio Bagú se conviertió así desde muy joven en un decidido latinoamericanista y antiimperialista, postura que se proyectará siempre en su obra y se convertirá en otra de sus principales aportaciones.

Esa postura latinoamericanista la habrá de cimentar nuestro homenajeado en innumerables recorridos por la región, en los cuales observará de cerca las contradicciones existentes entre la miseria y la marginación de la mayoría de sus pobladores y las vastas riquezas naturales de su geografía. Y las contrastará con sus experiencias en otras latitudes, como Estados Unidos, en donde residirá varios años, o Europa. Lucio Oliver encabeza su trabajo con un epígrafe del mismo Bagú, que a la letra dice: "No cabe duda de que el investigador latinoamericano debe hacer un esfuerzo para crear teoría a partir de la realidad que vive. Cuando esto ocurre, estamos en presencia de un síntoma elocuente de madurez intelectual y de autonomía cultural" (p. 77). Unir la teoría con la práctica, ese es el punto, en el que el intelectual argentino basará la metodología aplicada en sus investigaciones, enfocadas al descubrimiento del "nexo íntimo de los hechos", característica fundamental del trabajo del historiador, como bien dice Norma de los Ríos (p. 105). Un ejemplo de ello está en algunas de sus más importantes obras, como son Economía de la sociedad colonial. Ensayo de historia comparada de América Latina (1949), Estructura social de la Colonia (1952), La idea de Dios en la sociedad de los hombres (1989) y Catástrofe política y teoría social (1997).

Raquel Sosa, en su ensayo titulado "Los conceptos de tiempo y realidad social en perspectiva universal", destaca otra de las grandes contribuciones de Bagú a las ciencias sociales latinoamericanas, cuando advierte que las teorías elaboradas en los centros culturales de Occidente han sido desbordadas por los fenómenos sociales de la región. Es la crítica al eurocentrismo. Dice Sosa, refiriéndose al libro Tiempo, realidad social y conocimiento del autor argentino: "A partir de ese momento, Bagú emprende con los lectores la fascinante tarea de descubrir las particularidades del llamado pensamiento occidental, ubicándolo como producto específico de la historia, sobre todo en lo que lo vincula con la dominación europea sobre América Latina. Las ciencias sociales modernas son —afirma Bagú— herederas de esa tradición, de ese horizonte limitado desde el que se impusieron comportamientos, formas de organización social y maneras de interpretar presuntas regularidades en distintas zonas del mundo" (p. 70). Lucio Oliver precisa esa preocupación de Bagú, de quien dice que "nos invita permanente y casi obsesivamente a realizar una tarea de creatividad intelectual y autonomía cultural: llama a buscar un desarrollo teórico propio en el análisis de nuestra realidad y a hacer una lectura latinoamericana de los clásicos y de los problemas", invitación "reiterada por él en casi todas sus obras, todavía en un periodo en el que el conocimiento directo de los clásicos de la sociología era reemplazado por la lectura de los manuales, y en el que el análisis de la realidad era transmutado por la repetición de los referentes europeos de la lucha de clases" (p. 78).

Esa visión desmitificadora e iconoclasta de Sergio Bagú, sin duda uno de sus más importantes legados a las ciencias sociales de nuestra América, se analiza desde diferentes perspectivas en varios de los trabajos que conforman este libro. Horacio Labastida la valora significativamente. Y Pablo González Casanova, el fundador del CELA, rector de la UNAM y responsable, con Víctor Flores Olea, de la incorporación del maestro argentino a esta casa de estudios, la aborda de lleno en su trabajo "La dinámica dialéctica. Precisiones a algunos conceptos marxistas", en el cual establece un debate con Bagú a partir de su libro Marx-Engels. Diez conceptos fundamentales. Génesis yproyección histórica, publicado por primera vez en Argentina en 1972. "Sergio Bagú señaló, con notable agudeza —dice González Casanova—, varias imprecisiones de los conceptos fundamentales de Marx y Engels. Lo hizo a partir de una profunda simpatía intelectual hacia esos autores y como un acto de lucidez y valentía que no era frecuente en los años setenta, cuando la Weltanschauung de un marxismo dogmatizado convertía las creencias de sus intérpretes oficiales en una disciplina y lealtad revolucionarias" (p. 37).

Según nos dicen Acevedo y Turner, las aportaciones de Pablo González Casanova fueron conocidas por Bagú antes de su muerte, y no sólo le gustaron mucho, sino que le provocaron nuevas inquietudes acerca de las cuales dijo que le gustaría escribir.

En la trinchera, hasta el final.

 

Ciudad de México, octubre de 2005

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